sábado, 24 de marzo de 2012
Yo soy la Virgen de la Caridad
Por: Ernesto Alvarez Blanco.
“Yo soy la Virgen de la Charidad (…)” . Así rezaba, en “… letras Grandes (…)” , la inscripción de la “… tablita pequeña (…)” sobre la cual se presentó, ante los ojos asombrados de los rancheadores indígenas Juan y Rodrigo de Hoyos y del niño esclavo, de unos diez años, Juan Moreno , residentes todos en el hato de Barajagua, la Vieja , en las cercanías de Santiago de Cuba , flotando sobre las aguas del mar , la imagen de la actual Patrona de Cuba. El singular hecho tenía lugar un día aún no precisado del otoño de 1612 y justo en el delta que por ese entonces, formaba el río Mayan en su desembocadura (llamado en ese tiempo Cayo Francés ). De inmediato, los tripulantes de la canoa, quienes se dirigían en busca de sal a las cercanías de la bahía de Nipe , rescataron del agua la preciada reliquia, quedando sorprendidos, por el hecho de que sus vestiduras estuviesen secas, cuando deberían haber estado mojadas; a juzgar por el fragor de la tormenta que los había sorprendido tres días antes, obligándoles a hacer estancia, hasta que amainó la misma, en el mencionado Cayo Francés.
Con el alma llena de ferviente gozo , debido al sorprendente hallazgo, continuaron su viaje en compañía del arria de mulas destinada a cargar los tercios de sal, los hermanos Hoyos y el niño negro, los cuales son conocidos en Cuba, popularmente, como los tres juanes. Luego de acopiar tres tercios de sal, los rancheadores regresaron en su canoa con la preciada carga a Cayo Francés, para seguir, por tierra, hacia el Hato de Barajagua, la Vieja. La noticia del hallazgo de la Imagen causó gran regocijo entre los vecinos de ese sitio . El mayoral del lugar, Miguel Galán, mandó de inmediato a poner a la Virgen sobre un altar de tablas, adornado por los habitantes del lugar con hojas, ramas y flores, construido en el interior de la casa de vivienda del Hato y con una luz encendida de forma permanente.
Seguidamente, envió a uno de los peones de la finca, el esclavo Antonio Angola, a comunicar la buena nueva al Capitán de Artillería Francisco Sánchez de Moya , Administrador de las minas de cobre situadas en las inmediaciones del cerro Cardenillo y del poblado de Santiago del Prado , fundado por el referido capitán en 1599 cerca de una fuente de abasto de agua y a solo cuatro leguas de Santiago de Cuba.
Impresionado por el milagroso suceso, el castellano Sánchez de Moya, ordenó que se fabricase sin tardanza un bohío o casa rústica para albergar a la Santísima Virgen de la Caridad. Además, mandó al lugar una lámpara de cobre para que constantemente una luz ardiera junto a ella.
El traslado de la Imagen a la nueva casa, la cual fue construida y cercada con tablas de palma y guano, se convirtió en motivo de fiesta y regocijo para los habitantes del hato de Barajagua, la Vieja. Para cuidar del humilde templo y mantener constantemente encendida su lámpara, se nombró al vecino del lugar Rodrigo de Hoyos, uno de los dos indígenas que habían hallado la Virgen. Una noche, en que este fue a visitar la Imagen y revisar su lámpara, notó que la misma no estaba sobre el altar ni en ningún otro sitio de la rústica Ermita. De inmediato, se organizó su búsqueda. A la mañana siguiente, y para la sorpresa de todos los pobladores, la Imagen estaba de nuevo en su altar pero con los vestidos mojados, sin que nadie pudiera explicar racionalmente lo sucedido , ya que la puerta de la Ermita, había permanecido cerrada toda la noche. El suceso se repitió dos o tres noches más, lo que hizo pensar a los vecinos del hato que la Virgen quería cambiar su lugar de residencia.
El mayoral Miguel Galán, temiendo que la Virgen se perdiera para siempre, informó de lo ocurrido al capitán Sánchez de Moya, quien atribuyó el hecho a las fantasiosas supersticiones de los indios y negros esclavos residentes en la zona. No obstante, decidió – por si acaso se hallaba ante un nuevo milagro protagonizado por la Virgen María – trasladar la imagen a la Iglesia existente en el poblado de Santiago del Prado.
