sábado, 28 de septiembre de 2013

PRESERVAR EL PATRIMONIO ARQUITECTÓNICO.

Por: Germán Lenzano Paneque y Amalia Canes Nápoles "No es lo mismo el patrimonio de Sagua la Grande que el de Cárdenas, el de La Habana que el de Pinar del Río... No es que sean diferentes para más o para menos, sino que son diferentes porque son singulares dentro de una belleza verdaderamente excepcional". Dr. Eusebio Leal Splenger. Historiador de la Ciudad de La Habana.
Decir en Cuba Eusebio Leal, Historiador de la ciudad de La Habana, es redundar por antonomasia, porque todos sabemos y reconocemos la labor que tan brillantemente realiza este destacado intelectual, no solo al frente del a Oficina del Historiador, sino también como presidente de la Comisión Nacional de Monumentos. Periodista: ¿Existe en Cuba un programa de restauración del patrimonio arquitectónico? Eusebio Leal: Creo que sí, y la prueba más elocuente es que laUNESCO y los organismos internacionales no premian solo buenas intenciones, sino resultados de investigaciones, del trabajo. Cuba tiene nueve sitios declarados Patrimonio mundial; a escala latinoamericana eso es sorprendente. Estos nueve sitios están compartidos entre ciudades asociadas siempre a un conjunto monumental como es el caso de Trinidad y el Valle de los Ingenios, La Habana Vieja y su sistema de fortificaciones, o edificios per se como el Morro de Santiago de Cuba, o los Parques Nacionales "Alejandro de Humboldt" y "Desembarco del Granma", por citar algunos. Hoy existe en el país no solo una voluntad de restauración y un resultado, sino también una escuela. En este sentido, el haber conjugado la tarea social y los proyectos de restauración como proyectos de desarrollo a escala local tiene una trascendencia a nivel mundial. Es lo que distingue a Cuba y se inserta dentro de la filosofía de la Nación y de la Revolución. El patrimonio ¿pero para quién? Por eso el centro histórico habanero ha sido reconocido mundialmente y existen otros proyectos en Cuba que comienzan a gozar de un prestigio similar y a veces superior. Una de las especificidades de nuestras acciones en el país tiene que ver con la batalla por la naturaleza que es tan importante. El patrimonio edificado está erigido moralmente sobre un patrimonio natural. Esa batalla por la naturaleza ha permitido además el surgimiento de distintas organizaciones no gubernamentales y fundaciones como el caso de la "Antonio Núñez Jiménez"; la Pro-Naturaleza, donde desempeñaron un papel decisivo la Dra. María Elena Ibarra y el Dr. Jorge Ramón Cuevas; la Sociedad Civil "Patrimonio, Comunidad y Medio Ambiente". Se trata de una toma de conciencia, lo que no significa que estemos satisfechos. Todavía debemos batallar porque no todos poseen esa gnosis naturalista, y dicen que sí con la cabeza pero no con el corazón. La respuesta concreta es que sí existe hoy en día, más que nunca antes, una conciencia de la restauración. Hay programas de televisión, publicaciones como la propia revista de la construcción, trabajos de la memoria como, por ejemplo, la puesta en valor de los fondos iconográficos del Ministerio de la Construcción a partir de la publicación del hermoso libro que realizó nuestro amigo Juan de las Cuevas Toraya; algo muy meritorio1. Igualmente Juan realizó un gran esfuerzo y puso en manos de nosotros y en las del mundo una visión de la Cuba construida en distintos tiempos 2. Hizo un elogio de los hombres de la construcción, de los arquitectos, de los ingenieros, de los trabajadores, de los maestros de obra, de los que han hecho posible un legado patrimonial que hace que, desde Mantua hasta Maisí, la arquitectura cubana sea una, pero siempre diversa. No es lo mismo el patrimonio de Sagua la Grande que el de Cárdenas, el de La Habana que el de Pinar del Río... No es que sean diferentes para más o para menos, sino que son diferentes porque son singulares dentro de una belleza verdaderamente excepcional. Usted va a lugares donde encuentra aleros de tornapunta que no los tenemos en La Habana, hay que buscarlos en Camagüey. Si te interesa por una arquitectura imaginativa, tiene que