miércoles, 13 de marzo de 2013
La Toma de Radio Reloj y la muerte del eterno presidente de la FEU.
Por: Ernesto Alvarez Blanco.
Para llevar adelante la acción de Radio Reloj, se seleccionaron 17 compañeros y unas 50 armas, incluyendo pistolas, ya que el grueso del armamento disponible se destinó al asalto al Palacio Presidencial. Se disponía además de 4 automóviles: el histórico Oldsmovile 88 negro de la Sección de Acción del Directorio Revolucionario, el cual había participado en numerosas acciones contra la Tiranía; un convertible propiedad de Carlos Figueredo (el chino Figueredo); un Ford 57 alquilado, de color rojo y crema, que tenía un potente motor V – 8 y que fue destinado a José Antonio y un Chevrolet 52, ocupado revolucionariamente en el parqueo del Hospital de Emergencias.
El plan ideado por Julio García Oliveras, cuyos detalles fueron discutidos y consultados por él con Faure Chomón Mediavilla, antes de presentárselo a José Antonio, Fructuoso Rodríguez y Joe Westbrook para ser discutidos luego, con el resto de los combatientes que participarían en la acción, fue el siguiente:
“Como puntero iría el Oldsmovile con Castelló (Humberto) manejando, Enrique Rodríguez Loeches y los estudiantes Aestor Bombino, Pedro Martínez Brito y José Assef. Los dos últimos armados de pistola, bajarían los primeros al llegar a la puerta de la CMQ en M, para controlar el vestíbulo y la entrada del elevador y la escalera, protegiendo la llegada de José Antonio. El primer auto, con el resto de los compañeros seguiría por M hasta llegar a 23 y cerrar la calle. Esta sería la posición más crítica por el posible acceso de los patrulleros de los cuerpos represivos por la calle 23. Por lo tanto, la misión asignada comprendía vigilar esta calle en las dos direcciones y en caso de ver aproximarse los carros de la policía abrir fuego a distancia, a fin de detenerlos y mantener abierto el cruce para M para el paso de José Antonio. Para este carro asignamos un M – 1 para Bombino, uno para Rodríguez Loeches y una Thompson para Castelló, a pesar de la protesta de José Antonio que insistía en llevar nuestra única Thompson .
Durante todos los años pasados – ha afirmado en este valioso e imprescindible testimonio Julio García Oliveras – he lamentado esta decisión mía, basada en supuestas necesidades combativas. Y digo supuestas, porque ese día los temidos patrulleros batistianos no aparecieron como estaba calculado en los planes.
El segundo carro de la columna sería el Ford con José Antonio, Fructuoso (Rodríguez) y Joe Westbrook como acompañantes y protección, componentes del Ejecutivo del Directorio. Echeverría con una pistola Star de ráfagas, Fructuoso con una máuser y Joe con una M – 1. Al llegar a la puerta de la CMQ Figueredo (Carlos) al timón con una pistola y Otto Hernández con una subametralladora Halcón quedarían de guardia en la calle, mientras José Antonio penetraba en la estación acompañado de Fructuoso y Joe, más Assef y Martínez Brito que se unirían en el vestíbulo.
Para cerrar la columna – afirma Julio García Oliveras – iría yo con un M – 1 y una Star, Ñico (Antonio) con un fusil Johnson, Héctor Rosales y Mario Reguera con sendas pistolas, así como Juan Nuiry al timón. Nuestra misión al llegar a CMQ era cerrar la calle en la esquina de M y 21, donde está el restaurante La Roca, impidiendo el acceso de cualquier auto batistiano pero dejando despejada una posible salida por 21, en dirección al hotel Nacional y, por M hacia 19, ante la posible necesidad de un retroceso del auto de José Antonio si la situación de la calle 23 se complicaba, como pensábamos que podía ocurrir. Mi objetivo central al ocupar el último carro era cubrir la retirada de José Antonio y apoyarlo en el recorrido hasta la Universidad en caso de cualquier eventualidad”.
Según José Assef , José Antonio y él habían pasado a finales de febrero, más o menos dos semanas antes del 13 de marzo, a vivir: “... solos al apartamento de 19 (entre B y C). Nos llevó Faure (Chomón Mediavilla) y era la única visita que recibíamos en horas de la noche”. Con anterioridad, ha afirmado el ya citado combatiente, habían vivido también, en el apartamento No. 8 “... en el edificio de 21 esquina a 24 donde radicaba el cuartel general” junto a Fructuoso Rodríguez, Faure Chomón, Leoncio Llera, Osvaldo Díaz Fuentes y Abelardo Rodríguez Mederos.
El apartamento de 19 entre B y C era visitado también con frecuencia por Fructuoso Rodríguez y por Julio García Oliveras. Este último lo ha descrito como un lugar:
“... absolutamente cerrado por razones de seguridad, y allí vivimos una tensión grande que precedió al ataque a Palacio. Hubo reuniones, intercambios, entrada de armas. En esos días prácticamente no dormimos. A la vez, teníamos una gran decisión y no exagero si afirmo que había un gran entusiasmo, porque al fin íbamos a cumplir la misión que se nos había encomendado”.
En aquel sótano de la calle 19, afirma Assef, fueron:
“... terribles aquellos días de soledad. José Antonio era asmático y el asma no lo dejaba conciliar el sueño . El frío en aquel sótano era mortal para él. Poseíamos una sola cama. Él siempre quería darme la camita y yo, que él la cogiera. Acabamos por dormir los dos en el suelo , porque él no la cogía y yo mucho menos. En todo ese tiempo hicimos dos o tres salidas, siempre enmascarados, quiero decir, José Antonio con bigote y gorra como si fuera un guaguero. José Antonio se sentía molesto con él mismo. Su palabra empeñada de hacer una acción que coincidiera con el desembarco: eso lo atormentaba y tenía una preocupación grande. Porque son pocos los jóvenes que a esa edad, pensaran con esa proyección y esa profundidad. Y un hombre de las condiciones de él, cuando empeña una palabra no es fácil convencerlo.
Muchas veces yo le aconsejaba: Gordo, tranquilízate, en cualquier momento podemos salir.
Entre los dos se estableció una hermandad. Conversamos mucho, incluso de cosas muy personales. Recuerdo que una vez, en altas horas de la noche, él me ve pensando y me pregunta: ¿En qué estás pensando?. Y yo le respondo: En mis padres, chico. ¿Y tú?, le digo. Yo, en María Esperanza”.
“- Gordo, las mujeres siempre se olvidan ... en dos o tres días ya no se acuerdan de uno.
Pero ella es distinta. Si me matan , ella va a estar llorándome toda una vida”.
Por eso, quizás intuyendo, como otros muchos héroes y mártires de nuestra historia patria, que su final estaba cerca, poco después de trasladarse al referido apartamento clandestino de 19 entre B y C, José Antonio le pidió a su amigo y compañero de luchas Julio García Oliveras que:
“... fuera a buscar a María Esperanza, su prometida, para lo que sin duda sería un acto de despedida. No la había visto en cuatro meses, desde el 27 de octubre, la noche de la acción de Blanco Rico, cuando nos separamos de Carbó (Juan Pedro) en L y 25, que fue a visitarla para después pasar definitivamente a la clandestinidad.
