lunes, 16 de diciembre de 2013

Juan Bautista Leclerc de Beaume:un olvidado artista de la plástica cubano – francés.

Por: Ernesto Alvarez Blanco Trabajo presentado al Congreso de la Sociedad Internacional Napoleónica efectuado en La Habana en julio de 2014. Todo hombre tiene dos países, el suyo y después Francia. Henri de Bornier Aunque la mayoría de los escasos historiadores que se han referido a la vida y a la obra del pintor y coleccionista napoleónico Juan Bautista Leclerc de Beume, afirman que era natural de Francia, documentos conservados en el centenario museo Oscar M. de Rojas de la Ciudad Bandera de Cuba, indican que el artista nació en 1809 en el cafetal Magnolia , enclavado en las inmediaciones del sitio en que, el 8 de marzo de 1828, quedó fundado el poblado de San Juan de Dios de Cárdenas. El error es permisible, si se tiene en cuenta que el futuro creador pasó los primeros años de su vida en un ambiente afrancesado, aprendiendo a balbucear sus primeras palabras y a escribir sus primeras letras en el idioma de sus padres, tíos y primos, así como de buena parte de sus convecinos. Por esta razón, el niño nunca se interesó por aprender el español, a tal punto que, años más tarde, cuando fue propuesto para ocupar la dirección de la Academia cubana de San Alejandro, se consideró que no estaba preparado para ello, pues solo podía comunicarse en el idioma de sus progenitores. En el cafetal Magnolia, fundado por su padre, el hacendado francés Juan Leclerc, quien llegó a la región de Cárdenas a finales del siglo XVIII; huyendo, como muchos de sus coterráneos, de las consecuencias de la revolución haitiana, Leclerc vivió los primeros años de su vida. Muy pronto, el niño sorprendió a todos con sus habilidades para el dibujo, por lo que su padre, estimulado por familiares y amigos decidió, a pesar de la negativa de Ana, su esposa, enviarlo a estudiar a Francia. Allí, prohijado por unos parientes y teniendo como excelente carta de presentación sus vínculos familiares con el fallecido General Charles - Victoire - Emmanuel Leclerc , realizó estudios de pintura y dibujo con Jacques-Louis David , uno de los más afamados artistas de la época. Con rapidez, Juan Bautista, al mismo tiempo que perfeccionaba su técnica se convirtió, gracias a las influencias de sus antepasados y muy en especial, de su maestro, en un furibundo defensor de las ideas napoleónicas, a tal punto, que comenzó a coleccionar cuanto objeto vinculado con la vida y la obra del Emperador de los franceses caía en sus manos. En 1825, luego de la muerte de su maestro y mecenas, Leclerc abrió un estudio en Paris, en el que acogió a algunos discípulos y perfeccionó sus habilidades como pintor y miniaturista. Allí permaneció hasta que un infortunado suceso, relacionado con su manía de coleccionista, lo obligó a regresar a su Isla natal. El acontecimiento estuvo muy relacionado con el robo perpetrado en el Gabinete de Medallas de la Biblioteca del Rey en París la noche del 5 de noviembre de 1831; ya que, algunas de las piezas sustraídas le fueron vendidas a Leclerc, quien se vio convertido de la noche a la mañana en cómplice del lamentable suceso. En 1833, con un pequeño busto de Napoleón Bonaparte ejecutado en mármol y bronce por el famoso escultor Antonio Canova , una de las mascarillas del pequeño corso realizadas para una suscripción limitada por el Dr. Francois Antommarchi, varias de las medallas robadas y otras piezas de su colección, Juan Bautista Leclerc desembarcó en la Isla. De inmediato, se trasladó al cafetal de sus padres. En este sitio de la geografía matancera permaneció el joven pintor, junto a sus padres y a su hermana María Desideria Escolástica , hasta que, enterado de que su amigo y condiscípulo Juan Bautista Vermay se hallaba en La Habana y creyendo que el peligro que lo acechaba había pasado, se puso