lunes, 28 de enero de 2013

En el 160 aniversario del natalicio de nuestro Héroe Nacional: El retrato de José Martí de Luis Salazar, otro óleo para el que posó el Maestro.

Por: Ernesto Alvarez Blanco
Durante el discurso pronunciado por José Martí el 4 de enero de 1892 en la fábrica de tabacos “La Rosa Española” de Cayo Hueso, “... cuyo encargado peninsular no vaciló en abrazar al cubano que predicaba una guerra sin odio” , el Héroe Nacional cubano “... elevó los quilates de su genio. Y arrastra a los oyentes”. Así mismo, mientras hablaba desbordó en más de una ocasión: “... su verbo elocuente y su inmenso patriotismo, ante el frenesí de los cubanos tabaqueros que le oíamos con unción y de los norteamericanos y aún... de los asombrados españoles! ”. Fue este hecho quizá, el que animó a Luis Salazar, trabajador de esta fábrica y como ya hemos dicho pintor aficionado, a solicitar y obtener del Maestro – por encargo de Francisco Javier Valdés - la autorización para hacerle un retrato al óleo, mientras este hablaba desde la improvisada tribuna. Así nació un retrato que no tiene grandes pretensiones artísticas pero sí una carga sentimental y patriótica incalculable. La obra – en opinión de varios pintores y especialistas que la han expertizado – fue terminado con posterioridad por el artista en la soledad de su habitación. De este modo, y gracias a la grandeza de Martí que permitió a un humilde tabaquero retratarlo “... del natural” , nació el otro óleo para el que posó el Maestro. Unos días después de que José Martí abandonara Cayo Hueso – se marchó el 6 de enero de 1892 en horas de la noche rumbo a Nueva York - Luis Salazar terminó su retrato y se lo entregó, tal y como lo había prometido aquel memorable 4 de enero, a su amigo Francisco Javier Valdés, el cual lo colgó en un lugar preferencial de su hogar cayohuesero, ubicado en la calle White . Allí, el óleo fue testigo más de una vez del incansable trabajo revolucionario de su dueño y de varios de sus compañeros de lucha y de la visita al lugar de importantes patriotas de la talla del Dr. Fermín Valdés Domínguez, quien era por esa época, luego de la separación en 1893 de María Consuelo Quintanó y Ramos, su primera esposa, concuño de Francisco Javier Valdés, ya que ambos pretendían – no llegaron a casarse con ellas - a dos jóvenes hermanas cubanas radicadas en el Cayo . Antes de continuar nuestro relato debemos anotar, que como prueba de la amistad que existió entre Francisco Javier Valdés y Fermín Valdés Domínguez, descendientes del primero radicados en España, conservan – aunque en muy mal estado de conservación - la lupa utilizada por el amigo entrañable de Martí, que como se sabe era miope, para estudiar en la Península la carrera de Medicina. Luego de la caída en combate de José Martí, hecho acaecido en Dos Ríos el 19 de mayo de 1895, Francisco Javier Valdés adoptó la costumbre – que mantuvo hasta su muerte y que continuaron sus descendientes - de colocar cada día flores frescas bajo el retrato del Maestro ejecutado por Salazar, prueba irrefutable de “... la eterna devoción del viejo mambí a aquel gigantesco cubano que era su guía patriótica y espiritual”. Francisco Javier Valdés, quien se afilió en 1892 al Partido Revolucionario Cubano creado por Martí, estuvo cerca nuevamente del Apóstol durante una de las frecuentes visitas que este realizó a Tampa en 1893. Como prueba de este encuentro, Valdés conservó durante años – lamentablemente al parecer se ha extraviado - una de las copias originales de la conocida foto que se hizo Martí con un grupo de tabaqueros cubanos que se entrenaban en el manejo de las armas con vistas a su participación en la Guerra Necesaria que preparaba. En dicha foto, sus descendientes identificaron a Francisco Javier en la primera fila de tabaqueros, muy cerca del Apóstol y luciendo sombrero de hongo y largos y cuidados bigotes. Al término de la Guerra del 95 Francisco Javier Valdés, como otros muchos emigrados revolucionarios cubano, no regresó de inmediato a Cuba, permaneciendo en Cayo Hueso, sitio en