martes, 26 de diciembre de 2017

Las obras de fortificación y defensa realizadas en Cárdenas por el gobierno colonial español.

Por: Ernesto Alvarez Blanco.
La primera acción combativa entre fuerzas españolas y mambisas reportada en el territorio ocurre el 24 de abril de 1895, fecha en que tropas del Ejército Libertador dirigidas por Regino Alfonso atacan el ingenio Ponce. Unos meses más tarde, el 15 y el 17 de septiembre, la partida del mencionado jefe mambí se bate en Tives y en la loma de Phinney, más conocida como loma de Fine o Fini. El 26 de octubre de 1895 tropas mambisas encabezadas por Regino Alfonso y por otros oficiales mambises, sostienen combate en el potrero de Jerez y en las cercanías de la ciudad, con las fuerzas del Regimiento María Cristina que protegían el cementerio de Cárdenas. Como consecuencia de esta acción, grupos de voluntarios recorren al día siguiente las inmediaciones de la ciudad en busca de los insurrectos sin entablar combate con ellos. Con posterioridad, desde finales de 1895 e inicios de 1896, operan en la zona por esta época, fuerzas al mando de Lacret Morlot, Morgan, Arguelles, Miquelini, Rojas y otros jefes insurrectos, las cuales hostigan constantemente a las columnas de recorrido del Ejército Español. Esta situación provoca que ya, a finales de 1895, las autoridades locales comiencen a pensar en la construcción de varios fuertes, que debían tener la función de contrarrestar los ataques mambises y controlar la salida de personas, vituallas o pertrechos de guerra de la ciudad (ver acápite correspondiente a este tema). A pesar de los planes de fortificación que se ponen en marcha en este período, el 26 de octubre de 1895 se enfrentan fuerzas insurrectas y españolas en la finca Virama, ubicada en el camino de Cárdenas a Varadero, a unos 3 Km de la ciudad. A finales de 1896, al saberse la noticia de que el enemigo se proponía establecer una línea de fuertes para impedir toda comunicación de los pobladores de la ciudad con las fuerzas insurrectas, se inicia la destrucción de los poblados de Lagunillas y Varadero y de los ingenios Contreras, Sonora, Santa Rosa, San Joaquín y Osado. Inicialmente, la política defensiva concentra su atención en la reorganización de las compañías de voluntarios, las cuales tratan constantemente de mantener vivo el sentimiento integrista. Como resultado de esta labor, el 26 de octubre de 1896 quedaron organizadas todas las compañías locales de voluntarios urbanos, compuestas por 145 integrantes, procedentes casi todos del comercio. Esta fuerza, conjuntamente con las del Ejército Español, defendió la ciudad y sus alrededores durante el transcurso de la guerra. Por esta misma época, las dependencias militares de la plaza de Cárdenas estaban formadas como siguen: • Comandancia Militar y Mayoría de Plazas, la cual radicada en el Cuartel de Bomberos. • Comisaría de Guerra. Estaba ubicada en Princesa No. 67 (bajos). • Almacén de la Comisaría de Guerra y sus representaciones. Radicaba en la calle de Pinillos. • Primer Regimiento de Infantería de Marina. Tenía su Coronela en Pinillos No. 72. • Representación del Primer y Segundo Batallón del Ejército Español. Radicaba en el mismo lugar que el anterior. • Batallón de Bailen, Primero Peninsular. Estaba situado en Real No. 169. • Batallón de Cuenca No. 27. Radicaba en Coronel Verdugo No. 74. Sin embargo, dichas dependencias resultaban insuficientes ante la presencia en las inmediaciones de Cárdenas de numerosas partidas insurrectas. Por tal motivo, considerando lo anterior y la existencia en la ciudad de muchos hombres sin pan ni trabajo, el presidente del Ayuntamiento local informó el 15 de enero de 1896 a los miembros del Consistorio, que había resuelto emprender la construcción de varias obras de fortificación y defensa. Al respecto indicó que dichas obras, cuyos planos y presupuestos generales fueron encargados al Arquitecto Municipal y al Administrador de la Empresa del Ferrocarril de Cárdenas, se sufragarían por repartimiento. Unos días después, el 24 de enero, el Ayuntamiento de Cárdenas aprobó el presupuesto necesario para la construcción de los 4 primeros fuertes (el del Jagüey, Calzada de O´Donell y Palma; el de Plá, ubicado actualmente en las cercanías de los repartos 13 de marzo y Fructuoso Rodríguez; el del Acueducto y el de las Quintas, hoy Fuerte Rojas, ubicado en Real esquina a 26), a un costo de 1500 pesos cada uno. Estos fuertes fueron encargados a destacados maestros de obras locales, los cuales podían contratar libremente a los albañiles, carpinteros, peones y demás obreros que necesitaran las obras. El 4 de marzo el Gobernador provincial envió una comunicación al Ayuntamiento de Cárdenas, a través de la cual hacía saber al mismo que había aprobado el presupuesto extraordinario formado por el gobierno local para acometer las obras defensivas. Poco después, el General Prats indicó a Francisco Comas Fuster, Alcalde Municipal, la conveniencia de construir otro fuerte en el caserío de Varadero mediante suscripción organizada y promovida entre los vecinos del mismo y el apoyo monetario del Ayuntamiento de Cárdenas. Lo anterior fue aprobado en la sesión correspondiente al 26 de marzo del Consistorio local. El 27 de mayo el Ayuntamiento valoró la posibilidad de emprender nuevas obras de defensa en la ciudad, atendiendo a una comunicación del Comandante Militar de la plaza, quien comunicaba a las autoridades locales la necesidad de terminar la línea de defensa local, pues corrían rumores de que los insurrectos atacarían muy pronto a la ciudad. A mediados de 1896 se emprenden nuevas obras defensivas en las costas locales, especialmente en Punta de Maya y Playa Camacho, en Varadero, y se acuerda la construcción de un fuerte en el Cementerio de Cárdenas, con objeto de protegerlo y de garantizar la seguridad de los entierros que en el se realizaban, los cuales eran atacados con frecuencia por los insurrectos. Asimismo, se terminan las cercas de piedra que a manera de trincheras o murallas rodeaban los fuertes que ya estaban concluidos. El 2 de septiembre el Ayuntamiento de Cárdenas acuerda fortificar la casa de Doroteo Díaz, situada detrás del fuerte construido en terrenos del acueducto local; La Mondonguería, ubicada en las cercanías del Fuerte de las Quintas y las ruinas existentes en el batey del potrero Magnolia, el cual se hallaba en las proximidades del Fuerte Plá. Estos locales abandonados, los cuales se hallaban situados en las inmediaciones de la población, fueron fortificados ante el temor de que fueran usados por las tropas mambisas en un posible ataque a la ciudad. A finales de septiembre de 1896 el Ayuntamiento emprende nuevas obras defensivas. En esta ocasión se decide colocar una aspillera en la casa conocida como de Pérez Manso en el Palmar de Bello y construir un fortín junto al Gasómetro de la Fábrica de Gas. Poco después, en el mes de octubre, se acuerda construir dos fuertes en la Fábrica de Cal de Francisco Larrauri los cuales debían formar, conjuntamente con las fortificaciones existentes en el potrero Magnolia y en el Palmar de Bello, una doble línea avanzada de fortificaciones. Con esta línea y con la construcción de un fortín junto al gasómetro de la Fábrica de Gas debía quedar concluida, en opinión de los ingenieros y expertos militares que supervisaban las obras, la defensa de toda la ciudad. El 25 de noviembre Jacinto Suárez, Arquitecto Municipal de Cárdenas, presentó para su aprobación al Ayuntamiento local el plano defensivo de Cárdenas realizado por él, el cual comprendía los fuertes y demás obras construidas para la defensa de la ciudad. El Ayuntamiento acordó enviar copias de dicho plano al Comandante General de la Tercera División del Tercer Cuerpo de Ejército, al Comandante General de la provincia, al Gobernador de la región central y de la provincia de Matanzas y al Comandante Militar de la plaza de Cárdenas. Además, una copia del plano fue fijada en un lugar visible de la Casa Consistorial. A inicios del mes de diciembre de 1896 se acordó construir dos nuevos reductos defensivos de artillería entre fuerte y fuerte, con objeto de eliminar las grandes distancias desguarnecidas existentes entre los mismos, las cuales eran utilizadas por las noches con frecuencia por los insurrectos y sus colaboradores para entrar y salir de la ciudad. Casi un año después, en septiembre de 1897, considerando que las tropas insurrectas atacaban con frecuencia, con objeto de abastecerse de alimentos, la zona de cultivo que el Ayuntamiento de Cárdenas poseía en San Joaquín de Mora; el Consistorio acordó fortificar la casa llamada sitio de viandas existente en la mencionada zona de cultivo. Estas y otras obras defensivas – como los fuertes construidos por iniciativa privada o empresarial en las fincas comarcanas El Retiro y Magneu o en el Balneario La Sierra, la Aguada de los Ferrocarriles y Pizarro – fueron ineficaces y no constituyeron obstáculo alguno para que la ciudad y sus alrededores fueran atacados más de una vez por las fuerzas mambisas ni para que los miembros y colaboradores del Comité Revolucionario de Cárdenas continuaran ayudando a las tropas insurrectas que operaban en el territorio. Ante este cinturón defensivo, quedó demostrada con creces y en múltiples ocasiones, la audacia, astucia y valentía que primó en las operaciones realizadas por las fuerzas insurrectas en nuestro territorio, caracterizado por presentar un terreno llano y cuajado de líneas férreas, fincas, ingenios, poblaciones y ciudades fortificadas.

domingo, 1 de octubre de 2017

Redescubriendo a Don Cosme de la Torriente y Peraza.

