sábado, 24 de marzo de 2012

Yo soy la Virgen de la Caridad Por: Ernesto Alvarez Blanco.
“Yo soy la Virgen de la Charidad (…)” . Así rezaba, en “… letras Grandes (…)” , la inscripción de la “… tablita pequeña (…)” sobre la cual se presentó, ante los ojos asombrados de los rancheadores indígenas Juan y Rodrigo de Hoyos y del niño esclavo, de unos diez años, Juan Moreno , residentes todos en el hato de Barajagua, la Vieja , en las cercanías de Santiago de Cuba , flotando sobre las aguas del mar , la imagen de la actual Patrona de Cuba. El singular hecho tenía lugar un día aún no precisado del otoño de 1612 y justo en el delta que por ese entonces, formaba el río Mayan en su desembocadura (llamado en ese tiempo Cayo Francés ). De inmediato, los tripulantes de la canoa, quienes se dirigían en busca de sal a las cercanías de la bahía de Nipe , rescataron del agua la preciada reliquia, quedando sorprendidos, por el hecho de que sus vestiduras estuviesen secas, cuando deberían haber estado mojadas; a juzgar por el fragor de la tormenta que los había sorprendido tres días antes, obligándoles a hacer estancia, hasta que amainó la misma, en el mencionado Cayo Francés. Con el alma llena de ferviente gozo , debido al sorprendente hallazgo, continuaron su viaje en compañía del arria de mulas destinada a cargar los tercios de sal, los hermanos Hoyos y el niño negro, los cuales son conocidos en Cuba, popularmente, como los tres juanes. Luego de acopiar tres tercios de sal, los rancheadores regresaron en su canoa con la preciada carga a Cayo Francés, para seguir, por tierra, hacia el Hato de Barajagua, la Vieja. La noticia del hallazgo de la Imagen causó gran regocijo entre los vecinos de ese sitio . El mayoral del lugar, Miguel Galán, mandó de inmediato a poner a la Virgen sobre un altar de tablas, adornado por los habitantes del lugar con hojas, ramas y flores, construido en el interior de la casa de vivienda del Hato y con una luz encendida de forma permanente. Seguidamente, envió a uno de los peones de la finca, el esclavo Antonio Angola, a comunicar la buena nueva al Capitán de Artillería Francisco Sánchez de Moya , Administrador de las minas de cobre situadas en las inmediaciones del cerro Cardenillo y del poblado de Santiago del Prado , fundado por el referido capitán en 1599 cerca de una fuente de abasto de agua y a solo cuatro leguas de Santiago de Cuba. Impresionado por el milagroso suceso, el castellano Sánchez de Moya, ordenó que se fabricase sin tardanza un bohío o casa rústica para albergar a la Santísima Virgen de la Caridad. Además, mandó al lugar una lámpara de cobre para que constantemente una luz ardiera junto a ella. El traslado de la Imagen a la nueva casa, la cual fue construida y cercada con tablas de palma y guano, se convirtió en motivo de fiesta y regocijo para los habitantes del hato de Barajagua, la Vieja. Para cuidar del humilde templo y mantener constantemente encendida su lámpara, se nombró al vecino del lugar Rodrigo de Hoyos, uno de los dos indígenas que habían hallado la Virgen. Una noche, en que este fue a visitar la Imagen y revisar su lámpara, notó que la misma no estaba sobre el altar ni en ningún otro sitio de la rústica Ermita. De inmediato, se organizó su búsqueda. A la mañana siguiente, y para la sorpresa de todos los pobladores, la Imagen estaba de nuevo en su altar pero con los vestidos mojados, sin que nadie pudiera explicar racionalmente lo sucedido , ya que la puerta de la Ermita, había permanecido cerrada toda la noche. El suceso se repitió dos o tres noches más, lo que hizo pensar a los vecinos del hato que la Virgen quería cambiar su lugar de residencia. El mayoral Miguel Galán, temiendo que la Virgen se perdiera para siempre, informó de lo ocurrido al capitán Sánchez de Moya, quien atribuyó el hecho a las fantasiosas supersticiones de los indios y negros esclavos residentes en la zona. No obstante, decidió – por si acaso se hallaba ante un nuevo milagro protagonizado por la Virgen María – trasladar la imagen a la Iglesia existente en el poblado de Santiago del Prado. Para lograr sus propósitos, el Administrador de las minas mandó una comisión a Barajagua, la Vieja, encabezada por el padre franciscano Francisco Bonilla, Guardián del Convento de San Francisco de Santiago de Cuba y Comisario de la Santa Inquisición, quien gozaba de un gran prestigio en la zona, para que reconociera la Imagen y la llevara, procesionalmente y sobre andas, al templo de poblado de Santiago del Prado, atendido por el también sacerdote franciscano fray Luis de Colmenares. La Virgen fue conducida, acompañada de toda la Infantería del Real de Minas y muchos vecinos de Santiago del Prado, quienes habían acompañado en su viaje al padre Bonilla con este fin, desde Barajagua, La Vieja, hasta la Iglesia del poblado minero, donde fue colocada de manera provisional, entre cánticos, repique de campanas y danzas, sobre uno de los altares existente en la misma. El capitán Sánchez de Moya informó al Rey Felipe III, poco después, que a partir de ese instante, también se le rendiría culto en el poblado de Santiago del Prado a Nuestra Señora de la Caridad. De este modo se ponía de manifiesto – al decir de los destacados investigadores cubanos Dres. Eduardo Torres Cuevas y Edelberto Leiva Lajara – la habilidad del Administrador de las minas, quien comprendió de inmediato: “… que la rápida forma en que indios y negros asumieron a la virgen hallada en Nipe le permitía encontrar un elemento de unificación de estos sectores sociales. No fue contra ellos, antes al contrario, los apoyó (…) pues la Virgen de la Caridad significaba un elemento importante para cohesionar y reafirmar la tradición mariana que contribuía al desarrollo y organización de los trabajos en las minas, en tanto indios y negros tenían ahora su propia protectora. Surgía así, de la región de la Isla donde se había producido la primera sincretización religiosa entre indios, negros y españoles, la primera imagen que, sobre una tradición nacida con anterioridad a la propia conquista de Cuba, llegada del mar, se transformaba en una representación que les pertenecía a los hombres de la tierra, a los criollos mestizados en lo cultural, lo social y lo religioso. A diferencia (…) de la mayoría de los casos de las advocaciones regionales de la época, su origen no estuvo en la imposición de un funcionario o devoto español (…) ni como consecuencia de un predominio de factores peninsulares, sino que la Virgen de la Caridad del Cobre fue impuesta y recreada por los sectores marginados o de base de esa sociedad como signo de identificación y protección.” Sin embargo, algunas autoridades eclesiásticas de esa época no estuvieron de acuerdo con el traslado de la Imagen de la Virgen de la Caridad, hallada en la bahía de Nipe, a Santiago del Prado; sin que de ello se tuviesen noticias ni autorización. Al parecer, el capitán Sánchez de Moya - apunta el Dr. Salvador Larrúa Guedes en un interesante artículo publicado en la revista católica cubana Palabra Nueva, en septiembre de 2001 – no le dio al acontecimiento: “… la importancia que tenía y lo vio como el simple traslado de una imagen, pero se habían tomado disposiciones sin consultar a los superiores eclesiásticos: la Virgen había llegado en una procesión, de manera espectacular, y había sido instalada en la Iglesia de Santiago del Prado”. Contribuyó a echar leña al fuego, la decisión del capitán Sánchez de Moya de que fuese el sacerdote franciscano Francisco Bonilla, y no otro, quien reconociera y acompañara la imagen de la Virgen; debido, sobre todo, a que el Obispo de Cuba, Jamaica y la Florida Fray Alonso Enríquez de Armendáriz había confrontado serios problemas con él, a principios de 1612, cuando este fue comisionado, en virtud de su cargo de Comisario de la Inquisición, nombrado por el Tribunal de Cartagena de Indias, para investigar sí el Tribunal de la Inquisición estaba funcionando o no, de manera demasiado rigurosa, en la villa de San Salvador de Bayamo . Lo anterior, por supuesto, fue mal visto por el Obispo, quien vio amenazado su prestigio y funciones, llegando incluso, a indisponerse tanto con el franciscano Bonilla, que amenazó con excomulgarlo. Este fuerte altercado, según documentos que hemos localizado y consultado en fecha reciente en el Archivo General de Indias de Sevilla, determinó, al parecer, que poco después, la Imagen hallada en la bahía de Nipe, fuese colocada en la Capilla del Hospital existente en el poblado. La referida Capilla, lugar en el que cabía perfectamente ubicar una Virgen compasiva, benéfica y protectora, estaba ubicada al lado de la Ermita, cubierta de tejas y pilares de madera con un altar, que había sido erigida algunos años antes del hallazgo de la imagen de la Virgen de la Caridad, a Nuestra Señora de Guía Madre de Dios, de Illesca , en el Cerro de la Mina Allí estaba en 1620, cerca de los bohíos en los que vivían los esclavos reales y los soldados blancos así como del sitio en que se elaboraba el mineral de cobre y se intercambiaban culturas. Lo sabemos, gracias al Inventario Real realizado con motivo de la entrega por el Capitán Francisco Sánchez de Moya de la Iglesia y del contenido del Real de Minas de Santiago del Prado, a su sucesor, el contador Juan de Eguiluz , quien había solicitado el asiento de las minas desde 1616. En el Real de Minas del Cobre se repitieron los episodios de de la desaparición de la Virgen y se vieron tres luces – que aparecieron y se esfumaron de forma misteriosa y consecutiva - sobre el Cerro de la Mina. Los cobreros y las autoridades locales, infirieron de estos inauditos acontecimientos, que la Imagen deseaba ser colocada en la Ermita que se levantaba sobre las montañas cercanas, en la Loma de la Cantera o Cerro de la Mina, ubicado en las inmediaciones de la fuente que abastecía de agua al poblado. Lo anterior quedó confirmado, cuando una niña llamada Apolonia, subió un día hasta el Cerro de la Mina, en donde trabajaba su madre cargando el mineral en bateas, desde las vetas hasta la fundición. La niña, iba persiguiendo mariposas y recogiendo flores cuando, sobre la cima de una de las elevaciones cercanas, vio a Nuestra Señora de la Caridad. La noticia de que la pequeña Apolonia había visto a la Virgen causó gran revuelo en el poblado. Unos le creían, pero otros no, sin embargo, la niña se mantuvo firme en su testimonio. Finalmente, la Imagen fue llevada hacia la Ermita, erigida para albergar a Nuestra Señora de Guía Madre de Dios, de Illesca. Muy pronto, Nuestra Señora de la Caridad se convertiría en patrona de los cobreros. Así lo confirma