el cual había contraído matrimonio con una cubana de apellido Angueira, viuda y con un hijo pequeño, José Aguiar Angueira, al cual crió como suyo - hasta 1917, año en el cual vuelve a la Isla y se radica con su familia en La Habana, en donde establece un negocio de imprenta. En el equipaje de Don Pancho, nombre con el cual será llamado por sus familiares y amigos Francisco Javier Valdés, no faltaron el retrato al óleo de Martí pintado por Salazar, la bandera cubana que fue testigo de su actuar revolucionario a favor de la Independencia de la Isla y tierra del Cayo que lo acogió durante varias décadas. De inmediato, la bandera, la cual “... cepillaba cada día con tan amoroso afán, que parecía que la acariciaba...” , y el óleo fueron colgados en un lugar preferencial de la casa habanera de Valdés. Más tarde, a principios de la década del 30 del siglo XX, Francisco Javier Valdés y su familia se trasladaron a Cárdenas, ciudad a la cual trasladaron la imprenta que poseían en La Habana. En este establecimiento tipográfico trabajo Don Pancho hasta su retiro. En la Ciudad Bandera, Don Pancho fabricó una casa en la calle Souberville, luego Séptima Avenida, No. 295 (antiguo), hoy No. 661 entre Velázquez y Cristina, en cuya sala colgó desde entonces la bandera y el óleo de Salazar, bajo el cual jamás faltaron, colocadas en un florero confeccionado con trozos de caña brava, flores frescas, especialmente rosas y azucenas blancas. Don Pancho fue un vecino querido y admirado en Cárdenas por su pasada actuación revolucionaria. Según el Dr. Antonio M. Maicas y Domínguez, quien fue Historiador de la Ciudad de Cárdenas, motivo por el cual lo visitaba con frecuencia para conversar sobre su labor en la emigración y sus vínculos con Martí, Francisco Javier Valdés ofrecía por entonces el vivo retrato del: “... criollo patriota de antaño (...) zapatos lustrados, pantalón de dril blanco, jipijapa inmaculado y vitola en la boca era el reflejo de la cortesía que siempre adorna al cubano. (...) Siempre nos daba datos inéditos de aquella gloriosa emigración, obreros forjadores de la Libertad y la Independencia de la Patria. Como luchaban día a día por su Cuba lejana y cada vez más querida. Cuando hablaba sus ojos saltaban de entusiasmo y chispeaban, al brotar la suculenta conversación: - La obra de los tabaqueros – nos afirmaba – los cubanos de hoy no la conocen bien. Martí, decía – nos aseguraba – que la Independencia de Cuba se haría con la vergüenza de los cubanos, los errores de España y las pesetas de los tabaqueros. Y así sería. Había que ver como aquellos hombres luchaban por el ideal de la Independencia en los días remotos e inigualables de Tampa, Cayo Hueso, Ibor City y New York.” Entre las numerosas anécdotas relacionadas con Martí que le fueron relatadas al Dr. Antonio M. Maicas y Domínguez por Francisco Javier Valdés, se halla una que está directamente vinculada al arribo del Maestro el 25 de diciembre de 1891 a Cayo Hueso, hecho histórico del cual Don Pancho fue testigo. Según él, al desembarcar Martí en el Cayo: “... nada denotaba al líder genial de la Revolución, solamente sus ojos y su voz pastosa, penetrante, elocuente lo descubrían... Hubo inclusive quién, al verle por primera vez expresó - ¿Pero este es Martí?. Aquella gallarda prestancia de Maceo, aquel hierático porte de Gómez, no los tenía aquel criollo de mediana talla, modesto, sencillo. Solamente cuando aquel cubano que hizo la pregunta lo oyó en la Tribuna, de la que se levantaba (...) agigantándose, - exclamó entonces: - ¡Sí, este es Martí!”