ir a ver los palacios pinareños que constituyen los monumentos más preciosos que uno pueda figurarse. Hay toda una arquitectura específica, de las iglesias, los templos masónicos, los evangélicos... Todo eso enriquece extraordinariamente un patrimonio múltiple, diverso, no voy a decir heterogéneo, pero sí tan singular y plural como lo es el pueblo cubano. Periodista: Usted ha señalado que la experiencia cubana en cuanto a restauración trasciende las fronteras del país, sobre todo La Habana Vieja. Eusebio Leal: Nuestro centro histórico ha recibido todos los premios de prestigio mundial que se pueden conceder: la Medalla de la Diversidad Cultural de la UNESCO, el premio "Reina Sofía" de restauración, para un proyecto que tiene un índice puesto sobre el tema comunitario; ha alcanzado reconocimientos de naciones y organizaciones por la paz, de organizaciones por la concordia ciudadana. Tenemos un salón donde colocamos con amor esos diplomas y reconocimientos. Preservar la memoria, la material y la intangible Pero el reconocimiento mayor de todos es el que nos concede el pueblo cubano, porque se da cuenta de que la Nación puso su empeño en momentos muy difíciles con el fin de salvar el patrimonio nacional sin venderlo. Y lo que hemos restaurado, de Cuba es. Esa fue la idea, la concepción de Fidel plasmada en el Decreto-Ley número 143 sobre la conservación del patrimonio que él ayudó a redactar y firmó en 1994. Hace 15 años trabajamos con ese otro esquema definido por el líder de la Revolución. Así lo expresó en el Congreso de la UNEAC: "El peligro mayor está en la pérdida de la cultura y de los bienes del patrimonio cultural y son precisamente estos los primeros que hay que salvar". Mucho antes del triunfo revolucionario estuvo la obra de los precursores, de quienes se preocuparon por preservar la memoria material y la intangible: Fernando Ortiz, Lidia Cabrera, Emilio Roig, Oscar María de Rojas, Emilio Bacardí, Elvira Cape, por citar algunos nombres. Ellos fundaron bibliotecas y museos, cuidaron colecciones, llevaron adelante proyectos increíbles como el de Luis Montané para fomentar un museo que hoy lleva su nombre, el Museo Arqueológico; trabajaron la arqueología precolombina, concibieron la Sociedad Espeleológica, fundaron la Sociedad Económica de Amigos del País, la Sociedad Pro-Arte Musical y la Sociedad Nuestro Tiempo. Fue la defensa de un patrimonio espiritual y de la creación propia, no de élites, sino de vanguardias intelectuales que fueron tan útiles a la historia posterior. Cómo hablar de Harold Gramatges, de María Teresa Linares, de Marta Arjona, Argeliers León y de todas esas personalidades, si no somos capaces de sentir que se formaron en aquel tiempo. Con la Revolución abriendo todos los cauces y caudales y ofreciendo oportunidades a todos los talentos, surgió ese movimiento cultural para el cual el patrimonio es un aspecto muy importante. Primero fue el reconocimiento para Trinidad y el Valle de los Ingenios (estamos hablando de tres patrimonios: una ciudad, un valle y un conjunto de monumentos del período industrial), luego fue para La Habana Vieja y su sistema de fortificaciones. En el Índice de la UNESCO, La Habana Vieja está ocupando el número 27 del reconocimiento mundial entre casi mil sitios del Patrimonio universal. Hoy, ante la crisis ecológica, ante la crisis del patrimonio natural de la Humanidad y el cambio climático, hay que pensar si lo que debemos declarar patrimonio mundial es absolutamente todo. Cuando en Cuba se dictaron las leyes de Monumentos Nacionales para las siete villas fundacionales y después se reconoció a La Habana y Trinidad, se estaba anticipando una distinción verdaderamente importantísima. Y subrayo el hecho de que no se premia una intención, se premia un expediente fundamentado en el trabajo. Cuando Fidel firmó el Decreto-Ley 143 en 1994, mis colaboradores y yo, que éramos un puñado, estábamos trabajando desde 1967. Emilio Roig había muerto en 1964. Nosotros comenzamos la obra de los Capitanes Generales y 11 años después salimos a la calle, a la Plaza de Armas y al Templete, y noten por