La Alocución pronunciada por el Padre de la Patria en Guáimaro al ser nombrado Presidente de la República de Cuba el 11 de abril de 1869 y la Proclama de despedida A los habitantes y Ejército Libertador de los Departamentos Oriental y Occidental:
Cimientos de la nación cubana
Por: Ernesto Álvarez Blanco[*]
En 1992 al presentar, por primera, vez al público la edición príncipe de El Diario perdido de Carlos Manuel de Céspedes, obra que se debe a la “[…] tenacidad investigativa y la vocación cespedina […]” del Dr. Eusebio Leal Splenger, Historiador de la Ciudad de La Habana, la Dra Hortensia Pichardo, quien dedicó junto a su esposo buena parte de su vida al estudio y divulgación de la documentación del Padre de la Patria Cubana, recordó que:
“El pensamiento de Carlos Manuel de Céspedes es poco o más bien desconocido. Los cubanos no saben casi nada de sus ideas acerca de los grandes problemas del país en aquel entonces.
Y mientras en Cuba se repiten con frecuencia algunas frases de otros héroes de nuestra patria, rara vez se oye o se ve publicado algún pensamiento de Carlos Manuel de Céspedes”.
Y es que, a pesar de las publicaciones de la Dra. Pichardo y de su esposo, el Dr. Fernando Portuondo, ya fallecidos; de Rafael Acosta de Arriba y del propio Dr. Eusebio Leal Splenger, la vida de Carlos Manuel de Céspedes y sobre todo, su obra escrita y su pensamiento, sigue siendo poco conocido para la mayoría de los cubanos que, sin embargo, lo reconocen como el Padre fundador de la nación cubana.
Por tal motivo, urge, localizar, estudiar y publicar cuanto documento arroje luz sobre quien, al decir de nuestro Héroe Nacional José Martí, “… nos echó a vivir a todos”.
Imbuidos de este espíritu, trabajamos, desde que a inicios del 2008 supimos en Barcelona, por un anticuario amigo, de su hallazgo en noviembre del año anterior en la Ciudad Condal, entre los bienes que se debían repartir por herencia entre los descendientes de una familia catalana del original de un documento que contenía la Alocución pronunciada por el Padre de la Patria en Guáimaro al ser nombrado Presidente de la naciente República de Cuba en Armas el 11 de abril de 1869 y la Proclama de despedida A los habitantes y Ejército Libertador de los Departamentos Oriental y Occidental (En ocasión de constituirse la República y Despojarse del cargo de General en Jefe y Encargado del Gobierno Provisional), fechado en el mismo lugar y año, en la investigación de los referidos originales, los cuales constituyen, por su contenido y alcance, y sobre todo, por las circunstancias en que fueron redactados, piedras fundamentales de los cimientos de la nación cubana.
Resulta importante señalar, lo cual constituye un punto a favor de la autenticidad de ambos documentos, que junto a ellos se encontraron, en la misma caja fuerte en que fueron hallados en una casa de la calle Roger Lluriá de Barcelona; un billete de 1 peso de la emisión de 1869, firmado de su puño y letra por Céspedes, y una proclama impresa de la República de Cuba en Armas fechada en 1884. Estos documentos históricos así como los originales de Céspedes pudieron ser revisados y consultados por el autor de este artículo, en febrero del 2008, antes que fueran a parar a manos de un coleccionista barcelonés, ferviente admirador de Cuba y su historia, el cual adquirió el valioso conjunto, por una apreciable suma de dinero.
Los manuscritos parecen ser – en opinión del Dr. Eusebio Leal Splenger, Historiador de la Ciudad de La Habana y de Monseñor Carlos M. de Céspedes García - Menocal, biznieto del Padre de la Patria, a quienes consulté sobre este particular – el único original que se conserva de la referidas Alocución y Proclama de Despedida, pronunciadas por Céspedes en un momento crucial de la historia Patria.
Ambas personalidades, profundos conocedores de la obra cespediana, y muy en especial el Dr. Eusebio Leal Splenger, coincidieron en afirmar que en el fondo patrimonial de la Isla no existe, que ellos sepan: “[…] documento alguno con un texto sobre un discurso final […]” de Céspedes al ser proclamado el 11 de abril de 1869 Presidente de la República de Cuba ni con el contenido íntegro de la Proclama de Despedida.
Una versión de ambos documentos – las cuales cotejamos con los originales y coinciden al pie de la letra - fue publicada en Nueva York, por primera vez que sepamos, el 22 de mayo de 1869, 41 días después de que de seguro fueran redactadas por Céspedes ambas alocuciones, en el conocido periódico separatista cubano La Revolución, el cual publicaba con frecuencia noticias y documentos procedentes del campo insurrecto.
