viernes, 20 de abril de 2012

Girón en Cárdenas

Por: Lic. Berta Alemán Montejo.

Llegado el mes abril nuestro pensamiento regresa a aquellos gloriosos días del año 1961 cuando el pueblo cubano se creció en la historia al provocar la primera derrota del imperialismo en América.

El Museo “Oscar María de Rojas”, fiel al cumplimiento de su misión, atesora una rica colección de objetos relacionados con los sucesos de abril de 1961 en Girón, algunos de los cuales se encuentran en exposición permanente en la sala de extensión Centro de Veteranos “Máximo Gómez” y otros en el almacén y son utilizados para extensiones, museos móviles, matutinos, muestras del mes, entre otras actividades.

La victoria de Girón constituye la memorable hazaña del pueblo cubano que desarticuló la larga y cuidadosamente preparada Operación Pluto con la que el gobierno de Estados Unidos pretendía borrar de la faz del continente a la Revolución Cubana y su ejemplo.

La maquinaria comenzó a andar el 17 de marzo de 1960 cuando el entonces presidente de los Estados Unidos Dwight Eisenhower , dio la orden a la CIA para que pusiera en marcha el plan ya conformado de adiestrar una fuerza compuesta por exiliados para ser utilizada contra Cuba, el cual tenía dos aspectos fundamentales:

Político: formación de un amplio bloque de exiliados en una oposición política al gobierno establecido el 1 de enero de 1959. Dentro de este aspecto se encuentra la formación de pequeños grupos que se infiltrarían en la Isla y establecerían centros de resistencia, los cuales recibirían armas y suministros desde el exterior por vía aérea.
Militar: reclutar y adiestrar una fuerza cubana para llevar a cabo la acción guerrillera contra el gobierno revolucionario.
En agosto de 1960 el presidente Eisenhower aprobó un presupuesto de trece millones de dólares para el proyecto que ya para el mes de noviembre comenzó a tener vida propia:
“… la idea consistía en enviar de seiscientos a setecientos cubanos, desembarcándolos en un punto no determinado de la costa sur de Cuba. Los ataques aéreos procedentes de Nicaragua, con antelación anularían a la fuerza aérea de Fidel Castro. Estos ataques, apoyados por vuelos de abastecimiento, continuarían protegiendo a las fuerzas invasoras durante el desembarco. Los invasores dispondrían también de artillería, y su misión consistiría en apoderarse y mantener una zona lo suficientemente extensa como para atraer a los activistas anticastristas, causar defecciones en la milicia y originar un levantamiento general en las líneas”…
Para llevar adelante dicho plan se creó el “Frente Revolucionario Democrático” y se realizaron contactos con diferentes personajes en Guatemala con el objetivo de obtener ayuda para acondicionar en ese territorio bases para las tropas agresoras. Roberto Alejo (hermano del embajador guatemalteco en Estados Unidos) ofreció sus tierras, entre estas, la finca cafetalera Helvetia, donde fue fundada la base Trax. Además, fue utilizada una plantación cañera del propio Alejo que resultaba apropiada para el lanzamiento de paracaidistas y maniobras de infantería. Los entrenamientos en operaciones anfibias se efectuarían en la costa pacífica. Ya para esa época, con el concurso de Somoza, había sido construida una base aérea clandestina en Puerto Cabezas (Nicaragua) que recibió el nombre de Happy Valley (Valle Alegre) y que sería el centro de operaciones de la fuerza aérea que apoyaría la primera etapa de la agresión a Cuba.
Al asumir la presidencia de los Estados Unidos, John F Kennedy recibió un detallado estudio de la idea militar de la CIA y encargó a Allen Dulles para que llevara adelante el proyecto, también rompe relaciones con Cuba (3 de enero 1961) para eliminar escollos legales y crear condiciones jurídicas que le permitieran reconocer el gobierno contrarrevolucionario que se establecería como resultado de dicho plan. El plan debía aparecer a los ojos del mundo como una acción de los cubanos exiliados, capaces de organizar y llevar a cabo por sus propios medios.
Los estrategas de la CIA habían escogido la sureña ciudad de Trinidad como lugar más apropiado para la invasión por tener puerto y una cabeza de playa que era posible defender y además estaba lo suficientemente cerca del Escambray, lo que permitiría a los invasores internarse en las montañas, si por cualquier razón la operación fracasaba.
En enero el presidente norteamericano encargó a la Secretaría de Defensa revisar cuidadosamente la concepción militar de la CIA y al Departamento de Estado preparar un programa para aislar y boicotear a Cuba a través de la O:E:A. Para cumplir esta encomienda la CIA estudió topográficamente los lugares más apropiados y decidieron que ese lugar era la zona de la Ciénaga de Zapata, cerca de la Bahía de Cochinos, aprobada esta decisión por los Jefes del Estado Mayor Conjunto, como la mejor propuesta por las pistas de aterrizaje y las defensas naturales que representaban sus pantanos.
Ya desde la segunda quincena de noviembre de 1960 se había comenzado a organizar una brigada denominada 2506 y se iniciaron los entrenamientos en la base Trax. En marzo de 1961 llega allí, como jefe de inteligencia civil, el mercenario Vicente León. Lo acompañaba un grupo de cincuenta y tres hombres a los cuales se les sumaron nueve [sesenta y dos en total] que habían sido seleccionados personalmente por el agente de la CIA Joaquín Sangenis para la llamada “Operación 40”, que consistía en contrainteligencia civil dentro de las ciudades.
Era un grupo que no tenía que ver con la brigada y su misión era ir a la retaguardia, ocupando los pueblos y las ciudades tomadas. Su misión principal era ocupar los archivos de los órganos de seguridad, los edificios públicos, oficinas del PSP, industrias y otros, apresar a todos los jefes y dirigentes en las ciudades y organizar una policía provisional. De este grupo solo desembarcaron once, pues los otros venían en barco Lake Charles (Atún) que venía con un día de atraso.
