martes, 5 de noviembre de 2013
A propósito de conmemorarse hoy aniversario del estallido de la rebelión esclava de Triunvirato: Las sublevaciones de esclavos ocurridas en la Jurisdicción de Cárdenas entre 1842 y 1843.
Por: Ernesto Alvarez Blanco.
Los años 1842 y 1843, serán testigos de las sublevaciones de esclavos más importantes que se suceden en la región, como consecuencia directa de la intervención de los cónsules ingleses y de otros abolicionistas, en la preparación y organización de las revueltas, que van a tener su punto culminante en 1844, al ser descubierta la llamada “Conspiración de la Escalera”. Esta última, involucró a numerosos negros mulatos libres así como, a cientos de esclavos, no sólo de la zona cardenense, sino también, de varias comarcas matanceras.
Detrás de amabas rebeliones estuvo siempre, como ya hemos dicho, la mano de los cónsules ingleses en la Isla y de sus colaboradores, según se desprende de las numerosas comunicaciones que sobre el tema, conservan archivos de Cuba e Inglaterra. A estos funcionarios atribuyen, los investigadores que se han ocupado del tema, no sólo haber instigado y apoyado materialmente los levantamientos, sino también, la causa fundamentalmente del fracaso de todas y cada una de ella, pues traicionando a los negros y mulatos libres y a los esclavos complotados, al cambiar radicalmente su política abolicionista: “… se dedicaron a delatar - en opinión del periodista e investigador matancero Reynaldo González Villalonga - los planes que, aparentemente, prepararon en contra de España. Ahí se resume el revés del Alcancía, el Triunvirato y la Escalera”. (8)
Los preparativos para levantar al unísono a varias dotaciones matanceras, movimiento que tenía intenciones de extenderse por todo el país, fue iniciado - al parecer - por el expulsado Cónsul Inglés Mr. Turmbull desde 1842 o quizás antes. Una prueba de nuestras afirmaciones, son las noticias que desde la Habana envía en abril de 1843 Joseph Tucker Crawford, Cónsul inglés en la Capital de la Isla al Conde de Aberdien, Ministro de Relaciones Exteriores de Inglaterra. Según Crawfond, acababa de recibir la visita de un hombre negro, nombrado Juan Rodríguez, quién gozaba de cierta respetabilidad, el cual le preguntó por Mr. Turbumll, el cual había prometido a la población de la raza negra y a los mulatos de la Isla, armas y municiones para que se liberaran ellos mismos.
Según Juan Rodríguez: “… el 4 de abril de 1842 el había entregado a Mr. Turmbull un documento en el que le solicitaba esa asistencia y se le había prometido que llegaría alrededor de marzo de este año, por lo cual estaban todos preparado para el alzamiento (…)”. (9).
Conviene hacer notar, que cinco días antes de los sucesos ocurridos en Cárdenas en marzo de 1843, el citado Juan Rodríguez había enviado una carta al Cónsul Crawford, pidiéndole las armas y municiones que había prometido a los suyos Mr Turmbull, pues ya tenia: “… comprometidas las comisiones que diariamente bienen (sic) de todas partes, pues (…) bibimos (sic) muriendo.” (10)
Al parecer las comisiones de que habla en sus cartas el negro libre Juan Rodríguez - seudónimo utilizado por Miguel Flores, segundo hombre en autoridad en los planes conspirativos - eran parte del llamado Comité de Hombres de Color (también conocido como Comité de Negros y Mulatos). Este Comité tuvo durante los primeros meses del año 1843, a varios agentes visitando los lugares a los que otros habían ido con anterioridad, para llevar instrucciones precisas de Mr Cockine, Vicecónsul Inglés en la isla, a los líderes de la sublevación; a quienes se hizo saber, la imposibilidad de lograr un resultado favorable para la misma en ese momento, puesto que no se contaba con el apoyo (léase con la riqueza y el poder) de ningún segmento de la población blanca.
