jueves, 15 de octubre de 2009


Nuestros primeros historiadores: Carlos Hellberg y González Moreno.
Por: Ernesto Álvarez Blanco
Historiador de la Ciudad.

Entre los estudiosos e investigadores de la historia local resulta frecuente remitir al interesado, para dirimir una disputa o precisar algún dato histórico, a la Historia Estadística de Cárdenas. 1893 de Carlos Hellberg y González Moreno, publicada por primera vez en forma de libro en 1957 por el Comité Pro Calles de Cárdenas.
Sin embargo, pocos son los datos de la vida y la obra de su autor que conocen quienes usan este libro como si fuera la Biblia de la historia local. Por eso, en esta ocasión, auxiliados de una notas del periodista cardenense Humberto M. Villar y de su pariente Adolfo Julio Godoy y Morales, atesoradas por el poeta, periodista e historiador Roberto Bueno Castán y cedidas amablemente a nuestra Oficina por su viuda Lucrecia Pérez Roldán; nos proponemos ofrecer a los lectores de este boletín algunos de los aspectos mas significativos de quien ha sido considerado con justicia uno de los más importantes historiadores cardenenses.
Carlos Hellberg y González Moreno nació en Cárdenas en 1863. Era hijo de un comerciante alemán apellidado Hellberg, el cual se había radicado en nuestra ciudad en la primera mitad del siglo XIX. Muy joven se caso en Cárdenas con Rosa Beltrán, con la cual tuvo 5 hijos. Vivió durante varios años en una casa de la calle de Ruiz entre Jerez y Cossío, construida por Don José Maria Morales en la segunda mitad del siglo XIX.
Escribió varias obras sobre la historia de Cárdenas, entre ellas una historia de las calles de la ciudad, la cual fue publicada por entregas, junto a su Historia Estadística de Cárdenas. 1893, por la revista Gordejuela de la firma cardenense Arechavala S.A. en la década del 40 del pasado siglo. Hizo también un plano de Cárdenas, el cual vendió al Ayuntamiento local en 8 centenes. Al parecer, según afirma Humberto Villar, entregó con el mismo el manuscrito de su Historia Estadística de Cárdenas.1893 al Consistorio.
Según el ya citado Villar, todo parece indicar que Alberto de Rojas, quien fue Alcalde de Cárdenas, entregó dicho manuscrito a su hermano Oscar M de Rojas para que formara parte de los fondos del Museo y Biblioteca Publica de Cárdenas, institución fundada por el en 1900. En la actualidad se conserva en el museo que lleva su nombre.
Carlos Hellberg y González Moreno falleció en Cárdenas, en una casa de la calle Coronel Verdugo entre Sáez y Phinney en 1896, a los 33 años de edad. Una tarja colocada en este lugar - ahora expuesta en el Centro de Veteranos General Máximo Gómez - recuerda su deceso.
Había sido fundador y presidente del Cárdenas Base Ball Club, creado por él en 1879. Al morir legó para el futuro una obra imperecedera de amor a la historia de su terruño natal, en cuyo cementerio reposan sus restos.

domingo, 4 de octubre de 2009

En vísperas del 141 aniversario del inicio por Carlos M. de Céspedes de la Guerra de Independencia publicamos esta modesta contribución a la historia

La Alocución pronunciada por el Padre de la Patria en Guáimaro al ser nombrado Presidente de la República de Cuba el 11 de abril de 1869 y la Proclama de despedida A los habitantes y Ejército Libertador de los Departamentos Oriental y Occidental:
Cimientos de la nación cubana

Por: Ernesto Álvarez Blanco[*]