La fuerza aérea mercenaria, cuyo jefe era Manuel Villafaña, estaba integrada por ciento cincuenta hombres aproximadamente, que eran pilotos, mecánicos y radiotelegrafistas y tenían un instructor norteamericano llamado Billy Carpenter. Contaba con unos dieciséis bombarderos B-26 y ocho aparatos C-46 y además seis del tipo C-54, que se supone operaban con la línea “Riddle Air Line”, cuya base estaba en el aeropuerto de Opalocka en Miami.
La fuerza submarina del Frente (hombres-ranas) empezaron a entrenarse en la Isla Vieques, en Puerto Rico y Playa Julova, el 23 de enero de 1961, eran doce hombres. Su misión era sondear y marcar los puntos de desembarco en las playas con luces de orientación. Los hombres ranas se dividieron en tres grupos; uno desembarcó por Playa Roja (Playa Larga) con tres hombres, otro por Playa Azul (Girón) con cinco hombres y otro por Playa Verde (Caleta Redonda) con tres hombres, que no llegó a desembarcar.
Los tanques formaban una compañía agregada a la jefatura de la brigada, compuesta por cinco tanques M-41 con cañones de 76 mm , integrado por veinticinco hombres en total.
La Brigada se incrementó hasta mil quinientos efectivos, de los cuales ciento treinta y cinco habían sido soldados profesionales, el resto estaba constituido por hombres de negocios, abogados, médicos, propietarios con sus hijos y otros elementos desclasados.
El 13 de abril de 1961 se empezaron a embarcar los mercenarios y el día catorce los asesores norteamericanos develaron el plan de invasión: la captura de las tres playas a lo largo de cuarenta millas en las costas cubanas, con lanzamiento de paracaidistas tierra adentro, para controlar las carreteras. Según dijeron los asesores, la fuerza aérea de Cuba sería neutralizada de antemano, y en las proximidades habría quinientos guerrilleros esperando para unirse a la lucha. La misión era retener la posesión de la playa durante tres días, transcurridos los cuales, como expresó el asesor principal norteamericano: “seréis tan fuertes y se os unirá tanta gente, que no querréis esperarnos a nosotros. Seguiréis derecho adelante. Sacaréis la mano por la cabina de los camiones, torceréis a la izquierda y marcharéis directo a La Habana”
Cuan diferente fue la realidad, setenta y dos horas después las fuerzas mercenarias tan bien preparadas y entrenadas habían sufrido una gran derrota, pero ¿cómo entender este fracaso?, la respuesta nos la ofrece José Ramón Fernández, participante de estos acontecimientos, en el prólogo a la obra de Juan Carlos Rodríguez, “Girón: La batalla inevitable. La más colosal operación de la CIA contra Fidel Castro”, cuando escribiera: “… la concepción de la operación, desde el punto de vista estratégico táctico, no fue un error, escogieron una porción de tierra donde podían desembarcar, donde había una pista de aviación, construcciones, y que estaba separada de la tierra firme por un pantano, a través del cual solo había tres accesos por carretera y sobre estos lanzaron a los paracaidistas; venían bien organizados, bien armados, con un buen apoyo, pero les faltó la razón, la justeza de la causa que defendían. Por ello no combatieron con el ardor, el valor, la firmeza, el denuedo y el espíritu de victoria con que lo hicieron las fuerzas revolucionarias…”
El pueblo cubano vivía momentos de patriotismo y cohesión de ideas políticas con Fidel, y, al mismo tiempo esperaba una invasión. La dirección de la Revolución en la labor de enfrentamiento que desplegó con el objetivo de vencer los planes del enemigo, desarrolló acciones contra el bandidísmo, penetró el Centro CIA en La Habana y sus organizaciones contrarrevolucionarias en Cuba y Estados Unidos, enfrentó los sabotajes y planes de atentados contra la vida del Comandante en Jefe y organizó al pueblo para enfrentar estas acciones.
Una de las variantes a través de las cuales el pueblo se organizó para defender su Revolución fueron las Milicias Nacionales Revolucionarias, constituidas el 30 de octubre de 1960 como resultado de la integración de las milicias obreras, campesinas y estudiantiles.
En Cárdenas, el M-26- 7 había creado milicias desde la clandestinidad, las cuales fueron activadas desde los primeros momentos recibiendo misiones de custodiar lugares vitales, participar en las ocupaciones de las instalaciones militares así como en la captura de elementos que debían comparecer ante los tribunales revolucionarios así mantener el orden público.
Estas primeras milicias fueron también empleadas en la protección de centros de trabajos, talleres y otras entidades que iban pasando a manos del pueblo al ser intervenidas.
Los sindicatos jugaron un gran papel en la formación de las Milicias Obreras y Campesinas, en el caso de Cárdenas, se destacó el sindicato de los trabajadores de Arrechabala entre los primeros que organizaron a sus trabajadores como milicianos. En el sector bancario también crearon sus propias milicias e inclusive diseñaron sus primeros uniformes, otro sector destacado fue el del comercio, los henequeneros. En las granjas y cooperativas del territorio se crearon milicias campesinas. En cuanto a las organizaciones de masas se destacaron las federadas en la organización de las milicias femeninas y en cuanto al estudiantado el Instituto de Segunda Enseñanza de Cárdenas.