en contacto con él. El artista, quien había fundado en 1818 la Academia de San Alejandro, bajo el patrocinio del intendente Alejandro Ramírez, lo llamó de inmediato a su lado. Leclerc se estableció definitivamente en La Habana, comenzando a colaborar con Vermay en las tareas de dirección de San Alejandro y con los encargos que el reconocido pintor recibió hasta muerte. Juan Bautista formó parte también, en este período, junto a Vermay y a otros reconocidos artistas franceses, de los tribunales de exámenes de la Academia. Durante este período, Leclerc trabajó en La Habana con especial énfasis el retrato, las miniaturas y los temas históricos, logrando hacerse de una buena clientela, sin dejar de impartir e incluso, de recibir clases, con objeto de perfeccionar su destreza, en San Alejandro. En 1843 el pintor francés Juan Francisco Guillermo Colson , quien había estado siete años al frente de San Alejandro, solicitó licencia por un año para regresar a su tierra natal. Antes de marcharse, recomendó a la Real Sociedad Económica de La Habana que Leclerc, quien había formado parte el 25 de octubre de 1836 del tribunal que le había otorgado el cargo de Director de la Academia, ocupara su lugar, en tanto durara su autorización. Juan Bautista, en opinión de Colson, tenía todas las condiciones para ocupar la vacante dejada por él pues “… juntaba a la competencia necesaria la ventaja de ser alumno de esta misma Academia y de estar acostumbrado al sistema de enseñanza que ahí se empleaba (…)” . La Sociedad no se pronunció al respecto hasta el mes de septiembre de 1844, fecha en que enterada de que Colson había sido contratado por el gobierno francés para pintar en el Palacio de Versalles, declaró vacante la plaza de Director de la Academia de San Alejandro y convocó a un concurso para cubrirla . Los aspirantes al cargo de Director del plantel debían presentar, en un plazo de 8 meses, un cuadro y una memoria. El tema escogido fue: “… La sorpresa que causó a Colón y a sus compañeros después que se celebró la misa de Ornofay el domingo cuatro de julio de 1494, la relación del cacique anciano sobre los premios y recompensas de la otra vida (…)” . A pesar de que Francisco Camilo Cuyás y Sierra y otros artistas pretendían ocupar el cargo, solo Leclerc se presentó a los ejercicios de oposición. Finalmente, en su sesión ordinaria del 31 de marzo de 1846, la Real Sociedad Económica de La Habana acordó nombrar al único examinado, quien había aprobado todas las pruebas de suficiencia a que fue sometido. Leclerc presentó al Tribunal que lo evaluó una Memoria – de seguro en francés – sobre sí sería: “… más conveniente estudiar con toda libertad la naturaleza para formar buenas obras o ceñirse al estudio de bellos modelos que nos ha trasmitido la antigüedad (…)” , y el cuadro titulado La Primera misa que se dijo en Cuba en 1494. Este óleo fue reproducido en el Manual de Historia de Cuba de José García de Arboleda, publicado en 1852 en La Habana en la Imprenta del Gobierno. Además, fue exhibido en la Exposición de Arte Retrospectivo celebrada en la Isla en 1922 y en las muestras de arte cubano realizadas en Cuba en 1947 y 1950. El cuadro, que lució durante años en San Alejandro, se conserva en la actualidad en el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba. Como Leclerc, calificado por algunos de sus contemporáneos como un “… hombre bilioso y renegante del trópico (…)” , aún no conocía lo suficiente - en opinión de los examinadores - el idioma español, pues acostumbraba a comunicarse en francés con sus amigos y condiscípulos, la Sociedad decidió en su sesión del 29 de abril de 1846 concederle un plazo para que completara su aprendizaje. Así mismo, acordó designar a Francisco Camilo Cuyás para que ocupara de nuevo, con carácter interino, el cargo de Director de San Alejandro, hasta que las