En las últimas semanas, lo había acompañado también una noche a ver al profesor de Arquitectura, Aquiles Capablanca. José Antonio quería que él informara a la dirección de la Universidad, acerca de la decisión tomada de iniciar ya la guerra revolucionaria contra Batista y la de clausurar la Universidad, según lo acordado por el Directorio.
Pocos días antes del 13, nuevamente salimos una noche hasta la casa de la compañera Berta Hernández en la calle Mayía Rodríguez. Ella era una estudiante de Pedagogía en la Universidad, muy cercana a José Antonio, que lo había ayudado siempre en sus actividad como presidente de la FEU, preparando discursos y declaraciones. Sin duda, se trataba de otra despedida”.
La destacada luchadora clandestina María de los Ángeles Pumpido (Mery), quien permaneció en el apartamento donde radicaba la célula central hasta el 10 de marzo, ha narrado que en una de las visitas que realizó por estos días José Antonio al lugar, sentados ambos en el comedor, ella le preguntó al líder estudiantil:
“Gordo ¿tú crees que lo que vamos a hacer dé resultados?. Mira, Mery, yo creo que sí, por no decirte que estoy seguro, por la forma en que está organizado. Si triunfamos, desestabilizamos al régimen. Las acciones posteriores van hacer que las fuerzas del ejército vengan hacia La Habana y con eso se puede generalizar la lucha en toda la Isla. Además, tú sabes que tenemos un compromiso con Fidel. Tú sabes que nos comprometimos a hacer una acción y no lo pudimos hacer por no contar con armas suficientes. Y ese compromiso hay que cumplirlo.
Estuvimos hablando mucho. Ese día hablamos mucho. Yo me quejé con él de que no me permitían ir a Palacio, y él me ratificó que yo era más útil en la ciudad, pues ocurriera lo que ocurriera, podía con mis contactos, con mis relaciones, volver a estrechar lazos y reestructurar de nuevo el Directorio, si era necesario, dado mis conocimientos de todos los enlaces.
Entonces, él con su modestia innata, me contesta: Mery, no te quejes. Tú sabes bien que yo también quiero ir al ataque a Palacio pero mi misión es Reloj.
Tuve que fundamentarle lo que todos ya le habían conversado, que tomando en cuenta sus actitudes de líder, su voz, su fuerza en el llamado, era la persona indicada para arengar al pueblo”.
El 10 de marzo, aprovechando que el 26 de febrero la tiranía había levantado la censura de prensa, la revista Bohemia publicó, con ligeras variaciones, bajo el título de Facción estudiantil acusada, el artículo en el que aparecía la entrevista concedida por José Antonio al periodista norteamericano Herbert L. Mattheus, la cual, como ya hemos apuntado, había sido reproducida días antes por el New York Times.
En el reportaje, Mattheus refirió que las fuerzas policiales aspiraba a sacar de circulación al Gordo y a sus compañeros de luchas y agregó que, durante su visita a La Habana, había contactado también con el Dr. Clemente Inclán, Rector de la Universidad, quien estaba temeroso de reanudar las clases en la alta Casa de Estudios.
Previendo la celebración batistiana del quinto aniversario del golpe de Estado del 10 de marzo, los implicados en las acciones que se preparaban, habían estado en alarma de combate desde el día 9 de marzo. Tres días después, el 12, afirma Armando Pérez Pintó, recibió el aviso de que Batista:
“... se encontraba en marcha. Eran las cinco en punto de la tarde. Lo esperamos. Yo personalmente lo esperé y lo vi entrar en Palacio. Su automóvil pasó a un metro de distancia mío. Enseguida situé convenientemente a los distintos compañeros para que me reportaran si volvía a salir mientras yo, (...) hacía llegar la noticia al Cuartel General”.
En el apartamento de la calle 21 se recibe el aviso:
“Son casi las seis de la tarde. Todos están esperando la orden de arrancada. Todos.
Carlos (Gutiérrez Menoyo) le pregunta a Faure (Chomón Mediavilla): ¿Vamos?.
Previsor, Faure le recuerda la hora que es, le alerta que la noche los sorprenderá, y que será un factor adverso, desconocedores del terreno donde van a combatir. El pueblo, además, a esa hora se mantiene ya en sus casas.
Carlos reflexiona y asiente. Y mentalmente se preparan para atacar a la mañana siguiente.
A los hombres en tensión se les da la orden de dormir con el aviso que: mañana será el día”.
El 12 de marzo Joe Westbrook llamó a Carlos Figueredo Rosales, El Chino Figueredo y le dijo:
“Tienes que ir a 25, cerca de la Universidad. Te sientas en el sillón de limpiabotas a eso de las dos y treinta de la tarde, que te va a recoger una persona. Tú lo vas a conocer en cuanto lo veas. Lleva zapatos de hebilla y ropa dura. Ya con eso yo sabía – ha narrado el propio Figueredo – la envergadura de la misión. Me recogió Enrique Rodríguez Loeches, a quien reconocí inmediatamente.
Fuimos al apartamento de 19, allí estaban José Antonio y Fructuoso (Rodríguez). De ahí me llevaron para el otro apartamento donde había fusiles y una ametralladora. Me entregaron una pistola 45, porque la mía yo se la había entregado a Cheo Briñas. Es en ese momento que me dicen la misión, es decir, que yo iba a manejarle a José Antonio”.
La decisión de darle esta misión a Carlos Figueredo fue consecuencia directa de la deserción de El Michi, un pistolero que estuvo muy cerca de Carlos Prío Socarrás y otros auténticos, al cual se le había asignado la misión de manejarle al Gordo. Según narraron los periodistas Manuel H. Lagarde y Amado del Pino, a partir de los recuerdos de Rolando Bezos y José Assef, el Michi fue el escogido porque tenía fama de:
“... ser buen chofer, de tirar con la izquierda y con la derecha. Pero así y todo a El Moro (José Assef) nunca le ha parecido un buen tipo. Si no fuera porque El Gordo mandó a buscarlo, por el afecto que siente por él. El Moro nunca hubiera contado con El Michi. Al Moro le parece que el Michi en cualquier momento puede disparar también por atrás”.
Lamentablemente, el olfato de combatiente clandestino no defraudó a José Assef. Una noche, a poco más de 24 horas de la ejecución de las acciones que se preparaban, estando ya junto a él y al Gordo, refugiados en el sótano de 19, El Michi y Pedro Martínez Brito, a quien apodaban El Pájaro Loco; este último se le echó prácticamente encima a El Moro, quien comenzaba a encontrar el sueño, diciéndole:
“ - Oye, mira ver Moro, que esta puta se quiere ir – Martínez Brito estaba excitado.
El Moro se interpuso entre los dos hombres:
- ¿Qué es lo pasa chico ? – el Moro se dirigió al Michi que le mostraba los pedazos de sus gafas.
- Se me rompieron los espejuelos – en la voz se le notaba el nerviosismo – Se me cayeron.
- Tú lo que eres un maricón – le dijo El Moro en un susurro – Como único tú sales de aquí es pasándome por arriba ... Tú no vas a ir a la acción pero vas a tenerte que aguantar aquí hasta mañana.
- Mira, Moro, - le rogó El Michi – llama al Gordo.
El Moro valoró un segundo el aprecio del Gordo por El Michi. Le dolía tener que despertarlo la única noche en que el asma le había permitido dormir. Pero no quedaba más remedio.
El Michi le hizo la historia de nuevo a El Gordo. Qué querían, sí había sido un accidente.