dónde andamos ahora. Queda mucho por hacer en este momento. Piensen que esta ciudad, toda ella monumental, está herida de muerte en El Cerro, en Centro Habana..., en muy diversos puntos donde permanece su patrimonio. Aun en La Habana Vieja hay espacios donde no hemos podido llegar porque esto, no lo olvidemos, cuesta mucho dinero. Al margen del entusiasmo, de la alegría, de la voluntad, de la fuerza y la tenacidad, se requieren recursos. Esos recursos se llaman madera, cemento blanco, cerámicas... A principios de la década del 90 del pasado siglo, pensamos que solo debíamos plantearnos investigación y arqueología porque era lo que podíamos hacer en los albores del período especial. Sin embargo, saliendo por el ojo de una aguja se logró en esa etapa, a partir del Decreto-Ley 143, avanzar mucho más que nunca. Periodista: De tiempo más reciente es el reconocimiento a Cienfuegos. Eusebio Leal: Para mí Cienfuegos es un motivo de gran satisfacción y tiene un mérito tremendo debido a la estimación que siente la comunidad por su patrimonio. Una cosa es el esfuerzo del Gobierno, de las instituciones culturales, y otra cosa es que la comunidad asuma y cuide lo que debe defender; eso para mí es fundamental, que es lo que en ocasiones adolece La Habana. Periodista: Aquí en La Habana, ¿falta educación en el cuidado patrimonial? Eusebio Leal: Hay que ser muy cuidadoso porque uno no puede situarse nunca en aquello de que "nosotros somos cultos y el pueblo es analfabeto". El problema es otro. Siempre me refiero a la comunidad y a cómo tiene que asumir su papel. El Vedado, por ejemplo, está en un estado precario porque hay calles completas deformadas brutalmente por una nueva arquitectura remedial que está surgiendo; son jaulones todos iguales, con cerca peerles, techo de hojalata, lo que se tenga a mano, para poner a salvo un automóvil, por ejemplo. Al lado, puede aparecer el neo-barroco de la decadencia, las mismas botellas de concreto fundidas para colocarlas en pretiles inventados, escaleras por fuera de las fachadas... El Vedado constituye hoy no el refugio de clases privilegiadas, es una heredad sobre la cual han llamado la atención expertos mundiales. Se llegó a afirmar que era un candidato a desaparecer, como le ha sucedido prácticamente a San Ángel en México, a barrios parecidos en Montevideo, en Santiago de Chile… El Vedado es el testimonio de un período de la arquitectura que hay que preservar. Cienfuegos no es más que El Vedado, pero a escala de ciudad toda. Entonces Ud. llega a Cienfuegos y se encuentra una ciudad limpia, las personas cuidadas, nadie sin camisa o en paños menores en la calle; hay una altivez, un orgullo por el espacio donde se vive. Se trata de pobladores apegados a su tradición patriótica, nacional, arquitectónica, a la ciudad bella e histórica. Periodista: Sin embargo, aquí en La Habana se han emprendido acciones para educar a la población en la necesidad de preservar el patrimonio. Eusebio Leal: Pero todavía falta mucho. El ejemplo más claro de esto es la línea del Malecón. Es la pelea más rabiosa que se está llevando a cabo por salvar un patrimonio habitado, pero el problema está en que si no hay cooperación, movilización, acciones concretas –no pongo tendederas en los balcones, no claveteo la columna recién restaurada que ha costado tanto, no saco una antena de televisión y la coloco en un palo de escoba en el balcón–, si la prosperidad pasa por nuestra puerta y nosotros no nos vamos con ella, nos quedaremos eternamente en la pobreza. Hace falta que se incorpore la comunidad, sobre todo la que recibe, que es la que tiene que luchar y decir: "No, vamos ahora nosotros, que hemos recibido un beneficio", porque ahí no hay fachada; ahí todo lo que se hace es por dentro y por fuera. El día que se haga en el centro histórico solo la fachada del edificio, habré fracasado totalmente en mi idea, porque habré cedido ante la imagen y no llegaría al fondo del tema. En La Habana Vieja, a veces, unos pocos sienten la tentación de la fachada, y me opongo totalmente. En la Plaza Vieja hemos demorado veintitantos años, pero estamos