otro Inventario Real, realizado esta vez en 1648, cuyos resultados indican que ya en esta fecha, la imagen de Nuestra Señora de Guía Madre de Dios, de Illesca, ya no estaba en la Ermita del Cerro de la Mina, la cual había sido destruida, junto a la casa de fundición, por un temporal ocurrido en la década del 30 del siglo XVII, motivo por el cual tuvo que ser construida nuevamente . La erección del inmueble se hizo a unos 190 pasos del lugar donde se le había aparecido la Virgen a la niña Apolonia, en un sitio próximo a las ruinas de la Ermita derribada por la tormenta. Al ser terminada la nueva Ermita, el lugar de Nuestra Señora de Guía Madre de Dios, de Illesca., había sido ocupado ya por Virgen de la Caridad, hallada en la bahía de Nipe, la cual estaba acompañada de las imágenes de la Candelaria y la Inmaculada Concepción, cada una con sus correspondientes coronas de plata colocadas sobre sus sienes y una pequeña lámpara del mismo metal. Resulta interesante hacer notar que, según el documento, en el templo existía supremacía de la imagen de la Caridad, la cual se hallaba colocada en su tabernáculo, con respecto a las otras vírgenes; existiendo además, una estampa de la misma, en la Hacienda de la Contaduría del Real de Minas del Cobre. Según el sacerdote Onofre de Fonseca la colocación de la imagen de la Virgen de la Caridad en la nueva Ermita, que describe como de cuje, embarrado, techo de tejas y una sola puerta para entrar y salir, altar de cal, piedra y ladrillos, provocó gran alegría entre los esclavos reales de Santiago del Prado, quienes ejecutaron para la ocasión sus danzas de origen africano, valiéndose para ello de sus atabales y demás invenciones. Nuestra Señora de Guía Madre de Dios, de Illesca, ni siquiera se menciona en el Inventario Real de 1648, por lo que es muy probable que su Imagen, tal como ha venido afirmando, en sus libros e investigaciones sobre el tema, la historiadora de Santiago de Cuba, Dra. Olga Portuondo ; fuese retirada de la Ermita, después de 1620, año este último en el que el capitán Sánchez de Moya cesa en el cargo de Administrador de las Minas. Poco después, en 1621, falleció esta importante personalidad. En este sentido conviene afirmar que el referido inventario: “… legitimiza un momento del proceso sincretizador entre advocaciones marianas, ya que la Virgen de la Caridad, luego de reemplazar a la de Nuestra Señora de Guía en la ermita del cerro, había comenzado la absorción de las otras dos vírgenes para terminar por reinar ella sola en el sitio Como vemos, en la ermita del cerro – tras su reconstrucción – se habían operado cambios sustanciales del culto mariano. Contribuía a ello la disipación administrativa, el aflojamiento de las presiones ideológicas y el abandono de la labor evangelizadora”. Lejos estaban los días, en que las fricciones entre el Obispo de Cuba Fray Alonso Enríquez de Armendáriz, quien fue promovido el 21 de mayo de 1623, al Obispado de Michoacán, en México, partiendo poco después hacia su nuevo destino, y el padre franciscano Bonilla, habían destronado a la imagen de la Virgen de la Caridad del altar que le había sido destinado, de común acuerdo, por el padre franciscano Luis de Colmenares y el capitán Francisco Sánchez de Moya, en la Iglesia del poblado de Santiago del Prado En el mes de diciembre de 1648, la Corona española decidió entregar a Francisco Salazar y Acuña, uno de los yernos de Juan de Eguiluz, el Asiento y Administración de las minas, debido a que sus fábricas se hallaban muy abandonadas y faltas de hierro, acero, mulas y hornos. Salazar inició su Administración a inicios de 1649 y como su suegro, tampoco pudo cumplir con las exigencias impuestas desde la metrópoli para saldar su deuda y la que con anterioridad, había contraído el padre de su esposa. Por estos años, se destaca la presencia en el Real de Minas de Santiago del Prado de ermitaños o capellanes, lo cual nos induce a compartir la opinión de la Dra. Olga Portuondo Zúñiga, quien afirma en una de sus obras sobre el tema que nos ocupa, que ya por entonces: “La Virgen de la Caridad incorporaba a su leyenda la tradición de Nuestra Señora de Guía, y asimilaba como suyo, el primer ermitaño del cerro, Mathías de Olivera, quien había desaparecido desde antes de 1620. Esto ha contribuido a crear toda la confusión llegada hasta nuestros días entre las dos advocaciones marianas . En conclusión, puede decirse que hubo dos ermitas en el cerro de la mina: la primera, se levantaría para ser ocupada por una imagen de Nuestra Señora de Guía en 1605; y la segunda, reconstruida a finales de los años 30 o comienzos del 40 del siglo XVII, recibiría la trigueña imagen de la Virgen de la Caridad, antes situada, (…) en la capilla del hospital para los negros esclavos de la mina. Los esclavos mestizos de negro, indio y blanco dieron rienda suelta al culto de una virgen cuya imagen era concebida a su gusto y maneras. Así se tejió un mito, en el que tuvieron cabida todos los ascendientes de la comunidad; mientras que los múltiples milagros que concedía la virgen de la Caridad sellaban su compromiso de unión con los cobreros de la nueva generación”. En 1655, la Ermita del cerro de minas queda definitivamente consagrada bajo la advocación de la Caridad del Cobre. Poco tiempo después, a finales de la década de los setenta del siglo XVII, cuando ya las minas daban lo suficiente para que la población del lugar pudiera permitirse esos lujos, se terminó, hacia 1679 y bajo la dirección y el estimulo del ermitaño Melchor Fernández Pinto , conocido popularmente como Melchor de los Remedios, un nuevo santuario destinado a la custodia de la Imagen de la Virgen hallada en la bahía de Nipe en 1612. De la vida y la obra de este singular personaje, que desde 1655 estaba al cuidado de la Ermita dedicada a Nuestra Señora de la Caridad y que contaba por entonces, con su campana y demás ornamentos para celebrar misa; ha trascendido, sobre todo, su tenacidad, puesta de manifiesto en la construcción de la mencionada edificación, su enorme capacidad profética y su poder de curar, empleando para ello la manteca de la lámpara del Santísimo Sacramento, convertida en una especie de pomada, que incluía en su formulación polvo de sulfuro de cobre. Documentos conservados en el Archivo General de Indias de Sevilla, dan cuenta de la existencia en el nuevo templo de ornamentos de gran valor. La colocación de Nuestra Señora de la Caridad sobre un altar construido totalmente de plata y la existencia en el Santuario de una espléndida lámpara del Santísimo Sacramento construida también del mismo material puro, labrado y que pesaba 150 libras; indican la importancia que ya tenía su culto para los habitantes de la Isla . A la erección del santuario contribuyeron los devotos con sus limosnas, quienes convirtieron la primitiva Ermita en un Templo de una mayor solidez. A tal punto, fue conscientemente edificado que, sufrió pocos daños durante el temblor del año 1678, que redujo, en cambio, a un estado deplorable la Catedral de Santiago de Cuba. El joven sacerdote jamaicano Onofre de Fonseca Arce y Bracamonte , quien era ya Teniente de Cura (coadjutor) de la Catedral de Santiago de Cuba , realizó como peregrino, a finales de 1683, una visita al Santuario de la Virgen de la Caridad. Allí, celebró la santa misa en el altar de su camerino. Una vez concluida la celebración, tomó la repentina decisión de permanecer para siempre al servicio de la Santísima Virgen, y lo cumplió de tal manera, que jamás volvió a salir del poblado, ni siquiera, para recoger sus pertenencias y objetos personales, los cuales les fueron enviados por sus hermanos Polonia y el Dr. Thomas Fonseca , prebendado capellán de coro y juez provisor y vicario general de la Catedral de Santiago de Cuba, quienes no comprendieron jamás aquella decisión. Instalado ya en la villa de Santiago del Prado, el Padre Onofre se ocupó de organizar, junto a Melchor de los Remedios, quien falleció en 1681, el culto en el Santuario, dándole dignidad, reparándolo y embelleciéndolo. Para lograrlo, costeó de su peculio personal todos los gastos. Durante los veintisiete años en que sirvió a la Virgen de la Caridad (1683-1710) , consiguió incrementar la fe de los pobladores de la Villa y de los peregrinos y devotos que acudían con frecuencia al Santuario. En 1703, el padre Onofre de Fonseca escribió una obra sobre el milagroso hallazgo de la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, tomando como fuente de referencia fundamental, los Autos que ahora publicamos, cuyos originales tuvo la oportunidad de consultar. El padre Fonseca impregnó sus escritos de un criollismo tal, que hace que resulte encantador leer obra. En este sentido, es bueno destacar que le aportó a su labor como escritor mucho de su experiencia personal como Capellán . En este libro, Onofre demostró sus conocimientos sobre la idiosincrasia de los criollos, especialmente de los cobreros, a quienes amaba con verdadero amor de padre, narrando en sus escritos sus costumbres, su vida y su pasión por la Virgen de la Caridad. Desde su posición como Capellán del Santuario, el padre Onofre de Fonseca defendió, con tenacidad y valentía, los derechos de los cobreros sobre la tierra así como, predicó y exigió un mejor trato para los esclavos reales de la zona. Este hecho, le ganó el amor y la simpatía de los más humildes y, por supuesto, el odio de los poderosos. A finales del siglo XVII, comenzó a difundirse con mayor fuerza en Santiago del Prado y otros territorios cercanos la fama de milagrosa de la Imagen y con ella, su historia legendaria, disminuyendo gradualmente y por esta misma causa, la veneración de que era objeto en el poblado Santiago Apóstol. En esta la época, esta población, situada a escasa distancia de Santiago de Cuba, era el más importante enclave económico de la zona, pues la extracción del valioso mineral – actividad a la que debió su nombre- estaba en su apogeo. Por tal motivo, constituía un sitio de obligada visita para los comerciantes que operaban en la región. Gracias a ello, muy pronto la devoción por la Virgen de la Caridad fue extendiendo cada vez más lejos. Durante el transcurso de los siglos XVIII y XIX imágenes de la Virgen de la Caridad del Cobre se van instalando en los altares de diversas iglesias y ermitas de la Isla, erigiéndose incluso, varias de ellas, bajo su advocación; como muestra fehaciente de que había ido “… desplazando a segundos y terceros lugares – como bien ha explicado el investigador Dr. Salvador Larrúa Morales – el culto a las advocaciones de María que llegaron de España”.

jueves, 22 de marzo de 2012

Dora Alonso: Un alma de mujer que se enfrentó a la vida. Por: Ernesto Álvarez Blanco.
Hace ya más de 10 años, que el poeta, periodista e historiador Roberto Bueno Castán (Cárdenas, 1933 - 2002) nos obsequió una colección del periódico cardenense “Prensa Libre” , encuadernada en un volumen pero en muy mal estado de conservación. La referida compilación contenía los ejemplares de esta publicación correspondientes a los seis primeros meses del año 1935. Como quiera que resultaba imposible preservarlos de esta manera – la encuadernación estaba en pésimas condiciones y el paso del tiempo había hecho estragos en numerosos ejemplares – convinimos Roberto y yo, en que lo mejor sería conservar intactos aquellos números que lo merecieran y recortar del resto los artículos, anuncios, notas de prensa, trabajos literarios, etc. que era necesario archivar para futuros trabajos investigativos. Para mi sorpresa – Roberto ya los había leído –descubrí muy pronto un interesante conjunto de trabajos periodísticos y literarios escritos para “Prensa Libre” por la entonces principiante escritora Dora Alonso; los cuales nos dimos a la tarea de leer, organizar y preservar de inmediato. Unos años después, en el 2001, facilitamos una parte de ellos al editor cubano Omar Perdomo, biógrafo de la escritora, quien no los había podido consultar. Con posterioridad, en el mes de febrero del 2003, al exhibir algunos de esos recortes en el Museo a la Batalla de Ideas, como parte de la exposición que sobre la historia de la literatura cardenense presentó la Oficina del Historiador de la Ciudad durante la celebración en Cárdenas de la Feria Internacional del Libro, estos llamaron la atención de Edel Morales, Vicepresidente del Instituto Cubano del Libro, y de otros distinguidos visitantes, los cuales nos animaron a reunirlos – como lo estamos haciendo ahora - en un volumen. La autora de los artículos, poemas y trabajos literarios reunidos en este libro, nació en el poblado matancero de Recreo , luego Máximo Gómez, el jueves 22 de diciembre de 1910 y falleció en La Habana el 21 de marzo del 2001. Aunque su verdadero nombre era Doralina de la Caridad Alonso Pérez de Corcho, se dio a conocer en el mundo de las letras cubanas y extranjeras simplemente como Dora Alonso. Así, aparecieron firmados los artículos, poemas, cuentos y otros trabajos literarios publicados por ella en “Prensa Libre” desde que en el mes de septiembre de 1934 , fecha en que las páginas de ese diario de información, fundado en Cárdenas en ese mismo año por Rafael Palmer , “... gentilmente se abrieron para recibir mis pobres concepciones” – como dirá la escritora poco después – a petición de sus redactores, quienes la visitaron en Máximo Gómez para invitarla a colaborar con la nueva publicación periódica, y el 1 de abril de 1935, en que este periódico local dio a conocer el último trabajo calzado con su firma. El primer artículo publicado por Dora en “Prensa Libre”, del cual lamentablemente no se conserva, que sepamos, copia, fue utilizado por su autora para arremeter contra los politiqueros de la época y pronunciarse a favor de la Pentarquía . Cuba vivía en la época en que Dora Alonso escribe y publica estos trabajos periodísticos y literarios uno de sus más complejos y controvertidos períodos históricos, el cual se caracterizó – al decir del prestigioso historiador cubano Julio Le Riverend – por: “... una crisis muy profunda, por razón de que una huelga de maestros destinada a obtener para éstos una serie de reinvidicaciones básicas se fue transformando, por el apoyo de otros sectores, en la famosa huelga general de marzo de 1935, en la cual los partidos burgueses opuestos al Gobierno provisional de Mendieta pretendieron hacer participar a grandes núcleos de empleados y funcionarios públicos y al resto del proletariado de cuello blanco. La huelga comenzó con un potente hecho revolucionario de tipo general, pero bien pronto en algunos de los sectores indicados más arriba y, especialmente, a causa de la traición de los dirigentes que habían pretendido desencadenarla y cayendo bajo la brutal represión del Ejército y de la Policía a las órdenes de Batista . La derrota de la huelga general de marzo de 1935 por las razones expresadas más arriba, representó no solamente el último hecho de gran fuerza en la ola revolucionaria del pueblo cubano que se había iniciado en el año 1929, sino también, en buena medida, representó el inicio de la caída vertical del prestigio que injustificadamente había logrado capitalizar el ABC . Por otra parte, significó también un lento proceso de desprestigio de la tesis llamada insurreccionalista que, tras el asesinato de Guiteras (8 de mayo de 1935), había perdido la poca significación revolucionaria que hasta entonces tuviera, transformándose a partir de esta fecha en una simple actitud demagógica que, en definitiva, no tendía más que a forzar a los viejos políticos, agrupados en torno a Mendieta, a que dieran cabida en sus combinaciones a nuevos políticos no muy diferentes de ellos”. Precisamente muchos de estos complejos y gravísimos problemas, cuya solución era vital para el destino futuro de la Isla y de sus habitantes, fueron tratados con energía, valentía y dureza por la escritora, quien desde su natal Máximo Gómez rompía lanzas por los más humildes y por una solución justa a los males que afligían a su Patria. Tanto en Máximo Gómez como en Cárdenas, a donde viajaba por entonces con frecuencia, Dora pudo palpar por esos días la grave crisis política y económica que sufría la nación y las funestas consecuencias que las mismas traerían para los cubanos. En el caso de Cárdenas, por ejemplo, esta había dejado de ser un próspero puerto comercial, abierto al comercio de azúcar y de otros productos con el mundo para convertirse, en opinión del poeta local Felipe Wilson, en una “... ciudad dormida”. No obstante, desde las páginas de “Prensa Libre” y de otras publicaciones , los intelectuales locales se encargaron de llamar a la conciencia de los cardenenses y de los vecinos de los poblados cercanos para lograr que el pueblo sacudiera “... su indiferencia insana, / y que sienta, al unísono de su febril transporte, las ansias ideales de la conciencia humana (...) ”. En 1935 Dora Alonso, aunque provenía de una familia acomodada – su padre, David Alonso Fernández (La Rubiera , Asturias, 1859 - ?, ?), era un rico terrateniente y criador de ganado – y, por tanto, de formación pequeño burguesa, estaba incorporada a la lucha que se libraba en todo el país por una Cuba mejor, pues había ingresado, poco después de que Antonio Guiteras Holmes se separó de Ramón Grau San Martín , en Joven Cuba , organización fundada por el primero en 1934. Militando en las filas de Joven Cuba es que Dora, quien fue también Secretaria del Comité Gestor del Partido Revolucionario Cubano Auténtico en Cárdenas, escribe los trabajos literarios, poemas y artículos que conforman este libro. Estos últimos son – al decir de Imeldo Álvarez García– “... tajantes y convulsos, escritos en una prosa anunciadora de la gran periodista que habría de ser (...)”. . Y aunque más de una vez, según reveló ella misma, le hablaron “... voces amistosas, de poner silenciosamente, un bálsamo calmante sobre la herida de nuestra pobre Cuba.“ y se le sugirió “... un alistamiento en las filas beneméritas de las enfermeras para procurar el restablecimiento de una paciente que amamos y esta (sic) enferma con un mal que tiene la última posibilidad de curar por medio de otras curas más enérgicas que el de la suavidad de las unturas analgésicas... ”. ; continuó diciendo verdades en sus artículos, hasta tal punto, que en cierta ocasión fue mandada a encarcelar por el oficial del ejército que gobernaba la provincia de Matanzas porque no le agradó el tono desafiante de sus escritos. Al respecto la escritora confesó en una ocasión que del artículo pasó “... al panfleto hasta alarmar a un Coronel de la provincia, porque decir las verdades solía traer ese resultado.” . Como parte de su labor revolucionaria y clandestina en el seno de Joven Cuba, Dora Alonso no solo escribió panfletos y artículos sino que también, asistió con frecuencia a las reuniones de la organización, las cuales se efectuaban en la residencia del Dr. Antonio M. Maicas y Domínguez , ubicada en la calle de Laborde entre Calzada y Coronel Verdugo, y cumplió con éxito arriesgadas misiones, entre las que siempre recordaba la ocasión en que le tocó: “... transportar de Cárdenas a mi pueblo dos niples destinados a volar los condensadores del central “España” . En el mismo tren iba, muy cercano a mí, el Jefe de Puesto de la Guardia Rural de mi localidad. Al final del viaje, cortésmente, el teniente me quitó el paquete de las manos, para ayudarme. Y comentó que pesaba bastante. Yo sonreí, diciéndole: “¿ No serán bombas, teniente? ”. Y me respondió: “¡Ya se cuidaría usted!”. Cuando depositó el paquete en el auto que me esperaba, ¡había que ver la cara que puso el chofer (compañero de Joven Cuba), pues había pensado lo peor...!”. Además, participó en representación de la provincia de Matanzas, en la II Fiesta Intelectual de la Mujer, la cual tuvo lugar en 1935 en el Círculo de Bellas Artes de La Habana. Allí, pronunció una conferencia en la que abogó por la impartición de la educación sexual a los niños cubanos a partir del sexto grado. Así mismo, condenó enérgicamente el abandono oficial y el saqueo indiscriminado del presupuesto estatal destinado a la enseñanza. Este hecho le valió, con posterioridad, ser intimidada por el Capitán Estévez Maymir, Ayudante Personal de Fulgencio Batista Zaldívar. “A partir de ahí, – recordará la escritora en una entrevista concedida en diciembre de 1983 a José A. Pola - tengo que ir capeando temporales. Me detienen en otras ocasiones, conozco el vivac por dentro... después paso a la lucha clandestina. Ese fue mi comienzo en el periodismo que considero la mejor experiencia como escritora”. Por esa época – narrará Dora en 1987 al conocido crítico literario cubano Fernando Rodríguez Sosa - su madre, Adela Pérez de Corcho, nacida en el poblado matancero de Guamutas en 1880, con quien ella tenía desde niña una relación muy especial, pues la inició en el amor por la lectura y la literatura, “... estaba totalmente convencida de que era comunista, para ella el diablo, pero siendo su hija, ya el diablo no era tan rojo, era un poco sonrosado.” Dora Alonso - quién había conocido unos meses antes en Cárdenas al revolucionario Constantino Barredo Guerra , el cual sentía por ella, según el Dr. Antonio M. Maicas y Domínguez, “... admiración y singular aprecio” y que luego fue su novio – se separa junto a él, en agosto de 1935 , de Joven Cuba e ingresa tiempo después, por invitación de Barredo y de Osvaldo Torres , quienes fueron con este propósito a visitarla a Máximo Gómez, en la Asociación Partido Unión Revolucionaria , cuyo Comité Gestor en Cárdenas fue creado en junio de 1937 . La escritora participó como Delegada en 1938, junto al ya mencionado revolucionario matancero Osvaldo Torres y a Salvador García Agüero, en la Asamblea y el Comité Nacional de este organismo del Partido Comunista de Cuba. Al respecto, Dora reveló en 1988 al periodista cardenense Argilio Rodríguez G. que: “Cuando Batista asesina a Guiteras, y Eusebio Mujal trata desde las últimas filas de la organización de apoderarse de ellas para utilizarlas en su beneficio personal, yo, como delegada, tuve un fuerte encuentro con él en Cárdenas, en la misma casa de Barredo donde trató de conquistar que yo abjurara de la renuncia que había presentado ya oficialmente. Al preguntarme las causas, le dije francamente: Dónde tu estés de dirigente, yo no puedo estar, porque tú ni eres revolucionario ni lo vas a ser nunca!. Y yo no me dejo dirigir por ti. Barredo pensó igual.” Sobre cómo conoció a Constantino Barredo, quién encabezó en Cárdenas las actividades revolucionarias que se organizaron en la ciudad para protestar por el asesinato de Guiteras y Aponte, hecho este que le costó al joven revolucionario la prisión, aunque no pudieron demostrarle nada ; Dora le explicó a Rodríguez G. que en la época en que se conocieron: “Los dos éramos muy jóvenes (...). Constante fue para mí algo que yo no pude apreciar en toda su magnitud en aquel momento. Pero ahora, transcurridos tantos años, me doy cuenta de que sus palabras y sus orientaciones alrededor del uso de la literatura como arma de combate en defensa del pueblo era realmente el camino correcto. Yo era una muchacha burguesa. Constante en cambio, era un obrero que venía de humilde cuna. Cuando lo conocí trabajaba en una pequeña fábrica de tabacos que tenía su familia cerca del mercado en la ciudad de Cárdenas. Nuestras conversaciones empezaron por girar alrededor de la política en que los dos estábamos inmersos contra el imperialismo, contra el ejército mercenario y entreguista, contra los politiqueros que envenenaban y usufructuaban la Isla nuestra. Poco a poco el interés amistoso se trocó en amor . Pero me duró muy poco la felicidad del encuentro amoroso, porque de acuerdo con su clase y el concepto del deber, Constante Barredo marchó a España para defender la República Española de las garras del fascismo. Cayó en su primer combate”. Después de la caída en combate en España de Constantino Barredo, Dora Alonso continuó luchando por la verdadera y definitiva independencia de Cuba sin dejar de escribir nuevos cuentos, artículos y poemas, los cuales le valieron varios premios y reconocimientos. Más tarde, se establece en La Habana, aunque nunca olvidó los años de su vida que pasó entre Máximo Gómez y Cárdenas. A esta última ciudad, escenario de la publicación de sus primeros trabajos literarios y periodísticos se sentirá atada a lo largo de toda su vida, no- solo por haber contraído matrimonio en 1956 con Fausto Rodríguez Sánchez, militante del Partido Socialista Popular nacido en Cárdenas en 1928; si no también por los numerosas contactos que tuvo con su vida política y cultural a lo largo de más de seis décadas. Por tal motivo, Dora visitó en más de una ocasión, sobre todo luego del triunfo de la Revolución la Ciudad Bandera, recordándose aún por muchos intelectuales cardenenses las visitas que realizó a Cárdenas en marzo de 1975 para asistir a las actividades de la Semana Cardenense de la Cultura, primera de su tipo en el país, y el 2 de abril de 1988, con objeto de participar en el acto de develación de una tarja dedicada a honrar la memoria de Constantino Barredo, la cual fue colocada en la fachada de la casa en que este combatiente internacionalista cubano vivió con su familia en Cárdenas. La ciudad y sus habitantes tampoco olvidaron los vínculos de Dora Alonso con Cárdenas y en 1980, con motivo de su 70 cumpleaños, estrenaron la obra de teatro “El Cochero Azul”, basada en el libro homónimo para niños y que utiliza como escenario varios sitios de la geografía local. Así mismo, el 20 de diciembre de 1970 se fundó en la Casa de la Cultura local el Taller Literario “Palomar”, que fue trasladado en 1983 a la Biblioteca Municipal “José A. Echeverría” y que agrupó, con éxito, a numerosos pioneros cardenenses aficionados a la literatura. Pretendemos algún día publicar los trabajos de la insigne escritora que con celo conservamos en nuestros archivos, con el propósito de rendir homenaje a quien fue una de las más proliferas y valiosas intelectuales cubanas del siglo XX, hecho que le valió ser galardonada en con el Premio Nacional de Literatura; al mismo tiempo que manifestamos nuestro compromiso de seguir hurgando en la historia local para tratar de hallar y reproducir el resto de sus artículos, cuentos y trabajos literarios aparecidos por vez primera en la Cárdenas de los años treinta del pasado siglo. Mientrás tanto llegue a los lectores de El Cardenense un botón de muestra de su obra: Un alma de mujer frente a la vida.• Deslumbramiento y temor: en el primero todos los goces y las ilusiones de su psicología complicada y sutil... en el segundo, miedo a la reacción imprecisa de su yo ante lo inmenso del camino a seguir que nada dice al que ha de recorrerlo. Sentir dentro de la individualidad el impulso magnífico del trampolín de la voluntad es fácil para todas, pero conservar, ya a la deriva, la dirección de aquello mismo que se tomó por norma y finalidad es algo lleno de terrores para el alma femenina que quiere abrir sus alas y volar muy alto, donde su ideal luminoso y veloz la aúpe para depararle la visión soberbia de la victoria. Una eclosión de luces interiores: he aquí su reacción manifiesta ante el descubrimiento de su significado de productora de energía pasional y absorbente en el hombre. Como cegada, siente en vertiginoso movimiento nada más que aquella sensación de seguridades que la arroban y al mismo tiempo la inquietan... Comparte a medias lo que ella misma procura y busca, cuando todavía no ha podido mirar fijamente su objetivo de finalidad en el hombre. Ella quiere egolátricamente su encantamiento personal subyugante; ama su yo, y refleja con desgano una pequeña luz sobre aquello que la venera, pero luego más tarde, cuando la hora de la razón disipa el rebrillar ilusorio de sus vanidades femeninas y biológicas, cuando despierta impetuoso su espíritu y habla alto con voces de imperio y de valor ¡entonces siente miedo!. Quiere obedecer pero no sabe como, su ruta tan sencilla antes, tan natural, tan fácil para su personalidad inquietante de mariposa loca que vuela solo para darse el gusto de lucir y provocar con sus alas la ambición y el deseo de posesión en el sexo contrario, se hace difícil porque entrevé horizontes amplios que sus alas frágiles, endebles, no se atreven a desafiar. Entonces comienza la lucha de la frivolidad y la vanidad femenina, del narcisismo juvenil contra el espíritu noble, recto, capaz y deseoso de tener matices propios y decisiones serias para enfrentarse con una personalidad vigorosa. Y mientras “fémina” llora y se amedrenta, la “mujer” avanza venciendo los débiles obstáculos del “alma mariposa” y asalta prejuicios y dobla frivolidades y toma fortines de egolatría e invade campos abandonados y en ellos siembra y cuida las semillas de las capacidades. Y cuando se posesiona de todo cuanto cree innecesario para la nueva labor a emprender, cuando ha borrado con tesón indomable la personalidad anterior que era espejismo de luces matinales, no está todo acabado, aún queda la interrogación de ese nuevo espíritu forjado a los rayos más nobles de la voluntad que ha de sentirse perplejo y temeroso pese a la garantía de su valor. Como resto atávico de aquella “alma mariposa” que fuera antes, sufre a veces deslumbramientos súbitos que la conducen y la extravían dolorosamente por vericuetos morales de atracciones múltiples... Hay veces que surge misteriosa la nueva personalidad; otras, en cambio, en un acecho cualquiera, el terror prende como llama devoradora, o el cansancio o la reacción sufrida ante un fracaso y entonces queda para siempre fosilizada dentro de un cuerpo femenino un espíritu débil parpadeante, indeciso, mitad mariposa, mitad mujer, que impiden la proyección magnífica del “yo”, sobre una personalidad individual. Welles vs. Cuba.• Benjamín Summer Welles ha trepado ágilmente de nuevo al púlpito de las intromisiones nacionales de Cuba y según parece maquina otro nuevo Gobierno, sin más ni más, sabedor de las muchas sabandijas cubanas que galoparan desaforadamente a cumplir órdenes suyas tan pronto sus deseos de mayordomo de casa grande lleguen claramente expresados a los oídos de los lacayos de Wassingthon (sic) en Cuba. Parece que aquel diplomático ducho en meter cizañas que padecimos durante unos meses, está dispuesto a pasar apresuradamente la escoba sobre el carrusel gubernamental que propiciará para tratar de tapar los ojos al pueblo, que ya está convencido de las malas artes de este tinglado de facto; y cree el sabichocho yankee que tal vez poniendo otros muñecos al tío vivo de Wall Street, se alarguen un poco más la vida de los servicios cómodos que recibe E. U. La zafra que se aproxima va a ser el cohete final de esta fiestecita, esto, naturalmente, no pasa por alto a los ojos de los expertos diplomáticos de Uncle Samm (sic) , que por muchas seguridades o ilusiones de que dispongan, comprenden que será imposible tratar de darle matices bien intencionados a sus manejos. El azúcar cubano estará como siempre en manos de especuladores “rubios”. Toda aquella futura grandeza que rebrilló en las promesas de cuantos tomaron parte en el gobierno de Mendieta , sobre las bienandanzas económicas nacionales por medio del dulce producto cubano, no ha sido más que otra mofa descarada de ese conciliábulo criollo - americano que nos estrangula; y como ya estamos tocando el principio de este desastre azucarero que será la zafra de 1935, los astutos hijos de norteamérica (sic) quieren poner el parche antes que el tumor de todas las protestas se levante para hacerles pasar un mal rato. Claro está que ya nadie hará caso de ese ni de ningún otro camino que se indique o imponga. El pueblo está harto de tanto engaño, se ha hecho escéptico a fuerza de desengaños, cazurro a fuerza de traiciones, decidido a fuerza de hambre y ahora desea verse libre por medios de cualquier clase y no consentirá imposiciones ni cambios de controles que de todos modos serían iguales a estos de ahora porque también estarían atados a las solapas diplomáticas de embajadores extranjeros. El campesino cubano que era no más que una masa dúctil en las manos del capital, ya está curtido a los soles de todas las especulaciones y las miserias y al fin ve claramente de donde vienen todos los males que azotan...... Ya no es aquella humilde pasividad que los inducirá a doblegar las espaldas poderosas y tostadas, requiriendo la afilada “mocha” para trabajar bárbaramente de sol a sol, sin más recompensa que morirse de hambre. Ni el pequeño colono tiene la ceguedad de la ignorancia para no comprender que las empresas americanas que le roban lo suyo y los trituran en los “tanders” de Wall Street como a la caña de sus fincas, los del Central poderoso y soberbio, solo tienen la protección oficial de un Gobierno. Y sí ese Gobierno cae... hombres de hechura y fibra cubana ocupan su lugar... !ya se cuidarán esos Trust abusivos de obedecer leyes nuestra (sic) y de bajar la cerviz tan altiva y llena de desprecio a todo lo que no sea suyo!. Y estas verdades se dibujan claramente en dobles caracteres: para el nativo que sufre y es oprimido, y para Benjamín Summer Welles, enemigo público número uno, de la República cubana. Por esto apresuradamente tratará de caricaturizarnos otro Gobierno. Pero no podrá conseguirlo. La Nación entera tiene el firme propósito de hacer buenas las palabras de un Coronel: “Mendieta será el último Presidente que tendrá Cuba”, agregando solo a tan jupiterinas palabras: que tendrá Cuba... puesto por los americanos. Diga Usted, Señor Presidente.• Sr. Presidente: mañana se va a cumplir un año de gobierno presidido por su persona; mañana será el primer aniversario de su exhaltación al Poder de la República cubana, y queremos, llevados en nuestra seguridad de su franqueza, hacerle unas preguntas q. (sic) para todos encierran vital interés. Como patriota q. (sic) se jacta a todas horas de amar su país, van dirijidas (sic) nuestras interrogaciones, si pensáramos por un solo instante que podrían tomarse nuestras ingenuas preguntas como irónicas burlas, ¡oh, entonces, Carlos Mendieta y Montefur, lanzaríamos polvo sobre nuestras cabezas y lloraríamos desconsoladamente en señal de completa contrición!. Señor Presidente: , (sic) diga usted: ¿Qué se ha hecho en el lapso de doce largos meses en bien de la Patria? ¿Dónde están las promesas hechas en nombre de la Revolución, de esa Revolución, Coronel, que llevó hacia la eternidad tantos amigos y compañeros suyos?. Nosotros, pese a que nos sobra buena voluntad para otear el más mínimo bienestar del pueblo que su persona gobierna, no vemos más que todo lo contrario a la menor justicia que se pudiera administrar. Grau San Martín abandonó el Poder viendo como augurio fatal que el traje blanco tan impoluto que llevaba usted al escalar la Presidencia Provisional, ya estaba salpicado de sangre! de la sangre del pueblo que pedía a gritos que se quedara Grau, y el que fue (sic) ametrallado salvajemente por orden de un señor oficial del ejército frente al mismo Palacio. Sobre la solapa de ese traje, además, se delineaba tenuemente una veta de lodo americano que lucía bastante mal sobre el dril tropical. Esos fueron dos avisos prometedores para los que quedábamos formando el remolino espectante (sic) del pueblo... Señor Presidente, diga usted: ¿Qué se ha hecho del Poder civil? No vemos más que uniformes, estrellas, rifles, garantías suspendidas, millones para fundar cuarteles y festejar la tropa y órdenes para cerrar escuelas. ¿Y dónde están los revolucionarios que podían (sí pensamos que usted es un Presidente puesto en nombre de la Revolución) afianzar las garantías de un período de mando honrado y capaz? Mire, mire hacia allí: eso es el Castillo del Príncipe (¿recuerda que usted supo de la tiranía asesina de Machado cuando su persona sufría encerrada todas las penalidades de la prisión?) Pues (sic) en este Castillo, hacinados , y vejados, están los genuinos representantes de la libertad. Los Tribunales de Sanciones contra los porristas, ahora se llaman de Urgencia. Por ellos desfilan día a día todos los que pudieran arrojar la ignominia de nuestra tierra. ¿Qué es esto, Coronel?... Señor Presidente, diga usted : ¿Por qué se atropella a la Prensa revolucionaria, y a los apapipios infectos que venden su pluma y su poquísima dignidad a todos los gobiernos, se les mima como cochinillos en ceba?. ¿Por qué en esta época bajo su mando, aparecen cadáveres perforados a balazos y el misterio más profundo envuelve las circunstancias anormales de estos hallazgos que dicen acusatoriamente muchas duras verdades en su mismo silencio?.... ¿Por qué a estas horas, al año justo de marcharse Grau, aclamado por su Pueblo, los planazos cobardes levantan cardenales malditos sobre las espaldas frágiles de la ley juvenil en las calles de las ciudades cubanas?. ¿Por qué el tesoro esta (sic) exhausto?. ¿Por qué los hombres de su confianza roban cientos de miles de pesos y no están vistiendo el traje de presidiarios y picando piedras en las canteras del penal, en vez de hacerlo los obreros que otra vez son perseguidos y acorralados como fieras dañinas?. Diga, usted, diga usted rápidamente todo lo que pueda en bien de justificación de estos horrores. Coronel Mendieta, mire su traje blanco ¡ya no tiene color, sangre y lodo lo cubren y ¡oh, Presidente! Hasta su rostro tiene pequeñas gotas de ese maquillaje repugnante...... Señor Presidente, diga usted por qué Cuba convulsa, loca, desesperada, siente los primeros y atroces dolores de parto forzoso de otra Revolución....

lunes, 19 de marzo de 2012

La telaraña El humor peculiar de Virgilio Piñera Por: Jorge Tomás Teijeiro
Virgilio Domingo Piñera Llera, conocido ampliamente como teatrista, y además novelista, ensayista y poeta, nació en 1912 en la ciudad de Cárdenas, Matanzas. Estudió las enseñanzas primaria y secundaria y posteriormente Filosofía y Letras en La Habana. Colaboró en numerosas publicaciones nacionales tales como: Orígenes, Ciclón, La Gaceta de Cuba, Lunes de Revolución y Carteles y también en revistas extranjeras. En 1937 escribe su primera pieza de teatro Clamor en el Penal. En 1945 termina su primera gran pieza escénica: Electra Garrigó. Otras obras de teatro suyas fueron: Jesús, Falsa alarma, La soprano calva, Los siervos, La boda, Aire frío, La sorpresa, Siempre se olvida algo, El no, El álbum y La niñita querida. Obtuvo el Premio Casa de las Américas en el género de Teatro con Dos viejos pánicos. Humor en su autobiografía Con el mayor desembarazo nos narra Virgilio sus vicisitudes debido a las estrecheces económicas de la familia y sus tendencias y gustos mal entendidos en su época y refiere que desde que tuvo uso de razón… «aprendí que era pobre, homosexual y que me gustaba el arte ».Pero con el mayor aplomo se mofa de todo lo que en su entorno pueda ser visto a través de la lupa humorística para que se le vean los mínimos intersticios. Veamos a continuación, cómo trata algunos de los temas. —Cuando en 1912 yo vine al mundo (…) acabábamos, como quien dice, de salir del estado de colonia e iniciábamos ese triste recorrido del país condenado a ser el enanito irrisorio en el valle de los gigantes. —Muchas veces me he preguntado por qué los hombres y mujeres que formaban mi pueblo natal, Cárdenas, no se llamaban todos por el mismo nombre. Por ejemplo, Arturo. Arturo se encuentra con Arturo y le cuenta que Arturo llegó con su hijo Arturo, y con su hija Arturo. Que su mujer Arturo pronto dará a luz un nuevo Arturo, pero que ella no quiere ser asistida por la partera Arturo, sino por la otra partera Arturo que es la partera de su cuñada Arturo madre del precioso niño Arturo, cuyo padre Arturo trabaja en la fábrica Arturo… Absurdo y humor en su poesía La exageración de la realidad puede inducir en el lector la fijación de lo conceptual en tanto que resulte, además, un divertimento. Cuando leemos su poesía Solicitud de canonización de Rosa Cagi, comprobamos que se trata de un alegato contra la violencia en la pareja presentada como una auto burla de la sufriente, escrita en forma que provoca una sonrisa en el lector. Seguidamente algunas estrofas de la misma. Por la presente tengo a bien dirigirme a usted para solicitar una plaza de santa laica en la iglesia del Amor. Un hombre me juró amor eterno, y su amor fue el infierno en la tierra. Poseo en mi cuerpo más estigmas que los exigidos por la Iglesia, mayor cantidad de lágrimas que las expresadas en centímetros cúbicos en las planillas de las aspirantes a ser canonizadas, mayor cantidad de horas de insomnio y en mis rodillas callosidades tan elocuentes que mis amigos me dicen: Rosa la genuflexa. Por tanto, habiendo sido humillada, ofendida, vilipendiada, postergada y vejada; habiendo sido configurada en esa extraña latitud que es ser muerta en vida, yo, Rosa Cagí, en pleno disfrute de mis facultades mentales, pido humildemente ser canonizada como santa laica con derecho a figurar en los altares del horror. Renovar el lenguaje poético fue también idea de Virgilio. Este autor hizo varios intentos para crear nuevas palabras y voces onomatopéyicas que despertaran la atención del lector, pretendiendo, además, que el pensamiento no se petrificara o fosilizara por la repetición de las mismas palabras (en número finito en cualquier idioma) y las mismas construcciones sintácticas. Así, en algunas de sus creaciones poéticas, desembrida su lenguaje, resultando de todo ello, su humor peculiar. Veamos cómo se manifiesta esto en su poesía Solo de piano para lo cual mostramos algunas estrofas. El solo de piano no es un solo de piano, no es tampoco un solo ni asimismo un piano. No es ningún piasolo, ni siquiera un sopiano, Muchísimo menos un sopin de loso y tremendamente lejos de un loso de piano. En las tardes grises todo el mundo es solo, todo el mundo es piano, y hasta el mismo solo y hasta el mismo piano se sienten tan solos que tocan el piano. Cuentos sorprendentes y sorpresivos Estudioso de Kafka, no debe sorprendernos que el absurdo asome las narices en su literatura. Goya pintó muchas escenas y personajes grotescos, Virgilio les dio vida. En sus cuentos, con tales características, lo hiperbólico mueve a risa por el brote de una situación que al presentársenos bruscamente no nos cabe en la cabeza. Les escribiré a continuación una sinopsis de algunos de sus cuentos. La caída. Dos amigos habían escalado hasta la cumbre de una montaña de tres mil pies de altura. Al comenzar el descenso algo les falla y se precipitan abruptamente. En la caída van perdiendo partes de sus cuerpos y su preocupación era salvar, al menos, los ojos de uno de ellos (el narrador del cuento) y la barba de su compañero de aventura. Y el final no tiene desperdicios: (…) Ya mis ojos llegaban sanos y salvos al césped de la llanura y podían ver, un poco más allá, la hermosa barba de mi compañero que resplandecía en toda su gloria. La carne. Érase un pueblo donde se produjo, por causas no explicadas, la falta de carne y se vieron todos engullendo los más variados vegetales. Un buen día, un tal Arnaldo decide cortar un filete de su nalga izquierda, adobarlo, pasarlo por la parrillada y comérselo. Luego la idea proliferó y los habitantes del lugar comenzaron a cortar partes de sus cuerpos, cocinarlas y comérselas. Léanse algunos fragmentos de este cuento: Pronto se vio a señoras que hablaban de las ventajas que representaban las ideas del señor Arnaldo. Por ejemplo, las que ya se habían devorado sus senos no se veían obligadas a cubrir de telas sus cajas torácicas; y sus vestidos concluían un poco más arriba del ombligo. El sindicato de obreros de ajustadores femeninos elevó su más formal protesta ante la autoridad correspondiente, y esta contestó que no era posible slogan alguno para animar a las señoras a usarlos de nuevo. Tadeo. Un hombre, al cumplir los sesenta años es una persona feliz y se suponía que comenzaría para él una vejez dichosa: pero hacia los sesenta y cinco se produjo un cambio capital en su vida pues le surgió la necesidad imperiosa… ¡de que lo auparan como un niño! Veamos a continuación cómo narra Virgilio el resultado final de haber convencido Tadeo a su hijo de que lo cargara: «Entonces el hijo, como el que apura su cicuta, lo cargó y lo tuvo en sus brazos por espacio de unos cinco minutos. Lo dejó luego sentado en una silla y salió a la calle en busca de aire. Literalmente se ahogaba». El autor, después de explicar las nuevas necesidades imperiosas de Tadeo de que personas ajenas también lo cargaran, narra cómo éste se lanza a la calle para encontrar, dentro de muchos que se negaban, quienes estaban dispuestos a hacerlo. Para facilitar esta acción adelgazó rápidamente y ya no era más que su propia sombra. Leamos el final de la historia: Se marchó finalmente de su casa. Dormía bajo los puentes y comía sobras. Pero un adepto que ganara, que gustosamente se prestara a cargarlo, y esos breves momentos de exposición en los brazos de un semejante eran la justificación de su vida. Y tal vez, ya que predicaba con el ejemplo los seres humanos podrían darse a la hermosa tarea de cargarse los unos a los otros. En fin, Virgilio, creo haber recibido el mensaje de su cuento como una fórmula universal de amor: Cargaos los unos a los otros.

martes, 13 de marzo de 2012

José Antonio era temido hasta después de muerto.

Por: Ernesto Alvarez Blanco.
La noticia de que el Palacio Presidencial y Radio Reloj habían sido asaltados al igual que las informaciones que confirmaban la muerte de José Antonio y de otros compañeros en las acciones de este día, se regaron como pólvora, primero, por toda La Habana y luego, a lo largo y ancho el país. A ello no sólo ayudó la prensa cubana y extranjera, que dio durante varios días abundante cobertura a los hechos, sino también las noticias trasmitidas de boca en boca. Así lo han testimoniado numerosos compañeros, entre ellos, Eloy Fernández Sánchez, cantinero del bar del hotel Colina, sitio que era muy frecuentado por el líder estudiantil y sus compañeros de la FEU y del Directorio Revolucionario. Según Eloy, el 13 de marzo de 1957 vio desde allí: “... cuando varias perseguidoras de la Policía batistiana bajaban a gran velocidad por la calle Ronda hacia la CMQ – hoy ICRT – y otras con dirección a San Lázaro, algunas de ellas haciendo sonar las sirenas con mayor algarabía que nunca. (...) Entonces – confesó al periodista Luis Hernández Serrano – yo ni me imaginaba que mi amigo José Antonio Echeverría iba en el carro que dobló por L, procedente precisamente de la zona de la CMQ. En ese mismo instante venía una perseguidora como del hospital Calixto García y se produce el encuentro a tiros entre la policía y el vehículo del líder de la FEU. (...) Al sentir los tiros, varias ráfagas de ametralladora seguidas, nos percatamos de que se trataba de algo muy serio y casi a las puertas del hotel Colina. Salimos con cuidado y pude ver el espectáculo de José Antonio Echeverría en el suelo, mortalmente herido, junto a la máquina donde iba (...). Lo acribillaron a balazos. Fue un dolor muy grande, como si hubiera caído un hijo. (...) varios turistas del hotel se acercaron al lugar (...). Al cabo de un rato vino una perseguidora disparando al aire y la gente curiosa huyó pensando que también serían asesinados”. El cuerpo sin vida de José Antonio, luego de permanecer durante varias horas expuesto en la vía pública hasta adquirir la rigidez cadavérica, fue trasladado por los esbirros de la tiranía al necrocomio y luego, a una de las capillas de la funeraria de Zapata y 2, en el Vedado, sitio al que habían sido trasladados también los cadáveres de los asaltantes al Palacio Presidencial Menelao Mora, Pelayo Cuervo y Carlos Gutiérrez Menoyo. Allí lo descubrió Naty Revuelta, una de las integrantes del Frente Cívico de Mujeres Martianas, con el que el Directorio mantenía estrechos vínculos, desnudo, “... solo, sobre una camilla, tirado en el piso ... ”. De inmediato, con las flores de las coronas que las mujeres del Frente Cívico habían mandado a confeccionar para rendir homenaje a los asaltantes al Palacio Presidencial, cuyos restos mortales sabían que habían sido trasladados a esta Funeraria, Naty Revuelta y otras compañeras cubrieron la desnudez del líder estudiantil, cuyo cuerpo exánime, que inicialmente tuvo como sudario una tosca lona hasta que ”... manos amigas suavizaron la vestimenta” , “ ... parecía – ha rememorado Josefina Rodríguez Olmo (Fifi), quien lo había conocido cuando ella estudiaba en el Instituto de La Habana y ese día estaba también en la funeraria – como de mármol blanco”. Al conocer la terrible noticia, los padres, hermanos y demás familiares del líder estudiantil, se sumieron en un profundo e indescriptible dolor. Rápidamente, sus progenitores se trasladaron a La Habana con objeto de lograr que les fuera entregado el cadáver, con vista a darle sepultura en la necrópolis de Cárdenas. Resulta importante anotar que a la familia del líder estudiantil tampoco les fueron facilitadas de inmediato las pertenencias del mismo, suceso que denunció valientemente en la prensa cardenense el 18 de marzo de 1957 el Dr. Alejandro Portell Vilá , comparando este hecho con lo que habían hecho “... los guerrilleros en día aciago para las armas cubanas al caer el Titán de Bronce en Punta Brava”. Eugenio Humberto Lopategui, primo del padre de José Antonio, quien se encontraba el 13 de marzo en la capital del país con Eva López, su esposa y con Mandina, un amigo, buscando unos materiales de construcción, los cuales adquirió en una ferretería de la calle Monte, muy cerca del Palacio Presidencial, al conocer la triste nueva, se trasladó de inmediato a Cárdenas. Durante el camino, ha contado más de una vez Lopategui: “... nos pararon y registraron varias veces. Al día siguiente preparé el carro y en compañía de Eva partimos hacia la Capital ”. Una vez en La Habana, Eugenio Humberto y su esposa se dirigieron a la casa de Josefina Bianchi, tía de José Antonio, en donde ya estaban sus padres, a quienes: “... las autoridades no querían entregarles el cadáver. Entonces, Niní (Antonio de Jesús Echeverría) logró que Santiago Verdeja, antiguo amigo de la familia (...), convenciera al tirano Batista para que autorizara la entrega del cadáver”. Ayudó también a Niní en estas gestiones el Dr. Emilio García Pérez, a quien el juzgado le envió con posterioridad el pasaporte del líder estudiantil. El periódico habanero Prensa Libre publicó por esos días una nota bajo el título Pide el cadáver de su hijo, en la que se afirmaba que el padre de José Antonio se había personado en el Necrocomio del Vedado con este objetivo. Sin embargo, según esta información: “A pesar de que el ministro de Defensa doctor Santiago Verdeja, se interesó personalmente para que se entregara el cadáver de Echeverría a sus familiares, se dijo que esa diligencia estaba sujeta a una disposición del Tribunal de Urgencia, donde no se habían recibido las actuaciones de la policía”. Según narró en 1977 Eugenio Humberto Lopategui al periodista e historiador cardenense Roberto Bueno Castán: “Fueron innumerables las gestiones que hubo que hacer para lograr la entrega del cadáver a los familiares, para lo cual hubo que esperar al día siguiente (14 de marzo), pasada la una de la tarde. Mientras se aguardaba la autorización para su traslado a Cárdenas, centenares de personas concurrieron a la funeraria, donde también estaba expuesto Pelayo Cuervo, a pesar de que prácticamente la misma estaba tomada militarmente y se mantenía una estrecha y amenazadora vigilancia, lo que obligaba a todos a no hacer ningún tipo de comentario en voz alta”. Finalmente, en horas de la tarde del 14 de marzo, “... cuando todo hacía presumir unas breves horas de capilla ardiente y un temprano entierro con las luces del alba del día 15 (...)” , se habló del traslado del cadáver a Cárdenas, : “... pero - ha relatado Humberto Lopategui - no había seguridad de que concedieran el permiso. Al fin las autoridades accedieron , pero con la condición de que el cortejo partiera al anochecer, directamente hasta el cementerio cardenense, sin velorio en la casa natal”. “... sobre las cinco y media de aquel día 14, nos proponemos acompañarlo hasta Cárdenas. En esos momentos, una provocadora comenzó a dar gritos contra el gobierno. Sobre ella los esbirros allí presentes no tomaron medidas, pues estaban atentos a la reacción de los demás. No prestamos atención a aquella provocación, de quien estamos seguros estaba allí mandada por los propios militares, pues podría ser utilizada todavía no sabemos para que propósitos”. El féretro que contenía los restos del Gordo fue cargado en hombros por sus compañeros universitarios hasta el carro fúnebre. Las autoridades solo autorizaron a seis carros, conduciendo a familiares muy allegados, unas 15 personas, a acompañar el cortejo fúnebre hasta la Ciudad Bandera. Sin embargo, los afligidos dolientes no pudieron hacerlo desde la funeraria, como era costumbre, sino desde la carretera de Managua, a la salida de La Habana. José Antonio era temido hasta después de muerto. En Cuatro Caminos, ha relatado Eugenio Humberto Lopategui, quien estuvo entre los que pudieron hacer el trayecto junto al coche fúnebre, el ejército detuvo la caravana: “... después de registrar los autos nos permiten continuar. Este hecho se repitió en varias ocasiones a través del trayecto hasta Matanzas, en cuya ciudad se nos obliga a adelantarnos y esperar el carro fúnebre en Peñas Altas. Toda la zona de la ciudad por donde pasó el carro fúnebre estaba apagada; querían evitar a toda costa que el pueblo supiera que José Antonio en esos momentos pasaba por sus calles ”. “Ellos demoraron la entrega del cadáver para que el recorrido y la sepultura se efectuara de noche. (...) Nos vigilaron durante todo el camino. Por todas partes aparecían los elementos de los cuerpos represivos, detenían el cortejo, llegaban a los autos, miraban, preguntaban mucho. Ese día comprendí el miedo que le tenía la tiranía a José Antonio y a su pueblo”. Rigoberto Febles Varela, sepulturero del Cementerio de Cárdenas , al enterarse, alrededor de la una de la tarde del 14 de marzo, de la muerte de José Antonio, a quien conocía desde la infancia porque su hijo acostumbraba a jugar con él en el parque ubicado frente a la casa del líder estudiantil, comenzó a preparar las condiciones para inhumar su cadáver en el panteón de la familia Echeverría – Bianchi, en donde reposaban los restos de sus abuelos y de su hermano Alfredito. Dicho panteón está ubicado en la segunda manzana izquierda de la calle Primera entre B y C. Febles confesó en 1976 al periodista Rolando Pérez Betancourt: “Un enterrador –– no puede estar con sentimentalismo, claro que no, pero aquella muerte la sentí muy duro. Mataron a José Antonio, repetía para adentro de mí. Entonces recogí los instrumentos y me fui debajo del sol, a preparar su tumba”. Unas horas después, sobre las 3:00 p.m., el Cementerio local fue tomado militarmente, cumpliendo órdenes superiores. Febles narró que en esa ocasión había: “Carros con soldados por todas partes, aunque eso fue un poco después, sí, porque primero llegó la gente del SIM y se colocaron en los puntos que según ellos eran estratégicos. ¿Y a ti quién te mandó a preparar la tumba?, me preguntaron. Yo les respondí que había sido iniciativa mía, porque como Echeverría era de Cárdenas ...”. (...) Ese día prohibieron las visitas al cementerio y hasta los ómnibus que paraban aquí enfrente tenían que seguir de largo”. “ Esa situación se mantuvo hasta que duró el entierro. (....) ... las fuerzas del SIM: eran unos 80 0 90 hombres que enseguida se distribuyeron por todas partes. Inmediatamente que llegaron, uno de ellos se hizo cargo del teléfono; otros, en yipis, con fusiles y granadas, se colocaron por todas partes, y el resto por la parte de afuera se encargaba de impedir el acceso al lugar ”. Al llegar el cortejo fúnebre a la portada de la Necrópolis de Cárdenas, eran ya cerca de las ocho de la noche. Poco antes, el oficial que estaba a cargo del teléfono recibió una llamada de Matanzas diciéndole que ya habían pasado por esa ciudad, por lo que se activó aun más la vigilancia de los militares. Los autos fueron detenidos a la entrada de la necrópolis para ser registrados. Mientras las puntas de las ametralladoras irrumpían por las ventanillas, Rigoberto Febles fue a buscar unos faroles, aunque ha apuntado que no hacían falta porque aquella noche “... la luna estaba como el día”. Eugenio Humberto Lopategui, por su parte, contó sobre este momento que, luego de una breve espera, solo se permitió la entrada al cementerio: “... a los familiares que acompañaban el cadáver, antes de lo cual se registraba a los autos y también a las personas, lo mismo hombres que mujeres. ¡Hasta las medias nos registraron!.” “Dentro y fuera de la necrópolis lo que había de policías y guardias rurales era tremendo. ¡Aquello parecía un ejército en campaña!. Al parquear el carro fúnebre, el capitán Alzugaray, autoritario y violento, ordenó: ¡Que le cojan el número a las chapas de todos los carros que estén parqueados aquí!. Entonces, los esbirros introdujeron el cañón de sus armas por las ventanillas de los vehículos y obligaron a encender las lucecitas interiores para ver bien las caras. Cuando el carro funerario entró en el cementerio fue que nos permitieron pasar; uno a uno, en fila india, por el escaso espacio que dejaba la verja entreabierta. No sin antes registrarnos de pies a cabeza. Cuando estábamos todos adentro, partimos en silencio, detrás del carro, hasta llegar al panteón de la familia Echeverría – Bianchi”. “El entierro se efectuó rápidamente, con presión por parte de los gendarmes”. “La ceremonia de enterramiento fue muy sencilla, sólo unas breves palabras después de las cuales fue sepultado . Ellos no querían que el pueblo estuviera junto a José Antonio (...)”. El entierro de José Antonio se llevó a efecto a la luz de los faroles llevados por Rigoberto Febles y a la de los faros del coche fúnebre. Mientras tanto, iluminados por la luna, podían apreciarse, en medio del agitado servicio religioso oficiado por un sacerdote: “... los sombreros de los guardias rurales y las puntas de sus fusiles, agazapados detrás de las tumbas cercanas, en zafarrancho de combate. Lopategui (Eugenio Humberto) comentó bajito con su compañera: ¡Esta gente le tiene miedo a José Antonio hasta después de muerto!”. Fue así, escribió el Dr. Alejandro Portell Vilá en la primera plana del periódico cardenense La Antorcha el 18 de marzo de 1957, que los restos mortales de: “ ... José Antonio Echeverría sin un cirio de ritual como hicieron por siglos nuestros ancestros y sólo con un breve y atropellado servicio religioso descendió a su tumba poco después de las 8:30 de esa noche Y NO COMO SE ANUNCIARA en toda Cuba, en medio del tétrico silencio de un puñado de familiares y amigos, a la pálida luz de una luna piadosa y algún reflector ocasional. Siendo medularmente civil fue enterrado, por ironía del Destino, en medio de armas montadas espectacularmente”. Desafiando las medidas tomadas y las prohibiciones impuestas por las fuerzas de la Dictadura, según un artículo publicado el 15 de marzo de 1957 en el periódico cardenense La Antorcha bajo el título Sepelio del Presidente de la F.E.U. Constituyó un duelo nacional: “Una gran muchedumbre esperó el cadáver del infortunado joven, en nuestra necrópolis, a pesar de haberse prohibido el acceso al mismo por las autoridades. Desde la capital, acompañaron el féretro los padres de la víctima y demás familiares cuyo dolor reflejado en el rostro impusieron un cuadro patético entre las personas allí congregadas. La penumbra de la noche hicieron más doloroso todavía el piadoso acto. De los ojos de muchos cardenenses brotaban las lágrimas. Cárdenas en pleno se halla de luto por la caída del estimado y querido coterráneo, que desde la Dirección estudiantil universitaria supo prestigiar a la ciudad Bandera. Las delicadas y fortuitas circunstancias de su muerte han contribuido a acentuar ese dolor, ya que la vida parecía sonreírle desde todos los aspectos”. En esta misma edición del periódico local aparece también una nota en la que se informaba que los padres de José Antonio no recibirían durante unos días, por prescripción facultativa, la visita de amigos y familiares debido “... al estado de aflicción (...)” en que se hallaban. Una información similar se publicó en el periódico cardenense El Comercio del 15 de marzo de acompañada de una nota necrológica mediante la cual, la dirección de la publicación ofrecía su más sentido pésame a la familia Echeverría – Bianchi. El 15 de marzo de 1957, las coronas que habían colocadas por sus familiares sobre la tumba de José Antonio, las cuales habían sido traídas por ellos desde La Habana, desaparecieron. ¿ Los culpables?, un grupo de esbirros, según le contó el sepulturero Rigoberto Febles a Mario González Cedeño , quienes saltaron de noche el muro del Cementerio y las destrozaron. Aunque los sicarios de Batista impidieron a los cardenenses rendir a José Antonio el homenaje póstumo de sus coterráneos, por iniciativa de “... un grupo de ciudadanos de todos los matices y sectores (...)” se acordó confeccionar una lápida de mármol para ser colocada sobre su tumba. Según relató, con objeto de que lo publicara, a Enrique de la Osa, Director de la leída sección En Cuba de la revista Bohemia, Roberto Iglesias Lorenzo, dirigente nacional de la Juventud Ortodoxa, en una carta fechada en Cárdenas el 2 de junio de 1957, un original de la cual conservamos, el sábado 25 de mayo de 1957 en horas de la tarde se procedió a la colocación de la: “lapida (sic) de malmor (sic) costeada por voluntad popular en la tumba que guarda los restos del que fuera Presidente de la FEU y cardenense muy querido y admirado JOSÉ ANTONIO ECHEVERRÍA (...) en forma de libro con el siguiente epitafio: A JOSÉ A. ECHEVERRÍA PORQUE FUISTE JUSTO, HONESTO Y VALIENTE EN MEDIO DEL FANGO QUE NOS AHOGA, TUS IDEALES PUROS SERÁN INTERPRETADOS Y MANTENIDOS EN LA LUCHA ENTABLADA POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD QUE CUBA RECIBIÓ DE SUS LIBERTADORES. TUS COTERRÁNEOS. CÁRDENAS MAYO 26 DE 1957 El domingo en horas de la mañana se llevó a efecto en la Iglesias (sic) de los Hermanos Trinitarios una misa por el alma del que fuera líder indiscutible del Pueblo de Cuba JOSÉ ANTONIO ECHEVERRÍA la cual contó con una desorvitada (sic) custodia de paisanos militares y a ruego de la desconsolada madre de ECHEVERRÍA no se hicieron actos de calle de ninguna especie aun cuando un nutrido grupo de cardenenses colmaron de flores la tumba que guardan (sic) sus restos. (...) El lunes 27 se conosió (sic) la desaparición en horas de la noche anterior del cementerio local de la lapida (sic) colocada el sábado 25 en la tumba del PRESIDENTE DE LA FEU JOSÉ A. ECHEVERRÍA caso este que conmovión (sic) a toda la ciudadanía cardenense con la inevitable indignación de todo el pueblo. El martes 28 fue presentado ante el jusgado (sic) de esta ciudad una denuncia a nombre de varios cardenenses denunciando el indigno robo y la baja profanación de la lapida (sic) y la tumba del líder estudiantil JOSÉ A. ECHEVERRÍA”. Sobre estos acontecimientos, se han publicado varios artículos y entrevistas, pero no todas coinciden o son fieles a la verdad. Entre ellos, creemos que el testimonio que más se acerca a la verdad, pues a pesar de tener algunas imprecisiones y fechas erróneas, coincide con el relato que hace Roberto Iglesias a Enrique de la Osa, a pocos días de suceder los hechos, lo cual lo hace un testimonio bastante confiable, es el relato que ofreció Nora Abelairas al profesor Eusebio Reyes, autor del libro Un corazón de oro cargado de dinamita.. Según la citada compañera, fervorosa católica y entusiasta promotora cultural cardenense , que estuvo muy vinculada con la familia Echeverría – Bianchi, varias mujeres locales, entre las cuales se encontraba, tuvieron la iniciativa, con la aprobación de la madre de José Antonio, de colocar la lápida de mármol que nos ocupa. Para lograrlo, ella, junto a: “... Perla Moré (Fernández) (...), Violeta García (Sendra) y (la Dra.) Eva Cruz Álvarez, con la ayuda de Clara Moré y Elsa Albelaide , se dieron a la tarea de efectuar una colecta popular para sufragar los gastos de la confección del libro que ascendieron a 75 pesos. Concluida la colecta se pusieron en contacto con Alejandro Portell Vilá (...) y este les redactó el texto para la lápida, e inmediatamente encargaron su realización a un marmolista de la ciudad que Eva Cruz conocía, pues trabajaba en una farmacia cercana a la casa del artesano. Cuando el marmolista tuvo tallado el libro le avisó a Eva Cruz para que todas lo vieran. Las cuatro compañeras estuvieron conformes con el trabajo y le pidieron lo terminara (...). Cuando salieron de casa del artesano, pensaron que habían sido descubiertas porque en la calle se encontraban varios carros patrulleros bajo las órdenes del capitán Alzugaray. Media hora después el marmolista le comunicó a Eva Cruz que la policía había estado en su casa y al ver el libro dijeron que aquello les iba a pesar. Después que recogieron la lápida fueron a visitar a la madre de José Antonio para expresarles que el domingo (...) le darían una misa a su hijo en la Capilla de los Trinitarios de Cárdenas y colocarían el libro en la bóveda. Concepción Bianchi estuvo de acuerdo en hacer la misa, pero les planteó que la lápida sería colocada el sábado (...) porque quería evitar una provocación y nuevos derramamientos de sangre. Puestas de acuerdo trataron de encontrar un fotógrafo, pues querían dejar constancia del hecho, pero no pudieron contratar a ninguno ya que todos tenían temor. Gracias a un compañero de apellido Álvarez , amigo de Eva Cruz, pudieron sacar fotos con una cámara que él les prestó. De igual forma que no encontraron fotógrafo tampoco encontrarían un chofer que las llevara al cementerio. El sábado (...) las compañeras mencionadas llevaron el libro a la necrópolis en el automóvil de Enrique Saénz . Allí se reunieron con Concepción Bianchi, otros familiares de Echeverría y un reducido grupo de personas y colocaron el libro sobre la bóveda de José Antonio, respaldadas por las palabras alegóricas de Alejandro Portell Vilá . El domingo se efectuó la misa en honor de José Antonio Echeverría, Perla Moré y Nora Albelaide (sic) repartieron recordatorios cuyo texto tenía un marcado carácter revolucionario. En los alrededores de la capilla se encontraban los policías: Pensaban que al concluir la misa irían al cementerio porque desconocían que la lápida había sido colocada el día anterior”. La respuesta de los esbirros locales ante tamaña provocación no se hizo esperar. El propio día 26 de mayo, fueron a buscar a Rigoberto Febles a su casa y lo hicieron acompañarlos al cementerio. Una vez allí, caminaron sobre la bóveda de los Echeverría – Bianchi mientras la voz grotesca de uno de ellos retumbaba en la necrópolis: “ ¡A los muertos se les pone flores, no esto!, y dijo una palabrota, mientras lanzaba la tarja de mármol, que se hacía pedazos” , los cuales fueron desaparecidos por ellos de inmediato . El odio de las bestias hacia José Antonio y su ejemplo seguía latente. Destruyeron la tarja, pero no pudieron eliminar el inmenso respeto y la admiración que el pueblo de Cárdenas y de toda Cuba, sentía hacia su limpia y recia figura de luchador estudiantil y revolucionario. El homenaje verdadero, definitivo e imperecedero a su vida y a su obra estaba más cerca de lo que Batista y su camarilla jamás imaginaron.

Asalto a la historia

Este 13 de marzo se recuerdan 55 años de que integrantes del Directorio Revolucionario, brazo armado de la FEU, en acción temeraria bajo el liderazgo de su presidente, José Antonio Echeverría, se lanzaron al asalto del Palacio Presidencial para ajusticiar en su madriguera al dictador Fulgencio Batista y llamar al pueblo a la rebelión. JR pudo dialogar con algunos de los protagonistas de aquel hecho Por: Varios Autores Tomado del periódico Juventud Rebelde. 12 de marzo de 2012.
Llevaba una ametralladora Thompson, una pistola, dos cargadores y dos granadas y, no lo niega, también cargaba un susto tremendo. Iba en un camión rojo. Era el 13 de marzo de 1957 y habían salido rumbo al Palacio Presidencial sobre las tres de la tarde. Otro grupo de compañeros, encabezados por José Antonio Echeverría, iba hacia Radio Reloj. Así comienza a desgranar sus recuerdos Ángel Eros Sánchez sobre un hecho que, aunque pasaron 55 años, marca para siempre la historia de Cuba. Ese día recuerda la audacia, rebeldía, amor y entrega a su patria de la juventud. Fueron 50 integrantes del Directorio Revolucionario, brazo armado de la FEU, en acción temeraria bajo el liderazgo de su presidente, quienes se lanzaron al asalto del Palacio Presidencial para ajusticiar en su madriguera al dictador Fulgencio Batista y llamar al pueblo a la rebelión. «Al arrancar no cerramos la puerta, sino que Carbó Serviá, que fue el último en montarse, la aguantó con una soga. De esa forma garantizábamos descender más rápido», continúa narrando. «Nuestro objetivo era tomar Palacio, resistir, y luego salir a las calles y lograr un levantamiento popular. Por supuesto, matar al tirano en su propia madriguera. Mientras José Antonio, en su alocución a través de Radio Reloj, debía conminar al pueblo a ir a la Universidad, donde teníamos más armas. La idea era iniciar una guerra civil, en el corazón de La Habana y en pleno día». —¿Cómo estaba organizado el plan? —Se basaba en la sorpresa, pero nos fallaron algunas cosas. «Por ejemplo, al llegar al Palacio el primer carro entró rápido y comenzó a disparar, aunque la guardia también contestó inmediatamente, pero funcionó la sorpresa. Sin embargo nosotros tenemos la primera dificultad: se nos atravesó una guagua de pasajeros, y por ello tuvimos que descender del camión más lejos de la entrada. «En aquellos momentos el regimiento de Palacio era de unos 300 hombres, y los lugares más difíciles eran la planta baja y la azotea. Un grupo debía subir por la escalera lateral hasta la oficina del tirano. Otro entraría hacia la escalinata central y allí unos tomarían a la derecha y otros a la izquierda, entre ellos yo. «Así dicho sonaba muy bonito, pero fue muy difícil. Al grupo mío nos disparaban desde arriba, sin tregua, aquello era tremendo. Éramos un comando suicida, de acción rápida, y logramos hacer lo que nos habíamos propuesto: tomar la planta baja y llegar al despacho. «Yo estaba herido en un muslo. Habían muerto varios compañeros y otros estaban lesionados. El grupo de refuerzo no llegó y decidimos retirarnos. A la salida cayeron más». —¿Cómo logró salir de Palacio? —De milagro. Me tiré debajo del camión y se me cayó la ametralladora. Con la pistola, y corriendo en zigzag —como en las películas— logré escapar de las balas de una ametralladora 50 que estaba en la azotea de Palacio, y que cazaba a los asaltantes que lograban salir. «No habíamos previsto nada para la retirada, y yo no sabía qué hacer. Me interné por las calles de La Habana Vieja; primero me escondí en un bar y luego amenacé a un taxista con la pistola y lo obligué a poner su auto en marcha. «Al taxi lo paró un policía. Me vio pistola en mano y con manchas de sangre en la cara, y le dice al chofer: ¿Estas alquilado?, y se manda a correr. Bueno, yo me alegré, porque hubiera tenido que matarlo y complicar más la situación. «En las calles Cuba y Merced había unos parientes de mi madre que eran “batistianos” lo cual era muy bueno, pues hacía la casa más segura. Allí me escondí unos días y dos meses después me asilé en Miami». —Al paso del tiempo, ¿cómo valora esos hechos? —Hoy los veo igual que entonces. Cuando se está convencido, resuelto a hacer algo, se asume cualquier consecuencia. No es que yo fuera guapo ni nada de eso. Tenía sencillamente la convicción de la utilidad y la necesidad de la lucha. La escalada estudiantil «Estábamos cansados de que la policía nos golpeara impunemente y comenzamos a responder con las armas para movilizar la conciencia del pueblo a favor de nuestra lucha», recuerda Faure Chomón Mediavilla, quien fuera secretario general del Directorio Revolucionario. «Cuando salía una manifestación un comando esperaba a que fuera reprimida violentamente, para entonces abrir fuego contra la policía. La primera acción de este tipo se produjo el 2 de diciembre de 1955 y desató el apoyo de las masas, aunque la furia de la represión fue terrible. El camino estaba abierto para acciones mayores, como la del 13 de marzo de 1957». —Era mucho lo que arriesgaban. —Para muchos podíamos haber sido unos locos, pero tratábamos de lograr algo necesario, la muerte de Batista y el triunfo definitivo de la Revolución. Lo único que no teníamos calculado era la muerte de José Antonio. Fue un golpe doloroso, inmensamente triste y demoledor… pero cayó como tenía que ser, enfrentando a la policía. «A veces se ha dicho que él muere asesinado, pero cayó en combate: su carro chocó con el patrullero, y se indignó tanto que quiso barrer solo aquel obstáculo, y por eso les fue para arriba. Realmente él obliga a la policía a pelear. «A pesar de que la muerte le arrebató a la FEU sus principales líderes en la primavera del 57, no pudo detener su combatividad. Después de esos días difíciles nos reorganizamos, y todos juntos tuvimos que hacer de José Antonio y de Fructuoso… «El compromiso era mantener una organización de acero, tal como ellos la concibieron hasta ver sus ideales realizados. Puede decirse que lo cumplimos». Minutos para la audacia «Con la cantidad de armas que teníamos no era posible desplegar un gran movimiento en la capital, donde se concentraban las mayores fuerzas de la dictadura, así que tenía que ser un golpe decisivo y rápido», recuerda Julio García Oliveras, uno de los participantes en la toma de Radio Reloj, el 13 de marzo de 1957. «Se realizaron varias reuniones del ejecutivo de la FEU y de allí salió la decisión de realizar el asalto al Palacio y la toma de una emisora radial, para dar a conocer al pueblo la acción y provocar un levantamiento popular. «Sobre esas bases comenzamos a preparar aceleradamente nuestra acción en La Habana. Faure encabezaría las operaciones de Palacio y José Antonio me designó a mí para la organización de la operación de la estación radial». —¿Por qué seleccionan Radio Reloj? —En primer lugar por su carácter de transmisión continua, que nos aseguraba un estudio fijo adonde dirigirnos, y en segundo lugar su cercanía a la universidad, donde se ubicaría el puesto de mando del movimiento. «Un tercer factor era que, con la población inquieta por la situación del país, Radio Reloj mantenía gran audiencia, y además, durante la lucha estudiantil, los trabajadores de esa emisora nos habían brindado gran colaboración y existía allí una célula del Directorio, encabezada por Floreal Chomón, hermano de Faure». —¿Cómo elaboraron el plan? —Mis primeros pasos fueron dirigirme a la emisora, para realizar el necesario reconocimiento. En compañía de Floreal recorrimos la cabina de transmisión, los pasillos, los accesos, escaleras y elevadores, tomando cuidadosamente el tiempo de cada movimiento. «Un punto importante era la cabina de control que se encontraba a la entrada del piso de la estación, y que regulaba todas las emisiones que se producían en CMQ. «Al mismo tiempo se elaboraban los textos de las informaciones que iban a ser transmitidas. Estas se componían de tres elementos fundamentales: una primera sesión de noticias anunciando el ataque a Palacio; otra para desinformar y crear confusión entre los batistianos, con noticias supuestamente originadas en el Campamento Militar de Columbia —hoy Ciudad Escolar Libertad—, informando de movimientos entre los militares; y finalmente la alocución de Echeverría, anunciando la muerte del tirano y llamando al pueblo a unirse al movimiento. «Los originales, copiando exactamente el estilo utilizado por los periodistas que cubrían esos sectores, e incluso utilizando sus nombres, fueron redactados inicialmente por Samuel Biniakonski, estudiante de Arquitectura y hasta ese momento jefe de propaganda del Directorio; pienso que después fueron modificados en parte por Enrique Rodríguez Loeches. «Pero nadie nos advirtió que la transmisión podía ser cortada también en la subestación de Televilla, como realmente ocurrió a manos de un canalla del enemigo. No nos habría sido difícil ocupar el lugar con unos pocos hombres armados y garantizar así la transmisión». García Oliveras recuerda que el trayecto de los 17 hombres armados en tres carros hacia la radio se realizó sin ningún tropiezo. «Llegamos a nuestra posición en M y 21 y atravesamos el auto según lo proyectado. Nos bajamos con la armas en la mano, y veíamos a los otros dos en sus respectivas posiciones. «Nuestro carro tenía radio y sintonizamos la transmisión, transcurrieron algunos minutos. Oíamos a los vecinos asombrados exclamar: mira, estudiantes con armas. Algunos choferes, obstinadamente, insistían en pasar y tuvimos que encañonarlos para que desistieran. «Recuerdo que por M subió en su auto hacia CMQ el actor Carlos Moctezuma —conocido como Ñico Rutina—; no puedo olvidar su reacción al vernos». A las 3 y 22 comenzaron a radiarse las noticias que habíamos preparado, recuerda García Oliveras. Ansiosamente esperaba las palabras de José Antonio, hasta que al fin su voz cargada de emoción se hizo escuchar por la radio. «Yo contaba los minutos vigilando con preocupación la posible irrupción de los patrulleros policíacos, pero todo transcurría sin novedad. Súbitamente, la transmisión se interrumpió, el tiempo pasaba y José Antonio y sus acompañantes no bajaban. Yo no tenía explicación para lo que ocurría y mi inquietud aumentaba ante la posible llegada del enemigo. A las 3 y 31 salieron. «Para nosotros, en la acción de Radio Reloj, la etapa más riesgosa era la toma de la estación, donde deberíamos permanecer unos 20 minutos, ya que tanto la travesía hacia la Universidad, relativamente corta, como la estancia en La Colina las considerábamos mucho más seguras. Y no fue así…». La emoción embarga a Julio García Oliveras cuando recuerda los últimos momentos de José Antonio, las peripecias para llegar a la Universidad y el fracaso final de la acción. Convocar al pueblo a la lucha «Fructuoso Rodríguez y yo estábamos en un apartamento de la calle 6, entre 19 y 21, en el Vedado. A plena luz del día llevamos las armas para un Chevrolet gris claro del 52, tomé una pistola Star de ráfaga y dos granadas», cuenta Juan Nuiry, quien participó en la toma de Radio Reloj. «A las 3:05 minutos de la tarde llegamos al otro apartamento en la calle 19 entre C y D. Permanecí al timón, sin apagar el motor. Vi salir a José Antonio Echeverría, llevaba su traje azul marino. Al pasar junto a nosotros hizo un guiño, muy característico en él, seguido de una gran sonrisa y se montó en un Ford del 57 color crema, que guiaba Carlos Figueredo. Además, había otro auto, un Oldsmobile negro del 53, conducido por Humberto Castelló, «Todo estaba cronometrado con lo que ocurría en Palacio. A las 3:10 partimos desde 19, doblamos a la derecha en la calle B hasta 17 y continuamos por esa hasta M. A las 3:14 me detuve en la esquina de M y 21, el Odsmobile siguió hasta M y 23, mientras el carro de José Antonio paró a la entrada del edificio de la CMQ, hoy el ICRT. «José Antonio bajó del auto con varios compañeros que lo acompañaron. Llegaron a la cabina de Radio Reloj y entregaron los partes a los locutores. Eran las 3:21. Empezaron a leer las supuestas noticias, y a continuación el anuncio: ¡Asaltado el Palacio Presidencial! Luego se escuchó en la inconfundible voz del Presidente de la FEU la alocución dirigida al pueblo. «Pero algo nos sorprende. Estábamos escuchando por el radio del carro y se cae la transmisión, solo se queda el tic-tac. Muy despacio acerqué el auto al de José Antonio. Los minutos parecían horas, hasta que vimos descender a nuestros compañeros pistola en mano. Los tres carros tomaron por la calle M. Yo doblé en 25, izquierda en J, y fui el único que entró en La Colina. Por el camino los había perdido de vista y me sorprendo cuando llegué y no los vi. El carro de Fructuoso siguió por M hasta San Lázaro, y junto a Joe Westbrook subieron por la Escalinata. Me encontraron emplazando la ametralladora calibre 30 en el rectorado, pues desde ese lugar se dominaba la entrada por la calle San Lázaro. Traían una inolvidable expresión de dolor reflejada en sus rostros, y con gran conmoción me dijeron del enfrentamiento de los compañeros de la segunda máquina con la policía y la caída en combate de José Antonio. «Como la parte de la alocución que llamaba al pueblo a la lucha y acudir a la Universidad no se escuchó, la población conocía los acontecimientos, pero no sabía qué hacer. «Luego de un intercambio de opiniones se acordó salir de allí. Mi partida de la Universidad fue bajo un fuerte tiroteo, en el mismo auto utilizado para la acción y llevaba herido a Faure Chomón, que había llegado desde Palacio con otros compañeros. Como nunca la retirada se contempló en nuestros planes, no existía esa cobertura, pero ese puede ser tema para otra historia». —¿Por qué matar a Batista? —Eliminando al tirano y haciéndonos fuertes en la Universidad, el triunfo era nuestro. De hecho, el ejército no salió a la calle hasta que no estuvieron seguros de que Batista no había muerto. «Quiero comentarte sobre un hecho de sombra, algo olvidado por nuestra historiografía y que demuestra cuánto representaba Batista en aquellos momentos, y como el asalto marcó un momento definitorio en aquella compleja sociedad de intereses. «Del 27 al 29 de marzo y del 1ro. al 5 de abril de 1957, cuando todavía el Palacio Presidencial estaba húmedo de la sangre derramada por los asaltantes, el pudiente capital nacional, atribuyéndose la representación del país, congratuló al tirano brindándole un acto de desagravio por lo ocurrido». —El 13 de marzo usted tenía solo 22 años. ¿Cómo lo asumió su familia? —Eso fue un lío grande. Yo vivía entonces con mis padres y mi hermana. Cuando salí de la Universidad, con Faure herido y sin tener donde escondernos, cogí un teléfono público, llamé a mi casa y dije «estoy vivo», y colgué. «Los que participamos en esa acción, y a lo largo de las luchas logramos quedar con vida, el 31 de diciembre de 1958 estábamos en nuestros puestos de combate, en la lucha clandestina o en las montañas». Generación marcada «Eran aproximadamente las siete de la noche cuando el cortejo fúnebre que llevaba los restos de José Antonio atravesó la ciudad de Matanzas. Pasó en silencio; la población no sabía que sus restos serían trasladados desde La Habana hasta el panteón de su familia en Cárdenas», recuerda Talía Laucirica Gallardo, quien fuera amiga y compañera de estudios de José Antonio. «A mi mamá y a mí nos recogió un amigo que venía como parte del cortejo, discretamente, en la carretera Vía Blanca. En el carro estaban también su novia y la madre de ella. Eran unos seis carros en total. «Al llegar al cementerio serían más o menos las ocho de la noche, y había oscurecido. Nos hicieron bajar de los autos y solo siguieron hasta el panteón el carro fúnebre y el de los padres de José Antonio. Nosotros continuamos a pie, con las dificultades de la penumbra. Entre las tumbas había soldados apostados con armas. «Para poder colocar el ataúd en el panteón hubo que auxiliarse de faroles de luz brillante. Éramos unas 20 personas entre familiares y amigos. También iban Roberto Chomat, entonces decano de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de La Habana, y el profesor Aquiles Capablanca. «Fue el entierro de un héroe y sin embargo había sido tan pequeño, sin un solo homenaje. Al día siguiente, bien temprano en la mañana, hablé con unos amigos en una florería de Matanzas para que me hicieran una ofrenda floral. Sobre el mediodía mi padre me llevó en el carro hasta la tumba y dejé las flores. Esa fue mi despedida». —¿Participó usted en las manifestaciones estudiantiles? —Yo bajé varias veces —así decíamos porque bajamos la Escalinata—, pero él siempre me decía que no fuera. Trataba de protegerme, porque era mujer y había un compromiso familiar, pero yo no hacía mucho caso. Una vez me lo encontré llegando a San Lázaro y me dijo: Qué tú haces aquí; dime tú, otro problemas más». —¿Cómo se entera usted del asalto a Palacio? —Yo estaba en Matanzas y teníamos puesto Radio Reloj. Escuché a José Antonio, y cuando se fue del aire nos cayó una gran desesperación a todos. Luego las noticias, yo quería venir para La Habana, pero era muy difícil. «El cuerpo de José Antonio estuvo tirado en el lugar donde cayó hasta casi las ocho de la noche. La calle estaba cerrada y rodeada por la policía. Algunos compañeros, desde el Hotel Colina, miraban la situación, para tratar de rescatar el cuerpo, pues no se sabía si estaba aún con vida, pero fue imposible. «El cadáver lo entregaron a la familia al día siguiente, y se tendió en la funeraria de Zapata y 2. Yo me comuniqué telefónicamente con el padre de José Antonio para decirle que venía para La Habana, pero él me dice que no lo haga, que el entierro será en Cárdenas». —Supongo que todas estas cosas afectaron su carácter. —Hay cosas que te marcan para toda la vida. Todavía José Antonio murió combatiendo, pero Humboldt 7, eso fue una masacre. Cuando veo los muchachos de hoy y recuerdo esa etapa, uno no la tuvo; somos una generación marcada». El 13 de marzo de 1957 la FEU cumplió el compromiso establecido en la Carta de México de apoyar al Movimiento 26 de Julio para derrocar la tiranía de Fulgencio Batista. El porqué del ataque EL 13 de marzo de 1957 Cuba sufría el dolor de una dictadura voraz, mientras la situación socioeconómica asfixiaba a la mayor parte de la población del país. Con una economía fundamentalmente agrícola, las tierras estaban en manos de unos pocos, mientras el desempleo —más de 600 000 campesinos— minaba los campos. El 20 por ciento de la población recibía el 58 por ciento de los ingresos, por lo cual la desigualdad se imponía en campos y ciudades. El analfabetismo alcanzaba al 23 por ciento de la población, mientras miles de niños y jóvenes no asistían a la escuela y paradójicamente 10 000 maestros estaban desempleados. Solo se contaba con tres universidades, cuyas matrículas eran imposibles de pagar para la mayoría. Para quienes vivían en las áreas rurales era totalmente imposible el acceso. Con el título Asalto a la Historia, desde hoy está disponible en nuestro sitio web un dossier con todos los hechos acaecidos el 13 de marzo de 1957. El material propone un acercamiento con entrevistas a varios de sus protagonistas, presenta una galería de imágenes y recrea las acciones en una infografía interactiva, entre otros materiales multimedia. Usted puede visitarlo en la siguiente dirección electrónica: http://www.juventudrebelde.cu/UserFiles/Flash/asalto-historia-13-marzo-1957-cuba/index.html


"De amar las glorias pasadas se sacan fuerzas para adquirir las glorias

nuevas".

José Martí



“… la HISTORIA NOS AYUDARÁ A DESCUBRIR LOS CAMINOS DE HOY Y DE MAÑANA, A MARCHAR POR ELLOS CON PASO FIRME Y CORAZON SERENO Y A MANTENER EN ALTO LA ESPERANZA (...)”.

RAMIRO GUERRA