Por: Ms.c. Paul Sarmiento Blanco. Profesor Auxiliar de Historia Contemporánea. Candidato a Dr. en Ciencias Históricas. Universidad de Holguín.
Confieso que cuando me llegó la invitación para leer la versión final de Cosme de la Torriente siempre por la justicia y por la patria (Arista Publishing, 2017), me irradió el ímpetu de mis apetitosas inquietudes de investigaciones históricas. El autor Ernesto Aramís Álvarez Blanco (Cárdenas, Cuba, 1968), me formuló este titánico convite en el instante en que sin saberlo, ambos nos encontrábamos enfrascados en una investigación seria y concisa acerca de una de las figuras más cuestionadas y a la vez olvidada de nuestra historia nacional: Cosme de la Torriente y Peraza (1872-1956). Por un lado él, con un titánico esfuerzo puntualizaba los detalles finales de su biografía, por el otro, este servidor, redactaba las ideas esenciales de un proyecto doctoral acerca del pensamiento político de Torriente que desde el año 2000 trabajo, gracias a la sabiduría del pensamiento histórico del fallecido Doctor Rigoberto Segreo Ricardo, quien en abril de ese propio año me habló por primera vez, de tres grandes olvidados de la historia de Cuba: Cosme, Orestes Ferrara y Antonio Sánchez de Bustamante. Segreo me encaminó hacia Cosme y Ernesto, con este libro, viene a coronar un gran sueño; y la luz nos iluminó y convergieron nuestros esfuerzos. Comentar un texto de esta magnitud no es tarea fácil, pero vale la pena. En el actual contexto internacional cubano, en el cual se han conjugado los intentos de normalizar las relaciones con los Estados Unidos de América y, a la vez el tanteo de obstaculizar el mismo por la nueva Administración Trump, se pretende alterar las heridas entre las dos naciones, que están abiertas no hace 57 años, sino desde hace más de un siglo - y en las páginas de este trabajo el lector podrá comprobarlo -; se hace necesario reencontrarse con la historia pasada de nuestra diplomacia, de la cual fue actor fundamental el biografiado. Por otra parte, en nuestro país, asistimos a una sana pero lenta apertura del debate historiográfico. No creo que existan reticencias en admitir que, hace algo más de un década, la historiografía cubana está inmersa en un proceso de renovación. Lo anterior se refiere tanto a la ampliación de sus fronteras temáticas y académicas como la asimilación acelerada de modelos teóricos, conceptuales y metodológicos necesarios para la actualización de las herramientas de nuestra investigación histórica. En este ambiente es lícito recordar que en Cuba, posterior a 1959 la historiografía oficial no se ocupó de darle un tratamiento justo a figuras de la talla del Doctor, Coronel y diplomático Cosme de la Torriente. Muy pocos investigadores solo expusieron algunos elementos de su accionar pero reduciéndolo solo a un enfoque político y matizado por el filtro de consideraciones ideológicas. La biografía en dos tomos, que Ernesto Aramís Álvarez Blanco pone a disposición del lector constituye un ejemplo del serio compromiso intelectual y de la audacia investigativa de este historiador y museólogo. El libro, tan necesario para la reconstrucción y relectura de nuestra historia está sustentado en un estricto y minucioso trabajo documental que avala la trayectoria del personaje biografiado. Fue Cosme una de las más descollantes figuras de la política cubana, esencialmente en la vida republicana, pero como antecedente esencial, el autor ha tenido el tacto de delinear con lujo de detalles la praxis del biografiado como patriota y como integrante de las filas del Ejercito Libertador. Por otra parte, la tan imprescindible tesis de iniciar el recorrido histórico por los antepasados familiares nos permite encontrar el ciclo conductor de su accionar humanista, sólidamente formado en su ambiente familiar, nos adentra además, desde el principio, en el Cosme humano, y no en el ficticio que tanto trataron de moldear algunos historiadores contemporáneos permeados por razones ideológicas. Detallar la historia de vida de uno de los grandes olvidados de la historiografía nacional es a mi modo de ver el mérito más extraordinario del autor. En ambos volúmenes se recupera, de forma sistemática y ordenada, la memoria histórica de una de las etapas más complejas de nuestra historia nacional: los últimos años del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Es por tanto Cosme de la Torriente una figura puente, un hombre que representa el tránsito hacia la soñada República, que une los ideales de la independencia con los ideales democráticos liberales del estado cubano, del cual fue uno de sus fundadores ilustres desde la perspectiva del derecho, la diplomacia, la cultura y la política. Resulta por tanto, axiomática, la periodización que construye el autor para permitir que el lector disfrute de este patriótico camino. En el primer tomo, nueve nutridos capítulos recogen desde los orígenes ancestrales de Torriente hasta los inicios de su activa participación en la vida internacional de la República, culminando con acierto en la designación y aceptación de su parte en 1923 del cargo de Primer Embajador de Cuba en los Estados Unidos, circunstancia que logrará atrapar al lector para motivarlo en la continuidad de una apacible lectura hacia el segundo tomo. Estas interesantes páginas del primer volumen lo hacen moverse desde sus antepasados hasta su formación juvenil universitaria, elementos muy necesarios y poco abordados en muchas personalidades y que constituyen un factor formativo en el campo de los valores familiares e ideológicos, en un contexto en el que se presentaba la disyuntiva independencia versus tiranía colonial. El autor esboza además, su desembarco audaz en el campo insurrecto y su vocación civilista, la cual se mueve entre los poderes civiles y militares de la Revolución; así como, sus primeros vínculos con los norteamericanos que arriban a Cuba en 1898, año en que se establece esa relación especial de gratitud que siempre defendió. Son interesantes y novedosas las largas páginas dedicadas a sus inicios como diplomático de la República exponiendo, con exquisitez, su compleja misión en España durante el mandato de Tomás Estrada Palma. Su civismo emblemático y su doctrina de la defensa de la personalidad jurídica de la República son afrontadas con sumo interés por el investigador, quien privilegia los detalles de su labor como Secretario de Estado y como Presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, Cámara legislativa que tanto debatió en el periodo 1917-1923. Se descarga, con pasión, sus novedosas y a la vez controvertidas propuestas legislativas que reflejan el momento de altos debates dentro de la cultura jurídica cubana, del cual Cosme es protagonista para transitar, sin dudas, a un momento de esplendor de la vida internacional de la República, en el cual Torriente desempeñó altas responsabilidades al convertirse en 1923 en Presidente de la 4ta Asamblea General de la Liga de las Naciones, elevando el prestigio internacional de Cuba a niveles insospechados. En el segundo volumen, el lector podrá encontrar y a la vez participar de la difícil disyuntiva que embarazó a la República: la lucha constante entre el ideal republicano liberal, del cual Torriente es convincente defensor, y la injerencia norteamericana, constante práctica que a lo largo de estos años lacera la soberanía nacional. La batalla por el reconocimiento de la soberanía de nuestra Isla de Pinos inaugura este tomo. Fue uno de los más importantes desafíos de la diplomacia republicana cubana en la primera mitad del siglo XX frente a los intereses hegemónicos norteamericano; hecho este que el autor ha sabido divulgar y estimar, ubicando en su justo lugar la intensa y complicada labor del Primer Embajador cubano en los Estados Unidos. Intenso fue además, su bregar antimachadista, sobre todo porque privilegió las vías pacíficas y conciliadoras para resolver los problemas internos que aquejaron a los cubanos; por otro lado, se alineó a la mediación como camino para resolver el conflicto dictadura-revolución; y esto le costó incomprensiones de sus propios conciudadanos y de historiadores que no supieron interpretar la esencia liberal-democrática de su praxis política. Coronaba además, su gran sueño, ese que muy pocos cubanos conocen: la abrogación de la Enmienda Platt, acontecimiento que tuvo en Torriente uno de sus principales promotores. En una de las más emblemáticas realizaciones del libro, el autor demuestra, nutrido de una amplia base documental, la etapa de la vida de Cosme - que yo particularmente considero- el clímax de su creación intelectual, momento de madurez política y humanista en el complejo contexto de 1935 a 1951, cuando, a mi modo de ver, la Patria vivió el ciclo democrático-liberal más importante de la contemporaneidad cubana. Las páginas del texto que recrean este ambiente no me dejarán mentir. En 1951, la República y los ideales democráticos, esencia de la misma, coincidieron en homenajear y condecorar al ilustre internacionalista cubano, que siempre puso por encima los intereses nacionales. Entre 1952 y 1956, coronando los últimos años de su existencia, el Estadista volvió a llamar a la concordia, al dialogo, al respeto de las opiniones ajenas, concepciones políticas que estuvieron siempre en el centro de su doctrina de la paz interna de la República. Mérito especial de esta investigación constituye la revisión detallada de la más variada bibliografía activa y pasiva existente acerca de Cosme de la Torriente. En esta paciente labor, Ernesto Aramis Blanco Álvarez ha demostrado su rica experiencia en la redacción de biografías de personalidades como la del líder estudiantil José Antonio Echevarría, publicada por la Casa Editora Abril; la de Oscar María de Rojas, considerado el Padre de la museología cubana, divulgada por Ediciones Matanzas; y la del Capitán Francisco Sánchez Moya, dada a la luz a través de Arista Publishing, la misma casa editorial que ahora nos regala la de Torriente. Por cierto, Arista Publishing publicará en breve una edición facsimilar de los dos cuadernos que conforman el Diario de la Guerra del importante patriota y diplomático cubano, la cual estará acompañada de numerosas imágenes, que permitirán dilucidar estados de ánimos, estratos sociales, modos de vida y contexto histórico, político, cultural, e incluso, el ambiente familiar, que recrea la figura de Cosme de la Torriente. Nos satisface destacar la labor del Doctor Alfonso Cirera Santasusana, editor y mecenas del autor, quien desde Barcelona, España, motivó, alentó y compartió la idea de reivindicar el valor de Cosme de la Torriente en la historia de la nación cubana. Causa satisfacción saber que existe en los descendientes de Cosme de la Torriente y Peraza, el interés de rescatar y divulgar su vida y su obra. A Natalia de Sandoval de la Torriente, nieta del biografiado, y a su hijo Javier Gonzalez Mora de Sandoval, quienes pusieron su archivo y biblioteca personal a disposición del autor, nuestra gratitud; pues contribuyeron con este gesto a lo que hace mucho tiempo algunos historiadores cubanos hemos querido: re-construir con justicia la obra y la acción de uno de los hombres que nunca tuvo que ser enterrado espiritualmente. Considero que todo cubano debe conocer que Torriente existió, y que existe todavía, en el más virtuoso anhelo de la defensa de la cubanía. Es necesario que las nuevas generaciones que se alimentan de la historia, aprendan a mirar los hechos del pasado, teniendo como fundamento la aproximación a la verdad histórica, no parcializada ni condicionada por matices ideológicos, sino, abordada desde el más profundo espíritu de objetividad donde a todos los involucrados se les justiprecie su lugar. Si fuera a resumir la impronta que nos legó la brillante praxis política de Cosme de la Torriente como cubano, escogiera una de sus ideas que alumbra aún hoy el futuro de la Patria, teniendo en cuenta las lecciones del pasado: “Para luchar contra toda una organización oficial basada en la arbitrariedad, se necesita de otra organización de carácter general que a diario realice la defensa de todo derecho individual o político vejado. Así se llegará a una solidaridad tal en nuestro conglomerado social que cuando alguien se sienta atropellado, todo el mundo sienta ese atropello, como si contra él se realizase…” (Cosme de la Torriente, 28 de enero de 1930) Pasen pues los amantes de la historia de Cuba a ocupar un privilegiado lugar entre las personas con las que al Dr. Cosme de la Torriente y Peraza le hubiera gustado compartir, puesto que acompañar a este gran cubano, a través de la lectura de los dos volúmenes de la biografía que Arista Publishing acaba de poner a la venta, es participar también en los hitos fundamentales de la historia de Cuba entre 1872 y 1956.

