viernes, 7 de junio de 2013

Contribución al estudio de los indianos del Baix Empordá: los Pallimonjo de Calonge.

El pasado jueves 6 de junio de 2013 se presentó en el Espacio Barcelona – Habana, perteneciente a la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, el libro Cuba y Cataluña: Encuentro de pueblos y Culturas, publicado por la editorial de la Universidad de La Habana. El volumen, compilado por el cardenense Carlos A. García, Bárbara B. Lafita y Alejandro Sánchez, integrantes de la Cátedra de Cultura Catalana de la Universidad de La Habana, agrupa los trabajos presentados en el 2009 al Taller Internacional Cuba y Cataluña: Encuentro de pueblos y Culturas. Entre los coautores del libro se hallan los matanceros Clara Emma y Ernesto Chávez Alvarez y el web máster de este blog Ernesto Alvarez Blanco. De este último es el trabajo titulado Contribución al estudio de los indianos del Baix Empordá: los Pallimonjo de Calonge, el cual recoge detalles de la vida de esta familia catalana asentada en los poblados de Cárdenas y Lagunillas en el siglo XIX. El Cardenense obsequia a sus lectores el texto integro de este aporte al estudio de las relaciones existentes a lo largo del tiempo entre la zona de Cárdenas y Cataluña. Contribución al estudio de los indianos del Baix Empordá: los Pallimonjo de Calonge Por: Ernesto Alvarez Blanco. “Los hijos de España que al vivir en la Isla de Cuba se han esforzado más por el progreso del país y han contribuido a la propagación de las ideas liberales, han sido los catalanes”. Enrique Trujillo. “Cautiva entre la montaña y el mar, Cataluña envió sus hijos al Caribe, para que dieran otros colores cuando la pintura cubana no estaba terminada. No se trata de una cuestión de matices. Es la esencia misma, sangre arterial, limpia”. Juan Francisco González “ De lejos proceden (...)(las) afinidades mutuas entre cubanos y catalanes genuinas, patentizadas al correr de los años por nombres memorables que en residencias continuadas respectivas en ambos países dejaron aquí o allá testimonios honrosísimos, algunos bien trascendentes, de la influencia poderosa que en los mejores significados patrióticos, educacionales y progresistas imprimieron en el desarrollo evolutivo de la conciencia, del carácter y de la dignidad ciudadana de cada uno de los dos pueblos”. José Conangla Fontanilles. A los Dres. Jaume Aymar Ragolta y Alfonso Cirera Santasusana, amigos queridísimos, que gustan tanto de estas cosas. Proemio. Razones tenía de sobra el investigador Jordi Bautista Parra para afirmar, en el folleto titulado Cartes des d’Amèrica: Correspondència d’emigrants calongins, publicado en el 2007 por el Institut d’estudis del Baix Empordá, que aún está pendiente - sabemos que trabaja con rigor y dedicación en este asunto - un estudio profundo sobre la emigración a América de personas naturales de Calonge . Y es que, cada vez con más frecuencia, aparecen - en antiguos y modernos libros, periódicos, documentos y fotografías así como en los no menos importantes testimonios orales de personas nativas de un lado y otro del Atlántico - referencias de singular importancia sobre la contribución que varios hijos de ese municipio catalán realizaron al desarrollo social, político y económico del continente americano y, muy en especial, de la isla de Cuba. Por tal motivo, y como una modesta contribución a los esfuerzos de este y otros investigadores, pero sobre todo, como insuficiente manera de retribuir a las autoridades de Calonge y a los amigos del Centre d’estudis calongins “Colónico”, la amabilidad y afecto con que nos recibieron y atendieron durante la visita que realizamos a esa bellísima población catalana en el mes de febrero de 2008, en la grata compañía del Dr. Jaume Aumar y Ragolta, Presidente de la Fundación Catalunya - América, he dedicado varios meses a recopilar información sobre la familia calongina de los Pallimonjo, algunos de cuyos miembros viajaron a Cuba a inicios del siglo XIX, estableciéndose en las nacientes poblaciones de Lagunillas y Cárdenas. Una vez allí, contribuyeron notablemente y durante décadas al desarrollo y al progreso de ambos núcleos urbanos, los cuales están ubicados en las inmediaciones de costa norte de la Isla. Aprovecho esta oportunidad para dar las más expresivas gracias a los directivos de la Fundació Catalunya - América Sant Jeroni de la Murtra, en especial a su Presidente, el Dr. Jaume Aymar i Ragolta, y a los del Centre d’estudis calongins “Colónico” por permitirme compartir con los lectores catalanes los resultados de mis investigaciones sobre los Pallimonjo. También debo agradecer al Dr. Alfonso Cirera Santasusana, Presidente de Praedium, quien hizo posible a inicios del 2009 mi sueño de regresar a mi amada Cataluña; así como, a todos los amigos e instituciones catalanas que, durante más de 15 años de profunda y enriquecedora amistad, me han brindado el aliento y el sostén necesario para