domingo, 23 de agosto de 2015

El primer Embajador de Cuba en Estados Unidos.

La labor diplomática del Doctor Cosme de la Torriente fue esencial para la devolución de la entonces llamada Isla de Pinos Por: Hugo García digital@juventudrebelde.cu Tomado del periódico Juventud Rebelde.
CÁRDENAS, Matanzas.— Una biografía inédita sobre Cosme de la Torriente y Peraza (ingenio Isabel, Jovellanos, Matanzas, 1872–La Habana, 1956) acaba de culminarse y aborda entre numerosas aristas de este cubano, su tenacidad por devolver a Cuba la entonces todavía llamada Isla de Pinos, usurpada por los Estados Unidos de América. El autor, Ernesto Aramís Álvarez Blanco, investigador y museólogo cardenense, conversa con JR sobre este libro que ha concluido luego de dos años de ardua labor. —¿Cómo nació su interés por escribir la biografía de Cosme de la Torriente y Peraza? —La concluí el pasado 20 de julio, la comencé a redactar el 1ro. de septiembre del año pasado, después de la investigación correspondiente en la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, el Instituto de Literatura y Lingüística, la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana y otras instituciones. «Fue un encargo que hicieron a mi amigo, mecenas y editor español Alfonso Cirera Santasusana los familiares de Cosme que viven en la actualidad en Venezuela y en los Estados Unidos, en especial su nieta Natalia de Sandoval y de la Torriente y su biznieto Javier González-Mora, después de leer mi biografía de José Antonio Echeverría y en la que hablo de Cosme y sus relaciones con él. «Ellos y otros familiares de España y México me entregaron digitalizados más de mil documentos y fotos, en su mayoría de su archivo familiar, entre ellos los diarios inéditos de la Guerra del 95 relacionados con Cosme, quien estuvo muy cerca de Máximo Gómez, Francisco Carrillo, Calixto García, José María (Mayía) Rodríguez y otros importantes patriotas. Debe publicarse el año que viene, tiene más de 900 páginas y es probable que salga en dos tomos, acompañada de una iconografía de casi 200 imágenes y una bibliografía activa y pasiva del personaje, un gran olvidado de la historia de Cuba, a pesar de que su labor fue importante en que se devolviera Isla de Pinos a Cuba y se abrogara en 1934 la Enmienda Platt. También fue el único cubano que ha sido Presidente y Presidente de Honor de la Liga de las Naciones, luego Naciones Unidas». —¿Por qué se nombra a Cosme como el primer embajador de Cuba en los Estados Unidos de América? —Al aprobarse por el Senado cubano en 1923 la ley que elevó a la categoría de Embajada la Legación Diplomática que la Isla tenía en Washington*, el presidente de la República, Doctor Alfredo Zayas, envió el 30 de agosto al coronel del Ejército Libertador cubano Doctor Cosme de la Torriente y Peraza, quien se encontraba de vacaciones en Biarritz, Francia, un cablegrama donde le expresaba: «Aprobada ley Embajada. Ruego ratificación aceptar conviniendo traslado inmediato Washington. Espero respuesta (…)». «El mensaje del Doctor Alfredo Zayas llegó a las manos de su destinatario con alguna demora, pues no lo recibió hasta la noche del 2 de septiembre de 1923, junto a otros cablegramas procedentes de La Habana, en los que el Dr. Carlos Manuel de Céspedes y Quesada, secretario de Estado; Aurelio Álvarez, presidente del Senado, y otras personalidades cubanas de gran relieve político le pedían que aceptara el ofrecimiento hecho por el Presidente. No obstante, quiso conocer otras opiniones. Le interesaba, sobre todo, saber cómo pensaban Enrique José Varona, Manuel Sanguily, Manuel Márquez Sterling, Raúl de Cárdenas y el mayor general Pedro Betancourt, presidente del Consejo Nacional de los Veteranos de la Independencia, sus amigos más cercanos y a quienes les unía el fecundo amor por Cuba. «Por eso, los interrogó a todos por cable el 4 de septiembre de 1923. Increíblemente las respuestas coincidieron, porque sabían que haría una obra digna de sus antecedentes personales. Además, Cuba precisaba la presencia permanente en Washington de una figura de su prestigio e inteligencia. «Sin embargo, el 3 de septiembre de 1923, había recaído sobre él la presidencia de la Cuarta Asamblea de la Liga de las Naciones, la cual sesionó en Ginebra, Suiza, hasta el día 23 de ese mismo mes y año. Después de meditar bien su resolución, redactó un cable al Presidente de la República: “Recibido con gran demora su cable dirigido Biarritz, Cuba