En 1992 al presentar, por primera, vez al público la edición príncipe de El Diario perdido de Carlos Manuel de Céspedes, obra que se debe a la “[…] tenacidad investigativa y la vocación cespedina […]” del Dr. Eusebio Leal Splenger, Historiador de la Ciudad de La Habana, la Dra Hortensia Pichardo, quien dedicó junto a su esposo buena parte de su vida al estudio y divulgación de la documentación del Padre de la Patria Cubana, recordó que:
“El pensamiento de Carlos Manuel de Céspedes es poco o más bien desconocido. Los cubanos no saben casi nada de sus ideas acerca de los grandes problemas del país en aquel entonces.
Y mientras en Cuba se repiten con frecuencia algunas frases de otros héroes de nuestra patria, rara vez se oye o se ve publicado algún pensamiento de Carlos Manuel de Céspedes”.
Y es que, a pesar de las publicaciones de la Dra. Pichardo y de su esposo, el Dr. Fernando Portuondo, ya fallecidos; de Rafael Acosta de Arriba y del propio Dr. Eusebio Leal Splenger, la vida de Carlos Manuel de Céspedes y sobre todo, su obra escrita y su pensamiento, sigue siendo poco conocido para la mayoría de los cubanos que, sin embargo, lo reconocen como el Padre fundador de la nación cubana.
Por tal motivo, urge, localizar, estudiar y publicar cuanto documento arroje luz sobre quien, al decir de nuestro Héroe Nacional José Martí, “… nos echó a vivir a todos”.
Imbuidos de este espíritu, trabajamos, desde que a inicios del 2008 supimos en Barcelona, por un anticuario amigo, de su hallazgo en noviembre del año anterior en la Ciudad Condal, entre los bienes que se debían repartir por herencia entre los descendientes de una familia catalana del original de un documento que contenía la Alocución pronunciada por el Padre de la Patria en Guáimaro al ser nombrado Presidente de la naciente República de Cuba en Armas el 11 de abril de 1869 y la Proclama de despedida A los habitantes y Ejército Libertador de los Departamentos Oriental y Occidental (En ocasión de constituirse la República y Despojarse del cargo de General en Jefe y Encargado del Gobierno Provisional), fechado en el mismo lugar y año, en la investigación de los referidos originales, los cuales constituyen, por su contenido y alcance, y sobre todo, por las circunstancias en que fueron redactados, piedras fundamentales de los cimientos de la nación cubana.
Resulta importante señalar, lo cual constituye un punto a favor de la autenticidad de ambos documentos, que junto a ellos se encontraron, en la misma caja fuerte en que fueron hallados en una casa de la calle Roger Lluriá de Barcelona; un billete de 1 peso de la emisión de 1869, firmado de su puño y letra por Céspedes, y una proclama impresa de la República de Cuba en Armas fechada en 1884. Estos documentos históricos así como los originales de Céspedes pudieron ser revisados y consultados por el autor de este artículo, en febrero del 2008, antes que fueran a parar a manos de un coleccionista barcelonés, ferviente admirador de Cuba y su historia, el cual adquirió el valioso conjunto, por una apreciable suma de dinero.
Los manuscritos parecen ser – en opinión del Dr. Eusebio Leal Splenger, Historiador de la Ciudad de La Habana y de Monseñor Carlos M. de Céspedes García - Menocal, biznieto del Padre de la Patria, a quienes consulté sobre este particular – el único original que se conserva de la referidas Alocución y Proclama de Despedida, pronunciadas por Céspedes en un momento crucial de la historia Patria.
Ambas personalidades, profundos conocedores de la obra cespediana, y muy en especial el Dr. Eusebio Leal Splenger, coincidieron en afirmar que en el fondo patrimonial de la Isla no existe, que ellos sepan: “[…] documento alguno con un texto sobre un discurso final […]” de Céspedes al ser proclamado el 11 de abril de 1869 Presidente de la República de Cuba ni con el contenido íntegro de la Proclama de Despedida.
Una versión de ambos documentos – las cuales cotejamos con los originales y coinciden al pie de la letra - fue publicada en Nueva York, por primera vez que sepamos, el 22 de mayo de 1869, 41 días después de que de seguro fueran redactadas por Céspedes ambas alocuciones, en el conocido periódico separatista cubano La Revolución, el cual publicaba con frecuencia noticias y documentos procedentes del campo insurrecto.
El referido periódico, que fue dirigido y redactado por patriotas, periodistas e intelectuales de la talla de Néstor Ponce de León, Fernando Valdés Aguirre, Antonio Zambrana y Vázquez, Rafael María de Merchán y Juan Clemente Zenea, comienza a publicarse en Nueva York el 10 de diciembre de 1868. Dirigido inicialmente por Néstor Ponce de León, entrañable amigo de José Martí, fue órgano semioficial de la Junta Cubana en esa ciudad norteamericana. Existió, aunque con otros nombres, hasta 1876.
También es casi probable que del periódico La República, se tomaran los fragmentos de la Alocución que se hallan en Cuba al dorso de un monumento y en una tarja dedicada a Céspedes. El primero, coronado con un busto del Padre de la Patria, fue erigido en el parque que lleva su nombre en Santiago de Cuba. La segunda, se encuentra colocada en el interior del Palacio de los Capitanes y Generales, actual museo de la Ciudad de La Habana.
De allí tomaron de seguro - a falta de los originales - los Dres Hortensia Pichardo y Fernando Portuondo el texto de ambos documentos y de otros similares relacionado con el Padre de la Patria y escritos por él en esos mismos días, con objeto de incluirlos en el tomo I de su imprescindible obra Carlos Manuel de Céspedes. Escritos, publicada en La Habana, por la Editorial de Ciencias Sociales, en 1974.
Pero veamos, con objeto de comprender la importancia de ambos documentos, cuya localización, expertización y posterior estudio y divulgación de su contenido por especialistas competentes en la vida y la obra de Céspedes y, sobre todo, su futura devolución al patrimonio de la nacional cubana, pudiera ser un acontecimiento de singular importancia, el marco histórico en que fueron escritos y el valor y trascendencia de su contenido.
Desde el levantamiento independentista ocurrido en Camagüey el 4 de noviembre de 1868, pocas semanas después del protagonizado por Carlos M. de Céspedes, el 10 de octubre de ese mismo año, en su ingenio La Demajagua; habían existido en los campos de Cuba Libre dos gobiernos y dos banderas distintas.
Lo anterior se debía a que los patriotas de Camagüey no querían someterse al mando de Céspedes, que consideraban dictatorial. En este sentido, debemos recordar que el Padre de la Patria entendía que su autoridad debía ser acatada, por haber sido el primero en alzarse en armas contra el poder colonial español y que, solo un mando único, salvaría la unidad de la naciente Revolución.
Finalmente, camagüeyanos, villareños y orientales muy pronto se dieron cuenta que ese estado de cosas no podía continuar, ya que perjudicaba a la Guerra de Independencia de los cubanos contra España dentro, en su organización, y fuera, en su prestigio. Como por encima de estas diferencias imperaba entre los patriotas el amor a la Patria y el afán de lograr su independencia, se convocó finalmente en el pueblo libre de Guáimaro una Asamblea, a la que debían acudir los representantes de los tres departamentos de la Isla levantados en armas, con el objetivo de formar un gobierno nacional que rigiera por igual en toda la República los destinos de los cubanos.
Los días 10, 11 y 12 de abril de 1869, seis meses después del inicio de contienda libertadora, los principales jefes y representantes de los revolucionarios cubanos se reunieron en el poblado de Guáimaro, compuesto de unos mil habitantes y situado aproximadamente a unas doce leguas del Camagüey, como solía decirse entonces, con el objeto de organizar y legitimar jurídicamente el levantamiento armado.
Objetivo fundamentar de la reunión fue lograr la unidad necesaria para continuar la guerra y proveer a la revolución de una organización política y jurídica. Por estos propósitos, escribía nuestro Héroe Nacional José Martí, estaba Guáimaro más hermosa que nunca (…) había mañana y feria de almas (…) las tiendas rebosaban (…) la calle era cabalgata (...) todo era color y jolgorio”.
¿Por qué fue escogido Guáimaro – se han preguntado más de una vez los historiadores - para sede de este importante cónclave?
En primer lugar, hay que apuntar que en el vasto territorio del Camagüey no existía una nutrida concentración de tropas españolas, por lo que desde que se inicia la guerra y hasta bien avanzado el año 1870, las tropas mambisas dominan el mismo. Además, estaba el hecho de que Guáimaro constituía un punto relativamente intermedio entre Las Villas y Oriente.
Por otra parte, existe otro elemento que – como bien han hecho notar prestigiosos historiadores cubanos - de seguro influyó en que Camagüey fuera la sede de esta reunión: la solidez intelectual de los patriotas camagüeyanos que encabezan el alzamiento, unida a su capacidad negociadora para lograr el consenso entre todos.
Así, la mezcla de figuras de recia estirpe y sólida formación cultural, como es el caso de Salvador Cisneros Betancourt, con otras de la talla de Ignacio Agramonte, El Mayor, que – como Céspedes - había realizado estudios de Derecho en Barcelona y se había nutrido de las ideas políticas más avanzadas del momento, conformaron un fundamento intelectual peculiar, que influyó decisivamente en el rumbo posterior que tomó la gesta independentista.
En la Asamblea de Guáimaro se proclamó la República de Cuba en Armas así como la Constitución que la regiría, la cual se gestó en un proceso de apenas tres días, ya que se inició el 10 de abril en horas de la mañana y culminó el día 12 con la toma de posesión de los cargos. El texto se redactó el propio día 10, durante las horas que transcurrieron entre la culminación de la sesión en la mañana y las cuatro de la tarde en que se reanudó la asamblea. Fueron sus redactores Antonio Zambrana e Ignacio Agramonte .
Del contenido del texto resaltan los siguientes aspectos: establece en el preámbulo una concatenación entre soberanía nacional, representación, pueblo libre e Isla de Cuba, que constituye signo de identidad de la nacionalidad cubana en formación; reconoce la libertad como derecho; provee a la revolución de una fisonomía republicana y civilista; instituye un sistema de órganos (Cámara de Representantes-Presidente- Secretarios de Despacho), de los cuales la Cámara poseía las máximas atribuciones y subordina el mando de las operaciones militares al poder civil.
Durante las sesiones de la Asamblea fueron aprobados asimismo los principales símbolos patrios (la bandera, escudo y el himno) y fue electo el primer gobierno de Cuba Libre, siendo designado, el 11 de abril de 1869, como Presidente de la República en Armas Carlos Manuel de Céspedes, quien después de un breve discurso – uno de los documentos que motivó este artículo -, se desprendió las insignias militares de su traje y las puso a disposición de la Cámara.
En su breve pero contundente alocución, dirigida al pueblo de Cuba y publicada por el periódico La Revolución de Nueva York, como ya hemos dicho, el 22 de mayo de 1869, el Padre de la Patria, luego de llamar a los presentes Compatriotas, expresó:
“La institución de un gobierno libre en Cuba, sobre la base de los principios democráticos, era el voto más ferviente de mi corazón. Bastaba, pues la efectuada realización de este voto para que mis aspiraciones quedasen satisfechas y juzgara sobradamente retribuidos los servicios que, con vosotros, haya podido prestar a la causa de la independencia cubana.
Pero la voluntad de mis compatriotas ha ido mucho más allá, echando sobre mis hombros la más honrosa de las cargas con la suprema magistratura de la República.
No se me oculta la múltiple actividad que requiere el ejercicio de las altas funciones que me habéis encomendados en estos supremos momentos, a pesar del importante concurso de los demás poderes. No desconozco la grave responsabilidad que he asumido al aceptar la presidencia de nuestra naciente república. Sé que mis flacas fuerzas estarían lejos de hallarse a la medida de una y otra, si quedasen abandonadas a sí solas.
Pero no lo estarán; y esta convicción es la que llena de fe en el porvenir.
Cuba ha contraído, en el acto de empeñar la lucha contra el opresor, el solemne compromiso de consumar su independencia o perecer en la demanda: en el acto de darse un gobierno democrático, el de ser republicana.
Este doble compromiso, contraído ante la América independiente, ante el mundo liberal, y lo que es más, ante la propia conciencia, significa la resolución de ser heroicos y ser virtuosos.
Cubano: con vuestro heroísmo cuento para consumar la independencia. Con vuestra virtud para consolidar la República.
Contad vosotros con mi abnegación”.
Poco después, quizás ese mismo día, se daba a conocer la Proclama de despedida A los habitantes y Ejército Libertador de los Departamentos Oriental y Occidental (En ocasión de constituirse la República y Despojarse del cargo de General en Jefe y Encargado del Gobierno Provisional), publicada también por el periódico La Revolución de Nueva York conjuntamente con el discurso que ya hemos reproducido, en su citada edición del 22 de mayo de 1869.
Esta circunstancia y el hecho de que aparezcan ambos también juntos y en los mismos folios en los manuscritos aparecidos en Barcelona en el 2007, nos induce a pensar que fueron redactados de conjunto por Céspedes el mismo día, posiblemente el 10 de abril, como indica la fecha de la proclama, quizás cuando estuvo seguro de su elección como Presidente de la República de Cuba en Armas. En este sentido, conviene decir que, según nos comentó Monseñor Carlos M. de Céspedes en la entrevista que sostuvimos con él en su Parroquia de La Habana en junio de 2009, su ilustre bisabuelo solía escribir previamente, a pesar de que era un buen orador, como muchos otros patricios e intelectuales de su época, los discursos que él consideraba importantes o transcendentales, como es el caso del que nos ocupa. En la Proclama, mucho más extensa que la alocución, luego de llamar a sus antiguos subordinados conciudadanos – no era la primera vez que lo hacía, recordemos que así los llamó en su discurso del 10 de octubre de 1868 en su ingenio La Demajagua - y soldados de la Patria, les informa que, el aceptar el cargo de Presidente de la República de Cuba lo lleva a deponer sus cargos de General en Jefe de los Departamentos Oriental y Occidental y de Encargado de su Gobierno Provisional. Así mismo, les alerta de que la Cámara de Representantes, con sede en Guáimaro es, desde el momento de su constitución, la única y suprema autoridad para todos los cubanos.
Después del 12 de abril, fecha en que cesaron las sesiones de la Asamblea, Guáimaro continuó siendo sede de los poderes revolucionarios. Por tal motivo, su nombre y todo cuanto ocurría en el poblado constituía noticia diaria en los periódicos integristas de La Habana, los cuales exigían con frecuencia a las autoridades coloniales que organizaran mayores y más efectivas operaciones militares contra los insurrectos.
En el mes de mayo de 1869, creyendo los patriotas del poblado, con razón, que los españoles reorganizaban sus fuerzas con objeto de recuperarlo, prefirieron entregarlo a las llamas, antes que al enemigo lo tomara y lo mostrara luego, como prenda de la debilidad de la Revolución iniciada por Céspedes. El día 10 del propio mes y año, en la mañana, se acopió en la plaza pública todo lo que pudiera servir de combustible. El incendio comenzó muy pronto y se fue extendiendo a otras partes del pueblo.
Por eso, “[…] cuando cerró la noche, se reflejaba en el cielo – afirmó nuestro Héroe Nacional José Martí - el sacrificio. Ardía, rugía, silbaba el fuego grande y puro; en la casa de la Constitución ardía más alto y bello”.
El 27 de octubre de 1873, cuatro años después de que fuese elegido en Guáimaro Presidente de la República de Cuba en Armas, víctima de las contradicciones y el regionalismo que imperaban en el seno de contienda que él mismo inició, fue depuesto Carlos M. de Céspedes de su cargo por los miembros de la Cámara de Representantes.
Despojado de todo mando, visiblemente envejecido y casi ciego, el Padre de la Patria solicitó autorización -que le fue negada- para irse al extranjero. Pudo embarcar sin permiso del gobierno insurrecto, pero él, siempre disciplinado, no saldría de Cuba como un desertor.
En la noche del 23 de enero de 1874 llegó el ex presidente de la República en Armas a la Prefectura de Guaimaro. Ubicada en el corazón de la Sierra Maestra, dicha propiedad había sido establecida allí para el sostenimiento de inválidos y mujeres de la revolución. Hasta allí llegó acompañado tan solo por su hijo Carlos y una reducida escolta.
El 27 de febrero de 1874, como consecuencia de una delación, San Lorenzo fue invadida por fuerzas españolas. El patriota bayamés, al percatarse de la presencia del enemigo, corrió desde el bohío en que se encontraba de visita hacia el monte, seguido de cerca por los atacantes, quienes le pedían a gritos que se entregara. Carlos Manuel de Céspedes no quiso permitir que los peninsulares lo llevaran prisionero y como trofeo de guerra consigo e hizo frente, sólo y con su revólver, a los enemigos que se le encimaban. Mas, herido de muerte, cayó en un barranco
"Así terminan los días de quien defendió la libertad con su vida. A partir de ese momento, y hasta hoy su figura se enaltece. Más que sus actos públicos y los rasgos de su atractiva personalidad, será su pensamiento la piedra angular sobre la cual se edificarán los conceptos republicanos; en él está la génesis de la historia de la Patria y de las virtudes cívicas del Estado y del Pueblo", escribiría sobre este cubano insigne el historiador Eusebio Leal Spengler en su libro El Diario Perdido.
Ciento cuarenta años después de haber sido escritos, los originales de la Alocución pronunciada por el Padre de la Patria en Guáimaro al ser nombrado Presidente de la naciente República de Cuba en Armas el 11 de abril de 1869 y la Proclama de despedida A los habitantes y Ejército Libertador de los Departamentos Oriental y Occidental (En ocasión de constituirse la República y Despojarse del cargo de General en Jefe y Encargado del Gobierno Provisional), constituyen - por su contenido, alcance y transcendencia - cimientos indispensables de la nación cubana.
Por tal motivo, continuaremos trabajando, con la ayuda de amigos y colaboradores, hasta lograr que un día no muy lejano estos documentos, los cuales no sabemos a ciencia cierta cómo fueron a parar a manos de la referida familia barcelonesa, algunos de cuyos antepasados tuvieron alguna relación con la historia colonial de la Isla – quizás como trofeo de guerra, aunque resulta aventurado afirmarlo - sean devueltos a la nación cubana para formar parte indisoluble de su patrimonio para siempre.
*] Historiador de la Ciudad de Cárdenas. Miembro de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC) y de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC).

domingo, 2 de agosto de 2009

Las corridas de toros
Por: Roberto Bueno Castán.
Tomado de su libro "Viejas Estampas cardeneses" publicado por Ediciones Matanzas en el 2003.

¡Oleee!
Admirados por los desconocidos pases del torero ---todo arrojo y valor---, e intrigados por esa expresión, salida de las gargantas de algunos españoles aficionados al arte taurino, los cardenenses contemplaron por primera vez aquel espectáculo que fue parte de los festejos organizados para celebrar el otorgamiento del título de Villa a Cárdenas, el 21 de diciembre de 1853.