escribir este y otras trabajos similares sobre las fecundas e intensas relaciones sostenidas durante siglos entre mi Patria y Cataluña. A los calonginos que un día marcharon a Cuba y contribuyeron con su esfuerzo personal al desarrollo socioeconómico, político y cultural de la Isla, y a los cubanos que como yo, han encontrado siempre en Cataluña, afecto y amistad, están dedicados los resultados de esta modesta investigación. El autor. Una Introducción necesaria al tema que nos ocupa. Para casi nadie es ya un secreto que los catalanes, al igual que los valencianos, aragoneses y mallorquines, fueron excluidos oficialmente de la Carrera de Indias, mediante la disposición real que aseguraba el monopolio que Castilla ejerció durante décadas sobre la colonización de las tierras descubiertas. Desde entonces, y hasta bien entrado el siglo XVIII, tuvieron que conformarse con burlar, a través de la influencia que ejercían terceras personas en el Real Casa de Contratación de Indias, establecida desde 1503 en Sevilla y trasladada en 1715 a Cádiz, la prohibición que les impedía comerciar con Cuba y con el resto de las tierras de América. Lo anterior explica claramente el por qué – a pesar de que la noticia del descubrimiento circula por Cataluña rápidamente, gracias a la carta que Cristóbal Colón envía al funcionario valenciano converso Luis de Santángel, quien había colaborado con el financiamiento del proyecto colombino - el ingreso de los catalanes en la savia de Cuba resulta tan poco significativo durante los primeros años de la conquista y colonización de América. Durante el transcurso del siglo XVI, la cifra de los catalanes que son autorizados – muchos de ellos enmascarados tras apellidos castellanos – a viajar a América tampoco es representativa, pues constituyeron, unidos a los valencianos y baleares, solo el 0,7 % (667 viajeros) del total de emigrados españoles (54881) que marcharon al Nuevo Mundo entre 1493 y 1600 . La emigración catalana a América, y en especial a Cuba, no adquiere continuidad hasta bien entrado el siglo XVIII. En este sentido es bueno aclarar, que no es hasta la primera mitad de este último, en que se inician seriamente, pero siempre a través de Cádiz, las relaciones comerciales entre Cataluña y el Nuevo Mundo. El comercio entre Cataluña y Cádiz, nacido como una prolongación de la navegación de cabotaje por las costas peninsulares, propició muy pronto el contacto con los más importantes comerciantes andaluces y/o extranjeros quienes inicialmente se hicieron cargo de las mercancías catalanas – productos agrícolas, vinos, aguardiente, etc. – para enviarlas, bajo su responsabilidad, al continente americano. Esta posibilidad de comerciar con el Nuevo Mundo, a pesar de las restricciones que llevaba implícitas, brindó en la primera mitad del siglo XVIII un gran impulso a la economía catalana. El pionero del comercio catalán en América fue Esteban Ros, quién se convirtió en 1720 en el primer comerciante del Principado matriculado en la Carrera de Indias. Más tarde, en la década del 40 del referido siglo, tenemos noticias de numerosos mercaderes catalanes que lograron establecer agentes propios en Cádiz, rompiendo de este modo con la vieja e inútil dependencia que los ataba comercial y financieramente a los negociantes y contratistas gaditanos. Los catalanes, como otras muchas comunidades regionales españolas, debieron al ilustrado rey Carlos III la Real Orden del 12 de octubre de 1778 que abrió al comercio con América a trece puertos españoles, entre ellos los de Alicante, Alfaques, Palma de Mallorca y Barcelona. En este último, adelantándose a los acontecimientos, se había fundado veintidós años antes, en 1756, por cuatro comerciantes escogidos por el Ayuntamiento de la Ciudad Condal, la Real Compañía de Comercio , una de las primeras concesiones reales que marcaron el fin del monopolio que excluía a los catalanes del comercio con el Nuevo Mundo. La Real Orden a que hemos hecho referencia, tuvo como antecedente directo la supresión por Carlos III, mediante un Real Decreto emitido el 16 de octubre de 1765, del monopolio del puerto de Cádiz. El referido documento, autorizaba a los buques a salir hacia América sin más licencia que la de la Aduana y con la carga que conviniera a sus armadores. Asimismo, el Decreto rebajaba al seis por ciento los enormes derechos de exportación que pagaban las mercancías que se expedían hacia América, las cuales podían ser desembarcadas, a partir de este momento, en cualquier puerto español del continente americano. Entre 1768 y 1778 Carlos III promulgó otros decretos similares, los cuales hicieron extensiva la autorización referida al desembarco de mercancías a la Luisiana, Yucatán y Campeche. Estas disposiciones reales triplicaron, en solo tres años, el monto del comercio entre el Viejo y el Nuevo Mundo. Ante esta evidente prosperidad comercial y económica, de benéficas consecuencias para todos, en