miércoles, 13 de septiembre de 2017

Publica la editorial Arista Publishing de Miami la biografía del primer Embajador de Cuba en los Estados Unidos de América.

- Su autor es el historiador y museologo Ernesto Alvarez Blanco.
La intensa vida y la significativa obra del patriota, abogado, político, intelectual y diplomático cubano Don Cosme de la Torriente y Peraza (La Isabel, Jovellanos, Matanzas, 1872 – La Habana, 1956) animó al museólogo e investigador Ernesto Aramis Álvarez Blanco (Cárdenas, Matanzas, 1968) a escribir la biografía, de quien no solo fue el primer Embajador de su país en los Estados Unidos de América, sino también, el único cubano que fue Presidente de la Liga de las Naciones, antecedente directo de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Olvidado injustamente, al punto de que hoy es en la practica un perfecto desconocido, Cosme de la Torriente y Peraza se nos revela en los tres volúmenes de este libro, que acaba de aparecer en los Estados Unidos de América bajo el sello editorial de Arista Publishing, como testigo, actor y protagonista de muchos de los más importantes acontecimientos de la historia de Cuba e incluso del mundo, ocurridos entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX. Con un estilo sobrio, directo y mesurado, Álvarez Blanco, amparándose en numerosos artículos, libros, folletos y documentos inéditos sobre el prócer y su entorno social y familiar, nos revela facetas poco conocidas de la existencia y de la labor de quien siempre pensó en servir a su Patria, aún cuando las incomprensiones y los malos entendidos se cebaron con él o cuando las fatalidades del destino afectaron con creces su vida privada. Contando con el apoyo incondicional de los familiares de su biografiado, radicados en los Estados Unidos de América, Venezuela y España, en especial de su nieta, la Sra. Natalia de Sandoval de la Torriente, y de su biznieto, el Sr. Javier González – Mora de Sandoval, quienes pusieron a su disposición el archivo y la biblioteca familiar para que pudiera examinar, sin reservas, su contenido; así como,del Dr. Alfonso Cirera Santasusana, desde Barcelona, España; el autor demuestra con esta biografía – que parte de sus antecedentes familiares y culmina con los homenajes que se le tributaron luego de su muerte - su madurez intelectual y la experiencia acumulada en el campo de la investigación histórica. Estamos ante una obra monumental que hace justicia a uno de los cubanos que más laboró, en todos los frentes de la vida publica cubana, por hacer de su Patria, un sitio en el que el modelo de República soñado por él y por otros compatriotas en la llamada Guerra de Cuba – incluyendo su sistema constitucional y jurídico -, fuese un ejemplo a imitar por el resto de las naciones del orbe. Escribir la biografía de Cosme de la Torriente y Peraza constituyó un sueño largamente acariciado por otros intelectuales cubanos, aún antes de su muerte, pero nunca fue concretado ni llevado a la letra de imprenta. Resultado de casi tres años de ardua labor en archivos y bibliotecas publicas y privadas, este libro viene a ser la concreción de esas ideas y el resumen de los esfuerzos de varios escritores, periodistas e historiadores, los cuales intentaron preservar para la posteridad, la labor y la obra de quien ha sido considerado como uno de las más importantes personalidades cubanas de todos los tiempos. Avalado por su experiencia anterior como biógrafo, Ernesto Aramis Álvarez Blanco, quien trabaja desde hace un año en Barcelona, España, contratado por la empresa catalana Praedium, la cual ha publicado y/o patrocinado algunas de sus más importantes obras, nos devuelve con este libro, en el año del 145 aniversario de su natalicio y gracias a Arista Publishing, el elocuentísimo relato de la vida de Cosme de la Torriente y Peraza, la cual lo honra más – al decir del importante historiador habanero Emilio Roig de Leuchesenring – “… que todas las alabanzas de los hombres”.

