miércoles, 5 de diciembre de 2012

La Mansión Xanadú.

Por: Ernesto Alvarez Blanco.
1926 marcó la llegada a la península de Hicacos del millonario norteamericano Mr. Irenee Dupont de Nemours, quien en 1920 impulsó una campaña para promover una opinión favorable al uso de los gases venenosos en las guerras, los cuales, alegaba, eran más humanos que las armas convencionales. La introducción del “piadoso” producto estaría avalada por la tradición industrial de la firma I. E. Dupont, fundada por Pierre Samuel Du Pont, ilustre antepasado suyo que escapó de la guillotina durante la Revolución Francesa y se exilió en Norteamérica, sitio en el cual fundó una fábrica de pólvora Mr. Dupont, quien había nacido el 21 de diciembre de 1876, mostró desde muy joven, junto a sus hermanos Pierre y Henry, inquietudes políticas y en 1925 se opuso, junto a ellos, a una conferencia sobre desarme celebrada en Ginebra. Además, ayudó financieramente – al igual que sus hermanos - a los sindicatos patronales en su lucha contra el movimiento obrero, colaboró con el surgimiento del fascismo y fue amigo de Adolfo Hitler. Precisamente, según las Audiencias de la Comisión Investigadora Nye – Vandenberg, parte 12ª, fue uno de los industriales que colaboraron con el rearme de la Alemania nazi. También, aportó la mayor contribución a la campaña republicana contra Franklin D. Roosevelt. La llegada de Mr. Dupont a Varadero estuvo precedida de la visita que realizó a la península en el mes de enero de 1926 Charles A. Meade, uno de sus empleados. El Sr. Meade había sido enviado por Mr. Dupont a Cuba con objeto de investigar acerca de lo que en el mapa de la Isla aparecía como: “... una exquisita faja de arena al norte de la bahía de Cárdenas. Meade partió de nuestro territorio el nueve de enero de 1926 y semanas más tarde cablegrafió a su jefe: Justamente lo que usted deseaba. En marzo un abogado habanero, J. Cesar Trujillo, recibió instrucciones de organizar una compañía”. La nueva sociedad anónima, fundada el 6 de abril de 1926, se le dio el nombre de Compañía Henequenera de Cárdenas S. A, pero su verdadero fin era apoderarse de casi toda la península de Hicacos con objeto de convertirla en un coto privado, a donde solo tuvieran acceso Mr. Irenee Dupont y sus invitados. Más tarde, a esta Compañía se le nombró en 1931 “Peña de Hicacos S. A”, pasando a formar parte con posterioridad de la Compañía “Dupont S.A”. A partir de la fundación de la Compañía Henequenera de Cárdenas S. A, Mr. Dupont se convierte en el principal propietario del balneario, con la adquisición en la Península a precios irrisorios – alrededor de 4 centavos el metro cuadrado - de 512 hectáreas de terreno; las cuales abarcan en la actualidad el espacio comprendido entre la calle 54 y el espacio que ocupa la Mansión Xanadú, edificio que fue desde 1930 la residencia temporal de este millonario norteamericano. Las primeras extensiones de terreno adquiridas por Mr. Irene de Dupont fueron las 14 caballerías y 2924 varas cuadradas de superficie que le quedaban, de la finca que poseía en la Península, en el área conocida por Figueroa, al historiador cardenense Leonardo Abad Severo García Chávez. El heredero de Casimiro García Zalva las vendió en 98.000 pesos el 21 de diciembre de 1927 a Lawrence Briggs Ross, testaferro de Mr. Dupont y representante de la “Compañía Henequenera de Cárdenas S. A”, según la escritura No. 376 de la notaría habanera de Arellano y Recio. Mr. Dupont ordenó construir en este lugar la pista de aterrizaje desde donde voló en 1928 Víctor Dallin, de Filadelfia, Estados Unidos de América, contratado por él para que trazara un mapa aéreo de la Península. La Mansión Xanadú, nombrada así por Mr. Dupont en honor al poeta inglés Samuel Taylor Coleridge que escribió un poema con este nombre inspirado en el legendario guerrero Kubla Khan, fue proyectada en julio de 1929 por los notables arquitectos cubanos Govantes y Cabarrocas, quienes realizaron también el proyecto de la Biblioteca Nacional, de varias residencias del reparto Chautauqua, ubicado en la península de Hicacos y de otras construcciones de la finca – la residencia de Mr. Paul Edwards, por ejemplo - que poseía el millonario