domingo, 14 de junio de 2009

La Ermita de Montserrat de Matanzas: Una centenaria edificación cargada de tradición, historia y leyenda.




Por:
Ernesto Álvarez Blanco.
Historiador de la Ciudad de Cárdenas.

Nota: Folleto publicado en el 2008 por la Fundación Cataluña - América de San Jerónimo de la Murtra, con sede en el Monasterio de igual nombre, en Badalona, España. Lo publicamos a propósito del rescate en la cercana ciudad de Matanzas de las fiestas de San Juan, tradición de origen catalán, denominadas en esta ocasión De San Juan al San Juan.

Te quiero porque me asombro
De tu majestad humilde
Y te quiero por la tilde
Del nombre con que te nombro;
Por esto que bajo el hombro
Me defiende y me combate;
Por mi corazón, que late
Rebeldemente inconforme
Como un campanario enorme
Sobre el tiempo, en Monserrate.
Carilda Oliver Labra.
“Canto a Matanzas”.

¡Montserrat! Tu nombre encierra
Aquí esperanza y unión
Desde el día en que Colón
Besó el polvo de esta tierra.
Matanzas que nunca yerra
Al ver tu grandeza tanta
Una ermita te levanta
Entre cimientos de gloria
Para honrando tu memoria
Contemplar tu imagen santa.
M. C.
Periódico “La Aurora del Yumurí.
Matanzas, 1892.
Sí Matanzas fue por mucho tiempo – al decir de la destacada cantautora cubana Marta Valdés – la Ciudad que le faltaba al mundo; la Tricentenaria urbe cubana de los puentes y los ríos jamás sería igual si algún día le faltaran sus Alturas de Monserrate[1] y la Ermita[2] erigida en su cima en honor a Nuestra Señora de Montserrat.
Y es que Ermita y montaña forman, desde el siglo XIX, parte consustancial del paisaje y la historia de la bien llamada Atenas de Cuba. Por tal motivo, quienes visitan aún hoy la Ciudad, fundada el 12 de octubre de 1693, no pueden resistirse a la tentación de darle una ojeada al Valle del Yumurí, a la bahía, a los puentes y ríos y al hermoso panorama urbano que desde ellas se divisa.
Algo parecido debe haberles sucedido a los primeros catalanes que, radicados en Matanzas en busca de fortuna, subieron hacia 1870 a las entonces llamadas Alturas de Simpson[3], accidente geográfico situado al noroeste de la Ciudad, que se hizo muy pronto famoso por haberle dedicado en 1878 el compositor matancero Miguel Faílde el primer danzón[4]compuesto en la Isla. Allí, entre sardanas y comidas y bebidas típicas de su lejana tierra, de seguro evocaron, más de una vez, la montaña sagrada en la que desde hace varios siglos se venera la imagen de la Patrona de una de las regiones españolas que más aportó, a lo que muy acertadamente definió el prestigioso intelectual cubano Dr. Medardo Vitier Guanche, como la matanceridad.
Los orígenes de la Ermita de Montserrat de Matanzas se remontan a la segunda mitad del siglo XIX, época en que la colonia catalana establecida en la Atenas de Cuba se distinguía no solo por el número de sus miembros sino también por la contribución que hacían, con largueza y entusiasmo sin límites, al desarrollo económico, político, social, educacional y cultural de la urbe, en un momento en que, al decir del desaparecido Lic. Juan Francisco González, quien fue Historiador de la Ciudad de Matanzas, “… la pintura cubana no estaba terminada”.[5]
Según el ya citado Juan Francisco González[6], desde 1870 se conservan noticias de la participación de los catalanes y sus descendientes en los festejos organizados por otras comunidades de origen peninsular asentadas en Matanzas. Así ocurrió, por ejemplo, en los realizados por los asturianos en ese propio año para congratular a su patrona, la Virgen de la Covadonga. En aquella memorable ocasión, los catalanes irrumpieron en medio de la festividad – apunta el poeta y editor Alfredo Zaldívar – “… con sus bailes y trajes típicos. Sin conciencia plena de que iniciaban así las fiestas más populares que recuerda Matanzas, siguieron su travesía por la ciudad hasta las Alturas de Simpson”.[7]
Al año siguiente, el 8 de septiembre 1871, la colonia catalana de Matanzas realizó su primera gran fiesta popular en las referidas Alturas con motivo de la unión de todas las provincias de España y, sobre todo, con objeto de rendir tributo a su Patrona, la Virgen de Montserrat. Para garantizar el éxito de la festividad, los organizadores realizaron una intensa labor de propaganda en la Atenas de Cuba y en La Habana.
Poco antes de celebrarse el acontecimiento, el 6 de septiembre de 1871, “La Aurora del Yumurí”, prestigioso periódico matancero en cuya fundación y desarrollo intervinieron también de manera decisiva los catalanes, auguraba:

“A juzgar por las cartas que de La Habana y otras poblaciones recibimos, podemos asegurar que las fiestas de Montserrat formaran épocas en Matanzas a cuyo fin no perdonaremos medios para complacer a todos. Ya el público ha juzgado nuestra idea, y haremos que pronto sea un hecho real, y si éste sale bien como ha salido la idea, estaremos contentos, porque en nuestro concepto, la fiesta tal cual la hemos descrito, para el público será en un todo popular y social.
El altar que se colocará para la fiesta, ya está para concluirse. Por la mañana, antes o después de la misa habrá para todos los concurrentes un pedazo de coca azucarada[8], mistela[9] etc., etc.
Por la tarde a las tres, empezaremos a subir la Montaña de Montserrat, saliendo de la Plaza de Armas[10], desde donde nos acompañará una buena música, un poco antes de comer uno de los Noys de casa hará un corto discurso para que se cumpla lo que dice Aquel:
El hombre no solo vive del pan sino de la palabra
El tema del discurso será Surt del Born roda el Mon y torna al Born.
Por la noche habrá baile en el Casino y el Teatro.
Se dan las gracias a la autoridad y a los habitantes de Matanzas, por lo bien que han secundado nuestra idea tan pronto como nos hemos acercado a cualquiera para pedirle un puesto, al momento nos lo han concedido. Se dan la enhorabuena a los socios del Casino Español de Matanzas, por la buena directiva que tienen y sobre todo al muy amable Director Sr. Don Ambrosio C. Sauto porque nos abre de par en par las puertas del Casino, poniéndolo todo a nuestra disposición.
Nos falta decir solamente, que los catalanes e hijos de catalanes que voluntariamente quieran contribuir para los gastos de la fiesta, pueden dirigirse a las moradas de los señores que están competentemente autorizados, y son:
En Matanzas – D. Salvador Graupera
Casa de los señores Aballí.
En la azucarería del Sr. Durán, calle de Matanzas No. 18.
En la fábrica de tabacos La Patente, de D. Miguel Alech.
En Pueblo Nuevo: - Los señores D. Salvador Roca, D. Miguel Baldrich, D. José Pujol, D. José Boada.
En Versalles: -Los señores D. José Baró, D. Joaquín Quintana, panadería La Marina”.[11]

Como parte de los preparativos de las fiestas, tal como rezaba la nota publicada en el príncipe de los periódicos cubanos, se levantó en las Alturas de Simpson una Capilla provisional, imitando sillería, de 5 varas de frente por 6 de fondo y once de altura, coronada con profusión de hermosos gallardetes. A través del ancho pórtico del improvisado templo, rematado por el Escudo del Principado de Cataluña, era posible apreciar la moreneta verja al pie de un grupo de caprichosas y áridas elevaciones, las cuales imitaban a la perfección las sagradas montañas del macizo catalán de Montserrat.
Alrededor de la Ermita fueron colocadas numerosas tiendas de campaña, las cuales se hallaban cubiertas de flores, gallardetes e inscripciones alegóricas a los festejos. Según los cronistas de la época, las tiendas – que constituirán desde entonces un elemento distintivo de los festejos - no medían “… ninguna menos de diez varas de frente por veinte de fondo, y sin dejar de estar todas ellas, provistas de ricas bebidas y sabrosos pasteles, en obsequio de los visitantes”.[12]
En la madrugada del 8 de septiembre de 1871, 9 bandas de las fuerzas del Cuerpo de Voluntarios de la Ciudad de los ríos, rompieron Diana. Poco después, se celebró una Misa frente al Ayuntamiento local. De inmediato, los romeros, que esperaban sin dormir la señal convenida de antemano, se agruparon en la Plaza de Armas vibrando de emoción y con una idea fija en sus pensamientos: “¡A Montserrat catalanes!”.
En esta singular ocasión se llegaron a reunir en torno a esta festividad unas 10.000 personas, cifra verdaderamente impresionante para la época. Y es que, como bien afirmó el ya citado Lic. Juan Francisco González: “Ni las fiestas dedicadas a San Carlos, patrón de la ciudad , ni las de San Juan, en la barriada de Pueblo Nuevo, ni las de San Pedro, en Versalles, ni ninguna otra fiesta de las comunidades hispanas tuvieron la popularidad ni la trascendencia de las fiestas de los catalanes”.[13]
Los periódicos de la época hicieron resaltar, como dato curioso, que durante el transcurso de los festejos de 1871, se cocinó para unas cinco mil personas, en una cocina improvisada para la ocasión, una sabrosa escudella, carn d´olla am pilota y gallina, guisado de carne con frijoles, ternera estofada y natilla quemada, acompañado de ensaladas de pimientos, cebollas y aceitunas, pan, en abundancia, y excelente y rico vino de San Vicente.
José Mauricio Quintero y Almeyda, considerado el tercer historiador de la ciudad de Matanzas, quien estuvo presente en estas fiestas, escribió que:

“Ocho días antes de la fiesta y ocho días después de que la sencilla invitación con el encabezamiento de Cada terra fa sa guerra[14], se esparció por todas partes, recorrió por estas calles una carreta catalana tirada por cinco briosas mulas, que lo propio del vehículo, estaban engalanadas con profusión y gusto: al centro del carro se levantaba un campanario con una campana de cuarenta arrobas, que esparciendo su ronco y bronceado eco por todos los ámbitos de la población, nos recordaba las viejas campanas de nuestros respectivos pueblos(…)
Cinco zagales vestidos de terciopelo, al estilo de nuestro país, cubierto su traje de botonadura de oro y plata, guiaban sus ligeras mulas; seis con idénticos trajes montaban la testera de la carreta arrojando dulces e invitaciones a las bellas matanceras, y otros seis con iguales trajes estaban en la parte trasera redoblando (…).
(…)
Después del toque de Diana, las calles de Gelabert, Contreras y Ricla, se cubrieron como por encanto de alegres comparsas, músicas más o menos instruidas, pero todas alegres; carros cubiertos de palmas, flores y banderas, que a duras penas podían cruzar por entre la apiñada multitud que circulaba por la calle; unos con un pan de 8 a 10 libras en la cabeza, otros con un sartén al hombro, los más con pollos y porró[15] con sus correspondientes tomates y ajíes para sazonar a las víctimas colgadas, y todos con un solo deseo en el corazón y una sola idea en el pensamiento: Anem a Montserrat, nos dirigimos con orden y fe, al Monasterio, en el cual se celebró misa que todos oímos con respeto y religiosidad
Después de los divinos oficios, y multiplicadas ya las tiendas para las carretas engalanadas y toldos que en ellas colocaron, se esparció la concurrencia, ya para proporcionarse un rincón en que condimentar su almuerzo, o bien para comer la tradicional coca o greix que remojada en anisado o mistela, que con profusión se repartía en todas las tiendas de campaña, siguiendo este movimiento espontáneo hasta la hora que la procesión debía salir por la tarde, y por segunda vez para el santuario.
Cuantos catalanes vestían el traje popular de las diversas comarcas del antiguo Principado, a las tres de la tarde (…) se reunieron en la Plaza de Armas, precedidos de doce trabucaires montados en soberbios caballos enjaezados a usanza montañesa, con su roja barretina, su vistosa manta, su rico traje (…), emprendieron el camino de Simpson entre los marciales sones de una banda militar y los gritos de júbilo de la multitud entusiasmada”.[16]

De esta manera se inició la procesión, la cual regresó a Matanzas con la imagen de la Virgen de Montserrat alrededor de la 7 de la tarde de este mismo día. Este suceso quedó recogido en las historia como un recuerdo imborrable de la significativa e influyente presencia catalana, en los anales de la bien llamada Atenas de Cuba.
1872 será un año decisivo para la historia de la edificación que nos ocupa pues en este año quedó fundada, el 27 de febrero, la Sociedad Protectora Catalana de Naturales de Cataluña, Baleares y Descendientes de las Provincias, primera organización constituida de manera independiente por la colonia catalana en la Atenas de Cuba, en donde existía ya una filial de la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Cataluña en Cuba, institución fundada en La Habana en 1840.
Correspondió desde entonces a la recién fundada Sociedad Protectora Catalana de Naturales de Cataluña, Baleares y Descendientes de las Provincias, cuya directiva estaba integrada por importantes personalidades locales, organizar los festejos y romerías que realizaban cada año sus miembros en las Alturas de Simpson, nombradas muy pronto de Monserrate, en honor a la Patrona de su tierra natal.
Durante el transcurso de 1872 nació en el seno de la Sociedad la idea de dotar a la colonia catalana matancera de una Ermita consagrada a la Moreneta, en lo más elevado del accidente geográfico que tanto les recordaba la sagrada montaña de Montserrat. Correspondió al rico hacendado José Baró Sureda, Secretario de la Sociedad, la honorable misión de presentar el 12 de septiembre de 1872 a la Junta Directiva la moción correspondiente, la cual fue aprobada por unanimidad.
De inmediato, fue nombrada una Comisión compuesta por el propio Baró y Sureda e integrada además, por los miembros de la Directiva de la Sociedad: Francisco Aballí, Bartolomé Borrell, Casimiro Gumá, quien llegó a ser Alcalde de Matanzas, y Salvador Contaminas, a la cuales se les encargó la presentación del proyecto y del presupuesto necesario para erigir el edificio. Poco después, aprobadas ambas propuestas, se logró que el 30 de septiembre de 1872 los sucesores de Diego Lorenzo y Antonio María Simpson donaran 32.5000 metros planos de terrenos[17] para erigir el templo.
El permiso para la erección de la Ermita sobre la explanada de una de las colinas del antiguo potrero de María Alfonso de Aramas fue concedido, según consta en el Registro de la Propiedad de Matanzas, el 24 de octubre de 1872 por el Gobernador del Obispado de Matanzas y por el Vice Real Patrón, por conducto del Cura Vicario de Matanzas así como, por el Gobernador de la Atenas de Cuba. Con anterioridad a esta propuesta, sólo existía en Cuba una Iglesia, la de Nuestra Señora de Montserrat de La Habana[18], dedicada a la Patrona de Cataluña, divinidad que forma parte desde la llegada a Cuba de los primeros catalanas, conjuntamente con su santo patrón, San Jorge, de la identidad de nuestra Isla.
La Ermita fue construida por uno de los miembros de la Junta encargada de su erección, el Maestro de Obras catalán Bartolomé Borrel, con arreglo al plano que presentó, haciéndose cargo gratuitamente y hasta su terminación de la dirección de las obras. Por su parte, otro de los miembros de la Comisión, Francisco Aballí, se comprometió a proporcionar las tejas, ladrillos y madera que se necesitasen mientras que, José Baró, Salvador Contaminas y Casimiro Gumá, se prometieron allegar los recursos necesarios para dar fin a las labores constructivas.
Así mismo, varios catalanes que habían vivido largas temporadas en Matanzas, enviaron desde su tierra natal, los materiales necesarios para construir un altar digno de la Moreneta así como los ornamentos y varios objetos para la Ermita, cuya construcción concluyó en 1874.
Según el periodista y publicista italiano Adolfo Dollero, el armonium que existió en la Ermita fue regalado por Segundo Botet, hijo de padres catalanes mientras que: “… D. Pedro de Urquiza Bea, presidente de la Colonia Española (de Matanzas) costeó el piso de mosaico y el zócalo de la sacristía, D. J. M. Altuna arregló y mandó a barnizar las bancas, y D. Antonio R. Mazón, dio siempre cuerpo y alma a la dirección de las obras”.[19]
Poco antes de ser concluido el edificio, se trajo de Barcelona, por encargo del Presidente de la Sociedad Catalana de Matanzas, la imagen de la Virgen de Montserrat. El escultor catalán Juan Roig y Soler la talló en boj[20] a tamaño natural y a semejanza de la existente en el Monasterio de Monserrat, en Cataluña.
La Moreneta fue realizada por su autor con elegancia y buen gusto, apareciendo, según el investigador matancero Ernesto Chávez Álvarez:

“… sentada en una butaca de forma monástica, y en su mano derecha sostiene una bola del mundo; su mano izquierda sostiene al niño Jesús, sentado en el brazo de la butaca. El niño tiene en su mano izquierda otra bola del mundo, pero más pequeña, coronada por una cruz. Tanto la virgen como el niño tienen el rostro oscuro. Esta imagen, considerada como una excelente obra de arte, presenta algunas diferencias con respecto a su homologa en el Monasterio de Montserrat. Tanto la madre como el niño tienen su ropaje y demás elementos modelados en la madera, y descansan sobre un almohadón que le sirve de asiento en la silla, cuya base lo constituye un pequeño trono que semeja un pedestal donde aparecen inscritas las siguientes palabras: MATER AMABILIS, al frente; ROSA MISTICA, al costado derecho; y STELA MATUTINA, al izquierdo”.[21]

El altar, por su parte, fue construido a expensas de la Junta de la Sociedad Protectora Catalana de Naturales de Cataluña, Baleares y Descendientes de las Provincias y de numerosos contribuyentes.
Desde su llegada a Matanzas y hasta la conclusión de la Ermita, la imagen de la Virgen de Montserrat se custodió en la vivienda del Presidente de la Sociedad Catalana de la Atenas de Cuba. El 29 de noviembre de 1875 se trasladó la imagen de la Moreneta, en andas y sostenida por cuatro catalanes, a la Iglesia Parroquial de Matanzas. Una vez allí, se le colocó a la derecha del altar mayor, comenzándose desde ese día a cantarle el Rosario, Novena, Letanías y la gran Salve, tal como se hace en el Monasterio de Montserrat desde hace varios cientos de años, a toda orquesta y bajo la dirección del maestro Torroella.
El 8 de diciembre de 1875[22], después de un repique general de campanas, salió la procesión, de la que tomaron parte también representantes de otras regiones de España, llevando la imagen de la Virgen de Montserrat en andas:

“… ocho catalanes en dirección a la Ermita, por las calles de Gelabert, Dos de Mayo, Daoiz e Isabel II, acompañada por los devotos con hachones; se le cantó un Salve, se le encendió una gran hoguera en un punto que domina los valles de San Juan y Yumurí, quemándose al mismo tiempo voladores y 24 aparatos colocados al frente de la quinta de D. Félix Torres (antiguo Asilo Casals)”.[23]

En el trayecto hacia las Alturas de Monserrate, abrían la marcha:

“… un cabo y cuatro rurales de caballería, a quienes seguían la cruz y ciriales de la parroquia de Matanzas; después marchaban los Ganfoneros de Montserrat, siguiéndoles diferentes provincias con los trajes usuales de sus provincias. Un coro de catalanes, residentes en La Habana, entonó algunos himnos patrióticos durante la travesía, detrás de cuyo coro iba el estandarte de Cataluña con una banda de música militar.
Las niñas del Asilo de San Vicente Paúl con su estandarte y las de la Casa de Beneficencia eran las que formaban la comitiva lateral. Tras ellas seguía la bandera del Monasterio de Montserrat con su capilla, inmediata a la Virgen, que era llevada en hombros por ocho catalanes. Después venía el clero parroquial y la directiva de la Sociedad de Beneficencia, origen de la ceremonia, cerrando la marcha una escolta de Voluntarios precedida de su música y tras ella una escolta de caballería también de Voluntarios.
(…)
Cuando llegó a la ermita, siguió la procesión por el costado norte, oeste y sur, rodeándola hasta volver al este, donde hizo alto la cruz, frente a la misma puerta, para dar paso a la virgen que, introducida en el interior de la capilla, tan solo por sus conductores, fue colocada en el camarín por medio de un andamio ya preparado al efecto.
Una vez concluida su colocación abrieron la puerta principal, y entonces entró la comisión para depositar los estandartes, dándose principio a la ceremonia de consagración.
(…)
El día de la consagración se hallaba adornado el interior de la ermita con colgaduras festonadas de guirnaldas formando orlas, guarneciendo las cornisas y el baluarte del coro. Exteriormente Se habían colocado sobre el friso de la entrada, estandartes y gallardetes armonizando con el pabellón nacional colocado en la torre y los de Cataluña y Baleares a los lados.
En esta disposición y llena la terraza de concurrentes así como el interior, dio principio la ceremonia como a las diez de la mañana, con todas las solemnidades del ritual romano.
Momentos antes del ofertorio subió al pulpito el rector de los padres escolapios de Guanabacoa y predicó un panegírico del acto de consagración que se celebraba. Así que hubo concluido siguió la ceremonia, finalizando con el reparto de un pedazo de pan bendito y un cartucho de anises con que dos de los vocales de la Junta de Beneficencia Catalana obsequiaron a los concurrentes cuando salían del templo ya consagrado, para dar principio a la romería bajo vistosas y elegantes tiendas de campaña, levantadas para el efecto, donde hubo bailes y demás diversiones propias de una romería, durando hasta una hora bastante avanzada de la noche”.[24]

A partir de este momento – según ha afirmado el acucioso investigador matancero Ernesto Chávez Álvarez – la celebración religiosa y las fiestas en honor a la Patrona de Cataluña se trasladarían para el 8 de diciembre, día de la Purísima Concepción de María Santísima, Patrona de España y de las Indias, ya que:

“Las fiestas catalanas ya en ese momento habían alcanzado tal auge y popularidad que se creyó conveniente trasladarlas para la fecha del onomástico de la patrona de la Madre Patria, en un intento desesperado de aunar las ideas españolas y cubanas, y conducirlas hacia una integración política que continuaba resquebrajándose en medio de la lucha armada por la independencia de la Isla”.[25]