sábado, 15 de julio de 2017

JOSÉ ANTONIO ECHEVERRÍA Un corazón de oro cargado de dinamita Este domingo 16 de julio José Antonio Echeverría cumpliría 85 años de edad. Lo mataron en la flor de su juventud, con apenas 25 y dejó un gran vacío en el corazón de su ciudad Autor: Ventura de Jesús | corresponsales@granma.cu 15 de julio de 2017. Tomado de http://www.granma.cu/cuba/2017-07-14/un-corazon-de-oro-cargado-de-dinamita-14-07-2017-23-07-48
CÁRDENAS.–Este domingo 16 de julio José Antonio Echeverría cumpliría 85 años de edad. Lo mataron en la flor de su juventud, con apenas 25 y dejó un gran vacío en el corazón de su ciudad. Un nombre grabado para siempre en la memoria de su pueblo, uno de los más paradigmáticos jóvenes de la historia de Cuba, según recoge la biografía Subiendo como un sol la escalinata, del museólogo e historiador Ernesto Álvarez Blanco, contundente semblanza sobre el líder estudiantil cuya segunda edición prepara la editorial Arista Publishing. Pero en Cárdenas no se va a morir nunca. Allí lo admiran tanto como a José Smith Comas, expedicionario del Granma y jefe de la columna de vanguardia que cayó a seis días del desembarco. Hacia ambos combatientes, por igual, los cardenenses sienten una profunda simpatía. Aunque no lo conoció en vida, la investigadora Esther Ojeda Oves describe a José Antonio como un joven de aspecto afable, que irradiaba ternura, pero recio en el actuar, atributos destacados también por amigos, profesores, compañeros de lucha, familiares y conocidos que testimonian en el libro de Álvarez Blanco. Su casa natal, enclavada en una céntrica calle y convertida en museo desde 1973, no ha cambiado con los años. Cuando se transpone el vestíbulo y uno se asoma al patio interior tiene la consabida sensación de sentir que el tiempo está detenido. Todo parece conservar el color y el aspecto de las cosas como las dejó José Antonio cuando estuvo allí por última vez, siete meses antes de su muerte. No es raro ver en cada rincón un pedazo de su reflejo. A él le gustaba estar en su ciudad, y por sobre todas cosas adoraba su casa. Los mejores tiempos de su corta existencia los pasó aquí; es el lugar que conserva sus peripecias infantiles, el único hogar que conoció, sostiene Ojeda Oves, una de las mujeres que cuida con supremo celo el inmueble donde nació José Antonio. Mientras repasa su breve existencia, pone al descubierto lo más llamativo para ella: «Su entrega total. Fue un muchacho que lo tenía todo para disfrutar de una vida cómoda y renunció, inclusive a su novia, para dedicarse a la causa revolucionaria. En ese sentido hay cierto paralelismo con la vida de Fidel». La directora de la institución Nubia Martínez García explica que pese al paso del tiempo la casa tiene un aspecto acogedor y se mantiene intacta: conserva sus vitrales, columnas, arcos y persianas francesas, un caserón donde nacieron también sus hermanos y único vestigio de la bonanza económica que, algún día, gozara la familia Echeverría. Dice que el Museo Casa Natal suscita el interés de muchas personas y que los más jóvenes acuden a él en busca de detalles íntimos y pocos conocidos sobre los avatares de la efímera vida de José Antonio Echeverría. Cuenta en su biografía Álvarez Blanco que durante el transcurso de su infancia, el futuro líder estudiantil se caracterizó por ser un niño de «... carácter afable, alegre, inquieto, comunicativo y respetuoso (...), lo que le valió que fuese muy querido tanto por sus familiares como por personas ajenas a su casa». Quienes lo conocieron cuentan que el lugar preferido para sus juegos fue el parque que hoy lleva su nombre, situado justo frente a su casa natal, donde aprende a convivir y a relacionarse con otros niños. De esa época data la anécdota de que «…estando un día en el parque le rompió la camisa a otro niño mientras jugaban. Preocupado, lo trajo a su casa e hizo que su mamá le diera una camisa. Después acompañó al niño a su hogar para que no lo regañaran y explicar por qué tenía una camisa distinta». Uno de los guardaparques relató alguna vez, refiriéndose al futuro Presidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU). «Ese niño era muy bueno, pero si alguien trataba de cometer una injusticia delante de él explotaba como una fiera. ¡Era un corazón de oro cargado de dinamita!». De aquellos primeros años el museo conserva en sus fondos tres objetos de singular importancia: el canastillero de mimbre que utilizó desde su nacimiento, los primeros zapatos que calzó, así como la primera foto, que data del mes de abril de 1933. El colectivo de la institución recuerda de manera muy especial cuando el 21 de julio del 2005, el líder histórico de la Revolución recorrió el inmueble y se interesó sobre todo por una fotografía en la que aparecía junto a René Anillo y José Antonio al firmarse la Carta de México. En el tránsito por los imprescindibles caminos de su corta vida, el investigador cardenense nos trae los mejores recuerdos de su paso por el colegio Champagnat, el Instituto de Segunda Enseñanza de Cárdenas y la Universidad de La Habana, así como sus aficiones por la pintura, la música, la filatelia y el deporte. Algunos le llamaban Manzanita, porque tenía los cachetes rojos, aunque sus amigos y compañeros de lucha lo llamaban El Gordo. Era un estudiante ejemplar, muy sencillo y campechano, lo recuerda uno de sus profesores del Instituto, quien asegura que se manifestaba contra todo lo mal hecho. Pero fue la lucha estudiantil, en el escenario universitario, la que marcó su impronta como verdadero líder en su lucha por remover los cimientos de la dictadura de Batista. La épica contienda tuvo su momento definitivo el 13 de marzo de 1957, fecha en la que el Directorio Revolucionario decide asaltar el Palacio Presidencial y tomar la emisora Radio Reloj. En la arriesgada contienda perdió la vida. Fidel conoció de la trágica muerte del destacado dirigente estudiantil a través de la radio, ya en la Sierra Maestra, y afirmó que había sido un momento tremendo, de gran impacto y dolor, pues se trataba de un joven lleno de vida, nobleza, desinterés, extraordinario coraje y profundos sentimientos revolucionarios. Relata el investigador Ernesto Álvarez Blanco que el 8 de enero de 1959, el Jefe de la Revolución triunfante, desviándose de la Caravana de la Libertad, se dirigió hacia Cárdenas para rendirle homenaje a José Antonio Echeverría, y de ese modo cumplir la palabra empeñada consigo mismo al conocer la noticia de su muerte. A 85 años de su natalicio, su vida sigue siendo estimada como una clarinada de la lucha por la independencia de Cuba y uno de los más altos ejemplos de valor, como lo reconoció Fidel al evocar la memoria del joven líder estudiantil, aquel muchachito que al decir de un humilde celador de parque era un corazón de oro cargado de dinamita.

