viernes, 31 de enero de 2014

PLAZA MALAKOFF – CÁRDENAS.

Publicado por D. Jácome) https://www.facebook.com/CubaEnLaMemoria?ref=profile 22/1/2014
Como “Plaza Malakoff” se conoce la Plaza del Mercado de la ciudad de Cárdenas situada entre las calles Ruiz, Calvo, Coronel Verdugo y el callejón de Andriani. Inaugurada en 1859, con estructura de hierro fundido, técnica desconocida hasta entonces en América. Esta hermosa plaza fue en su época la mejor de la isla, después de la de Santiago de Cuba. El antiguo mercado de Cárdenas utilizaba los portales del “Café Ciervo de Oro”, ubicado en la esquina ,que ocupaba el antiguo Hotel Europa, formada por la calles Real y Princesa, y frente a la Plaza de Isabel II, lo que todos conocemos como “Parque Colón”. Hasta que se construyese la Iglesia, la Plaza era solo un solar con un pozo, usado como apostadero y abrevadero de las bestias que traían mercancías para el puerto. Esto facilitaba además el abastecimiento a los puestos de venta cercanos a la misma. Pueden imaginar el aspecto deplorable que presentaba este mercado por la suciedad, estrechez y el hacinamiento entre los distintos productos expuestos. Razón por lo que se decide cambiarlo de lugar. Esteban Parodi, dueño del café “Café Ciervo de Oro”, junto con Manuel de Cárdenas solicitan a la Junta Municipal, el 28 de febrero de 1856, el permiso para el traslado y construcción de un nuevo mercado. La Junta Municipal aprueba y emite, pocos días después, una convocatoria para seleccionar un proyecto. Durante casi un año se estuvieron recibiendo proyectos, entre ellos los de Esteban Parodi y Manuel de Cárdenas, José López Martínez, Tomás Fernández de Cossio, el arquitecto Vicente Medina, y un ingeniero inglés, John Brisdon. Éstos dos últimos fueron unificados y posteriormente aprobados por la Junta Municipal el 20 de junio de 1857 y por la Junta Superior Civil el 18 de septiembre. La plaza de Souberville, lugar seleccionado para su ubicación, ocupaba una superficie de tres cuarto de manzana de las trazadas originalmente, entre las calles de Calvo, Coronel Verdugo, Ruiz y el Callejón de Andriani, estrecho callejón y una de las dos únicas calles más pequeñas, excepcionales en el perfecto trazado de la ciudad. La Plaza Malakoff, es un ejemplo de arquitectura ferro – vítrea, tecnología de gran auge en el mundo por aquella época, pues revolucionaba las técnicas tradicionales existentes. La armazón de hierro fundido fue traída desde los Estados Unidos. Fue la primera estructura de hierro fundido y vidrio utilizada para una edificación pública en Cuba. La planta del proyecto ganador forma una cruz de brazos equiláteros, con techumbre de zinc pintado de negro, donde se ubican las casillas de mampostería de 5 x 5 x 5 metros y acondicionadas para el expendio de carnes. Por ambos lados presenta unos pasillos de 5 metros de ancho con el suelo de losas de San Miguel. Las calles laterales desembocan en una plaza redonda, de 20 metros de diámetro, donde se encontraban las mesas de café y la administración de la plaza. Esta área es cubierta por una cúpula de 15 metros de elevación, de media naranja, de hierro y zinc. La cúpula que se asemeja formalmente a una prenda femenina la que, solo en Cuba, se le da el nombre de “Malacoff”, término de vestuario que en el resto del mundo se le llama “crinolina” o “jaula”. Esto me permite especular que la plaza se llame así por la prenda de moda en ese momento… o lo que es también posible, que la prenda se le llame “malacoff”, en Cuba, por la plaza cardenense, ya que ninguna bibliografía explica el porqué del nombre. Sobre esta cúpula se encontraba una estatua de madera, de dos metros de alto, de “Pomona”, diosa romana que no pudo soportar los vientos huracanados de la costa y después de varias caídas fue sustituida por una bola de un metro y medio, que tampoco tuvo mejor suerte. En cada esquina hay un patio y en cada uno un pozo. Al borde de los pasillos y los patios cubiertos, de tarimas y techos de madera, se instalan las casillas de hortalizas y legumbres. En la plaza también se encuentra un monumento en recordación del fusilamiento de los esclavos del Levantamiento de Soledad de Bemba, hoy Jovellanos, en 1844. Con la inauguración, el 24 de marzo de 1859, se promulga el “Reglamento para la Policía y Orden Interior” de la Plaza, que reglamentaba las actividades, derechos y deberes de la Administración, los vendedores, y el comportamiento del público en general. Además de los daños provocados por los vientos huracanados, incluido el ciclón de 1933, la plaza sólo ha sufrido uno de gran magnitud producido por el incendio del 1 junio de 1897. La reconstrucción se realizó según el proyecto del arquitecto municipal Jacinto Suárez, y fue aceptado por el Ayuntamiento en 1899. El aspecto que conocemos actualmente es resultado de esa obra. Fue tradición popular, durante muchos años, que sus espacios se llenaran de música, concursos y tertulias. También fue lugar donde mitigar el hambre y “recomponerse” para los amantes de la noche y el consumo de bebidas alcohólicas, ya que disponían de lugares abiertos las 24 horas. Pero esta son otras historias y esta publicación es solo para esta plaza que aún está, y espero que esté, en el corazón de esta inolvidable ciudad…

martes, 28 de enero de 2014

Amigos cardenenses de José Martí.

Por: Ernesto Alvarez Blanco.
Emilia Casanova Se destacó por su labor patriótica entre la emigración. Presidio el Club “Reflejos de la Libertad”, desde el cual realizo una encomiable actividad para recaudar fondos para la Guerra de Independencia. Martí se refiere a Emilia Casanova de forma elogiosa en un artículo que escribe sobre su esposo el novelista Cirilo Villaverde. Francisco Javier Valdés. Tabaquero revolucionario habanero emigrado a los Estados Unidos, establecido en Cayo Hueso, donde hizo amistad con Martí durante las visitas que el apóstol hiciera a esa ciudad. En los fondos del Museo Oscar M. de Rojas se conserva una fotografía original donde aparece junto a Martí y otros patriotas cubanos. Francisco Javier Valdés, rescató y trajo para la ciudad de Cárdenas un retrato al óleo de Martí ejecutado por el pintor Luís Salazar, realizado en el momento en que el prócer de la independencia de Cuba pronunciaba un discurso en la fábrica de tabacos “La Rosa Española” en Cayo Hueso. Dicha obra forma parte hoy en día de la “Colección Martiana” del Museo. Miguel Figueroa García. Destacado tribuno cardenense, diputado en dos ocasiones a las Cortes Españolas, fue un destacado defensor de la abolición de la esclavitud. Gozo de la amistad de Martí, con quien mantenía una activa correspondencia. Néstor Ponce de León. Escritor y publicista, fue muy elogiada su obra por José Martí, que lo llamo querido amigo varias veces, así como en otros términos, donde se traslucía su respeto y admiración más entrañable. Néstor Ponce de León tenía en Nueva York la librería más importante de Hispanoamérica, con gran predilección por los libros sobre temas cubanos. Martí frecuentaba junto a otros patriotas este establecimiento, donde se alentaba el más puro sentido patriótico. Juan Francisco Navarro Garcia (Navarrito). Cardenense fundador del Partido Revolucionario Cubano. Amigo personal de Martí. Donó al Museo Biblioteca Pública de Cárdenas en 1916 varias cartas remitidas a él por Martí donde se aprecia el afecto que se dispensaban mutuamente. Benjamín Guerra. Residió durante varios años en Cárdenas, trabajando como tonelero en la firma comercial “Mederos y Cía.”. Fue tesorero del Partido Revolucionario Cubano en los Estados Unidos. Fue comisionado para comunicar a los conspiradores cardenenses, la noticia sobre el alzamiento que se produciría el 24 de febrero del años 1895. Emilio Bobadilla Lunar (Fray Candil. Famoso escritor y poeta cardenense. Esposo de Piedad Zenea, hija del poeta Juan Clemente Zenea, ejecutado por sus ideas contrarias a España. Martí lo cita elogiosamente, cuando escribe un artículo sobre su esposa. Malvina Cruzat. Cardenense. Fue esposa del escritor y catedrático Nicolás Heredia. Conoció y trato personalmente a Martí, junto con su esposo, en el periodo que coincidieron con él en los “Baños de Saratoga” en los Estados Unidos. Dr. Domingo Méndez Capote. Patriota cardenense, que llegó a ostentar el cargo de Vicepresidente de la República de Cuba en Armas, en la guerra de 1895, fue redactor del periódico “Patria”, trabajando junto con Martí en las oficinas de dicho órgano de prensa, voz de la Revolución. José María Mora. José Manuel Mora. Los hermanos Mora se establecieron en Nueva York, donde abrieron un estudio fotográfico, al que asistieron la más rica y elegante clientela de esa Ciudad. En el estudio fotográfico de los hermanos Mora se reunían los emigrados revolucionarios cubanos para comentar las noticias de Cuba y otros temas de interés común. Al conocer Martí que en este lugar se criticaba su actuación política, se apareció un día a la fotografía diciendo: “Yo sé que ustedes no me quieren bien, pero no obstante aquí vengo a que me retraten”… Huelga decir que se ganó la simpatía de todos los presentes y José María, le hizo una fotografía magnífica, una de las mejores que de Martí se conocen. A partir de entonces, Martí frecuentaba el estudio fotográfico de los Mora, participando animadamente en las tertulias que allí se realizaban con la asistencia de lo más selecto de los emigrados. Juan José Víctor Eduardo Buttari y Gounaurd. De una elevada cultura, de joven emigró a los Estados Unidos, estableciéndose definitivamente en Tampa donde conoció a Martí, quien en la última visita que hizo a aquella ciudad en mayo de 1894, no pudo despedirse de él, y dos días después el 28 de ese mes, desde Woyscross, le dirigió unas líneas, que termino con estas palabras: “Pero por donde quiera que usted vaya, tenga o no tiempo de hablarle, lo seguirá con vigilante cariño, los ojos de un amigo, y de veras servidor, José Martí”. Federico Corbett y Oliva. Realizó sus primeros estudios en Cárdenas, trasladándose posteriormente a La Habana donde se hizo operario de tabaquería. En 1880 emigró a los Estados Unidos asentándose en Cayo Hueso, donde inmediatamente se unió a los cubanos que luchaban por la independencia de Cuba. Participó en la reconstrucción del Club “San Carlos”. En la primera visita que realizará Martí al Cayo en 1892, lo conoció personalmente. En el banquete que se ofreció a Martí, donde se pronunciaron varios discursos, el recitó la elegía que Martí dedicó a los ocho estudiantes de medicina fusilados en 1871, titulada: “A mis hermanos muertos el 27 de noviembre”. José Antonio Cortina. Nació el 14 de noviembre de 1853 en Guanajayabo, luego Máximo Gómez, en el término municipal de Cárdenas. Después de graduarse en España de Derecho Civil y Canónico, establece un bufete de abogados en La Habana, en el año 1874. Funda la revista de “Cuba “en 1877, de la cual fue su director hasta su muerte en 1884, revista para la que José Martí escribió varios artículos. Fundador del Partido Liberal Autonomista, Cortina se destacó además, por su labor en la sociedad “La Caridad del Cerro”. Francisco Sixto Piedra. Poeta cardenense devenido en tabaquero durante su estancia en Cayo Hueso, donde conoció a Martí, quien le inspiro un hermoso poema, el cual ha sido publicado en varias ocasiones.

Algo más para contar…

Por: Andy Quesada Finalé, estudiante de Periodismo. Tomado de la web del periódico Girón (http://www.giron.co.cu/es/noticia/cultura/algo-m%C3%A1s-para-contar%E2%80%A6). Matanzas, 24 de enero de 2014.
“El período del reinado de Felipe III (1598 - 1621) y el siglo XVII en Cuba, son poco trabajados por los historiadores, incluso la Dra. Hortensia Pichardo afirmó que era como la Edad Media cubana, ya que España estaba en decadencia. Se presuponía que en Cuba había sucedido algo parecido y se llevó a los libros en unas pocas páginas…”, comentó Ernesto Álvarez Blanco, escritor e investigador cardenense con más de veinte años de experiencia en estudios históricos y culturales. Su obra “Felipe III y la Dorada” contiene extraordinario valor histórico. Analiza la evolución de Cuba en un período apenas conocido: el reinado de Felipe III, cuando la Isla estaba poco poblada, constituía una escala fundamental de la Flota de las Indias y era, además, un foco de contrabando. Con un estilo narrativo que agrega -al interés que despierta su aporte intelectual- el agrado de leerlo, Ernesto presenta una investigación bibliográfica y archivística sobre este momento histórico y revela nueva documentación procedente de España, sobre todo del Archivo General de Indias de Sevilla y del Archivo Histórico Nacional de Madrid. EA: En el año 2008 tuve la oportunidad que la empresa barcelonesa Praedium Desarrollos Urbanos S.L. y la fundación Theo Habana Collections, patrocinaran mi visita a España, de donde traje escaneados cientos de documentos originales (unos 8.000 folios), que me permitieron escribir este libro, cuya publicación ha sido también patrocinada por ellos. Nunca podré agradecer bastante a mis entrañables amigos, el Dr. Alfonso Cirera Santasusana, presidente de estas instituciones, y al Dr. Jaume Aymar y Ragolta, Presidente de la Fundación Catalunya América San Gerónimo de la Murtra de Badalona, Cataluña, España, que hayan propiciado este viaje, que me permitió adentrarme en el pasado de la Isla. Trabajar con registros que portan 400 años de antigüedad debió ser un gran reto en su profesión… EA: Es impresionante la riqueza de información que guardan la mayoría de estos documentos. Sobre todo, las cartas de los gobernadores y obispos de la Isla al rey, en las que dan cuentan de los pormenores de la sociedad cubana en este período: sus tribulaciones, esperanzas, el proceso de gestación de la nacionalidad. Transcribir cada uno de estos documentos me llevó intensas jornadas de trabajo: cotejar una letra, correcciones en la escritura, traducir los giros del idioma de la época. En resumen, tuve que convertirme casi en un nativo de la isla a inicios del siglo XVII, para poder entender lo que estaba pasando en ese momento. De este período se narran acontecimientos muy importantes: la fundación del primer hospital, que se llamó San Felipe El Real en honor a Felipe II; el primer reconocimiento geológico de Cuba (1598-1599); como consecuencia de ello, se descubrieron las Minas del Cobre de Santiago de Cuba y la primera sociedad de negros esclavos que se fundó en Cuba (en aquellos momentos llamada cofradía). Cuenta el autor, como el contrabando estaba tan extendido, que el obispo Cabezas de Altamirano se preocupaba mucho porque las mujeres iban a comprar a los contrabandistas del mismo modo que iban al mercado. Dice además, que nadie en tierra adentro (de La Habana a Santiago) quería bautizar su hijo hasta que no viniera un pirata extranjero y lo hiciera. Esto preocupaba al obispo porque iba en contra de las leyes de la iglesia y el sentido de nacionalidad. En la obra se demuestra la relación que existía entre el obispo Cabezas de Altamirano y Silvestre de Balboa: ambos trabajaron juntos, incluso Silvestre de Balboa fue escribano del obispo en Camagüey. Lo que prueba la veracidad de la obra “Espejo de Paciencia”. Si la edición, que se publicará próximamente por la editorial Libros en red, concluye con éxito, Ernesto publicará un segundo tomo de “Felipe III y la Dorada”, el cual comprende desde 1608 hasta 1621, año en que muere el monarca. Todos los documentos los conserva transcritos para contar en otro momento los secretos de una historia que han guardado celosamente durante años.

viernes, 24 de enero de 2014

Presentado el libro Las puertas abiertas del cuerpo de Manuel Navea, escritor bayamés radicado en Cárdenas.

Por: Antonio Nores.
El viernes 17 de enero a las 3:00 de la tarde se presentó en el Centro de Información y Documentación del CCRD-Cuba el libro Las puertas abiertas del cuerpo de Manuel Navea, escritor bayamés, radicado en Cárdenas, en su primera presentación en nuestra ciudad. El espacio fue conducido por el escritor y amigo Rafael Vilches quien de manera amena hizo un recorrido por los inicios literarios de Navea, su anterior libro y otras publicaciones. En los 14 cuentos que integran Las puertas abiertas del cuerpo se aprecia la madurez narrativa alcanzada por Navea junto a un buen trabajo de edición. Historias para reflexionar que, al decir de Vilches: … desandan la cotidianidad del cubano. Con ellas Manuel Navea entretiene y nos amordaza como verdaderos testimoniantes… son relatos que exploran los conflictos más humanos y profundos: la muerte de los seres queridos, la ética enfrentada a las carencias, la infidelidad… Posteriormente, el autor leyó tres de sus cuentos Familia es Familia, Vicio de lejanía y Reproducción, en ellos destaca ese espectro amplísimo de temas, los argumentos contundentes, la fluidez narrativa, las atmósferas muy bien logradas, la expectación, la experimentación del lenguaje, el elevado nivel de realidad hacen de Las puertas abiertas del cuerpo una obra madura e impactante. Necesidades Autor: Manuel Navea. Tomado, con permiso expreso de su autor, del libro Las puertas abiertas del cuerpo, que acaba de publicar Ediciones Matanzas. Escribió con gesto rápido: ῎Necesidades, dos puntos…῎ Frente a él un trozo cuadrado de cielo azul, limpísimo, sin nubes; al lado, un mapa de la Isla. ῎Necesito un par de alas…mejor, necesito un avión῎. La madre, tocando a la puerta, te llamó Luisito, que quiere hablar contigo. ῎Necesito un celular ῎. A lo lejos, como un sonido que se disuelve en el aire, escuchó la música de la nueva serie de aventuras. Trazó líneas agitadas, muchas, en el papel. ῎Necesito un televisor῎. La madre, nuevamente, que es la cuarta, que te digo que te bañes. ῎Necesito una pistola῎. La letra era rabiosa, firme. En otro cuarto la hermana puso a circular un ruido con guitarras y gritos de salvajes, seguramente peludos. Garabateo: ῎Necesito una casa῎. La madre, otra vez era Luisito, que te acuerdes de lo del sábado. Sonrió. ῎Necesito más yerba…῎. Y que te bañes. Era la quinta. Pero no quiso escuchar y buscó en una gaveta una foto. Volvió a sonreír y añadió con grandes letras: ῎NO NECESITO CONDONES῎. Su entrepierna recordaba aún la boca sinuosa de la muchacha de la foto. ῎Necesito otro pene῎. Un cosquilleo tibio empezó a subirle por el cuerpo, excitándole. Trató de distraerse y miró a cuadro de cielo azul, limpísimo, sin nubes. Suspiró hondamente. Tomó la hoja de papel, hizo una pelota y la lanzó al cesto en una parábola demasiado corta. ῎Necesito puntería῎, pensó mientras se arrastraba lentamente hacia la silla de ruedas.

viernes, 17 de enero de 2014

Luces y sombras de Fray Candil.

Por:Dino Amador Allende González Máster en Ciencias Históricas Tomado de la revista Opus Habana.
De sus colaboraciones con un enfoque más cercano al análisis de la guerra hispano cubana, sobresalen «El odio al cubano» y «El asesinato de Maceo», publicados en enero y diciembre de 1896, respectivamente. En los meses posteriores al inicio de la primera ocupación militar norteamericana en Cuba, la revista habanera El Fígaro publicó una larga edición con el título de «Número-Álbum consagrado a la Revolución Cubana, 1895-1898», en el que aparecía una amplia relación de personas que habían estado vinculadas al proceso independentista a lo largo de la guerra del 95. Durante toda la contienda, este semanario había sido un defensor de las posiciones integristas; sin embargo, en esa edición aparecían retratos y referencias de los más destacados jefes mambises, así como escenas de soldados del Ejército Libertador en las primeras semanas de posguerra. Además, ocupaban un lugar destacado numerosas personalidades civiles relacionadas con la insurrección, residentes en Cuba o emigradas. En el último grupo aparecía un retrato del intelectual cubano Emilio Bobadilla, acompañado de una escueta mención: «Popular e intencionado crítico (…) a quien se debe una muy esforzada campaña en La Estrella de Panamá».1La referencia resultaba acertada, por cuanto era cierta su participación en el periodismo revolucionario desarrollado desde la emigración, pero en realidad su quehacer en esa publicación periódica no fue la única y ni siquiera la principal incursión de Bobadilla en ese perfil. Para entender la trayectoria de esta figura en el panorama de la cultura cubana en las últimas décadas del siglo XIX y principios del XX, resulta necesario hacer hincapié en un conjunto de aspectos relacionados con su vida y obra. En primer lugar, pueden encontrarse ambigüedades, imprecisiones e inexactitudes en cuanto a su fecha de nacimiento y nacionalidad, al punto de que en una prestigiosa enciclopedia hispanoamericana aparece presentado de la siguiente forma: «Bobadilla (Emilio): Escritor, crítico literario y poeta y novelista español. n. en Cárdenas, Cuba (1868-1921). Popularizó el seudónimo de Fray Candil».2 Pero lo cierto es que Bobadilla nació el 24 de julio de 1862 —y no 1868—, siendo hijo legítimo de José Sixto Bobadilla y Adelaida Lunar, ambos naturales de La Habana. Fue el segundo hijo de ese matrimonio y tuvo cuatro hermanos: Virginia Carlota, Olimpia Ángela Juana, Honorio José y Mario Alberto Sixto.3 La posición social de la familia era la propia de los sectores acomodados: el padre estaba vinculado estrechamente a la vida económica, política y profesional cardenense, así como también habanera. Profesor de Derecho Romano en la Universidad de La Habana, desde joven se aficionó al estudio gramatical del castellano; entre 1846 y 1847 editó los manuales Elementos de Gramática castellana, arreglada al uso de los niños y Tratado elemental de prosodia y ortografía, amén de colaborar con El Faro Industrial de la Habana.4 Ocupó diversas responsabilidades, entre las que sobresalió como Caballero Síndico del primer Ayuntamiento de Cárdenas; miembro de la directiva del Museo; alcalde mayor de esa ciudad y director literario del Colegio de Segunda Enseñanza «El Progreso».5 A partir de estos antecedentes, no resulta desacertado plantear la influencia paterna en el temprano interés del pequeño Emilio por los temas culturales y literarios, además de crearle una sólida base para perfeccionar sus conocimientos sobre gramática y desarrollar un estilo personal en sus obras, sobre todo en la ensayística y la narrativa. El futuro Fray Candil solo vivió en Cárdenas durante los primeros años de su infancia, ya que en octubre de 1868 estalla la primera guerra de independencia contra el colonialismo español, y, en ese contexto, la familia tuvo que marcharse al extranjero, debido a que José Sixto aparecía involucrado en los trabajos conspirativos en esa ciudad, los cuales eran dirigidos por Miguel Bravo y Sentíes, quien mantenía contactos con los patriotas orientales. Entre ambos hombres existía una relación muy estrecha, sobre todo si se tiene en cuenta que el segundo fue padrino del hijo menor del primero.6 Como resultado, en febrero de 1869, Bobadilla padre es apresado por las autoridades españolas y, aunque logró evitar ser deportado con el primer grupo de prisioneros políticos rumbo a la isla de Fernando Poo, se vio obligado a partir al exilio junto a su familia, mientras que sus propiedades eran embargadas.7 Primero se trasladaron a Baltimore, Estados Unidos, y posteriormente a Veracruz, México. Regresaron a la isla en fecha no precisada, y en 1872 el nombre de Emilio Bobadilla apareció en la lista de alumnos matriculados en el Instituto de la Habana. Allí terminó sus estudios de segunda enseñanza, y en 1877 matriculó la carrera de Derecho en la Universidad de La Habana.8 Fue a partir de estos años que inicia su participación activa en la vida cultural de la isla, especialmente las vinculadas con la literatura, pues desde su adolescencia participó en las tertulias y debates ofrecidos en el Liceo de Guanabacoa, donde tuvo ocasión de conocer y escuchar a José Martí.9 En 1881, con solo 19 años, escribió un bosquejo cómico-serio en un acto y en prosa, titulado D. Severo el Literato, y publicó el libro de epigramas Sal y Pimienta, este último bajo el seudónimo de Dagoberto Mármara. La importancia de dichos textos radica en que fueron importantes para la conformación de un estilo muy personal, caracterizado por la sátira burlesca mediante el uso del epigrama. Con un tono costumbrista, Bobadilla criticaba actitudes consideradas como frívolas y de doble moral. Sus víctimas eran, entre otros, los cobardes, los usureros y los malos escritores, con un énfasis que en ocasiones tenía carácter ofensivo. En no pocos casos su argumento abordaba personajes y situaciones referidos al pasado reciente de la colonia. Un ejemplo de ello se aprecia en D. Severo el Literato, cuando arremete contra los diletantes en literatura, encarnados en el personaje de Severo. Critica la frivolidad de un sector de la juventud cubana de su época, representándola a través de Pepillo, uno de los hijos del protagonista, quien gasta grandes cantidades de dinero en juegos y apuestas. Señala cómo los métodos empleados por este último, para tratar de poner orden en la familia, pueden volverse finalmente en su contra. Con ese fin utiliza el personaje de Homobono, hermano de Severo, y pone en boca de sus personajes frases empleadas por figuras políticas de la metrópoli, como el general Arsenio Martínez Campos.10 De hecho, varias escenas de la obra fueron censuradas por las autoridades españolas, entre las que sobresale este bocadillo en boca de Homobono: «Las familias, como los pueblos, se regeneran; y desechan el régimen que creen contrario a su honor y prosperidad, buscan violenta o legalmente, otro que les nivele a la altura de los demás pueblos».11 A la par de su labor como escritor, Bobadilla colaboraba en diversos periódicos y revistas habaneros, y dirigió los semanarios satíricos El Carnaval y Habana Cómica, con una perspectiva muy cercana a las posiciones del Partido Liberal Autonomista. Desde 1883 comenzó a firmar sus trabajos con el seudónimo de Fray Candil, y al año siguiente se dio a conocer en el campo de la poesía lírica al editar el libro Relámpagos, con una carta-prólogo de Rafael Montoro. A la promoción de este último, junto a otros candidatos autonomistas como Rafael María de Labra, Rafael Fernández de Castro y Emilio Terry,12 el joven crítico dedicó esfuerzos en la primera de las publicaciones mencionadas, entre cuyos artículos se destacan «Los ingratos» y «Los parias», a favor de las libertades públicas y los derechos de los cubanos. Por su parte, Habana Cómica prioriza la crítica literaria, si bien no faltaron alusiones a los vicios de la sociedad colonial. Sobre esta etapa de su vida, el mismo Fray Candil expresaría: «Yo, señoras y señores, he hecho algo por mi país. He dicho perrerías á los integristas y he combatido con ardor contra los malos literatos que siguen tan campantes (…) Si no he conseguido nada, cúlpese al Gobierno que no me ha hecho caso (verdad es que el Gobierno no le hace caso a nadie) y al público que quiere convencerse de que los más de nuestros escritores son guaracheros. Yo no he expuesto mi fortuna… porque no la tengo; pero he expuesto el pellejo. En un tris he estado de ir a la cárcel. Léanse los artículos de Habana Cómica y El Carnaval (q.e.p.d)».13 Sería erróneo colocar a Bobadilla en las corrientes más tradicionales del autonomismo, así como debe señalarse que no solo mantuvo vínculos con figuras de esta vertiente política, pues entre los que reconocieron y estimularon su quehacer en esos primeros años juveniles estuvieron Enrique José Varona y Manuel Sanguily. Incluso, este último aceptó escribirle una carta de recomendación dirigida a Marcelino Menéndez Pelayo, que Bobadilla llevó consigo cuando se trasladó a España en abril de 1887.14 Pero, antes, publica en La Habana su libro Reflejos de Fray Candil (1886), con una carta de Emilia Pardo Bazán y un juicio de Antonio Escobar. Fray Candil residió en la metrópoli entre 1887 y 1895, principalmente en Madrid, aunque también visitó otras ciudades y regiones de la península. En los últimos meses de 1894 e inicios de 1895 viajó a Bruselas y París, donde contrajo matrimonio con la cubana Piedad Zenea, hija del poeta Juan Clemente Zenea.15 Este acontecimiento fue reflejado por el periódico Patria, que publicó en diciembre de 1894 una nota relativa a la boda en su sección «En casa», con la firma de José Martí.16 Durante esos años ejerció sus dotes de articulista y crítico literario, con las que pronto alcanzó fama de observador agudo y polémico. Salen publicados sus libros: Escaramuzas (1888), con prólogo de Leopoldo Alas «Clarín»; Capirotazos (1890), Críticas instantáneas (1891), Triquitraques (1892), Solfeo, crítica y sátira (1893) y La vida intelectual o Baturrillo (1895). También publica un libro de poemas: Fiebres (1889). En la península, Fray Candil consolidó una posición destacada como periodista y crítico cultural, pero en ningún momento puso en segundo plano el hecho de haber nacido en Cuba e identificarse como tal. Desde que se dio a conocer en los círculos de la intelectualidad hispana, cuestionaba la postura predominante en la metrópoli al tratarse el tema de la Guerra de los Diez Años, y, dentro de la misma, el papel de los cubanos. Así, en Escaramuzas emprendió contra el autor de una pieza teatral llamada Cuba libre, identificado como el Sr. Jaques, ya que ofrecía una visión falseada sobre dicha contienda: «El señor Jaques ha tratado de ridiculizar aquella revolución que costó a la madre patria, al decir del general Jovellar, 100 mil hombres. Ni el soldado español era cobarde, ni el insurrecto un marica. »La revolución de Yara, señor Jaques, fue una revolución muy seria en la que hubo rasgos de valor espartano de parte de unos y de otros. (…) Si el señor Jaques hubiera visto, á los siniestros resplandores de un cañaveral chisporroteando, pelear á los unificadores y á los separatistas, los unos á la bayoneta, los otros al machete, puede que el señor Jaques no se burlase hoy de aquella larga y encarnizada riña entre hermanos, cuya historia se escribirá algún día, acaso con lágrimas del corazón».17 Es indudable que, en ese momento, Bobadilla todavía se hallaba influenciado por la visión típica de los autonomistas; de ahí que —en esencia— presentara a españoles y cubanos en un plano de igualdad, cuestionando la manera en que eran tratados estos últimos, pero ignorara el papel de la metrópoli en el conflicto y las causas que lo habían provocado. Sin embargo, para mediados de los años 90 del siglo XIX, su percepción sobre la situación de las relaciones entre España y Cuba lo identificaba con los puntos de vista más cercanos al independentismo. Prueba de ello es La vida intelectual o Baturrillo, cuyo título sugiere el predominio de temas literarios, aunque el autor aborda con un enfoque crítico la situación social de España. Tras caracterizar positivamente la figura de Enrique José Varona, sobre la situación cubana expresa: «Los males económicos y los desaciertos políticos no se combaten con protestas retóricas, sino con una administración honrada y entendida y una política de “ancha base” (…) los conflictos sociales no se arreglan con solo subirse á la parra. Si todos, republicanos y monárquicos, convinimos en que aquello está pésimamente gobernado y que sigue siendo, como pensaba Cervantes, “refugio y amparo de los desesperados de España”. ¿Por qué alarmarse de que la tendencia á la libertad, ingénita en el hombre, se rebele contra las imposiciones arbitrarias?».18 Esto explica el hecho de que, si bien fue en la península donde su obra obtuvo el reconocimiento a los ojos de la intelectualidad hispanoamericana, Fray Candil terminara abandonando España, pues tal y como expresó en carta dirigida a Rafael Montoro, «mi dignidad me prohibía permanecer en un país donde á diario se injuria á mis compatriotas».19 Salió en los últimos días de mayo de 1895 rumbo a Francia, y estableció su residencia en París, donde se vinculó de manera activa con los revolucionarios cubanos residentes en esa ciudad. Antes de terminar ese año, había efectuado una contribución a los fondos de la causa independentista por la suma de cien francos, y su actuación fue resumida en una investigación sobre la colonia cubana en París de la manera siguiente: «Bobadilla Lunar, Emilio: Nacido en Cárdenas el 24 de julio de 1862, muere en Biarritz el 2 de enero de 1921. (…) Franca actividad patriótica desde 1895: entregas, sin embargo, escasas. Su seudónimo: El Mambí. Uno de los principales redactores de [La] República Cubana, bajo seudónimos humorísticos diversos. (…) Vive en la calle de Courcelles, París 8».20 En cuanto a su colaboración con la prensa revolucionaria, la más sobresaliente se encuentra en La República Cubana, publicación bilingüe que editaban los revolucionarios cubanos en París bajo la dirección de Domingo Figarola Caneda. Acerca de este periodo no resulta exagerado plantear que, desde la aparición de esta revista a inicios de 1896 hasta su desaparición en el segundo semestre de 1897, Bobadilla fue uno de sus colaboradores más activos. Entre artículos de corte analítico y epigramas satíricos, estos últimos publicados en las secciones «Choteo» y «Al Machete», Fray Candil dio a conocer más de 70 trabajos, de los cuales 16 aparecieron con los seudónimos de El Mambí, el Arzobispo de Magarabomba, Perfecto, Antonio Cánovas de la Choza, Grito de Yara, Pausanias y Miguel de Cervantes Saavedra.21 En el caso de sus trabajos satíricos, los blancos de estas andanadas impresas solían ser personajes políticos y periodistas españoles que escribían sobre Cuba y su lucha contra la metrópoli, amén de las declaraciones, comunicados y partes oficiales que defendían los intereses del bando colonialista. Entre los primeros se cuentan el periodista Luis Morote, el Capitán General Valeriano Weyler y el jefe de gobierno Antonio Cánovas del Castillo, al que dedicara los siguientes versos: Y se atreve el Imparcial/ Llamar sabio a ese…animal/ Que su vanidad siniestra/ Ha causado tanto mal/ A su patria y á la nuestra.22 De sus colaboraciones con un enfoque más cercano al análisis de la guerra hispano cubana, sobresalen «El odio al cubano» y «El asesinato de Maceo», publicados en enero y diciembre de 1896, respectivamente. En el primero de ellos, Bobadilla argumentó las razones por las que el gobierno de Madrid persistía en su empeño de mantener el control sobre la Isla, al tiempo que analizaba objetivamente el papel desempeñado por Martínez Campos, y alertaba sobre lo que significaría el mandato de Weyler para los cubanos, al considerar que «sería implantar en Cuba, en la persona del general Weyler, el régimen del terror».23 Por su parte, en el artículo sobre la muerte de Maceo, Fray Candil intentó explicar las causas que provocaron su caída en combate, a partir de la información disponible en ese momento sobre el combate de San Pedro y las contradicciones mostradas por las fuentes españolas al abordar el suceso. No es descartable que, en algún momento, Bobadilla habría viajado a España con el fin de acopiar sobre el terreno la información necesaria para su trabajo en el periodismo revolucionario y, en particular, la relacionada con este suceso. En ese caso, la principal virtud de este artículo estaría en el hecho de haber sido, hasta donde se conoce, el único material que reflejó desde la metrópoli la muerte de Maceo, con la óptica de un periodista cubano que escribía para un órgano de prensa favorable a la independencia.24 A la par de su desempeño en el periodismo independentista, Bobadilla estrechó relaciones con los revolucionarios cubanos y puertorriqueños establecidos en Francia, entre los que se hallaban Ramón Emeterio Betances, Domingo Figarola Caneda y Vicente Mestre Amábile. Hizo amistad con el Mayor General Calixto García Iñiguez, a quien ayudó económicamente después de que escapara de Madrid, y con el que mantuvo correspondencia, una vez que este último se trasladó a Estados Unidos para organizar la expedición que lo regresaría a Cuba en 1896.25 En septiembre de 1897, coincidiendo con el cierre de La República Cubana por falta de fondos, Fray Candil partió rumbo al continente americano, con escala en Nueva York. Llevaba una carta de Betances que lo presentaba ante el Delegado del Partido Revolucionario Cubano, Tomás Estrada Palma, y durante su estancia fue abordado por el vicecónsul español en esa urbe para proponerle que colaborase en el periódico integrista Las Novedades con artículos a favor de la autonomía, que le serían renumerados con un salario de 200 dólares mensuales.26 Esta oferta fue rechazada por Bobadilla y en una carta que le escribiera desde Panamá a Enrique Trujillo, director del periódico independentista El Porvenir, expresa: «Yo estoy contra los que matan á mis hermanos. Es cuestión más de decoro que de patriotismo».27 Finalmente embarcó hacia Colombia, tras aceptar un empleo ofrecido por la New York Life Insurance Company como corredor de seguros, por lo que le pagaban el mismo salario que le ofrecían en Las Novedades, más algunas comisiones.28 Al llegar a Panamá —por entonces una provincia colombiana—, Fray Candil comenzó a colaborar en el periódico La Estrella de Panamá, encargándose de publicar una crónica semanal de crítica literaria y otros trabajos que aparecieron en una columna titulada «Política al vuelo». Aquí publicaría artículos a favor de la independencia de Cuba, como el que tituló «El carácter cubano», del que reproducimos este fragmento: «Pocos pueblos han dado pruebas de un heroísmo tan grande como el pueblo cubano. Una sola generación se ha sublevado tres veces en el espacio de treinta años, contra la dominación española. El fenómeno merece estudiarse. Cuando un pueblo insiste, hay que admitir que debe serlo. Cada país tiene el gobierno que se merece, se ha dicho, y es verdad. El cubano se niega a seguir bajo el yugo español. No se resigna mansa y servilmente a llevar una vida de ilota, no quiere seguir arrastrando la existencia miserable del siervo. Tiene sobrada personalidad —digan lo que digan los que no conocen la índole del temperamento cubano— para regirse por si mismo».29 La reacción de la legación española en Colombia fue presionar al gobierno de la época, presidido por Miguel Antonio Caro, del Partido Conservador, a fin de que obstaculizaran la presencia de Bobadilla en el país. Una vez aceptadas estas gestiones por parte de las autoridades colombianas, el ministro de Relaciones Exteriores de ese país «ordenó directamente al gobernador del departamento de Bolívar, que le prohibiera el acceso a lo interno del territorio nacional», bajo la acusación de ser un anarquista y en base a ello llegó a plantearse su expulsión del país.30 Esta situación derivó hacia una polémica que repercutió en la prensa colombiana e, incluso, trascendió hacia el exterior.31 De hecho, con el caso de Fray Candil se creaba un precedente, pues a la arbitrariedad de esta medida se agregó la circunstancia de que el canciller colombiano se había extralimitado en la aplicación de funciones que correspondían al Ministerio de Gobernación. Entre los participantes en la discusión del caso no faltaron quienes, de hecho, emplazaron al poder ejecutivo a explicar las verdaderas razones por las cuales se habían tomado medidas tan severas. A fin de cuentas, estas intrigas no prosperaron y no pasó mucho tiempo sin que el mismo gobierno levantara la prohibición de ingresar al interior del territorio nacional, por lo que Bobadilla pudo recorrerlo a su antojo y acopiar informaciones y experiencias que posteriormente le sirvieron en su labor como escritor. Por otro lado, en el tiempo que permaneció en Colombia, no perdió el vínculo con los que, desde ese país suramericano, respaldaban la lucha de los cubanos contra España, como lo demuestra un anuncio impreso en abril de 1898 por los miembros del Club Cubano «Rius Rivera», con sede en Barranquilla. En este aparece Fray Candil como invitado de honor a uno de sus actos, amén de las actividades de agasajo y reconocimiento que le hicieron en otras ciudades, incluyendo Bogotá, donde fue recibido por el representante del Partido Revolucionario Cubano en Colombia, Rafael María Merchán.32 Tras terminar la guerra de Cuba con la derrota española y el inicio de la intervención y primera ocupación militar por parte de Estados Unidos, Bobadilla no regresó a su patria, sino que continuó viaje por el continente americano y, el 20 de julio de 1900, volvió a París. En la capital gala continuó desarrollando su quehacer como escritor y crítico, llegando a publicar en 1905 la novela A fuego lento, considerada la más lograda de sus obras en el campo de la narrativa y que fuera traducida al francés en 1913 por Glorget. Durante esos años fue asiduo colaborador de varias publicaciones cubanas, entre las que sobresalen La Discusión, la entonces flamante revista Bohemia, y, de manera muy especial, El Fígaro, a la que entregó varios artículos identificados con el apéndice «Notas en el puño de la camisa». Desde 1909 trabajó vinculado a la Secretaría de Estado, como representante de Cuba en el consulado de Bayona, y ese mismo año publica en París su libro de crónicas Con la capucha vuelta. Entre abril de 1910 y enero de 1911, Fray Candil regresó a su Cuba, donde vivió cerca de un año, en un periplo sazonado por homenajes de instituciones habaneras y varios de sus conocidos, entre los que se destacaron Manuel Sanguily y Rafael Montoro. Fue elegido miembro de las recién creadas Academia de la Historia de Cuba y Academia Nacional de Artes y Letras. Asimismo, en el transcurso de su estancia, se familiarizó con el ambiente político, la vida social habanera y viajó por varias poblaciones de la provincia de Las Villas, incluida Santa Clara.33 Sería esta la única vez que Bobadilla visitó su patria, pues a inicios de 1911 embarcaba hacia Europa y se reintegraba a sus funciones como diplomático. Posteriormente asumía la responsabilidad de representante consular en Biarritz, ciudad donde falleció en enero de 1921, víctima de una enfermedad respiratoria. Sus restos quedaron en el cementerio de esa localidad. Poco antes de su muerte, dispuso que los casi 1200 ejemplares de su biblioteca personal fuesen donados a la Biblioteca Nacional de su patria.34 Emilio Bobadilla (Fray Candil) fue sin dudas alguien con una trayectoria compleja. Su personalidad era la de un hombre prolífico en su interés artístico y humano; ferviente admirador de la modernidad y con un pensamiento filosófico marcado por las corrientes del naturalismo, el realismo y el positivismo. Convencido de la necesidad de la instrucción de las personas, era un defensor del conocimiento científico y profesaba un fuerte sentimiento anticlerical. Tajante y con un estilo agresivo en muchos de sus juicios, resultaba controversial para sus contemporáneos. Esta situación se agudizaba debido a su afán protagónico y su carácter sumamente emotivo, propenso a discusiones acaloradas. De ello dan muestra sus críticas intempestivas a Emilia Pardo Bazán (1851-1921) y el duelo que sostuvo con Leopoldo Alas «Clarín» (1852-1901), figuras ambas a quienes el cubano había elogiado en su momento. Por otro lado, en los análisis sobre temas políticos y sociales, Fray Candil partía de una formación eurocéntrica. Su enfoque potenciaba los aspectos étnicos y geográficos; solía extrapolar la importancia de los factores biológicos y geográficos por encima de los sociales, de ahí que si bien pueda ser considerado un hombre progresista y con ideas liberales, su actitud fue en esencia la de un reformista: crítico de los males de su época, pero al mismo tiempo un convencido de la necesidad de la estabilidad y el orden en el seno de la sociedad, lo que consideraba básico para paliar las desigualdades existentes en la misma. A pesar de ello, no es posible ignorar la figura de Fray Candil dentro de la intelectualidad hispanoamericana de su época. Su posición política consecuente a favor de la independencia de Cuba, su constante seguimiento de la realidad cubana que le tocó vivir, así como lo multifacético de su quehacer intelectual lo ubican como un personaje ciertamente polémico en vida y obra, pero ante todo y por siempre, cubano.

miércoles, 15 de enero de 2014

¿Quién era Fray Candil?

Por: Gina Picart Tomado de la web: www.cubaperiodistas.cu/baul/159.html
Hace poco unos amigos y yo teníamos ganas de hacer una revista. Queríamos que fuera cultural, con todos los géneros literarios menos teatro, y que hablara también de cine. Pero de un modo especial, queríamos que fuera una revista de ensayo y crítica. Crítica de verdad, no la pasamanería a que estamos acostumbrados desde hace décadas, desde que desapareció la polémica respetuosa, enjundiosa, inteligente, para ser suplantada por la adulación más cínica, la agresión vulgar o el más encantador silencio. Y concebida ya en estos términos nuestra publicación digital, pasamos a lo que sigue: ¿cómo se iba a llamar? Nos parecía muy bueno ese nombre de Islíada, que el equipo de El Caimán Barbudo encontró para su revista, así que nos pusimos a cavilar, y un día de esos en que me siento particularmente en huelga contra el mundo, escribí a mis amigos preguntándoles si les parecía bien que nuestro bebé nonato se llamara Fray Candil. Intelectuales y cultos como son los dos, accedieron, aunque con alguna reserva: ¿Saben los cubanos actuales quién fue Fray Candil? ¿Qué tan respetables fueron sus juicios críticos? Eran dos excelentes preguntas, pero las respuestas no lo son tanto. Cuando empezamos a pesquisar entre el mundillo literario, los más jóvenes, que son también el grupo más numeroso, no conocían a Fray Candil, o solo sabían que se llamaba Emilio, y no estaban seguros de si lo que seguía era Bobadilla a secas, o una de esas partículas aristocráticas que añaden tanto lustre al Pérez más insignificante, de Bobadilla. Unos pocos habían oído decir que fue un feroz detractor de Rubén Darío, y la opinión general era que Fray Candil encarnó el típico perfil del maldiciente envidioso. Cuando digo general, es para no decir escasa. Esa ignorancia feliz o ese desvergonzado olvido me encantaron, y sin miramientos impuse mi criterio de única dama en nuestro trío de futuros revisteros: nuestra criatura se llamaría Fray Candil. No puedo asegurar que el título fuera bueno…, pero de que la aventura prometía ser divertida bajo la advocación de semejante patrono, ¡lo prometía! No sé qué sucedió… Mientras Islíada engordó y creció como el cerdito pródigo del cuento, Fray Candil fue perdiendo sustancia hasta que pasó al mísero estado de ectoplasma. Tal vez nos faltan ya el ímpetu y la osadía de la juventud…, o nos duelen los huesos cuando llueve mientras soñamos sentados en las mesitas del Hurón Azul, o sabemos demasiado bien que los Bobadillas son una estirpe condenada a cien años de soledad que no tiene una segunda oportunidad sobre la Tierra… Emilio Bobadilla y Lunar nació en Cárdenas, Matanzas, el 24 de julio de 1862, bajo el signo de Leo, como demuestran sus números natales, y quizá lleve sus genes el célebre escritor matancero del género policiaco Lorenzo Lunar Cardedo. Y quizá no. Hijo de un concejal y profesor universitario, desde niño viajó con su familia a Baltimore, Veracruz, y Madrid, para regresar finalmente a La Habana, en cuya Universidad comenzó sus estudios de abogacía. Comenzó a colaborar en El Amigo del País. Fue director de los semanarios satíricos El Epigrama(1883) y El Carnaval (1886), donde hizo famoso el seudónimo de “Fray Candil”. Colaboró además en La Habana Cómica, Revista Habanera, El Museo, La Habana Elegante, Revista Cubana, El Radical, El Fígaro y La Lucha. Viajó por Europa y vivió mucho tiempo en París y en Madrid, donde se estableció en 1887. Allí, en la Universidad Central, se graduó de Doctor en Derecho Civil y Canónico (1889). Al estallar la guerra del 95 estuvo unido, en París, a los emigrados cubanos. Viajó por Holanda, Italia, Bélgica, Dinamarca, Inglaterra, Colombia, Venezuela, Puerto Rico, Panamá y Nicaragua. En Madrid, sus trabajos aparecieron en Madrid Cómico, El Liberal, El Imparcial, La Lectura,Nuestro Tiempo y La Esfera. En París colaboró en La Nouvelle Revue, La Revue Bleue, Le Figaro, La Revue de Revues, La Renaissance Latine y Le Gil Blas. Colaboró además en Athenaium, de Londres; La Prensa Libre, de Viena; y en La Estrella, de Panamá. En 1909 volvió a Cuba por dos años. Fue nombrado cónsul de Cuba en Bayona y más tarde en Biarritz. Era miembro de la Academia de Historia de Cuba y de la Academia Nacional de Artes y Letras. Dejó inéditos los libros La ciudad sin vértebras y De canal en canal, y su bosquejo cómico-serio en un acto y en prosa Don Severo el literato. Su novela A fuego lento fue traducida al francés en 1913 por Glorget. Escribió varias obras teatrales que no fueron impresas, pero sí representadas. Utilizó los seudónimos Dagoberto Mármara,Pausanias, Perfecto y otros. Estos datos los he copiado textualmente de Wikipedia, porque no tiene sentido escribir el párrafo yo misma cuando ya alguien lo hizo tan bien en la enciclopedia más célebre de nuestro tiempo, ¿verdad? Es de suponer que la elección de su nombre de guerra, Fray Candil (que me hubiera gustado escribir en francés para complacerlo, pero cuya ortografía me resulta riesgosa), fuera un acto absolutamente carente de inocencia, y en sí mismo toda una declaración de principios. Bobadilla debió tener en mente a aquel filósofo griego tan conocido, el cínico Diógenes, o Diógenes el cínico, como se prefiera colocar el adjetivo, quien se metió desnudo en un tonel a manera de toga filosofal, y recorría Atenas a toda hora, candil en mano, respondiendo a quienes le preguntaban por qué la lámpara a pleno sol, que andaba “en busca de un hombre honrado”. Me pregunto si Diógenes podría sostener el tonel a una altura discreta únicamente con su mano libre, pero no es eso de lo que se trata aquí. Wikipedia describe a nuestro Bobadilla como “de temperamento agresivo, mordaz y desenfadado, fue también muy culto y poseía un estilo muy personal, fuerte y vigoroso”. Nadie mejor que un bilioso para reconocer a otro, así que, para mí, el hombre era un bilioso de marca mayor (ya se sabe, aquello de los cuatro temperamentos: sanguíneo, nervioso, flemático y bilioso), lo que en dosis juiciosas conviene a quienes pretendan ejercer la crítica literaria, porque la disposición para encontrarlo todo mal suele impedir que los críticos lo encuentren todo bien, lo cual no es saludable para una profesión que pretende formular juicios de valor sobre las obras ajenas. Aunque suene paradójico, cierta dosis de encono genético ayuda a mantener la objetividad, y sopra tutto, como dicen los italianos, facilita encontrar con mayor rapidez y eficacia el modo directo de llamar las cosas feas por su nombre. Un bilioso jamás será ambiguo. El caso es que Bobadilla no era un crítico del tipo perdonavidas ni del tipo lambiscón, sino que arremetía contra cualquiera, sin dejarse intimidar por nombres y prestigios. Le fue encima en más de una ocasión, con todo su arsenal de virulencias, a figuras de la talla de Enrique José Varona y Manuel Sanguily, ambos de grandeza intelectual y moral que no pongo en duda, pero que tuvieron también sus buenas