La planta original del templo, relativamente pequeño y con una arquitectura que recurre al estilo dórico de la etapa neoclasicista, estaba conformada por un cuadrilongo de 12 metros de frente por 25 metros y 50 centímetros de lado, con una sola nave de estilo dórico, fábrica de sillería y techo de madera y tejas. Según consta en folio 408 (vuelto) del Libro 22 de la antigua Anotaduría de Hipotecas de Matanzas, conservado en el Registro de la Propiedad local, la fachada de la Ermita, cuyo frente situado al naciente, estaba como conclusión de la subida de la calzada que remataba en la puerta principal, fue concebida:

“… en forma de torre cuadrangular, sobre la cual se eleva una especie de tímpano de una baranda de hierro donde hay colocada la campana y rematada el todo con una cruz y un pararrayos, y al fondo de dicha Ermita y hacia la izquierda se construyó asimismo una casa de madera con horcones y tejas del país, que incluyendo el colgadizo cuenta con una estención (sic) de veinte metros de largo por ocho de ancho y al fondo de esta casa un departamento algo separado destinado a cocina, construido de mampostería, tablas y tejas de unos ocho metros de frente y doce de fondo” .[26]

Según el folleto titulado “Matanzas vista desde la Ermita de Montserrat en las Alturas de Simpson”, publicado en la Atenas de Cuba en 1879, el atrio de la Ermita, construida en un terraplén o plaza de unos 600 metros planos rodeados de un pretil y muros de contención de piedra de sillería, lo formaba:

“… la terraza donde se hallaba situada la parte sur, hasta la cerca de piña, en una extensión de 35 mil metros cuadrados (…) Anexa al templo hay dos casas de madera, donde se aloja el encargado (…)Al fondo de la planicie que forma la terraza o atrio de la capilla se encuentra una casa de recreo (…), así como al sur, más aislada, se halla otra (…), que en conjunto son los primeros edificios que se han levantado alrededor de la ermita ”.[27]

El mismo folleto, al referirse al interior de la Ermita, cuyo espacio central era abovedado y prácticamente sin ventanas, lo cual determinaba en la acústica y el aire místico que reinaba en su interior, indicaba que su coro era:

“… bastante espacioso, y el ábside, de forma esférica, remata en una media rotonda formulada de adobe de yeso, desde cuyo centro se destaca el Espíritu Santo rodeado de nubes crepusculares que concluyen en un fondo azul estrellado de plata, donde se ve en su parte superior una aureola de Ángeles brindándole flores a la Virgen de Montserrat, que se halla en el fondo del altar mayor, colocada en un camarín embutido en la pared y adornada de corcho, caprichosamente colocado cual si fuera una gruta.
El altar mayor empieza en el centro del ábside, formando una pirámide truncada, de corcho, representando una alegoría de las montañas de Montserrat en Cataluña, en cuyas sinuosidades se han intercalado pinturas alegóricas que representan otros tantos monasterios esparcidos por aquellas serranías.
El púlpito es de madera de pino pintado de rojo oscuro y el pavimento de loza catalana, de rojo oscuro, presenta un mosaico bastante caprichoso, descansando sobre la bóveda del aljibe que ocupa casi todo este espacio y tiene su desagüe por el costado sur; así como el decorado interior es sencillo y a su vez elegante (…) Detrás del camarín hay algunas habitaciones de alto y bajo como para guara – joyas y vestuario sacerdotal los días de las fiestas anuales que se celebra allí”.[28]

En la fachada del templo se colocó, sobre la puerta principal, una tarja de mármol con la siguiente inscripción:

“La Sociedad de Beneficencia de Naturales de Cataluña e Islas Baleares y descendientes de ambos, han erigido esta ermita en honor de su patrona la Virgen de Montserrat. Se inició el pensamiento el 12 de septiembre de 1872 y se inauguró con gran fiesta en 8 de diciembre de 1875”.[29]

Aunque, como ya hemos dicho, coincidiendo con la inauguración del nuevo templo se colocó en su interior una imagen de la Virgen de Montserrat realizada por el escultor Juan Roig y Soler; con posterioridad, la figura original fue sustituida por otra traída de Barcelona expresamente con ese fin por un devoto. La nueva imagen fue trasladada a la Ermita para ser colocada en un nuevo altar construido de corcho y en forma de perna, en donde figuraba la sagrada montaña de Montserrat, durante los festejos que en honor de la Patrona de Cataluña fueron realizados en Matanzas los días 7, 8 y 12 de diciembre de 1880.
El valor de la finca en donde se construyó la Ermita fue valorado en esta época, conjuntamente con los valores agregados a ella (templo, edificios anexos, etc.) en 23. 600 oro español.
En febrero de 1878 con motivo de la celebración en Matanzas de las fiestas reales correspondientes a este año, la colonia catalana de la ciudad participó de manera activa en las mismas; oficiándose una misa en la Ermita a cargo de los padres escolapios que regenteaban un colegio en Guanabacoa. En la ceremonia religiosa actuó, al igual que en los demás actos que formaron parte de los festejos, el Coro Catalán La Armonía, fundado en la Atenas de Cuba en la segunda mitad del siglo XIX.
En 1919 se adquirió para la Ermita un nuevo mobiliario y un hermoso altar para la Virgen de Montserrat. Este último fue traído expresamente de Barcelona. Pocos años antes, en 1914, un devoto había entregado al Casino Español de Matanzas para ser colocada en el templo una figura de la Virgen de la Caridad del Cobre, la cual había adquirido con ese propósito en la Ciudad Condal. También existía en el interior del santuario un altar menor consagrado a Nuestra Señora de Covadonga, Patrona de Asturias.
Por esta época, se emprenden nuevas obras constructivas en los predios del templo, las cuales se extendieron hasta 1923 e incluyeron, entre otras acciones, la erección de un monolito de marmolina con una placa de mármol(1923); la pavimentación con mosaicos de la Ermita (1917); la restauración del molino de viento existente en el área (1923); mejoras de urbanización y nuevas plantaciones de árboles; construcción, reparación o demolición de nuevas construcciones (1917 - 1923); la organización del servicio general del templo con el restablecimiento del sistema de venta de mercadería religiosa (1923) y la colocación en ese mismo año de pilares y rótulos para identificar el nombre de las distintas vías de acceso al lugar.
Resulta imprescindible anotar que las fiestas y romerías realizadas en las Alturas de Monserrate, nacieron - al decir del poeta e investigador Alfredo Zaldívar - con un propósito:

“… marcadamente religioso, pero también, y de muy enfática forma, popular- donde las comidas y bebidas, los trajes, las danzas folclóricas y los bailes populares, la música profana y la maravillosa colla, marcaban su acento secular – tuvieron su esplendor entre 1875 y 1890. Un restaurante, un salón de baile, un órgano, la colocación de estatuas representativas de las cuatro provincias de Cataluña[30] a la entrada de la ermita, lugar conocido desde entonces por Plazuela de las Estatuas, las agrupaciones de gran valor artístico que actúan en las fiestas, caracterizan esta etapa.
Si bien el gobierno español estimuló estas celebraciones pretendiendo con ello unir a los hispanos frente a las fuerzas insurrectas que desde 1868 peleaban en la manigua cubana, el pueblo convirtió las fiestas en diversión. No obstante, la guerra y su secuela dieron al traste con el lucimiento de estas, que van decayendo a partir de 1890”.[31]

Sin embargo, hasta 1926, año en que se suspenden definitivamente estas fiestas por decreto del Casino Español de la Ciudad, como consecuencia directa de la grave crisis política, económica y social que asolaba a la Isla; llegó cada año hasta las Alturas de Monserrate – con excepción del período comprendido entre 1896 y 1902, signado por la Guerra del 95, la intervención norteamericana en la Isla y el nacimiento de la República – la Colla de amigos que subían al lugar para pasar en las inmediaciones de la Ermita un día de romería.
A pesar de la supresión oficial de las fiestas, las cuales estuvieron marcadas durante las primeras décadas de la República, según el poeta matancero Alfredo Zaldívar - por la introducción de algunas:

“…modernizaciones, la llegada de la electricidad, el cobro de la entrada al predio, el interés turístico y la pérdida de elementos catalanes (…).
Con frecuencia siguieron las romerías ocasionales, y por un tiempo continuaron los oficios religiosos[32], la ermita siguió siendo sitio de obligada visita para cuantos pasaban por la ciudad”.[33]

La tradición de marchar cada año hacia las Alturas de Montserrat fue rescatada por el pueblo y las autoridades matanceras en 1981, a través del Atlas de la Cultura Popular Tradicional del Ministerio de Cultura de Cuba, con el apelativo de Fiesta de la Colla. Desde entonces, cada octubre, en ocasión de la celebración de la Semana de la Cultura Matancera, una representación de la antigua Colla catalana de Matanzas parte desde el Parque de la Libertad y sube hasta las inmediaciones de la Ermita, para recordar a las nuevas generaciones que esta fue una de las vías a través de la cual, como bien afirmó en su Memoria Catalana de Matanzas el Lic. Juan Francisco González, quien fue Historiador de la Ciudad de los puentes y los ríos:

“… las familias catalanas establecidas en Matanzas y sus descendientes, se integraron orgánicamente a la comunidad local, desempeñando en su seno un papel decisivo también en el ámbito de la economía: estuvieron vinculados a empeños tan importantes como el Banco San Carlos; la entonces emergente industria mecánica y metalúrgica; la producción cafetalera y azucarera; el comercio de importación y exportación, uno de los más voluminosos en la pasada centuria; y la Compañía del Ferrocarril de Matanzas a Sabanilla, uno de cuyos principales organizadores y fundadores[34] fue después (…) un destacado promotor e inversionista en la creación del primer camino de hierro ibérico: el Ferrocarril de Barcelona a Mataró”.[35]

Por la privilegiada posición que ocupa, ya que desde sus inmediaciones se puede admirar en todo su esplendor el Valle del Yumurí, y la importancia que fue adquiriendo para la colonia catalana de Matanzas, sus descendientes y los habitantes de la Atenas de Cuba, la Ermita de Montserrat ha sido visitada desde su inauguración y hasta la fecha por numerosas personalidades cubanas y extranjeras, entre las cuales se destacan:

· Ulysses Simpson Grant, General de los Ejércitos Confederados del Norte y héroe indiscutible de la Guerra de Secesión ocurrida en los Estados Unidos de América entre 1861 y 1865. Esta personalidad, que llegó a ser más tarde Presidente de los Estados Unidos de América, visitó la Ermita en horas de la tarde del 5 de febrero de 1880, poco después de su llegada a Matanzas, como parte de un paseo que realizó en carruaje hasta las Alturas de Simpson, al concluir el recibimiento oficial que se le tributó en el Palacio de Gobierno. Desde allí, admiró el Valle del Yumurí, la ciudad y su bahía; quedando deslumbrado, además, con el inusitado movimiento existente por entonces en la rada matancera y el verdor del paisaje.
· Camilo Polavieja, Capitán General de la Isla, su esposa, los integrantes de la Comisión representante de los Ayuntamientos catalanes de Monistrol y Coll Bató y otras personalidades, quienes asisten los días 6, 7 y 8 de diciembre de 1890 a los festejos en honor de la Moreneta. Durante su visita, el Capitán General de la Isla se bendijo el nuevo estandarte de la Sociedad Protectora Catalana de Naturales de Cataluña, Baleares y Descendientes de las Provincias de Matanzas, apadrinado por Polavieja y su esposa.
· Charles Berchon, miembro de la Sociedad Geográfica de París, quien realizó un recorrido por Cuba en la primera década del siglo XX. En 1910 publicó en Francia su libro “A través de Cuba. Relato geográfico descriptivo y económico”, en el que al referirse a Matanzas afirmó que su bahía estaba dominada por:

“… la pintoresca loma de Monserrate. Había allí, en diciembre, una peregrinación seguida de un banquete en el que tomaron parte 500 españoles. Como muchos de estos nacionales han emigrado a causa de los acontecimientos políticos, no le queda más que una capilla de la Virgen con un altar de corcho rodeado de ex – votos.
Desde la cima, la vista se dirige por la garganta rocosa del Abra, y en el Valle del Yumurí por las hermosas praderas y las innumerables palmeras reales, regadas por el curso de un río pequeño”.[36]
· Mr. Charles Magoon, Gobernador Interventor de la Isla de Cuba, el Ministro Plenipotenciario de España en Washington y el General Barry, quienes estuvieron en el lugar en 1908, año en que no se celebraron los tradicionales festejos en honor de la Virgen, por el deceso del último Presidente de la Sociedad Protectora Catalana de Naturales de Cataluña, Baleares y Descendientes de las Provincias de Matanzas.
· Adolfo Dollero, conocido periodista y publicista italiano, quien visitó Matanzas entre 1918 y 1919 con objeto de escribir un libro sobre la provincia que tituló “Cultura Cubana (Matanzas) ”, en el que afirmó, al referirse a la Ermita:

“Alrededor de la Capilla la Colonia Española posee unos terrenos que a pesar de ser pedregosos son a propósito para las giras campestres de los socios.
La carretera que lleva para la meseta está bien cuidada.
Unas casuchas de madera, algunas vacas, un molino de viento para subir el agua desde una profundidad de 130 m. aproximadamente; unos asientos de cemento y la base de la Casa de España que se proyecta construirán[37] en el punto más elevado, pero que hasta ahora se ha limitado a los sólidos muros de hormigón hidráulico.
La Ermita (…) es hoy un símbolo de la unión lograda entre casi todos los componentes de la colonia de España. Reúne todos los estandartes de las provincias que duermen amparados por la bandera de la nación española. Flota en la Ermita una aureola de poesía y de amor a la patria que seduce.
El altar mayor, casi escondido entre un paisaje de corcho de Cataluña, salpicado de aldeas y de recuerdos, se me antojaba un suspiro reprimido por la tierra lejana.
(…)
Aletea la concordia en ese rincón de España”.[38]

· El Cónsul de España en Cuba, quien visita el templo en 1919.
· Comisionados del Estado de Massachussets, Estados Unidos de América, quienes recorren las Alturas de Monserrate en 1923.
· El famoso poeta español Federico García Lorca, quien – como parte de la visita que realizó a Matanzas en la primavera de 1930, recorrió las Alturas de Monserrate y admiró el paisaje que desde ellas se divisa. De esta visita se conservan varias instantáneas, en las que se ve al poeta sonriente y rodeado de chicos, así como el testimonio de su amigo Antonio Quevedo, quien anotó que habían llegado al lugar por la mañana, haciendo un alto, más tarde, para almorzar a la sombra y sobre la hierba. Según Quevedo:

“Luego de recorrer aquellos parajes, Federico contempló el valle a media tarde, cuando todavía estaba inundado de sol, radiante de colores y reberveraciones (sic) de luz metálica, y esperó algún tiempo para ver uno de los espectáculos más impresionantes de los que se pueden gozar en Cuba. Sombras violáceas parecían descender sobre el valle, nubes rosadas y púrpuras, alineadas en finos estratos sobre el horizonte, se perfilaban en un cielo azul traslúcido, que solamente podía compararse para describir su belleza, con algunas pupilas de mujer, o con ese azul lívido de las turquesas orientales. (…). Al contemplar en horas crepusculares el valle de Yumurí, dijo Federico que sus colores tenían matices desconocidos de la moderna escenografía. Comparó la transparencia del valle a estas horas con la rutilante fosforescencia de los acuarios iluminados por dentro (…)”.[39]
· Josep Antonio Durán LLeida, presidente del Comité de Gobierno del Partido Unión Democrática de Cataluña así como Salvador Sedo Alabart y Laia Botey, secretarios, respectivamente, de Relaciones Internacionales y de Prensa y Comunicaciones de esa agrupación política catalana, quienes visitaron este lugar el 16 de septiembre de 1998 acompañados de José Ramón Fernández, vicepresidente del Consejo de Estado de la República de Cuba, Yadira García Vera y Víctor Ramírez, por entonces primera secretaria del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la Asamblea Provincial del Poder Popular en Matanzas, respectivamente y el Lic. Juan Francisco González, Historiador de la Ciudad, ya fallecido.
· Martí Virgili i Mira, Regidor Presidente de la Comisión de Vía Pública y Medio Ambiente del Ayuntamiento de Vilanova i la Geltrú, hermanado con Matanzas, quien participó en la Fiesta de la Colla efectuada en la Atenas de Cuba en diciembre de 1998.
· Sergio Beldrell, funcionario del municipio catalán de Mollet, quien participó en la Fiesta de la Colla efectuada en Matanzas en diciembre de 1999.

Hoy, con más de un siglo de existencia y completamente restaurada, gracias al sueño de muchos, hecho realidad por la corporación CIMEX, hasta la Ermita de Montserrat siguen llegando cada día los poetas, los amantes, los turistas, los estudiosos de la cultura popular tradicional, los niños, los catalanes que visitan la tricentenaria Atenas de Cuba y los descendientes de aquellos que en 1870, desde las Alturas de Monserrate, se sintieron dioses y decidieron inmortalizar para siempre entre nosotros la cultura y las tradiciones de su amada Cataluña. Todos ellos – muchos, quizás, sin proponérselo – emprenden este viaje singular a las Alturas de Montserrat como “… peregrinación obligada – al decir del desaparecido historiador matancero Raúl Ruiz Rodríguez – a las fuentes de la matanceridad”.[40]
Fuentes Consultadas

I – Bibliográficas.
· Arestuche, Fernández, Dagoberto: Fiesta de la Colla. Hasta la última gota, periódico Girón, Matanzas, 16 de diciembre de 1999, pág. 6.
· Berchon, Charles: A través de Cuba. Relato geográfico, descriptivo y económico, Imprenta de Charaire, Sceaux, 1910.
· Chávez Álvarez, Ernesto: La fiesta catalana. Presencia hispánica en la cultura cubana, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1989.
· Chávez Álvarez, Clara Emma: La ermita de Monserrate y sus exvotos, boletín Triunvirato, Matanzas, 2007, No. I, pág. 9.
· ---------------------------------------: Los exvotos de la Ermita de Monserrate, Catálogo de la Muestra del Mes del Museo Provincial Palacio de Junco, edición computarizada y fotocopiada, Matanzas, mayo de 1999.
· ---------------------------------------: Réquiem por la Ermita, periódico Girón, Matanzas, 12 de febrero de 2004, pág. 6.
· ---------------------------------------: Réquiem por la Ermita, semanario Cartelera, Matanzas, 3 de septiembre al 9 de diciembre del 2003, pág. 4.
· Dollero, Adolfo: Cultura Cubana (Matanzas), Imprenta Seoane y Fernández, La Habana, 1919.
· En Monserrate tendremos de nuevo una ermita, periódico Girón, Matanzas, 10 de diciembre de 1998, pág. 6.
· Friguls Ferrer, Juan Emilio: Catalanes en Cuba, Publicigraf, La Habana, 1994.
· ---------------------------------: Templos Católicos Cubanos, Publicigraf, La Habana, 1994.
· González y García, Juan Francisco: Memoria Catalana de Matanzas, Ediciones Vigía, Matanzas, 1998.
· ------------------------------------------ y Dr. Arnaldo Jiménez de la Cal: Vilanova i La Geltrú y Matanzas: una obra común, Ediciones Vigía, Matanzas, 2001.
· González Villalonga, Reynaldo: En el Museo provincial Palacio de Junco. Los exvotos de la Ermita de Montserrat, periódico Girón, Matanzas, 3 de junio de 1999, pág. 6.
· Horta García, Marisela: Monserrate. Historia y Tradiciones, (inédito), Trabajo de Diplomado de Identidad, Turismo y Cultura, Politécnico de Hotelería y Turismo de Varadero, 1999.
· Jiménez de la Cal, Dr. Arnaldo, Lic. Martha Silvia Escalona, Lic. José Ramón González Pérez y otros: Páginas Matanceras. Ediciones de la Oficina del Historiador de Matanzas. Relaciones Matanzas – Estados Unidos, Departamento de aseguramiento a la docencia de la Universidad de Matanzas, Matanzas, 2007.
· López Aurora: Ermita de Montserrat “… y aún tengo la vida”. El último Ermitaño, periódico Girón, Matanzas, 15 de agosto de 1997, pág. 5.
· -----------------: Visita Durán LLeida la Ermita de Montserrat, periódico Girón, Matanzas, 17 de septiembre de 1998, pág. 1.
· Martínez Carmenate, Urbano: García Lorca y Cuba, Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, La Habana, 2002.
· Matanzas vista desde la Ermita de Montserrat en las Alturas de Simpson, Imprenta La Nacional, Matanzas, 1879.
· Moliner Castañeda, Israel: Año del Centenario de Las Alturas de Simpson. El Primitivo Danzon, semanario Yumurí, Matanzas, 21 de enero de 1979.
· Moliner Rendón, Israel: Antecedentes históricos de la Ermita de Montserrat y La Leyenda de Yumurí, s.i, Matanzas, 1963.
· Moreno Ballesteros, Ricardo: El sitio ideal para comprender Matanzas, semanario Cartelera, Ciudad de La Habana, 31 de mayo al 6 de junio de 2001, pág. 15.
· Peña Rangel, Ana María: Identidad Matancera: su entorno geográfico, urbanístico y arquitectónico, Anuario de Investigaciones Culturales, Ediciones Matanzas, Matanzas, 2001, No. 2, pág. 35.
· Pérez Orozco, Leonel: Historia del Catolicismo en Matanzas, s/i, Matanzas, 1992.
· Quevedo, Antonio: El poeta en La Habana, Consejo Nacional de Cultura, Ministerio de Educación, La Habana, 1961.
· Quintero y Almeyda, José Mauricio: Apuntes históricos de Matanzas, Talleres del Archivo Nacional de Cuba, La Habana, 1964.
· --------------------------------------------: Apuntes para la historia de la Isla de Cuba con relación a la ciudad de Matanzas desde el año 1693 al de 1877, Imprenta El Ferrocarril, Matanzas, 1878.
· Ruiz Rodríguez, Raúl: Monserrate, Matanzas… Primavera de 1930…, La revista del Vigía, Matanzas, febrero del 2000, pág. 101.
· ----------------------------: Retrato de ciudad, Ediciones Unión, La Habana, 2003.
· Soler y Canals, Josep María: Todo Montserrat, Editorial Escudo de Oro S. A., Barcelona, 1997.
· Zaldívar, Alfredo, Gemma Villanueva, Esther Sancho, David Guiu, y otros: De Montserrat a Montserrat, Ediciones Vigía, Matanzas, 1996.
· Visión de Ayer. La Ermita de Monserrate, revista Museo, Matanzas, junio de 1988. Año I, No. I, pág. 42.
II – Documentales.
Archivo del autor.
Registro de la Propiedad de Matanzas.