- Yo vi cuando tú rompías los espejuelos – El Pájaro Loco hizo un gesto agresivo y el Michi dio un paso atrás, quiso decir algo pero las palabras se le trabaron en los labios.
- Se te rompieron los ... – dijo El Gordo.
- -Mira, Gordo, yo te juro.
- A mí no me jures nada, Michi. No me jodas, que te acobardaste. Mira, Michi, yo sé que si tú sales por esa puerta no vas a virar. Si tú todavía me aprecias algo, lo único que te voy a pedir es que te aguantes esa boca por veinticuatro horas. ¡A tú casa a buscar otros espejuelos!. ¡No me la pongas en el techo, Michi!.”.
Unas horas después:
“La fuga: Los zapatos de Michi – de suela amarilla y gruesa – pueden estar corriendo hacia lo peor, cuando el chirrido de las gomas de un camión son la única expresión de la noche. ¿Qué fue eso?. ¿Un carro que iba voláo o los zapatones del Michi . Los tres están gozando a la vez con el mismo equívoco y la risa hay que aguantarla a flor de labios con la mano para que no escape del sótano. La risa, poco a poco, se va acallando. La habitación se llena del silencio de la noche. Esta, como las anteriores, tampoco se va a poder dormir (...)”.
El 13 de marzo, luego de precisar a las 11: 00 a.m., con absoluta certeza, que Batista seguía en Palacio , se dio la orden definitiva: esa misma tarde, simultáneamente y tal como estaba previsto, se asaltaría el Palacio Presidencial, en donde el Tirano permanecía desde el día anterior, y la emisora Radio Reloj. Carlos Gutiérrez Menoyo, que había ocupado la jefatura militar superior tras la muerte de Daniel Martín Labrandero y que además, era el Jefe del comando que asaltaría el Palacio Presidencial, orientó a Julio García Oliveras que debían iniciarse la alocución de José Antonio por Radio Reloj 15 minutos después de que el resto de los combatientes salieran hacia Palacio.
Pocas horas antes de que se llevaran a cabo las acciones de ese día, José Antonio, presintiendo quizás la cercanía de la muerte, a la que todos se exponían, redactó su Testamento Político, documento dirigido al pueblo de Cuba, en el que afirmó:
Hoy, 13 de marzo de 1957, día en que se honra a los que han consagrado sus vidas a la digna profesión de Arquitecto para la que me preparo, a las tres y veinte minutos de la tarde, participaré en una acción en la que el Directorio Revolucionario ha empeñado todo su esfuerzo, junto con otros grupos que también luchan por la Libertad.
Esta acción envuelve grandes riesgos para todos nosotros y lo sabemos. No desconozco el peligro. No lo busco. Pero tampoco lo rehuyo. Trato sencillamente de cumplir con mi deber.
Nuestro compromiso con el pueblo de Cuba quedó fijado en la Carta de México que unió a la juventud en una conducta y una actuación. Pero las circunstancias necesarias para que la parte estudiantil realizara el papel a ella asignado no se dieron oportunamente, obligándonos a aplazar el cumplimiento de nuestro compromiso.
Creemos que ha llegado el momento de cumplirlo. Confiamos en que la pureza de nuestras intenciones nos atraiga el favor de Dios para lograr el imperio de la justicia en nuestra Patria.
Si caemos que nuestra sangre señale el camino de la libertad, porque tenga o no, nuestra acción el éxito que esperamos, la conmoción que originará nos hará adelantar en la senda del triunfo.
Pero es la acción del pueblo la que será decisiva para alcanzarlo, por eso este manifiesto, que pudiera llegar a ser un testamento, exhorta al pueblo de Cuba a la resistencia cívica, al retraimiento de cuanto pueda significar un apoyo a la Dictadura que nos oprime, y a la ayuda eficaz de los que están sobre las armas por la libertarlo. Para ello es preciso mantener viva la fe en la lucha revolucionaria aunque perezcamos todos sus líderes, ya que nunca faltarán hombres decididos y capaces que ocupen nuestros puestos, pues, como dijera el Apóstol, cuando no hubiera hombres se levantarían las piedras para luchar por la libertad de nuestra Patria.
A nuestro compañeros, los estudiantes de Cuba, les pedimos que se organicen, ya que ellos constituyen la vanguardia de nuestra lucha, y a las Fuerzas Armadas que recuerden que su misión es defender a la Patria, no someter hermanos, y que su puesto es el del Ejército Mambí, que peleaba “POR LA LIBERTAD DE CUBA”, como terminan sus escritos.
¡VIVA CUBA LIBRE!
La Habana, 13 de marzo de 1957.
José Antonio Echeverría
Fructuoso Rodríguez, Juan Nuiry, Mario Reguera, Carlos Figueredo, Antonio Guevara (Ñico), Héctor Rosales, Armando Hernández y Lorenzo Morera, quienes participarían junto a José Antonio en la toma de Radio Reloj, se hallaban acuartelados desde hacía varias semanas en un apartamento ubicado en la calle 6 entre 19 y 21, en El Vedado. Entre ellos, se encontraban no-solo algunos de los dirigentes estudiantiles más buscados por la policía de Batista sino también muchos de los que se habían destacado durante en las acciones emprendidas contra la Tiranía desde el 10 de marzo de 1952.
En horas de la mañana del 13 de marzo visitaron al Gordo y a sus compañeros, en el refugio clandestino de la calle 19, Enrique Rodríguez Loeches y Humberto Castelló para comunicarle la noticia de que “... el Indio (Fulgencio Batista) sigue en Palacio y que acaban de quitar la barrera de las calles adyacentes del edificio presidencial puestas allí para que los motores de los autos no perturben el sueño del Mulato, del hijo deputa. Y que ya no hay más nada que esperar que la muerte o él triunfo” . Al mediodía Faure Chomón Mediavilla visitó también a José Antonio, con objeto de darle el último parte de los preparativos de las acciones que se ejecutarían ese día. La ocasión fue propicia para que Echeverría le preguntara a su amigo y compañero de luchas sobre su:
“... opinión final sobre la situación de la segunda operación. Le contesté que estaba seguro no se llevaría a cabo en ninguna de sus partes. José Antonio decidió, y así me lo hizo saber, que una vez cumplida la misión de hablarle al pueblo por Radio Reloj y dejar establecido un grupo en la Universidad se trasladaría para el Palacio a fin de dirigir directamente aquella operación”.
“Cuando me retiraba después de habernos dado un fuerte abrazo, me dijo: ¡Yo no te dejo solo!”.
El 13 de marzo, a las 2:46 p.m. partió el comando que atacaría el Palacio Presidencial en el camión Fast Delivery así como los dos autos del lugar de acuartelamiento de los combatientes, ubicado en la calle 21, en el Vedado. Detrás de ellos salió Julio García Oliveras con rumbo a la calle 6 entre 19 y 21 en donde se encontraban, como ya hemos dicho, el primer grupo de combatientes que tomarían parte en la toma de Radio Reloj. Desde allí, Armando Hernández y Lorenzo Morera salieron de inmediato hacia la Universidad.
Juan Nuiry, a quien le tocó la misión, como ya hemos dicho, de manejar uno de los tres autos que debía participar en la acción, ha afirmado, que en este grupo de compañeros, en vísperas de producirse los acontecimientos: “Se daba por sentado que en aquel momento no cabía ni la indecisión ni la vacilación, aunque sí estábamos llenos de grandes preocupaciones, pues no desconocíamos los riesgos de la empresa, ni de la responsabilidad antes de la propia acción, como las consecuencias derivadas de la misma”.