trabajando ya en su último edificio que ha costado sangre, sudor y lágrima. Detrás de esa Plaza Vieja hay cientos de viviendas. Si Uds. van ahora mismo a la manzana que llamamos 141 –donde se ubica la farmacia La Reunión, otrora propiedad del Dr. Sarrá–, verán que allí estamos terminado en este momento 27 apartamentos en edificios antiguos, un centro para los enfermos de Alzheimer, un antiguo monasterio, una fábrica de medicamentos naturales... El ser humano es el portador del patrimonio Había un señor que vivía con su familia dentro del monumento a Máximo Gómez, en la avenida del Puerto, en un apartamentico hecho allá dentro, no me pregunten cómo. Entonces la restauración ha enfrentado todo esto. Pero hace mucho tiempo me di cuenta de que la búsqueda del equilibrio entre el desarrollo comunitario y la restauración patrimonial es como el diálogo entre lo material y lo intangible, entre lo real y lo imaginado, y opté por proponer esa simbiosis. A mis colaboradores les digo: esto es lo que nos diferencia de los congresos internacionales a los que asistimos, donde todo el mundo va a hablar de proyectos maravillosos pero nadie toca nada más que muy singularmente, muy colateralmente, muy accidentalmente, el tema humano. Para nosotros, en nuestras circunstancias ese es el centro, porque el ser humano es el portador del patrimonio, de la memoria, y por ende debe ser su principal beneficiario. Periodista: Cuando inicialmente fue concebido y estructurado el Programa Integral de Restauración, ¿se tomó como referencia alguno de su tipo en el mundo? Eusebio Leal: Se estudió todo, en todas partes del mundo y en América Latina. Nos ilustramos sobre errores cometidos en centros patrimoniales que fueron deshabitados, se evaluaron preocupaciones de alcaldes y comunidades en centros históricos en los cuales el turismo masivo perpetró un daño irreversible, como Venecia, Ravenna y Florencia en Italia, Toledo en España, la antigua Guatemala en nuestro continente, ciudades históricas que sufrieron un gran embate y pagaron las consecuencias porque después es muy difícil rectificar ese tipo de errores. Por ello tratamos de no repetirlos. Nadie nunca pudo decirme qué era primero: si el huevo o la gallina, el agua o el coco; entonces, ¿cómo resolver este dilema? Para eso fundamos un Plan Maestro que realizó dos censos integrales en 13 años, interesados en conocer cómo pensaban los pobladores. Llegamos a la conclusión de que, efectivamente, tenía que quedar habitado el centro, pero no tanto. ¿Cómo puede resistir un edificio en la Plaza Vieja con 67 núcleos familiares?, ¿cuántos deben volver? De acuerdo con el estudio, deben ser ocho núcleos, partiendo de que son mixtos, en los que hay desde un matrimonio de personas mayores hasta matrimonios en progresión, o naciendo una familia nueva, con un cálculo de 25 ó 30 años para una confortabilidad dentro de una casa en la cual hemos hecho una obra de restauración. Pero tuvimos que sacar ciento y tantas personas para restaurar un solo edificio sin haberlo tocado. O sea, si en un poco más de 2 km2 habitan setenta y tantas mil personas, no cabe la menor duda de que la densidad hay que disminuirla. Ahora, ¿cómo hacer eso? Hay que estudiar, analizar, preguntar... Es lógico que nunca vamos a encontrar unanimidad, por lo cual es necesario alcanzar un consenso comunitario. Eso lo experimenté recientemente en la calle O’Reilly durante un debate que hubo con una serie de familias, con las que llegamos a un acuerdo. Sobre la base de ese entendimiento hemos trabajado. Periodista: ¿Cuáles son las particularidades del Programa de Restauración de La Habana Vieja? Eusebio Leal: Hay que estudiar y utilizar mucho el lema de Fernando Ortiz: "Ciencia, conciencia y paciencia". Mi tarea es buscar consensos y no dejar incógnitas ni nada sin respuestas. Nosotros tocamos el tema de la vivienda en la medida en que la restauración lo requiere. Hay lugares que están derrumbados, deshabitados, o que fueron siempre monumentos por restaurar, pero hay otros que son edificios con valores patrimoniales pero que fueron, son y tienen que seguir