especial para el Tesoro Real, el rey - de mutuo acuerdo con el Consejo de Indias - decidió entrar de lleno en el camino de las libertades comerciales. Fue entonces - al decir de Carlos Martí, escritor e historiador catalán radicado en la Isla – que “... se inició la corriente de catalanes a Cuba. El reinado de Carlos III fue un benéfico reinado y Cataluña pudo concentrar su espíritu en los afanes de la producción y en los nobles ejercicios de la navegación y la inteligencia”. El sistema comercial surgido de las disposiciones liberadoras de 1778 significó para Cataluña la consolidación de una estructura de intercambio con el Nuevo Mundo y en especial con Cuba y otras islas del Mar Caribe. Dicho intercambio estaba basado en la exportación de aguardiente y vino, indianas, encajes y otros productos de la manufactura catalana – papel, objetos de hierro y de acero, armas, etc. – y en la importación de metales preciosos, pesos plata de cuño hispanoamericano, tintes, medicamentos, azúcar, cacao y otros productos agrícolas. Esta apertura significó también la posibilidad de embarcar la producción directamente en Barcelona y por otros puertos catalanes vecinos, y más tarde, en Tarragona. Además, constituyó una ocasión propicia para incrementar, en beneficio de los comerciantes del Principado y de los armadores instalados en otros puertos de la península, los efectivos de la flota mercante catalana que se hallaba al servicio de Carrera de Indias Por esta época, la isla de Cuba se aprestó a recibir la luz del otro sol que comenzó a lucir para el comercio ultramarino, a partir de la ya citada Real Orden del 12 de octubre de 1778, que: “... amplió a todos los puertos habilitados de la Península e Islas adyacentes, sin exceptuar las de Canarias, la libertad que sólo habían tenido algunos para traficar con todos los de la América Española; y autorizando a estos para comerciar directamente con todos aquellos”. Sin embargo, esta y otras medidas similares adoptadas entre 1765 y 1778 mantenían inmóvil el régimen de monopolio comercial existente entre Cuba y las demás colonias y España. No obstante, esta situación duró poco tiempo ya que: “La guerra de independencia norteamericana fue el acontecimiento que abrió el camino a través del cual Cuba comenzó, definitivamente, a ser penetrada por la ofensiva capitalista mundial. En 1779 España le declaró la guerra a Inglaterra (antes lo hizo Francia y luego Holanda), lo que para Cuba significó – con la política de Carlos III de ayudar a los nacientes Estados Unidos – el inicio de un comercio casi sin restricciones reconocido oficialmente con las colonias americanas. Firmada la paz en París (1783), el régimen de monopolios volvió a imponerse. Pero, en 1793 – 1795, en virtud de la guerra surgida entre España y Francia, el comercio de Cuba con Estados Unidos e Inglaterra empezó a desarrollarse sin trabas. Resulta significativo y digno de ser apuntado que, esta vez, la Corona Española no tuvo que ver nada con esa medida de “comercio libre”, pues esta fue adoptada motu proprio por el gobernador de la Isla, entonces D. Luis de las Casas. Ello demostró que verdaderamente la metrópoli ya no iba a ser capaz, más nunca, de controlar los acontecimientos que en la economía cubana se estaban produciendo”. No resulta casual entonces, que a pesar de que con el cese de la guerra (la Paz de Basilea) volvieron a aparecer las restricciones en el horizonte económico de la Isla; al estallar nuevamente la guerra de España y Francia contra Inglaterra, el gobierno español se ve obligado a permitir, bloqueadas ahora las rutas marítimas por los ingleses, el comercio de Cuba con los neutrales, específicamente con los Estados Unidos. “A partir de este momento – como bien apunta el historiador cubano Oscar Pino Santos – ya jamás intentaría la Corona, seriamente, monopolizar el comercio internacional de Cuba” La vinculación de Cuba a los mercados capitalistas mundiales ocasionó algunos cambios fundamentales en su economía, variando en primer lugar la composición de la misma, caracterizada hasta entonces por ser predominante agrícola pero con cierto equilibrio entre los diversos sectores que la integraban. Sin embargo, a partir de este momento, el azúcar se convierte en el factor dirigente y decisivo de toda la vida económica de la Isla. Por otra parte, Cuba pierde por completo en este período sus posibilidades de transitar por un desarrollo independiente y equilibrado. “Este hecho decisivo, en efecto, selló el destino de Cuba como país agrícola – y, como tal, atrasado – y más o menos mono exportador. El capitalismo le impuso su ley al mundo: los países que llegaron a él, primero y a tiempo, se salvaron; los que se rezagaron por una u otra circunstancia quedaron hundidos por largo tiempo, y mayormente puestos con sus economías al servicio de las burguesías de las naciones capitalistas, las cuales aumentaban su cuota de plusvalía doméstica a