Para lograr sus propósitos, el Administrador de las minas mandó una comisión a Barajagua, la Vieja, encabezada por el padre franciscano Francisco Bonilla, Guardián del Convento de San Francisco de Santiago de Cuba y Comisario de la Santa Inquisición, quien gozaba de un gran prestigio en la zona, para que reconociera la Imagen y la llevara, procesionalmente y sobre andas, al templo de poblado de Santiago del Prado, atendido por el también sacerdote franciscano fray Luis de Colmenares. La Virgen fue conducida, acompañada de toda la Infantería del Real de Minas y muchos vecinos de Santiago del Prado, quienes habían acompañado en su viaje al padre Bonilla con este fin, desde Barajagua, La Vieja, hasta la Iglesia del poblado minero, donde fue colocada de manera provisional, entre cánticos, repique de campanas y danzas, sobre uno de los altares existente en la misma.
El capitán Sánchez de Moya informó al Rey Felipe III, poco después, que a partir de ese instante, también se le rendiría culto en el poblado de Santiago del Prado a Nuestra Señora de la Caridad. De este modo se ponía de manifiesto – al decir de los destacados investigadores cubanos Dres. Eduardo Torres Cuevas y Edelberto Leiva Lajara – la habilidad del Administrador de las minas, quien comprendió de inmediato:
“… que la rápida forma en que indios y negros asumieron a la virgen hallada en Nipe le permitía encontrar un elemento de unificación de estos sectores sociales. No fue contra ellos, antes al contrario, los apoyó (…) pues la Virgen de la Caridad significaba un elemento importante para cohesionar y reafirmar la tradición mariana que contribuía al desarrollo y organización de los trabajos en las minas, en tanto indios y negros tenían ahora su propia protectora. Surgía así, de la región de la Isla donde se había producido la primera sincretización religiosa entre indios, negros y españoles, la primera imagen que, sobre una tradición nacida con anterioridad a la propia conquista de Cuba, llegada del mar, se transformaba en una representación que les pertenecía a los hombres de la tierra, a los criollos mestizados en lo cultural, lo social y lo religioso. A diferencia (…) de la mayoría de los casos de las advocaciones regionales de la época, su origen no estuvo en la imposición de un funcionario o devoto español (…) ni como consecuencia de un predominio de factores peninsulares, sino que la Virgen de la Caridad del Cobre fue impuesta y recreada por los sectores marginados o de base de esa sociedad como signo de identificación y protección.”
Sin embargo, algunas autoridades eclesiásticas de esa época no estuvieron de acuerdo con el traslado de la Imagen de la Virgen de la Caridad, hallada en la bahía de Nipe, a Santiago del Prado; sin que de ello se tuviesen noticias ni autorización. Al parecer, el capitán Sánchez de Moya - apunta el Dr. Salvador Larrúa Guedes en un interesante artículo publicado en la revista católica cubana Palabra Nueva, en septiembre de 2001 – no le dio al acontecimiento: “… la importancia que tenía y lo vio como el simple traslado de una imagen, pero se habían tomado disposiciones sin consultar a los superiores eclesiásticos: la Virgen había llegado en una procesión, de manera espectacular, y había sido instalada en la Iglesia de Santiago del Prado”.
Contribuyó a echar leña al fuego, la decisión del capitán Sánchez de Moya de que fuese el sacerdote franciscano Francisco Bonilla, y no otro, quien reconociera y acompañara la imagen de la Virgen; debido, sobre todo, a que el Obispo de Cuba, Jamaica y la Florida Fray Alonso Enríquez de Armendáriz había confrontado serios problemas con él, a principios de 1612, cuando este fue comisionado, en virtud de su cargo de Comisario de la Inquisición, nombrado por el Tribunal de Cartagena de Indias, para investigar sí el Tribunal de la Inquisición estaba funcionando o no, de manera demasiado rigurosa, en la villa de San Salvador de Bayamo . Lo anterior, por supuesto, fue mal visto por el Obispo, quien vio amenazado su prestigio y funciones, llegando incluso, a indisponerse tanto con el franciscano Bonilla, que amenazó con excomulgarlo.
