miércoles, 9 de octubre de 2013

Al buey viejo le comprara… Julio Blanco Escandell, tiene un compromiso muy propio con la décima, fundamentalmente para el público infantil.

Por: MSC Lorena Martínez.
La décima, ese octosílabo tan cubano, mantiene entre nosotros mucho de español y criollo, de monte y ciudad. Simbiosis de lo popular y lo culto tiene en la literatura infantil un baluarte. Tal ocurre en los textos de Julio Blanco Escandell (Regla, 1962), uno de los autores más publicado del territorio , quien dedica a la décima un notable espacio en su literatura infantil. Con ella alcanza su definición mejor. Mezcla lo tradicional del género con algunas de las infinitas permutaciones actuales que la aquejan. Reflejan el ajiaco cultural del cual formamos parte: ¡un reglano que ha vivido toda su vida en Cárdenas! Su décima infantil es ante todo descriptiva, narrativa, siempre cuenta algo, sea el nacimiento de un ternero, la prisión del sinsonte, lo que le sucede al diablo de Tasmania o a los orangutanes. Caracteriza su estilo lo sencillo, armónico, natural, propio de poesía hecha con el lenguaje cotidiano del niño cubano. Uno de los textos de Julio, que más llega a sus públicos es Deseo, décima que casi titula este trabajo y defensora de valores como la solidaridad, amistad, cooperación y el respeto al trabajo, todos muy caros al autor. Son estrofas que sirven como presentación de lo que ocurre, luego del descanso o pausa al terminar de la primera redondilla, introduce otros datos alrededor de la situación planteada, refiriéndose así a lo duro del sol mañanero, a los aguijones y regaños, terminando con una mini conclusión (“…que no puede halar parejo con un sol de este tamaño…” Blanco 2004, 9), la cual será refrendada al finalizar la próxima décima que reitera su deseo expresado en los primeros versos y en el título del poema: “¡Si le pudiera comprar, un sombrerito de guano!” (Blanco 2004, 9). Es un casi cuento que, a través del buey protagonista principal, se explican características del campo cubano, cuadro costumbrista donde a partir de una expresión tan cubana como: “¡coge el paso!”, el sujeto lírico asume la valentía del protagonista, que no es un vago (figura detestable para el autor que siempre está trabajando en algo), ni tampoco desgano, sino sol, calor y años de labor. Brinda al niño de manera diferente, creativa, la necesidad de solidaridad y respeto utilizando aunque sea un poquito, la filosofía propia del guajiro. Mecanismo similar se mantiene en Pintor, donde se expresa otra vivencia propia del campesino: optimismo, belleza y optimismo ante el arribo de una nueva vida. En ella el poeta se expresa sinestésicamente, necesita de un pincel y de colores, como el azul del día, para cantar y atrapar la dicha de la vaca, no por gusto, nombrada Primavera. Texto cerrado en si mismo, donde el mayor interés es el cantar a la vida “dibujarla” desde un determinado fenómeno, hecho de cariño concentrado y lleno. Sobre los valores éticos vuelve a insistir el autor en Maldad, donde defiende a la libertad y lamenta la cárcel del sinsonte: filosofa un poco y a la vez, canta a la naturaleza. La tonada infantil mantiene un acento único de costumbrismo campesino cubano, asumido a partir de las experiencias y de los recuerdos que guarda el autor de su deambular por fincas y conocer de animales. A partir de entonces, sin abandonar su amor por la espinela infantil clásica, Julio inicia un proceso de superación de este clasicismo unido a lo jocoso, lo lúdicro como ese Mario Eladio su gato glotón quien siempre vuelve cariñoso y descarado. Cuando el autor inicia su asonantar descarado y “deciminarra” sobre los temas está transitando en su desarrollo del contenido a la revolución formal. Experimenta con las reglas del género decimístico, marca un deseo de hacer diferente, sin perder las pautas lúdicras que caracterizan un libro como Para que ría Daniela. El canto de la majaría perteneciente al mismo cuaderno, es uno de los textos más líricos que ha escrito Julio en su octosílabo quehacer infantil. Introduce el texto haciendo alusión a como la vieja majarria duerme un sueño tan viejo como ella pero que está dispuesta s volver a girar. Cuenta las “vejeces” de dicho apero, hallando solución en la tercera de las décimas cuando se expresa que la majarria sueña y quisiera correr hasta