Por eso, “... la llegada de Julio García Oliveras con la noticia definitiva de entrar en acción, aunque esperada, fue un momento inenarrable. La orden y ejecución fueron una misma cosa. Era necesario pensar y actuar con serenidad y rapidez”. Sin perder un minuto, los combatientes comenzaron a trasladar todo el material bélico desde los apartamentos en que se encontraban a buen resguardo hasta los automóviles que se utilizarían para tomar la conocida emisora radial. Juan Nuiry recordó en su libro: ¡Presente!. Apuntes para la historia del movimiento estudiantil cubano que:
“... tomé un star de ráfaga y dos granadas. Fructuoso (Rodríguez) estaba eufórico con una pistola máuser que no cesaba de mostrar. De nuestro pequeño cuartel en la calle 6, nos dirigimos al sótano de la calle 19 entre C y D , también en el Vedado, donde se encontraba José Antonio ; desde allí saldrían definitivamente hacia la acción, los tres autos de la Operación Radio Reloj. Un cuarto carro iría directamente hacia la Universidad de La Habana con el grueso de las armas manejado por Armando Hernández.
El trasladar las armas a los autos se hacía más complicado, pues la calle 19 era de mucho tráfico y paso de ómnibus.
(...)
Al llegar al sótano de la calle 19, nosotros permanecimos al timón sin apagar el motor; vimos como José Antonio entraba en el automóvil delante nuestro. Los rifles envueltos se transportaban al hombro y de lejos daban la sensación de que se cargaban bates de pelota. El momento era de tensión; cualquier imprudencia podía echar por tierra todo el trabajo realizado. El Gordo (...), con su traje azul marino y un gran bulto sobre sus hombros, pasó frente a nuestra máquina haciéndonos un guiño, seguido de una amplia sonrisa, muy característica en él”.
Resulta interesante destacar que José Antonio, como bien ha narrado José Assef, uno de los compañeros que lo acompañó este día en la toma de Radio Reloj, en el libro Asalto de Miriam Zito, salió del apartamento de 19 entre B y C:
“... tal como era y con el arma en la mano. Digo esto, porque él acostumbraba camuflagearse y vestirse de guaguero, se ponía hasta una gorra y un bigotico, para evitar ser reconocido. También le pintábamos como canitas en las patillas. Pero ese día no. Ese día, repito, sale tal como era. Además, tenía una sonrisa y una felicidad grande en su rostro, porque al fin había llegado la hora de combatir”.
Concluida esta operación, a las 3:10 p.m., los tres automóviles – formando una columna pero guardando las naturales distancias – salieron hacia Radio Reloj, doblando por B para tomar la calle 17 por donde irían hasta M. Los combatientes iban hacia la acción, según Julio García Oliveras le contó a Miriam Zito “... haciendo chistes y riéndonos , tú sabes como somos nosotros los cubanos. Puede parecer una cosa de película, pero así fue, porque todos sentíamos una gran satisfacción interior”.
Durante el trayecto, García Oliveras, quien no se había bajado del automóvil, pendiente como estaba del reloj, y que solamente había visto a José Antonio al salir este del sótano de la calle 19 y montarse en el auto, ha recordado que le pidió durante el trayecto por la calle 17 a Juan Nuiry, quien manejaba el vehículo en que él viajaba que:
“... se adelantara un poco y miré a José Antonio en la ventanilla delantera derecha quien se volvió sonriente. Esta fue la última vez que lo vi.
Aunque pueda parecer extraño, los combatientes veteranos saben que es así, en aquellos momentos con las armas en la mano listos para entrar en acción, sentíamos finalmente una gran tranquilidad y hasta alegría después de muchos meses de tensión. Una virtud o un defecto era que estábamos absolutamente convencidos del éxito de nuestros planes. Y también decididos a entregar la vida. Pero no concebíamos el fracaso o la retirada.
Para José Antonio era sin dudas un momento de real felicidad. Estaba ya cumpliendo con la palabra empeñada en México y sobre todo estaba realizando la acción para la que había luchado de manera permanente durante cinco años. Muchas frustraciones había tenido que sufrir. Ahora estaba seguro de que iba a dirigir un combate que quedaría grabado en la Historia de Cuba, una gesta que marcaría el inicio de la guerra revolucionaria en la misma capital de la República”.
Cada vehículo tenía una misión que cumplir. Así, mientras el que iba en el medio, en donde viajaba José Antonio, se acercaba a la emisora, ante cuya entrada frena violentamente, el que conducía Juan Nuiry se dirigía, tal como estaba previsto, hacia la esquina de M y 21, con objeto de interceptar cualquier carro perseguidora que se acercara al lugar.
“Atravesamos el carro – recordará Juan Nuiry en uno de sus libros – en medio de la calle M y, Julio García Oliveras, que iba a nuestra diestra, nos indicó poner el radio de la máquina en la emisora Radio Reloj. Eran las 3:14 de la tarde. Desde nuestra posición pudimos observar la entrada de José Antonio y sus compañeros en el edificio de Radiocentro”.
Acerca de este momento, Julio García Oliveras ha narrado que:
“... nos bajamos con las armas en la mano, viendo a los otros dos autos delanteros ocupar sus respectivas posiciones.
(...)
Transcurrieron algunos minutos. Oíamos a los vecinos asombrados exclamar: ¡Mira, estudiantes con armas!. Algunos chóferes obstinadamente insistían en pasar y tuvimos que encañonarlos para que al fin desistieran. Por M subía en su auto hacia la CMQ, el actor Carlos Montezuma, conocido como Nico Saquito. No puedo olvidar su reacción al vernos.”.
Del primer carro se bajaron de inmediato José Assef y Pedro Martínez Brito, quienes con pasmosa serenidad se encaminan hacia el elevador, en donde esperaron a José Antonio, el cual, al decir de Humberto Castelló: “ ... se tira de la máquina (...) rojo, excitado. Su llegada a la CMQ fue un espectáculo, porque la gente sabía que cuando él llegaba a cualquier lugar, seguro había combate. Y lo veían con admiración. Eso sucede en cuestión de minutos”.
Cuando José Assef y Pedro Martínez Brito llegan al elevador tropezaron, ha narrado el primero, con:
“... un guardia ahí mismo, a la entrada. José Antonio viene tal cual es y Fructuoso (Rodríguez) también. Joe (Westbrook) viene con un M – 1, Fructuoso con una máuser y José Antonio con su pistola.
No cogemos el elevador y esperamos al Gordo. El guardia estaba en la misma puerta del elevador, José Antonio se abalanza, le dice unas cuantas cosas, lo desarma y se queda con el revólver que coloca en su cintura. Entonces, subimos los cinco a la vez en el elevador.
Cuando llegamos al cuarto piso, me dirijo el master control, que ya conocíamos porque días antes Floreal (Chomón Mediavilla) nos lo había enseñado todo. Hasta hicimos un croquis que yo se lo expliqué a José Antonio y le dije que no iba a ver problemas, que todo estaba bien coordinado. Pongo a Martínez Brito cuidando el elevador para evitar que suba o baje alguien. Mientras José Antonio, Fructuoso y Joe van hacia los estudios.