costa del comercio colonial“. En medio de este interesante y al mismo tiempo complejo proceso socioeconómico, la estancia de marinos y comerciantes del Baix Empordá comienza a hacerse tan frecuente en el Caribe, que podemos afirmar – sin temor a equivocarnos - que es en este período cuando se inicia lo que bien pudiéramos llamar Edad de Oro de las relaciones entre los nativos de esa región catalana y las fértil y casi Siempre Fiel Isla de Cuba. Los Pallimonjo de Calonge y su contribución al desarrollo social, político y económico del poblado de Lagunillas y la ciudad cubana de San Juan de Dios de Cárdenas. En la historiografía referida - de un lado y otro del Atlántico - al tema de las relaciones comerciales, culturales, políticas y sociales sostenidas entre Cuba y Cataluña durante las últimas dos décadas del siglo XVIII y el transcurso del siglo XIX; aflora una y otra vez la figura del “indiano” o “americano”, como máximo exponente del triunfo alcanzado por los catalanes en la Isla. Sin embargo, no todos responden al modelo clásico del “indiano” de alcurnia, o sea, al de aquellos que escalaron a la cima de los negocios y la sociedad catalana del siglo XIX a partir de la enorme riqueza acumulada durante sus años de emigrado. Tal es el caso de Juan Pallimonjo y Daucá y de su sobrino Pedro Pallimonjo y Jofre, los cuales se asemejan más bien al que se reproduce, imitando a los más prominentes, en los niveles intermedios de la sociedad y que, como ocurre en este caso, sirve también de modelo y marco de referencia a los jóvenes catalanes involucrados en el continuo proceso de la emigración americana. Al respecto, vale citar el acertado juicio del investigador catalán César Yánez Gallardo, quien en un interesante estudio sobre la familia Moreau Rabassa de Calella, afirma con acierto que: “Para ser reconocido como indiano era suficiente con poder ostentar riqueza, aunque las cuentas y el patrimonio no estuvieron del todo saneados. Para el indiano, lucir podía ser tan importante como poseer, aún cuando en realidad estuviera en una posición subalterna respecto a las grandes fortunas que se acumulaban en Barcelona y que identificaban al emigrante de éxito. Desde el punto de vista económico, la figura del indiano se asimilaba a la del rentista. No estaba en discusión la cuantía de las rentas, ni tenía que ser necesariamente una verdadera fortuna, bastaba que las remesas de América permitieran al emigrante retornado a su pueblo tener un pasar económicamente holgado, sin eximirlo de los apuros a que le podían someter las crisis económicas que periódicamente afectaron la economía catalana o la fragilidad del dominio colonial español sobre Cuba en el siglo XIX”. Los elementos apuntados por este prestigioso investigador catalán para caracterizar el indiano de clase media, se cumplen al cien por cien en el caso de los Pallimonjo, quienes tuvieron su máximo esplendor económico entre las décadas del 30 y el 70 del siglo XIX; como consecuencia directa de la acumulación de capitales, que con mucho esfuerzo e inteligencia para los negocios, logra realizar Juan Pallimonjo y Daucá con la eficaz ayuda de su sobrino Pedro, en los poblados matanceros de Lagunillas y de Cárdenas, con especial énfasis en este último, convertido en 1853 en Villa y más tarde, en 1866, en Ciudad, mediante sendas reales ordenes firmadas por la reina Isabel II. Juan Pallimonjo, nacido en Calonge el 7 de junio de 1803, en el seno de una antigua y numerosa familia asentada en esta localidad desde el siglo XVII, se convirtió en la primera mitad del siglo XIX en uno de los ejemplos típicos del indiano que se mantuvo en la medianía de la estructura catalana de la época y que actuaba en la pequeña escala de los negocios, casi siempre con acierto. Sus padres, Pedro Pallimonjo y Mont y María Daucá y Presas, naturales del Vall D´Aro, pero descendientes ambos de antiguas familias de Calonge, formaron entre 1784 y 1808 un hogar conformado por 15 hijos, de los cuales Juan fue el número trece. Desde muy joven, Juan Pallimonjo y Daucá se caracterizó por su espíritu emprendedor y sus ansias de prosperar en los negocios, lo cual lo llevó a decidirse, como otros muchos jóvenes del Baix Empordá, a viajar a América, continente en donde esperaba obtener prestigio y riquezas. Animado por estos propósitos, decidió enrolarse en la marina mercante, obteniendo, gracias a su tesón, destreza e inteligencia el título de Piloto, con el que realizó numerosos viajes a Cuba y a otros lugares del continente americano. En 1825, a los 22 años de edad, Pallimonjo, enamorado de las bellezas naturales de Cuba y dueño ya de una pequeña fortuna, tomó la decisión de establecerse en la Isla, como otros muchos compatriotas, con objeto de abrir en ella un negocio de compra y venta de víveres. El lugar escogido para este propósito fue el poblado de Lagunillas, fundado en ese mismo año en dos caballerías de tierra pertenecientes al