lunes, 28 de julio de 2014

Una incansable contadora de historias

Por: Aline Marie Rodríguez. Boletín Cubaliteraria.
Casi desconocida, en nuestros días, resulta la obra narrativa de Renée Méndez-Capote, autora recordada entre los adultos y jóvenes por sus Memorias de una cubanita que nació con el siglo. Sin embargo, la publicación del volumen Locura de amor, que cuenta con selección, introducción y edición de Esteban Llorach Ramos, viene a saldar esa deuda con los lectores. Aparecen así en este libro, que forma parte de la Colección Homenaje de la Editorial Gente Nueva, fragmentos de quince obras que fueron publicadas, por vez primera, entre 1963 y 1984, fruto de la extensa producción literaria de su autora. Sucesos y protagonistas de la historia patria, así como prácticas culturales, ritos, costumbres y hábitos de los cubanos son los temas esenciales sobre los cuales versan los textos antologados en este volumen, que llega, además, pródigamente ilustrado por José Antonio Medina. Capítulos de los libros Relatos heroicos, Dos niños en la Cuba colonial, Episodios de la Epopeya y 4 conspiraciones, proponen un acercamiento novedoso, desde la narrativa, a pasajes de la historia de la Isla durante las luchas contra el dominio de la colonia española. También aparecen en el volumen obras como Por el ojo de la cerradura, Amables figuras del pasado, Costumbres de antaño y El remolino y otros relatos, las que, a través de una mirada sui generis, refieren y evocan los recuerdos de una Isla, su historia y sus habitantes. La autora de estos relatos, Renée Méndez-Capote y Chaple (La Habana, 12 de noviembre de 1901-14 de mayo de 1989), hija del General cardenense del Ejército Libertador Dr. Domingo Méndez Capote, fue también una activa periodista, colaboradora de diversas publicaciones, entre ellas Diario de la Marina, El País, Grafos, Social, Bohemia, Mañana, El Mundo y La Gaceta de Cuba. Además, durante su fértil y fecunda trayectoria profesional laboró en pos de la cultura nacional desde instituciones como la Biblioteca Nacional José Martí y la Editorial Gente Nueva, e impulsó proyectos como la traducción del inglés de documentos inéditos sobre la toma de La Habana por los ingleses. Como cierre de esta obra-homenaje a esa cubanita que nació con el siglo, se incluyen seis trabajos críticos sobre su vida y su trayectoria intelectual y literaria. Textos que llevan la firma de Ivet González, Mercedes Santos Moray, Niurka Alfonso Baños, María Margarita León Ortiz, Enrique Pérez Díaz y el propio Esteban Llorach Ramos, quienes valoran el alcance y trascendencia de esta narradora para las letras del siglo XX cubano. Al apreciar la figura de Renée Méndez-Capote, el escritor Enrique Pérez Díaz asegura que “no cesó ni un instante de contar a las nuevas generaciones —y a sus contemporáneos— las realidades pasadas que con tanta agudeza vieron sus ojos de periodista rebelde, de soñadora. No se cansó de contar historias y en medio de personajes y conflictos la muerte tocó a su puerta”.

miércoles, 23 de julio de 2014

Bocetos sobre tres brujos cubanos (entre ellos uno de Cárdenas).