En el master no hubo resistencia, y coloqué al empleado en la esquina de aquel estudio”.
Fructuoso Rodríguez, quien se había quedado en el pasillo de la estación, en el tramo ubicado entre la cabina de trasmisión y la oficina de la dirección, controla de inmediato con su máuser a Jorge Bourbakis, director de la emisora, al cual conoce por sus frecuentes visitas a la planta para recibir o traer datos. “A pesar de su sentimiento antibatistiano y ser simpatizante de la FEU, Bourbakis – apunta Miriam Zito – protesta en tono airado: ¡Coño, cómo ustedes van a hacerme esto a mí...! ”.
A las 3:21 p.m. José Antonio llegó a la Cabina de trasmisión:
“El micrófono cuelga del techo. De espalda a la doble puerta de cristal de la cabina, que la aísla del ruido exterior, Héctor de Soto lee las noticias, mientras Floreal (Chomón Mediavilla) espera su turno revisando el contenido de los comerciales.
Violentamente abren la puerta y José Antonio entra con su pistola en mano, seguido de Joe Westbrook, que va armado con una carabina M 1. De pie, contra la pared cubierta con un gran mapamundi; Echeverría mantiene el arma en alto apuntando al techo. Sorprendido, el locutor Héctor de Soto no sabe qué hacer ...”.
Aunque Floreal Chomón estaba sobre aviso de lo que iba ha ocurrir, ha confesado que: “ Todo se desarrolló muy rápido. (...) la entrada de José Antonio en la cabina me emocionó. Él mantuvo su arma siempre apuntando al techo”.
Provocados por la irrupción de José Antonio y sus compañeros en la Cabina salen al aire ruidos y voces ajenos a la trasmisión que se estaba efectuando. José Antonio y sus dos acompañantes le entregan a los locutores los partes y noticias redactadas con anterioridad y los conminan a darles lectura, impartiéndoles “... instrucciones precisas, esto es, leer despacio e intercalar los acostumbrados anuncios comerciales. Héctor (de Soto) no entiende que sucede. Con voz casi inaudible pregunta si debe leer. La respuesta no llega, se hace harto elocuente”. Finalmente, a las 3:22 p.m., Héctor de Soto empieza a leer y es seguido por Floreal Chomón Mediavilla:
RADIO RELOJ REPORTANDO, ATACADO EL PALACIO PRESIDENCIAL HACE BREVES MOMENTOS. UN NUTRIDO GRUPO DE CIVILES NO IDENTIFICADOS ABRIÓ FUEGO CONTRA EL PALACIO PRESIDENCIAL UTILIZANDO FUSILES Y ARMAS AUTOMÁTICAS ENTABLÁNDOSE UN FUERTE COMBATE CON LA GUARNICIÓN DE PALACIO. LOS ATACANTES APROVECHANDO LA SORPRESA LOGRARON IRRUMPIR EN EL INTERIOR DEL PALACIO DONDE SE REPORTA QUE EL PRESIDENTRE DE LA REPÚBLICA FULGENCIO BATISTA SE ENCONTRABA DESPACHANDO. HAY NUMEROSAS BAJAS CIVILES Y MILITARES. NUEVOS CONTINGENTES DE CIVILES HAN ARRIBADO AL LUGAR Y SE ENCUENTRAN DISPARANDO SOBRE PALACIO APOSTADOS EN LOS ALREDEDORES continúa RADIO RELOJ REPORTANDO.
Pida legítimo bacalao de Noruega en pencas o en filete, envasados sin espina. En mueble o selección no hay privilegio ni fortuna. Mueblería La Granada, Neptuno entre Belascoaín y Gervasio. ¿Tiene Ud. el gusto joven?. Una tonga de gusto le da Partagás.
RADIO RELOJ REPORTANDO: ATACADO EL PALACIO PRESIDENCIAL HACE BREVES MOMENTOS. UN NUTRIDO GRUPO DE CIVILES NO IDENTIFICADOS ABRIÓ FUEGO CONTRA EL PALACIO PRESIDENCIAL UTILIZANDO FÚSILES Y ARMAS AUTOMÁTICAS ENTABLÁNDOSE UN FUERTE COMBATE CON LA GUARNICIÓN DE PALACIO. LOS ATACANTES APROVECHANDO LA SORPRESA LOGRARON IRRUMPIR EN EL INTERIOR DE PALACIO.
RADIO RELOJ DA LA HORA: 3:22 minutos hora oficial. ¿Tiene Ud. el gusto joven?. Una tonga de gusto le da Partagás el cigarro que gusta más. Aprenda inglés hablando inglés, NUEVO CURSO DE INGLÉS EXCLUSIVAMENTE HABLANDO EN NOBEL UNIVERSITY.
PARTE OFICIAL DEL ESTADO MAYOR DEL EJÉRCITO: NUESTRO REPORTER EN CIUDAD MILITAR LUIS FELIPE BRYON NOS COMUNICA QUE HACE BREVES MOMENTOS CLASES Y OFICIALES DEL EJÉRCITO, MARINA Y POLICÍA REUNIDOS EN EL CUARTEL CABO PARRADO DEL CAMPAMENTO DE COLUMBIA, HAN TOMADO LOS MANDOS DE LAS FUERZAS ARMADAS Y HAN EMITIDO EL SIGUIENTE COMUNICADO OFICIAL: ANTE LA GRAVE CRISIS POR LA QUE ATRAVIESA LA NACIÓN LAS CLASES Y OFICIALES QUE INTEGRAN LOS INSTITUTOS ARMADOS DE NUESTRO PAÍS VELANDO POR EL CUMPLIMIENTO DE SU MÁS SAGRADO DEBER QUE ES LA SALVAGUARDIA DE LA PAZ PUBLICA Y REFLEJANDO EL SENTIDO MAYORITARIO DE SUS MIEMBROS HAN REVELADO DE SUS MANDOS AL GENERAL TABERNILLA Y DEMAS ALTOS OFICIALES ADICTOS AL DICTADOR BATISTA.
Para balancear perfectamente la alimentación nada mejor que el riquísimo Kresto. Casa Arenal ofrece guayaberas de rayas a $3.70. Casa Arenal, Monte 72.
RADIO RELOJ DA LA HORA: 3:23 MINUTOS HORA OFICIAL. CAMEL es sabor, fumando Camel Ud. disfruta del mejor sabor.
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PARTE OFICIAL DEL ESTADO MAYOR DEL EJÉRCITO: NUESTRO REPORTER EN CIUDAD MILITAR LUIS FELIPE BRYON NOS COMUNICA QUE HACE BREVES MOMENTOS CLASES Y OFICIALES DEL EJÉRCITO, MARINA Y POLICÍA REUNIDOS EN EL CUARTEL CABO PARRADO DEL CAMPAMENTO DE COLUMBIA, HAN TOMADO LOS MANDOS DE LAS FUERZAS ARMADAS Y HAN EMITIDO EL SIGUIENTE BOLETÍN OFICIAL: ANTE LA GRAVE CRISIS POR LA QUE ATRAVIESA LA NACIÓN LAS CLASES Y OFICIALES QUE INTEGRAN LOS INSTITUTOS ARMADOS DE NUESTRO PAÍS VELANDO POR EL CUMPLIMIENTO DE SU MÁS SAGRADO DEBER QUE ES LA SALVAGUARDIA DE LA PAZ PUBLICA Y REFLEJANDO EL SENTIDO MAYORITARIO DE SUS MIEMBROS HAN REVELADO DE SUS MANDOS AL GENERAL TABERNILLA Y DEMAS ALTOS OFICIALES ADICTOS AL DICTADOR BATISTA.