Datos del autor:

Ernesto Aramis Álvarez Blanco. (Cárdenas, 1968). Se graduó como museólogo, con el primer expediente de su curso y la máxima calificación en su Tesis de Grado, en el Centro de Superación Profesional y Artística de Matanzas. Fue fundador y primer Director del Museo a la Batalla de Ideas. Desde el 2002 funge como Historiador de la Ciudad de Cárdenas. Ha publicado en Cuba y España numerosos folletos, poemarios, plegables y libros, entre los que se encuentran Recorro mi Ciudad (Ediciones Cárdenas, 1990), Llueve y sin embargo te espero (Arenys de Mar, España, 1995), Oscar M. de Rojas (Ediciones Matanzas, 2001), Arenys de Mar en Cuba/ Cuba en Arenys de Mar (Ediciones Matanzas, 2003) y el Catálogo Multimedia de Tarjetas Telefónicas Cubanas (ETECSA, 2003), del cual es coautor. Entre 1997 y 1999 realizó, por encargo de la Generalitat de Cataluña, la reedición de las fichas de Cuba del “Diccionario de los Catalanes en América”. Ha obtenido cerca de un centenar de premios y menciones en eventos y concursos locales, provinciales, nacionales e internacionales y recibido varias distinciones cubanas y extranjeras. Es Profesor Adjunto del Politécnico de Hotelería y Turismo de Varadero. Escribe con regularidad en la prensa cubana y catalana. Es miembro de la UNHIC y de la UPEC.

[1] Según un estudio realizado hace pocos años por la investigadora y psicóloga Ana María Peña Rangel sobre la Identidad matancera: su entorno geográfico, urbanístico y arquitectónico, las Alturas de Monserrate “…tienen un significado para un grupo importante, esto se demuestra en que el 14,3 % de las personas que hoy viven en la ciudad manifestaron que ellos extrañarían, anhelarían verlas, si estuvieran un tiempo fuera; un 11 % se siente orgulloso del lugar (…) y un 8,8 % desea que este sea un lugar que se conserve para siempre en la ciudad. Las personas de más de 43 años son las que expresan mayor identificación con este sitio del paisaje matancero.
Como puede apreciarse por los datos anteriores, este es un lugar, que se ha convertido en una representación simbólica compartida para alrededor de una quinta parte de la población actual de la ciudad”.
[2] Según estudio citado en la nota No. 1 de este folleto, ejecutado hace pocos años por la investigadora y psicóloga Ana María Peña Rangel sobre la Identidad matancera: su entorno geográfico, urbanístico y arquitectónico, La Ermita de Montserrat o simplemente La Ermita, como la llaman muchos matanceros, “… está presente o forma parte de la vida de alrededor de uno de cada siete personas, integrando los contenidos de su identidad regional; el 5,3 % la extrañaría si se alejara de la ciudad, un 4 % se siente orgulloso de ella, (…) un 9 % desea que se conserve, que se restaure y que siempre forme parte del paisaje”.
[3] Se le conoció también, según el desaparecido historiador matancero Raúl Ruiz Rodríguez, como Loma del Estero.
[4] Género danzario considerado nuestro baile nacional. La primera versión de este danzón fue escrita por Faílde en 1877 pero no es hasta 1878 en que escribe la letra y la música definitiva. El danzón “Las Alturas de Simpson” se comenzó a ensayar en Matanzas en agosto de 1878 y se estrenó en el Club de Matanzas, hoy Casa de Cultura provincial José White, el 1 de enero de 1879.
[5] González, Juan Francisco: Memoria catalana de Matanzas, Ediciones Vigía, Matanzas, 1998, pág. 9.
[6] González, Juan Francisco: Memoria catalana de Matanzas, Ediciones Vigía, Matanzas, 1998, pág. 20.
[7] Zaldívar, Alfredo, Gemma Villanueva, Esther Sancho, David Guiu, y otros: De Montserrat a Montserrat, Ediciones Vigía, Matanzas, 1996, pág. 7.
[8] Torta o masa redonda de harina.
[9] Bebida que se hace con aguardiente, agua, azúcar y otros ingredientes, como canela, hierbas aromáticas, etc.
[10] Actual Parque de la Libertad.
[11] La Aurora del Yumurí, Matanzas, 6 de septiembre de 1871, pág. 1.
[12] Moliner, Israel: Antecedentes históricos de la Ermita de Montserrat y La Leyenda de Yumurí, s.i, Matanzas, 1963, págs. 9 y 10.
[13] González, Juan Francisco: Memoria catalana de Matanzas, Ediciones Vigía, Matanzas, 1998, pág. 20.
[14] Cada tierra hace su guerra.
[15] Los enormes porrones llenos del mejor vino de la tierra y dispuestos para ser ofrecidos al caminante, es uno de los elementos típicos del Montserrat catalán
[16] Quintero y Almeyda, José Mauricio: Apuntes para la historia de la Isla de Cuba con relación a la ciudad de Matanzas desde el año 1693 al de 1877, Imprenta El Ferrocarril, Matanzas, 1878, págs. 786 - 790.
[17] Los límites de los terrenos cedidos eran, según aparece consignado en los documentos de la época, los siguientes: “…100 metros de extensión por el este, lindando con la calle Santa Isabel, otros 100 metros por el oeste, lindando con los terrenos de los otorgantes, 325 metros por el norte, lindando con el deriscadero (sic) del Estero y otros 325 metros por el sur, lindando con los terrenos de los cedentes”.
[18] Es una de las iglesias más céntricas y conocidas de La Habana. El templo actual tiene como antecedente la ermita dedicada a la Virgen de Montserrat bendecida e inaugurada el 8 de septiembre de 1675. La ermita fue demolida, mucho tiempo después, por obstruccionar una nueva puerta que se abrió en la muralla extramuros de La Habana, siendo sustituida por la actual iglesia, la cual inició sus cultos el 26 de diciembre de 1843.
[19] Dollero, Adolfo: Cultura Cubana (Matanzas), Imprenta Seoane y Fernández, La Habana, 1919, pág. 51.
[20] El Boj es un arbusto de hoja perenne de la familia de las Buxáceas. El boj común es originario de Europa meridional y ciertas regiones de Asia. Se trata de un arbusto leñoso, con numerosas variedades cultivadas en jardinería, donde se utiliza mucho, tanto recortado como sin recortar, para formar setos y aislado, como planta ornamental. Tiene hojas pequeñas, ovales, opuestas, algo coriáceas, de color verde oscuro y lustrosas por el haz, algo más claras por el envés; flores sin pétalos. Las hojas contienen alcaloides y otros principios activos que, si se ingieren, provocan la irritación grave del aparato digestivo y, a menudo, la muerte. Los recortes de las podas de boj no deben tirarse en lugares donde puedan consumirlos animales herbívoros. La madera del boj se utiliza mucho en ebanistería, tallado y grabado debido a su textura fina, su color y su dureza y peso elevados
[21] Chávez Álvarez, Ernesto: La fiesta catalana. Presencia hispánica en la cultura cubana, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1989, págs. 28 y 29.
[22] El traslado estaba previsto para el día 7 de diciembre de 1875 a las dos de la tarde, después de un repique de campanas, pero llovió tanto aquella tarde que la procesión no pudo realizarse, por lo que fue transferida para la mañana del siguiente día, fecha en que se llevó a cabo sin tropiezos.
[23] Moliner, Israel: Antecedentes históricos de la Ermita de Montserrat y La Leyenda de Yumurí, s.i, Matanzas, 1963, págs. 13.
[24] Matanzas vista desde la Ermita de Montserrat en las Alturas de Simpson, Imprenta La Nacional, Matanzas, 1879, pág. 14.
[25] Chávez Álvarez, Ernesto: La fiesta catalana. Presencia hispánica en la cultura cubana, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1989, págs. 29 y 30.
[26] Registro de la Propiedad de Matanzas: Libro 22 (antigua Anotaduría de Hipotecas), partida 608, fo. 408 (vuelto).
[27] Matanzas vista desde la Ermita de Montserrat en las Alturas de Simpson, Imprenta La Nacional, Matanzas, 1879, pág. 14.
[28] Ibídem, págs. 7 y 8.
[29] Chávez Álvarez, Ernesto: La fiesta catalana. Presencia hispánica en la cultura cubana, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1989, pág. 28.
[30] Situadas en 1886 en lo que desde ese momento se conocería como Plazuela de las Estatuas, frente a la entrada principal de la Ermita, “… estas figuras – en opinión del investigador matancero Ernesto Chávez Álvarez – eran el símbolo de la pujanza agrícola e industrial de Cataluña, pues cada provincia mostraba en ellas sus atributos económicos y sociopolíticos a través de su larga historia”.
[31] Zaldívar, Alfredo, Gemma Villanueva, Esther Sancho, David Guiu, y otros: De Montserrat a Montserrat, Ediciones Vigía, Matanzas, 1996, pág. 101.
[32] En la Ermita, aunque no tenía un servicio religioso estable, se continuaron realizando misas, casamientos, bautizos, etc., fundamentalmente de españoles o sus descendientes, hasta 1961 c.a. El lugar era atendido, cuidado y abierto al público por un Ermitaño o guardián, quien residía durante años en el lugar junto a su familia. En 1920 se decidió construir una vivienda muy próxima a la Ermita para alojarlo a él y a sus familiares. La función del guardián o ermitaño era la administración de la propiedad y poseía amplios poderes sobre los predios del templo, tal como lo estipulaba el Reglamento General de la Colonia Española de Matanzas, facultades que este individuo poseía desde la época en que aún existía en la Atenas de Cuba la Sociedad Protectora Catalana de Naturales de Cataluña, Baleares y Descendientes de las Provincias. Después de 1926, año en que desaparecieron las grandes romerías y fiestas tradicionales, se hizo necesario que el ermitaño y su familia pasara a ocupar la habitación de dos plantas existente al fondo de la nave central del templo, con objeto de que custodiara los valiosos objetos y los numerosos exvotos y promesas existentes en la edificación. Pedro Rodríguez, el último Ermitaño de Monserrate, quien descendía de una familia catalana, vivió en este lugar con los suyos – según el investigador matancero Ernesto Chávez Álvarez – hasta finales del año 1983. Una parte de los exvotos de la Ermita - rescatados por el notable artista Agustín Drake y el investigador Faustino Gómez Brunet (Tino) - se conservan desde 1983 en el Museo Provincial Palacio de Junco de Matanzas, en donde han sido estudiados y exhibidos (mayo 1999) por la investigadora matancera Clara Emma Chávez. Sin embargo, se desconoce el paradero de la imagen de la Moreneta que existía en el templo. El Museo Provincial Palacio de Junco conserva, además, la más valiosa colección de objetos vinculados con el templo, existentes en una institución oficial.
[33] Zaldívar, Alfredo, Gemma Villanueva, Esther Sancho, David Guiu, y otros: De Montserrat a Montserrat, Ediciones Vigía, Matanzas, 1996, págs. 100 y 101.
[34] Se refiere al comerciante, periodista y político catalán radicado en Matanzas Jaime Badía y Padrines (1796 - 1863).
[35] González, Juan Francisco: Memoria catalana de Matanzas, Ediciones Vigía, Matanzas, 1998, pág. 23.
[36] Berchon, Charles: A través de Cuba. Relato geográfico descriptivo y económico, Imprenta de Charaire, Sceaux, 1910, pág. 133.
[37] Este proyecto de Palacio o Casa de España – concebido en 1908 – no progresó, por lo que nuca se concluyó el edificio, a pesar de haberse colocado su primera piedra el 8 de junio de 1913 y haberse recaudado cuantiosas sumas para su erección.
[38] Dollero, Adolfo: Cultura Cubana (Matanzas), Imprenta Seoane y Fernández, La Habana, 1919, pág. 51.
[39] Quevedo, Antonio: El poeta en La Habana, Consejo Nacional de Cultura, Ministerio de Educación, La Habana, 1961, s/ pág.
[40] Ruiz Rodríguez, Raúl: Retrato de ciudad, Ediciones Unión, La Habana, 2003, pág. 44.

jueves, 11 de junio de 2009

Cárdenas:
Prehistoria de una Ciudad.
Autor: Ernesto Álvarez Blanco
Historiador de la Ciudad.

Libro publicado en el 2008 por el Comité 180 aniversario de la fundación de la ciudad de Cárdenas gracias a la colaboración de la Sociedad “Paz y Amistad” y del Ayuntamiento de Avilés, Asturias, España.

A Madelayne, aliento, sostén y ángel tutelar de toda mi obra historiográfica.
Prólogo.

Cuando Ernesto Álvarez Blanco, Historiador de la Ciudad de Cárdenas, se dirigió a La Asociación Hispano Cubana” Paz y Amistad” de Avilés, para solicitarnos colaboración en la publicación de un libro sobre esa Ciudad cubana, nos pusimos a trabajar de forma inmediata porque, desde el principio, lo consideramos interesante y oportuno por varias razones.
En primer lugar porque nuestra Asociación ha sido y sigue siendo la principal impulsora del Hermanamiento entre las dos ciudades, que en el 2008, cumple el décimo aniversario.
Por otra parte, es una enorme satisfacción poder contribuir al conocimiento, en Avilés y en Asturias, de la rica e intensa historia de una ciudad, que como Cárdenas, con sus 180 años, ofrece tantos hechos históricos trascendentes para la historia de Cuba, hitos pioneros que, justifican plenamente, el sobrenombre de “Ciudad de las Primicias” por el que es conocida en Cuba y el mundo. Y quien mas adecuado para llevar adelante este cometido que el Historiador de esa Ciudad que, además, ha profundizado en distintos hechos históricos aportando novedosas y recientes investigaciones.
Durante estos diez años nuestra Asociación ha propiciado todo tipo de actividades conducentes a un mayor conocimiento de Cuba en general y de Cárdenas en particular, para paliar el desconocimiento y en ocasiones la tergiversación y manipulación de la realidad cubana por parte de algunas personas y medios informativos. Además, hemos colaborado en distintos proyecto de cooperación, con el inestimable apoyo del Ayuntamiento de Avilés y otras entidades, que ha contribuido al acercamiento y conocimiento de ambas ciudades. Alcaldes y concejales de Avilés y presidentes y delegados de la Asamblea Municipal del Poder Popular en Cárdenas así como miembros de La Asociación Paz y Amistad han visitado en varias ocasiones las respectivas ciudades contribuyendo así al conocimiento y colaboración mutua.
Suponiendo todo lo expuesto, hay motivos más que suficientes, para apoyar decididamente la publicación de este libro, se añade además la feliz coincidencia del 180º Aniversario de la fundación de Cárdenas con el 10º Aniversario del Hermanamiento de las dos ciudades, que esperamos sirva para un mayor conocimiento y colaboración entre todos.

Laureano López Riva.
Presidente de la Asociación Hispano-Cubana “Paz y Amistad”
Avilés - Asturias
Proemio

Las reflexiones sobre la prehistoria y el origen del nombre de la ciudad de San Juan de Dios de Cárdenas que publicamos ahora, como parte de las actividades conmemorativas del 180 aniversario de la fundación de la bien llamada Capital de las Primicias y gracias a la inestimable colaboración de la Sociedad Paz y Amistad y del Ayuntamiento de Avilés, Asturias, son el resultado de casi 20 años de pesquisas, comparación de documentos y de fuentes bibliográficas y sobre todo, del gran amor que sentimos por nuestra ciudad natal.
Desde que en 1987 nuestro profesor y amigo, el prestigioso investigador y escritor cardenense Lic. Urbano Martínez Carménate, nos propuso estudiar para nuestra Tesis de Grado de Museología – de la cual fue nuestro Tutor - la prehistoria de San Juan de Dios de Cárdenas y su territorio, nos dedicamos a desentrañar los detalles de este singular período de la historia local.
Para lograrlo, acudimos desde entonces y más de una vez, a antiguos y olvidados mapas, planos, legajos, expedientes, actas capitulares, protocolos notariales, grabados y fotografías; así como a los libros y folletos que inéditos o no, abordan - con más o menos fortuna - la historia de Cárdenas y muy especialmente, el período que nos ocupa.
Decisivo fue para nuestras pesquisas, el encuentro y la amistad que desde esa fecha hemos sostenido con Don Javier de Cárdenas Chavarri, Marqués de Prado – Ameno y otros descendientes de la familia Cárdenas residentes en España, los cuales visitaron la Ciudad en el 2001 para conocer detalles del origen y desarrollo de uno de los pocos lugares del mundo que lleva por nombre su ilustre apellido.
Ese mismo año, por esas raras coincidencias que el destino o la casualidad pone en el camino de los historiadores, conocimos al Sr. Eduardo J. Neyra Abascal, cardenense residente en los Estados Unidos de América a quienes nos unen estrechos lazos de amistad, Presidente de la Neyra Industries, Inc. de Cincinnati y descendiente, no sólo de los Neyra y de los Verdeja, familias que fueron cuna de ilustres patricios locales, sino también de los Sotolongo, primeros propietarios del sitio en donde el 8 de marzo de 1828 quedó fundado el poblado de San Juan de Dios de Cárdenas.
Gracias a estos amigos, quienes nos facilitaron fotocopias de valiosos documentos y interesantes informaciones familiares, pudimos concluir este trabajo, cuyos resultados parciales hemos dado a conocer, con anterioridad a este libro, en artículos, programas radiales y televisivos, conferencias y monografías, y que dedicamos también al 299 aniversario de la concesión a Diego de Sotolongo, por el Cabildo de La Habana, del sitio de San Juan de las Ciegas y Cárdenas.
Ernesto Álvarez Blanco.
Historiador de la Ciudad de Cárdenas.Cárdenas:
Prehistoria de una Ciudad (1510 - 1790).[1]


A Roberto Bueno Castán y Argilio Rodríguez G., in memorian.
A Urbano Martínez Carmenate, Olga Ojeda Díaz, Lázaro Miranda Chirino y Samuel Maciques Villanueva, amigos queridísimos.


I

Cárdenas durante los siglos XVI y XVII (1510 – 1700).
El territorio que actualmente ocupa el municipio de Cárdenas no constituyó uno de los puntos de interés inmediato para los conquistadores europeos, llegados a Cuba en las primeras décadas del siglo XVI. No obstante, la costa cardenense fue recorrida y reconocida durante el bojeo realizado por Sebastián de Ocampo, en 1509, y como parte de la empresa colonizadora de la Isla, emprendida entre 1511 y 1513 por Diego Velázquez con la ayuda de Pánfilo de Narváez, cuyo objetivo fundamental era la exploración de la geografía y las potencialidades económicas del territorio insular.
Nada se sabe de los contactos entre los aborígenes y los colonizadores españoles de la región. Así mismo, alguna que otra referencia a cacicazgos y sucesos ocurridos en esta época, no resultan enteramente creíbles, teniendo en cuenta la escasa confiabilidad de los textos de los primeros cronistas de Indias, quienes solían confundir con frecuencia hechos, fechas y ubicación de los acontecimientos narrados por ellos en sus obras.
La mayor parte de las comunidades aborígenes de la zona de Cárdenas
[2] deben haber desaparecido en este período como consecuencia de la cadena de masacres y trabajos forzados que aniquiló, prácticamente, en menos de diez años, la población autóctona de la Isla; sobreviviendo solo grupos aislados, en los parajes más intrincados de nuestro archipiélago. No obstante, aun hoy, numerosos topónimos de franca filiación aborigen nos hablan de la cultura y de la lengua de los primitivos habitantes de nuestro territorio.
Gracias a la labor de los científicos Leo Waibel, alemán, y Ricardo Herrera
[3], cubano, ha sido posible reconstruir el paisaje que ofrecía la zona de Cárdenas a la llegada de los conquistadores españoles, pues los estudios realizados por ambos acerca de la vegetación de la Isla, permiten agregar al cuadro costero cenagoso y a los bosques existentes en las inmediaciones de la bahía y en el interior del territorio, la presencia de una extensa sabana clasificada como un “… campo abierto, compuesto de hierbas y juncos, con pequeños arbustos, palmas, y en algunas áreas, pinos”[4].
La gran concentración de hatos, corrales y sitios en la región, durante la segunda mitad del siglo XVI y en el transcurso del XVII, consignados con el nombre de sabana o sabanilla en los documentos, mapas y planos de la época, comprueban las afirmaciones de estos científicos.

Proceso de mercedación de la zona. Características.