viernes, 26 de mayo de 2017

El Varadero que vio y no vio Pablo Neruda Por: Jenny Hernández Tomado de la Web de TV YUMURÍ.
Durante su viaje a la isla en 1942, el poeta visitó el balneario yumurino para satisfacer una de sus pasiones No todos los días se puede saldar duedas con ese grande de la poesía latinoamericana, el chileno Pablo Neruda. La ¿!verdad!?, en los últimos tiempos he palpado cómo cada vez la playa que nosotros los cubanos en expresión autocomtemplativa llamamos “la más linda del mundo”, resulta relacionada con la “imagen no Cuba” por muchos de nuestros “amigos foráneos”, es decir, con el turismo extremadamente auténtico de sol y playa. Y tras la tentativa de llegarse hasta allá, terminan desaprovechando la invitación por el temor de no conocer la veradera isla y su gente, quienes se han crecido frente a la política despiadada de un Imperio. No me conformo. Durante años he escuchado del Varadero de historias y fisonomía particular. Lastima que estas se quedan entre los nostágicos y sus longevos habitantes, como es el caso de una abuelita que atesora en su mente los ingredientes y porciones de una bebida caracteristica del lugar. La que, por mucho que se ha intentado, me cuentan, no encuentra cabida entre las ofertas gastronómicas de la península, frecuentada cada año por más de un millón de visitantes extranjeros, sin contar el número creciente de cubanos que cada vez acceden a su red hotelera. Y en medio de mis incorformidades por encontrar la veradera playa, hallé el artículo: La historia pocas veces contada de Varadero, del investigador cardenense Ernesto Álvarez Blanco. Cuando me inserté en sus líneas poco pude entender el por qué conformadores de imágenes y productos turísticos se empeñan en traernos hasta la playa azul a los inconfundibles integrantes del cuarteto británico The Beatles o al mafioso italo-norteamericano Al Capone… Si hubiese un vacio histórico y fuese necesario crear un pasado, lo entendería y casi lo aplaudiría, pero no, “la playa más linda” tiene un pasado y cientos de personalidades de talla universal que un buen día llegaron hasta ella. El artículo de Álvarez Blanco relaciona a figuras como el rey Leopoldo de Bélgica, don Juan de Borgón y Battengerg, conde de Barcelona; los escritores Gabriela Mistral y Federico García Lorca, entre muchos otros. Una vez comunciado con su autor casi le imploré detalles de esas visitas esporádicas de las que nadie habla. Mi pregunta fue simple. ¿!Neruda estuvo en Varadero!? Tienes que contarme esa historia. Y así, en ese desprendimiento profesional rara vez pausible para los periodistas, me envió fotos y referencias de la época para entender el por qué y cómo el escritor chileno y comunista se acercó al azul de la playa cubana. Corría 1942 y el poeta y su esposa Delia del Carril llegaban a la isla donde cumplirían un programa de conferencias en La Habana. Neruda poseía vínculos con los intelectuales de izquierda, con escritores, poetas y pintores comprometidos socialmente y de corte antifacista en la Cuba de la Seudorepública. Un país con una aristocracia que, como muchas en la región, podía darse el lujo de importar mármoles italianos u objetos pertenencientes a príncipes y reyes, pero carente de educación. El índice de analfabetismo en las zonas rurales, por ejemplo, topaba el 47.1 por ciento. ¿Cómo llegó Neruda a Varadero? ¿Qué le interesó y qué encontró? Las respuestas afloran en las referencias apuntadas por el cardenense, y otras quedan al margen de las asociaciones posibles. Es muy creible que la opción de visitarla llegase de la mano del naturalista Carlos de la Torre, matancero entendido como uno de los malacólogos más imporantes de Cuba quien fue presentado al autor de 20 poemas de amor y una canción desesperada por el escritor Juan Marinello. Carlos de la Torre de quien, se dice, en sus años mozos cultivó la poesía, pasión que nunca abandó pese a su pertenencia al universo de las Ciencias. Carlos de la Torre de quien, se dice, en sus años mozos cultivó la poesía, pasión que nunca abandó pese a su pertenencia al universo de las Ciencias. Ambos, de la Torre y Neruda, compartian pasiones: poesía y caracoles, solo que en órdenes o prioridades diversas en sus vidas. Llegó a La Habana, según reportes de prensa, invitado por la Secretaría de Educación. “Tuve la suerte de participar con Marinello y Guillén en el Congreso de Escritores Antifacistas, celebrado en Madrid durante la Guerra civil española, y a pesar de estar La Habana en la ruta de Chile a Europa hasta ahora no pude realizar el anhelo de entonces”, dijo a la revista Lux. Bajó sus maletas del vapor Río de La Plata, procedente de México donde se desempeñaba como cónsul de su país. En su estancia habanera impartió conferencias, dio entrevistas y encontró el espacio para recorrer las playas de Guanabo y el balneario yumurino. Apuntan los datos del Ernesto Álvarez que el sabio matancero Carlos de la Torre lo acompañó a Varadero, y además, le obsequió de su colección personal una caja de caracoles marinos y terrestres, entre ellos las endémicas polymitas cubanas. Los registros fotográficos de su visita a la playa azul lo muestran oteando su duna, con un maletín para preservar los hallazgos. Al fondo se aprecia la arquitectura típica del lugar, de madera y con inmensos colgadizos a la redonda para disfrutar las bondades del paisaje. Pero ¿qué Varadero encontró Neruda? Recorrió la península de pescadores que, cada vez, suscitaba interés para las familias acomodadas o extranjeros de cuantiosos recursos, capaces de construir mansiones como lo es hoy, Xanadú. Halló el Varadero de una extensa franja de 22 kilómetros de arena blanca y fina, y aguas límpidas de trecho extenso para los bañistas. En julio de 1950, a propósito del viaje a la isla, el chileno destacó en su crónica Recuerdas de La Habana, “… las aguas marinas de Varadero, aguas únicas que parcelaron la turquesa océanica y se dividieron en el más compacto fulgor de la mariposa azul”. El poeta chileno pezquiza la duna de Varadero en busca especies para su colección de caracoles y conchas. El poeta chileno pezquiza la duna de Varadero en busca especies para su colección de caracoles y conchas. Años después, precisa el investigador cardenense, el poeta, de una extensa producción literaria que recorre desde temáticas amorosa, de justicia social y compromiso político, retomó el paisaje del balneario matancero en su poema Varadero de Cuba. ” Fulgor de Varadero desde la costa eléctrica cuando, despedazándose, recibe en la cadera la Antilla, el mayor golpe de luciérnaga y agua, el sinfín fulgurario del fósforo y la luna, el intenso cadáver de la turquesa muerta: y el pescador oscuro saca de los metales una cola erizada de violetas marinas“. Al igual que las piezas obsquiadas por el naturalista Carlos de la Torre, se cree que algunas de las especies halladas por el poeta en las arenas de la playa cubana, se encuentren a resguardo en la Universidad de Chile. Fue esta una pasión nurudiana, comprensible para muchos por sus vínculos escriturales y emotivos con el mar. “…lo mejor que coleccioné en mi vida fueron mis caracoles. Estos me dieron el placer de su prodigiosa estructura: la pureza lunar de una porcelana misteriosa, agregada a la multiplicidad de formas, táctiles, góticas, funcionales”, dejó escrito en sus memorias. “Tuve las especies más raras de los mares(…) caracoles antárticos y polymitas cubanas, o caracoles pintores vestidos de rojo y azafrán, azul y morado, como bailarines del Caribe. A decir verdad, las pocas especies que me faltaron fue un caracol del Matto Grosso brasileño, que vi una vez y no pude comprar, ni viajar a la selva para recogerlo. “Exageré mi caracolismo hasta visitar mares remotos. Mis amigos también comenzaron a buscar conchas marinas, a encaracolarse. “En cuanto a los que me pertenecían, cuando ya pasaron de quince mil, empezaron a ocupar todas las estanterías y a caerse de las mesas y de las sillas. Los libros de caracología o malacología, como se les llame, llenaron mi biblioteca. Un día lo agarré todo y en inmensos cajones los lleve a la Universidad de Chile, haciendo la primera donación al Alma Mater”. El poeta chileno regresó a Cuba en 1949, en tránsito hacia México, y en diciembre de 1960, para conocer la Revolución y asistir a la presentación de la edición cubana de su cuaderno Canto General. De estas últimas visitas se carece de información que haya regresado al balneario yumurino. Ese fue el Varadero que vio Pablo Neruda. En aquel entonces debío ser algo cercano al rancho de pescadores del que aún cuentan, lugar cada vez más tentativo para las familias cardeneses acomodadas y espacio de posibles inversiones de algunos visionarios. El Varadero del siglo XXI convoca a todos para minimizar el impacto del turismo sobre la península. El Varadero del siglo XXI convoca a todos para minimizar el impacto del turismo sobre la península. Hoy, la playa azul, inmersa desde la década del noventa del último siglo en los planes de desarrollo para el turismo, posee una de las infraestructuras hoteleras más grande del país. Entendida como una zona especial, año tras año posibilita ingresos a la economía cubana, justo desde la época en que tanto amigos como enemigos contaban los días y horas de supervivencia del proyecto cubano. Luego de décadas de intencionar sus playas, el destino Varadero ha encontrado competencias signficativas en el área del Caribe, incluso dentro del contexto nacional donde se habla de playas vírgenes con excelentes atributos naturales. En tanto en el balnaerario matancero se emprenden acciones para minimizar el impacto del turismo sobre la península. Allí, se ubica una Unidad de Estudios Ambientales perteneciente al Ministerio del Ciencia Tecnología y Medio Ambiente. Se protege la duna con la plantación de arbustos típicos de la región, y se vela por la permanencia o no de inmuebles que la afecten. Se vierte arena en los tramos dañados por la erosión. Todo ello sin olvidar, la zona conocida como Varahicacos, considerada área protegida por su alto endemismo. Por otra parte, los estudiosos del patrimonio trabajan en la concreción de un expediente para declarar su Centro histórico Monumento Nacional, por la variedad de estilos arquitectónicos del siglo XX que perviven entre sus dos avenidas. Este fue, sin lugar a dudas, el Varadero que vio y no vio el poeta chileno tras su pasión de caracoles y conchas. Un lugar al que muchos aún consideran “la playa más linda”, un lugar que, es casi seguro, no representa a la isla real que se ha crecido día a día frente a los traspies del mayor de los Imperios. Si alguien pregunta, oyeee…¿por qué escribiste esto?. La respuesta es fácil. Me encantan las historias, no me resisto a ellas cuando las encuentro o me las ponen en la mano. Tampoco podría negarme al autor de ese poema “En las noches como ésta la tuve entre mis brazos/La besé tantas veces bajo el cielo infinito”. También porque me parece totalmente injusto que conformadores de imágenes, publicitarios y otros falseen dramas y personajes para el balneario yumurino, donde en verdad no se necesitan porque gente, anécdotas y momentos particulares, no faltan. Por ahora, me interesa contar las vivencias de una varaderense de noventa años que atesora en su mente, la receta de una bebida típica del lugar, una bebida olvidada entre los lugareños. Ya lo saben, si me ven por ahí, en la calle o en las redes sociales, y les motiva el tema, provóqueme para contarlo de una vez y por todas.