pifias, como, por solo citar un ejemplo, la actitud negativa de Varona ante Julián del Casal, y si bien no fue el único detractor del pobre poeta, como lo llamara Martí, fue uno de los más importantes denostadores del tísico de Puentes Grandes. Según Max Henríquez Ureña, “en Bobadilla parecía haberse estereotipado el procedimiento de juzgar un libro en cuatro palabras, mientras más zahirientes, mejor. En vez de atenuarse su desenfado para emitir juicios caprichosos, se hacía más intenso con los años. No daba cuartel ni a los que le habían dado respaldo y testimonio de amistad al empezar su actividad literaria”. Bobadilla fue un polemista enconado que siempre tenía bien aceitada su tea incendiaria, y quienes se atrevieron en su día a responderle, ripostarle o plantarle cara, no escaparon sin una rociada letal de los peores ultrajes, porque Bobadilla no conocía límites y sus chorros de vitriolo eran más prestos e hirientes que los dardos más afilados. Tuvo una capacidad difícilmente igualada en su tiempo para la ironía, el sarcasmo, lo sardónico, y un tipo de humor que iba a partes iguales entre el ingenio, lo macabro y la crueldad. Era, además de un intelectual brillante, un hombre de acción que no vacilaba en pasar de la letra con filo al filo del estoque. Fue un duelista contumaz y temerario, que no tenía nobleza para dejar ir en paz al oponente, como demuestra el muy mentado episodio de su duelo con el escritor español Leopoldo Alas, Clarín, quien tuvo la lamentable ocurrencia de baladronear antes del enfrentamiento, asegurando a quienes quisieran escucharle que aquel duelo con el cubano sería tan sencillo “como coser y cantar”. Pero los hechos no le concedieron la razón, pues los padrinos tuvieron que suspender la contienda cuando Bobadilla hincó su sable dos veces en la carne de Alas, infligiéndole cortes profundos en la boca y un brazo. Intervino el médico que presenciaba el encuentro, y cuando comenzó a coser las heridas de Alas, Bobadilla rompió a cantar. Pareció a algunos presentes que tal conducta era una muestra de insensibilidad y de mal gusto por parte del cubano, y como se atrevieran a hacérselo notar, Bobadilla contestó con la mayor displicencia: “¡En absoluto!, lo que pasa es que el pronóstico de Clarín se ha cumplido, y a él lo están cosiendo, mientras yo canto”. La historia de la literatura hispanoamericana ubica al Bobadilla narrador en la corriente del naturalismo, y de hecho en muchas de sus páginas, lo mismo periodísticas que literarias, citó con frecuencia a Emile Zola, y muchas páginas de sus novelas reflejan influencia de los postulados estéticos de este autor. Se comportó como un detractor del modernismo, y no solo por sus ataques a Rubén Darío, de quien llegó a escribir: “De […] ese pelafustán jactancioso que imagina realmente ser un gran poeta (¡tanto se lo han dicho por ahí!)— he de hablar largo y tendido en otra ocasión, no porque lo merezca, sino porque a fuerza de repetir que es un gran poeta, va habiendo ya algunos mentecatos que lo creen”. Sin embargo, en los pocos poemas suyos que he podido leer, está incuestionablemente presente una melancolía muy afín con el espíritu de este movimiento poético. Véase un ejemplo del estro de Bobadilla, que tanto hace recordar aquellos mejores versos de Darío: “Juventud, divino tesoro/ ya te vas para no volver./ Cuando quiero llorar no lloro/ y a veces lloro sin querer” El carmín en la rosa; en el nardo, la nieve: En el mar, lapizlázuli; en el cielo, zafiro; En el árbol la fruta; la mariposa leve En el aire temblando, con caprichoso giro. Primavera fecunda, estación de las flores, De la luz, de la vida que vuelve vigorosa: En la atmósfera tibia capitosos olores: En las tardes de oro, música voluptuosa… Yo no sé qué tristeza como el otoño tienes, ¡Oh, primavera irónica, para el que ya ha vivido, Tan avara en sonrisas cual pródiga en desdenes! Contemplando tus pompas sollozo y me estremezco Cual si voces de muerte me hablasen al oído. Todo renace, todo, menos yo que envejezco. Posiblemente se tratara de un caso típico de envidia artística, pues, a juzgar por este poema, uno de los pocos que tengo de Fray Candil, aunque conozco peores poetas que él, Darío lo cubría con su sombra como el Everest a un árbol, sin que por ello el gran nicaragüense dejara, en ocasiones, de ser algo cursi, aunque jamás haya sido unpelafustán. Emilio Bobadilla murió en Biarritz, Francia en 1921. Por su temperamento y por lo afrancesado de su pluma, me tienta calificarle de apache de las letras. Fue todo lo que sus contemporáneos, desde los más necios hasta los más ilustrados, dijeron de él, y también un hombre frustrado a pesar de haber alcanzado apetecibles posiciones sociales. Es posible que tuviera lo que en psiquiatría se ha dado en llamar una personalidad litigante, canalizada a través del periodismo y la literatura, pero sus poemas reflejan un costado melancólico, casi depresivo de esa misma personalidad agresiva y en extremo chocante. De cualquier modo, y sin hacer antesala con el doctor Freud para intentar comprenderle, hay que reconocerle a Bobadilla que, a pesar de todo lo que le han reprochado sus contemporáneos —no hay que olvidar que fueron también sus víctimas—, y aunque sus juicios críticos pecaran con frecuencia de una vehemencia mal encausada que lo inducía a error, Bobadilla poseyó tres encomiables virtudes, siempre tan necesarias para quienes ejercen la crítica. La primera, su vasta cultura, de la que ningún crítico que se respete puede carecer o poseer cuota insuficiente; la segunda, cumplió a cabalidad con el mandato “los críticos no tienen amigos”, que significa, exactamente, que a la hora de hacer crítica literaria, ni en primer ni en último lugar debe tenerse en cuenta el grado de relación personal que une a crítico y criticado, es decir, ni beso porque te quiero ni mueca porque te odio; y la tercera de estas virtudes, que bien pudieran merecer el calificativo de teologales, es el coraje. Bobadilla no tuvo miedo de decir lo que pensaba, no temió represalias, ni a perder el favor de protectores y amigos. Su compromiso mayor lo tuvo con su profesión, con la labor a la que escogió entregarse, y en ese sentido sigue siendo un ejemplo a imitar, en una sociedad donde la crítica de arte, pero en especial la crítica literaria, es la viva imagen de una soprano que tiene calva la lengua, vacía de papilas, lisa e incapaz de emitir sonidos, cuando no se comporta como el coro de ranas de Aristófanes o como una falange con grebas depapier maché. Con todos sus errores, los fray Candil hacen menos daño que la caterva de oficiosos complacientes o verborreicos sin nada sustancial que decir que nos inunda como la ola de Forjita. Emilio Bobadilla no merece el olvido. Fuente: CUBARTE


"De amar las glorias pasadas se sacan fuerzas para adquirir las glorias

nuevas".

José Martí



“… la HISTORIA NOS AYUDARÁ A DESCUBRIR LOS CAMINOS DE HOY Y DE MAÑANA, A MARCHAR POR ELLOS CON PASO FIRME Y CORAZON SERENO Y A MANTENER EN ALTO LA ESPERANZA (...)”.

RAMIRO GUERRA