El referido periódico, que fue dirigido y redactado por patriotas, periodistas e intelectuales de la talla de Néstor Ponce de León, Fernando Valdés Aguirre, Antonio Zambrana y Vázquez, Rafael María de Merchán y Juan Clemente Zenea, comienza a publicarse en Nueva York el 10 de diciembre de 1868. Dirigido inicialmente por Néstor Ponce de León, entrañable amigo de José Martí, fue órgano semioficial de la Junta Cubana en esa ciudad norteamericana. Existió, aunque con otros nombres, hasta 1876.
También es casi probable que del periódico La República, se tomaran los fragmentos de la Alocución que se hallan en Cuba al dorso de un monumento y en una tarja dedicada a Céspedes. El primero, coronado con un busto del Padre de la Patria, fue erigido en el parque que lleva su nombre en Santiago de Cuba. La segunda, se encuentra colocada en el interior del Palacio de los Capitanes y Generales, actual museo de la Ciudad de La Habana.
De allí tomaron de seguro - a falta de los originales - los Dres Hortensia Pichardo y Fernando Portuondo el texto de ambos documentos y de otros similares relacionado con el Padre de la Patria y escritos por él en esos mismos días, con objeto de incluirlos en el tomo I de su imprescindible obra Carlos Manuel de Céspedes. Escritos, publicada en La Habana, por la Editorial de Ciencias Sociales, en 1974.
Pero veamos, con objeto de comprender la importancia de ambos documentos, cuya localización, expertización y posterior estudio y divulgación de su contenido por especialistas competentes en la vida y la obra de Céspedes y, sobre todo, su futura devolución al patrimonio de la nacional cubana, pudiera ser un acontecimiento de singular importancia, el marco histórico en que fueron escritos y el valor y trascendencia de su contenido.
Desde el levantamiento independentista ocurrido en Camagüey el 4 de noviembre de 1868, pocas semanas después del protagonizado por Carlos M. de Céspedes, el 10 de octubre de ese mismo año, en su ingenio La Demajagua; habían existido en los campos de Cuba Libre dos gobiernos y dos banderas distintas.
Lo anterior se debía a que los patriotas de Camagüey no querían someterse al mando de Céspedes, que consideraban dictatorial. En este sentido, debemos recordar que el Padre de la Patria entendía que su autoridad debía ser acatada, por haber sido el primero en alzarse en armas contra el poder colonial español y que, solo un mando único, salvaría la unidad de la naciente Revolución.
Finalmente, camagüeyanos, villareños y orientales muy pronto se dieron cuenta que ese estado de cosas no podía continuar, ya que perjudicaba a la Guerra de Independencia de los cubanos contra España dentro, en su organización, y fuera, en su prestigio. Como por encima de estas diferencias imperaba entre los patriotas el amor a la Patria y el afán de lograr su independencia, se convocó finalmente en el pueblo libre de Guáimaro una Asamblea, a la que debían acudir los representantes de los tres departamentos de la Isla levantados en armas, con el objetivo de formar un gobierno nacional que rigiera por igual en toda la República los destinos de los cubanos.
Los días 10, 11 y 12 de abril de 1869, seis meses después del inicio de contienda libertadora, los principales jefes y representantes de los revolucionarios cubanos se reunieron en el poblado de Guáimaro, compuesto de unos mil habitantes y situado aproximadamente a unas doce leguas del Camagüey, como solía decirse entonces, con el objeto de organizar y legitimar jurídicamente el levantamiento armado.
Objetivo fundamentar de la reunión fue lograr la unidad necesaria para continuar la guerra y proveer a la revolución de una organización política y jurídica. Por estos propósitos, escribía nuestro Héroe Nacional José Martí, estaba Guáimaro más hermosa que nunca (…) había mañana y feria de almas (…) las tiendas rebosaban (…) la calle era cabalgata (...) todo era color y jolgorio”.
¿Por qué fue escogido Guáimaro – se han preguntado más de una vez los historiadores - para sede de este importante cónclave?
En primer lugar, hay que apuntar que en el vasto territorio del Camagüey no existía una nutrida concentración de tropas españolas, por lo que desde que se inicia la guerra y hasta bien avanzado el año 1870, las tropas mambisas dominan el mismo. Además, estaba el hecho de que Guáimaro constituía un punto relativamente intermedio entre Las Villas y Oriente.
Por otra parte, existe otro elemento que – como bien han hecho notar prestigiosos historiadores cubanos - de seguro influyó en que Camagüey fuera la sede de esta reunión: la solidez intelectual de los patriotas camagüeyanos que encabezan el alzamiento, unida a su capacidad negociadora para lograr el consenso entre todos.
Así, la mezcla de figuras de recia estirpe y sólida formación cultural, como es el caso de Salvador Cisneros Betancourt, con otras de la talla de Ignacio Agramonte, El Mayor, que – como Céspedes - había realizado estudios de Derecho en Barcelona y se había nutrido de las ideas políticas más avanzadas del momento, conformaron un fundamento intelectual peculiar, que influyó decisivamente en el rumbo posterior que tomó la gesta independentista.