La plaza para tal representación fue improvisada en Céspedes y Tenería, lugar donde esporádicamente continuó brindándose tal actividad, en vista del interés que había despertado, hasta que se eligiera ese terreno para construir una escuela convento, que no llegó a terminarse jamás.

Cada fecha en que un acontecimiento revestía alguna importancia para la población, se organizaban grandes festejos y entre ellos se incluía, junto a la lidia de gallos, carreras de patos, rodeo, fuegos artificiales y bailes, la lidia de toros.

La más extraordinaria y la que por más tiempo recordaron los cardenenses, fue la celebrada el 2 de febrero de 1873, en un solar contiguo al cuartel de bomberos, que ese día se inauguraba. La misma fue organizada por el empleado de la oficina subalterna de Hacienda, Juan Lucas y por el curro Cúchares, barbero de la localidad, táuricos aficionado convencidos creyentes de poder emular con los mejores “mataores” de España.

La fama que ambos se habían encargado de anunciar, acaparó la atención popular, por esa razón el día señalado las improvisadas tribunas se encontraban colmadas d un público ansioso de ver las prodigiosas hazañas de Lucas y El Curro, que según ellos, en España habían causado sensación y que ahora estaban dispuestos a reeditar con la cuadrilla que habían formado con otros aficionados locales.
En la azotea de la Casa Consistorial se situó la presidencia del acto, de la que formaba parte el entonces gobernador Manuel Sánchez Lamela, así como numerosas y selectas familias. También en los altos del cuartel de bomberos, varias familias, igualmente aristocráticas, se habían dado cita para contemplar la corrida, mientras los más modestos ocupaban las tribunas de la plaza.
La salida al ruedo de la cuadrilla, fue recibida con estruendosa ovación y se efectuaron brillantemente la entrega de las llaves de la plaza y otras ceremonias propias del acontecimiento.
Se dio la orden de salida al primer novillo, que fue lidiado sin mucha espectacularidad por Lucas, el Curro y sus compañeros, lo que hizo pensar a los asistentes que ello obedecía a la falta de práctica de los mismos, o que, quizás, reservaban con cierta inteligencia toda la elegancia, arte y maestría para el próximo toro, con el que podrían “lucirse”, pues tenía muchas condiciones y era cornudo, grande y fuerte.
La salida del cornúpeto fue impresionante, tanto para los asistentes ---que presenciarían una lidia al estilo Lagartijo o Pepe Illo---, como para los toreros, visiblemente sorprendidos
Ante la bravura del animal, que con empuje incontenible, dejaba libre el ruedo de enemigos a los pocos segundos, con la rechifla general del públco, el cual enseguida se vio precisado a emprender rápida y desordenada fuga, al saltar el toro las barreras y llimpiar a su paso cuanto le estorbaba , hata alcanzar la calle Vives, por donde llegó hasta Calzada; torció por Calvo y se internó en la Plaza del Mercado donde fue muerto, no por los temerarios toreros, sino, por varios carniceros.
La alarma que produjo el hecho en la ciudad fue inolvodble y por varias semanas Lucas y el Curro se ausentaron del pueblo para evitar, no los toros, sino las burlas del defraudado vecindario.

Las corridas de toro

Las corridas de toros
Por: रोबेर्तो बुएनो Castáन
तोमदो दे सु लिब्रो "विएजास एस्ताम्पस cardenenses" पुब्लिकादो Por एडिसिओनेस मतंज़स एन एल २००३.

¡Oleee!
Admirados por los desconocidos pases del torero ---todo arrojo y valor---, e intrigados por esa expresión, salida de las gargantas de algunos españoles aficionados al arte taurino, los cardenenses contemplaron por primera vez aquel espectáculo que fue parte de los festejos organizados para celebrar el otorgamiento del título de Villa a Cárdenas, el 21 de diciembre de 1853.

La plaza para tal representación fue improvisada en Céspedes y Tenería, lugar donde esporádicamente continuó brindándose tal actividad, en vista del interés que había despertado, hasta que se eligiera ese terreno para construir una escuela convento, que no llegó a terminarse jamás.

Cada fecha en que un acontecimiento revestía alguna importancia para la población, se organizaban grandes festejos y entre ellos se incluía, junto a la lidia de gallos, carreras de patos, rodeo, fuegos artificiales y bailes, la lidia de toros.

La más extraordinaria y la que por más tiempo recordaron los cardenenses, fue la celebrada el 2 de febrero de 1873, en un solar contiguo al cuartel de bomberos, que ese día se inauguraba. La misma fue organizada por el empleado de la oficina subalterna de Hacienda, Juan Lucas y por el curro Cúchares, barbero de la localidad, táuricos aficionado convencidos creyentes de poder emular con los mejores “mataores” de España.

La fama que ambos se habían encargado de anunciar, acaparó la atención popular, por esa razón el día señalado las improvisadas tribunas se encontraban colmadas d un público ansioso de ver las prodigiosas hazañas de Lucas y El Curro, que según ellos, en España habían causado sensación y que ahora estaban dispuestos a reeditar con la cuadrilla que habían formado con otros aficionados locales.
En la azotea de la Casa Consistorial se situó la presidencia del acto, de la que formaba parte el entonces gobernador Manuel Sánchez Lamela, así como numerosas y selectas familias. También en los altos del cuartel de bomberos, varias familias, igualmente aristocráticas, se habían dado cita para contemplar la corrida, mientras los más modestos ocupaban las tribunas de la plaza.
La salida al ruedo de la cuadrilla, fue recibida con estruendosa ovación y se efectuaron brillantemente la entrega de las llaves de la plaza y otras ceremonias propias del acontecimiento.
Se dio la orden de salida al primer novillo, que fue lidiado sin mucha espectacularidad por Lucas, el Curro y sus compañeros, lo que hizo pensar a los asistentes que ello obedecía a la falta de práctica de los mismos, o que, quizás, reservaban con cierta inteligencia toda la elegancia, arte y maestría para el próximo toro, con el que podrían “lucirse”, pues tenía muchas condiciones y era cornudo, grande y fuerte.
La salida del cornúpeto fue impresionante, tanto para los asistentes ---que presenciarían una lidia al estilo Lagartijo o Pepe Illo---, como para los toreros, visiblemente sorprendidos
Ante la bravura del animal, que con empuje incontenible, dejaba libre el ruedo de enemigos a los pocos segundos, con la rechifla general del públco, el cual enseguida se vio precisado a emprender rápida y desordenada fuga, al saltar el toro las barreras y llimpiar a su paso cuanto le estorbaba , hata alcanzar la calle Vives, por donde llegó hasta Calzada; torció por Calvo y se internó en la Plaza del Mercado donde fue muerto, no por los temerarios toreros, sino, por varios carniceros.
La alarma que produjo el hecho en la ciudad fue inolvodble y por varias semanas Lucas y el Curro se ausentaron del pueblo para evitar, no los toros, sino las burlas del defraudado vecindario.

Las corridas de toro

Las corridas de toros
Por: रोबेर्तो बुएनो Castáन
तोमदो दे सु लिब्रो "विएजास एस्ताम्पस cardenenses" पुब्लिकादो Por एडिसिओनेस मतंज़स एन एल २००३.

¡Oleee!
Admirados por los desconocidos pases del torero ---todo arrojo y valor---, e intrigados por esa expresión, salida de las gargantas de algunos españoles aficionados al arte taurino, los cardenenses contemplaron por primera vez aquel espectáculo que fue parte de los festejos organizados para celebrar el otorgamiento del título de Villa a Cárdenas, el 21 de diciembre de 1853.

La plaza para tal representación fue improvisada en Céspedes y Tenería, lugar donde esporádicamente continuó brindándose tal actividad, en vista del interés que había despertado, hasta que se eligiera ese terreno para construir una escuela convento, que no llegó a terminarse jamás.

Cada fecha en que un acontecimiento revestía alguna importancia para la población, se organizaban grandes festejos y entre ellos se incluía, junto a la lidia de gallos, carreras de patos, rodeo, fuegos artificiales y bailes, la lidia de toros.

La más extraordinaria y la que por más tiempo recordaron los cardenenses, fue la celebrada el 2 de febrero de 1873, en un solar contiguo al cuartel de bomberos, que ese día se inauguraba. La misma fue organizada por el empleado de la oficina subalterna de Hacienda, Juan Lucas y por el curro Cúchares, barbero de la localidad, táuricos aficionado convencidos creyentes de poder emular con los mejores “mataores” de España.

La fama que ambos se habían encargado de anunciar, acaparó la atención popular, por esa razón el día señalado las improvisadas tribunas se encontraban colmadas d un público ansioso de ver las prodigiosas hazañas de Lucas y El Curro, que según ellos, en España habían causado sensación y que ahora estaban dispuestos a reeditar con la cuadrilla que habían formado con otros aficionados locales.
En la azotea de la Casa Consistorial se situó la presidencia del acto, de la que formaba parte el entonces gobernador Manuel Sánchez Lamela, así como numerosas y selectas familias. También en los altos del cuartel de bomberos, varias familias, igualmente aristocráticas, se habían dado cita para contemplar la corrida, mientras los más modestos ocupaban las tribunas de la plaza.
La salida al ruedo de la cuadrilla, fue recibida con estruendosa ovación y se efectuaron brillantemente la entrega de las llaves de la plaza y otras ceremonias propias del acontecimiento.
Se dio la orden de salida al primer novillo, que fue lidiado sin mucha espectacularidad por Lucas, el Curro y sus compañeros, lo que hizo pensar a los asistentes que ello obedecía a la falta de práctica de los mismos, o que, quizás, reservaban con cierta inteligencia toda la elegancia, arte y maestría para el próximo toro, con el que podrían “lucirse”, pues tenía muchas condiciones y era cornudo, grande y fuerte.
La salida del cornúpeto fue impresionante, tanto para los asistentes ---que presenciarían una lidia al estilo Lagartijo o Pepe Illo---, como para los toreros, visiblemente sorprendidos
Ante la bravura del animal, que con empuje incontenible, dejaba libre el ruedo de enemigos a los pocos segundos, con la rechifla general del públco, el cual enseguida se vio precisado a emprender rápida y desordenada fuga, al saltar el toro las barreras y llimpiar a su paso cuanto le estorbaba , hata alcanzar la calle Vives, por donde llegó hasta Calzada; torció por Calvo y se internó en la Plaza del Mercado donde fue muerto, no por los temerarios toreros, sino, por varios carniceros.
La alarma que produjo el hecho en la ciudad fue inolvodble y por varias semanas Lucas y el Curro se ausentaron del pueblo para evitar, no los toros, sino las burlas del defraudado vecindario.

domingo, 14 de junio de 2009

La Ermita de Montserrat de Matanzas: Una centenaria edificación cargada de tradición, historia y leyenda.




Por:
Ernesto Álvarez Blanco.
Historiador de la Ciudad de Cárdenas.

Nota: Folleto publicado en el 2008 por la Fundación Cataluña - América de San Jerónimo de la Murtra, con sede en el Monasterio de igual nombre, en Badalona, España. Lo publicamos a propósito del rescate en la cercana ciudad de Matanzas de las fiestas de San Juan, tradición de origen catalán, denominadas en esta ocasión De San Juan al San Juan.

Te quiero porque me asombro
De tu majestad humilde
Y te quiero por la tilde
Del nombre con que te nombro;
Por esto que bajo el hombro
Me defiende y me combate;
Por mi corazón, que late
Rebeldemente inconforme
Como un campanario enorme
Sobre el tiempo, en Monserrate.
Carilda Oliver Labra.
“Canto a Matanzas”.