Mayorazgo de igual nombre, establecido por la familia Zequeira, quienes poseían el Título Nobiliario de Condes de Lagunillas. El nuevo poblado, estaba situado en el punto de unión del Camino Real de Santiago de Cuba a La Habana con el que conducía a la bahía de Siguagua o Siguapa, luego de Cárdenas, accidente geográfico de la costa norte del occidente de Cuba, el cual había sido visitado por Pallimonjo con frecuencia, durante sus incursiones comerciales a La Habana y Matanzas. Para lograr sus propósitos, Pallimonjo fundó en 1825 en Lagunillas una tienda mixta o bodega, nombre con el que eran más conocidos estos establecimientos en Cuba, la cual surtía de alimentos, aperos de labranza y mercancías de los más diversos géneros y procedencias a los vecinos del nuevo poblado. Así mismo, solicitó y obtuvo del Conde de Lagunillas varios solares en usufructo, los cuales le reportaron durante años excelentes dividendos. Así mismo, entre 1828 y 1830 adquirió también varios solares, durante las operaciones de deslinde y reparto que se realizaron de los terrenos adquiridos por la Real Hacienda para fundar, el 8 de marzo de 1828, el poblado de San Juan de Dios de Cárdenas. En uno de ellos, situado en la esquina conformada por la Calzada de Vives (actual Avenida de Céspedes) y la calle de Obispo, Pallimonjo edificó un Almacén destinado a resguardar los productos traídos por los vecinos comarcanos para ser embarcados por el puerto. Esta edificación era, hacia 1833, una de las pocas construcciones (8 en total) con las que aún contaba el nuevo pueblo. El historiador cardenense Ángel Cayero - seudónimo del periodista y profesor Miguel Martínez Méndez -, en un artículo publicado en la prensa local en 1928, afirma que, hacia 1830, el almacén de Pallimonjo, era “… un caserón de madera situado algo hacia el interior, con portales y rodeado por una especie de plazoleta” . En 1829, avizorando el desarrollo económico, político y social que experimentaría en un futuro no muy lejano, por ser el centro natural de exportación de los productos cosechados en una amplia región, el poblado fundado en 1828 por Juan José Aranguren, Administrador de Rentas Reales de Matanzas, a orillas de la mencionada bahía de Siguagua o Siguapa; Pallimonjo decidió trasladar a Cárdenas la tienda mixta que poseía en Lagunillas. No obstante, continuó desarrollando en ese sitio un lucrativo negocio de compra - venta de terrenos hasta 1844, aproximadamente, primero solo y luego, bajo la razón social de Pallimonjo y Compañía, sociedad fundada hacia 1835 junto su sobrino Pedro Pallimonjo y Jofre y que luego cambió su denominación por Pallimonjo y Sobrino. Este último, nacido en Calonge el 6 de agosto de 1814, del matrimonio de su hermano mayor, Andrés Pallimonjo y Daucá con su prima Rosa Jofre y Daucá, debe haber llegado a Cárdenas a principios de la década del 30 del siglo XIX, ante la imposibilidad de su tío, que nunca se casó ni tuvo descendencia que sepamos, de hacer frente solo a los variados negocios puestos en práctica por él en la zona. La bodega de Juan Pallimonjo y Daucá, primer establecimiento de este tipo que tuvo Cárdenas, quedó establecida inicialmente en los predios de su almacén. Por esta época, según el ya citado historiador local Ángel Cayero esa tienda mixta era: “… una especie de bodegón, en el cual se vendía de todo, desde ropa hasta redes de pesca, incluso víveres y se daba de comer al hambriento que lo pagara (…). Al fondo del edificio había cuatro o cinco cuartos provistos de catres, la cama del pobre de la época, y algún que otro mueble, adecuado, que Pallimonjo alquilaba al viandante que se veía en la necesidad de hacer noche en este lugar, además de venderle comida y bebida. No es, pues exagerar, el decir que este fue nuestro primer hotel. Por cierto, de noche reinaba en él la tranquilidad, no debía ocurrir lo mismo por la mañana, dado que en los alrededores se situaban vendedores de carne, viandas, frutas y demás artículos de consumo, los cuales no dejarían de armar la gresca que es de rigor” . Pallimonjo mudó su tienda, pocos años después, a los bajos de una hermosa casa de vivienda de dos plantas, de madera y tejas, edificada en 1840 - según el arquitecto cardenense Augusto Bueno García - por Juan Guerra y Navarro, uno de los primeros vecinos del sitio en donde se fundó Cárdenas, en la esquina de la Calzada de Vives (hoy Avenida de Céspedes) y la calle de los Franceses (luego de la Princesa), en uno de los ángulos más privilegiado de la Plaza de Fernando VII, conocida en la actualidad como Parque de Colon. Este establecimiento comercial, fue muy pronto ampliado por su dueño, quien adquirió con este fin novedosos artículos de ferretería y los más diversos víveres, los cuales traía de Matanzas, aprovechando las pequeñas goletas que, procedentes de ese puerto, hacían el comercio con la joven población. También, se expendían en la bodega o tienda mixta de Pallimonjo