lunes, 10 de abril de 2017

Así murió José Antonio Echeverría

Por: Ciro Bianchi Ross • digital@juventudrebelde.cu
El escribidor dedicará la página de hoy a dar respuesta a solicitudes remitidas por los lectores. Dos o tres de ellas, estimuladas sin duda por el aniversario del asalto al Palacio Presidencial, se relacionan con José Antonio Echeverría, el presidente de la FEU caído en combate el 13 de marzo de 1957. Uno de los lectores, Pablo R. Suárez Corcho, de Alamar, quiere saber cómo se preservó la grabación del mensaje que el líder estudiantil, poco antes de su muerte, leyó ante los micrófonos de Radio Reloj. Mientras, Ildelisa Machado Conte, de Las Tunas, inquiere detalles sobre el sepelio del corajudo revolucionario. Lamentablemente, no tengo a la mano la respuesta para el pedido de Suárez Corcho. Nada dice al respecto la nota que calza la versión escrita de dicha alocución, que se incluye en el libro Papeles del Presidente; documentos y discursos de José Antonio Echeverría Bianchi, publicado por la Casa Editora Abril, en 2006, y no tengo en mi biblioteca la biografía de José Antonio escrita por el historiador cardenense Ernesto Aramís Álvarez Blanco, que es de lo más valioso entre lo publicado sobre el inolvidable joven. Creo recordar que la grabación, aparecida de manera casual, según se dijo, se dio a conocer el 13 de marzo de 1963 durante la celebración de un congreso mundial de arquitectos que tuvo lugar en Cuba. No quiere eso decir que la grabación apareciera ese día, sino que se aprovechó la fecha y la ocasión para darla a conocer. Tal vez CMQ grabara de manera automática sus programaciones o parte de ellas, para después analizarlas. Me dicen, y tampoco estoy seguro de eso, que la grabación, entre otras cintas, apareció en la casa de un personaje de la dictadura. Alguien la encontró, tal vez sin saber lo que buscaba o sabiéndolo. ¿Estaba vivo? Luego de la acción de Radio Reloj, el auto en que el Presidente de la FEU debía trasladarse a la Universidad, un Ford de dos colores con matrícula 37-222 y que conducía Carlos Figueredo, avanzó por la calle M y dobló a la derecha en Jovellar. Antes de llegar a L, un tranque impidió que el vehículo continuara su marcha, pero José Antonio y sus compañeros, a los gritos de «¡Revolución!» y disparando sus armas al aire, lograron que les abrieran paso. Cruzaron L al fin, buscando acceder a la casa de altos estudios por la entrada de la calle J, frente al hospital Calixto García, cuando se les aproximó una perseguidora que avanzaba por la senda contraria. De manera inexplicable e inesperada, Figueredo lanzó su auto contra el vehículo policial y disparó sobre él con su pistola. Respondió de inmediato el artillero de la perseguidora —Fernando Rodríguez de la Vega, alias el Papa— con una ráfaga que perforó de manera oblicua el parabrisas del Ford. Sus ocupantes resultaron ilesos, y el chofer de la perseguidora, de apellido Izquierdo, quedó herido. José Antonio, quien viajaba en el asiento delantero del Ford, salió del vehículo y con su pistola Star de ráfagas avanzó sobre la perseguidora. Entonces el artillero, acostado sobre el asiento trasero, le disparó a quemarropa y lo derribó. Tuvo el Presidente de la FEU fuerza y coraje suficientes para incorporarse. Había extraviado su Star en la caída y extrajo el revólver que momentos antes había incautado a un soldado en el elevador de Radio Reloj. Fue aquí que el gazero de la perseguidora, que es el vigilante que viaja junto al chofer en el asiento delantero —también de apellido Rodríguez—, le disparó con su pistola. José Antonio quedó tendido sobre el pavimento. Eran las 3:45 de la tarde. ¿Estaba vivo? Así lo aseguraba, entre otros testigos, el fotorreportero Tirso Martínez, que fue quien captó la imagen de José Antonio derribado en la calle. Una de las imágenes al menos, porque se conocen dos; en una, el dirigente yace sobre su costado derecho con los brazos extendidos hacia delante y la pierna izquierda ligeramente encogida. En la otra, aparece totalmente bocarriba, con el saco abierto, mientras que la camisa deja ver, en su parte derecha, grandes manchas de sangre. Llega la familia Los estudiantes que acompañaban a José Antonio en el Ford —Fructuoso Rodríguez, Joe Westbrook, José Azzeff y Otto Hernández, además del ya aludido Figueredo— lograron salir del vehículo y penetrar en la Universidad. No pudieron ayudar a su jefe porque el líder estudiantil se interponía entre ellos y el carro policial. Abatido el Presidente de la FEU, los policías permanecían sentados en la perseguidora. Uno de ellos, ya fuera del vehículo, repetía a los curiosos que se acercaron al lugar de la tragedia: «¡Si yo hubiera sabido que era Echeverría no le hubiera tirado!». Ricardo y Josefina Bianchi, tíos de José Antonio, lograron llegar hasta donde yacía el cuerpo del sobrino. El cadáver permanecía en la calle sin compañía alguna. Llegó también su primo Luis Bianchi, enfermero. Le buscó el pulso y exclamó: «No hay nada que hacer; está muerto». Aun así, Ricardo corrió al Calixto García y, con el pretexto de que «está tirado y está vivo», solicitó una ambulancia. No quería que el cuerpo quedara a merced de la esbirriada. Salió la ambulancia del hospital, los enfermeros trataron de mover el pesado cuerpo, pero nada pudieron hacer, pues fuerzas de la policía y gente del grupo paramilitar de Los Tigres, del senador Masferrer, apostadas en el hotel Colina y otras edificaciones, espantaban a tiros a los que se acercaban al cadáver. Los Bianchi vuelven a su casa, detrás de la Terminal de Ómnibus, y por teléfono comunican a Consuelo, la madre de José Antonio, la triste noticia. Retenido el cadáver Parece que fue a las 5:30 de la tarde cuando levantaron el cuerpo. Permanecería en el Necrocomio Municipal, situado entonces en el cementerio de Colón, hasta pasadas las tres de la tarde del día 14. En Bohemia, Edición de la Libertad, 11 de enero de 1959, aparece una foto del también Secretario General del Directorio Revolucionario en la morgue habanera, tendido sobre una camilla. Fueron inútiles las gestiones del Doctor Clemente Inclán, rector de la Universidad de La Habana, y de Chomat, decano de su Facultad de Arquitectura, para apurar la entrega del cadáver a la familia. Fracasó igualmente la gestión que en el mismo sentido hiciera el padre de José Antonio con su viejo amigo, el senador batistiano Santiago Verdeja. Al fin, el magistrado José R. Cabeza, presidente del tenebroso Tribunal de Urgencia, dispuso la liberación del cadáver y su traslado a la funeraria Alfredo Fernández, en la calle Zapata, cercana al cementerio de Colón. Allí también estaban siendo velados los cuerpos de Menelao Mora, muerto en el asalto a Palacio, y Pelayo Cuervo, asesinado en el Laguito del Country Club tras esos sucesos. El magistrado Cabeza entregó a Lucy Echeverría las pertenencias de su hermano. José Antonio sería inhumado en Cárdenas, su ciudad natal. La madre de Fructuoso Rodríguez, presente en la funeraria, gritaba desesperada: «¡Que no maten a nadie más, que no maten a nadie más!», sin poder sospechar que su hijo sería asesinado apenas un mes después. Sobre las seis de la tarde del propio día 14 se autorizó la salida del cortejo rumbo hacia Cárdenas. Con estas demoras, el régimen batistiano trataba de evitar que los funerales de José Antonio se convirtieran en una manifestación popular de protesta y dolor. Así, dispuso que solo el auto en que viajarían los padres, llegados a La Habana el propio día 13, acompañara al coche fúnebre a la salida de la casa mortuoria. El resto del cortejo, conformado por siete vehículos, debía esperarlo en la Calzada de Managua. Otra condición había sido impuesta de antemano por la dictadura. José Antonio sería llevado directamente al cementerio de Cárdenas. Sus restos no podrían ser velados en la ciudad que lo había visto nacer y crecer. El cortejo fue detenido y los automóviles registrados en varias ocasiones durante el trayecto. En Boca de Camarioca, el coche fúnebre y el auto donde viajaba la familia de José Antonio fueron separados del resto de la comitiva, a la que se le indicó que los esperara después de Peñas Altas, y a la entrada de Cárdenas se ordenó a la comitiva aguardar en el cementerio la llegada del cadáver. Era ya de noche y la necrópolis, más que un cementerio parecía un campamento militar rodeado de policías, agentes del Servicio de Inteligencia Militar, chivatos y militares vestidos de paisano. Ante las rejas cerradas del camposanto, el capitán Alzugarai, jefe de la Policía de la zona —fusilado por sus crímenes tras el triunfo de la Revolución—, detuvo el cortejo. Una vez aparcados los vehículos hizo que encendieran las luces interiores, a fin de verles las caras a los que estaban dentro e hizo anotar las matrículas de los automóviles. Se abrieron las rejas y penetró el carro fúnebre seguido de unas pocas personas que fueron sometidas entonces a un registro humillante. Como Guiteras, José Antonio Echeverría fue inhumado de prisa, a la luz de los faros del coche fúnebre y unos pocos faroles conseguidos por Rigoberto Febles, administrador del cementerio. La revolución llegará al poder En el primer aniversario de su muerte, amigos y seguidores del líder estudiantil reunieron el dinero necesario para costear un libro-lápida que sería colocado sobre la tumba. No tardaría en ser destruido por la policía batistiana. Meses más tarde, en enero de 1959, en su traslado hacia la capital del país, el Comandante en Jefe Fidel Castro, al frente de la Caravana de la Libertad, se salió del recorrido previsto a lo largo de la Carretera Central y entró en Cárdenas para, en el cementerio, rendir tributo al valiente revolucionario que en 1956 había firmado junto a él la Carta de México. Dice en el referido documento: «Que la Revolución llegará al poder libre de compromisos e intereses para servir a Cuba en un programa de justicia social, de libertad y democracia, de respeto a las leyes justas y de reconocimiento a la dignidad plena de todos los cubanos, sin odios mezquinos para nadie, y los que la dirigimos, dispuestos a poner por delante el sacrificio de nuestras vidas, en prenda de nuestras limpias intenciones».