explicaciones de Leclerc pudieran ser comprendidas a cabalidad por sus alumnos. Un año más tarde, el 23 de marzo de 1847, se informó que Leclerc, quien se había dedicado con esmero a perfeccionar su español, había aprobado satisfactoriamente el examen de este idioma. También, se acordó que tomara posesión de su cargo el 1 de abril de ese mismo año, convirtiéndose de este modo en el primer cubano en ocupar con propiedad esta designación. El 31 de marzo de 1847, en una reunión de la Real Sociedad Económica de La Habana, presidida por el Capitán General de la Isla, se dio cuenta de una solicitud de Leclerc “… concerniente a que se decida si se ratifica o no la provisión hecha por él de la plaza de Director de San Alejandro (…)” . La misma, como ya sabemos, se le aprobó, siempre y cuando el artista lograra dominar el castellano “… para hacer a los alumnos las explicaciones (sic) necesarias y trasmitir sus ideas (…)” . A pesar de que logró aprobar el examen a que fue sometido, todo parece indicar que Leclerc no logró nunca el dominio a cabalidad del español, pues tuvo que valerse más de una vez, para impartir sus clases, del auxilio que siempre le prestó su amigo, el pintor y litógrafo francés Federico Mialhe. El puesto de Director de San Alejandro parece que al final, no sabemos por qué razón, no le convino mucho Leclerc o quizás, no tuvo mucho empeño en mantenerlo, pues en junio de 1847 partió bruscamente hacia los Estados Unidos de América, sin autorización de la Real Sociedad Económica de La Habana. El pintor dejó una carta fechada el día 26 de ese mismo mes y año, en la que nombraba Director del plantel, en su ausencia, a Federico Mialhe, sin embargo, la Sociedad hizo valer la designación que ya poseía Francisco Camilo Cuyás como Director interino del mismo. Al regresar Juan Bautista a Cuba, luego de permanecer cinco meses en los Estados Unidos, en donde contrajo matrimonio, la Sociedad, que se hallaba descontenta con su actitud, le devolvió el cargo de Director de la Academia de San Alejandro, “… por pura consideración (…)” , luego de: “… una sesión tempestuosa en que el tesorero rehusaba pagarle la mitad de las asignaciones que el reglamento acordaba al director en sus ausencias, alegando que éste había partido sin autorización de la Sociedad. La decisión se sacó a votación y se acordó el pago por siete votos contra seis, habiéndose abstenido Cuyás que formaba parte del Consejo (...)” . Durante el transcurso de 1847 Leclerc pintó un retrato del presbítero cubano Félix Varela , el cual debió realizar, en opinión del importante historiador del arte cubano Jorge Rigol, basándose en otras imágenes de él, pues: “… Valera había salido de Cuba en 1821 para no volver más y a no ser algún encuentro desconocido entre el pintor y el modelo en Estados Unidos, Leclerc y Varela no se vieron nunca. El retrato, sobrio, grave, como corresponde a la personalidad de Varela, nos muestra a Leclerc en uno de sus mejores momentos (…)” . En 1847 Juan Bautista dio los pasos correspondientes para la creación en la Academia de San Alejandro de un aula de litografía y poco después, en julio de 1848, solicitó a la Real Sociedad Económica de La Habana el permiso correspondiente para marchar durante tres meses a los Estados Unidos de América, en donde su mujer y su pequeño hijo se hallaban enfermos. El Secretario de la Sección de Bellas Artes de la Sociedad comunicó el 22 de agosto de 1848 que había acordado dar esa autorización al artista, en razón de los dos meses de vacaciones de que disfrutaban alumnos y profesores de San Alejandro y de las obras que para rehacer el pavimento de las mismas, se ejecutarían por esta época en la salas de yeso y natural del plantel. El funcionario informó también a sus superiores, que había rehusado nombrar, en ausencia de Leclerc, como Director suplente a Federico Mialhe, ya