Por: Gerardo E. Chávez Spínola. Boletín Cubaliteraria julio 2014.
Existen en Cuba diversas líneas de pensamiento religiosas afrodescendientes con una larga tradición. Sus fundadores llegaron como esclavos a nuestras costas, sin posesiones, desnudos, maltratados, vejados, separados de sus familias, costumbres y tierras. Lo único que no pudieron quitarles fue la extraordinaria fe en sus creencias. Más que simples practicantes, algunos de ellos eran verdaderos sacerdotes en sus cultos. El babalao era, y sigue siendo, el padre de los secretos. Ni uno solo de ellos trajo libreta de apuntes, pero aun así supieron trasladar sus tradiciones y conocimientos a otros hasta nuestros días. Todas sus sapiencias, instrucciones y preparaciones: ensalmos, oraciones y conjuros; pócimas, ungüentos y polvos para sanaciones y maldiciones; sobre las plantas del bosque y cómo prepararlas; cómo abrir o cerrar “los caminos”; cómo atraer o alejar, perjudicar o beneficiar; incluso, cada pequeño y minucioso detalle del más complicado ceremonial, les fue brindado de bocas a oídos, como también a nivel espiritual por medio de místicas iniciaciones y de esa misma forma supieron trasladar a otros tales enseñanzas, a través de los siglos. Pero lo hicieron de una manera tal, que hoy estas creencias religiosas no solo permanecen, sino que se han extendido a una gran parte de la población creyente en todo el archipiélago cubano. En un principio, se incluía toda una serie de pruebas para elegir al neófito que se iba a iniciar como babalao, además de una extraordinaria preparación, que generalmente comenzaba en la adolescencia, en la cual no estaban excluidos importantes aspectos tradicionales, morales y éticos, que con el tiempo se fueron relajando y hasta perdiendo. Ya para la época en la cual se van a desarrollar estos relatos que a continuación se describen, muchos de aquellos aspectos importantes de esta preparación se habían relajado. También debe tenerse muy en cuenta cómo, los acontecimientos que aquí se presentan y la manera de actuar de algunos de los supuestos protagonistas, distan en mucho de ser históricos y son extraídos de la memoria popular, que no se ha preocupado nunca por ser exacta, sino por reconfigurase una y otra vez, alimentándose más de pasiones, miedos, emociones y ansiedades, que de realidades. Es importante aclarar que los cultos sincréticos afrocubanos no poseen iglesia y por tanto, no existe para ninguno de ellos una liturgia exacta, ni una teología unificada, ni mucho menos la elección de algún sacerdote supremo, que dicte reglas o dirija a los demás. Aunque sí han existido, en realidad, babalaos muy conocidos en sus respectivos círculos, las más de las veces respetados por sus actitudes y conocimientos, otras quizás temidos, como pudieron o no serlo en su época quienes a continuación se citan. El báculo de Andrés Kimbisa Andrés Facundo Cristo de los Dolores Petit, más conocido entre los suyos como Andrés Kimbisa, uno de los individuos más carismáticos, respetados y queridos entre los pobladores, practicantes y religiosos de las barriadas de Guanabacoa; Jesús María (los Barracones); San Felipe; La Lejía (del Cristo); el Cangrejo (del Ángel); y Las Llagas (San Francisco), de la Antigua Habana. Abakuá, iniciado en la Regla Palo Monte; terciario de la cristiana Orden Santo Domingo de Guzmán; vidente; célibe; místico y zahorí, “Quien debido a los perjuicios de la época, entre los personajes populares del segundo tercio del siglo XIX en La Habana, fuera uno de los menos recordados por la historia”.1 Entre sus seguidores fue conocido como El Fundador, El Maestro, además, El Sayón de Santo Domingo o el Isue del Bakokó Efor. Hijo de esclava, era un mulato alto, delgado, de buen porte, ademanes pulidos, facciones finas, gesto elegante y conversación inteligente. “Cuentan que sabía latín y griego, enseñado por los monjes del convento de San Francisco de Asís, donde creció con formación cristiana y al que siempre estuvo vinculado. Habitualmente se le veía vestido muy limpio, con chaqueta negra y pantalón blanco. Muchos coinciden en afirmar que era un hombre afable de mirada profunda. Usaba bastón y calzaba sandalias, aunque todos sabían que en sus últimos años, hizo promesa de recoger limosna