RADIO RELOJ INFORMANDO: EN ATENCIÓN A LOS TRASCENDENTALES ACONTECIMIENTOS QUE SE ESTÁN DESARROLLANDO SE LEERÁ A CONTINUACIÓN UNA ALOCUCIÓN AL PUEBLO DE CUBA POR EL PRESIDENTE DE LA FEDERACIÓN ESTUDIANTIL UNIVERSITARIA Y LÍDER DEL DIRECTORIO REVOLUCIONARIO JOSÉ ANTONIO ECHEVERRÍA.
Mientras los locutores han estado leyendo y se emiten los acostumbrados anuncios comerciales, José Antonio, “Sumamente tenso, desconociendo el ritmo normal de trasmisión (...)” , ha estado manipulando insistentemente las chicharras. “Floreal (Chomón Mediavilla) le hace señas para que desista y pueda seguir leyendo Héctor”.
Desde sus posiciones Julio García Oliveras y otros compañeros esperaban: “Ansiosamente (...) las palabras de José Antonio, hasta que al fin su voz, cargada de emoción, se escuchó por el micrófono”. , dando lectura, luego de que el locutor Héctor de Soto lo presentara, a la alocución que con ese fin había redactado en su refugio clandestino de la calle 19:
¡Pueblo de Cuba! – En estos momentos acaba de ser ajusticiado revolucionariamente el Dictador Fulgencio Batista. En su propia madriguera del Palacio Presidencial el pueblo de Cuba ha ido a ajustarle cuentas. Y somos nosotros, el Directorio Revolucionario, los que en nombre de la Revolución cubana hemos dado el tiro de gracia a este régimen de oprobio.
Cubanos que me escuchan: acaba de ser eliminado ...
Mientras José Antonio y sus compañeros permanecían en los estudios de Radio Reloj, Julio García Oliveras y Juan Nuiry siguieron atentamente las palabras del líder estudiantil desde la radio del automóvil hasta que, según el último de ellos ha contado, algo desconocido para ellos interrumpió su Proclama al pueblo de Cuba. Nadie les había advertido:
“... que la trasmisión podía ser cortada también en la subestación de Televilla, como realmente ocurrió, a manos de un canalla enemigo. No nos habría sido difícil – ha escrito Julio García Oliveras – con unos pocos hombres armados haber ocupado dicha subestación a fin de garantizar la trasmisión. Pero así ocurren las cosas en la lucha revolucionaria”.
Sobre este asunto se tejieron durante años varias versiones falsas. Sin embargo, Miriam Zito aclaró en su libro Asalto que, mientras la voz altísima y enérgica de José Antonio se escuchaba desgarrada:
“A quince kilómetros de allí, en Arroyo Arenas, un empleado de la planta trasmisora, al recibir una orden, saca la emisora del aire y la proclama queda inconclusa. Durante años una versión muy distinta se da a conocer incluso por la prensa, y se achaca la intercepción a la alteración de un relay inexistente hasta hoy . De la habitación contigua entra Fructuoso, agitado: Gordo, no sigas, te cortaron. Y Echeverría le responde: Bueno, entonces vámonos ...”.
Al respecto, José Assef ha narrado que:
“Todo iba marchando bien hasta que se anuncia la alocución de José Antonio. Y al rato, queda interrumpida. Yo sabía que en el master nadie había tocado nada.
Le mando el aviso a José Antonio. Cuando él se entera, sale como un bólido y sin esperar que yo tire la granada al master, empieza a disparar contra el cristal. Fructuoso (Rodríguez), Pedro (Juan Pedro Carbó Serviá)y Joe (Westbrook) ya han bajado por el elevador.
Yo intercambio unas palabras con José Antonio. Y mi granada que era la que yo tenía que tirarle al master control para que no nos desmintieran, me la quito y se la doy.
Entonces, él, enfático, me dice: Moro, ya yo puedo morirme tranquilo. Vámonos.
Nos vamos con los dos locutores delante (...) con los brazos en alto”.
Uno de ellos, Floreal Chomón Mediavilla, recordó en 1977 que José Antonio, al serle informado que la trasmisión había sido cortada, los conminó a salir de la cabina y que:
“... cuando pasábamos a través de las redacciones de CMQ y de Radio Reloj, por el pasillo, frente al cual estaba el departamento de programas, todos los compañeros nos miraban con los ojos desorbitados, unos de asombro, otros de terror. Al llegar frente al ascensor, Echeverría miró para el master control de la planta y exclamó: ¿yo no te dije que rompieran esto? y con la misma accionó la pistola y le tiró varias ráfagas; esto aparece en una foto donde se ve el cristal del control maestro con varios impactos de bala. Este equipo no estaba situado en la cabina de locución.
Le recordé a José Antonio que era mejor y más rápido bajar por la escalera, porque aquel ascensor era muy lento, además, había mucho tráfico de gente siempre. Entonces dijo: está bien, vamos por la escalera.
Cuando llegamos a la planta baja él y otros compañeros tirotearon la parte superior de la puerta de cristal de CMQ por la calle M.
En medio de la calle había un automóvil con las puertas abiertas esperando a los revolucionarios. Sus ocupantes estaban afuera portando armas largas. Cuando nos acercamos, alguien me dijo que no me podía ir con ellos, que me perdiera. Posteriormente me enteré que habían procedido así porque querían fingir llevarme con ellos desde la cabina de locución hasta la calle, como si fuera un secuestro para no quemarme ”.
Según José Assef al dirigirse al carro en que él había venido:
“(...) José Antonio me gritó: ¡Moro, ven tú conmigo!. Le dije a Pedro Martínez Brito, que estaba cerca, que le dijera a Humberto Castelló y a Enrique Rodríguez Loeches que arrancaran, que José Antonio quería que fuera con él.
(...)
Cuando yo monto en el asiento trasero del auto y cierro la puerta, José Antonio tiene un pie afuera y la puerta suya está abierta todavía. Algo observaba él, pero el chofer del carro arrancó. El grita ¡aguanta! Y al instante yo exclamo: ¡aguanta que matas al gordo!”.
Para los compañeros del Gordo que se hallaban en el exterior del edificio:
“... los minutos – ha afirmado Juan Nuiry - se hacían largos y no veíamos bajar a nadie del edificio, hasta que de súbito observamos descender a nuestros compañeros, pistola en mano; José Antonio fue el último en montar a la máquina; subió a ella casi en marcha, pues unos tiros salían desde la calle 23, frente a la entonces funeraria Caballero. Este incidente nos motivó quedarnos como última máquina, un breve tiempo para repeler la agresión. Luego seguimos por toda la calle M hasta doblar 25 y entrar en la universidad por la calle J . Después se supo que habíamos herido a un policía batistiano”.
Al referirse a este momento de gran tensión, Julio García Oliveras agregó que él, mientras José Antonio hablaba ante los micrófonos de Radio Reloj, contaba los minutos:
“... vigilando con preocupación la posible irrupción de los patrulleros policíacos. Pero todo transcurría sin novedad. Solo algún disparo aislado que luego supe que había sido hecho contra un sargento de la Policía que había penetrado por 23, pasando por delante mismo de Rodríguez Loeches y que Figueredo, desde el segundo carro, había tumbado de un balazo.
