domingo, 27 de enero de 2013

En el 160 aniversario del natalicio de nuestro Heroe Nacional: El día que engañaron a Martí

Por: Ernesto Alvarez Blanco
En los primeros días de enero de 1892, pocos meses después de que el pintor sueco Herman Norman le realizara su conocido retrato al óleo, José Martí se hallaba por primera vez en Cayo Hueso, sitio al que había llegado a finales del año anterior, cumplimentando la invitación que le había formulado un Comité integrado por un grupo de valiosos patriotas cubanos asentados en este pedazo de la geografía norteamericana. El arribo de Martí al Cayo se había producido el 25 de diciembre de 1891 a bordo del vapor “Olivette” . Lo acompañaban representantes de la Liga Patriótica, del Club Ignacio Agramonte y de otros organismos oficiales revolucionarios que se hallaban ya en funciones. Según Gerardo Castellanos G., hijo de Gerardo Castellanos Lleonard, eficaz colaborador de Martí, aquel fue un “... día de gala y contento” para los habitantes del peñón. Tanto fue el entusiasmo de la colonia cubana existente en el Cayo que: “Los hogares se vaciaron sobre las calles. No hay exageración en decir que la absoluta mayoría de cubanos se hallaba en los muelles esperando la llegada del Olivette. En las casas lucían cortinas y banderas. Presentes estaban todas las agrupaciones revolucionarias, con gallardetes y estandartes. Delante del club Patria y Libertad, a iniciativa de Serafín Bello, iba una banda de música. A las cuatro de la tarde sonó la sirena del vapor, que navegaba empavesado en honor del ilustre pasajero y sus acompañantes. En las bordas asomaban los colaboradores rodeando al Maestro, que venía envuelto en un abrigo y al descubierto la cabeza. Sonaron las músicas. El clamoreo llenó los ámbitos. Los corazones reverberaban de entusiasmo y emoción”. Martí fue recibido en el muelle por una multitud enardecida. El primer saludo se lo rindió José Francisco Lamadriz, venerable anciano de blancas barbas que venía actuando como Presidente de “La Convención” y que era, además, presidente del cayohuesero Club San Carlos. Ambos patriotas se unieron en un fraternal abrazo. Lamadriz, respondiendo a la frase de Martí: Saludo a la revolución pasada, le expresó: Abrazo a la nueva revolución. A partir de este momento se suceden durante los últimos días de diciembre de 1891 las actividades del Maestro en el Cayo. Todos quieren oírlo, abrazarlo, darle la mano o un beso, compartir con él una velada o tenerlo de huésped en su casa y/o en su club. Entre este numeroso grupo de admiradores se hallan dos humildes tabaqueros radicados en el Cayo: Francisco Javier Valdés, niño expósito nacido en La Habana el 3 de enero de 1867, y el pintor aficionado Luis Salazar. Ambos estaban muy lejos de pensar que muy pronto serían testigos y protagonistas de un singular suceso histórico. El 4 de enero de 1892, como parte de las numerosas actividades revolucionarias realizadas por Martí durante su estancia en el peñón y: “para dejar el terreno del Cayo completamente abonado y sembrado, sucediéronse las triunfales etapas de visitas a las fábricas de tabaco. Porque los tabaqueros y demás obreros, iban a ser los más esforzados auxiliares de la causa, era preciso tocarlos con la vara mágica martiniana”. En esta jornada memorable, durante la cual concurre también el club “Patria y Libertad”, sitio en el que pronuncia un vibrante discurso; el coche en que viaja Martí, rodeado de una comitiva integrada por más de 100 patriotas y escoltado espontáneamente por un niño abanderado montado en un caballo negro, arriba primeramente a la fábrica de tabacos propiedad del millonario Eduardo H. Gato, edificio de madera gigantesco que los cerca de 700 obreros que en él laboran habían engalanado con cortinas multicolores y banderas cubanas. De allí, y luego de hablar a los obreros y de recibir como obsequio un crucifijo elaborado por los tabaqueros con conchas y caracoles y un ánfora de plata, es llevado en andas de triunfo a las tabaquerías de Ellinger y Nichols. En ambas, Martí es clamoreado por un entusiasta aluvión de oyentes que no se pierden ni una sola de sus