A pesar de la contra orden dada por Mr Cockine, el levantamiento se produjo a fines de marzo de 1843 en varias dotaciones cardenenses, como consecuencia de la iniciativa - según el ya mencionado Vicecónsul inglés - de un: “… empecinados, desconocido para él, que (…), engañó a los ignorantes esclavos de esas plantaciones con promesas que no podía cumplir” (11). Al respecto, Mr. Cockine afirmó que, de no haber sido por su intervención en el asunto, “… habría tenido lugar un alzamiento general de negros y mulatos libres en toda la Isla”. (12)
Por otra parte, Joseph Tucker Crawford, Cónsul de Inglaterra en Cuba, en su ya citada comunicación del mes de abril de 1843 al Conde Aberdien, Ministro de Relaciones Exteriores de Inglaterra, le hace saber a este, que lo ocurrido en la zona de Cárdenas, en marzo de este mismo año, había sido consecuencia de la acción de: “…un grupo que pertenecía a la insurrección combinada, y que él, que había estado a cargo de la organización de ese pretendido alzamiento no podía, por mucho más tiempo, satisfacer el clamor de aquellos que creían que la ayuda prometida debe estar cerca (…)”. (13)
Tres años más tarde, en 1846, Cockine envió, con una carta fechada en Caracas, Venezuela el primero de octubre, una comunicación en la que explicaba al citado Ministro de Relaciones Exteriores de Inglaterra, que la rebelión ocurrida en Cárdenas, en marzo de 1843, había sido consecuencia de la labor que había realizado en toda la Isla el Comité de Hombres de Color, comisión que:
“… había elevado el espíritu de la rebeldía hasta un punto en que no era fácil impedir que se desatara, como lamentablemente ocurrió en Cárdenas, en una abierta insurrección, y para hacer justo conmigo mismo, debo aclarar de la manera más solemne - dice Cockine - que hice cuanto pude para impedir un levantamiento general del pueblo de color por toda la Isla, y creo solemnemente que de no haber sido por mi esfuerzo personales había ocurrido.
(...)
El levantamiento que tuvo lugar en Cárdenas el 29 ó 30 de marzo de 1843 fue el resultado de la independencia de un hombre empecinado que yo no conocía personalmente, que engañó a los pobres esclavos, ignorantes y degradados con promesas que en la posición aislada en la que entonces se encontraban no podían realizar”. (14)
Según la mayoría de los historiadores e investigadores consultados, la sublevación de los esclavos del ingenio “Alcancía” y la de los trabajadores de las obras del ferrocarril de Cárdenas a Júcaro, se inició en la noche del 27 al 28 de marzo de 1843; cuando los 254 negros esclavos del ingenio “Alcancía” (15), propiedad de Don Joaquín de Peñalver, se levantaron en armas. Luego, atacaron e incendiaron en ingenio “Santa Rosa”, de Domingo de Aldama.
Con posterioridad, se dirigieron a los ingenios “La Luisa”, “La Trinidad” y “La Aurora”, cercanos a la “Alcancía”, y exhortaron a sus dotaciones a seguirlos en el empeño de conseguir su libertad. Machetes en mano, luego de derrotar a sus amos y al personal represivo de sus respectivos ingenios, los esclavos se encaminaron al cafetal “Moscú” y al rancho de cría de caballos “Ranchuelo”, en donde invitaron a sus hermanos de infortunio a sumarse a la revuelta.
También, en la noche del 27, se sumaron a la sublevación 160 esclavos que construían las líneas del ferrocarril de Cárdenas a Júcaro, los cuales se alzaron todos, unidos como un solo hombre. Estos esclavos se hallaban en un almacén de Depósito, situado al este del pueblo, cerca del camino que conducía al poblado de Bemba (hoy Jovellanos).