El rasgo distintivo de la estructura agraria de este período, es la apropiación de la tierra mediante la obtención de mercedes otorgadas por los cabildos de la Isla, derecho que se abrogó en 1536 el cabildo de Sancti Spíritus. En la segunda mitad del siglo XVI lo secunda el de la Habana, al cual pertenece la zona cardenense, conjuntamente con buena parte de la actual provincia de Matanzas, cuya costa norte, al finalizar la conquista de México en 1525, cobra importancia como punto de tránsito, por lo cual aparece con frecuencia en los mapas de la época.
Por esta razón, temprano fue el interés de cartógrafos y navegantes en reflejar, con más o menos precisión, los accidentes geográficos del territorio. Así, por ejemplo, el mapa de Cuba trazado por Guillaume Le Testu y fechado en 1555, nos muestra con relativa fidelidad los contornos de la bahía de Siguagua, y aparece denominado como punta Icacos, el cabo de ese nombre.
En las cartas geográficas realizadas por Paolo Forlano y Fernando Berteli en 1564 se advierte, rudimentariamente dibujada, la bahía de Cárdenas con sus cayos e islotes, en una situación bastante aproximada a la realidad. En estos y otros mapas, como en el de Nerenium Pecciolem, de 1604, es común encontrar la bahía de Cárdenas sin nombre alguno o indistintamente, con los de Siguagua o Siguapa. De franca filiación aborigen ambos topónimos, según los estudiosos de las voces cubanas, denominaban, respectivamente, a un pez parecido a la cojinúa, abundante en estos mares, y a un ave – similar a la lechuza -, hoy en vías de extinción.
El Cabildo de La Habana, debido al interés de los vecinos por obtener mercedes de tierras, comenzó a otorgarlas desde 1550. El Gobernador de la Isla, Gaspar del Toro, encargó a Luis Peña que fijara las medidas para todo el país, adoptándose la forma circular, puesto que el desconocimiento topográfico y geográfico de Cuba, no permitía hacer otra operación que la de fijar un punto y circular sobre él.
Pronto, la comarca cardenense despertó el interés de los vecinos habaneros, pues al agotarse los terrenos disponibles en las cercanías de esa Villa, solicitaron que se les hiciera merced de los terrenos existentes en el actual territorio matancero. Los lugares cercanos a la bahía de Matanzas y Cárdenas, o dentro de su zona de influencia, atrajeron preferentemente la atención, al tener a ambos accidentes geográficos, como posible lugar de salida para los productos que deseaban obtener de la explotación de sus tierras.
Así en el transcurso de la segunda mitad del siglo XVI, se comienza el proceso de mercedación de la zona, al concederse a Antón Recio, el 12 de septiembre de 1569, el corral Camarioca, que comprendía el área donde actualmente esta situado el poblado de igual nombre. A este sitio, el más antiguo de los mercedados en el territorio, seguirán en orden de antigüedad: el de Las Ciegas, ubicado junto a la sabana Las Guásimas, concedido el 4 de abril de 1576 a Ambrosio Hernández; el mencionado corral o sabana Las Guásimas otorgado a Antonio Ramírez el 18 de febrero de 1628; el Corral Nuevo, situado en un punto inmediato al actual emplazamiento de la ciudad de Cárdenas, adjudicado en 1635 a Baltasar Velásquez y Luis de Soto; y el hato Las Lagunillas, concedido, el 3 de septiembre de 1669, a Juan Morejón, a pesar de que habían sido admitidas las diligencias desde 1648 a varias personas, sin que se tengan noticias sobre mercedamientos anteriores.
Estas mercedes fueron otorgadas, al igual que las del resto de la isla en forma provisional y no representaban la propiedad, sino la posesión y disfrute de la tierra. La mayoría de los nombres citados como beneficiarios eran personalidades prominentes de la villa de La Habana y algunos de ellos, ocupaban en el momento de obtener el privilegio, los cargos de regidores, alcaldes y procuradores del Cabildo.
Un rasgo distintivo del sistema de apropiación de la tierra es el hecho de que los solicitantes, luego de la obtención de las mercedes, generalmente no se ocupaban de ellas, lo cual constituía un incumplimiento de las Ordenanzas de Cáceres, que establecían, desde 1573, el derecho de los cabildos a conceder de nuevo las tierras mercedadas, si su propietario no había emprendido el poblamiento
[5] de las mismas, en el término que las corporaciones acordaran[6].
Si se ubican cronológicamente los hatos y corrales mercedados en estos años sobre un mapa del actual territorio cardenense, se comprueba como, entre 1569 y 1656 se produce la ocupación del mismo. Por tal motivo, el número de mercedes va disminuyendo en la misma medida en que las tierras disponibles también disminuyen, como resultado del esquema de ocupación litoral, inicialmente compuesto de puntos aislados.
Las mercedes se extienden por el noroeste hasta la sabana de Bibanasí o Vivanasí, una parte de la cual hoy pertenece al municipio de Martí, para luego ocupar el interior de la comarca en un proceso lento, acelerado n parte durante los años finales del siglo XVI, cuando los vecinos ganosos de tierras, exploraban las campiñas comarcanas, descubriendo los sitios aún sin poblar, con objeto de solicitarlos al Cabildo de La Habana.
Esta última forma de penetración, explica la discreta rapidez con que el Cabildo de la Habana, da cuenta, en las primeras décadas del siglo XVII, de las tierras del actual municipio de Cárdenas.
Salvo las pertenecientes al Mayorazgo de Antón Recio, que como veremos más adelante, son explotadas y pobladas con mayor intensidad, estas áreas permanecen, hasta bien entrado el siglo, prácticamente abandonadas.

Apropiación feudal del territorio cardenense. El mayorazgo de Antón Recio.

La persistencia de diversos elementos característicos de la política agraria feudal española, distinguen los dos primeros siglos de la conquista y colonización de la Isla. Entre estos rasgos se destaca la formación de grandes latifundios por la naciente oligarquía criolla, representada por las familias Rojas, Velázquez de Cuellar, Recio y otras, de igual rango y posibilidades económicas.
Se destacaron por la ocupación en gran escala del territorio: Alonso Velázquez de Cuellar, quien en más de una ocasión fue Alcalde Ordinario de la villa de La Habana y Regidor Perpetuo de su cabildo y Antón Recio y Castaños, el cual se apropió de varios hatos y corrales ubicados en el territorio del actual municipio de Cárdenas.
El origen de los Recio en la Isla se remonta a las primeras décadas del siglo XVI cuando, procedentes de España, se establecen en La Habana, los hermanos Martín y Antón Recio y Castaños. Este último, llegó a ocupar importantes cargos en la estructura gubernamental de la colonia
[7], lo cual le fue de mucha utilidad para poner en práctica su estrategia de ocupación feudal de una extensa región, que abarcaba casi todo el territorio de la actual provincia de Matanzas, incluyendo la zona de Cárdenas.
La familia Recio adquiere como primera merced, en 1566, la sabana de Bibanasí, ubicada en el actual municipio de Martí, con el objetivo de poblarla de vacas y puercos. A partir de este punto extiende sus propiedades por la costa norte y sur de la provincia de Matanzas, para luego adentrarse en el territorio habanero. Solicitan y obtienen de este modo, durante un período de varias décadas, numerosas propiedades en la zona escogida.
Los Recio obtienen, el 2 de septiembre de 1569, el corral Camarioca
[8], situado a cuatro leguas barlovento de Matanzas y a tres del corral de su propiedad nombrado Guamacaro, para poblarlo de vacas y puercos con la única observación de “… que si lo poblase junto al mar, deje libre las monterías para los que fueran en barco a montear”[9], es decir, a capturar ganado cimarrón.
A esta merced, siguió la fácil adquisición de los corrales Siguagua, atravesando el río de igual nombre, y Siguapa, que comprendía el área ocupada en la actualidad por el poblado de Cantel. Ambas apropiaciones datan de fecha indeterminada, pero siempre antes de 1570, cuando Antón Recio realiza los trámites pertinentes
[10], para fundar en La Habana el primer Mayorazgo cubano, institución de franco sentido feudal.
El mayorazgo, surgido por el empeño de perpetuar la fortuna familiar mediante la herencia fue calificado por la investigadora Juana María V. del Sol como “… la primera institución civilísima en Derecho, la primera que existió en Cuba y hasta donde se sabe, también la primera de América Latina”.
[11]
Antón Recio y Castaños otorgó en La Habana, en unión de su esposa Catalina Hernández, con quien no tuvo sucesión, la escritura de su Mayorazgo, el 21 de enero de 1570, a favor de su hijo Juan Recio, al cual había procreado, siendo soltero, con la hija del cacique aborigen de Guanabacoa.
El acta de constitución fue realizada por el Escribano de Su Majestad Gaspar Pérez de Borroto, quien asentó entre los bienes que conformaban el Mayorazgo la casa familiar, joyas, vestidos y muebles así como, la posesión de un extenso territorio que incluía 14 hatos y corrales, cuatro de ellos ubicados en el actual municipio de Cárdenas.
Al fallecer Antón Recio y Castaños en 1575, el Mayorazgo, aprobado por Real Cédula del 2 de noviembre de 1570, con la condición esencial para disfrutarlo de anteponer el apellido Recio a cualquier otro, pasó a manos de su hijo Juan Recio. Durante el resto del siglo XVI y el transcurso del XVII, estas propiedades pasaron de padre a hijos, cumpliéndose la voluntad de su fundador.
El sexto poseedor del Mayorazgo, Pedro Martín Recio de Oquendo, quien fue Regidor Alguacil Mayor del Cabildo de La Habana, agregó a los bienes heredados, el 26 de enero de 1656, el sitio Las Lagunillas o Hagunillas, como también aparece en las Actas Capitulares.
Solicitado desde 1635 sin resultados positivos, el sitio también era pretendido por el Capitán José de Sotolongo, por lo cual tuvo lugar un complicado pleito judicial, puesto que el mencionado sitio, lindaba con las haciendas de ambos. El hato ocupaba el espacio en donde se encuentra en la actualidad el poblado de Lagunillas, enclavado en el antiguo asiento del sitio.
Ante esta situación, la Corporación acordó, en la sesión del 26 de enero de 1656 que:

“… visto por su señoría de este Cavdo (sic) la relación hecha de dhos (sic) autos, y el presentado por los señores comisarios Capn (sic) Luis Castellón y D. Blas de Pedroso, en razón de que se les podía hacer la dicha merced al dicho Cap. (sic) José de Soto y al capn Martín Recio de Oquendo, del dicho sitio para que entre los dos lo poblasen de ganado mayor y menor”.
[12]

Lo anterior es el primer síntoma detectado de la desvinculación del Mayorazgo de los Recio, proceso que se materializa a finales del siglo XVII, ante la imposibilidad económica de esta familia de atender tantos hatos, corrales y haciendas, en sitios distantes de su lugar de residencia, fraccionando y vendiendo algunas de sus propiedades
[13].

Actividades económicas fundamentales del período.

Solo tres actividades económicas: La extracción de sal en Punta de Hicacos, hoy perteneciente al municipio de Varadero, el corte y extracción de maderas en varias zonas del territorio y la ganadería darán movimiento comercial a la región de la costa norte comprendida entre Punta de Maya y Sagua la Grande, que incluye al actual municipio de Cárdenas. Estos tres renglones, hicieron que la bahía de Siguagua o Siguapa, se convirtiera en un conocido lugar de embarque frecuentado por el tráfico de cabotaje que se dedicaba a recoger los productos salineros, forestales y ganaderos de la comarca, al no existir otro surgidero en varias leguas a la redonda.
Como las salinas de Punta de Hicacos se encontraban enclavadas en el actual municipio de Varadero centraremos nuestra atención en la ganadería y en el corte y extracción de maderas preciosas.

La ganadería. Características.

No es hasta la segunda mitad del siglo XVI que comienza el predominio de la ganadería en este territorio, sobre todo en las tierras mercedadas por el Cabildo de La Habana. El proceso es estimulado por hacendados y comerciantes ganaderos, no sólo para proveer a la empresa conquistadora que se lleva a cabo en América por esta época, sino también para aprovechar los cueros y exportarlos, práctica común en otras colonias de América.
Los dueños de hatos y corrales cardenenses, debieron obtener unos 400 0 600 cueros al año, según los datos que aparecen en los protocolos habaneros de la época, lo cuales les representaba una ganancia de 700 ducados anuales. En toda la costa norte de la provincia de Matanzas esa producción permitió realizar el llamado Comercio de Rescate con piratas y corsarios, como una forma de burlar el monopolio comercial impuesto por la Metrópoli en toda la Isla.
Con el objetivo de controlar el contrabando, por Real Orden del 8 de octubre de 1607, el rey Felipe II dispone la división de Cuba en dos gobiernos, uno para el occidente con capital en La Habana y otro para el oriente, con cabecera en Santiago de Cuba. El territorio cardenense continúa bajo la jurisdicción civil y eclesiástica del Cabildo de La Habana.
De los ganaderos del occidente de la Isla, Antón Recio, quien poseía varios sitios en la zona era uno de los más beneficiados en el negocio de los cueros obtenidos en sus 14 haciendas, en cada una de las cuales comúnmente empleaba 2 esclavos, por lo que esta actividad no precisó de grandes cantidades de hombres ni fue germen de futuros poblados en la zona.
El ganado prácticamente no requiere de cuidados. Los vecinos beneficiados con mercedes en el territorio no fomentan los rebaños, sino que se apoderan del ganado cimarrón en las sabanas. El método más común para capturar las reses consistía en rodear el ganado una o dos veces al año para marcar los animales nuevos y separar los de otros sitios que habían penetrado en el radio de la hacienda.
Según el Dr. Julio Le Riverend
[14], cada hato y cada corral tenían en su centro unas pocas construcciones, casas o bohíos y algunos cultivos, para dar albergue y sustento a los que en ellos laboraban. Estos sitios, generalmente vinculados a fuentes de agua potable, originaron con su desarrollo y ampliación, durante el siglo XIX, la fundación de Guásimas, Lagunillas, Cantel, Camarioca y otros poblados del territorio.
Al alborear el siglo XVIII la actividad ganadera experimenta en la zona un descenso brusco y aunque no desaparece, se suma al sistema agrario local.

Los cortes de madera. Su importancia.

En la segunda mitad del siglo XVII, debido a la orden dictada por el fisco, que prohibía los cortes de madera, en las cercanías de la villa de La Habana, este tipo de actividad se intensificó en la región cardenense, cuyos montes y bosques habían sido explorados e incluso, aprovechados, durante el siglo XVI.
La necesidad de garantizar la materia prima que requería el Astillero de La Habana, movilizó hacia la zona de Cárdenas un buen números de colonizadores, quienes pretendían probar fortuna en el corte y extracción de las maderas preciosas de los bosques de la región, especialmente en los situados en las cercanías de la costa, lo cual era resultado de un acuerdo suscrito entre los intereses fiscales y los hacendados del territorio.
En esta primera etapa, los principales cortes se establecen en Guamutas y San Antón de la Anegada, en territorios pertenecientes hoy al municipio de Martí. Dichos cortes debieron tener sus embarques, como bien afirman la mayoría de los historiadores locales, por la bahía de Cárdenas, pues estaban situados en lugares interiores, alejados del mar y de trabajosa comunicación fluvial.
Nueva luz al respecto parece ofrecer una nota encontrada en un ejemplar de la Historia de Cárdenas de Herminio Portell Vilá, el cual perteneció al Dr. Alejandro Neyra Rancel, destacado médico y patriota cardenenses:

“Para el transporte de las maderas, según los antiguos, se construyó el Canal de San Mateo, obra de ingeniería original e importante para aquella época, si se tiene en cuenta su extensión de siete y medio kilómetros por ocho metros de latitud, que cruza de norte a sur la gran ciénaga de Bibanasí y que naciendo en la finca Retribución o Ruffín tiene su desembocadura en la bahía de Santa Clara, con obras de fábricas apropiadas para la navegación de Barcazas de fondo plano, como eran: exclusas dobles de sillerías con compuertas pares en forma de V de madera dura y torniquetes con cadenas para la manipulación. Desde Guamutas las maderas conducíanse en carretas hasta la cabeza del canal, en cuyo lugar se pasaba a las barcazas, para ser transportadas atravesando el paso de la Manuí a los barcos de travesía que seguramente anclaban en el conocido fondeadero de Cayo Blanco en el litoral del puerto de Cárdenas.
En 1918 dragó y limpió de nuevo este canal el ingeniero Raúl Castro Asúnsolo por orden de los dueños del central Guipúzcoa, propietarios actuales de esas tierras pantanosas, encontrándose durante los trabajos y en el fondo del canal restos de las referidas compuertas, muchas de las sillerías que formaban sus exclusas, así como también un fondo completo de barcaza con su quilla intacta de treinta metros de longitud.
Tiene el mérito de haber sido el primer canal de exclusas construido en Cuba”.
[15]

Hacia el nordeste del territorio, chozas y caseríos surgieron durante los siglos XVI y XVII como consecuencia directa de los cortes de madera. Posteriormente, se extienden al interior de la comarca y llegan a las zonas de Guásimas, Lagunillas, Corral Nuevo y Siguagua, sitios que alcanzan especial significación en el transcurso del siglo XVIII.
Se afirma que las maderas preciosas cardenenses se destinaron a la construcción y ornato del Monasterio de San Lorenzo del Escorial, en España, y de la Capilla de San Ignacio de Loyola, ubicada en la ciudad española de igual nombre. Lo anterior, demuestra la importancia de los recursos forestales de la región, los cuales también se destinaron a los Astilleros y Arsenales de La Habana, utilizándose en la construcción de embarcaciones tan significativas como el Santísima Trinidad, navío hundido en la Batalla de Trafalgar y que esta considerado el barco más grande construido en el Real Astillero de La Habana.
Gracias a esta actividad económica se mantiene e incrementa el movimiento en la región, que atrae la atención de hacendados y comerciantes, quienes se establecerán en ella durante el siglo XVIII, hecho que será de benéficas consecuencias en etapas posteriores.

El poblamiento. Otros elementos de interés.

El poblamiento de la región cardenense se polariza hacia el nordeste de la provincia, es decir hacia San Antón de la Anegada y Guamutas, sitio este último fundado – según la mayoría de los historiadores consultados – en 1693, a consecuencia del incremento demográfico que experimenta esta zona.
Debido al establecimiento de un importante número de braceros en las cercanías de los principales cortes de madera existentes en la zona, en 1688, se produce la creación de las parroquias de San Hilarión de Guamutas y de San Cipriano de Guamacaro, las cuales regenteaban la región de Cárdenas.
En el resto del territorio el poblamiento humano es sumamente lento y escaso, por las razones económicas ya citadas y el poco estímulo que tenía entonces la explotación agrícola de la tierra. Salvo los agrupamientos de escasos vecinos en los hatos y corrales para atender la ganadería, no se ha encontrado otra prueba documental que demuestre la existencia de poblados o núcleos humanos de mayor envergadura que los de Guamutas y San Antón de la Anegada.
Todo parece indicar que los historiadores locales identificaron el término poblamiento – presente en numerosos documentos de la época – referidos, como ya hemos visto, al ganado mayor y menor, con el de caserío, poblado, aldea, etc., ausente de las fuentes primarias consultadas.
Resumiendo, podemos afirmar, que los siglos XVI y XVII se caracterizan por un marcado y lento proceso de reconocimiento inicial, que redundará en beneficio económico de la región en el siglo posterior cuando, gracias a las transformaciones agrarias que ocurrieron en el extenso latifundio, se evidenciaron signos visibles de desarrollo agrícola, los cuales condicionaran más tarde, la fundación de Cárdenas y de otros poblados cercanos.

II

Cárdenas durante el período de cambios de la estructura agraria primitiva (1700 – 1790).

Los años comprendidos entre 1700 y 1790 son, para la zona de Cárdenas, de vital importancia, puesto que, junto a la efectiva explotación de sus potencialidades económicas, se suceden un valioso grupo de transformaciones que generan un desarrollo continuo y acelerado. En las primeras décadas del siglo XIX, el auge alcanzado hará imprescindible la fundación de un poblado en la ensenada de Cárdenas que responda a los intereses de los hacendados comarcanos.
En los siglos anteriores se había producido la apropiación masiva del territorio por varias familias influyentes, pero ese sistema de explotación feudal del territorio no resolvía ya, en el siglo XVIII, las demandas de la burguesía agraria criolla. Lo anterior da lugar a un fenómeno, con rasgos singulares en la zona, que consiste en la renovación del interés por adquirir mercedes de tierra sin poblarse o realengas. Sin embargo, ante la escasez de las mismas, se procede a la demolición y compraventa de las haciendas mercedadas, solución puesta en práctica en casi toda la actual provincia de Matanzas, al igual que en el resto del occidente del país, durante el período.

Supervivencia del proceso de mercedacion de tierras. Características.

En la región de Cárdenas, que depende aún del Cabildo de La Habana, subsiste durante las primeras décadas del siglo XVIII el otorgamiento de las mercedes, pero esto no significa que hubiera muchas tierras disponibles o realengas. Autorizar la creación de nuevos sitios en las haciendas antiguas era tarea difícil, por la confusión de límites existentes entre las viejas mercedes, mal medida y vagamente situada. Por este motivo, se hacía necesario tramitar una enrevesada documentación, que incluía la medición y fijación de linderos. Pero como el fisco obtenía muy buenos ingresos con la venta de las tierras realengas, el proceso se estimulaba, adquiriendo visos de lucha agraria.
A la instancia, presentada en 1702 por Diego de Sotolongo, para adquirir realengos y sitios ubicados en las propiedades del Mayorazgo de los Recio, siguen otras solicitudes de vecinos comarcanos, como la del dueño del hato Las Lagunillas, quien pide, el 23 de noviembre de 1705, el sitio nombrado El Soto, ubicado en los términos de su hacienda; y la de Antonio García de la Fuente, el cual revalida en esa misma fecha, un sitio de su propiedad situado en la propia Lagunillas. A partir de estas peticiones, la denuncia de realengos no cesa, y los más afortunados, logran demostrar que son tierras baldías, obteniéndolas mediante el desembolso de una fuerte suma de dinero.
Durante este proceso, que se extiende hasta 1777, se conceden, entre otras, las siguientes mercedes en el territorio que ocupa en la actualidad nuestro municipio: el sitio Caberada de la Ciénaga, situado en los linderos del corral Camarioca el sitio de Cárdenas, a Francisco de Sotolongo el 30 de marzo de 1713; a Manuel García Palacio los realengos las Ciegas y Guásimas, en 1718; el corral San Cristóbal de la Sierra, situado al suroeste del emplazamiento actual de la ciudad de Cárdenas, a Francisco Sotolongo en 1724 y el sitio Las Guásimas a Agustín Ramírez, en 1728.
Se poseen referencias documentales, halladas en el Archivo Nacional de Cuba, de otras solicitudes hasta el año 1777, cuando se produce la última, pero como en definitiva no se considera a los peticionarios por una u otra causa, se excluyen de la relación anterior. Es bueno destacar que el interés por adquirir tierras en la zona experimentó un descenso gradual después de la década del treinta del siglo XVIII cobrando carácter de fenómeno intermitente.
La merced más importante concedida en el período, por la trascendencia que tendrá para el posterior desarrollo de la región, es la del sitio de San Juan de las Ciegas y Cárdenas, a Diego de Sotolongo y Calvo de la Puerta (La Habana, 24 de julio de 1661 – 24 de marzo de 1718)
[16], uno de los vecinos habaneros que con más persistencia solicitó tierras en la actual zona de Cárdenas
Diego de Sotolongo había solicitado inicialmente, en 1702, al Cabildo de La Habana que le concediera para la crianza de ganado los sitios de Siguagua, atravesado por el río de igual nombre y el de Siguapa, que comprendía el área ocupada desde 1817 por el poblado de Cantel. Ambos habían formado parte del antiguo y ya desaparecido Mayorazgo de Antón Recio. Gracias a sus influencias y dineros, Sotolongo obtuvo, el 12 de mayo de ese mismo año, respuesta favorable a su petición.
Diego de Sotolongo no se conformó con la posesión de los sitios de Siguagua y el de Siguapa, sino que pretendió, sin éxito, solicitar, entre 1702 y 1709, un sitio existente en las inmediaciones de los de su propiedad y de la bahía de Siguapa o Siguagua.
Por fin, el 14 de junio de 1709, en la sesión correspondiente realizada este día bajo la presidencia del Mariscal cubano Laureano de Torres, Marqués de Casa – Torres, el Cabildo de La Habana le otorgó, luego de una breve discusión, la merced del sitio para la cría de ganado mayor que pretendía adquirir desde principios del siglo XVIII.
La petición de Diego de Sotolongo fue leída y defendida en esta sesión del Cabildo por el Capitán Mateo de Cárdenas y Vélez de Guevara, electo en 1708 y reelecto en 1709 Procurador General del máximo órgano de gobierno habanero; quien contó, además, con el apoyo del Concejal Baltasar de Sotolongo, pariente del solicitante.
El sitio aparece nombrado en las actas del Cabildo habanero y en la escritura de cesión como “Santa Inés de las Ciegas y Cárdenas”. No obstante, el término Santa Inés parece ser un error, puesto que al margen de la escritura de cesión hay un letrero que dice: “revalidación San Juan”
[17]. Desde entonces, aparece nombrado el sitio, en cuanta escritura o documento relacionado con él hemos consultado nosotros y otros historiadores locales, con el nombre de San Juan de las Ciegas y Cárdenas.
Este sitio, ubicado a 28 leguas a barlovento de La Habana, estaba delimitado por los corrales y haciendas denominadas “Corral Nuevo” y “San Antón de la Anegada” así como por la Sierra de Camarioca y las costas de la bahía de Siguagua o Siguapa, en cuyo interior se adentraba.
Debe su nombre de:

· San Juan: A dos antepasado de su propietario nombrados Juan de Sotolongo, que fueron uno, como ya anotamos, Alcalde Ordinario de La Habana en 1601 y el otro, ennoblecido y armado caballero por los Reyes Católicos el 22 de junio de 1455 en la Vega de Granada y tronco del linaje cubano de los Sotolongo
[18].