para los pobres, recorriendo las calles totalmente descalzo mientras mendigaba”.2 Muchos rumoraban que su madre esclava era ficticia, solo para esconder lo que en aquella época era el horrendo pecado de una mujer blanca, preñada de negro. La Orden creada por Pettit fue la primera que permitió la entrada de hombres blancos a la cofradía, “aunque nadie piense que fue logrado de un solo golpe y sin sacrificios. Ñáñigos ortodoxos y tradicionalistas se pusieron en su contra, algunos le declararon en traición y no pocos quisieron expulsarle y hasta eliminarlo físicamente por tamaña osadía. Pero desde aquel entonces, hasta nuestros días, decir ñáñigo es decir hombre valeroso, que no conoce el miedo y desprecia el peligro. Así logó su propósito Andrés Petit, con indomable tesón, inteligencia y valentía.3 Andaba con un bastón, como era la costumbre de su época. Unos dicen que era un bastoncillo, “como el que usan los Jefes de las Potencias Abakúa (llamado Itón), con las dos puntas encasquilladas en plata”4; otros, sin embargo, le han descrito como un báculo o cayado, a la manera de los obispos. Muchas leyendas se extendieron en La Habana con relación a este adminículo: “que hacía brincar al más fuerte y pesado de los hombres que tocara con aquel bastón. Otros cuentan que era suficiente con que lo alzase y señalase con este a una persona, para que esta quedare detenida de pronto, como si fuese parada en seco por una fuerza invisible y superior. Otra anécdota cuenta que al regreso de uno de sus viajes, le esperaba en el puerto de La Habana un grupo de hombres de mal talante, descontentos por las reformas que Petit estaba creando dentro de los abakuás. Aquellos morenos, llenos de odios y rencores estaban exaltados y dispuestos a todo. Mas en respuesta al amenazante grupo, el Caballero de Color alzó su báculo desde la baranda del buque, e inmediatamente, como modificados por una presencia poderosa, los complotados se tranquilizaron y poco después abandonaron el lugar”.5 Al fallecer Pettit, se cuenta que solicitó a quienes le asistían en ese momento, tapasen su rostro con un pañuelo blanco, para que nadie pudiera verle la cara. Como era de suponer, y ya de antemano se sabía, que no pocos paleros tenían pensado profanar su cadáver, cortando la cabeza y otras partes del cuerpo, con idea de integrarlos a sus “prendas” o “ngangas”, para hacerse de los extraordinarios poderes del fallecido y “manipular el muerto”, sometiendo a la esclavitud su espíritu. El cadáver de Andrés fue convenientemente reubicado por sus seguidores, muchos creen que a un panteón del antiguo cementerio de Espada. Otros mantienen la creencia de algún misterioso lugar, que aun permanece en el más absoluto secreto”.6 Tata Mongo y su “trabajo” mayor Hay quienes toman como cierto este relato, sucedido en una de las orillas del río San Juan, en la ciudad de Matanzas, durante el suave verano de 1795. Otros lo cuentan tan solo como una leyenda, de aquellas que narran los abuelos a sus nietos desde inmemorables tiempos. El hecho cierto es que ni los unos, ni los otros, dudan de la implicación del famoso brujo Tata Mongo, en el desenlace final de estos trágicos acontecimientos sucedidos en La Atenas de Cuba. Había ocurrido muchas veces en la historia, no era nada inusual que un blanco se enamorase de una mestiza, pero en este caso la familia del muchacho pertenecía a las capas más encumbradas de la sociedad de aquella época y no se podía permitir tal desliz. “Quiso el destino que el sobrino del rico hacendado Don Sebastián, se enamorara de Julia Rosa, que así se llamaba esta alegre y bien conformada joven de piel canela, cuyos diecinueve años reflejados en su cándido rostro de ojos verdes, traía desesperado de amor al señorito Fernando. Doña Rosario, la madre de Fernando y hermana de don Sebastián, quien tenía grandes planes para su hijo, se enteró mucho antes que el dueño y señor de todas las posesiones del incidente sentimental y temiendo lo peor, encargó a un famoso babalao conocido por Tata Mongo, resolver a su forma el asunto del niño Felipe y Julia Rosa”.7 Era este babalao uno de los más famosos en toda la región, aunque también estaba entre los más temidos por sus maleficios, que eran terribles a decir de muchos. Cuentan que