Causa fundamental del fracaso de la sublevación fue la rápida actuación de un nutrido batallón de lanceros que destrozaron por separado, impidiendo que se unieran, los grupos conformados por los esclavos de las dotaciones y por los que laboraban en las obras del ferrocarril de Cárdenas a Júcaro. “De este modo, a pesar de la fuerza lograda por la sublevación - apunta el investigador Jorge Quintana - las autoridades españolas pudieron restablecer el orden, a la manera de la época, degollando, ahorcando y cometiendo otras tantas tropelías con los negros”. (16)
Entre los muertos en desigual combate y los asesinados en los Barracones cayeron, como consecuencia de la sublevación, 132 esclavos, cientos de ellos fueron azotados y solo unos pocos, huyeron a los montes, en donde se comprobó, poco después, que unos 40, se habían ahorcado. No obstante, a pesar de haber fracaso en sus propósitos, la sublevación de esclavos ocurrida en Cárdenas en 1843, se distinguió - al decir del investigador matancero Israel Moliner “... por el proceso conspirativo previo y su repercusión” (17).
Muy interesante, a pesar de la visión triunfalista que ofrece, es testimonio que de la sublevación recogió en su libro “Notas sobre Cuba” el médico norteamericano John Wurdemann el cual halló, durante la visita que realizó a Cárdenas en el invierno de 1843, a los vecinos del poblado muy excitados todavía, a causa de la reciente sublevación.
“Cada hombre - apunta el Dr. Wurdemann en su libro - tiene una hazaña que contar de sí mismo o de un amigo, y el único blanco herido, in irlandés bebido, que había cargado en sólo contra un grupo de los insurrectos, era aún objeto de interés para los ciudadanos, aunque solo uno, y para eso un extranjero, le proporcionó albergue y alimentación.
La insurrección, como todas en los países que poseen esclavos, fue de carácter local, y se limitó sobre todo a una sola tribu de negros, los lucumíes o ashantis. Se alzaron en número de un millar en 6 ó 7 ingenios, y después de matar a tres hombres blancos y a varios negros que defendieron a sus amos, afluyeron a una tienda a celebrar su conciliábulo y decidir sobre su siguiente reacción. Entre tanto se reunieron alrededor de 40 monteros, armados de espadas y escopetas, y atacaron la turbamulta y la hicieron huir a los bosques, donde los jinetes no pudieron seguirlos, pero sí contenerlos, hasta que fueron reforzados por unos 400 blancos más. La batalla comenzó ahora en serio, pero fue pronto, porque sólo se combatió de un lado. Los negros se acobardaron y dispersaron por el bosque, y muchos de ellos, en su desesperanza, se ahorcaron de las enredaderas que aquí crecen en gran número de los árboles. Tan decididos, en verdad, estaban a destruirse así mismo, que, parándose debajo de las ramas de las que los bejucos pendían, se enrollaban éstas alrededor de cuello, y después, alzando los pies del suelo, se estrangulaban: en un solo árbol se encontraron más de 20 así suspendidos. Todo el asunto fue dominado antes que llegaran las tropas regulares de Matanzas, pero la carnicería prosiguió, y para evitar más destrucción de vidas, las autoridades ofrecieron un cuarto de doblón por cada negro prisionero. El parte oficial informó unos 150 muertos, pero se cree que dos veces ese número fueron masacrados, pues los dueños de los esclavos muerto ocultaron su número a causa de los gastos legales consiguiente a la investigación del asunto, pagando en proporción a los negros matados”. (18)
Esta última información explica quizás, el por qué los historiadores han trabajado este tema con anterioridad a la divulgación en Cuba del libro de Wurdemann, habían considerado como veraces las cifras, de poco más de un centenar de muertos, que ofrecen los documentos y partes oficiales de la época.