¡Montserrat! Tu nombre encierra
Aquí esperanza y unión
Desde el día en que Colón
Besó el polvo de esta tierra.
Matanzas que nunca yerra
Al ver tu grandeza tanta
Una ermita te levanta
Entre cimientos de gloria
Para honrando tu memoria
Contemplar tu imagen santa.
M. C.
Periódico “La Aurora del Yumurí.
Matanzas, 1892.
Sí Matanzas fue por mucho tiempo – al decir de la destacada cantautora cubana Marta Valdés – la Ciudad que le faltaba al mundo; la Tricentenaria urbe cubana de los puentes y los ríos jamás sería igual si algún día le faltaran sus Alturas de Monserrate[1] y la Ermita[2] erigida en su cima en honor a Nuestra Señora de Montserrat.
Y es que Ermita y montaña forman, desde el siglo XIX, parte consustancial del paisaje y la historia de la bien llamada Atenas de Cuba. Por tal motivo, quienes visitan aún hoy la Ciudad, fundada el 12 de octubre de 1693, no pueden resistirse a la tentación de darle una ojeada al Valle del Yumurí, a la bahía, a los puentes y ríos y al hermoso panorama urbano que desde ellas se divisa.
Algo parecido debe haberles sucedido a los primeros catalanes que, radicados en Matanzas en busca de fortuna, subieron hacia 1870 a las entonces llamadas Alturas de Simpson[3], accidente geográfico situado al noroeste de la Ciudad, que se hizo muy pronto famoso por haberle dedicado en 1878 el compositor matancero Miguel Faílde el primer danzón[4]compuesto en la Isla. Allí, entre sardanas y comidas y bebidas típicas de su lejana tierra, de seguro evocaron, más de una vez, la montaña sagrada en la que desde hace varios siglos se venera la imagen de la Patrona de una de las regiones españolas que más aportó, a lo que muy acertadamente definió el prestigioso intelectual cubano Dr. Medardo Vitier Guanche, como la matanceridad.
Los orígenes de la Ermita de Montserrat de Matanzas se remontan a la segunda mitad del siglo XIX, época en que la colonia catalana establecida en la Atenas de Cuba se distinguía no solo por el número de sus miembros sino también por la contribución que hacían, con largueza y entusiasmo sin límites, al desarrollo económico, político, social, educacional y cultural de la urbe, en un momento en que, al decir del desaparecido Lic. Juan Francisco González, quien fue Historiador de la Ciudad de Matanzas, “… la pintura cubana no estaba terminada”.[5]
Según el ya citado Juan Francisco González[6], desde 1870 se conservan noticias de la participación de los catalanes y sus descendientes en los festejos organizados por otras comunidades de origen peninsular asentadas en Matanzas. Así ocurrió, por ejemplo, en los realizados por los asturianos en ese propio año para congratular a su patrona, la Virgen de la Covadonga. En aquella memorable ocasión, los catalanes irrumpieron en medio de la festividad – apunta el poeta y editor Alfredo Zaldívar – “… con sus bailes y trajes típicos. Sin conciencia plena de que iniciaban así las fiestas más populares que recuerda Matanzas, siguieron su travesía por la ciudad hasta las Alturas de Simpson”.[7]
Al año siguiente, el 8 de septiembre 1871, la colonia catalana de Matanzas realizó su primera gran fiesta popular en las referidas Alturas con motivo de la unión de todas las provincias de España y, sobre todo, con objeto de rendir tributo a su Patrona, la Virgen de Montserrat. Para garantizar el éxito de la festividad, los organizadores realizaron una intensa labor de propaganda en la Atenas de Cuba y en La Habana.
Poco antes de celebrarse el acontecimiento, el 6 de septiembre de 1871, “La Aurora del Yumurí”, prestigioso periódico matancero en cuya fundación y desarrollo intervinieron también de manera decisiva los catalanes, auguraba:

“A juzgar por las cartas que de La Habana y otras poblaciones recibimos, podemos asegurar que las fiestas de Montserrat formaran épocas en Matanzas a cuyo fin no perdonaremos medios para complacer a todos. Ya el público ha juzgado nuestra idea, y haremos que pronto sea un hecho real, y si éste sale bien como ha salido la idea, estaremos contentos, porque en nuestro concepto, la fiesta tal cual la hemos descrito, para el público será en un todo popular y social.
El altar que se colocará para la fiesta, ya está para concluirse. Por la mañana, antes o después de la misa habrá para todos los concurrentes un pedazo de coca azucarada[8], mistela[9] etc., etc.
Por la tarde a las tres, empezaremos a subir la Montaña de Montserrat, saliendo de la Plaza de Armas[10], desde donde nos acompañará una buena música, un poco antes de comer uno de los Noys de casa hará un corto discurso para que se cumpla lo que dice Aquel:
El hombre no solo vive del pan sino de la palabra
El tema del discurso será Surt del Born roda el Mon y torna al Born.
Por la noche habrá baile en el Casino y el Teatro.
Se dan las gracias a la autoridad y a los habitantes de Matanzas, por lo bien que han secundado nuestra idea tan pronto como nos hemos acercado a cualquiera para pedirle un puesto, al momento nos lo han concedido. Se dan la enhorabuena a los socios del Casino Español de Matanzas, por la buena directiva que tienen y sobre todo al muy amable Director Sr. Don Ambrosio C. Sauto porque nos abre de par en par las puertas del Casino, poniéndolo todo a nuestra disposición.
Nos falta decir solamente, que los catalanes e hijos de catalanes que voluntariamente quieran contribuir para los gastos de la fiesta, pueden dirigirse a las moradas de los señores que están competentemente autorizados, y son:
En Matanzas – D. Salvador Graupera
Casa de los señores Aballí.
En la azucarería del Sr. Durán, calle de Matanzas No. 18.
En la fábrica de tabacos La Patente, de D. Miguel Alech.
En Pueblo Nuevo: - Los señores D. Salvador Roca, D. Miguel Baldrich, D. José Pujol, D. José Boada.
En Versalles: -Los señores D. José Baró, D. Joaquín Quintana, panadería La Marina”.[11]

Como parte de los preparativos de las fiestas, tal como rezaba la nota publicada en el príncipe de los periódicos cubanos, se levantó en las Alturas de Simpson una Capilla provisional, imitando sillería, de 5 varas de frente por 6 de fondo y once de altura, coronada con profusión de hermosos gallardetes. A través del ancho pórtico del improvisado templo, rematado por el Escudo del Principado de Cataluña, era posible apreciar la moreneta verja al pie de un grupo de caprichosas y áridas elevaciones, las cuales imitaban a la perfección las sagradas montañas del macizo catalán de Montserrat.
Alrededor de la Ermita fueron colocadas numerosas tiendas de campaña, las cuales se hallaban cubiertas de flores, gallardetes e inscripciones alegóricas a los festejos. Según los cronistas de la época, las tiendas – que constituirán desde entonces un elemento distintivo de los festejos - no medían “… ninguna menos de diez varas de frente por veinte de fondo, y sin dejar de estar todas ellas, provistas de ricas bebidas y sabrosos pasteles, en obsequio de los visitantes”.[12]
En la madrugada del 8 de septiembre de 1871, 9 bandas de las fuerzas del Cuerpo de Voluntarios de la Ciudad de los ríos, rompieron Diana. Poco después, se celebró una Misa frente al Ayuntamiento local. De inmediato, los romeros, que esperaban sin dormir la señal convenida de antemano, se agruparon en la Plaza de Armas vibrando de emoción y con una idea fija en sus pensamientos: “¡A Montserrat catalanes!”.
En esta singular ocasión se llegaron a reunir en torno a esta festividad unas 10.000 personas, cifra verdaderamente impresionante para la época. Y es que, como bien afirmó el ya citado Lic. Juan Francisco González: “Ni las fiestas dedicadas a San Carlos, patrón de la ciudad , ni las de San Juan, en la barriada de Pueblo Nuevo, ni las de San Pedro, en Versalles, ni ninguna otra fiesta de las comunidades hispanas tuvieron la popularidad ni la trascendencia de las fiestas de los catalanes”.[13]
Los periódicos de la época hicieron resaltar, como dato curioso, que durante el transcurso de los festejos de 1871, se cocinó para unas cinco mil personas, en una cocina improvisada para la ocasión, una sabrosa escudella, carn d´olla am pilota y gallina, guisado de carne con frijoles, ternera estofada y natilla quemada, acompañado de ensaladas de pimientos, cebollas y aceitunas, pan, en abundancia, y excelente y rico vino de San Vicente.
José Mauricio Quintero y Almeyda, considerado el tercer historiador de la ciudad de Matanzas, quien estuvo presente en estas fiestas, escribió que:

“Ocho días antes de la fiesta y ocho días después de que la sencilla invitación con el encabezamiento de Cada terra fa sa guerra[14], se esparció por todas partes, recorrió por estas calles una carreta catalana tirada por cinco briosas mulas, que lo propio del vehículo, estaban engalanadas con profusión y gusto: al centro del carro se levantaba un campanario con una campana de cuarenta arrobas, que esparciendo su ronco y bronceado eco por todos los ámbitos de la población, nos recordaba las viejas campanas de nuestros respectivos pueblos(…)
Cinco zagales vestidos de terciopelo, al estilo de nuestro país, cubierto su traje de botonadura de oro y plata, guiaban sus ligeras mulas; seis con idénticos trajes montaban la testera de la carreta arrojando dulces e invitaciones a las bellas matanceras, y otros seis con iguales trajes estaban en la parte trasera redoblando (…).
(…)
Después del toque de Diana, las calles de Gelabert, Contreras y Ricla, se cubrieron como por encanto de alegres comparsas, músicas más o menos instruidas, pero todas alegres; carros cubiertos de palmas, flores y banderas, que a duras penas podían cruzar por entre la apiñada multitud que circulaba por la calle; unos con un pan de 8 a 10 libras en la cabeza, otros con un sartén al hombro, los más con pollos y porró[15] con sus correspondientes tomates y ajíes para sazonar a las víctimas colgadas, y todos con un solo deseo en el corazón y una sola idea en el pensamiento: Anem a Montserrat, nos dirigimos con orden y fe, al Monasterio, en el cual se celebró misa que todos oímos con respeto y religiosidad
Después de los divinos oficios, y multiplicadas ya las tiendas para las carretas engalanadas y toldos que en ellas colocaron, se esparció la concurrencia, ya para proporcionarse un rincón en que condimentar su almuerzo, o bien para comer la tradicional coca o greix que remojada en anisado o mistela, que con profusión se repartía en todas las tiendas de campaña, siguiendo este movimiento espontáneo hasta la hora que la procesión debía salir por la tarde, y por segunda vez para el santuario.
Cuantos catalanes vestían el traje popular de las diversas comarcas del antiguo Principado, a las tres de la tarde (…) se reunieron en la Plaza de Armas, precedidos de doce trabucaires montados en soberbios caballos enjaezados a usanza montañesa, con su roja barretina, su vistosa manta, su rico traje (…), emprendieron el camino de Simpson entre los marciales sones de una banda militar y los gritos de júbilo de la multitud entusiasmada”.[16]