variados refrescos, bebidas y alimentos previamente elaborados, los cuales hacían las delicias, al igual que sus mercaderías, de los viajeros y de los vecinos de Cárdenas, Cantel, Camarioca, Lagunillas, Júcaro y otros poblados cercanos. El establecimiento está considerado también por los historiadores locales como el primer banco que existió en el poblado, pues Pallimonjo se dedicó también al negocio de la usura y a fungir como cambista. Además, se caracterizó por su amor a la Isla que lo acogió como a un hijo, por lo que prestó siempre su ayuda desinteresada a cuanto proyecto se emprendía en bien Cuba y de los cubanos. Por su honradez y probidad Juan Pallimonjo y Daucá fue designado por una reunión de vecinos convocada al efecto, Vocal de la primera Junta Municipal de Cárdenas, constituida el 19 de noviembre de 1845 bajo la presidencia del Teniente Gobernador Francisco Javier Quintayros. Pallimonjo fungió, además, como primer depositario de los fondos de la referida Junta y poco después, el 19 de diciembre de ese mismo año, se le nombró Mayordomo de Propios. También, entre 1845 y 1847 fue nombrado Teniente de la Diputación Subalterna local de la Real Junta de Fomento de la Isla de Cuba. Como dato curioso anotamos desde el 21 de noviembre de 1843, fecha en que llegó a Cárdenas, el Teniente Gobernador Francisco Javier Quintayros fijó su residencia en los altos del establecimiento comercial de Juan Pallimonjo, quien se había convertido ya, mediante un negocio de compra - venta, en propietario del inmueble. A las habitaciones del Teniente Gobernador, en donde más de una vez se realizaron las sesiones de la Junta Municipal, se accedía por la Calzada de Vives (actual Avenida de Céspedes). Más tarde, Quintayros se mudó a una casa de portal, madera y tejas que existió en la calle de la Princesa esquina a la de Laborde. En 1845, Pallimonjo asistió a la memorable sesión de la Junta Municipal de Cárdenas, en la que se tomó el honroso y progresista acuerdo de fundar y sostener, con los aún escasos ingresos que se recibían por el gobierno local, una Escuela Municipal, la cual fue el primera plantel público que tuvo el poblado. Tres años más tarde, en 1848, además de la tienda mixta, Juan Pallimonjo era propietario en Cárdenas una tabaquería, según se desprende de la solicitud que hizo en el referido año al Gobierno Superior Civil de la Isla, para que le permitiera continuar explotando ambos establecimientos. El 19 de mayo de 1850 las tropas al mando del General de origen venezolano Narciso López, las cuales habían tomado la población por unas horas, haciendo ondear la actual enseña nacional de Cuba en el edificio considerado como Casa de Gobierno , ya que en el mismo sesionaba por entonces la Junta de Gobierno, almorzaron en el establecimiento de Pallimonjo y lo que es peor, tomaron del mismo varias latas de petróleo, con las cuales procedieron a dar fuego al inmueble gubernativo, con el objetivo de lograr la rendición de las tropas que lo defendían. No obstante, Juan Pallimonjo no fue molestado por las autoridades coloniales, al probar que no había sido un obsequio de su parte, ya que el Jefe de la expedición, que tenía un carácter eminentemente anexionista , habían pagado todo cuanto habían consumido y comprado los miembros de su tropa. Durante los sucesos del 19 de mayo de 1850, un joven de 22 años, Oscar Luis Bacot y Buisse , se alistó en las filas expedicionarias, pero Pallimonjo, quien era amigo de Antonio Bacot y Gajaes de St. Roman , su padre, al verlo ponerse la camiseta roja que llevaban como uniforme los seguidores del General López, lo indujo a regresar a su casa, en donde su madre lloraba amargamente. Por estos días, Pallimonjo se ganó más de una vez, la gratitud de muchos de sus vecinos, ya que defendió con honradez y valentía a varios de ellos, durante los procesos que se siguieron en Cárdenas, La Habana y otros sitios de la Isla por la Comisión Militar y los consejos de guerra, creados para investigar los sucesos ocurridos el 19 de mayo de 1850 en el poblado. En 1851 se designó a Pallimonjo como Jefe del Cuerpo de Nobles Vecinos, los cuales estaban dispuestos a defender el poblado de Cárdenas, en caso de que este fuera nuevamente atacado por los enemigos del poder español, tal como había ocurrido un año antes. Esa Corporación fue el antecedente directo de los Cuerpos de Voluntarios creados en 1855 por el Capitán General José Gutiérrez de la Concha a lo largo y ancho de toda la Isla. Esos organismos cometieron, hasta el fin de la dominación colonial (1898) en Cuba, todo tipo de desmanes contra los cubanos. En la década del 50 del siglo XIX, la fortuna acumulada por Juan Pallimonjo le permitió adquirir el ingenio San Vicente, ubicado en la Jurisdicción de Cárdenas a 6 km. al noroeste del poblado de Lagunillas, a cuyo Partido pertenecía. En esa época tenía unas 13 ½ caballerías de tierra, 10 de ellas sembradas de caña. En 1859 el referido