. En 1952 sintiéndose próximo a la muerte, Francisco Javier Valdés comunicó a su nieta adoptiva, Aurora Aguiar Jerez, nacida en Cayo Hueso en 1911 y fallecida en Cárdenas el 7 de febrero del 2000 y a su esposo, el carpintero Víctor Santana Iribarren, que lo sepultaran en el cementerio local con la bandera cubana y la tierra que había traído de Cayo Hueso. Así mismo, dispuso que después de su muerte, el retrato al óleo de Martí realizado por Salazar, al cual Santana Iribarren le había confeccionado un marco nuevo, se entregara, tal como lo había prometido ya a su Director, al Colegio Presbiteriano La Progresiva de Cárdenas. Este último deseo se lo encargó a Víctor Santana, quien había trabajado como carpintero en las obras de reparación y ampliación del mencionado Colegio. Con el fin de que acompañara al cuadro, Don Pancho escribió al Dr. Emilio Rodríguez Busto, Director del Colegio, la siguiente carta: “Cárdenas, 13 de febrero de 1952 Sr. Dr. Emilio Rodríguez Distinguido Señor: Con la presente estoy cumpliendo la promesa que le hice de donar a ese Colegio, que Ud. tan dignamente dirige y que es legítimo orgullo de Cuba, el óleo de nuestro Apóstol José Martí, que desde hace más de medio siglo conservo como lo más preciado para mí. El Apóstol posó para su autor, Luis Salazar, emigrado revolucionario, y el cuadro vino a mí poder como una prueba del gran afecto que me profesaba el (ilegible). Ahora yo, considero (ilegible) se aproxima el fin de mi vida, he pensado que en ninguna p (ilegible) osa mejor conservada ni más venerada esa reliquia que en La Progresiva, a la vista de esos niños que tanto amó el Apóstol. Guárdelo Dr. Rodríguez, confíelo a sus sucesores en el cargo sí algún día lo abandonáis y yo desde el lugar donde moraré eternamente no dejaré de bendeciros y agradeceros por este favor que me hacéis, aceptándolo, pues yo podré partir tranquilo. De Ud. con la mayor consideración. Francisco Javier Valdés 7 a Ave No. 295, Ciudad”. A las cuatro de la tarde del 18 de noviembre de 1953, Año del Centenario de José Martí, falleció en su domicilio Francisco Javier Valdés. Tenía 86 años de edad. Su deceso se produjo como consecuencia de un síncope y lesión orgánica del corazón, según certificó el Dr. Ramón Amador. Al día siguiente, el 19 de noviembre, fue inscrita por el Dr. Ismael Quintero Palomino, Juez Municipal, su defunción en el Registro Civil de Cárdenas a petición de su nieto adoptivo Francisco Aguiar Jerez, mayor de edad, casado, natural de Cayo Hueso y vecino de Guanabacoa. Actuaron como testigos de este acto Víctor Santana Iribarren, esposo de Aurora Aguiar Jerez, su nieta adoptiva, y su vecino Luis Alberto La Chall y Pons. Este mismo día, fueron inhumados sus restos en el Cementerio local. Junto a su féretro fueron depositados por sus familiares, cumpliendo su última voluntad, la tierra y la bandera cubana que había traído a Cuba en 1917 desde Cayo Hueso. Días después, Víctor Iribarren entregaba al Dr. Emilio Rodríguez Busto el retrato al óleo de Martí pintado por Luis Salazar. Desde entonces y hasta la nacionalización en 1960 del Colegio Presbiteriano La Progresiva el óleo colgó de una de las paredes de la oficina de la subdirección del plantel. En 1978, advertidos del valor que tenía el retrato de Martí que desde 1960 colgaba en una de las oficinas del edificio donde se estuvo la Subdirección del antiguo Colegio La Progresiva, el cual había sido convertido por la Revolución en Secundaria Básica Víctimas de la Coubre, la Dirección del plantel decidió entregarlo al museo Oscar M de Rojas de Cárdenas, segunda institución de este tipo fundada en la Isla y que conserva la colección más importante de objetos del Apóstol vinculados con la emigración existente fuera de la Capital del país. La obra de arte fue transferida al museo por la Dirección de la mencionada Secundaria Básica, junto con la carta – en muy mal estado de conservación - escrita en 1952 por Francisco Javier Valdés para ser entregada con el cuadro al Dr. Emilio Rodríguez Busto, a través de la museóloga Magalys Huerta López, Restauradora de la prestigiosa institución. Un papel decisivo en este proceso lo jugó el ya citado Dr. Emilio Rodríguez Busto, ex Director del Colegio, quien informó a Lázaro Miranda Chirino, Director del museo, del valor que tenía la pieza para el patrimonio local y nacional. Esta excepcional obra de arte fue inventariada de inmediato con el No. 5.1 – 6 de la colección de Pintura por la Licenciada en Historia del Arte Gladys Méndez Maruri, quien fue durante muchos años Especialista