norteamericano en Varadero. La construcción fue ejecutada, a un costo de 400.000 pesos por la “Frederick Snare Corporation”. Las maderas preciosas utilizadas en su construcción fueron traídas expresamente de Santiago de Cuba. Sus pisos fueron elaborados con mármoles cubanos mientras que el baño, se elaboró con mármol italiano. Fue concluida en el mes de abril de 1930. Los muebles que se colocaron en su interior costaron alrededor de 200.000 pesos. Los jardines y el campo de golf de la mansión ocupaban una extensión de 21 hectáreas. Consta de 4 plantas y posee elevador, bar, bodegas, almacén, terrazas, biblioteca, comedor, salón de té y sótano. En este último, se encuentra instalado, desde 1932, un órgano descomunal – el mayor que existe en una residencia privada de Latinoamérica – cuyo costo ascendió a 110.000 dólares. En marzo del 2002, a propuesta de varias personalidades matanceras y de la filial matancera de la Unión Nacional de Arquitectos e Ingenieros de Cuba (UNAIC), fue nominada, junto a otras seis maravillas arquitectónicas de Matanzas, para integrar el proceso de selección de las obras más relevantes de la arquitectura cubana de todos los tiempos. A pesar del manifiesto interés de apoderarse de buena parte del territorio de la península de Hicacos, Mr. Irenee Dupont trajo diversos beneficios al balneario, los cuales redundan en el aumento gradual de residentes y temporadistas. Entre estas mejoras, se destaca la llegada al poblado en 1926 de la luz eléctrica, la cual se toma del cercano central “Dos Rosas”, luego “Humberto Álvarez”. Este servicio se cobraba por la Compañía Cubana de Electricidad. De este modo, Mr. Dupont, quien avizoraba desde entonces “... una era multimillonaria del turismo, con decenas de lujosos hoteles mirando al estrecho de la Florida, con clubes privados para las grandes familias del Norte, con ruleta, bacará y póquer, con muelles particulares sin aduanas. (...) una paraíso de la mafia y de la aristocracia industrial norteamericana donde todo ardiera en la azulosa llama del brandy”, se dio cuenta rápidamente de la magnitud del negocio que se tenía entre manos. Muy rápido el metro de tierra fue revendido en Varadero a 10 pesos, a 20 pesos y hasta más de 100 pesos, según la ubicación del lote. A un promedio de 40 pesos el metro, las utilidades, solamente por concepto de bienes raíces, estaban llamadas a representar unos 200 millones de pesos, es decir, tanto como le había producido a Dupont la dinamita en la primera guerra mundial. Mr. Irene Dupont, donó a la Corporación Nacional de Turismo en diciembre de 1936, como consecuencia directa de una importante reunión realizada con objeto de elaborar una Ley encaminada a crear campamentos de verano en Varadero, una considerable extensión de terrenos, de los muchos que poseía en la Península, para que fuesen dedicados al fomento del turismo. En 1944, Mr. Dupont era ya dueño de cerca de 40 caballerías de tierra – unos 5 millones de metros cuadrados - en Varadero, los cuales le habían costado solamente unos 200.000 pesos. Poco antes, en 1940, había parcelado varios metros cuadrados de terreno adquiridos de manos cubanas para fomentar la antigua Playa de la Torre, luego Villa Cuba. El 20 de diciembre de 1944, Mr. Dupont vendió a la Sociedad “Varadero Nuevo S. A”, en 18.000 pesos una parte – 251 220 metros cuadrados de la zona conocida como Estero de los Barcos – pertenecientes a la propiedad que había comprado en 1927 al historiador cardenense Leonardo Abad Severo García Chávez. A partir de este momento y siguiendo sus huellas, otros dueños y temporadistas inician un acelerado proceso de compra – venta de terrenos, muchos de los cuales son cubiertos de casas y hoteles en el período que nos ocupa. En el mes de septiembre de 1933, Mr. Irene Dupont de Nemours donó 40.000 pesos a los damnificados del terrible ciclón y ras de mar que azotó a Cárdenas y a Varadero el día 1 de este mismo mes y año, lo que le valió el otorgamiento en noviembre de 1935, por decreto de Carlos Mendieta, de la Orden Nacional “Carlos M. de Céspedes”. Este hecho, junto al homenaje que le ofrecieron tardíamente, en 1952, varias instituciones y autoridades cardenenses, le ganaron al