lunes, 13 de marzo de 2017

Al Capone nunca estuvo en su casa

Por: Hugo García • Tomado del periódico Juventud Rebelde
VARADERO, Matanzas.— Unas semanas atrás, cerca del Faro de Maya, a una veintena de kilómetros de Varadero, tres autos de renta se detuvieron. Uno de sus conductores, con acento extranjero, pidió información: «Por favor, dónde queda la Casa de Al Capone». Sabíamos de ese sitio, el restaurante Casa de Al, en Avenida 1ra. del reparto Kawama, pero ese hecho nos llamó la atención. Nos preocupó que en cualquier momento le pusieran a otra instalación el nombre de algún personaje negativo de la historia, como bien pudiera ser el de los mafiosos Meyer Lansky o los hermanos Silesi, el mismísimo Fulgencio Batista y su jefe de ejército general Francisco Tabernilla Dolz, o Pilar García, por solo citar algunos de los mal recordados hombres, que visitaban con frecuencia el balneario y fueron propietarios de residencias allí enclavadas. Ese inmueble en particular fue propiedad del coronel Eugenio Silva Giquel. Es una construcción hermosa, encima de la playa, de cantería, hormigón armado y madera. Como edificación sentó las pautas de la modalidad de los muros de canto a vista. Sobresale por el énfasis otorgado al valor plástico de los volúmenes. En su interior destacan las galerías de bajo puntal y recios arcos de medio punto, con balcones y ventanas con persianas. Esta casa fue propiedad del coronel Eugenio Silva Giquel. Foto: Heidi González Arango Desde 1978 hasta 1984 sus habitaciones fueron utilizadas como oficinas de la naciente Escuela de Iniciación Deportiva Luis Augusto Turcios Lima. Luego, fue propiedad del Ministerio del Turismo (Mintur) hasta que heredó su administración, con nombre incluido, el Grupo Extrahotelero Palmares. Con respecto al apelativo del sitio nos han asaltado muchas dudas, desde quién decide el nombre de las instituciones hasta la impunidad con que ha sobrevivido el de esta, que muchos extranjeros visitan por curiosidad y adonde otros acuden exaltados para recordar e idolatrar al famoso gánster. La ficha técnica de la Oficina de Patrimonio provincial señala que el inmueble, hoy restaurante Casa de Al se construyó en la década de 1930 y fue una de las primeras viviendas del reparto Kawama. Para esta fecha ya Al Capone estaba encarcelado. En la actualidad, en los jardines de la entrada permanece moldeada en concreto una pésima «réplica» de un auto de los que usaba el mafioso por los años 1920. Ya en el portal, da la bienvenida una fotografía a tamaño natural de Al Capone vestido de traje negro y mordisqueando un tabaco, quizá un puro cubano. En las paredes están colgados varios cuadros con fotos y datos biográficos del personaje, además de fotocopias de artículos de la prensa. En su interior, a la izquierda, está el Bar Capo, cuyo letrero cuenta con una imagen del mafioso; y, a la derecha, se aprecia otro retrato en una de las paredes del salón principal. Distorsión histórica En una crónica publicada en este diario, el periodista Ciro Bianchi recrea la estancia de Al Capone en La Habana, en 1928, para supervisar la compra de alcoholes que se introducían de contrabando en Estados Unidos: «Capone daba muestras de una afición por las mujeres y de un delirio por la publicidad impensable en un mafioso. Gustaba que se hablara de su persona y se repitiera su nombre. En el Hotel Sevilla, de La Habana, se dice, alquiló todo un piso para él y su comitiva de guardaespaldas y consejeros». A la luz de esta publicación, parece improbable que Al Capone haya conocido la playa azul. Todo indica que un personaje tan dado a la publicidad y a la exaltación de su propia leyenda, difícilmente dejaría pasar la oportunidad de que se mencionara su estancia en esa región turística. «Que yo sepa, Al Capone nunca estuvo en Varadero, lo de su casa fue algo que alguien inventó para vender ese sitio al turismo», refiere el investigador cardenense Ernesto Álvarez Blanco, experto conocedor del nacimiento y desarrollo de ese balneario, además de un escudriñador de las decenas de personalidades que se deslumbraron con su hermosura. «El nombre fue puesto hace tiempo. El ambiente es tal como si de verdad Al Capone hubiese estado allí y eso no es real; no existe referencia de que estuvo en Varadero», afirmó Bielka Cantillo, directora del Centro Provincial de Patrimonio Cultural, mientras enfatiza a JR que es bueno el estado de conservación del inmueble, que ha sido poco transformado y posee primer grado de protección. «Si ahora a un lugar con valor patrimonial se le va a realizar algún cambio de uso, de restauración, la Oficina del Plan Director de Varadero solicita las regulaciones patrimoniales y se revisa todo, hasta el nombre, para que represente auténticamente los valores de la cultura de Varadero», precisa Bielka Cantillo. «Las personas que visitan nuestro país se encuentran un lugar como este que no se promociona por sus valores arquitectónicos ni históricos; y con un nombre que no tiene nada que ver con nuestra historia ni identidad, hay una distorsión histórica y las personas después transmiten algo que no es verdadero», añade la especialista. Desde el 2012 se han consolidado más las relaciones entre el Mintur, la Oficina del Plan Director de Varadero y el Centro Provincial de Patrimonio, agrega Bielka. Al preguntársele por los requisitos para ponerle a una institución algún nombre, como por ejemplo el hipotético de Meyer Lansky, la especialista acotó que se analizaría, pero que, por supuesto, no estarían de acuerdo con eso. «En el patrimonio trasciende lo que desde el punto de vista histórico tiene un valor con el cual las personas se identifican y que va hacia lo positivo, lo que representó una personalidad de la cultura o la historia; pero normalmente en ninguna parte del mundo se presentan lugares asociados a personalidades negativas. Habría que ver con qué idea se identificó así ese restaurante, pero realmente no se sustenta en nada sólido, porque esa no fue su casa; sería preferible que le hubiesen puesto la Casa Giquel, que sí fue su dueño, y que tuviera fotos de época y de esa familia, con un interés desde otro punto de vista», resume Cantillo. Al no existir referencias históricas, se deduce que Al Capone no estuvo en Varadero, pero si se demostrara lo contrario, pensamos que tampoco justificaría que una instalación lleve su nombre. Sin dudas, es un análisis en el cual se enfrenta la defensa de la cultura contra mantener el nombre de un sitio turístico ya establecido en el mercado y comercializado internacionalmente. Un negocio redondo Al finalizar la década del 30 del siglo XX, se inicia la parcelación del reparto Kawama, en terrenos de la propiedad del coronel Eugenio Silva. Durante los últimos años de esa década y el transcurso de la del 40, adquieren varios lotes en este lugar el Marqués de Valle Siciliana, los Tarafa, y Edmund Chester, biógrafo del dictador Fulgencio Batista. Según los investigadores Ernesto Álvarez Blanco y Teresa Iglesias Oduardo, autores del libro Varadero: De caserío a centro turístico de relevancia nacional e internacional (1883-1958), las operaciones de compra–venta de los lotes parcelados en la zona de Kawama adquirieron mayor fuerza a partir del 10 de julio de 1942, fecha en que la Compañía Silva Residencial S.A. inició oficialmente sus actividades comerciales. El negocio para el coronel Eugenio Silva fue redondo: el metro cuadrado que había adquirido en 1931 a razón de cinco centavos ahora lo vendía a más de diez pesos en el área destinada a los nuevos repartos Silva Residencial y Residencial Kawamita. Muchos ricos construyeron residencias y adquirieron propiedades allí, como el magnate azucarero Julio Lobo, Pilar García, el empresario radial Goar Mestre, el millonario y farmacéutico Sarrá, el tirano Gerardo Machado, el dictador Fulgencio Batista, el general Francisco Tabernilla Dolz, jefe del Ejército batistiano; Ramón Grau San Martín, y otros importantes representantes de la política, el ejército, el comercio, la industria y la burguesía nacional.

viernes, 27 de enero de 2017

Juan Padrón: Buen aniversario 70.