Este fuerte altercado, según documentos que hemos localizado y consultado en fecha reciente en el Archivo General de Indias de Sevilla, determinó, al parecer, que poco después, la Imagen hallada en la bahía de Nipe, fuese colocada en la Capilla del Hospital existente en el poblado. La referida Capilla, lugar en el que cabía perfectamente ubicar una Virgen compasiva, benéfica y protectora, estaba ubicada al lado de la Ermita, cubierta de tejas y pilares de madera con un altar, que había sido erigida algunos años antes del hallazgo de la imagen de la Virgen de la Caridad, a Nuestra Señora de Guía Madre de Dios, de Illesca , en el Cerro de la Mina
Allí estaba en 1620, cerca de los bohíos en los que vivían los esclavos reales y los soldados blancos así como del sitio en que se elaboraba el mineral de cobre y se intercambiaban culturas. Lo sabemos, gracias al Inventario Real realizado con motivo de la entrega por el Capitán Francisco Sánchez de Moya de la Iglesia y del contenido del Real de Minas de Santiago del Prado, a su sucesor, el contador Juan de Eguiluz , quien había solicitado el asiento de las minas desde 1616.
En el Real de Minas del Cobre se repitieron los episodios de de la desaparición de la Virgen y se vieron tres luces – que aparecieron y se esfumaron de forma misteriosa y consecutiva - sobre el Cerro de la Mina. Los cobreros y las autoridades locales, infirieron de estos inauditos acontecimientos, que la Imagen deseaba ser colocada en la Ermita que se levantaba sobre las montañas cercanas, en la Loma de la Cantera o Cerro de la Mina, ubicado en las inmediaciones de la fuente que abastecía de agua al poblado.
Lo anterior quedó confirmado, cuando una niña llamada Apolonia, subió un día hasta el Cerro de la Mina, en donde trabajaba su madre cargando el mineral en bateas, desde las vetas hasta la fundición. La niña, iba persiguiendo mariposas y recogiendo flores cuando, sobre la cima de una de las elevaciones cercanas, vio a Nuestra Señora de la Caridad. La noticia de que la pequeña Apolonia había visto a la Virgen causó gran revuelo en el poblado. Unos le creían, pero otros no, sin embargo, la niña se mantuvo firme en su testimonio. Finalmente, la Imagen fue llevada hacia la Ermita, erigida para albergar a Nuestra Señora de Guía Madre de Dios, de Illesca. Muy pronto, Nuestra Señora de la Caridad se convertiría en patrona de los cobreros.
Así lo confirma otro Inventario Real, realizado esta vez en 1648, cuyos resultados indican que ya en esta fecha, la imagen de Nuestra Señora de Guía Madre de Dios, de Illesca, ya no estaba en la Ermita del Cerro de la Mina, la cual había sido destruida, junto a la casa de fundición, por un temporal ocurrido en la década del 30 del siglo XVII, motivo por el cual tuvo que ser construida nuevamente . La erección del inmueble se hizo a unos 190 pasos del lugar donde se le había aparecido la Virgen a la niña Apolonia, en un sitio próximo a las ruinas de la Ermita derribada por la tormenta.
Al ser terminada la nueva Ermita, el lugar de Nuestra Señora de Guía Madre de Dios, de Illesca., había sido ocupado ya por Virgen de la Caridad, hallada en la bahía de Nipe, la cual estaba acompañada de las imágenes de la Candelaria y la Inmaculada Concepción, cada una con sus correspondientes coronas de plata colocadas sobre sus sienes y una pequeña lámpara del mismo metal. Resulta interesante hacer notar que, según el documento, en el templo existía supremacía de la imagen de la Caridad, la cual se hallaba colocada en su tabernáculo, con respecto a las otras vírgenes; existiendo además, una estampa de la misma, en la Hacienda de la Contaduría del Real de Minas del Cobre.
Según el sacerdote Onofre de Fonseca la colocación de la imagen de la Virgen de la Caridad en la nueva Ermita, que describe como de cuje, embarrado, techo de tejas y una sola puerta para entrar y salir, altar de cal, piedra y ladrillos, provocó gran alegría entre los esclavos reales de Santiago del Prado, quienes ejecutaron para la ocasión sus danzas de origen africano, valiéndose para ello de sus atabales y demás invenciones.
Nuestra Señora de Guía Madre de Dios, de Illesca, ni siquiera se menciona en el Inventario Real de 1648, por lo que es muy probable que su Imagen, tal como ha venido afirmando, en sus libros e investigaciones sobre el tema, la historiadora de Santiago de Cuba, Dra. Olga Portuondo ; fuese retirada de la Ermita, después de 1620, año este último en el que el capitán Sánchez de Moya cesa en el cargo de Administrador de las Minas. Poco después, en 1621, falleció esta importante personalidad.