En los primeros tiempos en aquellos centros de trabajo, aún en manos de sus dueños estos se incorporaron a las milicias de otros centros de trabajo o se agrupaban en compañías de milicias creadas en el propio cuartel del escuadrón 42, cooperando a su vez con el Ejercito Rebelde.
Los milicianos adquirían con sus propios medios sus botas y uniformes deseosos de vestir el honroso uniforme.
Las áreas del acueducto y fábrica de hielo de Cárdenas, se convirtieron en el centro principal de la organización de las milicias, puede decirse que allí radicaba el cuartel general de las mismas.
A partir del momento en que el comandante en Jefe dio la orientación para la creación oficial de las milicias, se inicio en el municipio la unificación de las milicias de los distintos sectores. Para esta tarea fue designado el Sargento del Ejército Rebelde José Oscar García Mayo, procedente de Las Tunas, el cual ratificó como Cuartel General de las milicias el local del acueducto y fábrica de hielo. También fueron designados para esta tarea otros compañeros como el prestigioso líder obrero Eladio de Marcos Hernández, Floreal Seguñola, Rubén Morales del Sol, José Beltrán, Humberto Cantera y Rafael Hernández Gazó, todos estos de probada trayectoria revolucionaria.
Una vez lograda la unificación de las milicias se reanudaron con nuevos bríos los ejercicios y prácticas militares que se efectuaban principalmente en el campo de deporte de Arrechabala, la propia explanada del acueducto y toda el área del litoral cardenense. Además de las marchas y largas jornadas de infantería los milicianos recibían clases de manipulación de arme y desarme de sus fusiles, algunas prácticas de tiro, la construcción de trincheras y otros medios de defensa.
Como práctica de infantería se realizaban largas marchas hacia zonas de Camarioca, Cantel, Varadero, y en una ocasión hasta Ceiba Mocha, para vencer la prueba de las “62 Km.” Que cada miliciano debía vencer como parte de su preparación física militar.
Para los finales del año 1960 las milicias se organiza en Batallones de Combate, siendo esta una forma superior de disposición combativa, en Cárdenas fueron creados los Batallones 297; 209; y el 211 el cual pertenecían muchos milicianos de Cárdenas, posteriormente se organizó el Batallón 260.
Estos batallones integrados por unos 500 hombres tenían las siguientes estructuras: una plana mayor, el pelotón de reconocimiento, cuatro compañías de infantería de tres pelotones cada una y cada compañía con su jefatura. El armamento de infantería consistía en fusiles M-52 de fabricación checa, así como sub-ametralladoras de fabricación soviéticas conocidas como PPCHA.
En noviembre de 1960 fueron seleccionados algunos milicianos a pasar cursos de oficiales en la Sierra Maestra y otros fueron enviados a Matanzas en un lugar conocido por Arrechaleta. Al concluir estas escuelas, estos milicianos regresaban como oficiales de milicias asignados como jefes de compañías y batallones.
La escuela de oficiales de milicias de Matanzas, cuya graduación se efectuó como dijera Fidel en las arenas de Playa Girón, tenía como fin convertirse en jefes y oficiales de los distintos batallones.
Siguiendo el objetivo de continuar la preparación de estas unidades de milicias la Jefatura Regional Cárdenas, crea en el año 1961 una escuela de reclutas en el antiguo sindicato de Arrechabala, para continuar elevando la preparación combativa de los milicianos, como director de esta escuela fue designado el compañero y aguerrido miliciano Rafael Hernández Gazó (F).
Al producirse la invasión mercenaria el 17 de abril de 1961, uno de los batallones de Cárdenas, el 209, es enviado a ocupar posiciones defensivas en distintos puntos de las costas y cayos de la bahía de Cárdenas. Otro de los batallones el, 211, de Varadero al cual pertenecían muchos milicianos de Cárdenas, ocupó las trincheras de la costa comprendida entre el puente Bascular de Varadero hasta Boca de Camarioca, el 207, también de Cárdenas tendió un cerco y emboscada en la zona de Guamacaro y Cantel-Camarioca, su misión fue aniquilar la banda de Armenteros.
En la batalla de Girón, dieron su vida; Roberto Fernández Pérez, Raudilio Fleitas Martínez y Orlando Brígido García, estos dos últimos vecinos de Camarioca, miembros de la Escuela de Responsables Milicias de Matanzas.



"De amar las glorias pasadas se sacan fuerzas para adquirir las glorias

nuevas".

José Martí



“… la HISTORIA NOS AYUDARÁ A DESCUBRIR LOS CAMINOS DE HOY Y DE MAÑANA, A MARCHAR POR ELLOS CON PASO FIRME Y CORAZON SERENO Y A MANTENER EN ALTO LA ESPERANZA (...)”.

RAMIRO GUERRA