De esta manera se inició la procesión, la cual regresó a Matanzas con la imagen de la Virgen de Montserrat alrededor de la 7 de la tarde de este mismo día. Este suceso quedó recogido en las historia como un recuerdo imborrable de la significativa e influyente presencia catalana, en los anales de la bien llamada Atenas de Cuba.
1872 será un año decisivo para la historia de la edificación que nos ocupa pues en este año quedó fundada, el 27 de febrero, la Sociedad Protectora Catalana de Naturales de Cataluña, Baleares y Descendientes de las Provincias, primera organización constituida de manera independiente por la colonia catalana en la Atenas de Cuba, en donde existía ya una filial de la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Cataluña en Cuba, institución fundada en La Habana en 1840.
Correspondió desde entonces a la recién fundada Sociedad Protectora Catalana de Naturales de Cataluña, Baleares y Descendientes de las Provincias, cuya directiva estaba integrada por importantes personalidades locales, organizar los festejos y romerías que realizaban cada año sus miembros en las Alturas de Simpson, nombradas muy pronto de Monserrate, en honor a la Patrona de su tierra natal.
Durante el transcurso de 1872 nació en el seno de la Sociedad la idea de dotar a la colonia catalana matancera de una Ermita consagrada a la Moreneta, en lo más elevado del accidente geográfico que tanto les recordaba la sagrada montaña de Montserrat. Correspondió al rico hacendado José Baró Sureda, Secretario de la Sociedad, la honorable misión de presentar el 12 de septiembre de 1872 a la Junta Directiva la moción correspondiente, la cual fue aprobada por unanimidad.
De inmediato, fue nombrada una Comisión compuesta por el propio Baró y Sureda e integrada además, por los miembros de la Directiva de la Sociedad: Francisco Aballí, Bartolomé Borrell, Casimiro Gumá, quien llegó a ser Alcalde de Matanzas, y Salvador Contaminas, a la cuales se les encargó la presentación del proyecto y del presupuesto necesario para erigir el edificio. Poco después, aprobadas ambas propuestas, se logró que el 30 de septiembre de 1872 los sucesores de Diego Lorenzo y Antonio María Simpson donaran 32.5000 metros planos de terrenos[17] para erigir el templo.
El permiso para la erección de la Ermita sobre la explanada de una de las colinas del antiguo potrero de María Alfonso de Aramas fue concedido, según consta en el Registro de la Propiedad de Matanzas, el 24 de octubre de 1872 por el Gobernador del Obispado de Matanzas y por el Vice Real Patrón, por conducto del Cura Vicario de Matanzas así como, por el Gobernador de la Atenas de Cuba. Con anterioridad a esta propuesta, sólo existía en Cuba una Iglesia, la de Nuestra Señora de Montserrat de La Habana[18], dedicada a la Patrona de Cataluña, divinidad que forma parte desde la llegada a Cuba de los primeros catalanas, conjuntamente con su santo patrón, San Jorge, de la identidad de nuestra Isla.
La Ermita fue construida por uno de los miembros de la Junta encargada de su erección, el Maestro de Obras catalán Bartolomé Borrel, con arreglo al plano que presentó, haciéndose cargo gratuitamente y hasta su terminación de la dirección de las obras. Por su parte, otro de los miembros de la Comisión, Francisco Aballí, se comprometió a proporcionar las tejas, ladrillos y madera que se necesitasen mientras que, José Baró, Salvador Contaminas y Casimiro Gumá, se prometieron allegar los recursos necesarios para dar fin a las labores constructivas.
Así mismo, varios catalanes que habían vivido largas temporadas en Matanzas, enviaron desde su tierra natal, los materiales necesarios para construir un altar digno de la Moreneta así como los ornamentos y varios objetos para la Ermita, cuya construcción concluyó en 1874.
Según el periodista y publicista italiano Adolfo Dollero, el armonium que existió en la Ermita fue regalado por Segundo Botet, hijo de padres catalanes mientras que: “… D. Pedro de Urquiza Bea, presidente de la Colonia Española (de Matanzas) costeó el piso de mosaico y el zócalo de la sacristía, D. J. M. Altuna arregló y mandó a barnizar las bancas, y D. Antonio R. Mazón, dio siempre cuerpo y alma a la dirección de las obras”.[19]
Poco antes de ser concluido el edificio, se trajo de Barcelona, por encargo del Presidente de la Sociedad Catalana de Matanzas, la imagen de la Virgen de Montserrat. El escultor catalán Juan Roig y Soler la talló en boj[20] a tamaño natural y a semejanza de la existente en el Monasterio de Monserrat, en Cataluña.
La Moreneta fue realizada por su autor con elegancia y buen gusto, apareciendo, según el investigador matancero Ernesto Chávez Álvarez:

“… sentada en una butaca de forma monástica, y en su mano derecha sostiene una bola del mundo; su mano izquierda sostiene al niño Jesús, sentado en el brazo de la butaca. El niño tiene en su mano izquierda otra bola del mundo, pero más pequeña, coronada por una cruz. Tanto la virgen como el niño tienen el rostro oscuro. Esta imagen, considerada como una excelente obra de arte, presenta algunas diferencias con respecto a su homologa en el Monasterio de Montserrat. Tanto la madre como el niño tienen su ropaje y demás elementos modelados en la madera, y descansan sobre un almohadón que le sirve de asiento en la silla, cuya base lo constituye un pequeño trono que semeja un pedestal donde aparecen inscritas las siguientes palabras: MATER AMABILIS, al frente; ROSA MISTICA, al costado derecho; y STELA MATUTINA, al izquierdo”.[21]

El altar, por su parte, fue construido a expensas de la Junta de la Sociedad Protectora Catalana de Naturales de Cataluña, Baleares y Descendientes de las Provincias y de numerosos contribuyentes.
Desde su llegada a Matanzas y hasta la conclusión de la Ermita, la imagen de la Virgen de Montserrat se custodió en la vivienda del Presidente de la Sociedad Catalana de la Atenas de Cuba. El 29 de noviembre de 1875 se trasladó la imagen de la Moreneta, en andas y sostenida por cuatro catalanes, a la Iglesia Parroquial de Matanzas. Una vez allí, se le colocó a la derecha del altar mayor, comenzándose desde ese día a cantarle el Rosario, Novena, Letanías y la gran Salve, tal como se hace en el Monasterio de Montserrat desde hace varios cientos de años, a toda orquesta y bajo la dirección del maestro Torroella.
El 8 de diciembre de 1875[22], después de un repique general de campanas, salió la procesión, de la que tomaron parte también representantes de otras regiones de España, llevando la imagen de la Virgen de Montserrat en andas:

“… ocho catalanes en dirección a la Ermita, por las calles de Gelabert, Dos de Mayo, Daoiz e Isabel II, acompañada por los devotos con hachones; se le cantó un Salve, se le encendió una gran hoguera en un punto que domina los valles de San Juan y Yumurí, quemándose al mismo tiempo voladores y 24 aparatos colocados al frente de la quinta de D. Félix Torres (antiguo Asilo Casals)”.[23]

En el trayecto hacia las Alturas de Monserrate, abrían la marcha:

“… un cabo y cuatro rurales de caballería, a quienes seguían la cruz y ciriales de la parroquia de Matanzas; después marchaban los Ganfoneros de Montserrat, siguiéndoles diferentes provincias con los trajes usuales de sus provincias. Un coro de catalanes, residentes en La Habana, entonó algunos himnos patrióticos durante la travesía, detrás de cuyo coro iba el estandarte de Cataluña con una banda de música militar.
Las niñas del Asilo de San Vicente Paúl con su estandarte y las de la Casa de Beneficencia eran las que formaban la comitiva lateral. Tras ellas seguía la bandera del Monasterio de Montserrat con su capilla, inmediata a la Virgen, que era llevada en hombros por ocho catalanes. Después venía el clero parroquial y la directiva de la Sociedad de Beneficencia, origen de la ceremonia, cerrando la marcha una escolta de Voluntarios precedida de su música y tras ella una escolta de caballería también de Voluntarios.
(…)
Cuando llegó a la ermita, siguió la procesión por el costado norte, oeste y sur, rodeándola hasta volver al este, donde hizo alto la cruz, frente a la misma puerta, para dar paso a la virgen que, introducida en el interior de la capilla, tan solo por sus conductores, fue colocada en el camarín por medio de un andamio ya preparado al efecto.
Una vez concluida su colocación abrieron la puerta principal, y entonces entró la comisión para depositar los estandartes, dándose principio a la ceremonia de consagración.
(…)
El día de la consagración se hallaba adornado el interior de la ermita con colgaduras festonadas de guirnaldas formando orlas, guarneciendo las cornisas y el baluarte del coro. Exteriormente Se habían colocado sobre el friso de la entrada, estandartes y gallardetes armonizando con el pabellón nacional colocado en la torre y los de Cataluña y Baleares a los lados.
En esta disposición y llena la terraza de concurrentes así como el interior, dio principio la ceremonia como a las diez de la mañana, con todas las solemnidades del ritual romano.
Momentos antes del ofertorio subió al pulpito el rector de los padres escolapios de Guanabacoa y predicó un panegírico del acto de consagración que se celebraba. Así que hubo concluido siguió la ceremonia, finalizando con el reparto de un pedazo de pan bendito y un cartucho de anises con que dos de los vocales de la Junta de Beneficencia Catalana obsequiaron a los concurrentes cuando salían del templo ya consagrado, para dar principio a la romería bajo vistosas y elegantes tiendas de campaña, levantadas para el efecto, donde hubo bailes y demás diversiones propias de una romería, durando hasta una hora bastante avanzada de la noche”.[24]

A partir de este momento – según ha afirmado el acucioso investigador matancero Ernesto Chávez Álvarez – la celebración religiosa y las fiestas en honor a la Patrona de Cataluña se trasladarían para el 8 de diciembre, día de la Purísima Concepción de María Santísima, Patrona de España y de las Indias, ya que:

“Las fiestas catalanas ya en ese momento habían alcanzado tal auge y popularidad que se creyó conveniente trasladarlas para la fecha del onomástico de la patrona de la Madre Patria, en un intento desesperado de aunar las ideas españolas y cubanas, y conducirlas hacia una integración política que continuaba resquebrajándose en medio de la lucha armada por la independencia de la Isla”.[25]

La planta original del templo, relativamente pequeño y con una arquitectura que recurre al estilo dórico de la etapa neoclasicista, estaba conformada por un cuadrilongo de 12 metros de frente por 25 metros y 50 centímetros de lado, con una sola nave de estilo dórico, fábrica de sillería y techo de madera y tejas. Según consta en folio 408 (vuelto) del Libro 22 de la antigua Anotaduría de Hipotecas de Matanzas, conservado en el Registro de la Propiedad local, la fachada de la Ermita, cuyo frente situado al naciente, estaba como conclusión de la subida de la calzada que remataba en la puerta principal, fue concebida:

“… en forma de torre cuadrangular, sobre la cual se eleva una especie de tímpano de una baranda de hierro donde hay colocada la campana y rematada el todo con una cruz y un pararrayos, y al fondo de dicha Ermita y hacia la izquierda se construyó asimismo una casa de madera con horcones y tejas del país, que incluyendo el colgadizo cuenta con una estención (sic) de veinte metros de largo por ocho de ancho y al fondo de esta casa un departamento algo separado destinado a cocina, construido de mampostería, tablas y tejas de unos ocho metros de frente y doce de fondo” .[26]

