lunes, 15 de abril de 2013
ACAA en Cárdenas: Fácil recurso para hacer humor.
Por:Jorge Rivas Rodríguez
periódico Trabajadores,14-04-2013
A los cubanos siempre nos ha gustado la risa. Definitivamente, no podemos vivir sin ella. El chiste, la ironía, la sátira… nos permiten enfrentar infinitas adversidades. El humor es, ante todo, un fenómeno básicamente social.
Por ello, cualquier espectáculo sustentado en él mueve a multitudes que van en busca de un alimento esencial para el alma, cuyo valor está aquilatado por su capacidad de provocar, además, la reflexión. Por suerte, en Cuba tenemos grandes y experimentados humoristas, quienes, amén de su probada formación profesional, hacen de su ejercicio valiosa manifestación de la cultura. La mayoría de ellos asumen su oficio con inteligencia, creatividad y, sobre todo, con control de su libertad expresiva para evitar ridículas actuaciones derivadas de la improvisación y el mal gusto.
El buen humor rechaza la vulgaridad y rehúye la burla y el chiste fácil. Sin embargo, existen artistas que fundamentan sus propuestas escénicas sobre inaceptables juicios que laceran a quienes acuden, en busca del disfrute sano, a sus espacios de representación.
Recientemente, en el acogedor centro nocturno existente en la sede de la Asociación Cubana de Artesanos Artistas (ACAA) en Cárdenas, vimos a uno de esos “humoristas” cuyas funciones dependen básicamente de la burla, el choteo y el atrevimiento con los espectadores. Me refiero al Hijo de Antolín, un bufo de Limonar cuyo talento para la imitación de disímiles voces —que bien pudiera ser el fuerte de su actuación— se evapora ante anodinas y repetidas trivialidades.
El Hijo de Antolín se ha apropiado, para su prolongadísimo espectáculo de más de una hora y media de duración, de lo peor del desempeño del conocido bromista de Manacas, sobre todo a través de sus presentaciones en la televisión. Poco original diseño de su personaje que, además, utiliza al auditorio como herramienta para hacer reír, recurso que evidencia mediocridad y minúscula formación profesional.
El buen humorista no agravia a su público. Se prepara para hacerlo carcajear a través de su capacidad comunicativa y su auténtico sello expresivo. Un actor que incursione en este género y consulte constantemente entre el auditorio si continúa o no con sus payasadas, o que recurre a prácticas tan inapropiadas como las de subirse a las piernas de los espectadores o que busca entre estos defectos o situaciones que exalten circunstancias ridículas —como lo hace el Hijo de Antolín en la ACAA de Cárdenas—, no siempre es bien recibido, sobre todo por quienes se convierten en inesperadas víctimas de su choteo.
Los humanos convivimos con disímiles condiciones, causadas por creencias religiosas, por el color de la piel, por la orientación sexual, por enfermedades o padecimientos visibles, por la naturaleza de nuestra figura corporal, por la forma de vestirnos… Hay personas flacas, gordas, altas, bajitas, feas… Y no aplaudo el método de utilizar esas características individuales para sostener la labor de quien no es capaz de hacer reír sobre la base de su ingeniosidad.
Cuando la falta de imaginación busca el insulto y la vulgaridad como solución básica del guion humorístico, o se acude reiteradamente a la burla y la irrespetuosidad con los espectadores —medios que no generan gracia entre todos— es inequívoca demostración de ineptitud para incursionar en este difícil género.
El Hijo de Antolín no es el único, por ahí andan muchos otros que haciendo uso del facilismo y la vulgaridad denigran tan útil, necesario y placentero entretenimiento
"De amar las glorias pasadas se sacan fuerzas para adquirir las glorias
nuevas".
José Martí“… la HISTORIA NOS AYUDARÁ A DESCUBRIR LOS CAMINOS DE HOY Y DE MAÑANA, A MARCHAR POR ELLOS CON PASO FIRME Y CORAZON SERENO Y A MANTENER EN ALTO LA ESPERANZA (...)”.
RAMIRO GUERRA