que creía más conveniente que ocupara interinamente esta responsabilidad Francisco Camilo Cuyás, quien ya la había ejercido en otra oportunidad. A su regreso, Juan Bautista, calificado en algunos documentos de la época como un excelente maestro, incorporó en 1848 al plan de estudios de la Academia las clases de Imitación al desnudo y de modelado así como, logró que fueran reparadas las estatuas que servían de modelo y que se encargaran otras. Además, el artista dio un impulso notable a la enseñanza del dibujo lineal y abrió la Escuela en horario nocturno, utilizando para ello el alumbrado de gas. Por esta época, el escultor y profesor mallorquín Augusto Ferrán , quien se hallaba establecido por entonces en La Habana, aconsejó a Leclerc la adquisición de un buen número de copias en yeso de originales de la estatuaria griega, a fin de enriquecer el patrimonio de la Academia, a lo cual muy pronto accedió el capitán general de la Isla José Gutiérrez de la Concha, quien utilizó para la compra los fondos del gobierno colonial. Entre los más importantes discípulos que tuvo Leclerc en este período en San Alejandro, estuvo el importante pintor cubano Miguel Melero, en quien influyó de forma muy positiva entre 1848 y 1850, lo cual reconocera con frecuencia el artista. El 24 de octubre de 1848 se dió a conocer el nuevo reglamento de la Escuela, firmado por el eminente científico cubano Tomás Romay y por el conservador Francisco González Santos. Leclerc pintó por esta época un retrato al óleo de este último , el cual se exhibió en febrero de 1978 en el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba, como parte de la exposición conmemorativa del 160 aniversario de la fundación de la Academia de San Alejandro. El 15 de diciembre de 1849, se develó el retrato de Tomas Romay que la Real Sociedad Económica de La Habana había encargado a Leclerc, quien lo ejecuta con la ayuda de su amigo Federico Mialhe. En 1850, los rumores del inicio de una nueva epidemia de cólera, hicieron que Leclerc, quien continuaba al frente de San Alejandro, decidiera abandonar precipitadamente La Habana, refugiándose en los Estados Unidos de América, en donde aún se hallaban su mujer y su hijo. El pintor regresó de nuevo a la capital de la Isla en noviembre de 1850 renunciando al parecer, de buena gana, a la dirección del plantel , el cual recibió en 1852 el flamante título de Academia de Nobles Artes de San Alejandro. Una vez en La Habana Leclerc se vinculó profesionalmente con el Liceo Artístico y Literario de esa Ciudad y abrió un Taller en la calle Obispo No. 54, en donde recibió encargos hasta 1854, año en el que fallece en la Capital de la Isla este olvidado artista y coleccionista napoleónico cubano - francés. Al parecer, las piezas napoleónicas que Leclerc había traído consigo a Cuba quedaron despositadas, al marchar este a La Habana para colaborar con Juan Bautista Vermay, en el cafetal de su familia. En el caso de la Mascarilla de Napoleón, esta fue donada por descendientes de la familia Leclerc – Lajonchere al Museo y Biblioteca Pública de Cárdenas después de 1921, año en que muere Oscar M. de Rojas, fundador y primer Director de la institución; pues no se ha hallado ninguna referencia al donativo en los registros que este solía llevar con sumo cuidado. Desde el 2003 se exhibe en la Sala de los Fundadores del referido museo. El busto de Napoleón Bonaparte realizado por Canova, fue regalado por los descendientes de la familia Leclerc – Lajonchere al médico cardenense Ramón Amador, quien ejerció durante años como galeno del puerto de Cárdenas. Al morir este, pasó a manos de su hijo, el importante coleccionista numismático radicado en Varadero Dr. Ramón Amador López, quien lo obsequió, junto con una medalla de plata conmemorativa de la abdicación de Napoleón, cuya procedencia desconocemos , al autor de