Según el folleto titulado “Matanzas vista desde la Ermita de Montserrat en las Alturas de Simpson”, publicado en la Atenas de Cuba en 1879, el atrio de la Ermita, construida en un terraplén o plaza de unos 600 metros planos rodeados de un pretil y muros de contención de piedra de sillería, lo formaba:

“… la terraza donde se hallaba situada la parte sur, hasta la cerca de piña, en una extensión de 35 mil metros cuadrados (…) Anexa al templo hay dos casas de madera, donde se aloja el encargado (…)Al fondo de la planicie que forma la terraza o atrio de la capilla se encuentra una casa de recreo (…), así como al sur, más aislada, se halla otra (…), que en conjunto son los primeros edificios que se han levantado alrededor de la ermita ”.[27]

El mismo folleto, al referirse al interior de la Ermita, cuyo espacio central era abovedado y prácticamente sin ventanas, lo cual determinaba en la acústica y el aire místico que reinaba en su interior, indicaba que su coro era:

“… bastante espacioso, y el ábside, de forma esférica, remata en una media rotonda formulada de adobe de yeso, desde cuyo centro se destaca el Espíritu Santo rodeado de nubes crepusculares que concluyen en un fondo azul estrellado de plata, donde se ve en su parte superior una aureola de Ángeles brindándole flores a la Virgen de Montserrat, que se halla en el fondo del altar mayor, colocada en un camarín embutido en la pared y adornada de corcho, caprichosamente colocado cual si fuera una gruta.
El altar mayor empieza en el centro del ábside, formando una pirámide truncada, de corcho, representando una alegoría de las montañas de Montserrat en Cataluña, en cuyas sinuosidades se han intercalado pinturas alegóricas que representan otros tantos monasterios esparcidos por aquellas serranías.
El púlpito es de madera de pino pintado de rojo oscuro y el pavimento de loza catalana, de rojo oscuro, presenta un mosaico bastante caprichoso, descansando sobre la bóveda del aljibe que ocupa casi todo este espacio y tiene su desagüe por el costado sur; así como el decorado interior es sencillo y a su vez elegante (…) Detrás del camarín hay algunas habitaciones de alto y bajo como para guara – joyas y vestuario sacerdotal los días de las fiestas anuales que se celebra allí”.[28]

En la fachada del templo se colocó, sobre la puerta principal, una tarja de mármol con la siguiente inscripción:

“La Sociedad de Beneficencia de Naturales de Cataluña e Islas Baleares y descendientes de ambos, han erigido esta ermita en honor de su patrona la Virgen de Montserrat. Se inició el pensamiento el 12 de septiembre de 1872 y se inauguró con gran fiesta en 8 de diciembre de 1875”.[29]

Aunque, como ya hemos dicho, coincidiendo con la inauguración del nuevo templo se colocó en su interior una imagen de la Virgen de Montserrat realizada por el escultor Juan Roig y Soler; con posterioridad, la figura original fue sustituida por otra traída de Barcelona expresamente con ese fin por un devoto. La nueva imagen fue trasladada a la Ermita para ser colocada en un nuevo altar construido de corcho y en forma de perna, en donde figuraba la sagrada montaña de Montserrat, durante los festejos que en honor de la Patrona de Cataluña fueron realizados en Matanzas los días 7, 8 y 12 de diciembre de 1880.
El valor de la finca en donde se construyó la Ermita fue valorado en esta época, conjuntamente con los valores agregados a ella (templo, edificios anexos, etc.) en 23. 600 oro español.
En febrero de 1878 con motivo de la celebración en Matanzas de las fiestas reales correspondientes a este año, la colonia catalana de la ciudad participó de manera activa en las mismas; oficiándose una misa en la Ermita a cargo de los padres escolapios que regenteaban un colegio en Guanabacoa. En la ceremonia religiosa actuó, al igual que en los demás actos que formaron parte de los festejos, el Coro Catalán La Armonía, fundado en la Atenas de Cuba en la segunda mitad del siglo XIX.
En 1919 se adquirió para la Ermita un nuevo mobiliario y un hermoso altar para la Virgen de Montserrat. Este último fue traído expresamente de Barcelona. Pocos años antes, en 1914, un devoto había entregado al Casino Español de Matanzas para ser colocada en el templo una figura de la Virgen de la Caridad del Cobre, la cual había adquirido con ese propósito en la Ciudad Condal. También existía en el interior del santuario un altar menor consagrado a Nuestra Señora de Covadonga, Patrona de Asturias.
Por esta época, se emprenden nuevas obras constructivas en los predios del templo, las cuales se extendieron hasta 1923 e incluyeron, entre otras acciones, la erección de un monolito de marmolina con una placa de mármol(1923); la pavimentación con mosaicos de la Ermita (1917); la restauración del molino de viento existente en el área (1923); mejoras de urbanización y nuevas plantaciones de árboles; construcción, reparación o demolición de nuevas construcciones (1917 - 1923); la organización del servicio general del templo con el restablecimiento del sistema de venta de mercadería religiosa (1923) y la colocación en ese mismo año de pilares y rótulos para identificar el nombre de las distintas vías de acceso al lugar.
Resulta imprescindible anotar que las fiestas y romerías realizadas en las Alturas de Monserrate, nacieron - al decir del poeta e investigador Alfredo Zaldívar - con un propósito:

“… marcadamente religioso, pero también, y de muy enfática forma, popular- donde las comidas y bebidas, los trajes, las danzas folclóricas y los bailes populares, la música profana y la maravillosa colla, marcaban su acento secular – tuvieron su esplendor entre 1875 y 1890. Un restaurante, un salón de baile, un órgano, la colocación de estatuas representativas de las cuatro provincias de Cataluña[30] a la entrada de la ermita, lugar conocido desde entonces por Plazuela de las Estatuas, las agrupaciones de gran valor artístico que actúan en las fiestas, caracterizan esta etapa.
Si bien el gobierno español estimuló estas celebraciones pretendiendo con ello unir a los hispanos frente a las fuerzas insurrectas que desde 1868 peleaban en la manigua cubana, el pueblo convirtió las fiestas en diversión. No obstante, la guerra y su secuela dieron al traste con el lucimiento de estas, que van decayendo a partir de 1890”.[31]

Sin embargo, hasta 1926, año en que se suspenden definitivamente estas fiestas por decreto del Casino Español de la Ciudad, como consecuencia directa de la grave crisis política, económica y social que asolaba a la Isla; llegó cada año hasta las Alturas de Monserrate – con excepción del período comprendido entre 1896 y 1902, signado por la Guerra del 95, la intervención norteamericana en la Isla y el nacimiento de la República – la Colla de amigos que subían al lugar para pasar en las inmediaciones de la Ermita un día de romería.
A pesar de la supresión oficial de las fiestas, las cuales estuvieron marcadas durante las primeras décadas de la República, según el poeta matancero Alfredo Zaldívar - por la introducción de algunas:

“…modernizaciones, la llegada de la electricidad, el cobro de la entrada al predio, el interés turístico y la pérdida de elementos catalanes (…).
Con frecuencia siguieron las romerías ocasionales, y por un tiempo continuaron los oficios religiosos[32], la ermita siguió siendo sitio de obligada visita para cuantos pasaban por la ciudad”.[33]

La tradición de marchar cada año hacia las Alturas de Montserrat fue rescatada por el pueblo y las autoridades matanceras en 1981, a través del Atlas de la Cultura Popular Tradicional del Ministerio de Cultura de Cuba, con el apelativo de Fiesta de la Colla. Desde entonces, cada octubre, en ocasión de la celebración de la Semana de la Cultura Matancera, una representación de la antigua Colla catalana de Matanzas parte desde el Parque de la Libertad y sube hasta las inmediaciones de la Ermita, para recordar a las nuevas generaciones que esta fue una de las vías a través de la cual, como bien afirmó en su Memoria Catalana de Matanzas el Lic. Juan Francisco González, quien fue Historiador de la Ciudad de los puentes y los ríos:

“… las familias catalanas establecidas en Matanzas y sus descendientes, se integraron orgánicamente a la comunidad local, desempeñando en su seno un papel decisivo también en el ámbito de la economía: estuvieron vinculados a empeños tan importantes como el Banco San Carlos; la entonces emergente industria mecánica y metalúrgica; la producción cafetalera y azucarera; el comercio de importación y exportación, uno de los más voluminosos en la pasada centuria; y la Compañía del Ferrocarril de Matanzas a Sabanilla, uno de cuyos principales organizadores y fundadores[34] fue después (…) un destacado promotor e inversionista en la creación del primer camino de hierro ibérico: el Ferrocarril de Barcelona a Mataró”.[35]

Por la privilegiada posición que ocupa, ya que desde sus inmediaciones se puede admirar en todo su esplendor el Valle del Yumurí, y la importancia que fue adquiriendo para la colonia catalana de Matanzas, sus descendientes y los habitantes de la Atenas de Cuba, la Ermita de Montserrat ha sido visitada desde su inauguración y hasta la fecha por numerosas personalidades cubanas y extranjeras, entre las cuales se destacan:

· Ulysses Simpson Grant, General de los Ejércitos Confederados del Norte y héroe indiscutible de la Guerra de Secesión ocurrida en los Estados Unidos de América entre 1861 y 1865. Esta personalidad, que llegó a ser más tarde Presidente de los Estados Unidos de América, visitó la Ermita en horas de la tarde del 5 de febrero de 1880, poco después de su llegada a Matanzas, como parte de un paseo que realizó en carruaje hasta las Alturas de Simpson, al concluir el recibimiento oficial que se le tributó en el Palacio de Gobierno. Desde allí, admiró el Valle del Yumurí, la ciudad y su bahía; quedando deslumbrado, además, con el inusitado movimiento existente por entonces en la rada matancera y el verdor del paisaje.
· Camilo Polavieja, Capitán General de la Isla, su esposa, los integrantes de la Comisión representante de los Ayuntamientos catalanes de Monistrol y Coll Bató y otras personalidades, quienes asisten los días 6, 7 y 8 de diciembre de 1890 a los festejos en honor de la Moreneta. Durante su visita, el Capitán General de la Isla se bendijo el nuevo estandarte de la Sociedad Protectora Catalana de Naturales de Cataluña, Baleares y Descendientes de las Provincias de Matanzas, apadrinado por Polavieja y su esposa.
· Charles Berchon, miembro de la Sociedad Geográfica de París, quien realizó un recorrido por Cuba en la primera década del siglo XX. En 1910 publicó en Francia su libro “A través de Cuba. Relato geográfico descriptivo y económico”, en el que al referirse a Matanzas afirmó que su bahía estaba dominada por:

“… la pintoresca loma de Monserrate. Había allí, en diciembre, una peregrinación seguida de un banquete en el que tomaron parte 500 españoles. Como muchos de estos nacionales han emigrado a causa de los acontecimientos políticos, no le queda más que una capilla de la Virgen con un altar de corcho rodeado de ex – votos.
Desde la cima, la vista se dirige por la garganta rocosa del Abra, y en el Valle del Yumurí por las hermosas praderas y las innumerables palmeras reales, regadas por el curso de un río pequeño”.[36]
· Mr. Charles Magoon, Gobernador Interventor de la Isla de Cuba, el Ministro Plenipotenciario de España en Washington y el General Barry, quienes estuvieron en el lugar en 1908, año en que no se celebraron los tradicionales festejos en honor de la Virgen, por el deceso del último Presidente de la Sociedad Protectora Catalana de Naturales de Cataluña, Baleares y Descendientes de las Provincias de Matanzas.
· Adolfo Dollero, conocido periodista y publicista italiano, quien visitó Matanzas entre 1918 y 1919 con objeto de escribir un libro sobre la provincia que tituló “Cultura Cubana (Matanzas) ”, en el que afirmó, al referirse a la Ermita:

