lunes, 15 de abril de 2013

Un encuentro con Virgilio. Iván García, el actor que interpreta a Piñera en la más reciente película del cardenense Tomás Piard, comparte con el importante dramaturgo, en el plano profesional, la libertad de andar por la vida sabiendo quién es, para qué nació y cuál es el objetivo de su existencia

Por: Jaisy Izquierdo jaisy@juventudrebelde.cu 13 de Abril del 2013 Las dos de la tarde anunció mi reloj, recordándome que la hora del almuerzo había quedado irremediablemente en el pasado. De todas formas, aunque no iba a comer, esperé por Virgilio. Lo vi llegar joven, a pesar de las entradas que anunciaban sus sienes. Inquieto, como si las energías se le quedaran atascadas en su baja estatura. Pero no llevaba las armaduras negras que en tantas fotos le había visto, y que llegué a pensar eran parte inseparable de su fisonomía huesuda, y hasta un símbolo de su agudeza intelectual o de la época que le tocó vivir. Por eso extrañé en Virgilio las gafotas de Piñera. La duda se me aplacó cuando oí de su boca la palabra teatro como una reiteración vital, y cuando al descuido hizo referencia a su cuna matancera. A esas alturas me quiso convencer de que se llamaba Iván y se apellidaba García, que era solo un actor que admiraba al Maestro. Le perdoné la manía de inventar personajes, de enaltecer el absurdo y de enredar las vueltas de la vida sobre el tabloncillo de un escenario. Y como insistía en tal locura con una lógica implacable que ustedes mismos podrán advertir a continuación, preferí seguirle el juego, a fin de cuentas, Virgilio es Virgilio. Como para asegurarme le pregunté: —Así que Iván García, ¿no? —Sí. —¿Cuántos años tienes ahora? —34. —¿Y cuándo comenzó en ti la fascinación por la actuación? —Cuando tenía como ocho años de edad y en la televisión transmitían unas aventuras que se llamaban Los pequeños fugitivos. Yo le decía a mi papá que quería estar allí y ser como uno de esos niños. Mi papá, que siempre me ha seguido en todas mis locuras, me sugirió escribir una carta a la sección Le contesta Bohemia, para saber cómo uno se podía convertir en actor. De ahí amablemente me respondieron que habían transferido la carta para el Ministerio de Cultura, que luego nos explicó en una misiva los requisitos para estudiar esta carrera en la Escuela Nacional de Arte (ENA) y en el Instituto Superior de Arte (ISA). «A partir de ahí puse todo mi empeño en estudiar para las pruebas de la ENA, y cuando llegó el momento tuve que esperar dos años porque durante ese tiempo no se otorgaron esas plazas a Matanzas. Entonces esperé pacientemente a los exámenes del ISA, y finalmente no aprobé, pues me quedé en la eliminatoria final. «Pero ya para esta época yo estaba integrado a los talleres de actuación de la actriz Miriam Muñoz. Con ella aprendí a pararme en un escenario y a enfrentarme a un público por vez primera. «Recuerdo que hacíamos escenas de teatro cubano y algunas improvisaciones nuestras. Era quizá la locura de unos jóvenes y una actriz apasionados por el teatro, que se concretó luego cuando fundamos el grupo Icarón, con Miriam Muñoz al frente. Así enfrentamos la vida profesional y trabajamos en diferentes puestas en escena en Matanzas y en otras provincias». —¿Cómo llegaste a La Habana? —En el año 2002 dejé el teatro y llegué a la capital para estudiar Filosofía y Teología en el Seminario San Carlos. Luego de dos años llegué a la conclusión de que lo que realmente me gustaba hacer era el teatro. Así retorné a las tablas y la primera puerta que toqué fue la de la compañía de Pequeño Teatro de La Habana con José Milián. «Desde nuestras primeras conversaciones él me decía lo mucho que me parecía a Virgilio Piñera, y nunca asocié la idea de que en el futuro me propusiera montar la obra Si vas a comer espera por Virgilio. Cuando me propuso el papel, me negué durante dos meses, le tenía mucho respeto a aquel texto y a los actores que antes lo habían interpretado. Al final Milián me convenció y realicé la obra casi a regañadientes en el 2004. La repetimos en una temporada mucho más amplia en el 2007. Fue en esta ocasión en la que recibí el Premio Caricato por este papel». —¿Cómo te apropiaste de este personaje tan trascendental de las tablas cubanas? —Tuve la oportunidad de conocer a Juanito Piñera, el sobrino de Virgilio, con quien pude conversar en ocasiones y me confesó que yo tenía el aire de la familia, lo cual me halagó muchísimo. También compartí con otras personas que conocieron al dramaturgo de una manera personal, o que trabajaron con él, y aunque no fueron amigos cercanos ni aparezcan en las páginas de su biografía, me revelaron aspectos de su vida, conversaciones, o los momentos fugaces en que lo escucharon recitar sus poemas. «Leí, además, varias biografías —en especial la de Carlos Espinosa—, casi todo su teatro, algunos de sus cuentos y devoré su poesía completa; que para mí es lo que más aporta a la comprensión de su sensibilidad, del fuego interno de su personalidad. «Me nutrí de las excelentes actuaciones de Waldo Franco, y de Alexander Pajar, quienes habían interpretado