En la Asamblea de Guáimaro se proclamó la República de Cuba en Armas así como la Constitución que la regiría, la cual se gestó en un proceso de apenas tres días, ya que se inició el 10 de abril en horas de la mañana y culminó el día 12 con la toma de posesión de los cargos. El texto se redactó el propio día 10, durante las horas que transcurrieron entre la culminación de la sesión en la mañana y las cuatro de la tarde en que se reanudó la asamblea. Fueron sus redactores Antonio Zambrana e Ignacio Agramonte .
Del contenido del texto resaltan los siguientes aspectos: establece en el preámbulo una concatenación entre soberanía nacional, representación, pueblo libre e Isla de Cuba, que constituye signo de identidad de la nacionalidad cubana en formación; reconoce la libertad como derecho; provee a la revolución de una fisonomía republicana y civilista; instituye un sistema de órganos (Cámara de Representantes-Presidente- Secretarios de Despacho), de los cuales la Cámara poseía las máximas atribuciones y subordina el mando de las operaciones militares al poder civil.
Durante las sesiones de la Asamblea fueron aprobados asimismo los principales símbolos patrios (la bandera, escudo y el himno) y fue electo el primer gobierno de Cuba Libre, siendo designado, el 11 de abril de 1869, como Presidente de la República en Armas Carlos Manuel de Céspedes, quien después de un breve discurso – uno de los documentos que motivó este artículo -, se desprendió las insignias militares de su traje y las puso a disposición de la Cámara.
En su breve pero contundente alocución, dirigida al pueblo de Cuba y publicada por el periódico La Revolución de Nueva York, como ya hemos dicho, el 22 de mayo de 1869, el Padre de la Patria, luego de llamar a los presentes Compatriotas, expresó:
“La institución de un gobierno libre en Cuba, sobre la base de los principios democráticos, era el voto más ferviente de mi corazón. Bastaba, pues la efectuada realización de este voto para que mis aspiraciones quedasen satisfechas y juzgara sobradamente retribuidos los servicios que, con vosotros, haya podido prestar a la causa de la independencia cubana.
Pero la voluntad de mis compatriotas ha ido mucho más allá, echando sobre mis hombros la más honrosa de las cargas con la suprema magistratura de la República.
No se me oculta la múltiple actividad que requiere el ejercicio de las altas funciones que me habéis encomendados en estos supremos momentos, a pesar del importante concurso de los demás poderes. No desconozco la grave responsabilidad que he asumido al aceptar la presidencia de nuestra naciente república. Sé que mis flacas fuerzas estarían lejos de hallarse a la medida de una y otra, si quedasen abandonadas a sí solas.
Pero no lo estarán; y esta convicción es la que llena de fe en el porvenir.
Cuba ha contraído, en el acto de empeñar la lucha contra el opresor, el solemne compromiso de consumar su independencia o perecer en la demanda: en el acto de darse un gobierno democrático, el de ser republicana.
Este doble compromiso, contraído ante la América independiente, ante el mundo liberal, y lo que es más, ante la propia conciencia, significa la resolución de ser heroicos y ser virtuosos.
Cubano: con vuestro heroísmo cuento para consumar la independencia. Con vuestra virtud para consolidar la República.
Contad vosotros con mi abnegación”.
Poco después, quizás ese mismo día, se daba a conocer la Proclama de despedida A los habitantes y Ejército Libertador de los Departamentos Oriental y Occidental (En ocasión de constituirse la República y Despojarse del cargo de General en Jefe y Encargado del Gobierno Provisional), publicada también por el periódico La Revolución de Nueva York conjuntamente con el discurso que ya hemos reproducido, en su citada edición del 22 de mayo de 1869.
Esta circunstancia y el hecho de que aparezcan ambos también juntos y en los mismos folios en los manuscritos aparecidos en Barcelona en el 2007, nos induce a pensar que fueron redactados de conjunto por Céspedes el mismo día, posiblemente el 10 de abril, como indica la fecha de la proclama, quizás cuando estuvo seguro de su elección como Presidente de la República de Cuba en Armas. En este sentido, conviene decir que, según nos comentó Monseñor Carlos M. de Céspedes en la entrevista que sostuvimos con él en su Parroquia de La Habana en junio de 2009, su ilustre bisabuelo solía escribir previamente, a pesar de que era un buen orador, como muchos otros patricios e intelectuales de su época, los discursos que él consideraba importantes o transcendentales, como es el caso del que nos ocupa. En la Proclama, mucho más extensa que la alocución, luego de llamar a sus antiguos subordinados conciudadanos – no era la primera vez que lo hacía, recordemos que así los llamó en su discurso del 10 de octubre de 1868 en su ingenio La Demajagua - y soldados de la Patria, les informa que, el aceptar el cargo de Presidente de la República de Cuba lo lleva a deponer sus cargos de General en Jefe de los Departamentos Oriental y Occidental y de Encargado de su Gobierno Provisional. Así mismo, les alerta de que la Cámara de Representantes, con sede en Guáimaro es, desde el momento de su constitución, la única y suprema autoridad para todos los cubanos.