vigiló la vivienda de Julia Rosa y “un día cuando la abuela no estaba en casa, se le apareció el brujero a la muchacha con un sabroso dulce de coco que le brindó y ella comió gustosa, mientras escuchaba los cuentos del recién llegado visitante. El último de ellos fue el más misterioso: decía Tata Mongo que en su tribu, allá en África, los grandes brujos podían pedirles a los dioses convertir a las mujeres en aves, luego de lo cual ya estas no podían morir nunca. Se sabe que después de esta visita a Julia Rosa no se le volvió a ver nunca más”.8 La hermosa mulata había sido embrujada y convertida en gaviota. Desesperado el niño Felipe, acudía de cuando en vez a sentarse a la orilla del río San Juan, cerca de la casita de guano donde vivió Julia Rosa. “Cierta vez, vio venir hacia él una gaviota que se posó sin miedo a su lado, lo miró de una manera extraña, casi humana. A partir de ese momento, visitaba constantemente ese lugar, al que acudía esperando aquella rara ave de tan especial comportamiento. En poco tiempo, la locura de este frenesí invadió su alma sin remedio llevándole a la muerte. Decían que se enamoró de aquel misterioso ser alado. Desde entonces cuenta la leyenda, que una gaviota diferente a las demás, al comienzo de la primavera, remonta majestuoso vuelo desde el río San Juan, para sobrevolar la ciudad de Matanzas cuando el sol se retira a descansar. Los que la han visto de cerca afirman, que esta peculiar ave tiene los ojos verdes y cuando le miran a uno en pleno vuelo, se comprende por qué un ser como ese, no podrá morir nunca”.9 Ta Inasio, babalao mayor Se cuenta que en la segunda mitad del siglo XIX vivía en las proximidades del acueducto de la ciudad de Cárdenas, en la provincia cubana de Matanzas, un conocedor de los secretos ocultos de las más poderosas creencias religiosas afrodescendientes. Le llamaban Ta Inasio, o también a veces, Taíta Ignacio. Este asentamiento citadino llegó a tener censados, en el año de 1841, más de las dos terceras partes de su población de la raza negra10, por lo que las prácticas y los practicantes de estas líneas de pensamiento religioso eran abundantes. Transcurría su existir en una choza de mísera apariencia, cercana a la Cueva del Agua. Allí brindaba sus consultas, ayudado por un mestizo escuálido y casi desnudo llamado Hermenegildo, de quien se cuenta no salía nunca de la covacha y servía de asistente para sus prácticas. Este “Actuaba como médium, entrando en trance después de largos períodos bailando una enérgica danza. Cuando extenuado, casi desvanecido, caía al suelo este sujeto, era el momento de Ta Inasio consultar para obtener las fórmulas de sus pócimas, consejos y declaraciones”. “Terminada esta labor, que ambos hacían de buena fe, con un poderoso «Senseribó, epé macoó», se le pasaba el santo a Hermenegildo y volvía a su habitación”.11 Es de suponer que en realidad, la consulta sería formulada al “muerto” que “se montaba” sobre su ayudante. (NA) Según nos cuenta sobre este personaje el señor Herminio Portell Vilá, de quien hemos tomado estas referencias en su artículo de la Revista Archivos del Folklore Cubano12, y quién al parecer, como era muy común en su época, tenía ciertos prejuicios en contra de estos cultos religiosos, Ta Inasio encerraba a Hermenegildo en la covacha que le servía de vivienda y sala de consulta, para llevar sus “productos”, “trabajos” y “encargos” a los clientes quienes ya le habían solicitado de antemano. Y abunda más adelante en el referido texto: “No siempre su yegua quedaba estacionada frente a una humilde casa de gentes del pueblo, a menudo se abrían para él las puertas de lujosa residencia, y allá el viejo congo, liado a la cabeza un pañuelo rojo sujeto por el ala de lo que fue mugriento sombrero, cubriendo apenas su cuerpo con un sucio chaleco y unos pantalones que no pasaban de sus rodillas y usando a modo de primitivas sandalias unas suelas atadas con ariques, recibía misteriosos encargos para curar y hacer el “daño”, de labios de damas perfumadas y alhajadas”.13 Nuestro cronista da la impresión de no poder determinar a cuál de las líneas de pensamiento religioso que se practicaban por aquellas tierras en ese tiempo, se dedicaba Ta Inasio, quien probablemente cruzase varias reglas, cultos