· de las Ciegas: Tal vez por la naturaleza del terreno, más o menos cubierto de bosques intrincados y aguas cenagosas, quizás, por la vecindad de un hato próximo llamado “Las Ciegas” o “Las Ciénagas”, o también, por la existencia, relativamente cerca de uno de los límites del sitio, de un afluente del río La Palma, ubicado muy próximo al poblado de Guamutas, llamado “Las Ciegas”, corriente tributaria de donde tomó nombre la hacienda establecida en el hato de igual denominación
[19].


· y Cárdenas: Como agradecimiento de Diego de Sotolongo a Mateo de Cárdenas y Vélez de Guevara, descendiente como él de una ilustre familia cubana. El apellido Cárdenas – como bien ha apuntado el historiador matancero Israel Moliner
[20] - es un derivado del plural de Cárdena[21], femenino de Cárdeno[22], voz salida de Cardo[23], legumbre cuyas flores dieron nombre a su color.

A pesar del interés de la familia Sotolongo, que obtuvo en la primera mitad del siglo XVIII varios sitios y realengos en la zona, sus tierras permanecieron sin fomentarse y, mediante compra – venta, pasaron de mano en mano hasta 1762.

Actividades económicas. Compra-ventas de las haciendas y transformación agraria de la región.

El siglo XVIII es, sin lugar a dudas, el período durante el cual se inicia la explotación intensiva de los recursos económicos del territorio, al quedar constituidas las primeras zonas de desarrollo agrícola, que se ubican fundamentalmente en las cercanías de la bahía, punto de salida natural de los productos cosechados. A este elemento se suman la influencia de los sucesos derivados de la toma de La Habana por los ingleses que serán muy benéficos en el plano económico, pues la producción agrícola y su comercio buscaron la forma de abrirse paso hacia otros mercados, estimulando a los propietarios de las haciendas y fincas comarcanas, a intensificar la explotación y fomento de sus propiedades.
A la extracción de sal en Punta de Hicacos y los cortes de madera, se suma en este período – como actividad económica de interés – la cría de ganado mayor y menor, y el fomento de cultivos en los territorios concedidos a las antiguas familias habaneras en la zona.
La nueva oligarquía criolla que se consolida en el siglo XVIII, hace pasar de mano en mano, mediante el negocio de compra – venta, las mejores tierras de los terratenientes locales.
Los obsoletos hatos y corrales, que ya no responden a los nacientes intereses agrarios por sus características de concesión e incluso, de extensión, son subdivididos y fraccionados por los propietarios, autorizados por el Cabildo, con el objetivo de vender sus tierras al mejor postor.
Esa solución, utilizada por los propietarios y hacendados de la zona, resulta aplicable – según afirma Francisco de Arango y Parreño en su Discurso sobre la Agricultura de La Habana porque:

“… de 16.000 a 20.000 pesos que valía todo su terreno destinado para la cría y medido por leguas, va a sacar 300. 000 pesos o 400. 000 pesos vendiéndolo por caballerías para ingenios, sitios de casabe o potreros.
(…)

No es pues esta propiedad de grandes terrenos lo que perjudica esta población. Los economistas hablan de otra, de la que se perpetua en una casa o familia, donde no puede salir ni dividirse”.
[24]

Además, resultaba lógico que la agricultura del siglo XVIII, basada en cultivos comerciales, necesitara facilidades para la adquisición y explotación del suelo, elemento que frenaba la política agraria de los siglos anteriores.
Este proceso dio por resultado que en todas las jurisdicciones dependientes del Cabildo de La Habana, las haciendas de crianza se dividieran, durante la segunda mitad del siglo XVIII, distribuyendo el uso de la tierra en unidades métricas o porciones determinadas de antemano, las cuales eran vendidas o arrendadas a los interesados en fomentarlas.
En el caso del territorio del actual municipio de Cárdenas, los rasgos iniciales de este fenómeno se observan en los primeros años del siglo XVIII, cuando se establecen en la región 17 conucos dedicados a la siembra de viandas y hortalizas que, junto a los realengos y sitios mercedados, se dedican a la siembra de viandas y hortalizas, a la cría de ganado mayor y menor, y a la ceba de cerdos.
Un impulso notable brindó a la región el Capitán José Antonio Gómez, identificado por los historiadores locales que nos antecedieron como el famoso Pepe Antonio que defendió La Habana cuando esta fue atacada y tomada por los ingleses. José Antonio Gómez, quien había sido Administrador de las famosas salinas de Punta de Hicacos, compró a Pedro Hernández de Ugalde el sitio de San Juan de las Ciegas y Cárdenas el 14 de diciembre de 1726. Gómez no siguió la tradición ausentista de los antiguos propietarios de la hacienda sino que se trasladó a ella, explotando sus riquezas naturales y dando un impulso notable a la producción agrícola, sin descuidar la cría de ganado mayor y menor.
Para lograr sus propósitos, construyó casas en el Asiento del sitio, importó esclavos africanos para atender los cultivos y el ganado, y desmontó buena parte de las tierras comprendidas en su radio, para dedicarlas al cultivo. Imitando a José Antonio Gómez, varios propietarios de la región solicitaron al Cabildo de La Habana, el permiso necesario para poblar de ganado mayor y menor los sitios comarcanos. Otros se limitaron a cambiar de lugar el suyo, con el objetivo de utilizar nuevos pastos para el ganado, con el objetivo de mejorar su rendimiento.
Al primer tipo de solicitudes, se acogió Cristóbal de Sotolongo quien obtuvo, el 13 de diciembre de 1737, la licencia necesaria para poblar con puercos el sitio de Siguapa, ubicado en los límites de su corral San Cristóbal de la Ciénaga.
Resultó tan significativo el fomento del sitio de Cárdenas, que en la escritura de venta de José Antonio Gómez a Francisco Zequeira, en 1747, se hace constar – a diferencia de documentos anteriores – que se vendía con sus construcciones, montes, sabanas y ganado mayor y menor.
Conjuntamente con el sitio de Cárdenas, José Antonio Gómez vendió a Zequeira los de Siguagua, Camacho y los Baraderos (sic), cuya posesión demuestra el carácter latifundista que pretendió imprimir Gómez a sus propiedades.
Zequeira, como el resto de los propietarios que poseyeron el sitio de Cárdenas entre 1747 y 1763, se limita a valerse de las riquezas naturales de la hacienda y concentra su atención en la actividad ganadera. En el ámbito agrícola se restringe a arrendar – práctica muy extendida entonces – 2 caballerías de tierra a Jacinto Tomás Barreto, Regidor Perpetuo y Alcalde Mayor Provincial de la Santa Hermandad de La Habana
Durante la etapa en que el sitio de Cárdenas fue propiedad de la familia Zequeira, se anota como suceso importante para el fomento posterior de la región el descubrimiento accidental, en 1755, por un esclavo cimarrón y prófugo, de la Cueva del Agua, que aún hoy surte a la ciudad de Cárdenas del preciado líquido.
Los años 1762 y 1763 marcan el comienzo de la prosperidad de la zona debido a la adquisición de varios sitios por el Teniente de Artillería Bernardo Carrillo de Albornoz
[25], quien repitió e intensificó los esfuerzos emprendidos por José Antonio Gómez.
Carrillo de Albornoz inició su política agraria con la compra, el 30 de octubre de 1762, de San Cristóbal de las Guásimas, Canalete, Varadero, Punta de Hicacos y Camacho, colindantes entre sí, y con Siguapa, Cárdenas, Camarioca y Punta de Maya. Dichas propiedades habían pertenecido hasta entonces al Capitán de Dragones Antonio Gómez y Navarrete.
El documento titulado Memorias de las Guásimas y sus posesiones
[26], fechado en 1760 en la Escribanía habanera de Luis Cotés, ofrece nuevos elementos sobre la historia de este sitio pues, a través de el, hemos podido conocer que, antes de ser adquirido por Bernardo Carrillo de Albornoz, la propiedad poseía 140 cabezas de ganado mayor y 20 de cerdo, a las cuales se sumaba la población ganadera que poseía de la Gama y Navarrete en los sitios de Cárdenas, Camacho, Mocoso, los Baraderos (sic) y Siguapa, ascendente a 51 cabezas de ganado mayor y 177 de cerda para un total de 191 y 197, respectivamente. Estas cifras, son significativas si se comparan con las del resto de las haciendas comarcanas existentes en esta época.
Carrillo de Albornoz, conciente de que la ganadería había comenzado a decaer en la región occidental, como consecuencia de la consolidación y fortalecimiento de esta actividad en otras zonas de la Isla, especialmente en las ubicadas en las sabanas del centro de la Isla, orientó sus intereses económicos hacia otros renglones.
La estrategia latifundaria de Bernardo Carrillo de Albornoz se inició en Guásimas y se extendió, el 26 de noviembre de 1762, con la adquisición de Nuestra Señora del Socorro – más conocida por el nombre de Siguapa – hasta entonces hacienda comunera de la propiedad de Juan José Oxamendi y Cristóbal de la Cruz, la cual lindaba con las fincas nombradas Camarioca, Cárdenas y Guásimas. Con la compra de Siguapa, Carrillo de Albornoz sumó a sus propiedades no sólo buenos pastos y abrevaderos, sino que también obtuvo algunas cabezas de ganado mayor y menor, y una escasa dotación de esclavos.
A la compra de Siguapa siguió la adquisición del sitio de San Juan de las Ciegas y Cárdenas, el cual le vendieron José Otermite y Esteban Aguirre, el 21 de abril de 1763, con sus construcciones, enseres, 9 cerdos y 9 cabezas de ganado vacuno y caballar. De esta forma, Bernardo Carrillo de Albornoz se convirtió en el mayor terrateniente de la comarca debido, sobre todo, a la magnitud y extensión de sus propiedades.
Carrillo de Albornoz dejó a un lado los obsoletos métodos feudales de explotación de la tierra y se atrevió, imitando a los más prósperos hacendados cubanos del siglo XVIII, a emprender una efectiva colonización del territorio.
Entre los métodos que puso en práctica, merece la pena destacarse el fraccionamiento de la tierra mediante la entrega de parcelas gratuitas o con módico censo a colonos de Guines, La Habana y Matanzas , a quienes logra atraer, instándolos a dejar sus cansadas tierras para probar fortuna en la inexplorada y fértil región cardenense. Al mismo tiempo, favorece en sus haciendas el cultivo de las frutas y de las viandas, ensaya la siembra de algodón y crea las primeras colonias de caña de la región, cuya producción enviaba, en tiempo de zafra, a los trapiches e ingenios habaneros.
Gracias a estos elementos, la comarca experimentó un benéfico adelanto económico, que propicia, en las primeras décadas del siglo XIX, la fundación del poblado de San Juan de Dios de Cárdenas, puesto que al acercarse la década del 90 del siglo XVIII, la vasta región se convierte en un punto agrario de singular importancia.
A lo anterior se une el movimiento que provoca la renovación de la tala de árboles en la comarca a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, elemento fácilmente comprobable en el Plano donde están situados los cortes de maderas para los navíos del rey dibujado en 1759 por el Teniente del Apostadero de La Habana Fray Blas de la Barreda
[27], quien señala varios de esos cortes en los alrededores del Asiento del sitio de Cárdenas, unidos por caminos entrelazados, que abren al crecimiento demográfico a Lagunillas, Altamisal, Cañongo y a otros lugares cercanos, en donde algunos años más tarde, se fundaran poblados de regular importancia.
En resumen, el cuadro económico es alentador, mientras la actividad ganadera - símbolo de los rubros económicos que han caducado en el occidente del país – disminuye; la agricultura cobra fuerzas y se lanza a conquistar el territorio cardenense, ayudada por el desmonte de los bosques y montes, cuyas maderas son utilizadas en el conjunto de sucesos que imprimen nueva vida a los abandonados astilleros habaneros, los cuales reanuda su producción en la segunda mitad del siglo XVIII.

El poblamiento de la región de Cárdenas. Consideraciones finales.

A pesar de que, hasta el presente, se carece de una información documental, veraz y concluyente, sobre el surgimiento de los primeros caseríos y poblados de la comarca. Resulta útil anotar sobre los antecedentes directos de la organización de estos caseríos en la comarca, se remontan a los años finales del, resulta posible, gracias a la información recuperada en el transcurso de esta investigación, ofrecer algunas consideraciones generales sobre el poblamiento humano de la región cardenense durante el siglo XVIII.
Los antecedentes de la organización de los caseríos en la comarca, se remonta a los años finales del siglo XVII, cuando el obispo Diego Avelino de Compostela creó las parroquias de San Hilarión de Guamutas y de San Cipriano de Guamacaro, que no sólo regentaban los territorios donde estaban situados, sino también buena parte del actual municipio de Cárdenas hasta mediados del siglo XIX. Este hecho indica además, que ya se organizaban núcleos de población en su jurisdicción eclesiástica.
La característica esencial de los años estudiados será el inicio de un poblamiento progresivo, en la misma medida en que los hombres se agrupan para atender las nuevas fincas surgidas como parte de las transformaciones agrarias – analizadas en el acápite anterior -, alentados además por la intensificación de los cortes de madera en el noroeste de la actual provincia de Matanzas.
Referencias documentales hablan de la existencia de grupos de casas anteriores a 1750 en torno a las fincas, situadas casi siempre en el interior del territorio y alejadas del mar, por el constante acoso de piratas y corsarios, quienes tenían a la bahía de Cárdenas como cuartel general de sus operaciones. Estos núcleos de población son el germen inicial de los actuales poblados de Jovellanos, Lagunillas, Máximo Gómez y Martí, entre otros, ubicados en áreas más o menos distantes, pero siempre dentro de una extensa zona ubicada en las cercanías de la bahía de Siguagua o de Siguapa, luego de Cárdenas.
Afirman algunos historiadores locales, basados en el ya mencionado plano de Fray Blas de la Barreda, que en las cercanías de la actual ciudad de Cárdenas se había establecido en 1759 un caserío nombrado Asiento de Cárdenas, ubicado en los terrenos que ocupa hoy el cementerio local. Sin embargo, fuentes documentales de la época conservadas en el Archivo Nacional de Cuba, permite demostrar que lo que los historiadores que nos antecedieron creyeron un poblado, por la simbología empleada por Fray Blas de la Barreda, no era más que un roble con varias marcas
[28], el mismo que durante décadas los agrimensores utilizaron para demarcar el Asiento de la hacienda Cárdenas, en las diferentes operaciones de deslinde y medición en ella realizadas.
Aunque si bien es cierto, que en el sitio de Cárdenas existía un grupo de construcciones, estas no constituían un poblado en sí, sino más bien la imprescindible concentración de instalaciones necesarias – establos, pozos y abrevaderos, corrales y casas para alojar el personal que trabajaba en la hacienda, etc. – para atender la economía de la misma, basada aún en la ganadería, la agricultura y los cortes de madera, elemento que justifica su inclusión en el plano de Fray Blas de la Barreda.
Uno de los más significativos avances de la administración colonial cubana es el primer censo de Cuba, realizado en 1774, y del cual se desprende que la región dependiente del Cabildo de La Habana, que incluye la zona de Cárdenas, tenía 294 habitantes, cifra significativa que revela el crecimiento demográfico experimentado por la comarca
[29].
Más abundante en detalles es el Padrón general de la isla de Cuba formado a consecuencia de la Real Orden del 1 de noviembre de1776 comunicada a su Gobernador y Capitán General cuyo cumplimiento se ha efectuado por el actual Mariscal de Campo Joseph Navarro, conservado en el Archivo de Indias de Madrid y cuya información se corresponde con el año 1778. En este documento se advierte el aumento poblacional experimentado por la zona de Cárdenas, al revelar que los partidos de Guamacaro y Guamutas tenían una población de 227 y 801 habitantes, respectivamente, para un total de 1028 vecinos
[30].
A estas cifras se une el hecho de que en 1790, la región estaba dividida en alrededor de 100 fincas y estancias, cercanas a la hacienda Cárdenas y a la bahía de igual nombre, las cuales mantenían vínculos económicos con los incipientes poblados existentes ya, por esta época, en Lagunillas, Soledad, Bemba, Cañongo, Cimarrones, Sabanilla, Altamisal, Guanajayabo, San Antón, Corral Nuevo, Siguagua y Arroyo Bermejo, sitios que cobrarán una virtual importancia en el transcurso del siglo XIX.



“Reflexiones sobre el origen del nombre de la ciudad
de San Juan de Dios de Cárdenas”





A Don Javier de Cárdenas y Chávarri, Marqués de Prado - Ameno; a Don Pascual de Rojas Cárdenas y esposa, Marqueses de Dos Aguas y Algorfa, y a su distinguida familia, descendientes todos de los Cárdenas.
A Don Eduardo J. Neyra Abascal y familia, descendientes de los Sotolongo.


Durante el transcurso de los siglos XVI y XVII, el poblamiento humano de la región cardenense se polariza hacia el nordeste de la provincia, es decir, hacia San Antón de la Anegada y Guamutas. En el resto del territorio este proceso es sumamente lento y escaso por el poco estímulo que tenía entonces la explotación agrícola de la tierra. Por tal motivo, ambos siglos se caracterizan por un marcado y lento proceso de reconocimiento inicial del territorio, aunque se manifiestan en los mismos rasgos visibles de desarrollo agrícola; los cuales condicionaran siglos más tarde la fundación de San Juan de Dios de Cárdenas y de otros poblados cercanos.
El período comprendido entre 1700 y 1790 es para la zona cardenense de vital importancia, puesto que durante él se suceden un valioso grupo de transformaciones agrícolas, que generan un desarrollo continuo y acelerado; el cual provocará que en las primeras décadas del siglo XIX se haga imprescindible la ya citada fundación de un poblado en la ensenada de Cárdenas, el cual deberá responder a los intereses económicos de los hacendados comarcanos.
El siglo XVIII es, sin lugar a dudas, el período en el cual se inicia la explotación intensiva de las potencialidades económicas del territorio, al quedar constituidas las primeras zonas de su desarrollo agrícola, las cuales se ubican en las cercanías de la bahía de Siguagua
[31] o de Siguapa[32], punto de salida natural de los productos cosechados en el interior del territorio. Precisamente, con ambos nombres - de franca filiación aborigen - se conocerán hasta la primera década del siglo XVIII la bahía de Cárdenas y su entorno.
Conviene también hacer notar, para comprender el proceso que nos ocupa, que en las primeras décadas del siglo XVIII, subsiste en la región de Cárdenas el proceso de otorgamiento de Mercedes, aunque esto no significa que hubiera muchas tierras disponibles y/o realengas. No obstante, aunque autorizar la creación de nuevos sitios en los viejos hatos, corrales y haciendas era una tarea harto difícil, por la confusión de límites existentes entre las viejas mercedes, mal medida y vagamente precisada; muchos prominentes vecinos de La Habana, armados de buenos caudales e influencias, se animan con frecuencia a solicitarlos.
Uno de los más persistentes fue Diego Sotolongo y Calvo de la Puerta (La Habana, 24 de julio de 1661 – 24 de marzo de 1718), quien solicita en 1702 al Cabildo de La Habana que le conceda para la crianza de ganado los sitios de Siguagua, atravesado por el río de igual nombre y el de Siguapa, que comprendía el área ocupada desde 1817 por el poblado de Cantel. Ambos habían formado parte del antiguo y ya desaparecido Mayorazgo
[33] de Antón Recio[34]. Gracias a sus influencias y dineros, Sotolongo obtuvo, el 12 de mayo de ese mismo año, respuesta favorable a su petición.
Diego Sotolongo era descendiente de una antigua y prominente familia habanera: los Soto o Sotolongo, que hundía sus raíces genealógicas en la España medieval del siglo XV y estaban, incluso, emparentados con varios reyes ibéricos.
Los primeros Sotolongos que se establecieron en la Isla fueron los hermanos madrileños Diego, llamados el Viejo para distinguirlo de su hijo de igual nombre, y Alonso Sotolongo. Ambos eran hijos de Andrés de Madrid Sotolongo y de Isabel de Rojas. Se avecindaron en la villa de San Cristóbal de La Habana a mediados del siglo XVI
[35], junto a su tío Juan de Madrid Sotolongo.
Desde entonces, como bien expuso Jacobo de la Pezuela en el Tomo II su “Diccionario geográfico, histórico y estadístico de Cuba”, el apellido Sotolongo:

“... que indiferentemente se expresa en las actas del Cabildo de La Habana, y otros documentos por Soto o Sotolongo, está unido a la historia de la capital de Cuba en casi todos sus períodos, por haber ocupado de generación en generación los primeros cargos públicos”.
[36]

Diego de Sotolongo y Rojas, el Viejo, nació alrededor del año 1500 y figuró mucho en la villa de San Cristóbal de La Habana. Fue electo Regidor del Cabildo de La Habana en las elecciones de 1550, 1551, 1553, 1557, 1558, 1559, 1563, 1567, 1569, 1575 y 1577. Además, fue nombrado Alcalde de La Habana en 1552 y Procurador General de su Cabildo en 1562. Más tarde, desde el 29 de octubre de 1575, gobernó interinamente a Cuba cerca de un año, mientras el Gobernador Gabriel Montalvo realizaba una visita al interior de la Isla.
Durante su gobierno remitió a España caobas, cedros y otras maderas preciosas, taladas muchas de ellas en los bosques de Guamutas y de otras localidades de la zona de Cárdenas, para ser empleadas en la construcción del Real Monasterio del Escorial Falleció alrededor del año 1600.
Diego de Sotolongo, el Viejo, formó en Cuba junto a su esposa Juana Inés González una larga familia (tuvo con ella 8 hijos) y había cultivado en la Isla, al decir de la historiadora norteamericana Irene Wright, “... muchos géneros de árboles y viñas de estos reinos y otras partes (...) (en) un pedazo de monte baldío”
[37] que le dio el Cabildo de La Habana. A cuenta de este terreno solicitó en 1569 un título a la corona española.
En La Habana fue muy famosa su hospitalidad, que era casi una institución municipal. Acomodó en su hogar a mucha gente pobre y rica, sin interés alguno y sólo por hacer el bien. Según la ya citada historiadora Irene Wright, “... la Gasca (famoso conquistador español) fue su huésped a su paso por La Habana del regreso del Perú”.
[38]
Su hijo, llamado por los historiadores Diego de Sotolongo, el Mozo, fue nombrado Procurador General del Cabildo de La Habana en 1600, Alcalde Ordinario de esa Villa en 1654 y Depositario General de su máximo órgano de gobierno el 10 de abril de 1659. Promovió desde La Habana, con fecha 13 de febrero de 1603, un expediente con objeto de que Su Majestad le concediese la facultad de fundar un Mayorazgo de 20.000 ducados.
Entre los Sotolongo que figuraron durante los siglos XVII y XVIII en la administración municipal de La Habana se destacaron: los alcaldes ordinarios Juan de Sotolongo (1601), el Capitán L. De Sotolongo (1643), Cristóbal de Sotolongo (1647), el Capitán José de Sotolongo (1659), el Alférez Luis de Sotolongo (1684), Baltasar de Sotolongo (1706, 1736, 1743 y 1781) y Tomás Domingo Sotolongo así como, los alcaldes de la Santa Hermandad Bartolomé de Soto (1607), Juan de Soto (1614), Francisco de Soto (1616), Luis de Soto (1634), Agustín de Soto (1638), Blas de Sotolongo (1642), Ambrosio de Sotolongo (1643 y 1686), el Alférez Jusepe de Sotolongo (1649), Julián de Sotolongo (1651), Esteban de Soto (1689), José de Soto (1701), Gregorio de Sotolongo (1707), Francisco de Soto (1708), Juan de Soto (1710), Cristóbal de Soto (1724), Pedro de Sotolongo (1729), Miguel de Soto (1738), Felipe de Sotolongo (1749 y 1754) y el Teniente Agustín de Sotolongo (1799).
También tuvieron una destacada actuación en el Cabildo Habanero como procuradores generales: el Teniente Luis de Sotolongo (1688) y el Licenciado Miguel de Sotolongo, y como Depositarios generales: el Capitán Luis de Sotolongo (desde el 6 de noviembre de 1641), Ambrosio de Sotolongo (desde 22 de septiembre de 1642), José de Sotolongo (desde el 16 de diciembre de 1651), Juan Bautista (desde el 15 de diciembre de 1660), el Alférez Cristóbal de Sotolongo (desde el 9 de octubre de 1682), Luis de Sotolongo (desde el 29 de diciembre de 1685), Baltasar de Sotolongo (entre el 27 de octubre de 1701 y luego, desde el 4 de octubre de 1782) y Miguel de Sotolongo (desde el 22 de diciembre de 1747).
Otro Sotolongo, nombrado Baltasar, era Tesorero de Cruzadas al producirse en 1762 la toma de La Habana por los ingleses y se negó a entregar al Conde de Albermale la suma de dinero que estaba bajo su cargo y protección, ofreciéndole sólo una pequeña cantidad. Con posterioridad, al concluir la dominación inglesa, entregó al Conde de Ricla, quien vino a tomar posesión de la Isla a nombre de España, los 16.000 pesos que había logrado ocultar y proteger de las pesquisas del Jefe inglés.
Diego de Sotolongo no se conformó con la posesión de los sitios de Siguagua y el de Siguapa, sino que pretendió, sin éxito, solicitar, entre 1702 y 1709, un sitio existente en las inmediaciones de los de su propiedad y de la bahía de Siguapa o Siguagua. Por fin, el 14 de junio de 1709, en la sesión correspondiente realizada este día bajo la presidencia del Mariscal cubano Laureano de Torres, Marqués de Casa – Torres, el Cabildo de La Habana le otorgó, luego de una breve discusión, la merced
[39] del sitio para la cría de ganado mayor que pretendía adquirir desde principios del siglo XVIII.
La petición de Diego de Sotolongo fue leída y defendida en esta sesión del Cabildo por el Capitán Mateo de Cárdenas y Vélez de Guevara, electo en 1708 y reelecto en 1709 Procurador General del máximo órgano de gobierno habanero; quien contó, además, con el apoyo del Concejal Baltasar de Sotolongo, pariente del solicitante.
El sitio aparece nombrado en las actas del Cabildo habanero y en la escritura de cesión como “Santa Inés de las Ciegas y Cárdenas”. No obstante, el término Santa Inés parece ser un error, puesto que al margen de la escritura de cesión hay un letrero que dice: “revalidación San Juan”
[40]. Desde entonces, aparece nombrado el sitio, en cuanta escritura o documento relacionado con él hemos consultado nosotros y otros historiadores locales, con el nombre de San Juan de las Ciegas y Cárdenas.
Este sitio, ubicado a 28 leguas a barlovento de La Habana, estaba delimitado por los corrales y haciendas denominadas “Corral Nuevo” y “San Antón de la Anegada” así como por la Sierra de Camarioca y las costas de la bahía de Siguagua o Siguapa, en cuyo interior se adentraba.
Debe su nombre de:

· San Juan: A dos antepasado de su propietario nombrados Juan de Sotolongo, que fueron uno, como ya anotamos, Alcalde Ordinario de La Habana en 1601 y el otro, ennoblecido y armado caballero por los Reyes Católicos el 22 de junio de 1455 en la Vega de Granada y tronco del linaje cubano de los Sotolongo
[41].

· de las Ciegas: Tal vez por la naturaleza del terreno, más o menos cubierto de bosques intrincados y aguas cenagosas, quizás, por la vecindad de un hato próximo llamado “Las Ciegas” o “Las Ciénagas”, o también, por la existencia, relativamente cerca de uno de los límites del sitio, de un afluente del río La Palma, ubicado muy próximo al poblado de Guamutas, llamado “Las Ciegas”, corriente tributaria de donde tomó nombre la hacienda establecida en el hato de igual denominación
[42].

· y Cárdenas: Como agradecimiento de Diego de Sotolongo a Mateo de Cárdenas y Vélez de Guevara, descendiente como él de una ilustre familia cubana. El apellido Cárdenas – como bien ha apuntado el historiador matancero Israel Moliner
[43] - es un derivado del plural de Cárdena[44], femenino de Cárdeno[45], voz salida de Cardo[46], legumbre cuyas flores dieron nombre a su color. Algunos historiadores cardenenses, especialmente Oscar M de Rojas, fundador y primer Director del Museo y Biblioteca de Cárdenas, ofrecen en sus obras la teoría, completamente errada, de que tanto este sitio como la ciudad incorporan a sus respectivos nombres este apellido por ser el de una familia que residía antes de la fundación del poblado:

“... en la Comarca, en un lugar cercano al N. O., finca conocida (...) por el asiento de Cárdenas. – Dedicada á la crianza de ganado mayor el 1º se llamó / (sic) En un Plano de la Bahía de Siguapas (sic) con el terreno donde se extraían madera para los vergeles de S. M, año de 1753
[47] está marcada la casa de los Cárdenas lo que induce á creer que la ciudad lleva ese nombre por aquella familia cuyo nombre aparece unido al Merced de la hacienda de San Juan de las Ciegas, alias, Cárdenas que aparece en las viejas escrituras que hemos consultado”.[48]

Sin embargo, como probamos en 1988 en nuestro libro inédito “Cárdenas: prehistoria de una ciudad”- a través de fuentes documentales de la época conservadas en el Archivo Nacional de Cuba - lo que los historiadores locales creyeron, por la simbología utilizada en el plano de 1759 realizado por Fray Blas de la Barreda y citado por Oscar M de Rojas en sus obras, que era un poblado o caserío nombrado Asiento de Cárdenas, no era más que:

“... un roble con varias marcas, el mismo que los agrimensores utilizaron durante décadas para demarcar el Asiento de la hacienda Cárdenas en las diferentes operaciones de medida y deslinde realizadas en ella”.
[49]

No obstante, conviene aclarar que aunque a mediados del siglo XVIII existían ya en el sitio o hacienda Cárdenas un grupo de construcciones, estas no constituían un poblado en sí, como pretende representar Fray Blas de la Barreda en su plano, sino más bien, la concentración de las instalaciones necesarias – establos, pozos o abrevaderos, corrales y casas para el escaso personal que trabajaba en la hacienda, etc. – para atender la economía de la misma; la cual estaba basada aún en la ganadería, la agricultura y los cortes de madera, elemento este último que justifica su inclusión en el referido plano.
Por otra parte, debemos decir que en la ciudad vivieron varias personas de apellido Cárdenas, entre las cuales se recuerda por los historiadores locales a los hermanos Manuel
[50] y Carlos Cárdenas Padrón[51] así como, a Rafael de Cárdenas Rodríguez[52] y a su hijo Humberto de Cárdenas Gou.

La familia Cárdenas, al igual que los Soto o Sotolongo, fue otra de las que más figuró en La Habana entre los siglos XVI y XVIII. Entre los numerosos miembros de esta familia, emparentada con otras de ilustre prosapia y variados títulos nobiliarios
[53], se destacaron, además del ya citado Mateo de Cárdenas y Vélez de Guevara: el médico Bartolomé de Cárdenas, que actuó como Síndico – Procurador del Cabildo de La Habana entre 1599 y 1603; los alcaldes ordinarios de esa Villa Pedro (1686), Ambrosio (1687), Francisco (1714), Mateo (1715), el Teniente Coronel Miguel (1787) y Domingo de Cárdenas (1793) así como, el Procurador General del Cabildo habanero Francisco de Cárdenas (1713).
Los Cárdenas obtuvieron también 2 títulos nobiliarios: el Marquesado de Prado Ameno obtenido por Nicolás de Cárdenas y Castellón y el de Cárdenas de Monte Hermoso, concedido en 1765 por el rey Carlos III al hacendado cubano Agustín de Cárdenas y Castellón, en consideración a su actuación, comportamiento y servicios prestados a la Corona durante la toma de La Habana por los ingleses.
Agustín de Cárdenas y Castellón, quien fue Regidor del Ayuntamiento de La Habana en 1755, recibió como herencia el patronato
[54] de la obra – pía instituida por Martín Calvo de la Puerta y Arrieta[55] en 1669, y en la cual se hallaba involucrada la mansión habanera conocida desde entonces y hasta nuestros días como Casa de la Obra – Pía[56].
Para dicha obra – pía, que con el tiempo dará nombre también a la calle en la que estaba situada la referida casa, que pasó también a ser propiedad del I Marqués de Cárdenas de Monte Hermoso, Calvo de la Puerta dejó impuesta la suma de 2000 pesos para dotar anualmente con sus réditos a cinco huérfanas, con objeto de que estas pudieran contraer matrimonio.
Como dato curioso anotamos que a la esposa del primer Marqués de Cárdenas de Monte Hermoso, considerada por los historiadores “... una mujer piadosa, adornada de las más preclaras virtudes”
[57], se debe la idea de la fundación de la villa habanera de San Antonio de los Baños; la cual fue concretada por su hijo Gabriel María de Cárdenas, II Marqués de Cárdenas de Monte Hermoso[58].
En 1718, al producirse la muerte de Diego de Sotolongo, quien no lo pobló por causas que desconocemos de ganado mayor, como era su deseo, el sitio de San Juan de las Ciegas y Cárdenas pasó por herencia a manos de sus hijos. Estos, debido al valor insignificante que poseía por entonces esta propiedad, decidieron cederla gratuitamente a uno de ellos, Francisco de Sotolongo.
II

Durante el corto período en que el sitio de San Juan de las Ciegas y Cárdenas estuvo en manos de Francisco Sotolongo, se suscitó en La Habana un ruidoso pleito, al parecer por cobro de antiguos adeudos, entre los Sotolongo y la familia de Agustín Velázquez de Cuéllar. A la muerte de este último, continuó el pleito su hijo, el Alférez del Ejército Francisco Velázquez de Cuéllar, el cual lo elevó a la Audiencia, en donde triunfó.
Por tal motivo, el sitio pasó a formar parte de las propiedades de los Velázquez de Cuéllar, quienes lo cedieron el 14 de enero de 1721 al ya citado Francisco. Unos meses más tarde, el 12 de diciembre del mismo año, este lo vendió – libre de hipotecas, censos y otros gravámenes - en 500 pesos a Pedro Hernández de Ugalde, según se hizo constar en la escritura pública levantada en La Habana ese mismo día ante el Escribano José Díaz y García.
A partir de este momento y hasta la sexta década del siglo XVIII, el sitio pasa de mano en mano, mediante compraventa. Entre sus propietarios se destacaron, por la explotación efectiva que hicieron de sus recursos naturales, José Antonio Gómez, el famoso Pepe Antonio que defendió La Habana en 1762 durante la toma de esta por los ingleses, y el Teniente de Artillería Bernardo Carrillo de Albornoz, quien se destacó también por su participación en este hecho histórico.
Carrillo de Albornoz, quien se convierte de la noche a la mañana en el más importante terrateniente de la zona de Cárdenas, lo adquirió, convertido ya en una hacienda de regulares proporciones y un escaso desarrollo económico, el 21 de abril de 1763 de manos de Juan José Otamendi y Esteban Aguirre. Desde entonces y hasta bien entrado el siglo XIX, esta y otras haciendas colindantes fueron de la propiedad de Carrillo de Albornoz y sus descendientes.
Resulta importante anotar que en los documentos oficiales de compraventa del sitio o hacienda de San Juan de las Ciegas y Cárdenas, va desapareciendo poco a poco el apelativo de San Juan de las Ciegas para convertirse este lugar simplemente en sitio o hacienda Cárdenas.
El documento más antiguo que hemos hallado, en el que el sitio pierde la primera parte de su nombre, data de la época en que Francisco Velázquez de Cuéllar lo vende a Pedro Hernández de Ugalde. A partir de este momento, casi ningún escribano refleja su nombre completo en los expedientes, actas de compra – venta, legajos, etc. relacionado con él o con otros sitios y haciendas colindantes.
Lo anterior propicia, que marinos, navegantes y cartógrafos comiencen a llamar con frecuencia, a mediados del siglo XVIII, en sus mapas, planos, cartas náuticas y diarios de navegación, a la antiguamente denominada bahía de Siguagua o de Siguapa, ensenada o bahía de Cárdenas.
Más adelante, cuando en la segunda década del siglo XIX muchos vecinos comarcanos redescubren
[59], luego de una terrible tormenta que asoló el territorio, la bahía y sus hermosas y azuladas aguas; a las cuales habían dado la espalda – retirándose al interior del territorio - en la segunda mitad del siglo XVIII, por ser guarida preferida de piratas y corsarios, llamaran también al lugar Bahía de Cárdenas.
Desde entonces, varios vecinos comarcanos – entre los que no faltan influyentes hacendados y colonos de origen francés, norteamericano, catalán, etc. – trabajaran para lograr de las autoridades el permiso necesario para lograr la fundación de un poblado y de un embarcadero y muelle, que se comunicara con la ciénaga que rodeaba a este lugar, en los terrenos de la hacienda Cárdenas, que continuaba en manos de Bernardo Carrillo de Albornoz y sus descendientes, con objeto de:

“... proporcionar el tráfico de todos los hacendados que se encuentran con fincas valiosas en sus inmediaciones para que transporten a esta plaza (La Habana) los productos que se cosechan sin los excesivos costos que se dejan considerar erogarían por tierra en la distancia como de treinta leguas (...)”.
[60]

A pesar del retardo - de casi 14 meses - de las autoridades matanceras, que veían con recelo el surgimiento de otro puerto en el tramo de la costa norte comprendido entre Matanzas y Sagua la Grande, en hacer cumplir la orden de fundación de un pueblo en la ensenada de Cárdenas, dictada por Claudio Martínez de Pinillos, Conde de Villanueva e Intendente General de la Real Hacienda el 26 de enero de 1827; el 8 de marzo de 1828 se procedió a fundar la referida población, sobre 400 varas de terrenos pertenecientes a la hacienda Cárdenas, los cuales fueron comprados con ese fin por la Real Hacienda a los herederos de Bernardo Carrillo de Albornoz.
Durante el acto fundacional, Juan José Aranguren, Administrador de Rentas Reales de Matanzas y máxima autoridad presente, procedió a clavar profundamente una estaca en el centro del actual Parque de Colón y dijo:

“Invoco con este motivo el Augusto nombre de nuestro soberano Don Fernando VII, cuyo nombre damos a esta plaza, y como al principiar estas operaciones las ejecutamos en este día de la conmemoración de San Juan de Dios, le nombramos de conformidad por patrono de la nueva población y a su honor se consagrará su templo”.
[61]

Con esta sencilla ceremonia, tras la cual se procedió a dar nombre a las primeras calles, quedaba fundado el poblado de San Juan de Dios de Cárdenas, nombrado de esta manera por haberse establecido, como ya vimos, el día en que la Iglesia Católica celebraba la festividad de San Juan de Dios, nombrado por este motivo patrono del nuevo poblado; y Cárdenas por haberse fundado en terrenos de la hacienda de igual nombre.
Los primeros vecinos y autoridades civiles y eclesiásticas del poblado olvidaron, al erigir entre 1844 y 1846 la actual parroquia local, el compromiso contraído con el Administrador de Rentas Reales de Matanzas de ponerlo bajo la advocación de San Juan de Dios
[62]. Con el tiempo, olvidarían también nombrarlo al referirse a su lugar de residencia, motivo por el cual muy pronto todos simplificaron el nombre de la Ciudad al llamarla, en Cuba y el extranjero, simplemente Cárdenas.
Desde entonces, solo una calle y las festividades y ceremonias religiosas realizadas cada 8 de marzo, recordarían a los cardenenses que el Santo Patrón de la Ciudad era San Juan de Dios, confesor nacido en Monte Mayor el Nuevo, Portugal en 1495 y que abandonó la carrera militar a la cual se había dedicado al mismo tiempo que renunciaba a sus bienes y lo repartía entre los presos.
A San Juan de Dios se le creyó loco por su fervor y desprendimiento. Recluido en un sanatorio para enfermos mentales, concibió durante su estancia en ese lugar, la idea de fundar un hospital en la ciudad de Granada, España, y de crear, como lo hizo, la orden religiosa de los Hermanos Hospitalarios, la cual fue aprobada por el Papa Pío V en 1571. Dicha orden se propagó tan rápidamente, que ya en 1621 se hallaba extendida por la América española, Filipinas, Asia y África. Falleció en el año 1550.
La ciudad de Cárdenas no es el único lugar del mundo que lleva como nombre este patronímico pues también se llaman o se llamaban así: una Cortijada del municipio español y provincia de Almería; un Municipio español del Partido Judicial de Nájera, Logroño, y su ciudad capital; una Congregación del municipio mexicano de Salamanca, en Guanajuato; la Ciudad cabecera del municipio mexicano de igual nombre, en San Luis de Potosí; un Municipio mexicano del Estado de Tabasco y su Ciudad cabecera; un Municipio del Departamento nicaragüense de Rivas; un Distrito del Estado venezolano de Táchira y un Municipio del Distrito venezolano de Uribante, Táchira.
Para finalizar este segundo y último capítulo, quisiera referirme a los sobrenombres que ha recibido nuestra ciudad a lo largo del tiempo. Ellos son, que conozcamos, lo siguientes:

· Holanda de América: Epíteto que le fue dado en el siglo XIX por periodistas, historiadores y viajeros, debido a que los primeros trabajos que tuvieron que realizar los cardenenses, fueron los de desecar - con objeto de robarle al mar sus terrenos - la ciénaga que rodeaba buena parte del sitio escogido para la fundación del poblado y rellenarla para darle solidez al suelo. Desde entonces, y durante más de un siglo, los vecinos de Cárdenas llevaron adelante una lucha tenaz para urbanizar las marismas y pantanos que se extendían desde la calle primera (Obispo Fleix), situada primitivamente dentro del mar, hasta la nueve (Aranguren), ubicada junto al hotel – restaurante “La Dominica”, la Iglesia Parroquial de “La Purísima Concepción” y el sitio de fundación de la Ciudad.

“Para sostener esta lucha contra la naturaleza – apunta Leonardo García Chávez en el Tomo I de su “Historia de la Jurisdicción de Cárdenas” – se necesitaba gran dosis de paciencia, de valor, de abnegación y de constancia. Como los osados holandeses, los vecinos de Cárdenas emprendieron la titánica lucha de ir arrebatando al mar, palmo a palmo, su terreno y sobre él levantar la más floreciente población de Cuba de aquella época”.
[63]

Por su parte, el notable historiador cardenense Herminio Portell Vilá apuntó al respecto:

“En los Países Bajos, entre los holandeses flemáticos y aplicados al trabajo, es donde puede encontrarse el individuo de condiciones análogas al cardenense”.
[64]

· La Ciudad que logró vencer al mar: Calificativo que le fue dado en 1928 por Herminio Portell Vilá en su “Historia de Cárdenas”, por los mismos motivos por los que fue llamada la “Holanda de América” en el siglo XIX por periodistas, historiadores y viajeros.