Después del 12 de abril, fecha en que cesaron las sesiones de la Asamblea, Guáimaro continuó siendo sede de los poderes revolucionarios. Por tal motivo, su nombre y todo cuanto ocurría en el poblado constituía noticia diaria en los periódicos integristas de La Habana, los cuales exigían con frecuencia a las autoridades coloniales que organizaran mayores y más efectivas operaciones militares contra los insurrectos.
En el mes de mayo de 1869, creyendo los patriotas del poblado, con razón, que los españoles reorganizaban sus fuerzas con objeto de recuperarlo, prefirieron entregarlo a las llamas, antes que al enemigo lo tomara y lo mostrara luego, como prenda de la debilidad de la Revolución iniciada por Céspedes. El día 10 del propio mes y año, en la mañana, se acopió en la plaza pública todo lo que pudiera servir de combustible. El incendio comenzó muy pronto y se fue extendiendo a otras partes del pueblo.
Por eso, “[…] cuando cerró la noche, se reflejaba en el cielo – afirmó nuestro Héroe Nacional José Martí - el sacrificio. Ardía, rugía, silbaba el fuego grande y puro; en la casa de la Constitución ardía más alto y bello”.
El 27 de octubre de 1873, cuatro años después de que fuese elegido en Guáimaro Presidente de la República de Cuba en Armas, víctima de las contradicciones y el regionalismo que imperaban en el seno de contienda que él mismo inició, fue depuesto Carlos M. de Céspedes de su cargo por los miembros de la Cámara de Representantes.
Despojado de todo mando, visiblemente envejecido y casi ciego, el Padre de la Patria solicitó autorización -que le fue negada- para irse al extranjero. Pudo embarcar sin permiso del gobierno insurrecto, pero él, siempre disciplinado, no saldría de Cuba como un desertor.
En la noche del 23 de enero de 1874 llegó el ex presidente de la República en Armas a la Prefectura de Guaimaro. Ubicada en el corazón de la Sierra Maestra, dicha propiedad había sido establecida allí para el sostenimiento de inválidos y mujeres de la revolución. Hasta allí llegó acompañado tan solo por su hijo Carlos y una reducida escolta.
El 27 de febrero de 1874, como consecuencia de una delación, San Lorenzo fue invadida por fuerzas españolas. El patriota bayamés, al percatarse de la presencia del enemigo, corrió desde el bohío en que se encontraba de visita hacia el monte, seguido de cerca por los atacantes, quienes le pedían a gritos que se entregara. Carlos Manuel de Céspedes no quiso permitir que los peninsulares lo llevaran prisionero y como trofeo de guerra consigo e hizo frente, sólo y con su revólver, a los enemigos que se le encimaban. Mas, herido de muerte, cayó en un barranco
"Así terminan los días de quien defendió la libertad con su vida. A partir de ese momento, y hasta hoy su figura se enaltece. Más que sus actos públicos y los rasgos de su atractiva personalidad, será su pensamiento la piedra angular sobre la cual se edificarán los conceptos republicanos; en él está la génesis de la historia de la Patria y de las virtudes cívicas del Estado y del Pueblo", escribiría sobre este cubano insigne el historiador Eusebio Leal Spengler en su libro El Diario Perdido.
Ciento cuarenta años después de haber sido escritos, los originales de la Alocución pronunciada por el Padre de la Patria en Guáimaro al ser nombrado Presidente de la naciente República de Cuba en Armas el 11 de abril de 1869 y la Proclama de despedida A los habitantes y Ejército Libertador de los Departamentos Oriental y Occidental (En ocasión de constituirse la República y Despojarse del cargo de General en Jefe y Encargado del Gobierno Provisional), constituyen - por su contenido, alcance y transcendencia - cimientos indispensables de la nación cubana.
Por tal motivo, continuaremos trabajando, con la ayuda de amigos y colaboradores, hasta lograr que un día no muy lejano estos documentos, los cuales no sabemos a ciencia cierta cómo fueron a parar a manos de la referida familia barcelonesa, algunos de cuyos antepasados tuvieron alguna relación con la historia colonial de la Isla – quizás como trofeo de guerra, aunque resulta aventurado afirmarlo - sean devueltos a la nación cubana para formar parte indisoluble de su patrimonio para siempre.
*] Historiador de la Ciudad de Cárdenas. Miembro de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC) y de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC).