viernes, 14 de agosto de 2020

De como conoci a mi hermano Juan Padron.

 Por Ernesto Padrón


En realidad él me conoció primero, porque nació un año y tres meses antes que yo. Me lo imagino mirándome en la cuna y pensando qué hermano le había tocado. Por eso mi primer recuerdo de él lo cuento como el día en que lo conocí. Fue en una caída mía desde la base de un asta de bandera. Tendríamos cuatro y cinco años, y vivíamos en el central azucarero Carolina, en Matanzas. Curiosamente, frente a nuestra casa había un parque cuyo diseño simulaba el escudo de la República, y en el mismo centro tenía el asta que les cuento. La foto es de esos años y de ese lugar. 

Sucedió que dándole vueltas desenfrenadas a esa base de concreto, resbalé y paré la caída con las rodillas y las manos. Mi hermano, que me seguía en el juego de las volteretas, ni se rió —con lo burlón que era—, ni salió corriendo a contárselo a nuestra mamá. Rápidamente se quitó el pulóver, me secó las lágrimas, que saltaban a borbotones, y luego secó la sangre de mis rodillas y mis manos. No se me olvida ese acto tan tierno suyo, y tan inteligente, de usar mis lágrimas de diluente. Mucho nos reímos, ya de grandes, al recordar ese método curativo.

Anécdotas de nuestra infancia hay miles —porque fuimos de armas tomar—, y para mi hermano siempre resultaron fuentes de conversación en los encuentros familiares o con los amigos. Escucharlo narrar nuestras travesuras y peleas era súper divertido, aun para mí que casi siempre salía mal parado en sus cuentos.

Luego la vida nos llevó por caminos diferentes en las escuelas, en el servicio militar, en las primeras instituciones donde trabajamos; y nos unió en el Frente de Divulgación de los Pioneros, en la revista Zunzún y en los Estudios de Animación del ICAIC. Colaborar en sus películas fue siempre una inmensa satisfacción para mí. Y cuando lo hacía él en una obra mía, me inflaba de orgullo.

Mi hermano fue un genio de las ideas, la narración y el humor, expresados en sus caricaturas, historietas y el cine de animación. Además era un actor natural e imitaba voces a las mil maravillas.  Generaba ese tipo de ideas que uno dice asombrado “eso solo se le puede ocurrir a él”. La creación y desarrollo posterior de Elpidio Valdés es expresión de su inmenso talento, el cual supo unir al oficio de los diferentes medios donde incursionó, y lo impregnó de una cubanía nunca antes vista. 

Las historias de Elpidio Valdés son tan originales como bien contadas. En todo, en los dibujos, los diálogos, los diseños de cada escena, los detalles de los uniformes, las armas; la caracterización de los personajes. Los chistes son su especialidad: anticipados, sorpresivos, en suspenso o en cadena, sacados del argot popular, y de apoyo a mensajes puntuales, como diferenciar al soldado español de sus oficiales, o para criticar la actuación de los empresarios y funcionarios norteamericanos en nuestras guerras de independencia.

Decía Cesar Vallejo que “todo acto o voz genial viene del pueblo y va hacia él” Y mi hermano es ese genio apropiado por el pueblo, el cual repitió sus chistes adaptados a la vida cotidiana; y creador de un personaje que muchos niños piensan fue un patriota real de la guerra ¿Qué premio puede ser mayor?  




"De amar las glorias pasadas se sacan fuerzas para adquirir las glorias

nuevas".

José Martí



“… la HISTORIA NOS AYUDARÁ A DESCUBRIR LOS CAMINOS DE HOY Y DE MAÑANA, A MARCHAR POR ELLOS CON PASO FIRME Y CORAZON SERENO Y A MANTENER EN ALTO LA ESPERANZA (...)”.

RAMIRO GUERRA