siendo casas de familias. Ahí es donde se manifiesta la verdadera complejidad del tema. Periodista: Dentro de todo este movimiento de restauración, conservación, mantenimiento, debe existir un fuerte componente de capacitación de los trabajadores debido a las particularidades de estas edificaciones. ¿Cuántas escuelas talleres tienen? Eusebio Leal: Son cuatro escuelas talleres: una que es de herrería y fundición, otra de cantería y el resto de carpintería, vidrio, yeso... Además está el colegio universitario San Jerónimo para quienes egresan de estas escuelas talleres y de la universidad, porque allí no se forma en ninguna de las profesiones nuestras. En el nivel superior nos preparamos en las ciencias sociales, pero ellas no cubren el espectro de todo lo que hacemos; ellas nos ofrecen una guía para la acción, pero aquí hemos tenido que desarrollar una teoría con errores y equivocaciones y al mismo tiempo rectificando a cada paso porque todo supone un cambio y los conocimientos envejecen. También vienen muchachos que han empezado a estudiar aquí y terminan en el Instituto Superior de Arte, en la carrera de restauración. Ya van siendo menos los empíricos; sin embargo, a cada momento nos sorprende uno que nació con esa vocación y viene y hay que ofrecerle la oportunidad, abrirle el camino. La verdadera escuela es la obra La tarea formativa es continua, porque el trabajo de restauración es completamente distinto al de construir o al de rehabilitar. Algunos vicios se han adquirido, facilismos... por ejemplo, el uso del cemento está descartado aquí, sin embargo si hay que usar cemento tiene que ser el blanco, no el gris, porque es menos agresivo; las arenas que manejamos tenemos que llevarlas al laboratorio para ver sus componentes salinos, empleamos ladrillos y no bloques. La construcción perdió mucho a lo largo del tiempo. Recientemente en el periódico Granmasalió un artículo que ponía como ejemplo el trabajo de restauración del centro histórico habanero, porque aquí los albañiles usan plomada, nivel, regla, y tienen que obedecer a un maestro de obras, esto es muy importante, desde la Edad Media y aun desde Egipto la verdadera escuela es la obra. Periodista: ¿Cuáles han sido las limitantes, dificultades, contradicciones con las que se ha encontrado el proceso? Eusebio Leal: Voy a empezar por las contradicciones. Estas son las diversas opiniones que existían sobre cómo acometer los trabajos de restauración, antes del 5 de mayo de 1981. Existía una amplia diversidad de criterios, opiniones muy signadas también por personalismos, de los cuales, en algún momento, todos hemos adolecido. Pienso que el momento actual es de madurez, de renuncia a toda batalla personalista, porque aunque las obras tienen un liderazgo, lo cierto es que ese liderazgo sería inútil si no existieran líderes comunitarios y profesionales que unidos, buscaran un consenso para poner paz entre las instituciones que trabajan en esa dirección. Yo mismo me siento avergonzado no solamente por lo poco que hice sino también por lo que me va a quedar pendiente, y lo más interesante es que siempre he tenido la conciencia de que no nos van a pedir cuentas por lo que nos criticaron sino por lo que no hicimos. Ese es el primer problema. El segundo es puramente de conciencia social y política. Sin una voluntad política no se puede hacer nada, pero esta no se expresa solamente en las leyes. Acabamos de aprobar la nueva Ley de Monumentos, existe una Ley de Archivos, una Ley de Patrimonio... muy avanzadas, pero hace falta que esas leyes y esa voluntad política, que expresan el interés del Estado, se conviertan también en un deber de la ciudadanía, porque de lo contrario no es posible. Se habla mucho de la naturaleza, pero hay aquí contaminaciones y violencias contra la naturaleza por parte de personas e instituciones que tienen que ser corregidas a base de una conciencia desarrollada desde la escuela y a base de una crítica equilibrada, constructiva, batalladora y tenaz que llame la atención sobre las barbaridades para que no se repitan: talas de árboles, podas indiscriminadas, playas