En este sentido conviene afirmar que el referido inventario:
“… legitimiza un momento del proceso sincretizador entre advocaciones marianas, ya que la Virgen de la Caridad, luego de reemplazar a la de Nuestra Señora de Guía en la ermita del cerro, había comenzado la absorción de las otras dos vírgenes para terminar por reinar ella sola en el sitio
Como vemos, en la ermita del cerro – tras su reconstrucción – se habían operado cambios sustanciales del culto mariano. Contribuía a ello la disipación administrativa, el aflojamiento de las presiones ideológicas y el abandono de la labor evangelizadora”.
Lejos estaban los días, en que las fricciones entre el Obispo de Cuba Fray Alonso Enríquez de Armendáriz, quien fue promovido el 21 de mayo de 1623, al Obispado de Michoacán, en México, partiendo poco después hacia su nuevo destino, y el padre franciscano Bonilla, habían destronado a la imagen de la Virgen de la Caridad del altar que le había sido destinado, de común acuerdo, por el padre franciscano Luis de Colmenares y el capitán Francisco Sánchez de Moya, en la Iglesia del poblado de Santiago del Prado
En el mes de diciembre de 1648, la Corona española decidió entregar a Francisco Salazar y Acuña, uno de los yernos de Juan de Eguiluz, el Asiento y Administración de las minas, debido a que sus fábricas se hallaban muy abandonadas y faltas de hierro, acero, mulas y hornos. Salazar inició su Administración a inicios de 1649 y como su suegro, tampoco pudo cumplir con las exigencias impuestas desde la metrópoli para saldar su deuda y la que con anterioridad, había contraído el padre de su esposa.
Por estos años, se destaca la presencia en el Real de Minas de Santiago del Prado de ermitaños o capellanes, lo cual nos induce a compartir la opinión de la Dra. Olga Portuondo Zúñiga, quien afirma en una de sus obras sobre el tema que nos ocupa, que ya por entonces:
“La Virgen de la Caridad incorporaba a su leyenda la tradición de Nuestra Señora de Guía, y asimilaba como suyo, el primer ermitaño del cerro, Mathías de Olivera, quien había desaparecido desde antes de 1620. Esto ha contribuido a crear toda la confusión llegada hasta nuestros días entre las dos advocaciones marianas .
En conclusión, puede decirse que hubo dos ermitas en el cerro de la mina: la primera, se levantaría para ser ocupada por una imagen de Nuestra Señora de Guía en 1605; y la segunda, reconstruida a finales de los años 30 o comienzos del 40 del siglo XVII, recibiría la trigueña imagen de la Virgen de la Caridad, antes situada, (…) en la capilla del hospital para los negros esclavos de la mina.
Los esclavos mestizos de negro, indio y blanco dieron rienda suelta al culto de una virgen cuya imagen era concebida a su gusto y maneras. Así se tejió un mito, en el que tuvieron cabida todos los ascendientes de la comunidad; mientras que los múltiples milagros que concedía la virgen de la Caridad sellaban su compromiso de unión con los cobreros de la nueva generación”.
En 1655, la Ermita del cerro de minas queda definitivamente consagrada bajo la advocación de la Caridad del Cobre. Poco tiempo después, a finales de la década de los setenta del siglo XVII, cuando ya las minas daban lo suficiente para que la población del lugar pudiera permitirse esos lujos, se terminó, hacia 1679 y bajo la dirección y el estimulo del ermitaño Melchor Fernández Pinto , conocido popularmente como Melchor de los Remedios, un nuevo santuario destinado a la custodia de la Imagen de la Virgen hallada en la bahía de Nipe en 1612.
De la vida y la obra de este singular personaje, que desde 1655 estaba al cuidado de la Ermita dedicada a Nuestra Señora de la Caridad y que contaba por entonces, con su campana y demás ornamentos para celebrar misa; ha trascendido, sobre todo, su tenacidad, puesta de manifiesto en la construcción de la mencionada edificación, su enorme capacidad profética y su poder de curar, empleando para ello la manteca de la lámpara del Santísimo Sacramento, convertida en una especie de pomada, que incluía en su formulación polvo de sulfuro de cobre.
Documentos conservados en el Archivo General de Indias de Sevilla, dan cuenta de la existencia en el nuevo templo de ornamentos de gran valor. La colocación de Nuestra Señora de la Caridad sobre un altar construido totalmente de plata y la existencia en el Santuario de una espléndida lámpara del Santísimo Sacramento construida también del mismo material puro, labrado y que pesaba 150 libras; indican la importancia que ya tenía su culto para los habitantes de la Isla .