Refiriéndose a los efectos causados por la sublevación entre los hacendados y pobladores cardenenses el Dr. Wurdemann relata, en su ya citado libro, que:
“Al principio, las mujeres y los hijos de los monteros de la vecindad del estallido manifestaron gran temor, pero tan pronto como fueron retirados a un lugar seguro, los hombres se reunieron y enseguida acabaron con la insurrección. Durante una visita que hice al distrito, cuando aún había gran número de insurrectos, ni siquiera las señoras de la casa en que yo paraba mostraban miedo, y el trabajo de la plantación, sita a solo 5 millas de las destruidas, se efectuaba con regularidad usual. Todo el asunto derivó de la laxa disciplina de los esclavos, a quienes se permitía apuntar en las vallas de gallos y visitar a los negros de las otras plantaciones. Tan mal eran gobernado en una hacienda, que, aunque el año anterior habían asesinado a un mayoral blanco, se echó tierra al asunto por la influencia del propietario y su recompensa fue la pérdida de casi un ciento de sus esclavos” (19)
A pesar de que el Dr. Wurdemann enmascara las verdaderas causas de la insurrección – los abusos y maltratos a que eran sometidos los esclavos en las haciendas y plantaciones comarcanas y las condiciones deplorables en que estos vivían - no deja de reconocer que está insurrección, fue una de la más extensa ocurridas en la Isla. (20)
Más adelante, el Dr. Wurdemann trata de trasmitir a sus lectores la seguridad de que, sucesos como las reseñadas por él, no volverán a ocurrir jamás ni en la zona de Cárdenas ni en ningún otro lugar de la Isla porque, según sus apreciaciones, Cuba no tenía nada que temer por entonces “... de sus esclavos cualquiera que sea la influencia que sobre su seguridad puede ejercer en lo adelante su creciente población de color libre”. (21)
Sin embargo, el médico norteamericano se equivocaba con creces pues, el año siguiente, Cárdenas, junto a otras regiones azucareras cubanas se vio involucrada en la llamada “Conspiración de la Escalera”, la cual estalló, a pesar de las medidas tomadas en la segunda mitad del año 1843 y en los primeros meses de 1844 por el Capitán General Leopoldo O´Donell, en ese último año.
Las previsiones a que nos referimos, fueron recomendadas a las autoridades y hacendados cardenenses y de otras regiones del país, por el propio Capitán General O´Donell, el cual se trasladó a finales de 1843 a Matanzas y a Cárdenas, con el objeto de averiguar las causas de las frecuentes insurrecciones de esclavos en ambas comarcas, pero solo obtuvo, al decir de José Ahumada y Centurión en su “Memoria histórica - política de Cuba”: “… la convicción del sincero deseo de paz que animaba a los habitantes y la confianza de que el orden se mantuviera inalterable”. (22)
La visita de Leopoldo O´Donell a la región matancera y, muy especialmente, a Cárdenas, fue consecuencia, además, de la necesidad que tenía el Capitán General de la Isla de desmentir:
“… los rumores esparcidos por el Heráld. de New York, acerca de una sublevación de negros en Cuba y Puerto Rico (11 de junio de 1843) y las noticias de una conspiración urdida por los negros, para la época de la zafra, en el Distrito de Matanzas.
Lo que me admira, decía el General O´Donell, es que una conjuración tan vasta que abraza una porción tan considerable de fincas, que ignoro si todo el país, se haya preparada y extendido en el espacio de tres años, sin que mi antecesor, el General Valdés, la haya siquiera sospechado”. (23)
O´Donell fue recibido en Cárdenas por un numeroso grupo de peninsulares y de personas vinculadas al gobierno local, conferenciando con ellos en la casa de Tomás Fernández de Cossio. A todos: “…aconsejó medidas para evitar levantamientos, encareció la necesidad de rigor para domeñar la soberbia de los negros y reunió datos y antecedentes acerca de la vida, costumbres, tratamiento y aspiraciones de la raza negra”. (24)
Como consecuencia del estallido rebelde, el Tribunal de la Comisión Militar formado para averiguar las causas de la insurrección de los esclavos acordó, el 14 de diciembre de 1843, elevar el Capitán General O´Donell, una censura contra el Capitán Pedáneo de Cárdenas por su falta de previsión, requisito indispensable para ejercer el cargo público que ostentaba.
"De amar las glorias pasadas se sacan fuerzas para adquirir las glorias
nuevas".
José Martí“… la HISTORIA NOS AYUDARÁ A DESCUBRIR LOS CAMINOS DE HOY Y DE MAÑANA, A MARCHAR POR ELLOS CON PASO FIRME Y CORAZON SERENO Y A MANTENER EN ALTO LA ESPERANZA (...)”.
RAMIRO GUERRA