jueves, 27 de agosto de 2015
Sergio Arce: Fe protestante en medio de la revolución.
Su ejemplo espiritual y teológico queda ahí, como un reto para las nuevas generaciones de militantes de la fe preocupados por el cambio social y la justicia.
Por: Leopoldo Cervantes-Ortiz.
Tomado de http://protestantedigital.com/cultural/37156/Sergio_Arce_Fe_protestante_en_medio_de_la_revolucion
Con el fallecimiento de Sergio Arce Martínez el 25 de agosto de 2015 en Varadero, la Iglesia Presbiteriana-Reformada en Cuba y el protestantismo latinoamericano y caribeño en general pierden uno de sus fundadores teológicos más renombrados y controversiales.
Nacido en Caibarién el 31 de marzo de 1924, formó parte, al lado de otras figuras como Richard Shaull (1919-2002), Federico Pagura (1923), Mortimer Arias (1924), Joaquim Beato (1924-2015), José Míguez Bonino (1924-2012) y Emilio Castro (1927-2013), de una generación que debió enfrentar algunas de las transformaciones más profundas de las sociedades y las iglesias latinoamericanas.
En su caso, la revolución lo marcó para siempre, pues le exigió una respuesta cristiana coherente y sistemática que aparece en prácticamente todos sus trabajos escritos.
Cursó estudios teológicos en Puerto Rico y Princeton, donde se doctoró en Teología. Después de su regreso de Estados Unidos (en 1961), obtuvo el mismo grado en el área de Filosofía y Letras por la Universidad de La Habana: La Universidad Carolina de Praga, República Checa, le otorgó el doctorado Honoris causa.
Dirigió el Seminario Evangélico de Matanzas entre 1969 y 1984, y fue secretario general de su iglesia de 1966 a 1985. Participó durante décadas con la Conferencia Cristiana por la Paz. Durante tres legislaturas fue diputado en la Asamblea Nacional del Poder Popular, y fue homenajeado varias veces por su labor política y eclesiástica. En 2009, con motivo de su 85º aniversario, recibió la Medalla de la provincia de Matanzas.
Entre sus obras principales hay que mencionar: La teología como desafío: reflexión y diálogo Consejo Ecuménico de Cuba, 1980; Teología en revolución. Centro de Información y Estudio Augusto Cotto, 1988; La teología como testimonio: reflexiones teológicas desde un contexto revolucionario. FUMEC, 1992; Cuba: un pensamiento teológico revolucionario. Centro de Estudios, Consejo de Iglesias de Cuba, 1992; Las siete y las setenta veces siete palabras. Sermones. Quito, Departamento de Comunicaciones del Consejo Latinoamericano de Iglesia, 1997; Teología sistemática: prolegómenos. Quito, Consejo Latinoamericano de Iglesias, 2002; La misión de la Iglesia en una sociedad socialista, Editorial Caminos, 2004 (reedición de su libro más conocido); y ¿Cómo es que aún no entendéis? (Antología de textos teológicos). Editorial Caminos, 2009; además de una incursión en la poesía: El salmo robado. México, Cencos, 1977, con textos muy cercanos a la huella del hispano-mexicano León Felipe.
En ocasión de sus 90 años, Carmelo Álvarez escribió: “Su teología está cimbrada en un compromiso con la iglesia y la sociedad, que desde su contexto cubano significa ser teólogo en revolución.
Para Sergio hacer teología en contexto es un ejercicio de constante búsqueda, lleno de cuestionamientos, con desafíos intensos y radicales, muchas veces con opiniones polémicas, pero siempre con amor, autenticidad y honestidad. Se podría decir que su vida y pensamiento son un compromiso ético que aspira no sólo a saber la verdad, sino a vivirla”.[1] Sus hijos Dora Ester y Reinerio son ministros de su misma iglesia en la actualidad.
Sobre los inicios de la revolución y su trato con las iglesias, escribió:
Las iglesias protestantes, más cuidadosas y menos pretensiosas [que la católica], no pedían tanto del nuevo régimen. Les interesaba principalmente que no se favoreciese en nada al catolicismo, que las cosas siguieran como antes de la dictadura batistiana, pero sin los favoritismos seculares que había tenido la Iglesia Católica. Varios líderes revolucionarios, surgidos de las filas de las escuelas e Iglesias Evangélicas, ocupaban posiciones prominentes ahora. Apenas antes de la Revolución se había visto cosa parecida y esta coyuntura seguramente balancearía, por lo menos, la influencia de las Iglesias Evangélicas para acrecentar su trabajo en todos los órdenes: misionero, educativo, médico, etcétera.[2]
En enero de 1962, a escasos meses de su regreso de Princeton, Arce llamó desde el púlpito a “redescubrir la vocación cristiana en un mundo y una patria en Revolución”,[3] como parte de una actitud muy diferente de decenas de líderes evangélicos que abandonaron el país.
Fruto de la experiencia de diálogo y acercamiento con la revolución triunfante en 1959 es la Confesión de fe 1977 de la Iglesia Presbiteriana-Reformada, cuyo comité de redacción integró. Se trata de un documento que hizo historia debido al compromiso expreso que manifiesta con la revolución, al mismo tiempo que se sustenta en las bases más reconocidas de la tradición reformada.
Esto último no impidió la controversia que generó, dentro y fuera de Cuba, este documento doctrinal, pues para muchos resultaba excesivamente laudatorio hacia el movimiento revolucionario. Una breve cita puede mostrar las causas de tal escándalo:
La lucha de clases que se manifiesta en La Biblia en la contradicción evidenciada entre opresores y oprimidos, entre “justos” e “injustos, entre ricos que explotan y pobres explotados, junto a la proclamación de Dios, “Hacedor de justicia”, obliga a la Iglesia a aceptar la relación estrecha entre el Reino de Dios por el cual oramos y la realización de la justicia, y por ende, de la paz en el mundo.