A la erección del santuario contribuyeron los devotos con sus limosnas, quienes convirtieron la primitiva Ermita en un Templo de una mayor solidez. A tal punto, fue conscientemente edificado que, sufrió pocos daños durante el temblor del año 1678, que redujo, en cambio, a un estado deplorable la Catedral de Santiago de Cuba.
El joven sacerdote jamaicano Onofre de Fonseca Arce y Bracamonte , quien era ya Teniente de Cura (coadjutor) de la Catedral de Santiago de Cuba , realizó como peregrino, a finales de 1683, una visita al Santuario de la Virgen de la Caridad. Allí, celebró la santa misa en el altar de su camerino. Una vez concluida la celebración, tomó la repentina decisión de permanecer para siempre al servicio de la Santísima Virgen, y lo cumplió de tal manera, que jamás volvió a salir del poblado, ni siquiera, para recoger sus pertenencias y objetos personales, los cuales les fueron enviados por sus hermanos Polonia y el Dr. Thomas Fonseca , prebendado capellán de coro y juez provisor y vicario general de la Catedral de Santiago de Cuba, quienes no comprendieron jamás aquella decisión.
Instalado ya en la villa de Santiago del Prado, el Padre Onofre se ocupó de organizar, junto a Melchor de los Remedios, quien falleció en 1681, el culto en el Santuario, dándole dignidad, reparándolo y embelleciéndolo. Para lograrlo, costeó de su peculio personal todos los gastos. Durante los veintisiete años en que sirvió a la Virgen de la Caridad (1683-1710) , consiguió incrementar la fe de los pobladores de la Villa y de los peregrinos y devotos que acudían con frecuencia al Santuario.
En 1703, el padre Onofre de Fonseca escribió una obra sobre el milagroso hallazgo de la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, tomando como fuente de referencia fundamental, los Autos que ahora publicamos, cuyos originales tuvo la oportunidad de consultar. El padre Fonseca impregnó sus escritos de un criollismo tal, que hace que resulte encantador leer obra. En este sentido, es bueno destacar que le aportó a su labor como escritor mucho de su experiencia personal como Capellán . En este libro, Onofre demostró sus conocimientos sobre la idiosincrasia de los criollos, especialmente de los cobreros, a quienes amaba con verdadero amor de padre, narrando en sus escritos sus costumbres, su vida y su pasión por la Virgen de la Caridad.
Desde su posición como Capellán del Santuario, el padre Onofre de Fonseca defendió, con tenacidad y valentía, los derechos de los cobreros sobre la tierra así como, predicó y exigió un mejor trato para los esclavos reales de la zona. Este hecho, le ganó el amor y la simpatía de los más humildes y, por supuesto, el odio de los poderosos.
A finales del siglo XVII, comenzó a difundirse con mayor fuerza en Santiago del Prado y otros territorios cercanos la fama de milagrosa de la Imagen y con ella, su historia legendaria, disminuyendo gradualmente y por esta misma causa, la veneración de que era objeto en el poblado Santiago Apóstol. En esta la época, esta población, situada a escasa distancia de Santiago de Cuba, era el más importante enclave económico de la zona, pues la extracción del valioso mineral – actividad a la que debió su nombre- estaba en su apogeo. Por tal motivo, constituía un sitio de obligada visita para los comerciantes que operaban en la región. Gracias a ello, muy pronto la devoción por la Virgen de la Caridad fue extendiendo cada vez más lejos.
Durante el transcurso de los siglos XVIII y XIX imágenes de la Virgen de la Caridad del Cobre se van instalando en los altares de diversas iglesias y ermitas de la Isla, erigiéndose incluso, varias de ellas, bajo su advocación; como muestra fehaciente de que había ido “… desplazando a segundos y terceros lugares – como bien ha explicado el investigador Dr. Salvador Larrúa Morales – el culto a las advocaciones de María que llegaron de España”.
"De amar las glorias pasadas se sacan fuerzas para adquirir las glorias
nuevas".
José Martí“… la HISTORIA NOS AYUDARÁ A DESCUBRIR LOS CAMINOS DE HOY Y DE MAÑANA, A MARCHAR POR ELLOS CON PASO FIRME Y CORAZON SERENO Y A MANTENER EN ALTO LA ESPERANZA (...)”.
RAMIRO GUERRA