“Alrededor de la Capilla la Colonia Española posee unos terrenos que a pesar de ser pedregosos son a propósito para las giras campestres de los socios.
La carretera que lleva para la meseta está bien cuidada.
Unas casuchas de madera, algunas vacas, un molino de viento para subir el agua desde una profundidad de 130 m. aproximadamente; unos asientos de cemento y la base de la Casa de España que se proyecta construirán[37] en el punto más elevado, pero que hasta ahora se ha limitado a los sólidos muros de hormigón hidráulico.
La Ermita (…) es hoy un símbolo de la unión lograda entre casi todos los componentes de la colonia de España. Reúne todos los estandartes de las provincias que duermen amparados por la bandera de la nación española. Flota en la Ermita una aureola de poesía y de amor a la patria que seduce.
El altar mayor, casi escondido entre un paisaje de corcho de Cataluña, salpicado de aldeas y de recuerdos, se me antojaba un suspiro reprimido por la tierra lejana.
(…)
Aletea la concordia en ese rincón de España”.[38]

· El Cónsul de España en Cuba, quien visita el templo en 1919.
· Comisionados del Estado de Massachussets, Estados Unidos de América, quienes recorren las Alturas de Monserrate en 1923.
· El famoso poeta español Federico García Lorca, quien – como parte de la visita que realizó a Matanzas en la primavera de 1930, recorrió las Alturas de Monserrate y admiró el paisaje que desde ellas se divisa. De esta visita se conservan varias instantáneas, en las que se ve al poeta sonriente y rodeado de chicos, así como el testimonio de su amigo Antonio Quevedo, quien anotó que habían llegado al lugar por la mañana, haciendo un alto, más tarde, para almorzar a la sombra y sobre la hierba. Según Quevedo:

“Luego de recorrer aquellos parajes, Federico contempló el valle a media tarde, cuando todavía estaba inundado de sol, radiante de colores y reberveraciones (sic) de luz metálica, y esperó algún tiempo para ver uno de los espectáculos más impresionantes de los que se pueden gozar en Cuba. Sombras violáceas parecían descender sobre el valle, nubes rosadas y púrpuras, alineadas en finos estratos sobre el horizonte, se perfilaban en un cielo azul traslúcido, que solamente podía compararse para describir su belleza, con algunas pupilas de mujer, o con ese azul lívido de las turquesas orientales. (…). Al contemplar en horas crepusculares el valle de Yumurí, dijo Federico que sus colores tenían matices desconocidos de la moderna escenografía. Comparó la transparencia del valle a estas horas con la rutilante fosforescencia de los acuarios iluminados por dentro (…)”.[39]
· Josep Antonio Durán LLeida, presidente del Comité de Gobierno del Partido Unión Democrática de Cataluña así como Salvador Sedo Alabart y Laia Botey, secretarios, respectivamente, de Relaciones Internacionales y de Prensa y Comunicaciones de esa agrupación política catalana, quienes visitaron este lugar el 16 de septiembre de 1998 acompañados de José Ramón Fernández, vicepresidente del Consejo de Estado de la República de Cuba, Yadira García Vera y Víctor Ramírez, por entonces primera secretaria del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la Asamblea Provincial del Poder Popular en Matanzas, respectivamente y el Lic. Juan Francisco González, Historiador de la Ciudad, ya fallecido.
· Martí Virgili i Mira, Regidor Presidente de la Comisión de Vía Pública y Medio Ambiente del Ayuntamiento de Vilanova i la Geltrú, hermanado con Matanzas, quien participó en la Fiesta de la Colla efectuada en la Atenas de Cuba en diciembre de 1998.
· Sergio Beldrell, funcionario del municipio catalán de Mollet, quien participó en la Fiesta de la Colla efectuada en Matanzas en diciembre de 1999.

Hoy, con más de un siglo de existencia y completamente restaurada, gracias al sueño de muchos, hecho realidad por la corporación CIMEX, hasta la Ermita de Montserrat siguen llegando cada día los poetas, los amantes, los turistas, los estudiosos de la cultura popular tradicional, los niños, los catalanes que visitan la tricentenaria Atenas de Cuba y los descendientes de aquellos que en 1870, desde las Alturas de Monserrate, se sintieron dioses y decidieron inmortalizar para siempre entre nosotros la cultura y las tradiciones de su amada Cataluña. Todos ellos – muchos, quizás, sin proponérselo – emprenden este viaje singular a las Alturas de Montserrat como “… peregrinación obligada – al decir del desaparecido historiador matancero Raúl Ruiz Rodríguez – a las fuentes de la matanceridad”.[40]
Fuentes Consultadas

I – Bibliográficas.
· Arestuche, Fernández, Dagoberto: Fiesta de la Colla. Hasta la última gota, periódico Girón, Matanzas, 16 de diciembre de 1999, pág. 6.
· Berchon, Charles: A través de Cuba. Relato geográfico, descriptivo y económico, Imprenta de Charaire, Sceaux, 1910.
· Chávez Álvarez, Ernesto: La fiesta catalana. Presencia hispánica en la cultura cubana, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1989.
· Chávez Álvarez, Clara Emma: La ermita de Monserrate y sus exvotos, boletín Triunvirato, Matanzas, 2007, No. I, pág. 9.
· ---------------------------------------: Los exvotos de la Ermita de Monserrate, Catálogo de la Muestra del Mes del Museo Provincial Palacio de Junco, edición computarizada y fotocopiada, Matanzas, mayo de 1999.
· ---------------------------------------: Réquiem por la Ermita, periódico Girón, Matanzas, 12 de febrero de 2004, pág. 6.
· ---------------------------------------: Réquiem por la Ermita, semanario Cartelera, Matanzas, 3 de septiembre al 9 de diciembre del 2003, pág. 4.
· Dollero, Adolfo: Cultura Cubana (Matanzas), Imprenta Seoane y Fernández, La Habana, 1919.
· En Monserrate tendremos de nuevo una ermita, periódico Girón, Matanzas, 10 de diciembre de 1998, pág. 6.
· Friguls Ferrer, Juan Emilio: Catalanes en Cuba, Publicigraf, La Habana, 1994.
· ---------------------------------: Templos Católicos Cubanos, Publicigraf, La Habana, 1994.
· González y García, Juan Francisco: Memoria Catalana de Matanzas, Ediciones Vigía, Matanzas, 1998.
· ------------------------------------------ y Dr. Arnaldo Jiménez de la Cal: Vilanova i La Geltrú y Matanzas: una obra común, Ediciones Vigía, Matanzas, 2001.
· González Villalonga, Reynaldo: En el Museo provincial Palacio de Junco. Los exvotos de la Ermita de Montserrat, periódico Girón, Matanzas, 3 de junio de 1999, pág. 6.
· Horta García, Marisela: Monserrate. Historia y Tradiciones, (inédito), Trabajo de Diplomado de Identidad, Turismo y Cultura, Politécnico de Hotelería y Turismo de Varadero, 1999.
· Jiménez de la Cal, Dr. Arnaldo, Lic. Martha Silvia Escalona, Lic. José Ramón González Pérez y otros: Páginas Matanceras. Ediciones de la Oficina del Historiador de Matanzas. Relaciones Matanzas – Estados Unidos, Departamento de aseguramiento a la docencia de la Universidad de Matanzas, Matanzas, 2007.
· López Aurora: Ermita de Montserrat “… y aún tengo la vida”. El último Ermitaño, periódico Girón, Matanzas, 15 de agosto de 1997, pág. 5.
· -----------------: Visita Durán LLeida la Ermita de Montserrat, periódico Girón, Matanzas, 17 de septiembre de 1998, pág. 1.
· Martínez Carmenate, Urbano: García Lorca y Cuba, Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, La Habana, 2002.
· Matanzas vista desde la Ermita de Montserrat en las Alturas de Simpson, Imprenta La Nacional, Matanzas, 1879.
· Moliner Castañeda, Israel: Año del Centenario de Las Alturas de Simpson. El Primitivo Danzon, semanario Yumurí, Matanzas, 21 de enero de 1979.
· Moliner Rendón, Israel: Antecedentes históricos de la Ermita de Montserrat y La Leyenda de Yumurí, s.i, Matanzas, 1963.
· Moreno Ballesteros, Ricardo: El sitio ideal para comprender Matanzas, semanario Cartelera, Ciudad de La Habana, 31 de mayo al 6 de junio de 2001, pág. 15.
· Peña Rangel, Ana María: Identidad Matancera: su entorno geográfico, urbanístico y arquitectónico, Anuario de Investigaciones Culturales, Ediciones Matanzas, Matanzas, 2001, No. 2, pág. 35.
· Pérez Orozco, Leonel: Historia del Catolicismo en Matanzas, s/i, Matanzas, 1992.
· Quevedo, Antonio: El poeta en La Habana, Consejo Nacional de Cultura, Ministerio de Educación, La Habana, 1961.
· Quintero y Almeyda, José Mauricio: Apuntes históricos de Matanzas, Talleres del Archivo Nacional de Cuba, La Habana, 1964.
· --------------------------------------------: Apuntes para la historia de la Isla de Cuba con relación a la ciudad de Matanzas desde el año 1693 al de 1877, Imprenta El Ferrocarril, Matanzas, 1878.
· Ruiz Rodríguez, Raúl: Monserrate, Matanzas… Primavera de 1930…, La revista del Vigía, Matanzas, febrero del 2000, pág. 101.
· ----------------------------: Retrato de ciudad, Ediciones Unión, La Habana, 2003.
· Soler y Canals, Josep María: Todo Montserrat, Editorial Escudo de Oro S. A., Barcelona, 1997.
· Zaldívar, Alfredo, Gemma Villanueva, Esther Sancho, David Guiu, y otros: De Montserrat a Montserrat, Ediciones Vigía, Matanzas, 1996.
· Visión de Ayer. La Ermita de Monserrate, revista Museo, Matanzas, junio de 1988. Año I, No. I, pág. 42.
II – Documentales.
Archivo del autor.
Registro de la Propiedad de Matanzas.

Datos del autor:

Ernesto Aramis Álvarez Blanco. (Cárdenas, 1968). Se graduó como museólogo, con el primer expediente de su curso y la máxima calificación en su Tesis de Grado, en el Centro de Superación Profesional y Artística de Matanzas. Fue fundador y primer Director del Museo a la Batalla de Ideas. Desde el 2002 funge como Historiador de la Ciudad de Cárdenas. Ha publicado en Cuba y España numerosos folletos, poemarios, plegables y libros, entre los que se encuentran Recorro mi Ciudad (Ediciones Cárdenas, 1990), Llueve y sin embargo te espero (Arenys de Mar, España, 1995), Oscar M. de Rojas (Ediciones Matanzas, 2001), Arenys de Mar en Cuba/ Cuba en Arenys de Mar (Ediciones Matanzas, 2003) y el Catálogo Multimedia de Tarjetas Telefónicas Cubanas (ETECSA, 2003), del cual es coautor. Entre 1997 y 1999 realizó, por encargo de la Generalitat de Cataluña, la reedición de las fichas de Cuba del “Diccionario de los Catalanes en América”. Ha obtenido cerca de un centenar de premios y menciones en eventos y concursos locales, provinciales, nacionales e internacionales y recibido varias distinciones cubanas y extranjeras. Es Profesor Adjunto del Politécnico de Hotelería y Turismo de Varadero. Escribe con regularidad en la prensa cubana y catalana. Es miembro de la UNHIC y de la UPEC.