· Ciudad americana: Calificativo que le fue dado en la década del 60 del siglo XIX por el viajero norteamericano Samuel Hazard en su libro titulado “Cuba a pluma y a lápiz”, publicado por primera vez en Cuba en 1928 en la Colección de Libros Cubanos dirigida por el sabio cubano Don Fernando Ortiz. Este calificativo responde a su excelente trazado urbano, similar al de muchas ciudades modernas norteamericanas, y a estar considerada, en la época en que fue visitada por Hazard:

“... una de las poblaciones más prósperas de la Isla, debido, se me asegura, a un buen número de norteamericanos que aquí se dedican a los negocios y que forman una gran proporción de la comunidad mercantil”.
[65]

· Chicago de América: Término de comparación que le fue conferido por periodistas, viajeros e historiadores del siglo XIX, según el recientemente fallecido historiador cardenense Roberto Bueno Castán
[66], para equipararla con el rápido progreso y desarrollo industrial y comercial alcanzado en esa época por la ciudad norteamericana de Chicago.

· Barcelona de las Antillas: Término acuñado en 1891 por Pedro José Imbernó en su “Guía Geográfica y Administrativa de la Isla de Cuba” para destacar el gran desarrollo industrial y económico alcanzado por ella en menos de 70 años. Se trata de un término de comparación que pretendía equipararla con el gran desarrollo socioeconómico alcanzado por la capital catalana durante el siglo XIX.

· Ciudad Bandera: Por haber ondeado en ella el 19 de mayo de 1850, por primera vez en suelo cubano, nuestra Enseña Nacional, la cual fue traída a Cárdenas por el General de origen venezolano Narciso López. Este mismo día, las tropas bajo su mando, que integraban una fallida expedición anexionista, desembarcaron en Cárdenas y luego de lograr la rendición de la guarnición española local, lograron tomar la ciudad por unas horas. La bandera cubana fue izada en el edificio del actual hotel y restaurante “La Dominica”, en el que por entonces radicaba la Junta Municipal, por lo que era considerado como Casa de Gobierno. El edificio de “La Dominica” fue declarado Monumento Nacional en el año 2000, al conmemorarse el 150 aniversario de este acontecimiento.


· Ciudad de los coches, los cangrejos y las bicicletas: Por la gran cantidad de crustáceos de este tipo existentes en el litoral cardenense y en los alrededores de la bahía de Cárdenas; y por los numerosos coches tradicionales tirados por caballos y las numerosas bicicletas que circulan desde hace decenas de años por sus calles y son utilizados cotidianamente por sus habitantes para desplazarse de un lado a otro de la ciudad. Estos tres símbolos locales poseen, enclavados en puntos significativos de la Ciudad, igual número de monumentos que los perpetúan.

· Perla del Norte: Sobrenombre muy utilizado durante la Seudo república (1902 – 1958) para elogiar la limpieza de sus calles, su hermoso e impecable trazado urbanístico, su rica historia y su cultura. Además, este término que alude también a su ubicación geográfica en la costa norte de Cuba, se usó como término de comparación para equipararla con la ciudad cubana de Cienfuegos, a la cual se le llamó en esa misma época y casi por idénticos motivos, la Perla del Sur.

· Ciudad de las Primicias: Término utilizado por varios historiadores locales y periodistas de diversos órganos de prensa para destacar el hecho de que numerosos acontecimientos de relevancia nacional e internacional ocurrieron por primera vez en su suelo. Entre ellos se destacan las siguientes:

1) 19 de mayo de 1850. Se iza por el General anexionista venezolano Narciso López y sus hombres, por primera vez en Cuba, en el edificio que ocupó durante años el hotel “La Dominica”, declarado Monumento Nacional, el pabellón que más tarde sería declarado por la Asamblea de Guáimaro como nuestra Enseña Nacional
2) 14 de julio del 2001. Es inaugurado por nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, en el edificio del antiguo Cuartel de Bomberos de la Ciudad, el primer Museo a la Batalla de Ideas de Cuba y el mundo.
3) 1882. Se funda en la Ciudad el primer colegio Médico – Farmacéutico de la Isla.
4) 7 de septiembre de 1889. Se inaugura en Cárdenas el primer servicio público de alumbrado eléctrico de Cuba.
5) 26 de diciembre de 1862. Se inaugura en el sitio fundacional de la Ciudad por Gertrudis Gómez de Avellaneda, el Teniente Gobernador Domingo Verdugo, su esposo, y otras autoridades coloniales la primera estatua al Almirante Cristóbal Colón develada, pública y solemnemente, en América Latina.
6) 6 de agosto de 1925. Se produce en la bahía de Cárdenas, protagonizado por Julio Antonio Mella, el primer intercambio de banderas entre soviéticos y cubanos.
7) 1986. En Cueva Calero, espelunca ubicada en las inmediaciones del poblado cardenense de Cantel, se hallan los restos del hombre más antiguo de Cuba (5790 a.n.e. c.a.) descubiertos hasta entonces y el mayor cementerio aborigen en caverna encontrado en la Isla.
8) 1570. Se funda en La Habana por la familia Recio, con varios hatos y corrales ubicados en la zona de Cárdenas, el primer Mayorazgo Cubano y hasta donde se sabe, el primero de América Latina.
9) 1847. Se funda por el sabio naturalista alemán Juan Cristóbal Gundlach, en las inmediaciones de Cárdenas, el primer Museo de Historia Natural de Cuba.
10) Mayo de 1884. Comienza a funcionar en Cárdenas la primera Refinería de Azúcar que funcionó en el país.
11) 25 de noviembre de 1894. Se establece en la Ciudad por el Dr. Fernando Méndez Capote la primera Clínica Ginecológica cubana.
12) 11 de mayo de 1898. Cárdenas se convierte en la primera ciudad bombardeada durante la Guerra Cubano – Hispano – Norteamericana. Durante las acciones de este día, muere la primera víctima norteamericana de la mencionada contienda y se iza en Cayo Diana, situado en la bahía de Cárdenas, por primera vez en suelo cubano, la bandera de los Estados Unidos de América.
13) 10 de enero de 1899. Ocurre en el puerto de Cárdenas la primera Huelga Obrera que tuvo lugar en Cuba durante la 1ra. Intervención Norteamericana.
14) 22 de abril de 1900. Se inaugura en Cárdenas el primer Mausoleo dedicado a los Mártires de la Guerra de Independencia construido en Cuba en una plaza pública.
15) 20 de mayo de 1918. Se inaugura en Cárdenas, para albergar las colecciones del Museo y Biblioteca Pública de la ciudad, el primer edificio construido para Museo en el país.
16) 1938. La cardenense Rosa Pastora Leclere se convierte en Cataluña, España, durante la Guerra Civil española, en la primera Maestra Internacionalista cubana.
17) 1959. Se efectúa en el litoral de Cárdenas el primer tributo masivo que rindió el pueblo de Cuba al recientemente desaparecido Comandante Camilo Cienfuegos, iniciándose así la tradición de echarle flores al mar.
18) 1 al 8 de marzo de 1975. Se celebra en Cárdenas, por Primera vez en Cuba, una Semana de la Cultura.
19) 1977. Se celebra en Cárdenas la primera Semana del Deporte que se realizó en el país.
20) 17 de mayo de 1981. Se funda, en la CPA Roberto Fernández de Cárdenas, el primer Museo Campesino del país.
21) 19 de septiembre del 2002. Se inaugura en el edificio de la antigua Escuela Llaca la primera Clínica de Neurodesarrollo del país.
22) 19 de mayo de 1850. La joven habanera radicada en Cárdenas Cecilia Porras Pita concibe el primer poema escrito en suelo cubano a nuestra enseña nacional, el cual reproducimos a continuación:

En lienzo blanco y lustroso
con listas color de cielo
veo un triángulo modelo
de rojo color precioso.
Es el pabellón glorioso
causa de tanta querella
es nuestra bandera bella
que nos viene a saludar
y a la patria iluminar
con la lumbre de su estrella

23 - 7 de julio de 1987. El cardenense Antonio López Isla se convierte en el primer cubano con un hígado trasplantado.
24 - 5- 1967. Es lanzado al agua en los astilleros “Victoria de Girón” de Cárdenas el primer barco de acero construido en el país.
25 - 1936. La cardenense Rosa Amelia Toledo se convierte en la primera mujer en ocupar un cargo de concejal en Cuba.

· Ciudad de Honrosas Primacías: Término acuñado por el Dr. Antonio María Maicas y Domínguez, Historiador de la Ciudad de Cárdenas, en un artículo publicado por él, con igual título, en el número de octubre de 1951 de la revista habanera “Alfa”, dedicada a resaltar los valores históricos, culturales, económicos de la Ciudad Bandera.
· Capital de las Primicias: Sobrenombre dado por el autor de este trabajo a la Ciudad en su libro “Recorro mi Ciudad” publicado por Ediciones Cárdenas en 1990. Ha sido utilizado por nosotros en otros artículos y conferencias, y repetido por historiadores locales y periodistas, para destacar el hecho de que 24 acontecimientos de relevancia nacional e internacional ocurrieron por primera vez en su suelo.

· Trinidad del siglo XIX cubano: Término acuñado en 1988 por la Dr. Alicia García Santana, especialista en Patrimonio Cultural e historia de la arquitectura cubana de la Delegación en Matanzas del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA). Su autora lo utilizó como término de equiparación, en una conferencia impartida por ella en la Ciudad, para significar que Cárdenas representa para la historia de la arquitectura colonial cubana del siglo XIX lo que la ciudad de Trinidad para la del XVIII.

Epílogo.

El 4 de mayo del 2001, 292 años después de que fuera colocado su ilustre apellido en el nombre del sitio concedido el 14 de junio de 1709 a Diego de Sotolongo, visitó la ciudad de San Juan de Dios de Cárdenas el Sr. D. Javier de Cárdenas, y Chávarri, Marqués de Prado Ameno, Catedrático de Construcción y Director del Departamento de Construcción y Tecnología Arquitectónicas de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid, España. , acompañado del Sr. Pascual de Rojas Cárdenas y su distinguida esposa, Marqueses de Dos Aguas y de Algorfa; el Sr. Luis Peña Payerpaj y otros familiares.
Durante la visita, que incluyó una actividad de recibimiento en el museo “Oscar M de Rojas”, de la que tomaron parte importantes personalidades de la cultura local y especialistas del museo, y un recorrido por sitios de interés de la Ciudad; los visitantes quedaron gratamente sorprendidos al reconocer en el Escudo local, diseñado en 1943 por el profesor Mario F. Sánchez, el Escusón que:

“... con el escudo de la familia de D. Mateo de Cárdenas y Vélez de Guevara, da el rango y prominencia a este precursor (...). Este escudete de forma (...) Español moderno, lleva en bordura ocho aspas de oro en campo rojo y al centro dos lobos cárdenos en campo de oro”. [67]

La visita a Cárdenas del Marqués de Prado Ameno y su distinguida familia contó con el siguiente programa de actividades:

- Palabras de bienvenida, a cargo de Guillermina Pérez, Subdirectora del museo “Oscar M de Rojas”.
- Recorrido con visita dirigida por todo el Museo, a cargo de la Lic. Mabel Espinosa, especialista de la institución.
- Breve reseña histórica de la fundación de la Ciudad, por el museólogo Ernesto Álvarez Blanco, investigador, por esa época, del Museo y Asesor del Historiador de la Ciudad.
- Breve reseña acerca de la historia y los valores que atesora la arquitectura cardenense, por el arquitecto Augusto Bueno García, Asesor de la Oficina del Historiador de la Ciudad.
- Exposición del nuevo proyecto de remontaje del Museo, a cargo de la Lic. Mabel Espinosa, especialista de la institución.
- Entrega de Catálogos, folletos y recuerdos de la Ciudad y el Museo.
- Interpretación por la soprano cardenense Lucrecia Pérez de hermosas canciones del compositor cubano Ernesto Lecuona.
- Merienda.
- Recorrido por la Ciudad, que incluyó la visita al parque José A. Echeverría y sus alrededores; la Oficina del Historiador y el Centro de Información del museo “Oscar M de Rojas”; el parque de Colón, sitio fundacional de la Ciudad; la Iglesia Parroquial de la Purísima Concepción y otros sitios y monumentos históricos cardenenses.

Se reafirmaban de este modo los lazos históricos existentes entre Cárdenas y los descendientes y familiares de quien le dio como nombre su apellido. Poco después, y luego de un emotivo intercambio epistolar vía e – mail, el Sr. D. Javier de Cárdenas Chávarri, de visita nuevamente en Cuba, regresaba sin previo aviso - el 3 de julio del 2001 - a la Ciudad y durante una breve estancia en el Museo “Oscar M de Rojas”, en la que no tuvimos la oportunidad de saludarlo, nos dejaba, junto a otros obsequios y atenciones - una copia del Árbol Genealógico de su familia, confeccionado por Joaquín de Cárdenas y Cobián. Este documento nos fue de imprescindible ayuda en la tarea de poner punto final a esta investigación.
Unos meses más tarde, visitó el Museo a la Batalla de Ideas de Cárdenas, del cual era Director el autor de este libro, el Sr. Don Eduardo Neyra Abascal, cardenense residente desde niño en los Estados Unidos de América y emparentado no sólo con los Dres. Alejandro Neyra Rangel, José M Verdeja Neyra, Octavio Verdeja Neyra y Santiago Verdeja Neyra así como de otras ilustres personalidades y patricios locales, sino también descendiente de la familia Sotolongo, quien fuera propietaria del sitio de San Juan de las Ciegas y Cárdenas.
El 25 de mayo del 2002, de regreso a Cárdenas junto su esposa, la Sra. Lynn Brannon Radley, el Sr. Neyra Abascal – nacido en nuestra Ciudad el 9 de enero de 1950 – nos obsequió una copia a color del Escudo de la familia Sotolongo y fotocopias de su Árbol Genealógico y otros interesantes documentos que nos resultaron muy valiosas a la hora de escribir estas reflexiones.
En otra de sus visitas a Cárdenas, el Sr. Eduardo Neyra donó al museo “Oscar M de Rojas” - como muestra de los lazos de continuidad que unen a él, a los suyos y a sus antepasados a la historia local – una réplica a color enmarcada del Escudo de la familia Sotolongo; la cual se exhibe desde entonces en la Sala que, dedicada a los fundadores y primeros vecinos de la Ciudad, existe en esa centenaria y prestigiosa institución cultural cardenense.
Al poner punto final a este epílogo, nos atrevemos a agradecer a tan dilectos y queridos amigos y a sus familiares, a nombre del pueblo de Cárdenas y sus autoridades, todo cuanto hacen para fortalecer los más de tres siglos de vínculos históricos que nos unen a ellos y a sus antepasados.


Fuentes Consultadas

I – Fuentes Bibliográficas.

– Abad, Ángel. “Historia de las Parroquias de Cárdenas y Varadero”. La Habana, Editorial Guerrero, 1954.
– Álvarez Blanco, Ernesto. “Cárdenas: prehistoria de una ciudad”. Cárdenas, (inédito), 1988.
– Álvarez Blanco, Ernesto. “Cárdenas: Economía y Poblamiento (1510 - 1790)”. Cárdenas, (inédito), 1993.
– Cárdenas, museo “Oscar M de Rojas”. “Programa de recibimiento a Javier de Cárdenas y Chavarri, Marqués de Prado Ameno y su familia, a la ciudad de Cárdenas”. Cárdenas, Ediciones del Centenario, 4 de mayo del 2002.
– Curbelo Castellanos, Jorge Luis. “Cuba y La Habana”. Madrid, Mateu Cromo - Guías Límite Visual, 1999.
– García Chávez, Leonardo. “Historia de la Jurisdicción de Cárdenas”. La Habana, Imprenta Cultural S. A, 1930. Tomo I.
– González Prieto, Isidro. “Documentos e historia de la familia Carrillo de Albornoz - Sáez”. Cárdenas, (inédito), 1996.
– Habana, Archivo Nacional de Cuba. “Catálogo de los Mapas, Planos, Croquis y Árboles Genealógicos existentes en el Archivo Nacional de Cuba”. La Habana, Talleres del Archivo Nacional, 1952. Tomo II.
– Hazard, Samuel. “Cuba a pluma y a lápiz”. La Habana, Imprenta Cultural S. A, 1928. Tomo II.
– Hellberg, Carlos. “Historia Estadística de Cárdenas. 1893”. Cárdenas, Talleres “El 2 de mayo”, 1957
– México, Unión Tipográfica Editorial Hispano Americana. “Diccionario Enciclopédico U.T.E.H.A.”. México, Talleres de “La Carpeta S. A”, 1951. Tomos II y VI.
– Neyra Abascal, Eduardo J. “Familia Sotolongo”. Cincinnati, Estados Unidos de América, (inédito), 2002.
– Pezuela, Jacobo de la, “Diccionario geográfico, histórico y estadístico de Cuba”. Madrid, Imprenta del Establecimiento de Mellado, 1863. Tomo II.
– Portell Vilá, Herminio. “Historia de Cárdenas”. La Habanas, Talleres Gráficos “Cuba Intelectual”, 1928.
– Rojas, Oscar M de, “Notas biográficas para la historia de Cárdenas”. Cárdenas, (inédito), S/f.
– Rojas, Oscar M de, “Para los anales y necrología de San Juan de Dios de Cárdenas”. Cárdenas, (inédito), S/f. III Tomos
– Rojas, Oscar M de, “Iconografía de Cárdenas”. Cárdenas, (inédito), S/f. Tomo I.
– Wright, Irene. “Historia documentada de San Cristóbal de La Habana”. Habana, S/i, 1927. Tomo I.

II – Fuentes Periódicas.

– Álvarez Blanco, Ernesto. “Reflexiones sobre el origen del nombre de Cárdenas”. En: Semanario “Yumurí”. Matanzas, 1 de septiembre de 1990. Pág. 7.
– Bueno Castán, Roberto. “145 Aniversario de la fundación de Cárdenas.”. En: Periódico “Girón”. Matanzas, 10 de marzo de 1973. Pág. 4.
– Bueno Castán, Roberto. “Cárdenas: 147 años de Historia”. En: Periódico “Girón”. Matanzas, 7 de marzo de 1975. Pág. 2.
– Daniel, Francisco. “San Antonio de los Baños”. En: Revista “El Fígaro”. La Habana, 11 de junio de 1899. Pág. 200.
– Moliner, Israel. “Origen de algunos nombres de pueblos matanceros”. En: Revista “Museo”. Matanzas, abril – mayo de 1963. Años III y IV. Nos. 36 y 37. Pág. 12.
– Portell Vilá, Herminio. “Cárdenas”. En: “Magazine del periódico La Lucha”. Matanzas, s/i, 1923. Pág. 243.
– Portell Vilá, Herminio. “La fundación de Cárdenas. Hoy es el aniversario de la misma”. En: Periódico “El Heraldo de Cárdenas”. Cárdenas, 8 de marzo de 1926. Pág. 1.
– Rodríguez Sosa, Fernando. “La Habana a través de sus casas”. En: Revista “Excelencias del Caribe”. Madrid, abril del 2002. Pág. S/pág.
– Sánchez, Mario F. “Escudo de la ciudad de Cárdenas”. En: Revista “Reflejos”. Cárdenas, junio de 1943. Pág. 5.

III – Fuentes Documentales

– Archivo del Autor. Fondos: Cárdenas: Prehistoria de una Ciudad (1510 - 1828) y Personal (Años 2001 y 2002).
– Archivo del Museo de la Ciudad de La Habana. Fondo: Actas Capitulares.
– Archivo del Museo “Oscar M de Rojas”. Fondo: Documentos de la familia Carrillo de Albornoz - Sáez.
– Archivo Nacional de Cuba. Fondos: Realengos y Gobierno Superior Civil.
– Biblioteca Nacional “José Martí”. Fondo: Escoto.




Datos del autor:

Ernesto Aramis Álvarez Blanco. (Cárdenas, 1968). Se graduó en 1988 como Museólogo, con el primer expediente de su curso y la máxima calificación en su Tesis de Grado, en el Centro de Superación Profesional y Artística de Matanzas. Fue fundador y primer Director del Museo a la Batalla de Ideas. Desde el 2002 funge como Historiador de la Ciudad de Cárdenas. Ha publicado en Cuba y España numerosos folletos, poemarios, plegables y libros, entre los que se encuentran Recorro mi Ciudad (Ediciones Cárdenas, 1990), Llueve y sin embargo te espero (Ediciones Cárdenas, 1992 y Arenys de Mar, España, 1995), Oscar M. de Rojas (Ediciones Matanzas, 2001), Arenys de Mar en Cuba/ Cuba en Arenys de Mar (Ediciones Matanzas, 2003) y el Catálogo Multimedia de Tarjetas Telefónicas Cubanas (ETECSA, 2003), del cual es coautor. En la actualidad tiene en proceso de edición los libros “Subiendo como un sol la escalinata” (Biografía del líder estudiantil cardenense José A. Echeverría Bianchi) y”Varadero: de caserío a centro turístico (1883 - 1958)”, este último como coautor. Ha obtenido cerca de un centenar de premios y menciones en eventos y concursos locales, provinciales, nacionales e internacionales y recibido varias distinciones cubanas y catalanas. Es Profesor Adjunto de la Escuela de Hotelería y Turismo de Varadero y Secretario del Comité 180 aniversario de la ciudad de Cárdenas. Escribe con regularidad en la prensa cubana y catalana. Es miembro de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC) y de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC).