del museo Oscar M de Rojas. En el pequeño óleo, mide 29,5 cm x 24 cm, la figura del Maestro, según la ya citada Gladys Méndez Maruri, aparece: “con la cabeza ladeada hacia la derecha. Lleva traje negro y corbata de mariposa del mismo color. Asoma camisa blanca con cuello recto. El fondo de la composición es amarillento ”. Poco tiempo después, el óleo fue enviado al Museo Nacional de Bellas Artes, ubicado en la capital del país, para su restauración. Allí, los especialistas de su Taller de Restauración y Conservación corroboraron que se trataba de una obra de arte ejecutada en la última década del siglo XIX, lo cual valida la autenticidad del cuadro. A partir del 14 de julio de 1985 fue expuesta por primera vez al público en el Pequeño Salón del Museo formando parte de la exposición transitoria titulada “Obras restaurados del museo Oscar M de Rojas”. Esta exposición fue preparada por la ya citada Lic. Gladys Méndez Maruri, especialista del museo. En 1995, coincidiendo con el Centenario de la caída de José Martí en Dos Ríos y diecisiete años después de haber sido transferida al museo, nos fue encargada por la Dirección del mismo su presentación nuevamente al público. La premura con que se preparó la Muestra del Mes donde se mostró, inaugurada el 19 de mayo de 1995, no nos permitió abundar en muchos detalles de la pieza. No obstante, continuamos junto a mi esposa, la Licenciada en Educación Primaria Madelayne Fernández Vera, nuestras averiguaciones con vistas a elaborar un trabajo más amplio sobre la historia del cuadro, con objeto de presentarlo al Seminario Municipal de Estudios Martianos que se celebraría en Cárdenas en octubre de 1996, auspiciado por el Comité Municipal de la Unión de Jóvenes Comunistas. Unos meses más tarde, en mayo de 1997, en vísperas de presentar el trabajo – pues había sido premiado en el certamen local y provincial – en el Seminario Nacional de Estudios Martianos a celebrarse en Cienfuegos del 22 al 24 de mayo de 1997; una llamada para aclarar algunas dudas que hicimos a la Licenciada Gladys Méndez Maruri, por aquel entonces especialista del Registro de Bienes Culturales de la capital del país, nos puso – por sugerencia suya - frente a un nuevo reto: hallar la casa en donde había residido hasta su muerte Francisco Javier Valdés y comprobar sí en el lugar vivía aún algún familiar que pudiera aportar nuevos elementos que validaran la autenticidad del cuadro. Fue así como salimos a la búsqueda y encontramos, el 19 de mayo de 1997, luego de tres días de indagaciones y gracias a la ayuda del destacado arquitecto cardenense Augusto Bueno García, Asesor de la Oficina del Historiador de la Ciudad, la casa en la que Valdés había fallecido. Allí nos recibió y atendió a mi esposa y a mí, a instancias de su hija Estrellita Santana, la más anciana habitante de la casa: Aurora Aguiar Jerez, nieta adoptiva de Don Pancho. Residente en la vivienda desde 1933, fecha en que la misma fue construida por Don Pancho, el serio rostro de Aurora se transformó en una sonrisa al conocer el motivo de nuestra visita, ya que ella había estado hablando hacía pocos días del cuadro, el cual ella y sus familiares daban por perdido o en el mejor de los casos guardado en un museo de la capital del país. De inmediato, sentada bajo una versión serigrafiada a color del retrato fotográfico de Martí realizado por W. F. Bowers en Nueva York en 1885, colgado en el mismo sitio que ocupó durante décadas el óleo de Salazar, Aurora nos contó los detalles que recordaba de la historia del cuadro y de la vida y obra de su abuelo, los cuales aparecen recogidos en esta investigación. También Víctor Santana Iribarren, su esposo, y Estrellita Santana, su hija, nos ofrecieron sus valiosos testimonios y varias fotografías originales de Francisco Javier Valdés. Dos años más tarde, en julio de 1999, volvimos a visitar a Aurora, esta vez en compañía del periodista Hugo García Fernández, corresponsal en Matanzas del periódico Juventud Rebelde, y del fotógrafo Lázaro Paredes. Ambos dejaron plasmados constancia gráfica