[1] Según un estudio realizado hace pocos años por la investigadora y psicóloga Ana María Peña Rangel sobre la Identidad matancera: su entorno geográfico, urbanístico y arquitectónico, las Alturas de Monserrate “…tienen un significado para un grupo importante, esto se demuestra en que el 14,3 % de las personas que hoy viven en la ciudad manifestaron que ellos extrañarían, anhelarían verlas, si estuvieran un tiempo fuera; un 11 % se siente orgulloso del lugar (…) y un 8,8 % desea que este sea un lugar que se conserve para siempre en la ciudad. Las personas de más de 43 años son las que expresan mayor identificación con este sitio del paisaje matancero.
Como puede apreciarse por los datos anteriores, este es un lugar, que se ha convertido en una representación simbólica compartida para alrededor de una quinta parte de la población actual de la ciudad”.
[2] Según estudio citado en la nota No. 1 de este folleto, ejecutado hace pocos años por la investigadora y psicóloga Ana María Peña Rangel sobre la Identidad matancera: su entorno geográfico, urbanístico y arquitectónico, La Ermita de Montserrat o simplemente La Ermita, como la llaman muchos matanceros, “… está presente o forma parte de la vida de alrededor de uno de cada siete personas, integrando los contenidos de su identidad regional; el 5,3 % la extrañaría si se alejara de la ciudad, un 4 % se siente orgulloso de ella, (…) un 9 % desea que se conserve, que se restaure y que siempre forme parte del paisaje”.
[3] Se le conoció también, según el desaparecido historiador matancero Raúl Ruiz Rodríguez, como Loma del Estero.
[4] Género danzario considerado nuestro baile nacional. La primera versión de este danzón fue escrita por Faílde en 1877 pero no es hasta 1878 en que escribe la letra y la música definitiva. El danzón “Las Alturas de Simpson” se comenzó a ensayar en Matanzas en agosto de 1878 y se estrenó en el Club de Matanzas, hoy Casa de Cultura provincial José White, el 1 de enero de 1879.
[5] González, Juan Francisco: Memoria catalana de Matanzas, Ediciones Vigía, Matanzas, 1998, pág. 9.
[6] González, Juan Francisco: Memoria catalana de Matanzas, Ediciones Vigía, Matanzas, 1998, pág. 20.
[7] Zaldívar, Alfredo, Gemma Villanueva, Esther Sancho, David Guiu, y otros: De Montserrat a Montserrat, Ediciones Vigía, Matanzas, 1996, pág. 7.
[8] Torta o masa redonda de harina.
[9] Bebida que se hace con aguardiente, agua, azúcar y otros ingredientes, como canela, hierbas aromáticas, etc.
[10] Actual Parque de la Libertad.
[11] La Aurora del Yumurí, Matanzas, 6 de septiembre de 1871, pág. 1.
[12] Moliner, Israel: Antecedentes históricos de la Ermita de Montserrat y La Leyenda de Yumurí, s.i, Matanzas, 1963, págs. 9 y 10.
[13] González, Juan Francisco: Memoria catalana de Matanzas, Ediciones Vigía, Matanzas, 1998, pág. 20.
[14] Cada tierra hace su guerra.
[15] Los enormes porrones llenos del mejor vino de la tierra y dispuestos para ser ofrecidos al caminante, es uno de los elementos típicos del Montserrat catalán
[16] Quintero y Almeyda, José Mauricio: Apuntes para la historia de la Isla de Cuba con relación a la ciudad de Matanzas desde el año 1693 al de 1877, Imprenta El Ferrocarril, Matanzas, 1878, págs. 786 - 790.
[17] Los límites de los terrenos cedidos eran, según aparece consignado en los documentos de la época, los siguientes: “…100 metros de extensión por el este, lindando con la calle Santa Isabel, otros 100 metros por el oeste, lindando con los terrenos de los otorgantes, 325 metros por el norte, lindando con el deriscadero (sic) del Estero y otros 325 metros por el sur, lindando con los terrenos de los cedentes”.
[18] Es una de las iglesias más céntricas y conocidas de La Habana. El templo actual tiene como antecedente la ermita dedicada a la Virgen de Montserrat bendecida e inaugurada el 8 de septiembre de 1675. La ermita fue demolida, mucho tiempo después, por obstruccionar una nueva puerta que se abrió en la muralla extramuros de La Habana, siendo sustituida por la actual iglesia, la cual inició sus cultos el 26 de diciembre de 1843.
[19] Dollero, Adolfo: Cultura Cubana (Matanzas), Imprenta Seoane y Fernández, La Habana, 1919, pág. 51.
[20] El Boj es un arbusto de hoja perenne de la familia de las Buxáceas. El boj común es originario de Europa meridional y ciertas regiones de Asia. Se trata de un arbusto leñoso, con numerosas variedades cultivadas en jardinería, donde se utiliza mucho, tanto recortado como sin recortar, para formar setos y aislado, como planta ornamental. Tiene hojas pequeñas, ovales, opuestas, algo coriáceas, de color verde oscuro y lustrosas por el haz, algo más claras por el envés; flores sin pétalos. Las hojas contienen alcaloides y otros principios activos que, si se ingieren, provocan la irritación grave del aparato digestivo y, a menudo, la muerte. Los recortes de las podas de boj no deben tirarse en lugares donde puedan consumirlos animales herbívoros. La madera del boj se utiliza mucho en ebanistería, tallado y grabado debido a su textura fina, su color y su dureza y peso elevados
[21] Chávez Álvarez, Ernesto: La fiesta catalana. Presencia hispánica en la cultura cubana, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1989, págs. 28 y 29.
[22] El traslado estaba previsto para el día 7 de diciembre de 1875 a las dos de la tarde, después de un repique de campanas, pero llovió tanto aquella tarde que la procesión no pudo realizarse, por lo que fue transferida para la mañana del siguiente día, fecha en que se llevó a cabo sin tropiezos.
[23] Moliner, Israel: Antecedentes históricos de la Ermita de Montserrat y La Leyenda de Yumurí, s.i, Matanzas, 1963, págs. 13.
[24] Matanzas vista desde la Ermita de Montserrat en las Alturas de Simpson, Imprenta La Nacional, Matanzas, 1879, pág. 14.
[25] Chávez Álvarez, Ernesto: La fiesta catalana. Presencia hispánica en la cultura cubana, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1989, págs. 29 y 30.
[26] Registro de la Propiedad de Matanzas: Libro 22 (antigua Anotaduría de Hipotecas), partida 608, fo. 408 (vuelto).
[27] Matanzas vista desde la Ermita de Montserrat en las Alturas de Simpson, Imprenta La Nacional, Matanzas, 1879, pág. 14.
[28] Ibídem, págs. 7 y 8.
[29] Chávez Álvarez, Ernesto: La fiesta catalana. Presencia hispánica en la cultura cubana, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1989, pág. 28.
[30] Situadas en 1886 en lo que desde ese momento se conocería como Plazuela de las Estatuas, frente a la entrada principal de la Ermita, “… estas figuras – en opinión del investigador matancero Ernesto Chávez Álvarez – eran el símbolo de la pujanza agrícola e industrial de Cataluña, pues cada provincia mostraba en ellas sus atributos económicos y sociopolíticos a través de su larga historia”.
[31] Zaldívar, Alfredo, Gemma Villanueva, Esther Sancho, David Guiu, y otros: De Montserrat a Montserrat, Ediciones Vigía, Matanzas, 1996, pág. 101.
[32] En la Ermita, aunque no tenía un servicio religioso estable, se continuaron realizando misas, casamientos, bautizos, etc., fundamentalmente de españoles o sus descendientes, hasta 1961 c.a. El lugar era atendido, cuidado y abierto al público por un Ermitaño o guardián, quien residía durante años en el lugar junto a su familia. En 1920 se decidió construir una vivienda muy próxima a la Ermita para alojarlo a él y a sus familiares. La función del guardián o ermitaño era la administración de la propiedad y poseía amplios poderes sobre los predios del templo, tal como lo estipulaba el Reglamento General de la Colonia Española de Matanzas, facultades que este individuo poseía desde la época en que aún existía en la Atenas de Cuba la Sociedad Protectora Catalana de Naturales de Cataluña, Baleares y Descendientes de las Provincias. Después de 1926, año en que desaparecieron las grandes romerías y fiestas tradicionales, se hizo necesario que el ermitaño y su familia pasara a ocupar la habitación de dos plantas existente al fondo de la nave central del templo, con objeto de que custodiara los valiosos objetos y los numerosos exvotos y promesas existentes en la edificación. Pedro Rodríguez, el último Ermitaño de Monserrate, quien descendía de una familia catalana, vivió en este lugar con los suyos – según el investigador matancero Ernesto Chávez Álvarez – hasta finales del año 1983. Una parte de los exvotos de la Ermita - rescatados por el notable artista Agustín Drake y el investigador Faustino Gómez Brunet (Tino) - se conservan desde 1983 en el Museo Provincial Palacio de Junco de Matanzas, en donde han sido estudiados y exhibidos (mayo 1999) por la investigadora matancera Clara Emma Chávez. Sin embargo, se desconoce el paradero de la imagen de la Moreneta que existía en el templo. El Museo Provincial Palacio de Junco conserva, además, la más valiosa colección de objetos vinculados con el templo, existentes en una institución oficial.
[33] Zaldívar, Alfredo, Gemma Villanueva, Esther Sancho, David Guiu, y otros: De Montserrat a Montserrat, Ediciones Vigía, Matanzas, 1996, págs. 100 y 101.
[34] Se refiere al comerciante, periodista y político catalán radicado en Matanzas Jaime Badía y Padrines (1796 - 1863).
[35] González, Juan Francisco: Memoria catalana de Matanzas, Ediciones Vigía, Matanzas, 1998, pág. 23.
[36] Berchon, Charles: A través de Cuba. Relato geográfico descriptivo y económico, Imprenta de Charaire, Sceaux, 1910, pág. 133.
[37] Este proyecto de Palacio o Casa de España – concebido en 1908 – no progresó, por lo que nuca se concluyó el edificio, a pesar de haberse colocado su primera piedra el 8 de junio de 1913 y haberse recaudado cuantiosas sumas para su erección.
[38] Dollero, Adolfo: Cultura Cubana (Matanzas), Imprenta Seoane y Fernández, La Habana, 1919, pág. 51.
[39] Quevedo, Antonio: El poeta en La Habana, Consejo Nacional de Cultura, Ministerio de Educación, La Habana, 1961, s/ pág.
[40] Ruiz Rodríguez, Raúl: Retrato de ciudad, Ediciones Unión, La Habana, 2003, pág. 44.


"De amar las glorias pasadas se sacan fuerzas para adquirir las glorias

nuevas".

José Martí



“… la HISTORIA NOS AYUDARÁ A DESCUBRIR LOS CAMINOS DE HOY Y DE MAÑANA, A MARCHAR POR ELLOS CON PASO FIRME Y CORAZON SERENO Y A MANTENER EN ALTO LA ESPERANZA (...)”.

RAMIRO GUERRA