La Iglesia proclama que Dios, “Hacedor de justicia”, “permanece en nosotros en el amor”, en el “amor eficaz” que contribuye a que el propósito redentor de Dios para el ser humano se haga realidad compartida por todos a partir de este “ahora” y de este “aquí”.[4]
Sobre Calvino, en ocasión del 500º aniversario de su nacimiento y de la inauguración de un busto suyo en La Habana, profirió palabras lúcidas y críticas que traslucen la pasión que experimentó durante toda su vida por el énfasis reformado de la fe y la teología:
Admitimos que somos dialécticos, negamos, como lo hace el marxista, la tesis de la existencia de dios, del dios de la filosofía idealista, pero, nos seguimos 149 moviendo dialécticamente a la antítesis, a la anti-tesis, a la negación de la negación, por lo que afirmamos la realidad de un Dios a quien nadie conoce, lo cual significa haber arribado a una síntesis cuando sobre Dios hablamos, el Dios de Jesús, de los apóstoles, de Calvino. Así creemos y así lo proclamamos en un día como este, octubre 31, Día de la Reforma Protestante, ante la efigie de Calvino, que ahora ya es Calvino en la Habana, de quien una de sus frases más ignoradas por muchos cristianos, es la que afirma que “el hombre ha sido creado para ser un ser social,” lo cual significa que una vida cristiana individualista, como la de la mayoría de los cristianos no es ni humano, ni cristiano.[5]
Siempre identificado con la llamada “teología de la revolución”, por lo que recibió duros ataques de sectores evangélicos conservadores, coincidió con Shaull en algunos planteamientos que ambos exponen en el volumen De la iglesia y la sociedad, publicado por el movimiento Iglesia y Sociedad en América Latina en 1971. En su texto recogido allí, afirma:
Repetimos: todo momento histórico creativo es momento de grande actividad divina. Luego, todo momento revolucionario es momento altamente divino de creatividad. Mientras más revolucionario más se manifiesta esa actividad divina. La misma fe cristiana es el momento revolucionario por excelencia. El perdón de los pecados y la resurrección de los muertos, como apuntaba Karl Barth, son los dos momentos revolucionarios de la fe cristiana que expresan el carácter trascendente de las revoluciones inmanentes que se han desarrollado a lo largo de la historia humana. Toda revolución verdadera traducirá en la práctica inmanente la verdad trascendente revolucionaria de la fe cristiana, es decir, el perdón de los pecados y la resurrección de los muertos. Dios más que Creador podemos caracterizarlo como Creatividad en sí. Crear es la actividad única de Dios, única en cuanto a la unicidad de su “ser” y en cuanto a la especificidad de su “acción”. Todo análisis de la economía divina, por lo pronto, ha de fundamentarse en el análisis de la actividad creativa de Dios que constituye su propia esencialidad como Dios.[6]
Asimismo, en octubre de 1977 participó junto a Jürgen Moltmann, James Cone, Orlando Costas y Enrique Dussel, entre varios autores más, en el Encuentro de Teologías celebrado en la Comunidad Teológica de México. Su ponencia recibió la reacción de Luis Rivera-Pagán y entre quienes debatieron con él estuvieron Hugo Assmann y Raúl Vidales. Así concluyó:
La fe como tal no es una ideología. Sin embargo, reclama de la iglesia una ideología consecuente con la realidad socio-económica del desarrollo histórico y con las demandas ético-políticas que esa realidad le plantea. La tarea teológica consiste en mediar la comprensión de esa realidad, “interpretarla” para la fe; a la vez que media la ética que esa realidad histórica —que demanda “transformación” o conversión— plantea a la acción de la fe. La tarea teológica actual está abocada al más responsable de los periodos de su historia, que pudiese resultar el más “vivificante” o el más “sepulturero”. La fe cristiana reclama, de por sí, una racionalidad histórica de la esperanza y una operacionalidad eficaz del amor.[7]
Ya se entiende por qué la vida y ministerio de Arce Martínez fueron polémicas, pues trató de entender y dialogar con las circunstancias nuevas que vivió en su país, al cual reconoció como espacio de gracia y bendición, sujeto como todos a los vaivenes ideológicos y culturales, por lo que su opción, discutible para muchos, puede ser vista como una posibilidad efectiva de encarnación de los ideales del Evangelio en un mundo cambiante.
De acuerdo o no con él, su ejemplo espiritual y teológico queda ahí, como un auténtico reto para las nuevas generaciones de militantes de la fe preocupados/as por el cambio social y la justicia.
[1] C. Álvarez, “Sergio Arce Martínez: teólogo en revolución. En sus 90 años”, en Lupa Protestante, 27 de marzo de 2014, www.lupaprotestante.com/blog/sergio-arce-martinez-teologo-en-revolucion.
[2] S. Arce, Teología en revolución, cit. por Caridad Massón Sena, “La Iglesia presbiteriana de Cuba. Una contextualización de la fe (1959-1968)”, La Habana, Cuba, Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana “Juan Marinello”, 2004, p. 8, http://168.96.200.17/ar/libros/cuba/marin/religion.doc.
[3] Ibid., p. 10.
[4] Confesión de fe 1977 de la Iglesia Presbiteriana-Reformada en Cuba. Aprobada en la XI Asamblea Nacional celebrada en Matanzas los días 28 al 30 de enero de 1977. La Habana, Editorial Orbe, 1978, pp. 33-34. La cita corresponde a los parágrafos 4.A.03 y 4.A.04, de la Sección IV: El Reino de Dios y la plenitud de la historia, apartado “La fuerza dinámica de la historia”, Sección IV: El Reino de Dios y la plenitud de la historia.