puede siempre contar con mis servicios aun en contra de mis intereses personales. En tanto Gobierno y Senado no piensen en otro compatriota acepto desempeñar mientras sea necesario honroso cargo que usted me ofrece. Muy agradecido confianza y alta distinción suyas. No podré salir de Europa hasta que terminen mis labores como Presidente Asamblea principios octubre. Por esta razón yo deseo se aplace nombramiento hasta entonces”». —¿Cuándo se nombra oficialmente? —El 4 de octubre, en uso de las facultades que le confería el artículo 68 de la Constitución de la República y la Ley del 30 de agosto de 1923, Zayas, presidente de la República, nombró oficialmente a Cosme de la Torriente, aprovechando su experiencia en el campo de la diplomacia, Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Cuba ante el Gobierno de los Estados Unidos de América, con residencia en Washington. Así lo hizo saber el primer mandatario de la nación al Presidente del Senado en carta fechada ese mismo día. «Al momento de su designación, el recién nombrado embajador, además de ser senador por Matanzas, era Presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, hablaba inglés y francés con soltura y presidía —fue el primer cubano en hacerlo— la Sociedad de la Liga de las Naciones». —¿En qué momento jura como embajador? —El 6 de octubre apareció en la Gaceta Oficial de la República de Cuba el decreto que nombraba embajador a Cosme de la Torriente, quien viajó el 16 de noviembre a La Habana, procedente de Estados Unidos, en donde hizo una breve escala. Pero no juró el cargo hasta la tarde del 4 de diciembre. «En el mes de diciembre de 1923 el representante de la Isla viajó a los Estados Unidos de América, para presentar el día 13 de ese mismo mes y año sus Cartas Credenciales ante el Gobierno norteamericano, que lo convertía en el primer Embajador de Cuba en Estados Unidos. —¿Qué hizo el Embajador apenas asumió el cargo? —Al arribar a los Estados Unidos, el embajador cubano solicitó una entrevista con el mandatario de esa nación, teniendo, según él, el privilegio de ser quizá «la última persona que habló de política internacional con el presidente (Woodrow) Wilson poco antes de su muerte». «Desde el mismo instante en que inició sus labores, el diplomático cubano trabajó incansablemente para cumplir las principales tareas que debía acometer. «En su libro titulado Mi misión en Washington, escribió: “Mi plan de acción estaba fijado de antemano en las conversaciones en que lo sometí al presidente Zayas: Primero, mejorar en lo posible las no buenas relaciones con los Estados Unidos, por causa de la tendencia (…) de Crowder a mezclarse en lo que no era de su incumbencia y lo que agravaba la hostilidad de los políticos que resultaron derrotados en las últimas elecciones así como la de algunos periódicos que no dejaron tranquilos al Gobierno, aprovechando para ellos sus errores. Segundo, gestionar y obtener la aprobación por el Senado de los Estados Unidos y la ratificación por el Presidente, del Tratado Hay-Quesada**, reconociendo la soberanía de Cuba sobre la Isla de Pinos. Tercero, utilizar toda clase de medios para que el pueblo americano se diera cuenta de que era mi firmísima creencia, como la del Presidente y gran parte de nuestro pueblo que la Enmienda Platt en realidad constituía una violación de la Resolución Conjunta de 20 de abril de 1898, que ordenó al Gobierno Federal hacer la Guerra a España si no abandonaba la Isla, ya que su pueblo era y de derecho debía ser libre e independiente”. «A las pocas semanas de haber presentado sus Cartas Credenciales, Cosme solicitó una audiencia con el presidente de los Estados Unidos, Calvin Coolidge, hombre de extrema seriedad y pocas palabras. Poco antes, el mandatario había hecho un grupo de manifestaciones favorables al mantenimiento de la Isla de Pinos en poder de los norteamericanos, al responder a un grupo de mujeres que en el Senado tenía un lobby y que habían recogido miles de firmas solicitando que se mantuviera a la pequeña isla en el estado en que se encontraba, y rechazar de este modo el Tratado Hay-Quesada». —¿Cómo transcurrió aquella entrevista? —Durante la entrevista, el Embajador encaró el asunto y habló largo rato con Coolidge de los derechos que le asistían a Cuba sobre la Isla de Pinos, razonándolos con él uno por uno. Como resultado, recibió solo unas escasas frases corteses y el ofrecimiento de estudiar el asunto, para darle respuesta en un