y escrita de sus aseveraciones y recuerdos en la edición del 30 de julio de 1999 de dicho periódico. Por cierto, desde entonces coincidimos con la opinión de Hugo García Fernández, quien mucho nos ha ayudado desde las páginas del Juventud Rebelde a divulgar los resultados parciales de esta investigación, cuando afirma en su artículo titulado “La palabra empeñada” que el retrato de Salazar nos muestra a “... un Martí cansado, ojeroso, pensativo, con un tratamiento del color que viaja de la luminosidad de un rostro serio al dominio de las tintas oscuras. Su valor artístico es discutible, no así el patrimonial”. Con anterioridad, en este mismo trabajo, Hugo García había apuntado un nuevo elemento a favor de la autenticidad de la obra, al descubrir que el retrato de Martí de Luis Salazar era muy parecido a la foto que del Apóstol realizó Andrés I. Estévez, coincidentemente, durante la primera visita del Maestro a Cayo Hueso. En este sentido, la diferencia radica en el hecho de que en el óleo, Luis Salazar no plasmó en la solapa del traje con el que a retrató a Martí el lazo blanco, que por iniciativa de Nuestro Héroe Nacional, se colocaron los miembros del Comité Organizador de Patriotas Cubanos para representar la pureza de los ideales que los animaban a luchar para lograr la verdadera y definitiva independencia de Cuba del yugo colonial español. Resulta interesante agregar, que como bien apunta Hugo García Fernández en el artículo ya citado, en la “Iconografía Martiana” se conserva una foto del Maestro realizada por el propio Andrés I. Estévez, con una nota para Trinidad Álvarez de Mesonier, en la que Martí está en la misma posición que en la tomada por él en Cayo Hueso “... pero sin el lazo blanco. Quiere decir que este atributo puede constituir un punto de referencia, porque en un mismo período aparece con y sin él” . Otro elemento a favor de la autenticidad de esta obra, además de la palabra de patriota empeñada por Francisco Javier Valdés en su carta al Dr. Emilio Rodríguez Busto, es el hecho de que en 20 de las 42 fotos que se conocen de Martí, este aparece de perfil izquierdo al igual que en el retrato al óleo de Salazar. Igual ocurre con sus autorretratos, pues en cuatro de ellos escogió su parte izquierda; mientras que, en 3 de los 6 retratos a plumilla o a lápiz realizadas en vida de él que se conocen, también aparece en esta posición. “Esta simple observación de su inclinación por esa posición inconsciente o no, – acota Hugo García Fernández en su artículo tantas veces citado –es un punto a favor, aunque contrario al de Norman (se refiere al retrato de él realizado al óleo por el pintor sueco Herman Norman en 1891) que lo pintó por la derecha”. A principios del año 2000 y como parte del programa conmemorativo del Centenario de la fundación del museo Oscar M de Rojas, el cuadro fue exhibido en esa institución nuevamente al público, como parte de una exposición integrada por varias piezas originales vinculadas con la vida y la obra del Maestro. En ella permaneció hasta el cierre del museo en el 2001 para su restauración capital. El 5 de diciembre del 2003, Año en que se conmemoró el 150 Aniversario del natalicio de José Martí, con la presencia del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, quien tuvo la oportunidad de ver el pequeño óleo ejecutado por Salazar, quedó reabierto nuevamente el Museo Oscar M. De Rojas Desde entonces, formando parte de la Sala Martiana de la institución, se exhibe en un lugar preferencial junto a la Tribuna utilizada por Martí en el Club San Carlos y la llave del Camarote del vapor Olivette que lo llevó el 25 de diciembre de 1891 a Cayo Hueso, para solo citar dos de las 24 piezas martianas de valor excepcional que conserva esta prestigiosa institución cardenense.


"De amar las glorias pasadas se sacan fuerzas para adquirir las glorias

nuevas".

José Martí



“… la HISTORIA NOS AYUDARÁ A DESCUBRIR LOS CAMINOS DE HOY Y DE MAÑANA, A MARCHAR POR ELLOS CON PASO FIRME Y CORAZON SERENO Y A MANTENER EN ALTO LA ESPERANZA (...)”.

RAMIRO GUERRA