ingenio produjo 414 bocoyes (257 tm) de azúcar cifra que disminuyó en 1860 a un poco más de la mitad (247). Más tarde, el ingenio fue regenteado por la firma Pallimonjo y sobrino. Por esta misma época, Pallimonjo adquirió también el ingenio San Pablo ubicado en la Jurisdicción de Cárdenas, a 1 ½ km. del poblado de Cimarrones (actual poblado de Carlos Rojas), en el partido de igual nombre. En 1860 este ingenio, que fue explotado con posterioridad por la razón social Pallimonjo y sobrino, tenía 20 caballerías de tierra, 12 de ellas sembradas de caña de azúcar. En este mismo año produjo 467 bocoyes (290 tm) de azúcar. En 1864, Juan Pallimonjo entregó, junto a su sobrino Pedro, una buena suma de dinero al Cuerpo de Bomberos del Comercio de Cárdenas, para la adquisión de 2 bombas de incendio. Cinco años más tarde, el 15 de junio de 1869, aprovechando una corta estancia en La Habana, por motivos de negocios, Juan Pallimonjo escribe una carta - cuyo original se conserva en el Archivo de la familia Vidal, ordenado por el Archivo Comarcal de la Bisbal y catalogado con el nombre de Fondo Patrimonial Oliver de la Serra - a Pedro Pallí, residente en la Bisbal. En ella, le manifiesta a su amigo, quien al parecer le había recriminado no haberlo saludado durante la corta visita que había realizado a Calonge entre 1868 y 1869: “Oy (sic) por oy (sic), creía haver (sic) tenido el gusto de saludarle. Las actuales circunstancias por las cuales atraviesa este desventurado país, digno de mejor suerte por todos conseptos (sic); lo que en [él] nos pasa, todo, es devido (sic) a los hombres que oy (sic) están en el poder, que no sabiendo el estado exsepcional (sic) de él, como les tengo dho. (sic) y les digo, oy (sic) han querido o se han visto obligados hacaso (sic) (a) presindir (sic) de todo esponiendo (sic) la posición de sus vasallos que estamos arraygados (sic) en esta isla. No soy más largo porque mis ocupaciones no me lo permiten. Pero digan alto, muy alto, que si, como me lo figuro triunfamos, que costará mucha sangre [no será por cierto el gobierno]. Los sacrificios echos (sic) y los que ay (sic) que hacer son de consideración. A nosotros nos cuesta más de mil pesos mensuales y muy a gusto (los pagamos), por comprender que todo lo que salvemos es ganancia. Incluiéndole (sic) la quincena del presente correo y el manifiesto a la nación, por ambos puede V. sacar en consequencia (sic) en la disposición en que nos encontramos y hablará más que todo. Aún no pierdo la esperanza de verle y entonces hablaremos de todo”. Poco después, el 24 de noviembre de 1869 Juan Pallimonjo salvó la vida del Teniente Gobernador de Cárdenas Julián Bardají y Rivert, natural de Aragón y Coronel de Ejército Español, quien fue obligado a dimitir en esta fecha por el Cuerpo de Voluntarios de Cárdenas que guarnecía la Ciudad, a cuyos miembros se negó a entregar a los cubanos José María Mora y Esteban Parodi (hijo del primer concesionario de la Plaza del Mercado local), quienes habían sido detenidos por conspirar contra España y se hallaban a disposición de los tribunales. Los voluntarios promovieron un gran escándalo e intentaron apoderarse de Mora y Parodi, quienes se hallaban detenidos en la Real Cárcel de Cárdenas. Ante esta situación, Bardají se mostró enérgico, oponiéndose a ello y manifestando a los jefes de los Voluntarios, su desagrado por la conducta de los miembros de ese Cuerpo, los cuales, indignados, se amotinaron, pidiendo la cabeza del Gobernador, a quienes hubieran linchado si Pallimonjo no hubiera intervenido con prontitud en este asunto, sacándolo de la tienda “El Encanto”, en donde se hallaba, y trasladándolo al Cuartelillo de Bomberos. Finalmente, el Gobernador tuvo que abandonar el cargo y retirase de Cárdenas con prontitud, con su esposa é hija. En 1871 Juan Pallimonjo decidió regresar definitivamente a su tierra natal; por lo que dejó a su sobrino Pedro al frente de sus negocios. Poco antes, el 26 de marzo de ese mismo año, había escrito desde Cárdenas a su ya citado amigo Pedro Pallí una carta en la que le comentaba la difícil situación política existente en España en esa época, mostrándose pesimista sobre la evolución de la misma en el futuro. Asimismo, comenta de pasada el conflicto bélico existente en la Isla, desde el 10 de octubre de 1868, entre cubanos y españoles. He aquí un fragmento de la referida carta: “… Soy de la opinión de V., amigo mío, que no será nada estraño (sic) que en la próxima primavera se altere el orden de cosas y que esto dé lugar a que corra sangre. No se me emborra de la memoria las ideas emitidas por los republicanos en el poco tiempo que estube (sic) hallá (sic), y de aquí que corra sangre, repito, no lo estrañaré (sic); pero que tamvién (sic) soy de (la) opinión que si los dos partidos se han unido en el fondo cada uno quiera sacar ventajas y fracasarán (pobre pueblo). Que no sepan enterderce (sic) es una desgracia. En fin, nosotros