y creencias, como aun suelen hacer no pocos practicantes y babalaos en toda la Isla de Cuba. Así nos introduce el señor Portell Vilá, a su manera, en una descripción del ambiente ceremonial y brinda los siguientes detalles rituales: “Los numerosos ídolos, tallados groseramente queriendo representar caras humanas, con bigotes y barbas postizos; piedras sujetas por cadenas; collares; brazaletes; tambores y otros instrumentos exóticos; cacerolas enormes y huesos, se agrupaban ante un tosco altar dedicado a Obatalá, Shangó e Ifá, representados los dos primeros por Cristo y Santa Bárbara, esta última con el característico paño rojo, color preferido por los cabildos brujeros. Allí salmodiaban ambos una letanía bárbara y después Ta Inasio hacía vibrar los panzudos tambores con golpes alternativamente secos y profundos, mientras miraba con fijeza a Hermenegildo, que se levantaba poco a poco y danzaba al ritmo isócrono y monótono de los parches. Aquel hombre semidesnudo, con la mirada extraviada, la respiración anhelante y cubierto de sudor, giraba lentamente con pasos entrecortados y al cabo de un rato, aumentando la frecuencia de los golpes Ta Inasio, se aceleraba el baile y el humo del incienso envolvía al bailarín, el cual se movía vertiginosamente haciendo contorsiones y gestos desordenados, como un poseso, hasta caer, presa de supremas convulsiones, al suelo, echando espuma por la boca, con los ojos desorbitados, revolviéndose como un epiléptico, hasta quedar rígido y casi sin respirar… Ta Inasio practicaba también el vodú o culto de la culebra, no atreviéndose nadie en Cárdenas a penetrar en su tugurio, por el cual se arrastraba libremente una serpiente”.14 [Se supone, un majá. NA]. Afirma nuestro citado cronista que en el año 1886, la fama de Ta Inasio en toda aquella región había llegado a su apogeo. La fe en sus poderes se multiplicó. Recorría la población para efectuar visitas a sus clientes. Lo mismo realizaba estas prácticas religiosas, que ejercía como curandero. Así, de una u otra manera, los demás babalaos que se aconsejaban con él, fueron reconociéndole como su superior. “El celador de policía le vigilaba temiendo tortuosos manejos criminales en este negro enigmático, que pretendía hacer sortilegios y componer filtros amorosos, pero se hacía la vista gorda por las familias que lo protegían y porque miraba con injustificable tolerancia y puede también que con algo de supersticioso temor, la actuación del taita, el que cuando pasaba por las calles hacía huir a los niños medrosos y cuchichear a las comadres, que le señalaban y hablaban de sus milagros, sus curaciones y su poder maléfico”.15 Todo parece indicar, que al comenzar el año 1895, las autoridades españolas comenzaron a sospechar de Ta Inasio, por lo cual dejó de acudir a la ciudad y sus practicantes y seguidores tuvieron que ir a su cabaña en el monte para poder consultarlo u obtener sus pócimas, preparados y consejos. “Poco antes de finalizar la guerra de independencia, regresando de una de sus correrías por las maniguas, de un modo misterioso, fue muerto Ta lnasio. Descubierto su cadáver, lo trajeron a Cárdenas y las averiguaciones practicadas para hallar al matador no dieron resultado alguno, por lo que, a poco, la causa fue sobreseída y Ta Inasio quedó olvidado en una fosa del cementerio, aunque el rumor público aseguraba que el temido «mayombero» se había hecho peligroso a las autoridades por estar en inteligencia con los mambises, sirviendo de intermediario entre estos y los patriotas de Cárdenas y que, en la misma alforja que conducía los trapos, cabellos, etc., para sus hechicerías, llevaba medicinas, pertrechos, víveres y correspondencia para los libertadores”.16 Notas 1 Gerardo E. Chávez Spínola: “Andrés Kimbisa, su báculo y leyenda”. Columna Imaginario Popular Cubano en Cubarte. Fecha de publicación: 2011-08-19. 2 Idem. 3 Idem. 4 Idem. 5 Idem. 6 Idem. 7 Gerardo E. Chávez Spínola: “Leyendas olvidadas del misterio cubano”. Columna Imaginario Popular Cubano en Cubarte. Fecha publicación: 2014-02-21. Bajado en: 2014-06-04. 8 Idem. 9 Idem. 10 Herminio Portell Vilá: “El rey de los brujos”, Revista Archivos del Folklore Cubano, volumen II, número 4, pp. 414-415. 11 Idem. 12 Idem. 13 Idem. 14 Idem. 15 Idem.