[5] S. Arce, “Calvino en La Habana”, en Varios autores, Calvino y la teología reformada en América Latina Un panorama. Barranquilla, Alianza de Iglesias Presbiterianas y Reformadas de América Latina-Corporación Universitaria Reformada, 2010, pp. 148-149.
[6] S. Arce, “¿Es posible una teología de la revolución?”, en Varios autores, De la iglesia y la sociedad. Montevideo, Tierra Nueva, 1971, p. 232, http://issuu.com/lcervortiz/docs/de-la-iglesia-y-la-sociedad-1971.
[7] S. Arce, “La tarea teológica actual. Una perspectiva desde la praxis cristiana y el quehacer teológico en Cuba”, en J.-P. bastian y J. Pixley, eds., Praxis cristiana y producción teológica. Salamanca, Sígueme, 1979, pp. 181-182.
miércoles, 26 de agosto de 2015
Amorosa y útil entrega del Fondo de Bienes Culturales en Matanzas.
Por: Jorge Rivas.
Tomado del periódico Trabajadores.
Desde su creación en 1978, el Fondo Cubano de Bienes Culturales (FCBC) se encarga de la promoción y comercialización de las artes visuales dentro del sistema institucional de la cultura, mediante una red de galerías en La Habana y sus filiales provinciales, entre las que se destaca la de Matanzas —con sede en Varadero—, cuya aventajada labor ha hecho acreedores a sus 121 trabajadores de numerosos reconocimientos, como la condición de vanguardia nacional del Sindicato de la Cultura durante varios años. Un rasgo característico de este colectivo —principalmente conformado por los promotores de ventas que radican en las 17 tiendas existentes en los hoteles y otras instalaciones propias del FCBC, así como por especialistas y personal destinado a las tareas de administración y servicios— es la estrecha relación entre estos y su organización sindical, así como con la dirección, responsabilidad que desde hace ocho años ocupa Félix García Ruau, un amigable hombre, sindicalista por convicción propia y cuadro recurrentemente destacado a nivel nacional, quien considera a su gente, como “el más importante e imprescindible sustento de esta institución. Ellos son los principales protagonistas de nuestros méritos”.
Alrededor de mil artistas de la provincia de Matanzas y otros 200 de todo el país comercializan sus obras a través de las diferentes plazas destinadas para ese fin en las numerosas ferias y en algunos hoteles, principalmente en Varadero. De ellos, 529 son artesanos artistas y el resto creadores de las artes plásticas. La totalidad de los trabajadores de la filial del FCBC en Matanzas se encuentra afiliada al Sindicato Nacional de Trabajadores de Cultura (SNTC). Sus aportes en divisas a la salud pública se hallan entre los más altos del país. “También sobrecumplimos los planes en utilidades; tanto en moneda nacional como en divisas. Además, tuvimos una correlación adecuada entre costos y gastos”, puntualizó Félix. El dirigente sindical del FCBC insistió en resaltar la labor de los trabajadores de su entidad, sobre todo los que se desempeñan en emblemáticos centros como los talleres y tiendas de cerámicas y textiles, así como las cuatro galerías de arte existentes en la península de Hicacos, entre ellas la de la calle 60 y 1ª, y la del Hotel Meliá Varadero, en las que se prestan servicios diarios durante 12 horas. Hicimos un recorrido —prácticamente ineludible ante el reclamo de Félix de apreciar el desempeño de esos colectivos laborales—, el cual incluyó además la visita a la reciente construcción de dos ferias —calles 12 y 51, respectivamente— a cargo del grupo de creación artística Vigía, que dirige el destacado artífice Mauricio González, presidente de la filial cardenense de la ACAA, quien concibió los diseños mediante estructuras arquitectónicas que evocan al clásico bohío cubano. “Elevamos la productividad por encima de lo planificado, mientras que el salario promedio ascendió a 737.60 pesos por trabajador. La sistemática influencia del sindicato igualmente contribuyó a mantener un bajo índice de ausentismo, y en los controles internos y en las auditorías tuvimos satisfactorias evaluaciones”, apuntó Félix, quien con denotado orgullo dijo que la filial matancera del FCBC mantiene el pago a los artistas en el término de 30 días. Con respecto a la capacitación, explicó que durante el último año se realizaron 40 acciones a través del Centro de Desarrollo de la Cultura y la Universidad de Matanzas, lo cual ha elevado el nivel técnico y cultural de buena parte de la fuerza laboral de esta filial del FCBC que, al igual que las del resto del país, también se dedica al negocio de las artes decorativas y de antigüedades, de materias primas, materiales y otros insumos para las artes plásticas, así como servicios de diseño ambiental y la producción y reproducción de obras artísticas. En sus galerías se promueven y comercian trabajos de los maestros y los contemporáneos, además de pinturas primitivas, paisajística, artesanía artística, orfebrería, escultura de pequeño formato y serigrafías. Muchas de esas producciones participan en las ferias nacionales organizadas por el FCBC, entre ellas Arte para Mamá, Arte en La Rampa y la internacionalmente reconocida Feria Internacional de Artesanía (Fiart), cuya venidera edición precisamente estará dedicada a Matanzas, como reconocimiento a su mantenido y destacado trabajo integral.
domingo, 23 de agosto de 2015
El primer Embajador de Cuba en Estados Unidos.
La labor diplomática del Doctor Cosme de la Torriente fue esencial para la devolución de la entonces llamada Isla de Pinos
Por: Hugo García
digital@juventudrebelde.cu
Tomado del periódico Juventud Rebelde.
