domingo, 1 de enero de 2012

Don Francesc Puig Fernández in memoriam.


Por: Ernesto Álvarez Blanco.

Ya lo dijo el poeta: “Cuando un amigo se va/ queda un espacio vacío/ que no lo puede llenar/la llegada de otro amigo. / Cuando un amigo se va/ queda un tizón encendido/ que no se puede apagar / ni con las aguas de un río”.

Estos fragmentos de la popular canción del cantautor argentino Alberto Cortez fueron lo primero que me vino en mente, cuando al filo del mediodía de este primer día del año 2012 mi amigo, el Dr. Alfonso Cirera Santasusana me llamó para comunicarme la triste nueva: el galerista, anticuario y pintor Francesc Puig Fernández, con quien ambos compartimos varios sueños y realizaciones (entre ellos la publicación de mi libro Yo soy la Virgen de la Caridad), acababa de fallecer en Figueres.
De inmediato, recordé también, los gratos momentos pasados en compañía de este artista en su entrañable Barcelona, una ciudad en la que no solo residía desde hacía muchos años, sino que conocía al dedillo y que gustaba recorrer a pie, para saborear con entusiasmo, los fabulosos misterios y las inolvidables secretos, historias y leyendas que la Ciudad Condal reserva solo para sus más fieles amantes.
Daré siempre gracias a la vida y al Dr. Alfonso Cirera Santasusana por haberme permitido conocer a Francesc Puig y por haber podido saborear con él, gracias a su innata sabiduría, la intimidad de una Barcelona que solo se entrega a quienes, como lo hizo él, la idolatran de veras. Y aunque a veces mascullara maldiciones por lo bajo, cada vez que me hacía recorrer con él, a grandes zancadas, largas distancias por entre sus calles y plazas, en donde todo el mundo parecía conocerle; nunca le agradeceré bastante el haberme permitido entrar en su compañía, con su sello distintivo como salvoconducto, en las casas y en la intimidad de importantes artistas y personalidades, anticuarios, coleccionistas, especialistas en arte y otros catalanes , quienes confiaba a pie juntillas en sus criterios y valoraciones acerca de cualquier objeto, por muy raro o antiguo que este pareciera.
Ahora, que Francesc Puig Fernández ya no está para guiarme por las calles del barrio gótico o de la Barceloneta o para descubrirme nuevos secretos de esa Barcelona que como él lo hizo, yo también amo entrañablemente, tendré presente – si algún día vuelvo a la Ciudad Condal – un consejo que me dio una tarde de lluvia, mientras contemplábamos una añeja y singular construcción: “Don Ernesto (así solía llamarme, a pesar de que más de una vez le pedí que me tuteara), a esta urbe, a sus edificaciones y plazas, y, sobre todo, a sus habitantes, solo se le comprende sí se le mira con los ojos del lado bueno del corazón”.
Descansa en paz, Don Francesc Puig Fernández, en ese lugar que solo se reserva a quienes han pasado por el mundo para descubrir, desde el corazón, el lado bueno y bello de las cosas. Llegue a los familiares y amigos de Francesc Puig Fernández, y a quienes tuvieron la suerte de conocerle y de trabajar con él, nuestro más sentido pésame.

“Cuando un amigo se va/ una estrella se ha perdido/ la que ilumina el lugar
donde hay un niño dormido./ Cuando un amigo se va/ se detienen los caminos
y se empieza a revelar/ el duende manso del vino./ Cuando un amigo se va/ queda un terreno baldío/ que quiere el tiempo llenar/ con las piedras del hastío./ Cuando un amigo se va/ se queda un árbol caído/ que ya no vuelve a brotar/ porque el viento lo ha vencido./ Cuando un amigo se va/ queda un espacio vacío/ que no lo puede llenar/ la llegada de otro amigo.”

Cárdenas, Cuba, 1 de enero de 2011.


"De amar las glorias pasadas se sacan fuerzas para adquirir las glorias

nuevas".

José Martí



“… la HISTORIA NOS AYUDARÁ A DESCUBRIR LOS CAMINOS DE HOY Y DE MAÑANA, A MARCHAR POR ELLOS CON PASO FIRME Y CORAZON SERENO Y A MANTENER EN ALTO LA ESPERANZA (...)”.

RAMIRO GUERRA