lunes, 21 de julio de 2014

LA MUERTE, NO AFLIGE.

Por: Valia Soto Espinosa Club martiano Néstor Ponce de León - Unión de Historiadores de Cárdenas.
Por concomitancia histórica, el lunes 12 de julio de 2014, ocasión en que se conmemoraba un aniversario más del nacimiento de Juan Gualberto Gómez, hubo de despedirse de la vida, en la ciudad de La Habana, el cardenense Guido Horrego Berrier, a la edad de ochenta y cuatro años, hijo de ese gran historiador, natural también de Cárdenas: Leopoldo Horrego Estuch, quien dedicó parte de su obra a la investigación y divulgación de la vida de este matancero y patriota insigne. Recuerdo una vez escudriñando en el diario cardenense, La Antorcha, de los años 40 del pasado siglo, encontré más de un artículo, donde se ensalzaban las pinturas de Guido, quien en ese entonces, era apenas un niño, páginas que le auguraron despuntaría en un gran artista. El traslado de la familia hacia la capital cubana, permitió a Guido ingresar en la Academia San Alejandro, y allí graduarse de pintor y escultor. A pesar de haberse marchado adolescente de nuestra Ciudad, poseía ese orgullo de buen cardenense, inspiraciones que llevó a la plástica, reflejando el coche, la Parroquia, la estatua de Colón... La escultura a Juan Gualberto Gómez, patriotismo manifiesto, heredado de su padre, el que llevaba enraizado, percibido también en algunos retratos hechos a otros próceres como José Martí y Antonio Maceo. En la década del 50 del siglo XX, sus obras fueron expuestas en galerías de la ciudad de Nueva York, lo cual acreditó su indiscutible talento. Sus limitaciones nunca laceraron su vocación, porque la vida, desde el punto de vista físico, actuó con cierta injusticia sobre él, pero como expresara el apóstol:”… la vida es un templo para los verdaderos hombres”. Murió Guido, parece grotesco, así como lo fue también el cáncer que lo enclaustró en la agonía, además de otros padecimientos neurológicos, que no pudieron cambiar su fe, sus ganas de vivir, porque sé, a este artífice, nunca le preocupó la muerte. Su nobleza está intrínseca en todo cuanto tocaron sus manos, es por ello que hoy me resulta difícil pensar en que se marchó con la furia de un mar bravío, esa que de un tirón intenta en balde desvanecerle, pues él será una estrella, alumbrando a la Ciudad que tuvo el placer de recibirle. Escribió nuestro héroe nacional: “… la muerte no aflige ni asusta a quien ha vivido noblemente: sólo la teme el que tiene motivos de temor: será inmortal el que merezca serlo: morir es volver lo finito a lo infinito”. LA MUERTE, NO AFLIGE. Por: Valia Soto Espinosa Club martiano Néstor Ponce de León - Unión de Historiadores de Cárdenas. Por concomitancia histórica, el lunes 12 de julio de 2014, ocasión en que se conmemoraba un aniversario más del nacimiento de Juan Gualberto Gómez, hubo de despedirse de la vida, en la ciudad de La Habana, el cardenense Guido Horrego Berrier, a la edad de ochenta y cuatro años, hijo de ese gran historiador, natural también de Cárdenas: Leopoldo Horrego Estuch, quien dedicó parte de su obra a la investigación y divulgación de la vida de este matancero y patriota insigne. Recuerdo una vez escudriñando en el diario cardenense, La Antorcha, de los años 40 del pasado siglo, encontré más de un artículo, donde se ensalzaban las pinturas de Guido, quien en ese entonces, era apenas un niño, páginas que le auguraron despuntaría en un gran artista. El traslado de la familia hacia la capital cubana, permitió a Guido ingresar en la Academia San Alejandro, y allí graduarse de pintor y escultor. A pesar de haberse marchado adolescente de nuestra Ciudad, poseía ese orgullo de buen cardenense, inspiraciones que llevó a la plástica, reflejando el coche, la Parroquia, la estatua de Colón... La escultura a Juan Gualberto Gómez, patriotismo manifiesto, heredado de su padre, el que llevaba enraizado, percibido también en algunos retratos hechos a otros próceres como José Martí y Antonio Maceo. En la década del 50 del siglo XX, sus obras fueron expuestas en galerías de la ciudad de Nueva York, lo cual acreditó su indiscutible talento. Sus limitaciones nunca laceraron su vocación, porque la vida, desde el punto de vista físico, actuó con cierta injusticia sobre él, pero como expresara el apóstol:”… la vida es un templo para los verdaderos hombres”. Murió Guido, parece grotesco, así como lo fue también el cáncer que lo enclaustró en la agonía, además de otros padecimientos neurológicos, que no pudieron cambiar su fe, sus ganas de vivir, porque sé, a este artífice, nunca le preocupó la muerte. Su nobleza está intrínseca en todo cuanto tocaron sus manos, es por ello que hoy me resulta difícil pensar en que se marchó con la furia de un mar bravío, esa que de un tirón intenta en balde desvanecerle, pues él será una estrella, alumbrando a la Ciudad que tuvo el placer de recibirle. Escribió nuestro héroe nacional: “… la muerte no aflige ni asusta a quien ha vivido noblemente: sólo la teme el que tiene motivos de temor: será inmortal el que merezca serlo: morir es volver lo finito a lo infinito”.