estamos revueltos también (sic), pero como por hacá (sic) estamos lejos de los centros insurreccionarios (sic), no porque dejemos de tenerlos, pero el que se manifiesta es difunto… Siento que no aya (sic) sabido [yo] que salió uno de Calonge, que les habría man [da] do sombr [er] os de jijpijapa”. Un año más tarde, en 1872, Juan Pallimonjo y Daucá no pudo resistirse al deseo de regresar a la Isla, en donde, como él mismo había comentado en carta a su amigo Pedro Pallí, fechada en La Habana el 15 de junio de 1869, se hallaba arraigado. Por eso, embarcó en 1872 en Barcelona rumbo a Cuba, falleciendo durante el trayecto, a la altura de las Islas Canarias, sitio en el que su cadáver fue lanzado al mar. La noticia del deceso de Pallimonjo conmocionó por igual a familiares y amigos de un lado u otro del Atlántico. En Cárdenas, ciudad en la cual vivió durante 43 años rodeado del cariño de su sobrino, quien heredó la mayor parte de sus bienes, sus vecinos y de las autoridades locales, su muerte fue muy sentida. Así lo consignaron en sus obituarios los periódicos locales así como el erudito investigador Oscar M. de Rojas y Cruzat, fundador y primer Director del Museo y Biblioteca Pública de la Ciudad, quien lo llamó “catalán industrioso” en varios de sus inéditos libros sobre la historia local. APELLIDO PALLIMONJO Heráldica del apellido Pallimonjo. Sabemos que el apellido Pallimonjo posee información de su heráldica, de su historia y de su genealogía. Ponemos a su disposición fuentes bibliográficas y heráldicas, que son un inicio de cara al estudio de este apellido. El apellido Pallimonjo tiene escudo heráldico o blasón español, certificado por el Cronista y Decano Rey de Armas Don Vicente de Cadenas y Vicent. Aunque no consta que personas con el apellido Pallimonjo probaran su hidalguía en la Real Chancillería de Valladolid, ello no descarta su nobleza ni la probanza de hidalguía en otras Chancillerías y Órdenes Militares. Bibliografía que recoge la historia y el escudo del apellido Pallimonjo: * Repertorio de Blasones de la Comunidad Hispánica, del Cronista y Decano Rey de Armas Don Vicente de Cadenas y Vicent. * El apellido Pallimonjo figura en la lista de apellidos y heráldica del Gabinete Heráldico por lo que su historia completa y escudo o escudos heráldicos pueden ser conocidos en su página web: http://www.heraldico.com/ Fuentes Consultadas. 1 - Fuentes bibliográficas. • Alemán Montejo, Berta: 19 de mayo de 1850. Objetos que se conservan en el museo Oscar M. de Rojas, (inédito), Cárdenas, 2007. • Álvarez Blanco, Ernesto: Índice Onomástico de catalanes radicados en Cárdenas, (inédito), Cárdenas, 1994. • Bautista Parra, Jordi: Cartes des d´América: Correspondéncia d´Emigrants Calongins, Publicacions de l´ Institut d´Estudis del Baix Empordá, s/i, s/l, 2007. • Cayero, Ángel: El primer hotel, periódico La Unión, Cárdenas, 1928, s/pág. • Figueroa, Francisco: Reseña histórica de Cárdenas, (inédita), Cárdenas, 1852. • García Chávez, Leonardo. Historia de la Jurisdicción de Cárdenas. La Habana, Imprenta Cultural S. A, 1930. Tomo I. • Guanche, Jesús: España en la savia de Cuba, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1999, Martí, Carlos: Los catalanes en América. Cuba: Editorial Minerva S. A, Barcelona, s/f. • Hellberg, Carlos. Historia Estadística de Cárdenas. 1893. Cárdenas, Talleres “El 2 de mayo”, 1957. • Martínez Méndez, Miguel: El pasado local. Apuntes para la historia de Cárdenas, periódico La Antorcha, Cárdenas, enero - diciembre de 1932. • Perret Ballester, Alberto: El azúcar en Matanzas y sus dueños en La Habana. Apuntes e iconografía, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007. • Pezuela, Jacobo de la, Historia de la Isla de Cuba, Carlos Bailly Bailliere, Madrid, 1868, Tomo III. • Pino – Santos, Oscar: Cuba. Historia y Economía, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1984. • Portell Vilá, Herminio. Historia de Cárdenas. La Habanas, Talleres Gráficos “Cuba Intelectual”, 1928. • Rojas, Oscar M de, Iconografía de Cárdenas, (inédito), Cárdenas, S/f. Tomo I. • ------------------------, Necrología de Cárdenas, (inédito), Cárdenas, S/f. • -------------------------, Notas biográficas para la historia de Cárdenas, (inédito), Cárdenas, S/f. • ------------------------, Para los anales y necrología de San Juan de Dios de Cárdenas, (inédito), Cárdenas, s/f. • Yánez Gallardo, César: Emigración Ultramarina y Familia Catalana en el siglo XIX. Los Moreau Rabassa de Calella, Caixa d’estalvis Lailetana, Mataró, 1995. II – Fuentes Documentales – Archivo del Autor. – Archivo del Museo “Oscar M de Rojas” de Cárdenas. – Archivo Nacional de Cuba.


"De amar las glorias pasadas se sacan fuerzas para adquirir las glorias

nuevas".

José Martí



“… la HISTORIA NOS AYUDARÁ A DESCUBRIR LOS CAMINOS DE HOY Y DE MAÑANA, A MARCHAR POR ELLOS CON PASO FIRME Y CORAZON SERENO Y A MANTENER EN ALTO LA ESPERANZA (...)”.

RAMIRO GUERRA