CÁRDENAS, Matanzas.— Una biografía inédita sobre Cosme de la Torriente y Peraza (ingenio Isabel, Jovellanos, Matanzas, 1872–La Habana, 1956) acaba de culminarse y aborda entre numerosas aristas de este cubano, su tenacidad por devolver a Cuba la entonces todavía llamada Isla de Pinos, usurpada por los Estados Unidos de América.
El autor, Ernesto Aramís Álvarez Blanco, investigador y museólogo cardenense, conversa con JR sobre este libro que ha concluido luego de dos años de ardua labor.
—¿Cómo nació su interés por escribir la biografía de Cosme de la Torriente y Peraza?
—La concluí el pasado 20 de julio, la comencé a redactar el 1ro. de septiembre del año pasado, después de la investigación correspondiente en la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, el Instituto de Literatura y Lingüística, la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana y otras instituciones.
«Fue un encargo que hicieron a mi amigo, mecenas y editor español Alfonso Cirera Santasusana los familiares de Cosme que viven en la actualidad en Venezuela y en los Estados Unidos, en especial su nieta Natalia de Sandoval y de la Torriente y su biznieto Javier González-Mora, después de leer mi biografía de José Antonio Echeverría y en la que hablo de Cosme y sus relaciones con él.
«Ellos y otros familiares de España y México me entregaron digitalizados más de mil documentos y fotos, en su mayoría de su archivo familiar, entre ellos los diarios inéditos de la Guerra del 95 relacionados con Cosme, quien estuvo muy cerca de Máximo Gómez, Francisco Carrillo, Calixto García, José María (Mayía) Rodríguez y otros importantes patriotas. Debe publicarse el año que viene, tiene más de 900 páginas y es probable que salga en dos tomos, acompañada de una iconografía de casi 200 imágenes y una bibliografía activa y pasiva del personaje, un gran olvidado de la historia de Cuba, a pesar de que su labor fue importante en que se devolviera Isla de Pinos a Cuba y se abrogara en 1934 la Enmienda Platt. También fue el único cubano que ha sido Presidente y Presidente de Honor de la Liga de las Naciones, luego Naciones Unidas».
—¿Por qué se nombra a Cosme como el primer embajador de Cuba en los Estados Unidos de América?
—Al aprobarse por el Senado cubano en 1923 la ley que elevó a la categoría de Embajada la Legación Diplomática que la Isla tenía en Washington*, el presidente de la República, Doctor Alfredo Zayas, envió el 30 de agosto al coronel del Ejército Libertador cubano Doctor Cosme de la Torriente y Peraza, quien se encontraba de vacaciones en Biarritz, Francia, un cablegrama donde le expresaba: «Aprobada ley Embajada. Ruego ratificación aceptar conviniendo traslado inmediato Washington. Espero respuesta (…)».
«El mensaje del Doctor Alfredo Zayas llegó a las manos de su destinatario con alguna demora, pues no lo recibió hasta la noche del 2 de septiembre de 1923, junto a otros cablegramas procedentes de La Habana, en los que el Dr. Carlos Manuel de Céspedes y Quesada, secretario de Estado; Aurelio Álvarez, presidente del Senado, y otras personalidades cubanas de gran relieve político le pedían que aceptara el ofrecimiento hecho por el Presidente. No obstante, quiso conocer otras opiniones. Le interesaba, sobre todo, saber cómo pensaban Enrique José Varona, Manuel Sanguily, Manuel Márquez Sterling, Raúl de Cárdenas y el mayor general Pedro Betancourt, presidente del Consejo Nacional de los Veteranos de la Independencia, sus amigos más cercanos y a quienes les unía el fecundo amor por Cuba.
«Por eso, los interrogó a todos por cable el 4 de septiembre de 1923. Increíblemente las respuestas coincidieron, porque sabían que haría una obra digna de sus antecedentes personales. Además, Cuba precisaba la presencia permanente en Washington de una figura de su prestigio e inteligencia.
«Sin embargo, el 3 de septiembre de 1923, había recaído sobre él la presidencia de la Cuarta Asamblea de la Liga de las Naciones, la cual sesionó en Ginebra, Suiza, hasta el día 23 de ese mismo mes y año. Después de meditar bien su resolución, redactó un cable al Presidente de la República: “Recibido con gran demora su cable dirigido Biarritz, Cuba puede siempre contar con mis servicios aun en contra de mis intereses personales. En tanto Gobierno y Senado no piensen en otro compatriota acepto desempeñar mientras sea necesario honroso cargo que usted me ofrece. Muy agradecido confianza y alta distinción suyas. No podré salir de Europa hasta que terminen mis labores como Presidente Asamblea principios octubre. Por esta razón yo deseo se aplace nombramiento hasta entonces”».
—¿Cuándo se nombra oficialmente?
—El 4 de octubre, en uso de las facultades que le confería el artículo 68 de la Constitución de la República y la Ley del 30 de agosto de 1923, Zayas, presidente de la República, nombró oficialmente a Cosme de la Torriente, aprovechando su experiencia en el campo de la diplomacia, Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Cuba ante el Gobierno de los Estados Unidos de América, con residencia en Washington. Así lo hizo saber el primer mandatario de la nación al Presidente del Senado en carta fechada ese mismo día.
«Al momento de su designación, el recién nombrado embajador, además de ser senador por Matanzas, era Presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, hablaba inglés y francés con soltura y presidía —fue el primer cubano en hacerlo— la Sociedad de la Liga de las Naciones».
—¿En qué momento jura como embajador?
—El 6 de octubre apareció en la Gaceta Oficial de la República de Cuba el decreto que nombraba embajador a Cosme de la Torriente, quien viajó el 16 de noviembre a La Habana, procedente de Estados Unidos, en donde hizo una breve escala. Pero no juró el cargo hasta la tarde del 4 de diciembre.