lunes, 14 de julio de 2014

La historia de Elián sigue estremeciendo.

El 14 de julio de 2001 el web máster de El Cardenense se convirtió en fundador y primer Director del Museo a la Batalla de Ideas. Por Juanita Perdomo Tomado de www.trabajadores.cu
Es imposible verlas sin sobrecogerse, sin que el corazón quiera salir corriendo. Son las ropas de un niño de cinco años, la última combinación con la que la madre lo arropara. Fue también la última vez que Elizabeth Brotons vistió a su hijo. Un pantalón y abrigo de color naranja, el diminuto pulóver. Es el mismo atuendo que llevaba Elián González Brotons cuando aquel 25 de noviembre de 1999 dos pescadores lo rescataran en alta mar. Uno de ellos, Sam Ciancio, tiempo después devolvió a Juan Miguel, el padre, lo que con celo había protegido. Desde su donación al Museo a la Batalla de Ideas, la pieza había estado por más de una década guardada, hasta que en el 2013 la colocaron en el área expositiva, uno de los hechos de mayor relevancia en el devenir de la institución, asegura el director Danim Pérez. “A su incuestionable valía se une lo que representa como símbolo de un pueblo que el 28 de junio del 2000, luego de siete meses de intensa lucha, lo recuperó del secuestro y trajo al pequeño a su tierra. Apreciarla será siempre un momento de profundo dolor, como sucedió durante la presentación oficial”. Justo este 14 de julio, cuando el referido museo cumple 13 años de existencia, la muestra llega a sus primeros 12 meses. Nadie como Teresa Rodríguez Sánchez ha estado más cerca de la ropa de Elián. “Es una sensación que no termina, la sentí el día inicial que la tuve en mis manos. Antes, como parte de la conservación que debo hacer, la sacaba para que cogiera un poco de aire, ahora, todas las semanas, limpio la vitrina y cuando comienzo a acomodarla, cierro los ojos y lo imagino solo, a la deriva. Es impresionante, pero es parte de la historia que él vivió y aquí se cuenta”. Entre las expuestas y las almacenadas, 3 mil 932 son las piezas que atesora el museo, la gran mayoría documentos, por el carácter político-ideológico de un centro guardián, precisa Teresa, de evidencias relacionadas con el secuestro, reclamo y regreso de Elián, y otros valiosísimos materiales, legados al presente y futuro de la nación. No se puede dejar de mencionar, estima el director, el Martí acusador (similar al de la Tribuna Antimperialista), lo primero que se observa al entrar, ni tampoco la cruz de plata y marquesita de la que se despojara la Reverenda Joan Brown Campbell —fundamental en la lucha por el retorno de Elián—, para que Juan Miguel se la diera al niño cuando lo tuviera con él. “Atesoramos gráficas memorables como la de los indios norteamericanos que viajaron a Cuba y le ofrecieron lo que podían, una misa mágico-religiosa para cuando llegara a los Estados Unidos se le abrieran los caminos al hombre que reclamaba con todo derecho. Aquí se hayan las ramas de abedul utilizadas en la ceremonia. “Guardado con mucho celo, un diario del luchador antiterrorista Gerardo Hernández Nordelo que rememora parte de la estancia del combatiente en Angola. Él viajó al hermano país un 14 de julio, en coincidencia con la posterior fecha de creación del museo”. Gracias a uno de los pescadores que lo rescataron, la ropa de Elián forma parte de las muestras. Desde la fundación hasta hoy el líder histórico de la Revolución cubana Fidel Castro