sucias, latas lanzadas desde un automóvil en marcha... Todo eso expresa debilidades en la conciencia común. Los países con más patrimonio son, a veces, los más pobres El tercer problema es económico. Los países que cuentan con más tesoros del patrimonio son, a veces, los más pobres. ¿Cómo lograr utilidades? Nosotros hemos tratado de alcanzar –a partir del esquema que Fidel trazó al diseñar el Dectreto-Ley 143– sostenibilidad en el tiempo. La Oficina del Historiador es sostenible, recuperamos las utilidades del disfrute turístico y del impuesto con que se graba toda actividad pública o privada en esta zona, pero eso no es suficiente. Tenemos, pues, una organización de búsqueda de proyectos para La Habana Vieja que toca a la puerta de los organismos internacionales, de personas, de organizaciones no gubernamentales. Este año, por ejemplo, obtuvimos casi cuatro millones por esa vía. Nosotros ponemos seis veces más. Pero esta búsqueda es un ejercicio muy importante de persuasión y a mí me gusta mucho persuadir y triunfar a punto de partida de una batalla intelectual. Entonces hay personas e instituciones que han aceptado ayudarnos. Generalmente en esos casos casi nunca pedimos dinero, lo hacemos para cosas muy específicas; por ejemplo, para dotar el centro para los enfermos de Alzheimer que estamos construyendo, para fundar un asilo de ancianos, para abrir una casa infantil o para sostener el Convento de Belén con su enorme obra social; para eso pedimos y la gente gustosa da. Internacionalmente se llama "la fatiga de los donantes" por una multitud de reclamos en distinto lugares del mundo. Hay dramas de pobrezas que te inhiben de pedir a veces por temor a que te digan: "Por qué ustedes, que tienen este plan tan bonito, están pidiendo, si en Haití a lo mejor no va a quedar ni la famosa catedral donde está el árbol de la vida, en el que aparece toda la historia de la creación del mundo vista por los pintores haitianos de los años 30 y 40 que es un patrimonio mundial". Entonces me doy cuenta de que hay que pedir porque es importante lograr que cuando uno pida le den, pero también hay que luchar para que lo que hagamos, nos cueste; es lo que más se aprecia, lo que nos cuesta. Periodista: ¿La crisis mundial ha repercutido significativamente en el proceso de restauración? Eusebio Leal: Sí repercute, porque el turismo es la base de la maquinaria económica que mueve el centro histórico de La Habana. Turistas hay, pero gastan menos; y no podemos poner a 40 centavos los hoteles de La Habana Vieja, porque preferimos cerrarlos. Tenemos que resistirnos a vulgarizar lo que hemos logrado. Cuando un proyecto cualquiera de desarrollo prescinde de la cultura –no hablo de la cultura como solo la del goce pasivo y el disfrute de la música, del arte, de la confrontación de lo bello, sino también como la del comportamiento, la actitud ante la vida, las relaciones humanas–, ese proyecto está condenado al fracaso. Hoy nos visitan más turistas, pero gastan menos. Eso nos obliga a trazar otras estrategias, primero porque todo el que viene a Cuba quiere venir a La Habana misteriosa, maravillosa, decadente, satanizada, idealizada, capital de la Revolución, y quiere llegar a La Habana Vieja. Y si viene nuestro deber es que entre y que no salga, o que permanezca el mayor tiempo posible. Para eso hace falta crear, como el niño cuando va al campo con una jaula de güin y pone un tomeguín en una pequeña celda con un poco de alpiste y entonces los demás vienen y entran. Dondequiera que lleguen: Plaza de Armas, Plaza de la Catedral, Plaza Vieja, debemos crear atractivos económicos, culturales, humanos, de toda naturaleza, para que el niño le diga al papá: "Tengo sed, quiero tomarme un helado". Porque en este sentido el intelectual tiene que hacerse un hombre práctico y le doy toda la razón a Marx cuando decía que en última instancia las cuestiones económicas son fundamentales, porque en última instancia esas son las que deciden. Claro, no solo esas. "Ese sombrero levantado en el campo de batalla vale cien mil hombres" El liderazgo, por ejemplo, decide mucho. Yo siempre