«En el mes de diciembre de 1923 el representante de la Isla viajó a los Estados Unidos de América, para presentar el día 13 de ese mismo mes y año sus Cartas Credenciales ante el Gobierno norteamericano, que lo convertía en el primer Embajador de Cuba en Estados Unidos.
—¿Qué hizo el Embajador apenas asumió el cargo?
—Al arribar a los Estados Unidos, el embajador cubano solicitó una entrevista con el mandatario de esa nación, teniendo, según él, el privilegio de ser quizá «la última persona que habló de política internacional con el presidente (Woodrow) Wilson poco antes de su muerte».
«Desde el mismo instante en que inició sus labores, el diplomático cubano trabajó incansablemente para cumplir las principales tareas que debía acometer.
«En su libro titulado Mi misión en Washington, escribió: “Mi plan de acción estaba fijado de antemano en las conversaciones en que lo sometí al presidente Zayas: Primero, mejorar en lo posible las no buenas relaciones con los Estados Unidos, por causa de la tendencia (…) de Crowder a mezclarse en lo que no era de su incumbencia y lo que agravaba la hostilidad de los políticos que resultaron derrotados en las últimas elecciones así como la de algunos periódicos que no dejaron tranquilos al Gobierno, aprovechando para ellos sus errores. Segundo, gestionar y obtener la aprobación por el Senado de los Estados Unidos y la ratificación por el Presidente, del Tratado Hay-Quesada**, reconociendo la soberanía de Cuba sobre la Isla de Pinos. Tercero, utilizar toda clase de medios para que el pueblo americano se diera cuenta de que era mi firmísima creencia, como la del Presidente y gran parte de nuestro pueblo que la Enmienda Platt en realidad constituía una violación de la Resolución Conjunta de 20 de abril de 1898, que ordenó al Gobierno Federal hacer la Guerra a España si no abandonaba la Isla, ya que su pueblo era y de derecho debía ser libre e independiente”.
«A las pocas semanas de haber presentado sus Cartas Credenciales, Cosme solicitó una audiencia con el presidente de los Estados Unidos, Calvin Coolidge, hombre de extrema seriedad y pocas palabras. Poco antes, el mandatario había hecho un grupo de manifestaciones favorables al mantenimiento de la Isla de Pinos en poder de los norteamericanos, al responder a un grupo de mujeres que en el Senado tenía un lobby y que habían recogido miles de firmas solicitando que se mantuviera a la pequeña isla en el estado en que se encontraba, y rechazar de este modo el Tratado Hay-Quesada».
—¿Cómo transcurrió aquella entrevista?
—Durante la entrevista, el Embajador encaró el asunto y habló largo rato con Coolidge de los derechos que le asistían a Cuba sobre la Isla de Pinos, razonándolos con él uno por uno. Como resultado, recibió solo unas escasas frases corteses y el ofrecimiento de estudiar el asunto, para darle respuesta en un corto período de tiempo. Cumplido el plazo, el Embajador volvió a reunirse con el Presidente, quien pronunció solo tres palabras: «You are right», o sea, «Tiene razón», lo cual era lo mismo que decir que estaba convencido de que lo que me propone es lo correcto.
«A partir de este momento, se libró por Torriente y sus colaboradores una larga batalla para conseguir que los senadores norteamericanos se interesaran en el estudio de las razones que les permitían estimar como válido el derecho de Cuba a reclamar la devolución de Isla de Pinos al territorio nacional y, por tanto, prestaran su apoyo al Tratado Hay-Quesada.
«En 1925 cuando el éxito de la campaña se consolidó, esos mismos amigos suyos proclamaron que había sido también una victoria de la amistad cubano-americana.
«Sabía Torriente que ese triunfo era el camino más directo para herir de muerte a la Enmienda Platt. Un diplomático belga, acreditado en Washington, lo vio con claridad, cuando al abrazarlo lo felicitó con estas significativas palabras: “Es la primera vez que veo arrancar una pluma al águila”.
«Finalmente, el 13 de marzo de 1925 se lograba en el Senado la aprobación, por mayoría de votos y con dos ligeras reservas, del Tratado sobre Isla de Pinos. Fue ese, sin dudas, uno de los días más felices en la vida del entonces Embajador cubano en Estados Unidos y fue también —al decir del eminente historiador cubano Emilio Roig de Leuchsenring, quien cooperó con él en esta labor como Secretario de la Sociedad Cubana de Derecho Internacional— “día de gloria para Cuba, por habérsele reconocido su derecho a la Isla de Pinos y por el orgullo que toda madre siente de contar entre sus hijos a quienes sepan amarla, servirla y defenderla con el fervor, la consagración, la inteligencia y la capacidad con que supo hacerlo Cosme de la Torriente”».
—¿Cómo continuaron los acontecimientos?
—El 23 de marzo, el Embajador cubano representaba en Washington al Gobierno de la Isla en el canje de sus ratificaciones. De inmediato, pasó al secretario de Estado, Carlos M. de Céspedes, el siguiente cablegrama:
«A las 4:00 p.m. de hoy he canjeado con el Secretario de Estado las ratificaciones del Tratado sobre Isla de Pinos, siendo desde ese momento de derecho reconocida dicha Isla como parte integrante del territorio de nuestra República. Felicito al pueblo cubano, al presidente Doctor Zayas, a los demás miembros de su Consejo de Secretarios y a usted, por la feliz terminación de una negociación que comenzó hace, cerca de veintidós años».