corto período de tiempo. Cumplido el plazo, el Embajador volvió a reunirse con el Presidente, quien pronunció solo tres palabras: «You are right», o sea, «Tiene razón», lo cual era lo mismo que decir que estaba convencido de que lo que me propone es lo correcto. «A partir de este momento, se libró por Torriente y sus colaboradores una larga batalla para conseguir que los senadores norteamericanos se interesaran en el estudio de las razones que les permitían estimar como válido el derecho de Cuba a reclamar la devolución de Isla de Pinos al territorio nacional y, por tanto, prestaran su apoyo al Tratado Hay-Quesada. «En 1925 cuando el éxito de la campaña se consolidó, esos mismos amigos suyos proclamaron que había sido también una victoria de la amistad cubano-americana. «Sabía Torriente que ese triunfo era el camino más directo para herir de muerte a la Enmienda Platt. Un diplomático belga, acreditado en Washington, lo vio con claridad, cuando al abrazarlo lo felicitó con estas significativas palabras: “Es la primera vez que veo arrancar una pluma al águila”. «Finalmente, el 13 de marzo de 1925 se lograba en el Senado la aprobación, por mayoría de votos y con dos ligeras reservas, del Tratado sobre Isla de Pinos. Fue ese, sin dudas, uno de los días más felices en la vida del entonces Embajador cubano en Estados Unidos y fue también —al decir del eminente historiador cubano Emilio Roig de Leuchsenring, quien cooperó con él en esta labor como Secretario de la Sociedad Cubana de Derecho Internacional— “día de gloria para Cuba, por habérsele reconocido su derecho a la Isla de Pinos y por el orgullo que toda madre siente de contar entre sus hijos a quienes sepan amarla, servirla y defenderla con el fervor, la consagración, la inteligencia y la capacidad con que supo hacerlo Cosme de la Torriente”». —¿Cómo continuaron los acontecimientos? —El 23 de marzo, el Embajador cubano representaba en Washington al Gobierno de la Isla en el canje de sus ratificaciones. De inmediato, pasó al secretario de Estado, Carlos M. de Céspedes, el siguiente cablegrama: «A las 4:00 p.m. de hoy he canjeado con el Secretario de Estado las ratificaciones del Tratado sobre Isla de Pinos, siendo desde ese momento de derecho reconocida dicha Isla como parte integrante del territorio de nuestra República. Felicito al pueblo cubano, al presidente Doctor Zayas, a los demás miembros de su Consejo de Secretarios y a usted, por la feliz terminación de una negociación que comenzó hace, cerca de veintidós años». «También, escribió al Doctor Alfredo Zayas, presidente de la República, un cablegrama redactado en los siguientes términos: “Canjeadas a las cuatro de la tarde de hoy día veintitrés de marzo las ratificaciones del Tratado sobre la Isla de Pinos. A usted le cabe la gloria que nadie podrá disputarle de haber logrado durante su gobierno ver reintegrado de derecho al territorio nacional de una parte del mismo, lo que por cerca de veintidós años nadie había obtenido. Le expreso de nuevo mi profunda gratitud por haberme encargado de representar aquí como Embajador nuestra República y de que llevara a cabo las negociaciones necesarias para obtener la ratificación del tratado”». Notas: *Cuba no contó con embajador en Estados Unidos hasta 1923. Era costumbre solo nombrar este cargo en las grandes potencias, pero ello fue cambiando a lo largo del siglo XX. Las relaciones diplomáticas se establecían a través de tres categorías de funcionarios diplomáticos: Enviados Extraordinarios y Ministros Plenipotenciarios, Ministros Residentes y Encargados de Negocios con Cartas de Gabinete. **Este tratado se firmó en Washington el 2 de marzo de 1904 por el secretario de Estado de Estados Unidos, John Hay, y el ministro plenipotenciario de Cuba en ese país, Gonzalo de Quesada. El Senado cubano lo aprobó ese mismo año, pero el de EE.UU. no lo haría hasta más de 20 años después, el 13 de marzo de 1925, debido a la intención evidente de esa nación de apoderarse de la entonces Isla de Pinos. La noticia fue recibida con alegría por el pueblo cubano, y el Gobierno genuflexo de Alfredo Zayas preparó una manifestación en muestra de agradecimiento al de Estados Unidos. A esa postura gubernamental se enfrentó el Comité Antimperialista de la Universidad, encabezado por Julio Antonio Mella.


"De amar las glorias pasadas se sacan fuerzas para adquirir las glorias

nuevas".

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RAMIRO GUERRA