palabras. Seguidamente, es conducido por una multitud cada vez más numerosa al taller “La Rosa Española” , propiedad de la firma Seidenberg y Company y que estaba compuesto de unas seiscientas mesas, que poco antes de su llegada habían sido puestas “en vapor” , dejando el centro libre con objeto de que el Maestro hablara sobre la tribuna de cajas de cartón que los tabaqueros le habían improvisado. Poco antes, el ya citado Francisco Javier Valdés, empleado de esta fábrica, junto a otros 19 tabaqueros, habían logrado reunir 40 pesos con objeto de obsequiárselo al Apóstol para que se comprara un traje nuevo, pues se habían percatado que el de color negro que vestía desde su llegada al Cayo tenía ya “... vislumbres verdosos”. Reunido el dinero, acordaron que este le sería entregado por las despalilladoras, como un obsequio de todos y “... sin herir su dignidad”. Y así se hizo, al llegar el Maestro a la entrada del Taller las despalilladoras encargadas de recibirlo le entregaron, antes de que entrara al salón en donde lo esperaban impacientes los obreros, el sobre con el dinero. Al penetrar en el recinto, recordará Francisco Javier Valdés años más tarde a instancias del Dr. Antonio M. Maicas y Domínguez, quien fuera Historiador de la Ciudad de Cárdenas, una: “... ovación conmovió el edificio... El Apóstol taimadamente se fue acercando a la mesa que rotulaba Patria , y antes de comenzar su trepidante discurso, hijo de la profunda emoción que sentía, dijo: Cubanos, mis compatriotas, hoy es día grande para mí, pues Uds. Me han proporcionado la oportunidad, que nunca tuve, de dar dinero mío para la Patria... Y ante el asombro de todos lanzó en la alcancía el sobre con los cuarenta pesos... La clamorosa ovación que acompañó el hecho solemne y sencillo todavía resuena en mis oídos...” No obstante, antes de que abandonara el Cayo y gracias a la sagacidad de Valdés y sus amigos, Martí tuvo un traje nuevo; pues los tabaqueros, convencidos de que para lograr sus propósitos no había más remedio que engañar al Apóstol, así lo hicieron. Ayudado por los Pedroso , de quienes “... Martí fue su constante huésped” , Francisco Javier Valdés y otros cubanos le tomaron las medidas a Martí - según el propio Francisco Javier Valdés, encargado de revelarnos esta casi desconocida anécdota del Maestro - entre: “... sobresaltos y temores y, días después tenía su flamante traje nuevo! ¡La emoción lo ahogaba y sólo exclamó! : ¡Cubanos, ¡ay mis queridos cubanos!. ¡Habíamos engañado al Apóstol! ”. Volviendo a la visita a “La Rosa Española”, debemos decir que en opinión de varios de sus más conocidos biógrafos, durante el discurso pronunciado el 4 de enero de 1892 en aquella manufactura, “... cuyo encargado peninsular no vaciló en abrazar al cubano que predicaba una guerra sin odio” , Martí “... elevó los quilates de su genio. Y arrastra a los oyentes”. Así mismo, mientras hablaba desbordó en más de una ocasión: “... su verbo elocuente y su inmenso patriotismo, ante el frenesí de los cubanos tabaqueros que le oíamos con unción y de los norteamericanos y aún... de los asombrados españoles. ! ”. Fue este hecho quizá, el que animó a Luis Salazar, trabajador de esta fábrica y como ya hemos dicho pintor aficionado, a solicitar y obtener del Maestro – por encargo de Francisco Javier Valdés - la autorización para hacerle un retrato al óleo, mientras este hablaba desde la improvisada tribuna. Así nació un retrato que no tiene grandes pretensiones artísticas pero sí una carga sentimental y patriótica incalculable. La obra – en opinión de varios pintores y especialistas que la han expertizado – fue terminado con posterioridad por el artista en la soledad de su habitación. De este modo, y gracias a la grandeza de Martí que permitió a un humilde tabaquero retratarlo “... del natural” , nació el otro óleo para el que posó el Maestro.


"De amar las glorias pasadas se sacan fuerzas para adquirir las glorias

nuevas".

José Martí



“… la HISTORIA NOS AYUDARÁ A DESCUBRIR LOS CAMINOS DE HOY Y DE MAÑANA, A MARCHAR POR ELLOS CON PASO FIRME Y CORAZON SERENO Y A MANTENER EN ALTO LA ESPERANZA (...)”.

RAMIRO GUERRA