Por: Paquita Armas Fonseca. http://www.caimanbarbudo.cu/articulos/2017/01/buen-aniversario-70/
En 1994 publiqué “Juan Padrón y los dibujos animados”, larga entrevista con el creador de Elpidio Valdés, en la revista Chasqui. Vivíamos entonces relativamente cerca y fui a su casa al atardecer, bajo un apagón (estaba programado). Grabé por lo menos dos horas de conversación mientras La Gallega, la gentil esposa de Padroncito (como mucha gente le sigue diciendo), nos servía café en más de una oportunidad. Por ese tiempo, el italiano Dario Mogno, amigo común, hacía que nos encontráramos al menos una vez al año, con bebida y, a veces, comida incluidas. En uno de esos encuentros Padrón se me develó como un actor formidable. Transitaba con gran facilidad del papel de samurái al de un ruso, y nos hacía prepararnos para la carcajada cuando llegara la hora al cubano que daba órdenes. Gracias a Padrón, un tiempo atrás de esos topes, había conocido a Joaquín Lavado, “Quino”. Guiado por su amigo y colaborador a partir de 1985, el creador de Mafalda visitó la revista El Caimán Barbudo. Allí Quino olvidó un lapicero que todavía está por algún lugar de mi casa. A Padrón, por supuesto, dediqué una de mis primeras secciones, “La vida en cuadritos” (13-1-1990) que publiqué por varios años en Radio Reloj y hablaba de historietas caricaturas y animados. Después devino el libro homónimo; y por eso hoy, 27 años más tarde, puedo mencionar la fecha exacta. Mis vampiros están embarcados porque no pueden ir a la playa ni afeitarse ante el espejo, viven en una caja… Vaya, llevan una vida bastante jodida. Creo que fue en ese texto donde por primera vez escribí sobre Elpidio, personaje secundario de una historieta de Kashibashi; y cuento ahí que el autor “comenzó a dibujar en el suplemento Mella. La historieta se llamaba El hueco, era de humor, con un pie forzado en una sección fija titulada ¿A Usted nunca le ha pasado esto?”. En la oquedad (por no decir hueco) trabajaron distintos guionistas y dibujantes. Padroncito, Virgilio Martínez (el maestro) y Silvio Rodríguez (el trovador) se encargaban de dibujar. Casi al final del citado libro aparece una entrevista con Kosei Ono, japonés que fue jurado de la Bienal del Humor de 1993, en la que al yo preguntarle, traductor mediante, qué conocía de Cuba, me dijo: “Juan Padrón. Es uno de los mejores directores de dibujos animados del mundo”; y confesó que su animado preferido era Vampiros en La Habana. El nipón estaba considerado en aquel momento como uno de los estudiosos del cómic más importantes del planeta. Kashibashi, personaje de la historieta de samurais creado por Juan Padrón finales de la década del sesentaAcerca de su película, Padrón ha dicho: “Nunca me imaginé que fuera tan exitosa. Cuando la terminé y la vieron los ‘expertos’ dijeron que no era lo que esperaban de mí, que era muy vernácula, confusa y ruidosa; no se hizo rueda de prensa para anunciarla, ni estreno. En una revista salió una crítica que trataba muy mal a la película… Estuve unos días muy deprimido, hasta que rompió el récord de taquilla (de aquella época) en una semana y la gente me la comentaba entusiasmada. Luego, con los años, me sorprendió que fuera una especie de película de culto en España y América Latina. Me he sentido como Spielberg cuando en Valparaíso me recibieron cientos de estudiantes amantes de la película, o en Puerto Rico, donde se la sabían de memoria, en fin… Es algo muy agradable y estimulante”. “La vida en cuadritos” mutó a digital y fue una sección fija de la revista La Jiribilla. En ese tiempo, le pregunté a Padrón sobre premios y condecoraciones y me dijo: “la Orden Félix Varela de primer grado, Medallas Alejo Carpentier y Por la Cultura Nacional, Premio El Diablo Cojuelo, ocho Premios Coral, etc”. No mencionó el Premio Nacional de Cine, que aún no había recibido (lo obtuvo en 2008) y otros muchos. “Nananina” fue su respuesta cuando inquirí sobre exposiciones personales o colectivas, aunque debe tener un montón. Le pregunté: ¿qué es para ti una caricatura?, y me dijo: “Una escena de situación, ambiente, diálogo, caracterización, actuación, encuadre… sintetizada en un solo dibujo”. Y una historieta es: “Una historia contada seleccionando para los encuadres los momentos y diálogos más importantes”. Juan Padrón. “prácticamente no se ha hecho nada de merchandising de Elpidio Valdés, a pesar de que a todo el mundo le gusta. Le pedí dibujos sobre lo que significaban para él la paz, el amor, la amistad y Cuba, pero nunca los realizó; o si los hizo, no me los mandó (me los sigues debiendo, Padrón). Lo que sí tengo es esta declaración “En cualquier lugar a mí me ofrecen una bola de pesos para que me quede, pero ¿dónde voy a encontrar miles de niños que han hecho suyo a Elpidio?”. Al inicio de su carrera paralelamente al mambí Elpidio Valdés, Padrón trabajaba otros personajes: los Vampiros, los Verdugos, los Piojos y Cachibache. Pero Elpidio se le fue haciendo grande, no en el sentido de “viejo” que le dan los argentinos, sino grande como cómic; y en 1974 nace su primer animado, de casi siete minutos, Una aventura de Elpidio Valdés. A ese le siguieron varios cortos, hasta que en 1979 se hace el largometraje Elpidio Valdés, con 70 minutos. En 1983 se proyecta otro largo: Elpidio Valdés contra dólar y cañón; y dos años después concibe Vampiros en La Habana. Y dejo el caminao pa´atrás y pa´alante con un hombre que ha sido profeta en su tierra, y que hace poco le confesó a un colega: “Si supieras que cuando de niño veía una película de vampiros, salía corriendo a toda velocidad para la casa, para que no me sorprendiera ninguno detrás de un muro, y antes de acostarme me asomaba debajo de la cama. Mis vampiros están embarcados porque no pueden ir a la playa ni afeitarse ante el espejo, viven en una caja… Vaya, llevan una vida bastante jodida. Por eso se les ocurrió inventar el vampisol. De ese modo surgió Vampiros en La Habana. Creo que fue el primer proyecto de animados para adultos realizado en Cuba”. Años después, los jóvenes lo embullaron a volver a los vampiros. “Es Xip Zerep porque es Pérez. Es una idea que yo tuve en el año 67 y la presenté en el ICAIC como guión para un personaje que tenía Tulio Raggi, que se llamaba el capitán Tareco, era El capitán Tareco contra los vampiros lácteos, pero no lo aprobó Santiago Álvarez, quien era el asesor de dibujos animados en aquella época. El día que me dieron el Premio Nacional de Cine les conté a los jóvenes que empecé mandando guiones y haciendo dibujos para el ICAIC, pero que estos nunca lograban entrar. Ahí les hablé de los vampiros lácteos y me dijeron: ‘vamos a hacerla’. Así surgió la idea de la película. En aquel momento nunca se llegó a hacer nada e, incluso, el guión se perdió. Lo que yo hice ahora fue recordar de memoria de qué iba y agregarle cosas nuevas. Es una idea de cuando yo tenía 20 años, es decir, han pasado 50 años. Hicimos la película con Ernesto Piña como director asistente. Todos los animadores, los que hicieron los efectos especiales, se esmeraron para que quedara lo mejor posible, y a mí me gusta mucho el resultado. Incluso usamos las voces de Frank González, Irela Bravo, y de otras actrices y actores que yo siempre uso en mis películas. Yo hice algunas voces también para divertirme (entre ellas de policías) y me parece que ha quedado simpática”. La cinta se estrenó finalmente en el Festival de Cine Latinoamericano del pasado diciembre. Juan Padrón es autor, además, de varios libros de aventuras; y por crear, ha hecho hasta un video clip, Píntate los labios, María, que obtuvo cuatro Premios Lucas en el Festival Nacional del Videoclip del año 2000. Para los próximo 7o años: Terminar la nueva versión de El libro del mambí. Los guiones para dos cortos animados de humor, y preparar materiales y diseños de una nueva serie de ElpidioUno de los creadores que acumula mayor cantidad de premios, considera que “prácticamente no se ha hecho nada de merchandising de Elpidio Valdés, a pesar de que a todo el mundo le gusta. Incluso hablé con gente que fabrica aquí y me han dicho que no les interesa, porque les da igual, compran los productos en el extranjero ya hechos, y no se complican con cambiar a Mickey Mouse por Elpidio. No hay esa preocupación”. Pero con sus juveniles 70 años (los cumple 29 de enero) sigue creando. Lo felicité por anticipado y le pregunté qué pensaba hacer en las próximas siete décadas. Me dijo: “Terminar la nueva versión de El libro del mambí. Los guiones para dos cortos animados de humor, y preparar materiales y diseños de una nueva serie de Elpidio, ojo: para los próximos años. Saludos, Juan”. Supongo que el ojo es para que nadie lo apure, Y bueno, ahora sí: Felicidades Elpidio, digo Xip, perdón Juan y gracias por brindarnos años tan fructíferos.


"De amar las glorias pasadas se sacan fuerzas para adquirir las glorias

nuevas".

José Martí



“… la HISTORIA NOS AYUDARÁ A DESCUBRIR LOS CAMINOS DE HOY Y DE MAÑANA, A MARCHAR POR ELLOS CON PASO FIRME Y CORAZON SERENO Y A MANTENER EN ALTO LA ESPERANZA (...)”.

RAMIRO GUERRA