millonario norteamericano fama de altruista. Durante el transcurso de 1933, se editó un sello con la imagen de Mr. Dupont, el cual se colocaba gratuitamente a toda la correspondencia que salía de Cárdenas. El sello pretendía destacar la contribución monetaria realizada por el multimillonario norteamericano, para resarcir los daños causados por el citado ciclón y ras de mar a la Perla del Norte y a Varadero. No obstante su condición de millonario con pedigrí, según apunta Juan Ferrán Oliva, en un artículo publicado en la revista cubana “Opina”, Mr. Dupont: “... se comportaba como un advenedizo, de esos que compran los libros por metros y los diamantes por kilogramos. En las fiestas ofrecía a los invitados botas, capas y otros objetos alegóricos para lograr la ambientación de que tanto gustaba. A esta afición pueril añadía otra excentricidad. Había domesticado varias iguanas que como perritos venían a comer de su mano”. A finales de 1949, se inicia la construcción, a un costo de tres millones de pesos, del famoso hotel “Internacional”. El terreno en donde se construyó este hotel – 14,728 metros cuadrados – fue vendido a Leonardo García por Mr. Irenee Dupont, a través de la Compañía “Peñas de Hicacos S. A” en 150.000 – a unos 120 pesos el metro cuadrado (él lo había pagado a 4 o 5 centavos). Entre los meses de agosto y septiembre de 1952, el artículo del Dr. Jorge Quintana titulado “Irenee Dupont, Enemigo de Varadero” causó indignación entre la directiva y los miembros de varias sociedades cardenenses, especialmente del Club de Leones y del Comité Pro Calles Acción Cívica Ciudadana. La controversia, surgió a partir de las aseveraciones hechas por el Dr. Quintana, quien criticó la existencia en Varadero de un área privada – propiedad de Dupont, la cual obstaculizaba el desarrollo integral de la península de Hicacos. En respuesta a las cartas recibidas del Club de Leones y del Comité Pro – Calles de Cárdenas, defendiendo la imagen de quien era considerado, un benefactor de la Ciudad Bandera y de Varadero, a partir de los donativos monetarios que había realizado a los damnificados del ciclón y ras de mar que azotó a esta zona en septiembre de 1933, la revista “Bohemia” publicó en septiembre de 1952 el artículo ilustrado titulado “El Varadero que ansiamos los cubanos”. En el citado artículo, en el cual se refleja – a partir de un estudio urbanístico realizado por especialistas cubanos en el tema – las obras que debían ser ejecutadas en la Península para lograr el: “...diáfano y próspero desarrollo de una zona cubana, llamada por la condición de sus playas, por su ubicación geográfica y por su extensión a un superior destino, mucho más alentador que al que le han condenado en el presente”; se afirmaba crudamente: “Si el señor Irenee Dupont amase de veras esa zona sería un colaborador sincero de estos empeños. Si BOHEMIA logra ese propósito se dará por muy bien pagada de tantos afanes y desvelos. Para BOHEMIA la Península de Hicacos es un emporio de riqueza cubana. Pero hay que desarrollarlo. Y no es levantando cercas, cerrando caminos, litigando a diestra y siniestra como se logra el desarrollo de esa riquísima región, sino colaborando todos en el esfuerzo magnífico de hacer de las playas inmediatas a Varadero, de hacer de toda la Península de Hicacos un centro turístico tanto o más importante que el Miami floridano o el Acapulco mexicano. Para ese empeño los vecinos de Cárdenas y Varadero pueden contar con la leal cooperación de BOHEMIA (...)”. En el verano de 1957, Mr. Irenee Dupont salió una tarde de la Mansión Xanadú, al cesar la lluvia, y al bajar una de las escaleras resbaló y se partió una pierna. Fue traslado a los Estados Unidos de América y nunca más regresó a Varadero. Falleció en los Estados Unidos de América el 12 de diciembre de 1963. Curiosamente, este mismo día se inauguró, en la mansión construida por él en Varadero, el restaurante “Las Américas”.


"De amar las glorias pasadas se sacan fuerzas para adquirir las glorias

nuevas".

José Martí



“… la HISTORIA NOS AYUDARÁ A DESCUBRIR LOS CAMINOS DE HOY Y DE MAÑANA, A MARCHAR POR ELLOS CON PASO FIRME Y CORAZON SERENO Y A MANTENER EN ALTO LA ESPERANZA (...)”.

RAMIRO GUERRA