Súbitamente la trasmisión se interrumpió. El tiempo pasaba y José Antonio y sus acompañantes no bajaban. No tenía explicación para lo que ocurría y mi inquietud aumentaba ante la posible llegada del enemigo. Al retirarse, José Antonio se dio cuenta que se había abandonado la vigilancia del control – master según se había previsto, y muy disgustado, le hizo varios disparos con su pistola. Minutos después de las 3:31 finalmente salieron a la calle.
Hay que destacar que uno de los cálculos que falló ese día, fue precisamente el de la posible llegada de los patrulleros. Al hacer los planes habíamos calculado – como la variante peor – que según las experiencias de las acciones en la Universidad, la policía radimotorizada se presentaba entre cinco y siete minutos después de haber comenzado nuestras demostraciones. Ese día todo iba a ser distinto, (...) las fuerzas represivas se iban a mantener a la expectativa, en muchos casos estacionando sus vehículos, hasta saber sí Batista había muerto o no.
A pesar de su brevedad , la alocución de Echeverría comenzó a producir el efecto deseado. (...). Pero sobre todo, la emisión radial revolucionaria hizo vacilar a los que apoyaban al régimen”.
Durante los minutos de tensa espera, mientras los compañeros del Gordo esperaban que saliera junto a sus acompañantes del edificio, un sargento de la policía de Batista cruzó por M y 23 sin percatarse de lo que estaba ocurriendo ante sus narices:
“El hombre, que iba pensando en sus asuntos - afirma Julio García Oliveras – no se dio cuenta de nada, pero algún informador oficioso le notificó lo que estaba ocurriendo:
- ¡ Mire sargento, hay hombre armados en esa máquina!.
El del traje azul posiblemente no tenía ganas de pelear pero, puesto en esa alternativa, no le quedó más remedio que desempeñar su papel y se encontró frente al cañón del arma que portaba Rodríguez Loeches (Enrique). El sargento, pese a eso, hizo ademán de sacar su pistola y entonces Carlos Figueredo – sentado desde el asiento de su auto – le hizo un disparo, hiriéndole en una pierna.
Esa fue la única víctima gubernamental de aquel episodio”.
Luego de que un nutrido tiroteo anunciara la salida a la calle de José Antonio y sus acompañantes, se inició la marcha de los carros que habían participado en la operación por la calle M hacia la Universidad. Los tres automóviles, según lo planificado y acordado, debían buscar la calle Jovellar y luego, subir por la denominada 27 de noviembre, al costado de la Colina, para entrar en el recinto por la puerta de J.
Sin embargo, aunque el primer carro y el segundo lograron cruzar la calle 23, el paso del tercero, conducido por Juan Nuiry, se vio interrumpido por una maniobra de un camión concretera que laboraba en la construcción del hotel Hilton, luego Habana Libre. Esto hizo que el chofer arrancara a toda velocidad. No obstante, asegura Julio García Oliveras, quien viajaba en el mismo:
“... el carro de José Antonio ya se había perdido de vista. Nuiry, (...) al llegar a 25 dobló a la derecha sin poder evitarlo. Comenzaban así a producirse problemas imprevistos que traerían graves consecuencias.
Nada se le podría criticar a Nuiry. No era militante del Directorio, pero había aceptado participar en nuestra acción combativa obedeciendo a los lazos de leal amistad que le unían a José Antonio. Por otra parte, no le faltaron razones para aquella imprevista maniobra. Al iniciar la retirada desde la CMQ, yo que viajaba detrás de él en el auto había tratado de romper el cristal trasero (...) de un culatazo de mi carabina M – 1 (...). El cristal resistió el golpe pero la carabina disparó a la vez que botaba el extractor, el disparo pasó muy cerca de la cabeza de Nuiry. Eso, obviamente, se sumaba a la gran tensión que teníamos todos”.
Enrique Rodríguez Loeches, quien mandaba el primer automóvil, decidió sobre la marcha no regresar a la Universidad por la ruta acordada. Por tal motivo, siguió hasta la calle San Lázaro con vistas a doblar para entrar por la escalinata. Este recorrido se había orientado, insistentemente, por Julio García Oliveras que no se hiciera porque, en primer lugar, esta era la ruta habitual de los patrulleros cuando se dirigían hacia la Universidad y, en segundo, porque había que abandonar los autos para poder entrar por allí. Así se produjo el segundo imprevisto. Ambos hechos, provocaron que ambos carros dejaran solo al de José Antonio, el cual sí siguió la trayectoria acordada.
“Desesperado ante el desvío, – ha explicado Julio García Oliveras - le pedí a Nuiry que acelerara al máximo. Por un momento pensé que podíamos doblar por L hacia la Universidad y unirnos a José Antonio. Pero L, en aquellos días tenía tránsito en las dos direcciones y la calle estaba prácticamente bloqueada por autos y guaguas. Al llegar a la esquina de L tuvimos que hacer varios disparos al aire para lograr que los vehículos se apartaran y atravesar, dando gritos de ¡Abajo Batista! ante el asombro de la gente. Reanudamos rápidamente la carrera por 25 hasta doblar por J hacia la Universidad. Ya frente a la entrada, de pronto, vimos que venía un carro de la policía, que desde la puerta del Calixto marchaba sin mucha velocidad en dirección al hotel Colina. Yo, que estaba sentado detrás del chofer, al pasar el patrullero hacia la izquierda de nuestro auto, le hice varios disparos con la Star, hasta darme cuenta que había vaciado el cargador. Con la pistola descargada y el M – 1 roto, me invadió una gran intranquilidad y me quedé con la vista fija en el patrullero, para ver si este se detenía o retrocedía para hacernos frente. Estoy seguro de que esos esbirros habían oído las noticias en su radio y que aquel tiroteo los había puesto en alerta para lo que sucedería inmediatamente después”.
El auto en el que viajaba José Antonio, conducido por Carlos Figueredo, fue el único que siguió la ruta planeada al tomar, según relató el propio chofer, por:
“... M hasta Jovellar, atravesamos la calle L y al pasar junto al costado de la Universidad nos enfrentamos con un carro perseguidor. Como teníamos órdenes de obstaculizar cualquier refuerzo que acudiera al Palacio Presidencial, detuvimos el auto en medio de la calle, chocando de frente, con la perseguidora. Casi simultáneamente al choque, yo disparé contra la perseguidora y recibimos una ráfaga de ametralladora que atravesó en línea oblicua nuestro parabrisas. Nadie fue herido de bala. Agachados descendimos del auto por la derecha.”
Figueredo ha ofrecido otros testimonios similares, pero que aportan nuevos detalles, al afirmar que cuando llegó a Jovellar, conduciendo el auto en el que viajaba José Antonio, vio que:
“.. el carro de vanguardia rebasa Jovellar y sigue recto, debido, al parecer, al tráfico cerrado.
Yo doblo por Jovellar. Miro para adelante a ver que pasa, observando también el carro escolta que viene detrás. Me quedé solo. Yo tengo el control del carro, porque los muchachos van gritando sin atender al tránsito. Tengo que cuidar a José Antonio, pienso enseguida, y llegar al punto de destino sin problemas. Cubrirme lo mejor posible.