cuento una anécdota: en la batalla de Waterloo, el general Wellington estaba ya instalado en el lugar donde iba a comenzar el combate; uno de sus ayudantes le ofreció el catalejo y le dijo: "Mire esto". Napoleón estaba recorriendo las primeras líneas de los que iban a luchar y a morir. El ayudante dijo: "Está al alcance de nuestros fusiles", a lo que respondió Wellington: "Ese sombrero levantado en el campo de batalla vale cien mil hombres". Es igual, hace falta un liderazgo, un entusiasmo, una fe, una confianza, y entonces el dinero palidece. No todo el tiempo tuvimos dinero. La Oficina del Historiador que Emilio Roig creó y fundó, ha alcanzado un prestigio inmenso con muy pocas cosas. Hasta hoy, puedo afirmar que nuestro poder esencial es, fundamentalmente, moral. Periodista: ¿Qué parámetros son tomados por la Oficina que Ud. dirige a la hora de decidir qué obras extramuros formarán parte del proceso restaurador? Eusebio Leal: Es lo más difícil. Tratamos de hacer obras simbólicas que en diversos puntos de la ciudad alienten y digan: todo es importante. Por eso en la Colina Universitaria restauramos el edificio de la Facultad de Derecho y ahora emprenderemos el Rectorado. En El Vedado, la casa de Dulce María Loynaz y edificios de valor monumental y contemporáneo como fueron algunos palacios emblemáticos: la Cancillería, la sede de la Federación de Mujeres Cubanas. En 5ta. Avenida, en Miramar, la Casa de las Tejas Verdes; en Cubanacán, la primera parte de las Escuelas de Arte: la de Artes Plásticas está terminada. En Santiago de las Vegas restauramos la casa de Juan Tomás Roig y la casa de Julián Acuña, su fiel colaborador. En Centro Habana estamos haciendo el Malecón, trabajamos en el Barrio Chino y en la Quinta de los Molinos. Es decir, nos hemos estado multiplicando para en cada lugar ofrecer un símbolo de presencia y alentar: "Podemos, batallemos". Periodista: ¿Formará parte el Capitolio Nacional del proceso restaurador? Eusebio Leal: Nos toca en poco tiempo porque ya el General Presidente de nuestra República ha tomado la decisión y la determinación de que se restaure. Ahora es una cuestión de cuánto tiempo demorará la institución que lo ocupa en hallar las condiciones para trasladarse. Nosotros tenemos preparadas varias estrategias –las de la cúpula, la estatua, la escalinata y el entorno– para facilitarnos el choque con una obra de gran valor, emblemática, cultural, histórica, que requiere un esfuerzo económico muy grande. Primero que todo, el Capitolio es un proyecto de arquitectos cubanos; y lo segundo es que para orgullo nacional se construyó en 22 meses –se inició antes del 20 de mayo de 1927 y se inauguró el mismo día de 1929–. El pueblo encolerizado contra el que lo mandó a construir, no incendió el Capitolio, se dio cuenta que era un bien de la Nación. En tercer lugar, el Capitolio fue el escenario de la discusión de la gloriosa Constitución democrática de 1940 y de la presencia allí de hombres de la talla de Eduardo Chibás, Blas Roca y otras figuras importantísimas que representaban corrientes políticas distintas, pero que encontraron allí un espacio de discusión para hacer una constitución de gran valor, de carácter fundacional. Les diría que sin la Constitución del 40 Fidel no habría podido probar el concepto de inconstitucionalidad del régimen del 10 de marzo de 1952. El Capitolio es el escenario de acontecimientos de la ciencia y la historia de la Revolución muy notables. Es una bella obra de arquitectura, depositaria de extraordinarios valores. Será restaurado como Capitolio Nacional. La Nación decidirá luego cuál será su uso. Periodista: De las muchas edificaciones que se han perdido, ¿cuál Ud. hubiera querido restaurar? Eusebio Leal: Me consuela pensar que tantas más han sido conservadas y que, a diferencia de muchos países latinoamericanos, el patrimonio de La Habana no ha sufrido el embate de la especulación inmobiliaria, puesto que todo se detuvo a tiempo. De no haber triunfado la Revolución, habría desaparecido La Habana Vieja, porque aquí todo estaba puesto a precio. Así como cayó la vieja universidad