miércoles, 18 de diciembre de 2019

Sabe a ferrocarril

Por: MsC Lorena Martínez Faxas Esta es la crónica de una cardenense que estuvo en la reinauguración del Museo del Ferrocarril representando de alguna manera a nuestra ciudad, que fuera soberana de los caminos de hierro, reinado también perdido de su actualidad.
Me invitaron al acontecimiento. No me colé, ni asistí ocasionalmente. Era una cita de honor, el único evento vinculado al 500 aniversario de la capital en el que estuve presente con propiedad y puedo asegurarles que participar fue orgullo mayor de este 2019. Es que hablamos de locomotoras, vagones, rieles, taquillas, gorras, uniforme, arrastre, cambios, casillas, guías, itinerarios, tiquetes, tranvías, vapor, vías y olvidamos que la historia de Cuba puede ser contada a través de sus trenes, mundo único, variado, porque una locomotora tiene mucho que decir, es muchas cosas, sabe a tradiciones, viajes, aventura, azúcar, fuerza y prosperidad. A las 9, con puntualidad inglesa, llegados los invitados principales, se develó la tarja dorada que identifica a la estación con las obras dedicadas al 500 aniversario de La Habana y fue cortada la cinta que permitía la entrada a la Estación de Cristina (Ferrocarril del Oeste) fundada en 1861. Era el lunes once de noviembre de 2019 y el olor a pintura fresca competía con el humo de ¿algarrobo?, que expulsaba la pequeña locomotora, maqueta viviente del lugar. La reinauguración del Museo del Ferrocarril implicó un fuerte trabajo, increíble casi, en las actuales condiciones económicas del país, pero se hizo. Era imprescindible reforzar la importancia de este sector, su carácter identitario ante habaneros, visitantes, turistas, pueblo en general. Por haber sido el séptimo país en el mundo en desarrollar este medio de comunicación, incluso antes que en la propia España, la historia del ferrocarril cubano, sintetizada en este Museo goza de una importancia universal. Ante visitantes, sentados y “de a pie” La Junta, imponente decana de los caminos de hierro coloniales y restaurada para la ocasión. Fue la locomotora numero veintitrés llegada al país (1843), construida un año antes por una firma norteamericana de Nueva Jersey, la que inauguraría el tren Matanzas/Sabanillas y la más vieja conservada en la actualidad. Ella es uno de los pocos Monumentos Nacionales que no son bienes inmuebles existentes en el país. Caracterizan ahora al Museo un diseño contemporáneo, útil, educativo pero para nada académico, cerrado sino amplio, de salas atrayente, espaciadas las muestras y con una inteligente mirada hacia su explotación turística y cultural. En la luminosa nave y su prolongación expositiva se unen lo útil y lo necesario con una mirada lúdico formativa, de un buen gusto raigal. Todo este montaje y sus posibilidades han sido patrocinados, en su mayoría, por la Oficina del Historiador de la ciudad y tienen en la historiadora del transporte Mercedes Herrera Solórzano un ángel de la guardia sin igual. Fue necesaria una inversión realmente importante, afirmó en la reinauguración Michael González, director de Patrimonio de la Oficina del Historiador. Se recuperaron viejas locomotoras de vapor que se encontraban abandonadas en centrales o al aire libre, las cuales se restauraron acá en el inmueble por jóvenes egresados de la escuela taller de la propia oficina y especialistas en su restauración. Fue necesario un arreglo perimetral, cambio de techos sin que perdieran su carácter patrimonial; alargamiento de vías, reconversión de locales; resanación de paredes; creación de un espacio para descanso, expansión y espera del tren que está por llegar, revisión de fondos, una mirada holística, especial. Un lugar casi mágico y preparado para el descanso momentáneo del visitante es la Sala de Espera con sus bancos intemporales y plantas de agradable verdor. Al frente del área, no podía faltar la inevitable taquilla de Venta de Boletines con todos los detalles de un antes que ya es solo un sueño hoy. Carteles sobrios, elegantes, concisos y, a la vez, explicativos, obligan a detenerse a los visitantes en cada una de sus leyendas. La sala del Ferro/modelismo encierra un tesoro sin igual para cualquier cardenense algo motivado por la historia y patrimonio de su ciudad: la maqueta mayor de la sala rememora a esa meca ferroviaria que fuimos. Disfrutar de la excelencia de la curaduría y rehabilitación del Museo del ferrocarril ubicado en la Estación de Cristina (Oeste), ubicada en Cuatro Caminos, La Habana, trajo a mi memoria aquel proyecto que hace ya años fuera base de una tesis de pregrado, no desarrollada, de un alumno de la carrera de Estudios Socioculturales quien proyectaba la creación de un Centro de Estudios Ferroviarios (museo y áreas culturales incluidos) en nuestra Estación de trenes local. El proyecto para la Estación cardenense de San Martin, en aquel momento aun factible, nunca pasó de un sinfín de cuartillas iniciales. Una ilusión más de esas con que cotidianamente soñamos, hoy materialmente imposible no solo por su costo y falta de recursos sino por el total desuso del inmueble y el estado casi ruinoso de la que fuera considerada como una de las más elegantes estaciones de trenes de la isla hasta que en noviembre de 1912 se inaugurara la Estación Central de La Habana.

lunes, 9 de diciembre de 2019

Médicos cardenenses.

Por: MsC Lorena Martínez Faxas
A Malena, por estar durante ¡tantos años! velando nuestra salud, a Leonor ya retirada, a Chachi nuestra enfermera y a la actual médica de familia de mi Consultorio, esa muchacha inteligente y amable cuyo nombre vergonzosamente no me sé El 3 de diciembre los cubanos celebramos el Día de la Medicina Latinoamericana, como homenaje a Carlos J. Finlay, el médico cubano que descubrió el agente trasmisor de la fiebre amarilla. Para todos y todas los amigos (as) que estudiaron esa humana carrera, para los doctores que me han ayudado en innumerables ocasiones este trabajo que quiere recordar algunos detalles dela historia de su profesión en nuestra ciudad. No sabemos mucho de behíques, médicos o hechiceros que vivieran entre los aborígenes primeros dueños de nuestras cavernas y costas, pero creo poder afirmar que, a pesar de ello, en materia de ciencias para la salud, los cardenenses atesoran una rica historia y exhiben instituciones que forman parte del patrimonio nacional. La ciudad fue cuna de numerosas figuras médicas que se distinguieron como especialistas, profesores universitarios y autoridades sanitarias. Prueba de esto es que a ocho años de fundada, en 1836, el Dr. Francisco Barrinat instaló en Cárdenas la primera farmacia que ofrece servicio a la población. Dicha botica fue nombrada San Juan de Dios, y estaba situada en la calle Real esquina a Obispo. La inauguración del Hospital de caridad Santa Isabel, teniendo por principales benefactores a Gertrudis Gómez de Avellaneda y su esposo, el coronel Domingo Verdugo, fue una de las más notorias actividades realizadas durante los festejos vinculados a la develación de la estatua de C. Colón, en 1862. Tres años después, (1865) llega a Cárdenas un enviado del Emperador Napoleón III, el doctor Dumont, quien investigaba alrededor de la fiebre amarilla. Fue ayudado por los doctores locales Alejandro C. Biart Beauregard, Miguel Bravo Senties y Dionisio J. Sáez. Este último, fue uno de los galenos independentistas locales. Deportado por sus actividades conspirativas, a Fernando Poo, en marzo de 1869, logró escapar de prisión y se refugia en Cayo Hueso, Estados Unidos, no regresando a la ciudad hasta después del Zanjón. En 1872 llega a Cárdenas uno de los personajes más renombrados de su historia Cham Bom- biá, el médico chino. Habitó en una casa de la Sexta avenida, casi esquina a calle 12 (actualmente Vives entre Coronel Verdugo e Industria), junto al antiguo Cuartel de Bomberos. Era un especial. Un Robín Hood de ojos rajados quien cobraba honorarios a los ricos mientras que a los pobres no. Utilizaba yerbas, cocimientos y métodos típicos de la medicina oriental en sus tratamientos con gran éxito. Amaneció muerto una mañana en su casa en circunstancias que nunca fueron aclaradas. De él y sus maravillosas curaciones nació esa cubanísima frase popular que aún perdura: “no lo salva ni el médico chino”. El 5 de diciembre de 1881 se reúnen los médicos y farmacéuticos cardenenses para constituir una Asociación de Socorros Mutuos, el 25 de diciembre del mismo año después de discutir el reglamento y aprobarlo, acordaron enviarlo al Gobierno de la provincia para su aprobación y seleccionaron su primera directiva. No es hasta el 7 de enero de 1882 que queda oficialmente constituido, convirtiéndose en el primer Centro Médico Farmacéutico de Cuba. Su presidente no fue otro que el viejo conspirador el doctor Dionisos José Sáez, aunque otras fuentes afirman que el presidente electo fue Frank Martínez Armas, algo que no pudimos dilucidar para este trabajo. El secretario si fue otro reconocido doctor local Alejandro Neyra Rangel, delegado del Partido Revolucionario Cubano en el territorio cardenense, quien fundara el diario Crónica Liberal y fuera jefe local de sanidad. Esta fundación del Colegio Médico de Cárdenas hizo historia dentro del campo de la Medicina en Cuba por su importancia, era la primera vez que se agrupaban los profesionales de la medicina de una ciudad o territorio, además de los aportes científicos que hicieron sus miembros. En el Colegio estuvieron representados la mayoría de los médicos más importantes de la ciudad, como: Juan de Dios Rivero, Francisco Smith Gasparini, Alberto Gutiérrez, Rojas, Francisco Oti de la Fe, Tomás Ubieta, Félix Burés Molina, Miguel Ángel Iglesias Vasallo, Omar E. Vega (médico forense), Ramiro Pérez Maribona, Pedro J. Sierra, Francisco Cabral Miembros de dicha institución fueron personalidades de la salud como En medicina y ciencias, Los Doctores Leopoldo Horrego, Medardo Vitier, Los hermanos Domingo y Fernando Mendez Capote, el eminente Dr. Tomas Yanes, Fernando Betancourt Godoy, Hnos. Díaz Arguelles y Carlos Deschapelles Menocal. El 25 de noviembre de 1894 se inauguró en la ciudad la primera clínica ginecológica cubana. Su fundador, el Dr. Fernando Méndez Capote, perteneció al grupo de los estudiantes de Medicina implicados en los sucesos del 27 de noviembre de 1871 y a su vez fue el más longevo de los sobrevivientes de este brutal hecho. Desterrado a España luego de seis meses de pena en Cuba, acabó sus estudios en aquel país regresando a Cuba en 1880. Especializado en ginecología, el doctor Fernando además de atender su Clínica privada es médico en el Hospital “Santa Isabel”, del que llegó a ser director y primer cirujano, además de costear la clínica quirúrgica de dicho hospital. Participó en la creación del referido Colegio Médico local y tuvo una activa participación en las conspiraciones independentistas cubanas. Ya en la República fue representante a la Cámara y le fue otorgado el grado de Comandante del Ejército Libertador. Muere pobre en La Habana el 30 de junio de 1947. La Clínica, desde 1890, estuvo instalada inicialmente en la calle de Salud, entre Laborde y Jenez, pero fue oficialmente inaugurada el 25 de noviembre de 1894. Desde sus inicios tuvo su Reglamento de actuación, normas y otros documentos oficiales. Su anestesista fue F. Barrinat el farmacéutico de la botica de San Juan. Además en ella trabajaban como médico jefe Enrique Sáez Bringuier, ayudante José M. Verdeja y como practicante, Manuel Álvarez. En 1893, la Clínica se traslada a Coronel Verdugo No. 30 (E) entre Laborde y Jenez. Ya para ese entonces poseía un cuarto de recuperación posoperatorio y un cuarto de asepsia. Fue considerada como: “… un buen centro ginecológico el cual está al nivel de las clínicas adelantadas en Europa…” Nace la República en 1902 y muchos médicos radicados en la ciudad de Cárdenas se desvinculan de su profesión para asumir una carrera política. Tal es el caso Domingo y Fernando Méndez Capote Alejandro Neyra Rangel, Alberto de Rojas, Enrique Sáez y otros. El hospital de caridad pública Santa Isabel, aun se mantenía en 1919 como única institución hospitalaria pública gratuita, de ahí el interés del Dr. Fernando Méndez Capote, Secretario de Sanidad local de ampliar sus salas dotarlo con un pabellón de cirugía y mejores condiciones para pacientes, acompañantes y personal de salud. De la tradición iniciada por el antiguo Colegio de Médicos del pasado siglo nace la idea de colegiarse y unificarse en las condiciones de la nueva república. Los profesionales de la salud locales se reúnen el 19 de diciembre de 1925. En enero del próximo año ya dejan constituido el nuevo Colegio Médico Municipal y eligen su directiva. Esta institución cardenense contaba con 50 miembros debidamente certificados por la Escuela de Medicina de la Universidad de la Habana, muchos de los cuales habían recibido entrenamiento en especialidades en la Habana o en el extranjero. Supervisaba el cumplimiento de las reglas de ética y la calidad profesional de sus miembros. Contaban con una nutrida y actualizada biblioteca a la disposición de sus miembros además de facilidades para conferencias y reuniones científicas. También ofrecían, periódicamente, cursos de posgraduado y seminarios con conferencistas locales e invitados. A finales de la década del cincuenta el Colegio contaba con 54 miembros. En el listado aparecían la médica Aurora Elena Bacot, junto a la señorita Muñiz, fueron las dos primeras doctoras que tuvo Cárdenas. El primer presidente de esta nueva etapa de la institución fue el Dr. Enrique Sáez, coronel de nuestras guerras independentistas y amigo del Dr. Fermín Valdés Domínguez. Juntos trabajaron en la creación de hospitales de sangre durante la guerra de 1895 en la Ciénaga de Zapata. Sáez además, fue miembro de la Delegación de Veteranos de la Independencia y de la Brigada de Cárdenas. Fue el primer radiólogo cardenense. Falleció en 1948 El secretario el Dr. Ramiro Pérez Maribona, primer médico residente del barrio de Varadero en 1933), el vicepresidente Dr. Francisco Oti (fundador de la Clínica La Caridad, en Cárdenas, situada en la calle Céspedes no. 560) y su tesorero, Juan de Rojas fueron los protagonistas de la Asamblea Nacional de la Escuela Médica Cubana, evento llevado a cabo en la ciudad en enero de 1934, en el cual se defendieran propuestas de mejoras para el personal sanitario público. Allí se tomaron importantes acuerdos en beneficio de los trabajadores de la salud. El delegado cardenense a la cita fue el Dr. Julio Miguel Arístegui Villamil, conocido como el “médico de los pobres”, quien había nacido en la ciudad el 15 de julio de 1905, en la calle Obispo 52 entre Calvo y Ruiz. Entre Cárdenas y Matanzas estudia las primeras letras y se gradúa de bachiller. En la Universidad se incorpora a la lucha por la reforma universitaria. Es compañero de estudios de José Elías Borges Cabrera y conoce a Julio Antonio Mella y a Rubén Martínez Villena. Terminas sus estudios de medicina, en la Universidad de La Habana, el 5 de julio del año 1929. En el año 1931 abre su gabinete en su casa natal. A su llegada choca con la realidad de la clase obrera más humilde, la insalubridad . Abre las puertas de su modesto consultorio a todos. En 1932 integra la Izquierda Médica, dentro de la Federación Médica de Cuba. Reinstala su consultorio, en 1934, en un lugar más céntrico: la avenida Céspedes 468, entre Obispo e Industria. Además, obtiene una plaza de médico en la Casa de Socorro. Lleva una activa labor política y social. Participa en la huelga que derroca a Gerardo Machado en 1933 y en la preparación del Segundo Congreso del Partido Comunista de Cuba (1934). Publica en 1935 numerosos artículos donde critica la mercantilización de la medicina. El Tribunal de Urgencias de Matanzas le juzga por tenencia de literatura marxista y subversiva. Logra salir absuelto. Es designado redactor de la revista Medicina de hoy (1936). Encabeza el Comité cardenense para defender la República española, y pro amnistía de los presos políticos que llenan las cárceles. Vuelve a ser juzgado. Esta vez no logra escapar y guarda prisión en el Castillo del Príncipe, en La Habana. Electo Presidente del Comité Municipal del Partido Unión Revolucionaria Comunista, y en su representación se postula como candidato a la Alcaldía en las elecciones de 1940. Pierde ante otro galeno. En 1948 vuelve a ser condenado a prisión. Obtiene libertad bajo fianza y en enero de 1949 es absuelto por el tribunal de instrucción de Matanzas. Fallece el 16 de febrero de 1950. El sepelio del dirigente, querido y respetado, constituyó una impresionante manifestación de duelo popular. Enrique Sáez Díaz el médico ante quien Aristegui perdiera las elecciones fue un alcalde cabal, que hizo mucho por el saneamiento del tesoro y administrativo de la localidad, además de por la salubridad y la medicina local y otras obras de bien público. Organizó servicios médicos para los pobres y se reparó la ambulancia municipal, equipándola de gomas nuevas y reparándola totalmente en su parte mecánica y dotándola de bien surtido botiquín. Diseñó un sistema de recetas a pobres que eran despachadas en cualquier farmacia de la ciudad, aumentándose el presupuesto para esas atenciones Había nacido en 1904 y se graduó de cirujano en 1930. Retornó a su ciudad natal a formar parte del cuerpo facultativo de la Clínica Cárdenas del que nunca se separó a pesar de su carrera política. Fue médico de sanidad, médico biológico y Jefe del Servicio Médico Municipal en el año 1934. Luchó contra Machado y fue candidato a la Asamblea Constituyente. El 7 de Mayo de 1957 se inaugura el nuevo hospital de Cárdenas, situado en las afueras de la ciudad. Actualmente lleva el nombre del médico cardenense Julio Miguel Aristegui Villamil El primero de enero de 1959, la Dirección del Movimiento 26 de Julio se reunió en el Colegio Médico de Cárdenas, acordando algunas medidas para tomar el poder de la ciudad, sus instituciones militares y civiles. Pronto el país cambiaba y la salud pública cardenense con él. La iniciadora de la primera colaboración médica internacionalista Sara Perelló nació el 15 de abril de 1920 en Cárdenas; en 1963, ya graduada como especialista en Pediatría, decidió partir a prestar sus servicios a la recién liberada República de Argelia. El 17 de julio de 1987 se realiza el primer trasplante exitoso de hígado en Cuba al cardenense Antonio López Isla, hecho que constituyó un logro más de la medicina cubana. El Programa del Médico y Enfermera de la Familia se inició a finales de 1988. De forma paralela, los médicos fundadores del modelo comenzaron los estudios del primer año de la residencia de Medicina General Integral (MGI), y en 1991 constituyeron la primera graduación de especialistas de primer grado en MGI, de Cárdenas. El 19 de septiembre de 2002, se inaugura en el edificio de la antigua Escuela Llaca el primer Centro de Rehabilitación del Neurodesarrollo del país. De esta manera, con una primicia diferente, cierra este homenaje, quizás algo atrasado, pero sincero y necesario a los médicos, enfermeras y personal sanitario cardenenses, esos que velan de múltiples formas por nosotros y que tanto trabajo nos cuesta, a veces, reconocer su labor. Bibliografía: Colectivo de autoras: Breve historia de la fundación de la medicina familiar en Cárdenas. Policlínico Universitario “Héroes del Moncada”. Matanzas, Cuba. Documento digital. Colectivo de autores: Julio Aristegui Villamil: el médico de los pobres. Hospital municipal Cárdenas. Documento digital. Colectivo de autores: Documentación al Software historia de la medicina en Cárdenas. Para Primer Congreso Virtual de Ciencias Morfológicas, de la Cátedra Santiago Ramón y Cajal. Documento digital ECURED (Holguín portable) Enrique Sáez Diez Argüelles. ECURED (Holguín Portable) Fernando Méndez Capote López, J: Esquema factográficos de klas primicias médicas cubanas. En Revista Cubana de Información en Ciencias de la Salud acimed@infomed.sld.cu Pino Fernando, M.D: 100 Años de Historia de la Medicina en Cárdenas, 1860-1960. Documento Digital. Sáez Argüelles E. Reseña Histórica de la medicina en Cárdenas. Archivos de la Clínica Cárdenas, S.A. Cárdenas: Órgano de Divulgación Científica; 1952. Vega J y Mirabal D.: Fundación de la primera clínica ginecológica en Cuba. En Revista Cubana de Obstetricia y Ginecología. 2015; 41 (2):106-111 http://scielo.sld.cu Vega, J.: Breve reseña histórica del Colegio Médico de Cárdenas. Matanzas, Cuba. En Revista Médica Electrón [Internet]. 2012 Nov-Dic Disponible en: http://www.revmatanzas.sld.cu/revista%20medica/ano%202012/vol6%202012/tema12.htm

viernes, 6 de diciembre de 2019

El Varadero que yo conocí.

Por: Mcs. Lorena Martínez Faxas. Dedicada al 132 aniversario de la playa azul, sirva esta crónica familiar y casi llorosa de recuerdo a los cardenenses de mi época, esos y esas que han llegado o llegan en este 2019 a la III edad.
Buscar conchitas blancas y hermosas en su arena, fuera verano o invierno, era uno de los mayores divertimentos que puedo recordar. Mi madre nos miraba sentada desde los pinos y envuelta en una toalla o una blusa porque siempre ha odiado mucho el sol. Tampoco recuerdo que fuera muy amante de bañarse en el mar, aunque siempre nos contaba de la primera vez que fue a Varadero, cuando aún no existía el puente sobre el Canal de Paso Malo y ella y sus compañeras de escuela, estuvieran de excursión en la playa azul. Nuestros padres tenían una rigurosa planificación durante la semana para la playa en las vacaciones, cada mamá de la cuadra llevaba un día diferente de la semana a los chiquillos. Siempre íbamos a la 42, al parque y dependiendo de quien fuera la “jefa” del grupo nos demorábamos un poco menos o algo más, se guardaban las cosas en las ocho mil taquillas y utilizamos aquellas duchas que se pisaban con el pie para dar paso a la fuerte agua o volvíamos con el salitre a cuestas… Con mi madre, el viaje a la playa se iniciaba a más tardar a las 7.30 u 8 de la mañana. No se compraba nada en el viaje. Llevábamos nuestras bolsitas con limonada (que después nos tomábamos caliente casi al regresar) y un pan con algo (Ahh, aquel pan de entonces redondeado, con cáscara y que crujía al morderlo y aún no sé porque no me acababa de gustar) Mientras más tarde salíamos más tiempo de playa se perdía porque inexorablemente al filo de las doce estábamos el alicaído grupo de fiñes esperando la guagua para regresar. Entonces, todavía pasaban esporádicamente aquellas mujeres u hombres en su bicicleta con las muñequitas, adornos, suvenires de conchas vendiéndolos a voz de cuello. Siempre queríamos alguno pero nunca ninguna de las ‘adultas”, nos compraron ninguno. Menudo lío hubiera sido porque habría tenido que comprarles a todos. Los aviones rompían el azul del cielo, desde el cercano aeropuerto, y decirle adiós con la mano repitiendo “llévame contigo”, era bastante frecuente. En aquella época las personas que partían para Miami, salían de este balneario por lo que no faltaba un gusano u otra ofensa dicha a los pasajeros, aunque el hecho fuera acallado por las miradas del resto. Hacíamos horrendas figuras de arena pero lo mejor era chapotear en ese borde donde arena y mar se diluyen. Algunos preferíamos meternos un poco lejos y enseguida la voz de mando de quien venía a cargo detenía nuestros impulsos aventureros. Envidiábamos a Mary su abuela vivía en Varadero, cerca de El Golfito de la 42 y ella se pasaba todo el verano en la playa. Aunque una vez nos confesó que nunca podía bañarse porque no había quien la acompañara al mar, la seguíamos envidiando. Era habitual ir a tomar helado al Coppelia, comer en El Caney o en Castel Nuovo o en la pizzería de la 42. Mis cumpleaños, a pesar de los problemas del transporte, casi siempre se festejaban yendo de tarde a Varadero, caminando sus calles, descubriendo sus pedacitos, deseando que estuviera abierto el parque de diversiones de la 30…. Varadero no solo significaba la hermosa playa sino un misterio mayor. Cada verano los padres alquilaban al menos una semana, ese era el mejor viaje al que solo iban el fiñe con sus familiares y los amigos mayores de estos. El edificio Santa Teresa, hotel Torres, el Imperial, Marbella, Dos Mares, La Rosa, Vista Alegre, Villa Caribe y otros pequeños hospedajes eran los más visitados aunque yo prefería aquellos fines de semana (muchas veces invernales o de otoño) con los que se regalaba mi padre en las “Cabañitas del Internacional”, oficialmente llamadas Alfredo López. Tal amor tenía hacia ese rinconcito increíble de la playa que para la celebración de mis “quince” pedí alquilar el fin de semana allí con amigas y amigos, ir por la noche al cabaret del Internacional y al otro día a la matiné de la piscina. Y fue así. Varadero era el corazón de nuestras adolescentes vidas. En Secundaria, cuando la parada inicial de las guaguas estaba en la 54 empezaron a dejarnos ir solas a bañarnos, pasear, disfrutar. Prefería para eso último los días invernales, con ese aire de nadie en la playa fortaleciendo esa necesidad que sentíamos en autotrascender. De esa época quedan muy pocas fotos porque entonces lo importante era sentir el momento y no dejarlo retratado, como ocurre ahora, para subirlo a las nubes o como prueba de dudosa legitimidad Los domingos almuerzos familiares en Las Américas, paseo por Las Morlas, el pueblito de pescadores, llegar hasta la entrada de Guardafronteras, Los Tainos, la cueva de Ambrosio, u otros lugares aparentemente recónditos. Caminar la playa de punta a tierra o lo contrario. Con el Pre iniciamos un indetenible ciclo de discotecas en el Oasis, en la Rex (La dársena), se inauguraba La Bolera, muchísimos sitios salidas que iban acompañadas de las inevitables caminatas de vuelta casi hasta el amanecer por el terraplén que hoy es la nueva carretera, las peleas y prohibiciones caseras por llegar después del amanecer. Fue la etapa de las Semanas Vacacionales en la Escuela para deportistas (Kawama) las visitas a casa de Orlandito, los fuertes amores primeros, esa vida playera nunca superada y que nos acompañó durante los espectaculares años de nuestro Pre. Varadero me colmaba y aún creía que sin la playa no podría sobrevivir. Aunque poco a poco ambos íbamos cambiando no me daba cuenta de cuanto, donde, como ni hasta cuando este proceso iba a durar. Después llegó la Universidad, playa en otros también inolvidables lugares, la costa habanera, el malecón o Miramar, regresos al camping universitario, el primer gran fracaso de la nena de la casa. Recomienzo con mis años de carpetera en Villa Cuba, inicio de las temporadas turísticas… Varadero ahí, conmigo y aunque ya habíamos cambiado aún seguía la magia en este otro Varadero que empezaba a descubrir en los ochenta. La vida me alejó nuevamente de la playa, de sus primeros hoteles para turistas, el repoblamiento de su zona marina, de tanto que paso mientras estaba en otro lugar… Cuando regresé, como Gardel, veinte años después, el Varadero por mi conocido había quedado atrás, construido por otras realidades y con él se fue mi playa. Y quizás esa sea una de las razones tantas por la que tan pocas veces alguien puede verme por allá.


"De amar las glorias pasadas se sacan fuerzas para adquirir las glorias

nuevas".

José Martí



“… la HISTORIA NOS AYUDARÁ A DESCUBRIR LOS CAMINOS DE HOY Y DE MAÑANA, A MARCHAR POR ELLOS CON PASO FIRME Y CORAZON SERENO Y A MANTENER EN ALTO LA ESPERANZA (...)”.

RAMIRO GUERRA