lunes, 21 de julio de 2014

LA MUERTE, NO AFLIGE.

Por: Valia Soto Espinosa Club martiano Néstor Ponce de León - Unión de Historiadores de Cárdenas.
Por concomitancia histórica, el lunes 12 de julio de 2014, ocasión en que se conmemoraba un aniversario más del nacimiento de Juan Gualberto Gómez, hubo de despedirse de la vida, en la ciudad de La Habana, el cardenense Guido Horrego Berrier, a la edad de ochenta y cuatro años, hijo de ese gran historiador, natural también de Cárdenas: Leopoldo Horrego Estuch, quien dedicó parte de su obra a la investigación y divulgación de la vida de este matancero y patriota insigne. Recuerdo una vez escudriñando en el diario cardenense, La Antorcha, de los años 40 del pasado siglo, encontré más de un artículo, donde se ensalzaban las pinturas de Guido, quien en ese entonces, era apenas un niño, páginas que le auguraron despuntaría en un gran artista. El traslado de la familia hacia la capital cubana, permitió a Guido ingresar en la Academia San Alejandro, y allí graduarse de pintor y escultor. A pesar de haberse marchado adolescente de nuestra Ciudad, poseía ese orgullo de buen cardenense, inspiraciones que llevó a la plástica, reflejando el coche, la Parroquia, la estatua de Colón... La escultura a Juan Gualberto Gómez, patriotismo manifiesto, heredado de su padre, el que llevaba enraizado, percibido también en algunos retratos hechos a otros próceres como José Martí y Antonio Maceo. En la década del 50 del siglo XX, sus obras fueron expuestas en galerías de la ciudad de Nueva York, lo cual acreditó su indiscutible talento. Sus limitaciones nunca laceraron su vocación, porque la vida, desde el punto de vista físico, actuó con cierta injusticia sobre él, pero como expresara el apóstol:”… la vida es un templo para los verdaderos hombres”. Murió Guido, parece grotesco, así como lo fue también el cáncer que lo enclaustró en la agonía, además de otros padecimientos neurológicos, que no pudieron cambiar su fe, sus ganas de vivir, porque sé, a este artífice, nunca le preocupó la muerte. Su nobleza está intrínseca en todo cuanto tocaron sus manos, es por ello que hoy me resulta difícil pensar en que se marchó con la furia de un mar bravío, esa que de un tirón intenta en balde desvanecerle, pues él será una estrella, alumbrando a la Ciudad que tuvo el placer de recibirle. Escribió nuestro héroe nacional: “… la muerte no aflige ni asusta a quien ha vivido noblemente: sólo la teme el que tiene motivos de temor: será inmortal el que merezca serlo: morir es volver lo finito a lo infinito”. LA MUERTE, NO AFLIGE. Por: Valia Soto Espinosa Club martiano Néstor Ponce de León - Unión de Historiadores de Cárdenas. Por concomitancia histórica, el lunes 12 de julio de 2014, ocasión en que se conmemoraba un aniversario más del nacimiento de Juan Gualberto Gómez, hubo de despedirse de la vida, en la ciudad de La Habana, el cardenense Guido Horrego Berrier, a la edad de ochenta y cuatro años, hijo de ese gran historiador, natural también de Cárdenas: Leopoldo Horrego Estuch, quien dedicó parte de su obra a la investigación y divulgación de la vida de este matancero y patriota insigne. Recuerdo una vez escudriñando en el diario cardenense, La Antorcha, de los años 40 del pasado siglo, encontré más de un artículo, donde se ensalzaban las pinturas de Guido, quien en ese entonces, era apenas un niño, páginas que le auguraron despuntaría en un gran artista. El traslado de la familia hacia la capital cubana, permitió a Guido ingresar en la Academia San Alejandro, y allí graduarse de pintor y escultor. A pesar de haberse marchado adolescente de nuestra Ciudad, poseía ese orgullo de buen cardenense, inspiraciones que llevó a la plástica, reflejando el coche, la Parroquia, la estatua de Colón... La escultura a Juan Gualberto Gómez, patriotismo manifiesto, heredado de su padre, el que llevaba enraizado, percibido también en algunos retratos hechos a otros próceres como José Martí y Antonio Maceo. En la década del 50 del siglo XX, sus obras fueron expuestas en galerías de la ciudad de Nueva York, lo cual acreditó su indiscutible talento. Sus limitaciones nunca laceraron su vocación, porque la vida, desde el punto de vista físico, actuó con cierta injusticia sobre él, pero como expresara el apóstol:”… la vida es un templo para los verdaderos hombres”. Murió Guido, parece grotesco, así como lo fue también el cáncer que lo enclaustró en la agonía, además de otros padecimientos neurológicos, que no pudieron cambiar su fe, sus ganas de vivir, porque sé, a este artífice, nunca le preocupó la muerte. Su nobleza está intrínseca en todo cuanto tocaron sus manos, es por ello que hoy me resulta difícil pensar en que se marchó con la furia de un mar bravío, esa que de un tirón intenta en balde desvanecerle, pues él será una estrella, alumbrando a la Ciudad que tuvo el placer de recibirle. Escribió nuestro héroe nacional: “… la muerte no aflige ni asusta a quien ha vivido noblemente: sólo la teme el que tiene motivos de temor: será inmortal el que merezca serlo: morir es volver lo finito a lo infinito”.


"De amar las glorias pasadas se sacan fuerzas para adquirir las glorias

nuevas".

José Martí



“… la HISTORIA NOS AYUDARÁ A DESCUBRIR LOS CAMINOS DE HOY Y DE MAÑANA, A MARCHAR POR ELLOS CON PASO FIRME Y CORAZON SERENO Y A MANTENER EN ALTO LA ESPERANZA (...)”.

RAMIRO GUERRA