donde se edificó una terminal de helicópteros, había sentencias de muerte y demolición en distintos lugares de La Habana destinados a obras de especulación. También en nuestro tiempo, por falta de cultura, de conocimiento y de perspectiva, se demolieron muchas cosas. Me duele, por ejemplo, el mercado adonde fui cuando era niño en la calle Reina, como también me duele el otro mercado que se derrumbó antes de la Revolución para hacer el Palacio de Bellas Artes cuando ya casi estaban restauradas sus preciosas arcadas. Lamento edificios que se perdieron, pero quedan otros muchos iguales o parecidos. La Habana es un catálogo maravilloso de la arquitectura y del urbanismo, y este, por suerte, está intacto. Y esa resurrección llegará, sin lugar a dudas, y para eso nos preparamos. Lo moderno, cuando es bueno, cabe perfectamente en el conjunto histórico Periodista: ¿Considera que la convivencia de construcciones modernas con otras más representativas del centro histórico, por su antigüedad, dañan la unidad estilística de la ciudad? Eusebio Leal: De ninguna manera. Lo moderno, cuando es bueno, cabe perfectamente en el conjunto histórico. ¿Cómo explicar París sin la Torre Eiffel, cómo explicar La Habana Vieja sin el edificio "Emilio Bacardí", una perla del Art Decó? Pero vamos a cuidar lo que hacemos, porque una chapucería no sería perdonable. Levantar un edificio vulgar dentro de edificios monumentales es un delito, pero levantar monumentos a la modernidad es un paso al desarrollo. Cuando nuestro José Martí llega a París se queda maravillado de la Torre Eiffel y sus palabras son lapidarias y constituyen una lección: "La modernidad se ha erigido su propio monumento". Lo más interesante es que hay una carta de los intelectuales, pintores y artistas diciendo horrores de la Torre Eiffel, que tenía que ser desmontada, que eso era una locura; sin embargo, hoy no se puede explicar París sin la Torre Eiffel. Es así. Entonces, no me opongo, al contrario, estoy encantado, pero hay que preguntar quién lo va hacer. A un aprendiz de brujo no se le permite, en ninguna parte del mundo, llegar a una ciudad histórica o a una ciudad bella como La Habana y levantar una chapucería, es casi un pecado. Algunas habrá que demolerlas, son circunstanciales, pero habrá que demolerlas luego. Por suerte, como están mal hechas, no será muy difícil. Periodista: Tenemos cinco tips para Ud. Primero, ¿la mayor satisfacción del proceso restaurador? Eusebio Leal: El proceso restaurado. Periodista: ¿La mayor inconformidad? Eusebio Leal: No tener tiempo para ver el final. Periodista: ¿El deseo más próximo? Eusebio Leal: Hacer todo lo que sea posible y convencer a todo el que pueda. Periodista: ¿El deseo más lejano? Eusebio Leal: El deseo más lejano no me atrevo a decírtelo. Periodista: ¿El futuro de la Oficina sin su historiador más apasionado? Eusebio Leal: Eso no depende de mí, ya no es asunto mío. Periodista: ¿Algo que Ud. desee agregar? Eusebio Leal: Preferiría, como presidente de la Comisión Nacional de Monumentos, que el proceso restaurador de La Habana Vieja fuera un aspecto del proyecto que Uds. tienen concebido publicar; es decir, abrir la posibilidad para que se sepa lo que se está haciendo a escala nacional. Quiero estimular, desde la autoridad de la Comisión, a los que están restaurando y preservando en Pinar del Río, Baracoa, Santiago de Cuba, Camagüey, Trinidad, Matanzas, Cárdenas, Cienfuegos... todas son obras trascendentes para la Nación.  1 Leal se refiere a Cuba: para guardar la memoria, editado por la Consejería de Obras Públicas y Transporte de la Junta de Andalucía y el Centro de Información de la Construcción de Cuba. La Habana-Sevilla, 2006 (280 pp.). 2 Se trata del libro 500 años de construcciones en Cuba. D. V. Chavín, Servicios Gráficos y Editoriales, S.L., Madrid, 2001 (576 pp.).


"De amar las glorias pasadas se sacan fuerzas para adquirir las glorias

nuevas".

José Martí



“… la HISTORIA NOS AYUDARÁ A DESCUBRIR LOS CAMINOS DE HOY Y DE MAÑANA, A MARCHAR POR ELLOS CON PASO FIRME Y CORAZON SERENO Y A MANTENER EN ALTO LA ESPERANZA (...)”.

RAMIRO GUERRA