lunes, 11 de noviembre de 2013

Para subir como un sol la escalinata

Desgraciadamente, hace años que esta reseña espera, con la paciencia propia de los textos, por ser publicada; debió ser parte de la revista Un fogonazo, uno de los tantos intentos editoriales fracasados, durante los últimos ocho años, hoy con o sin permiso de Ernesto, retomo opinar, opino sobre su libro, en aquel entonces, recientemente publicado. Por: MSC Lorena Martínez
La historia necesita de historiadores e historiógrafos, de testimoniantes y testimonios todo lo cual se recoge en el último texto publicado por la Editora Abril, del cardenense Ernesto Álvarez Blanco: Subiendo como un sol la escalinata. No hay quien me convenza de que es un título afortunado, todo lo contrario, anda parejo con su diseño de cubierta, la fusión de ambos vuelve a caer en un repetido desacierto de la industria del libro cubano: no vender aquello que produce, ni convencer a los lectores de la historia de cuán importante es el texto que presentamos. Porque a pesar de los infortunios referidos, hay que resaltar que esta biografía de Manzanita, escrita por Ernesto Álvarez Blanco (Cárdenas, 1968) marca un antes y un después en la bibliografía referida al más importante de los líderes estudiantiles universitarios cubanos. Es, sin dudas, una de las semblanzas más completas publicadas sobre José Antonio, escrita por alguien que no le conoció, un libro imposible de soslayar. Editado por la casa editorial Abril, especializada en libros para niños y adolescentes, el texto no tuvo la promoción en el sector del público que realmente se debía incidir; teniendo en cuenta que José Antonio es uno de esos imprescindibles de la historia nacional. Como bien dijera su editora (Jacqueline Teilleagoire), el libro ofrece tras una detallada información, un resultado vital y auténtico, comprobable en sus fuentes, integrador y creativo, aglutinador de opiniones y testimonio sobre ¨ uno de las más paradigmáticos jóvenes de la Generación del Centenario y de la historia. ¨ Escrito para los más jóvenes el texto se estructura a través de un esquema abierto de capítulos, que tributan hacia un eficiente sistema de notas las cuales por su interés, dinamismo y operatividad se convierten, junto a la compilación de fuentes bibliográficas, en uno de los aciertos insoslayables del texto. Su cotejo riguroso avala la cientificidad y mesura del autor, garantizándole verosimilitud, claridad y fortaleza al conocimiento atesorado. No existe vacilación en el biógrafo escritor cuando expresa sus opiniones, las que pueden coincidir o no con la de los restantes participante o de quienes han abordado el tema en diferentes ocasiones. Para mí es singular la manera en que se respeta ante todo las opiniones de quienes fueran protagonistas de la historia. A los amantes de la historia local el libro nos ofrece datos muy interesantes cuando aborda, de manera sintética y centralizada, el desenvolvimiento de la familia Echeverría (y con él de su ciudad), desde finales del siglo XIX, hasta su salida definitiva del país, en 1961. Reafirma con pruebas documentales y notariales como desde 1909, la familia fue dueña del caserón donde nacieron José Antonio, Alfredo y sus hermanos, casi único vestigio de la bonanza económica que la familia gozara. Manteniendo el principio clásico de la armonía, y el más actual canon de lo necesario: lo útil y lo bello, Ernesto contiene su prosa para subrayar, en cada página, sólo lo estrictamente necesario Esto le lleva a la obligada y certera utilización de cada dato, la cita, el testimonio o la información, a veces, ya conocida, quizás, por parte de sus lectores. No se reitera ni atiborra, define esencias en una inusual síntesis informativa y comedimiento que no siempre caracterizan a este autor. Es otra manera de decir pues el lenguaje funde la voz del narrador/investigador con la de los testimoniantes, quienes aparecen ya sea mediante entrevistas realizadas por el propio Ernesto o tomadas de otras fuentes. Estilo claro, limpio, preciso, sencillo y elegante, como de manantial que fluye y llama a participar. Lo anterior confluye para lograr uno de los superobjetivos de Ernesto: atrapar al lector adolescente y joven mediante un ejercicio investigativo escrito para ellos, teniéndolos en cuenta evita el teque, desmonta actitudes y valores, quiere enseñar a creer en los jóvenes y, específicamente en este y sus compañeros, tan semejante y ala vez distinto de ellos. El decir, en primera persona, de Juan Nuiry, José Asseff, Rene Anillo, Faure Chomon, Marcelo Fernández, Julio García Espinosa muchos de ellos ya desparecidos, complementa e la narración, se está en presencia de anécdotas y comentarios que integran y complementan otro saber. Convertir datos dispersos, opiniones, miradas sobre su biografiado y del contexto cubano de los cincuenta, en historia, es la tarea que Ernesto cumple, hurgando hasta donde ha podido llegar. Se aleja del clásico ¨ ladrillo ¨ historiográfico para lograr un diseño contemporáneo de la imagen del líder, paradigma ético y político, lo que fluye holísticamente, sistema abierto que (para bien o para mal) no deja mucho por indagar. Ernesto escribe de José Antonio Echeverría y de hombres reales, de sus avatares, aciertos y errores. Aclara situaciones conflictivas (locales o no), sin la didáctica moralizante que a veces los mismos conllevan. Hoy, a fines de este aciago año de 2013, llegue a El Cardenense esta reseña, que debió ser publicada hace alrededor de tres o cuatro años (2010) en Un fogonazo, otro de los tantos intentos editoriales fracasados. Hoy, con permiso o no de su dueño, opino sobre su libro, a destiempo, esperando que piense: más vale tarde que nunca.


"De amar las glorias pasadas se sacan fuerzas para adquirir las glorias

nuevas".

José Martí



“… la HISTORIA NOS AYUDARÁ A DESCUBRIR LOS CAMINOS DE HOY Y DE MAÑANA, A MARCHAR POR ELLOS CON PASO FIRME Y CORAZON SERENO Y A MANTENER EN ALTO LA ESPERANZA (...)”.

RAMIRO GUERRA