Ruz, lo inauguró el 14 de julio del 2001. En aquel momento, escribió en el libro de visitantes: “El primero de Cuba y del mundo, habrá otros como este, pero aquí nació la idea y será escuela y ejemplo para los demás. La Batalla de Ideas no puede perderse ni se perderá, la especie humana depende de ella”. Ubicada en Cárdenas, en la propia ciudad matancera donde nació y vive Elián, la institución ha recibido más de 540 mil personas de 60 naciones, entre las que destacan 15 jefes de Estado, otros prominentes dirigentes gubernamentales y relevantes personalidades como el recién fallecido Gabriel García Márquez. Precisa Danim Pérez que si algo no ha dejado de hacer el museo que dirige es cumplir el encargo de exponer, promover y preservar fondos que clasifican entre lo más valioso de la cultura cubana. “Hemos extendido sus salas a los consejos populares, con muestras de cuán importantes son los programas de la Revolución, la lucha por la liberación de los Cinco, un frente donde tanto queda por hacer. Pero también está la labor comunitaria, el apoyo a los procesos electorales, un desempeño integral reconocido con el Premio del barrio, que otorga la dirección nacional de los Comités de Defensa de la Revolución”. Consecuente con esa vocación de habitar más allá de sus paredes, promueve un importante movimiento cultural y ha dado vida a prestigiosos proyectos como Suerte de Cangrejo, espacio dedicado al rescate de la trova, que aunque un poco menguado por estos días, prácticamente vio nacer como cantante al popular Tony Ávila, y prestó sus escenarios a memorables actuaciones como las de Sara González y otros relevantes cantores. Un museo para todas las épocas El edificio donde radica el museo es de los más antiguos de Cárdenas Adscripto al Ministerio de Cultura, se preparan las condiciones para poco a poco ir reparando algunos daños constructivos padecidos por la instalación. Según Carlos Torrens, director provincial de ese organismo, el hecho de que el museo radique en el antiguo cuartel de bomberos, uno de los edificios más longevos de la ciudad de Cárdenas, ha traído varios inconvenientes. “El inmueble, que recibiera reparación capital, posee puertas de un puntal alto y de madera muy pesada, por lo que los marcos se han separado un poco, han cedido, y ahora se necesita de una fuerte intervención de carpintería, al igual que las escaleras y los pisos, urgidos de mantenimiento, entre otros asuntos que serán atendidos con la prioridad que cada uno requiere”. A su juicio, este es un museo que tiene que hablar para todas las épocas. “Contiene cosas muy relevantes, desde el ejemplo de un pueblo guíado por su líder histórico en un combate sin precedentes, hasta las demostraciones de un padre que no descansó un segundo hasta que abrazó a su hijo. “Yo tuve el privilegio de acompañarlo en aquel entonces, de estar cerca de él, como a veces lo estoy ahora, y puedo dar fe del infinito agradecimiento de Juan Miguel y Elián a todas las personas que los ayudaron”. Compartir: Ver más: La historia de Elián sigue estremeciendo http://www.trabajadores.cu/20140713/la-historia-de-elian-sigue-estremeciendo/


"De amar las glorias pasadas se sacan fuerzas para adquirir las glorias

nuevas".

José Martí



“… la HISTORIA NOS AYUDARÁ A DESCUBRIR LOS CAMINOS DE HOY Y DE MAÑANA, A MARCHAR POR ELLOS CON PASO FIRME Y CORAZON SERENO Y A MANTENER EN ALTO LA ESPERANZA (...)”.

RAMIRO GUERRA