donde el ganado la bese para no sentirse abandonada. Puntuación aguda, con pausa respiratoria a mediados de cada línea de verso y uso continuo del encabalgamiento, se mantienen de otra manera en la quietud móvil de Tres Milagros, texto cuya descripción de la tarde/noche se llena de dulzura nostálgica. Certera tríada donde no existen metáforas joyantes, pero parece filtrarse la tranquilidad alada de una tojosa, cuando, entre los güines al atardecer: “…parece un hada, que canta azul, encantada…” (Blanco 2009, 35). Tres Milagros, es uno de los textos de estructura más interesante, compuesto por la integración de la décima y el zejel. Lo similar de los metros (sólo diferenciados por un verso), le brinda una especial prestancia a su armonía y composición. Desde ella, la décima de Julio se mueve definitivamente hacia maneras más actuales sin renegar de la hispanidad del verso, descansando en el conocimiento sobre la décima tema que ha alcanzado el autor. Gracias a esos “saberes” mantiene una suave brisa martiana en estos milagros que, si bien no hablan de un niño que caza mariposas o de un sicómoro, refieren al retorno de las aguas, sus caricias, a la luna de primavera, entre enredaderas y majaguas. Este proceso de cambio y “libertinaje poético”, adquiere una dimensión mayor en Soñar un safari (Premio Poesía La Edad de Oro, 2007) donde incursiona por los caminos del pie quebrado, juntándolo a su decimar. Encontramos espinelas casi tan demoníacas como los propios demonios a que alude cuando pregunta por el lugar donde habitan esos grandes lagartos tasmanos. Aunque parece haber trastocado metros y rimas, pícaramente, asume su pertenencia a la décima. El pie quebrado salva situaciones de difíciles rimas, de ritmo y abre otro camino para quienes quieran jugar infinitamente con el octosílabo nacional. El autor así se prueba con décimas hexasílabas al contar de “la diferencia entre recibir y dar la mano a los orangutanes ¨ (Blanco 2007,19), quienes te dan demasiado fuertes abrazos y saludan con grandes golpazos, entre otras averías. Otra búsqueda de variaciones actuales de la décima se encuentra en el texto dedicado a los rinocerontes, donde el autor aduce haber utilizado dos quintillas donde el crítico refrenda la existencia de otra décima. Aunque el camellón de la décima infantil de Julio Blanco no se confunde, tampoco anda recto como quisiera el boyero, sube, va en ascenso, dialectiza y, sin olvidar el verso tradicional va construyendo la propia, de acuerdo a sus necesidades y temas, con aires del siglo XIX, XX, o de este siglo XXI. Demuestra tener un buen pincel y demonios suficientes a los que exorciza para dejar libre a cada sinsonte que encuentre por ahí. No quiebra sus alas sino que apoyado en majarrías, bichos y otros milagros, conoce al ternero de Primavera, se quiebra, en un “juliano” ballet que quizás, no sea el más perfecto, pero es, ante todo, poesía y pulsa una cuerda sensible para los niños, lo que he comprobado en diferentes ocasiones, cuando sus textos han sido instrumento certero para atrapar la atención de los niños. Pero no solo para los pequeños son sus décimas familia, adulto y adolescentes entran en su punto de mira cuando la asume con un horizonte mayor, así sucede con las que aparecen en el, hasta ahora, último de sus libros publicados Versillos de buen amor, (Gente Nueva, 2011) donde crea con el estilo de lo mejor del poemario español popular, versos para que las muchachas puedan coleccionar a los doce, trece o ¿quizás?, catorce años , donde les cuenta en un lenguaje “becqueriano” inusual en él como se fueron las golondrinas sin dejarle al poeta ninguna razón de su actuar en una espinela muy a la española que termina con la fe del poeta que las mismas volverán. De la décima infantil y adolescente de Julio Blanco se pudiera señalar el carácter lírico y juguetón de las mismas, plenas de un tempo juguetón y/o lírico, ágil, oportuno y leve décima adulta las cuales cumplen con una labor educativa, ética, sin perder de vista el agradable momento que supones leer sus porqués.


"De amar las glorias pasadas se sacan fuerzas para adquirir las glorias

nuevas".

José Martí



“… la HISTORIA NOS AYUDARÁ A DESCUBRIR LOS CAMINOS DE HOY Y DE MAÑANA, A MARCHAR POR ELLOS CON PASO FIRME Y CORAZON SERENO Y A MANTENER EN ALTO LA ESPERANZA (...)”.

RAMIRO GUERRA