«También, escribió al Doctor Alfredo Zayas, presidente de la República, un cablegrama redactado en los siguientes términos: “Canjeadas a las cuatro de la tarde de hoy día veintitrés de marzo las ratificaciones del Tratado sobre la Isla de Pinos. A usted le cabe la gloria que nadie podrá disputarle de haber logrado durante su gobierno ver reintegrado de derecho al territorio nacional de una parte del mismo, lo que por cerca de veintidós años nadie había obtenido. Le expreso de nuevo mi profunda gratitud por haberme encargado de representar aquí como Embajador nuestra República y de que llevara a cabo las negociaciones necesarias para obtener la ratificación del tratado”».
Notas:
*Cuba no contó con embajador en Estados Unidos hasta 1923. Era costumbre solo nombrar este cargo en las grandes potencias, pero ello fue cambiando a lo largo del siglo XX. Las relaciones diplomáticas se establecían a través de tres categorías de funcionarios diplomáticos: Enviados Extraordinarios y Ministros Plenipotenciarios, Ministros Residentes y Encargados de Negocios con Cartas de Gabinete.
**Este tratado se firmó en Washington el 2 de marzo de 1904 por el secretario de Estado de Estados Unidos, John Hay, y el ministro plenipotenciario de Cuba en ese país, Gonzalo de Quesada. El Senado cubano lo aprobó ese mismo año, pero el de EE.UU. no lo haría hasta más de 20 años después, el 13 de marzo de 1925, debido a la intención evidente de esa nación de apoderarse de la entonces Isla de Pinos. La noticia fue recibida con alegría por el pueblo cubano, y el Gobierno genuflexo de Alfredo Zayas preparó una manifestación en muestra de agradecimiento al de Estados Unidos. A esa postura gubernamental se enfrentó el Comité Antimperialista de la Universidad, encabezado por Julio Antonio Mella.
lunes, 17 de agosto de 2015
Frases cotidianas de Elpidio Valdés en la vida de los cubanos. Elpidio, y todos sus compatriotas y enemigos españoles y rayadillos, han aportado decenas de frases o diálogos que, de una forma u otra, han quedado en el argot de los cubanos.
Equipo del periódico Juventud Rebelde
digital@juventudrebelde.cu
El coronel Elpidio Valdés, ese superhéroe cubano, manigüero y mambí, cumplió 45 años el pasado 14 de agosto. Su padre, otro cubano rellollo llamado Juan Padrón, cardenense distinguido, lo parió de una pluma y un papel en 1970.
Sin dudas, Elpidio, y todos sus compatriotas y enemigos españoles y rayadillos, han aportado decenas de frases o diálogos que, de una forma u otra, han quedado en el argot de los cubanos, o han sido repetidas en determinadas ocasiones por tres generaciones en distintos momentos de nuestras vidas.
Aquí una selección de las más conocidas. Si algún cubano-insurrecto-manigüero-mambí, donde quiera que esté, se acuerda de alguna ausente aquí, no dude en aportarla. Y si alguien piensa que Elpidio Valdés está en decadencia, pues: ¡Eso habría que verlo, compay!
— ¡Hasta la vista, compay!
— ¡Maldito mambí, en la próxima aventura lo voy a hacer picadillo!
— ¡Eso habría que verlo, compay!
— Corneta, toque usted «A degüello».
— Estos mambises na má oyen un tiro, y enseguida nos «asarrrtan» a machetazos.
— ¡Qué susto, Josú!
— No se preocupe, Generá, que los vamos a hacé puré de talco.
— Permiso, ¿qué ha tocado ese?
— Se oye clarito, clarito: ¡retiradaaaaaa!
— El machete es un hierro, compay.
— Celedonio, termina ahí pa que me hagas un escaparate.
— ¡Muchaaaachooo, ven acá, condena o, que tú ta herío!
— Estos van a caballo, y uno de bestia.
— Y Resóplez comiendo m… mandarinas por ahí.
— ¡Qué país!
— ¡Adelante, leones hispanos, no os dejéis provocaarrr!
— ¡Aaaguuaaaa!
— ¿Dónde tú estás? ¡Aquííííííí!
— ¡Bestia, qué estamos comiendo!
— ¡Centinela, alerta! ¡Centinela, alerta! ¡Mentira!
— ¡Ay, mi madre! ¡El arroz con boniatooo, y el cafééé…!
— Palmiche es un caballo de guerra.
— Yo he traicionado muy duro pa ganarme ese dinero.
— ¡Quita, chico! (Media Cara cuando golpea a Cortico)
— ¡Tócate, María Silvia!
— ¡Euteliaaaa...!
— ¡Apague, apague mi caña!
— La suya, por si acaso, míster.
— ¡La cañoneraaaa!
— ¡Señorita, señorita…! ¿Quién es? El imbécil que le puso bandera blanca al enemigo.
— No se queje más, compay, que aquí todos hemos tirado con fusiles peores. ¡Váyase y domine ese rifle!
— Tráiganme clavo, puntilla, mi rifle tira cualquier cosa.
— Clavo, cuchara, pluma, herradu…
— ¡Mambises, bestias, no tiréis con ventanas!
— ¡Este, hombre, que vais a matar a uno aquí adentro!
— Si se me riega este numerito entre la tropa, ¡voy a mandar a unas cuantas gente pa la impedimenta, a cargar frijoles!
— (Imitar al Chinito hablando en chino y después): ¡Viva Cuba!
— Elpidio: ¡Yujuuuu! (disparos de los españoles), ¡Eeyyy! (disparos), ¡Tiren pa’ aquí también, compay! Resóplez: ¡Qué pasa aquí! (disparos contra él)
— ¡Ay, mamacita qué dolor! ¿Y a ti qué te duele, Pelirroja? A mí ná, estoy traduciendo, ¿no?
— ¡Alarma, pa to el campamento!
— ¡Sssssepa, usted!