[1] Este trabajo formó parte en 1988 de la Tesis de Grado del autor para obtener el Título de Museólogo en el Centro de Superación Profesional y Artística de Matanzas. Dicha Tesis, fue declarada por la Academia de Ciencias de Cuba y la Dirección Provincial de Cultura de Matanzas Logro Científico del Quinquenio 1986 – 1990 y recibió en Cienfuegos en 1989 el Premio de Investigación del V Encuentro Nacional de Investigadores de Patrimonio Cultural.
[2] Según Oscar M. de Rojas en sus obras inéditas sobre la historia de Cárdenas, en la zona que ocupa el actual poblado de Guásimas, existió un pueblo de indios hasta bien entrado el siglo XVIII. Sin embargo, esta afirmación del fundador y primer Director del Museo y Biblioteca Pública de Cárdenas no se ha podido comprobar ni por los arqueólogos ni por otros historiadores.
[3] Waibel, Leo y Ricardo Herrera: La toponimia en el paisaje cubano, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1984, pág. 70.
[4] Ibídem, pág. 72.
[5] Cuando se utiliza el término poblamiento, no se refiere a la población humana, sino a la acción de explotar, introducir y fomentar ganado mayor y menor.
[6] Esta disposición explica la concesión de sitios con igual nombre y extensión a varios propietarios, con el objetivo primordial de lograr el poblamiento de los mismos.
[7] Fue Depositario General, Alcalde Ordinario y Tesorero de la Santa Cruzada. A partir de 1556 ocupó el cargo de Procurador General el cual compró en 400 ducados al Gobernador Diego de Mazariegos. En 1559 resultó electo Regidor del Cabildo de La Habana. Gracias a las prerrogativas de su cargo acumuló una inmensa fortuna, estimada hacia 1570 en alrededor de 20.000 ducados. Fundó en el pueblo habanero de Regla la fábrica de azúcar nombrada Guaicanamar. Considerado uno de los vecinos más importantes de villa de La Habana, era propietario de varios hatos y corrales en diversos sitios de la Isla y de solares en la Plaza de Armas habanera y en los pueblos de Regla y Guanabacoa.
[8] Este corral comprendía el área en donde esta situado desde 1817 el poblado de igual nombre y su circulación cruzaba el de Cantel.
[9] Libro de Actas Capitulares del Cabildo de La Habana (1550 - 1572), (Trasuntadas), Archivo del Museo de la Ciudad de La Habana, fo. 446.
[10] Entre los requisitos indispensables para fundar un Mayorazgo estaban los siguientes: la prueba de existencia de la fortuna acumulada, el modo de sucesión, los derechos comunes de los propietarios, el destino que debía dársele a las mejoras y al incremento de la fortuna, y la limpieza de sangre, condición forzosa mediante la cual debía ser demostrado que, en todo el árbol genealógico de la familia que pretendía fundar el Mayorazgo, no existían ascendientes moros, judíos o de personas impuras
[11] Sol, Juana María V., El primer Mayorazgo cubano, periódico Juventud Rebelde, Ciudad de La Habana, 21 de diciembre de 1986, pág. 5.
[12] Escoto, Augusto: Copia del acuerdo del Cabildo de La Habana, Colección de Manuscritos Escoto, Biblioteca Nacional José Martí, Manuscrito No. 85, fo. 1.
[13] En 1680 las propiedades pertenecientes al Mayorazgo de los Recio constaban de 5 hatos, 4 corrales y 1024 caballerías de tierra.
[14] Riverend, Julio Le, Historia Económica de Cuba, Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1965, pág. 74.
[15] Neyra Rancel, Dr. Alejandro: Nota, (inédito), s.l, s.f., fo. 1
[16] Diego Sotolongo era descendiente de una antigua y prominente familia habanera: los Soto o Sotolongo, que hundía sus raíces genealógicas en la España medieval del siglo XV y estaban, incluso, emparentados con varios reyes ibéricos. Los primeros Sotolongos que se establecieron en la Isla fueron los hermanos madrileños Diego, llamados el Viejo para distinguirlo de su hijo de igual nombre, y Alonso. Ambos eran hijos de Andrés de Madrid Sotolongo y de Isabel de Rojas. Se avecindaron en la villa de San Cristóbal de La Habana a mediados del siglo XVI[16], junto a su tío Juan de Madrid Sotolongo.

[17] García Chávez, Leonardo. “Historia de la Jurisdicción de Cárdenas”. La Habana, Imprenta Cultural S. A, 1930. Tomo I. Pág. 108.
[18] Juan Rodríguez Sotolongo prestó eminentes servicios a los Reyes Católicos. Su hijo Juan Bautista se casó con Juana de Lamadrid, teniendo un hijo al cual nombraron Andrés. Del matrimonio de este último con Isabel de Rojas, nacieron Diego y Alonso Sotolongo y Rojas, fundadores junto a su tío Juan de Madrid Sotolongo, de la familia de ese apellido en Cuba, pues se establecieron en La Habana en el siglo XVI.
[19] Al respecto, en la página 20 de su “Historia de Cárdenas” publicada en La Habana en 1928, Herminio Portell Vilá hace notar que: “Como los límites del sitio, (...) pasan cerca de estas tierras, habiendo sido Guamutas y sus alrededores de los primeros lugares poblados en la provincia de Matanzas, y siendo evidente la relación entre los cortes de maderas de esa zona y la bahía de Cárdenas, parece probable que el Río Las Ciegas y su cuenca sean los que completan la denominación del sitio mencionado ”. Además, este historiador nos recuerda en esta misma obra y página que: “Desde 1569 se mencionan entre las tierras mercedadas cercanas a Cárdenas varias con el nombre de Las Ciegas, que también se aplicaba a Las Ciénagas, usándose ambos términos indistintamente”.
[20] Moliner, Israel. “Origen de algunos nombres de pueblos matanceros”. En: Revista “Museo”. Matanzas, abril – mayo de 1963. Años III y IV. Nos. 36 y 37. Pág. 12.
[21] Adjetivo. De color amoratado. Dícese del toro cuyo pelo tiene mezcla de negro y blanco, y del agua de color opalino.
[22] Ibídem.
[23] Del latín cardus. Planta compuesta, de nombre científico Cynara cardunculus, como de un metro de altura, hojas grandes y espinosas, como las de la alcachofa, flores azules en cabezuela y pencas que se comen crudas o cocidas después de aporcada la planta para que resulten más blancas, tiernas y sabrosas. También se da este nombre a diversas compuestas espinosas de los géneros Cirsium, Onopordon, Carlina, etc., y a ciertas umbelíferas del género Eryngium y dipsácaceas del género Dipsacus, igualmente espinosas.
[24] Arango y Parreño, Francisco: Discurso sobre la agricultura de La Habana, en: Obras de Francisco de Arango y Parreño, Imprenta de la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación, La Habana, 1952, pág. 122.
[25] La historia de los Carrillo de Albornoz se remonta al año 1362, cuando Don Gómez Carrillo, señor de Alentejo y Paredes, Alcalde de los Hijosdalgos de Castilla y Ayo del Rey Juan II, se casó con Doña Urraca Gómez de Albornoz. Bernardo Carrillo de Albornoz era natural de Sevilla. Fue Subteniente de Bandera del Primer Batallón del Regimiento de Infantería de La Habana. En 1754 el Rey DE España lo nombró Alférez de la Compañía del Cuarto Batallón del Regimiento de Infantería de La Habana, cargo que desempeñó hasta 1772. Participó en la defensa de La Habana cuando esta fue atacada y tomada por los ingleses en 1762. Fue promovido, con posterioridad, a Subteniente de la Compañía de Don Antonio Crespo. Falleció en el poblado de Cárdenas, por cuyas calles vagaba, ya centenario, gritando: Yo soy Don Bernardo Carrillo de Albornoz, el que peleó cuando la toma de La Habana por los ingleses.
[26] Memorias de las Guásimas y sus posesiones, Escribanía de Luis Cotés, (inédita), La Habana, 1772, Legajo 159, Archivo Nacional de Cuba, Fondo: Escribanías, 16 fos.

[27] Este documento se conservó durante años en el Museo y Biblioteca de Cárdenas. Hoy se halla perdido. Una copia fotográfica de este plano puede ser consultada por los investigadores en uno de los tomos de la Iconografía de Cárdenas, obra inédita de Oscar M. de Rojas y Cruzat, fundador y primer Director del mencionado museo.
[28] Expediente promovido para el deslinde y tasación de la hacienda Cárdenas, (inédito), La Habana, 1818, Expediente 159, Archivo Nacional de Cuba, Fondo: Realengos, fo. 407.
[29] García Chávez, Leonardo: Historia de la Jurisdicción de Cárdenas, Imprenta Cultural S. A, La Habana, 1930, Tomo I, pág. 78.
[30] Padrón General de la isla de Cuba formado a consecuencia de la Real Orden del 1 de noviembre de1776 comunicada a su Gobernador y Capitán General cuyo cumplimiento se ha efectuado por el actual Mariscal de Campo Joseph Navarro, reproducido en: Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, La Habana, septiembre – diciembre de 1977, pág. 16.

[31]Nombre aborigen de un pez, abundante en los mares cubanos, muy parecido a la cojinúa. En realidad se llama Jijagua pero aparece consignado como Siguagua en la toponimia de la Isla. Los naturalistas afirman que se diferencia del jurel por una mancha negra que posee sobre el opérculo. Tiene poco menos de una vara de longitud. Al parecer fue muy abundante en las aguas de la bahía de Cárdenas y sus alrededores. Todavía se conoce con este nombre a una zona cercana a la ciudad.
[32] Nombre aborigen de un ave, en vías de extinción, que es pariente cercano de las lechuzas, búhos, cárabos y sijúes. Está considerada la más bella especie del orden Strigiformes, integrado por aves nocturnas y eficaces cazadoras de roedores. Esta subespecie cubana ha sido perseguida a través de los siglos por absurdas supersticiones y creencias vinculadas al infortunio humano y la muerte. Al parecer existió en grandes cantidades en la primitiva comarca cardenense. Un área cercana a la ciudad aún lleva este nombre.
[33] Institución de franco sentido feudal que pretendía perpetuar la fortuna familiar mediante la vinculación de la consanguinidad a los bienes materiales y al derecho de herencia de los mismos. Antón Recio otorgó, en unión de su esposa Catalina Hernández, con la que no tuvo descendencia, la escritura de su Mayorazgo el 21 de enero de 1570, a favor de su hijo Juan Recio, al cual había procreado siendo soltero con la hija del Cacique aborigen de Guanabacoa. El acta de constitución fue redactada por el Escribano de Su Majestad Gaspar Pérez de Borroto, el cual asentó entre los bienes que conformaban el Mayorazgo, considerado hasta donde se sabe el primero fundado en Cuba y en América Latina, la casa familiar, joyas, vestidos, muebles y la posesión de un extenso territorio que incluía 14 hatos y corrales, ubicados 4 de ellos en la zona de Cárdenas. Al fallecer Antón Recio en 1575 el Mayorazgo – aprobado por Real Cédula del 2 de noviembre de 1570 - pasó a manos de su hijo, con la condición esencial para disfrutarlo él y sus descendientes, de anteponer el apellido Recio a cualquier otro. La desvinculación de este Mayorazgo se produce a finales del siglo XVII y principios del XVIII.
[34] Se estableció en el siglo XVI en la villa de San Cristóbal de La Habana en donde fue Depositario General, Alcalde Ordinario y Tesorero de la Santa Cruzada. A partir de 1556 ocupó el cargo de Procurador General el cual compró en 400 ducados al Gobernador de la Isla Diego de Mazariegos. En 1559 resultó elegido Regidor del Ayuntamiento de La Habana. Gracias a las prerrogativas de su cargo, acumuló una inmensa fortuna, estimada hacia 1570 en 20.000 ducados. Fundó en el pueblo habanero de Regla la fábrica de azúcar denominada Guaicamar. Estaba considerado uno de los vecinos más prominentes de la villa de La Habana. Fue propietario de varios hatos y corrales en diversos lugares de la Isla, incluyendo la zona de Cárdenas, y de solares en la Plaza de Armas de La Habana y en los pueblos de Regla y Guanabacoa.
[35] Diego de Soto, el Viejo, parece haber venido a Cuba desde Darién hacia 1529. En 1583 afirmaba que era “el vecino más antiguo de toda la Isla”.
[36] Pezuela, Jacobo de la, “Diccionario geográfico, histórico y estadístico de Cuba”. Madrid, Imprenta del Establecimiento de Mellado, 1863. Tomo II. Pág. 562.
[37] Wright, Irene. “Historia documentada de San Cristóbal de La Habana”. Habana, S/i, 1927. Tomo I. Pág. 82.
[38] Ibídem.
[39] Desde el siglo XIX una calle de la Ciudad lleva este nombre, y no el de Mercedes como se le conoce popularmente, en recuerdo de este acontecimiento.
[40] García Chávez, Leonardo. “Historia de la Jurisdicción de Cárdenas”. La Habana, Imprenta Cultural S. A, 1930. Tomo I. Pág. 108.
[41] Juan Rodríguez Sotolongo prestó eminentes servicios a los Reyes Católicos. Su hijo Juan Bautista se casó con Juana de Lamadrid, teniendo un hijo al cual nombraron Andrés. Del matrimonio de este último con Isabel de Rojas, nacieron Diego y Alonso Sotolongo y Rojas, fundadores junto a su tío Juan de Madrid Sotolongo, de la familia de ese apellido en Cuba, pues se establecieron en La Habana en el siglo XVI.
[42] Al respecto, en la página 20 de su “Historia de Cárdenas” publicada en La Habana en 1928, Herminio Portell Vilá hace notar que: “Como los límites del sitio, (...) pasan cerca de estas tierras, habiendo sido Guamutas y sus alrededores de los primeros lugares poblados en la provincia de Matanzas, y siendo evidente la relación entre los cortes de maderas de esa zona y la bahía de Cárdenas, parece probable que el Río Las Ciegas y su cuenca sean los que completan la denominación del sitio mencionado ”. Además, este historiador nos recuerda en esta misma obra y página que: “Desde 1569 se mencionan entre las tierras mercedadas cercanas a Cárdenas varias con el nombre de Las Ciegas, que también se aplicaba a Las Ciénagas, usándose ambos términos indistintamente”.
[43] Moliner, Israel. “Origen de algunos nombres de pueblos matanceros”. En: Revista “Museo”. Matanzas, abril – mayo de 1963. Años III y IV. Nos. 36 y 37. Pág. 12.
[44] Adjetivo. De color amoratado. Dícese del toro cuyo pelo tiene mezcla de negro y blanco, y del agua de color opalino.
[45] Ibídem.
[46] Del latín cardus. Planta compuesta, de nombre científico Cynara cardunculus, como de un metro de altura, hojas grandes y espinosas, como las de la alcachofa, flores azules en cabezuela y pencas que se comen crudas o cocidas después de aporcada la planta para que resulten más blancas, tiernas y sabrosas. También se da este nombre a diversas compuestas espinosas de los géneros Cirsium, Onopordon, Carlina, etc., y a ciertas umbelíferas del género Eryngium y dipsácaceas del género Dipsacus, igualmente espinosas.
[47] Este plano, titulado en realidad “Plano donde están situados los cortes de madera para los navíos del rey dibujados en 1759 por el Teniente del Apostadero de La Habana Fray Blas de la Barreda”, fue realizado en 1759, como bien indica en su nombre el autor del mismo y no en 1753, como consigna en esta nota Oscar M de Rojas.
[48] Rojas, Oscar M de, “Notas biográficas para la historia de Cárdenas”. Cárdenas, (inédito), S/f. S/pág.
[49] Álvarez Blanco, Ernesto. “Cárdenas: prehistoria de una ciudad”. Cárdenas, (inédito), 1988. Pág. 26.
[50] Descendiente, según Oscar M de Rojas, de la familia poseedora del Asiento o Finca de ganado Mayor nombrada Cárdenas. En 1897 fue encarcelado por conspirar contra el gobierno colonial español.
[51] Murió trágicamente en una pesquería en la bahía de Cárdenas en 1883.
[52] Natural de la Habana. No sabemos sí es descendiente o no de la familia Cárdenas que nos ocupa. Médico Cirujano. Se estableció en Cárdenas en 1881. Fijó su residencia, según Oscar M. de Rojas en sus obras inéditas, en una casa situada en la calle Coronel Verdugo, frente a la antigua plaza de Espriu y contigua a la que habitó el Licenciado José Sáez Medina. Se casó con Ernestina Gou. Fue vocal de la Directiva del Partido Autonomista y del Club de Cárdenas así como Venerable Masón. Enfermo, pasó á la Habana, en donde falleció el 3 de marzo 1894. Al término de la ocupación española sus descendientes, entre los que figuraron altos oficiales de la marina española se establecieron en España, en donde su nieta Rosario Cárdenas, se casó con un Sr. Apellido Brechel. El 4 y 5 de mayo del 2002 visitaron la Ciudad, en busca de información sobre sus ascendientes, el Sr. Miguel Ángel Barco García y su esposa, esta última descendiente directa (biznieta) de Rosario de Cárdenas, visitando, además del museo Oscar M. de Rojas y otros sitios de interés, la casa que se levanta en el sitio que ocupó en el siglo XIX la vivienda en que fijaron su residencia el Dr. Rafael de Cárdenas Rodríguez. El Sr. Miguel Ángel Barco García y su esposa, quienes fueron atendidos por el autor de este trabajo, residen en Madrid.
[53] Quien revise el Árbol Genealógico de la familia Cárdenas hallará que esta está emparentada con las familias cubanas más ilustres. Entre ellas se destacan los Condes de O´ Reilly, Merlín, Buena Vista, Campo Alegre, Casa Bayona, San Juan de Jaruco, Macuriges, Casa Barreto, Santa Cruz de Mopox, Fernandina, Gibacoa, etc. ; los Marqueses de Justiz de Santa Ana, del Real Socorro, de Arcos, de Casa Calvo, etc. y el Barón de Kessel.
[54] El primer patrón de la obra – pía fue el Alférez Mayor Nicolás Castellón y Pereira, pariente de Martín Calvo de la Puerta y Arrieta, a quien debía pasar la casa luego de la muerte de la esposa de este último. En años sucesivos el patronato y la casa pasaron a los descendientes de Castellón y Pereira, según las normas establecidas por este. Más tarde, ambos quedaron en manos de la familia de Cárdenas.
[55] Fue Escribano (Notario) del Cabildo de La Habana y Procurador General del mismo. También fue Alcalde Ordinario de la villa de San Cristóbal de La Habana entre 1602 y 1608. Descendía de uno de los troncos más antiguos de la colonia, arraigados en suelo cubano. Su padre, el primer Calvo de la Puerta que se estableció en Cuba, traía consigo una carta de recomendación personal del rey Felipe II para que se le ocupase en cargos y oficios de real servicio, de acuerdo a su calidad y habilidad.
[56] Esta Casa fue salvada de las ruinas y restaurada en 1983, siendo convertida en un museo de ambiente colonial cubano.
[57] Daniel, Francisco. “San Antonio de los Baños”. En: Revista “El Fígaro”. La Habana, 11 de junio de 1899. Pág. 200.
[58] Nació en La Habana en 1770. Tuvo señorío sobre el pueblo habanero de San Antonio de los Baños. Incrementó el desarrollo de la agricultura cubana, especialmente del café, aprovechando la inmigración franco – haitiana y dominicana que llegó a la Isla a finales del siglo XVIII y principios del XIX, como consecuencias de las revoluciones negras de Haití y Santo Domingo. Falleció en La Habana en 1822.
[59] Según contó a Oscar M de Rojas para sus “Notas biográficas para la Historia de Cárdenas” el antiguo vecino comarcano Luis René Guyot, natural de Filadelfia, Estados Unidos de América, “... el 20 de septiembre de 1819 se desató un fuerte ciclón, sobre estas costas de Siguaguas – durante la noche sintió agua cercana que movíase con furia, él creía estar muy lejos de la costa, había llegado a Sn (San) Cristóbal (se refiere a la hacienda San Cristóbal de las Guásimas, ubicada más o menos en donde se halla el poblado cardenense de igual nombre) desde el Limonar (se refiere al poblado matancero de Limonar), donde comenzaba el fomento agrícola por esos días – a la mañana siguiente, pasó a la finca de su vecino y pariente Aymé (Francisco Samuel Aymé, vecino comarcano natural de Francia) donde halló congregadas a varias familias, entre otras la de Bacot (se refiere a Antonio Bacot y Gajaes de St. Roman, vecino comarcano natural de Marmandet, localidad francesa ubicada cerca del puerto de Burdeos) y comentado el suceso se pusieron de acuerdo para hacer un camino por entre el espeso Bosque de Caobas, Jiquíes, Júcaros, Atejes ex para ver donde aparecía el agua, realizada la empresa con los negros esclavos sus dotaciones, encontraron esos primeros vecinos – los manglares seculares – gigantescos y luego la hermosa Bahía de Cárdenas, desde entonces comenzaron los proyectos de abrir un buen camino hacia la costa para dar salida, por el mar, a los frutos de sus fincas, lo que dio origen a la fundación de Cárdenas, en 1828 (...) ”.
[60] “Realengo = en el embarcadero de Cárdenas y bahía de Siguagua y Siguapa. Expediente promovido por Don Guillermo Morton denunciando otro realengo”. La Habana, (inédito), 7 de diciembre de 1821. S/fo.
[61] Bueno Castán, Roberto. “145 Aniversario de la fundación de Cárdenas.”. En: Periódico “Girón”. Matanzas, 10 de marzo de 1973. Pág. 4.
[62] El Templo fue erigido bajo la advocación de la Purísima Concepción, de la cual era devoto Francisco Javier Quintayros, primer Teniente Gobernador de Cárdenas.
[63] García Chávez, Leonardo. Ob. Cit. Tomo I. Pág. 157.
[64] Portell Vilá, Herminio. “Cárdenas”. En: “Magazine del periódico La Lucha”. Matanzas, s/i, 1923. Pág. 243.
[65] Hazard, Samuel. “Cuba a pluma y a lápiz”. La Habana, Imprenta Cultural S. A, 1928. Tomo II. Pág. 141.
[66] Bueno Castán, Roberto. “Cárdenas: 147 años de Historia”. En: Periódico “Girón”. Matanzas, 7 de marzo de 1975. Pág. 2.
[67] Sánchez, Mario F. “Escudo de la ciudad de Cárdenas”. En: Revista “Reflejos”. Cárdenas, junio de 1943. Pág. 5.


"De amar las glorias pasadas se sacan fuerzas para adquirir las glorias

nuevas".

José Martí



“… la HISTORIA NOS AYUDARÁ A DESCUBRIR LOS CAMINOS DE HOY Y DE MAÑANA, A MARCHAR POR ELLOS CON PASO FIRME Y CORAZON SERENO Y A MANTENER EN ALTO LA ESPERANZA (...)”.

RAMIRO GUERRA