el papel antes que yo. Tuve en mis manos un video de una presentación de Pajar y la estudié detenidamente. De él tomé toda la cadena de acciones que estaba estructurada en la obra, la manera de mirar, y las gesticulaciones, que para la puesta en escena eran muy importantes. Después constaté en mis investigaciones que, en efecto, Virgilio era muy gestual, todos coincidían en que hablaba mucho con las manos, hacía muchos gestos grandilocuentes». —¿Qué ha significado el papel de Virgilio a lo largo de toda tu carrera? —Mi carrera ha sido Virgilio y el resto. Él me ha perseguido desde el 2004 hasta el 2013, y todavía sigue dando guerra. Lo he interpretado con el grupo Danza Espiral de Matanzas, en un espectáculo musical titulado Aire frío, y además lo he hecho en peñas y hasta en conciertos de música, porque algunos amigos me han pedido, a título personal, que declame poemas de Virgilio caracterizado como el poeta, incluso con la voz que asumo para la puesta teatral. Por eso creo que ha sido el personaje dramático más relevante que he hecho hasta la fecha. «Yo realizo también teatro para títeres con el excelente grupo Teatro de las Estaciones, donde sí he tenido otros personajes diferentes, importantes, que han marcado mi carrera. Aunque definitivamente Virgilio determina un punto y aparte. «Además de representarlo tantas veces en las tablas, ahora lo estreno en el cine, en un filme del director Tomás Piard que se inspira en el texto de Milián. La cinta cuenta con los actores Javier Casas y Valia Valdés; la música pertenece a Juanito Piñera, y el vestuario es del diseñador Abraham, quien también conoció a Virgilio». —¿Tantos años con este personaje a cuestas te hace sentir que lo dominas? —A Virgilio no lo voy a apresar nunca, porque es un universo en sí mismo, es un gran cosmos y adentrarse en él conlleva a conocer siempre un aspecto nuevo. Me pasó ahora con la experiencia cinematográfica. Tuve que volver a sus obras, y encontré otros cuentos y ensayos que no había leído antes, un número excelente de la revista Unión dedicado el año pasado al escritor completamente, y un libro que no había encontrado de Antón Arrufat, titulado Virgilio entre él y yo, que da muchas claves de su vida personal, y que terminó por redondear mi personaje para esta película. Este texto fue de gran valor, incluso a nivel de acciones o gestos que yo ignoraba, pero que Antón los describe muy bien, y que pude aprovechar en uno o dos momentos de la cinta. «Para la versión cinematográfica tuve que volver a crear al personaje, había que empequeñecerlo de acciones físicas y disminuir la reverberación de la voz, de manera que tenía que encontrar un tono más mesurado pero que no apocara el espíritu de su temperamento. Esto me costó mucho trabajo pero me ayudó a la vez a valorar la interioridad y otros modos de ser del propio personaje». —¿Qué te ha quedado de Virgilio por dentro? —Su impronta creativa. Aun los momentos más amargos de su vida él supo canalizarlos a través de sus creaciones; yo también hago eso, trato de aprovechar las tristezas y las alegrías para trabajar. Eso en el plano profesional, en lo personal compartimos la libertad de andar por la vida sabiendo quién eres, para qué naciste, cuál es el objetivo de tu existencia, y si deseas —o no— llegar a la posteridad. Yo creo que Virgilio intentaba tener claras las cosas y ser auténtico, original, pretendía ser él, y esto fue lo que lo hizo grande». «Muchas gracias, Iván», le dije, y se fue Virgilio. Lo vi desandar la calle 23, respirando «bajo la lluvia, bajo el olor, bajo todo lo que es una realidad». Deseé que en cada bocanada de aire pudiera percibir «el peso de su isla, el peso de una isla en el amor de un pueblo» que, a un siglo de su existencia, aviva su leyenda. De la película Filmada en este 2013, Si vas a comer... es un largometraje de ficción de 75 minutos, basado en la obra teatral homónima de José Milián. Años 70. Todas las mañanas Virgilio Piñera marca en la cola para separar turno para la comida de la noche en la cafetería del hotel Capri, donde siempre se encuentra con Pepe, un joven dramaturgo. Allí se enfrentan sus opuestos puntos de vista sobre el teatro y otros aspectos de la cultura y la vida política de la Isla... Guión y dirección: Tomás Piard; producción general: Elisandra Reigosa; dirección de fotografía: Raúl Rodríguez; montaje o edición: Daniel Diez; música original: Juan Piñera; productora ejecutiva: Omara Otero; operador de cámara: Alán González; director de arte: Nelson García; diseño sonoro: Daphne Guisado; diseño de vestuario: Abraham y José Luis Rodríguez; diseño escenográfico y ambientación: Roberto Hernández; diseño de maquillaje y peluquería: Yudmila Hernández; primer asistente de dirección: Francisco Castro. Intérpretes: Iván García, Javier Casas y Valia Valdés.


"De amar las glorias pasadas se sacan fuerzas para adquirir las glorias

nuevas".

José Martí



“… la HISTORIA NOS AYUDARÁ A DESCUBRIR LOS CAMINOS DE HOY Y DE MAÑANA, A MARCHAR POR ELLOS CON PASO FIRME Y CORAZON SERENO Y A MANTENER EN ALTO LA ESPERANZA (...)”.

RAMIRO GUERRA