Juan Padrón: «Elpidio Valdés es mi mayor orgullo» El prestigioso escritor, guionista, animador y directo cardenense dialogó con Juventud Rebelde sobre este el ícono de la animación cubana.
Por: José Luis Estrada Betancourt
estrada@juventudrebelde.cu
Tomado del periódico Juventud Rebelde.
Orgullo, un orgullo del grande invade al maestro Juan Padrón Blanco, premio nacional de Cine 2008, cuando comprueba que su Elpidio Valdés, el ícono de la animación cubana, permanece en el corazón de su gente, 45 años después de haberlo creado.
Los acaba de cumplir este 14 de agosto un personaje que con el tiempo se volvió el más querido y popular de la Isla, a pesar de que apareció casi por «casualidad», en una historieta llamada Cachivache, protagonizada por un samurái, que en los años 60 del pasado siglo el también escritor, guionista, animador y director realizaba para la revista Muñequitos.
«De repente, en una de las ediciones de Cachivache creé un cubano a quien nombré Elpidio Valdés para que sonara a Cecilia Valdés. Lo dibujé a la primera. No era un personaje estudiado. Lo puse para que hiciera unos chistes. Pero me gustó tanto que no continué con esa historieta e inicié otra donde él salía como protagonista y Cachivache como secundario. La trama ocurría en Japón donde Elpidio iba a destruir un arma secreta española».
Así lo confesó el cardenense Juan Padrón al auditorio que colmó recientemente el Salón de Mayo, en el Pabellón Cuba, sede nacional de la Asociación Hermanos Saíz, cuando fue interrogado por este cronista en el espacio Encuentro con..., que propone la organización de vanguardia de los jóvenes escritores y artistas, y la feria Arte en La Rampa.
Luego vendría otra historieta donde Padrón envió al valiente mambí a comprar armas a Estados Unidos. «Pero fíjate que en las primeras nunca estaba en su país, porque yo no sabía cómo lucía el Ejército de Operaciones español: sus armas, grados, uniformes, etc., ni tampoco cómo era el Ejército Libertador. Me vi obligado a llevar adelante un trabajo de documentación histórico-militar para poder ubicar la historia en la Isla. Fue entonces que Elpidio comenzó a tener sus aventuras en Cuba».
—¿Cuándo descubrió que se trataba de un personaje con pegada?
—Bueno, esta historieta se empezó a publicar en el semanario Pionero, y a partir de la segunda, tercera, llovieron las cartas de niños entusiasmados con el personaje. Hablaban de él como alguien cercano, como si fuera real, incluso una niña lo invitaba a tomar café a su casa. Era impresionante la cantidad de cartas que se recibían, como mismo sucedió después que pasó a Zunzún. Creo que en los 70 ya Elpidio era muy querido, pero lo que lo proyectó definitivamente fue el cine, las películas.
«Luego desarrollamos una experiencia con la entonces Unión de Pioneros de Cuba: una encuesta para comprobar si a los niños les gustaban los libros, las historietas, las películas de animación... Recuerdo que exhibíamos películas soviéticas, búlgaras, polacas, norteamericanas, cubanas. Cuando proyectábamos el Pato Donald los chiquillos armaban un alboroto tremendo, porque les encantaba. También el “uhhhhh” nos informaba que el corto búlgaro del camello se podía reportar entre los más pesados en la historia de la animación.
«Sin embargo, cuando les presentábamos Elpidio Valdés, los muchachos rompían a gritar, aplaudían, chiflaban. Era más que evidente que le habíamos ganado la pelea al Pato Donald y al que viniera por delante... Elpidio se convirtió en el personaje de varias generaciones, de gente a cuyos hijos también les gusta. Como su creador, es mi mayor orgullo».
—¿Cómo concebía las historias, el diseño de los personajes, las voces?
—Se lo debo a Santiago Álvarez, ese gran cineasta y artista, a quien la animación de hoy día también le debe mucho. Pues bien, Santiago Álvarez me criticaba al punto de que yo quería matarlo (sonríe). No me percataba de que me estaba ayudando cuando me preguntaba: “¿Y por qué en esta escena...?”. “Santiago, por favor”, pero él arriba de mí con que el sombrero que le había puesto a Elpidio no era el correcto, que debía tener el ala levantada. Y él: “No, ahí debe llevar el escudo de Cuba”. Era una persona que veía más allá de lo que yo lo hacía.
«También me ayudó mucho hablar con los pioneros. Recuerdo a niñas que protestaron por la ausencia de hembras en las películas y que ellas querían que hubiera también mambisas. Entonces los varones protestaban: “No, no, no, que las mujeres se caen y hay que volver para rescatarlas”, a lo cual las muchachitas aseguraban que las mujeres eran mambisas de verdad. Así surgieron María Silvia, Eutelia, Niña Mercedes...
«Mira, la historieta tiene una cosa que cuando la lees le vas poniendo tu propia banda sonora. ¿Qué pasaba? Que cuando llegamos a la animación todo el mundo protestaba porque afirmaban que esa no era la voz de Elpidio. Era muy difícil. Entonces me vino a la mente Frank González, a quien había conocido en el Ejército, en la Marina, donde imitábamos voces en diferentes idiomas.
«Lo llamé, se audicionó y quedó como la voz de Elpidio Valdés. Luego probamos con Tony González, un sonidista muy bueno que había en el Icaic, Manuel Marín... La que más nos costó fue María Silvia, que nos obligó a escuchar a varias actrices hasta que apareció Irela Bravo, quien también le entrega su voz a Eutelia.