Cuando llegamos a L había tremendo tranque, pero los ómnibus se quitan. Yo paso veloz y al doblar por la Colina veo venir al perseguidor por el costado de la universidad. Venía bastante rápido. Yo sabía que ellos traían ametralladoras alante y atrás. Aguanto la velocidad, tiro un timonazo, freno y chocamos de frente. Ellos tiran una ráfaga que atraviesa el parabrisas.”
“Los cristales me hieren en la frente y me tiro en el suelo”.
“Fructuoso (Rodríguez) exclama una mala palabra y ordena tirarse a tierra.
Cuando caigo al piso veo a José Antonio corriendo hacia el patrullero, apuntando al tipo que está atrás”.
“Fructuoso Rodríguez me da un piñazo y me baja del carro. Yo tenía la pistola abierta sin balas en el peine. Veo que José Antonio en vez de correr hacia el poste, como nosotros, se abalanza hacia el patrullero”.
Confirmando los relatos anteriores, otro de los ocupantes del vehículo en el que viajaba el Gordo, José Assef, explicó en 1977 al periodista Delfín Xiques y luego, a la periodista Miriam Zito, que en Jovellar, calle por la cual dobló el automóvil:
“... existía, en aquel entonces, una parada de ómnibus donde en ocasiones coincidían más de 4 rutas.
Al llegar a la parada, repleta como siempre, Fructuoso dice: tira un tiro, y yo le digo: para qué, si de todas formas las guaguas no pueden volar.”
“En la misma esquina de M y 27, no se me olvida, había unos cuantos estudiantes, a los que José Antonio arenga y les grita que vayan para la escalinata”.
“Al irse el último ómnibus, nuestro carro emprendió una marcha veloz. Una perseguidora que venía del Hospital Calixto García – en sentido contrario -, chocó con nosotros.
Figueredo (Carlos), Joe Westbrook y Otto Hernández se tiran por el lado izquierdo del carro , hacia la Universidad; Fructuoso y yo vamos hacia el poste de hierro que hay en lo que nosotros llamábamos La Casa del Reloj (...)”.
José Antonio, ha narrado Carlos Figueredo:
“... avanzó sobre la perseguidora disparando. Se le acabaron los peines de la pistola y entonces extrajo el revólver que le había quitado al soldado del Ejército en los portales de la CMQ. Un policía que estaba sentado en el asiento posterior de la perseguidora disparó contra él matándolo. Echeverría cayó al lado mismo de la perseguidora”.
“(...) Así vemos como lo ametrallan. Joe (Westbrook) queda noqueado con eso. No atina a nada. Yo meto la mano en el gatillo y empiezo a disparar con su fusil. Entonces Fructuoso (Rodríguez) me quita la Carabina y dice: A la Colina”.
Precisamente, debemos a Fructuoso Rodríguez, asesinado por los esbirros de la Tiranía el 20 de abril de 1957, junto a otros compañeros, un valioso testimonio sobre la muerte de su amigo y compañero inseparable. Aparece formando parte de una carta que Fructuoso escribe, a solo unos días de los hechos del 13 de marzo, a Rolando Cubela, quien se encontraba en Miami, Estados Unidos de América. En la misiva, que le envió acompañada del “Testamento Político” de José Antonio, con objeto de que gestionara su publicación en algún periódico de los Estados Unidos, Fructuoso le dice al también compañero de luchas y fiel amigo del líder estudiantil:
“Sé que has llorado mucho. Todos hemos sufrido mucho por la desaparición de tantos compañeros valiosos y especialmente El Gordo. Cayó como un valiente. Con desprecio absoluto de su vida avanzó sobre una perseguidora y les disparó por la ventanilla. Cayó al suelo y volvió a pararse sobre sus rodillas y sacando un revólver (que le había quitado a un soldado) volvió a tirar por la ventanilla para dentro: en ese momento una ráfaga de ametralladora lo remató.
El día 13 fue a buscar la muerte. Todo lo que había hecho y lo que hacía le parecía poco”.
Por otra parte, José Assef, quien a petición suya viajaba en el automóvil con él, ha ofrecido también su versión de los últimos instantes del líder estudiantil. Al respecto, contó en el periódico Granma, en ocasión del XX aniversario de los hechos del 13 de marzo, que ese fatídico día:
“... José Antonio avanza hacia la perseguidora, cuyos ocupantes, con las puertas abiertas a causa del impacto, trataban de ocultarse.
José Antonio, en un rasgo de esos que lo caracterizaron, avanzó con valor extraordinario hacia la perseguidora, cojeando. Yo le dije a Fructuoso: el gordo va herido. Resaltaba mucho, en la media blanca de su pié derecho, la mancha de sangre.
La herida pudo haber sido provocada por un disparo escapado o tal vez, al subir al auto en CMQ.
Cuando José Antonio llega hasta la perseguidora, cae, se incorpora por la puerta del chofer, que está abierta, se agarra a ella, le dispara al chofer. Es ahí cuando recibe un rafagazo enemigo”.
Caía de este modo, a un costado de su querida Universidad,”... con el pecho constelado a balazos (...)” el dirigente estudiantil ejemplar, el amigo y fiel enamorado, el joven de solo 24 años que un día quiso ser Arquitecto y terminó graduándose de Héroe Eterno de la Patria, el combatiente temerario y aguerrido que, cuando el 13 de marzo de 1957 se produce el Asalto al Palacio Presidencial y la toma de Radio Reloj, considerada por el Dr. Emilio Roig de Leuchsenring, quien fue Historiador de la Ciudad de La Habana como la “... hazaña más fieramente audaz de todas nuestras luchas por la libertad” , había ya “...cuajado – como bien ha escrito Faure Chomón – como dirigente de la revolución” .
Por eso, aquel infausto día solo dejó de existir su cuerpo, porque su aguerrido y permanente espíritu de combate y su pensamiento revolucionario, fidelista, martiano, antiimperialista y latinoamericanista, inundaron desde entonces cada rincón de la Isla y lo hicieron volver aquella misma tarde junto a nosotros para siempre. Bien que lo intuyó su coterránea, la importante poetisa matancera Carilda Oliver Labra, Premio Nacional de Literatura, cuando un año más tarde, el 13 de marzo de 1958, escribió con certeza, como parte de un hermoso y extenso poema consagrado a su memoria:
En esa boca no hubo despedida/
sino arenga,/
esos ojos no se cerraron nunca/
sino que miran para adentro/
donde estás preparando barricadas./
Vuelves/
armado de tu lápiz,/
haces tu posta en los amaneceres/
subiendo como un sol La Escalinata:/
¡que no te asesinaron nunca,/
que no pueden contigo los cobardes,/
que no te han hecho nada!/
porque nadie ha sabido detener el alba;/
Y regresas cantando/
de nuevo hacia la lucha,/
y animas los fusiles en la Sierra,/
poderoso,/
absoluto,/
vivo ya para siempre,/
en una carcajada de combate/
que se deshace en balas.
"De amar las glorias pasadas se sacan fuerzas para adquirir las glorias
nuevas".
José Martí“… la HISTORIA NOS AYUDARÁ A DESCUBRIR LOS CAMINOS DE HOY Y DE MAÑANA, A MARCHAR POR ELLOS CON PASO FIRME Y CORAZON SERENO Y A MANTENER EN ALTO LA ESPERANZA (...)”.
RAMIRO GUERRA