«Pero Frank es un genio. No olvido que cuando fuimos a grabar con Tele Madrid la serie Más se perdió en Cuba, donde había seis personajes españoles, pedí dos actores para “matar” el trabajo, pero me dijeron: “No, no, aquí cada actor hace una voz”. “¿Te imaginas? Yo tengo uno en Cuba que hace ocho”, les aseguré. “Pues será millonario, tío”. ¡Millonarios éramos nosotros que contábamos con Frank González, con Manuel Marín...! Ya sabes que en Elpidio Valdés Frank interpreta a Elpidio, al Coronel Andaluz, el Bobo, Media Cara, al Coronel Cetáceo... Es maravilloso trabajar con actores como esos».
—Por las películas parece que eres una persona que está todo el tiempo haciendo chistes...
—No, no, yo soy muy serio (sonríe).
—Sí, se nota. ¿Cómo escribías los guiones?
—Por las mismas investigaciones que realizaba. De repente leía sobre un heliógrafo que mandaba destellos y hacía un cuento; descubría que los cubanos utilizaban un cañón de cuero, ¡Ño, tremenda historia! Pero después fueron apareciendo personajes con vida propia, como Pepito, el corneta, que se enamora de Eutelia y tiene un rival en Oliverio Medina, el científico, o sea, que uno se va apoyando en esas cosas para concebir los guiones. ¿Cómo trabajo? Comienzo por el final. Hasta que no lo encuentro no tengo historia. ¡Ese es un sistema único! (sonríe). Y los chistes son un misterio, no sé cómo aparecen.
«Le preguntaba yo lo mismo a Quino, el creador de Mafalda, con quien hicimos Quinoscopios, y me contestaba lo mismo: “No sé, se me ocurren”. Pero él y yo tenemos un sistema —bueno, imaginarás que Quino me copia muchas cosas (sonríe)—, y es que hacemos noticas donde, por ejemplo, escribimos: “pajarito con pico jorobado”, una idea que a lo mejor permanece cinco años sin ser utilizada, hasta que sale un chiste con ella. Es un misterio, es como la sal y la pimienta que le echas al plato para que esté listo».
—Vampiros en La Habana y Más vampiros en La Habana evidencian que siente cierta fascinación por esos personajes que se pueden encontrar, incluso, en las historietas primeras y hasta en Xip Zerep, un corto que ha retomado y que será estrenado próximamente...
—Ese corto se desarrollaba a partir de dos personas que discutían acerca de cómo crear un personaje que se va transformando de acuerdo con lo que ellos deciden. Por ejemplo, es cosmonauta, y se viste de cosmonauta; no, pirata, y se viste de pirata. Entonces empieza la historia de un pirata: él es un pirata que... Mejor que sea un cazador... La idea era divertirse. En el año 67 escribí un guión sobre unos vampiros lácteos que invadían a Cuba para robarse la leche de los niños, el helado Coppelia... A ellos se enfrentaba un héroe sui géneris: Xip Zerep.
«El proyecto se lo presenté a Santiago Álvarez y me lo planchó (sonríe). Contándole esta anécdota a los jóvenes de los Estudios de Animación con los que trabajé con mucho gusto para esta entrega de Elpidio Valdés ordena Misión Especial, enseguida me propusieron: “Maestro, vamos a hacerlo”. No lo pensé dos veces y volví a dibujar esa película...».
—De seguro Xip Zerep funcionará tan bien como Vampiros en La Habana... Esos personajes se le dan de maravillas...
—Si supieras que cuando de niño veía una película de vampiros y salía corriendo a toda velocidad para la casa para que no me sorprendiera ninguno detrás de un muro, y antes de acostarme me asomaba debajo de la cama. Mis vampiros están embarcados porque no pueden ir a la playa ni afeitarse ante el espejo, viven en una caja… Vaya, llevan una vida bastante jodida. Por eso se les ocurrió inventar el vampisol. De ese modo surgió Vampiros en La Habana. Creo que fue el primer proyecto de animados para adultos realizado en Cuba.
«Justo por esa razón todos estaban muy tensos, porque cómo íbamos a hacer algo así cuando el dibujo animado es para niños. En esa época, los 80, había mucha indecisión con la película. Me temo que constituye la única a la que el Icaic no le hizo premier ni conferencia de prensa. La estrenaron hasta un jueves. Te imaginarás que yo estaba bravísimo, pero al mes rompió el récord de taquilla. A los seis años se había vendido en todo el mundo y para mí era... “¡Ja,ja, mira, no le hicieron premier!” (sonríe). Muchos años después me embullaron los jóvenes nuevamente para que hiciera Más vampiros...».
—Los jóvenes una y otra vez instándolo a regresar...
—Más vampiros en La Habana había sido lo último más grande que había creado en computación, en el año 2003, después vino Nikita Chama Boom, pero yo andaba escribiendo, metido en otros proyectos, y de verdad sentía que había perdido mis habilidades; entonces te vas acomplejando porque estás metido en un mundo que no dominas, que ya le pertenece a los jóvenes, pero cuando empecé a ver las puestas en escena que ellos me entregaban, los fondos exactamente como se los pedía, no me resistí. La calidad que tiene Elpidio Valdés ordena Misión Especial es inmensa. Estoy emocionado, porque los muchachos se entregaron al máximo para que quedara perfecta.
—¿Nunca pensó realizar un largometraje de ficción?
—Si supieras que sí, con mi hijo Ian estábamos dándole taller no a una película cómic, sino de aventuras con Elpidio Valdés. Lo estamos cocinando, a veces le damos una vuelta y lo probamos. Es una idea que me encantaría materializar: Elpidio Valdés a caballo... Antes resultaba muy difícil porque había que conseguir las armas, los uniformes para vestir a un pelotón..., pero ahora con el cine digital todo se puede. Y aquí hay buenos actores, gente que sabe preparar las escenas de acción, o sea, que es más que posible. ¿Alguien quiere aportar los recursos?
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RAMIRO GUERRA