este trabajo. Se conserva y exhibe desde hace varios años en una de las salas del Museo de Arte de Matanzas. De las medallas robadas en el Gabinete del Rey en París en 1832 y que fueron adquiridas por Juan Bautista Leclerc solo llegó a nuestros días, que sepamos, una ellas, perteneciente a la serie Grandes Hombres de Francia. Está dedicada al marino Abraham Duquesne , natural de Dieppe, ciudad que está hermanada con Cárdenas desde 1995. Fue regalada en la década del 80 del siglo XX al coleccionista cardenense Pedro Santiago García por descendientes de las familias Leclerc y Aymee, radicadas en las cercanías del poblado de Lagunillas. Santiago García la obsequió al autor de esta investigación, quien a su vez la donó en 1990, junto a su valiosa colección de numismática francesa (siglos IX - XX), al museo Oscar M. de Rojas de la Ciudad Bandera. Estas piezas, conjuntamente con otras del período napoleónico que guarda el centenario museo de Cárdenas, son ejemplo fehaciente del valioso patrimonio que de esta etapa de la historia de Francia guardan y protegen con celo los museos y coleccionistas cubanos. Entre las referidas piezas, las cuales llegaron por diferentes vías al museo Oscar M. de Rojas, se destacan por su valor las siguientes: - Colección de monedas, condecoraciones y medallas napoleónicas. Fueron donadas por diferentes personas entre 1900 y el 2014. Muchas de ellas pertenecieron a la colección personal del autor. Una representación de las mismas se exhibe desde el 2003 en la Sala de Numismática de la institución. - Colección de Medallas Conmemorativas del Bicentenario del natalicio de Napoleón Bonaparte. Fueron acuñadas en 1969 por la Casa de la Moneda de París. Fueron donadas por el autor de este trabajo en 1990. Se exhiben desde el 2003 en la Sala de los Fundadores del museo. - - Ejército napoleónico. Dibujo realizado con tinta sobre papel y cartulina. Autor: Rafael Lillo, pintor, caricaturista y editor español radicado en Cuba. Fue donado en 1913 al Museo y Biblioteca Pública de Cárdenas por el patriota cardenense Dr. Domingo Méndez Capote, quien fue Vicepresidente de la República de Cuba en Armas; según hizo constar Oscar M. de Rojas en el Tomo V, folio 546, del Libro de Actas y Correspondencia de la institución. Se exhibe en la Sala de los Fundadores del museo. - Napoleón. Óleo sobre tela. Realizado en Francia por Renee Guillon. Se desconoce el donante. Se conserva en los almacenes del museo. - Fragmento de la losa que cubrió el sepulcro de Napoleón en la isla de Santa Elena. Se desconoce el donante. Se conserva en los almacenes del museo. - Napoleón. Escultura. Yeso. Autor anónimo. Fue donado al museo en 1984 por la familia de Elvira de Rojas, sobrina – nieta del fundador de la institución. Se conserva en los almacenes del museo. - Napoleón. Escultura. Bronce. Autor Anónimo. Fue donado al museo en mayo de 1917 por Felipe R. Tomi, según hizo constar Oscar M. de Rojas en el Tomo VI, folio 57, del Libro de Actas y Correspondencia de la institución. Fuentes Consultadas. 1- Fuentes bibliográficas. - Alvarez Blanco, Ernesto: Apuntes para una historia de la pintura y el grabado colonial en Cárdenas, (inédito), Cárdenas, 1990. - -------------------------------: Operación Napoleón, (inédito), Cárdenas, 1995. - ---------------------------------: Presencia e influencia francesa en Cárdenas, (inédito), Cárdenas, 1995. - Alvarez, Rolando: Huellas francesas en el occidente de Cuba (siglos XVI - XIX), Ediciones Boloña y Editorial José Martí, La Habana, 2001. - Castro Asúnsolo, Raúl: Lcdo. Ernesto Castro Lajonchere. Presidente de la Junta Revolucionaria de Cárdenas. 1895 - 98, (ejemplar mimeografiado), Cárdenas, s/f. - Cubas, Pedro: Leclerc, un peintre acdémique contesté, en: Lettres de Cuba, No.5, Año 2007, tomado de la página web www.lettresdecubaold.cult.cu - González, Sandra: 160 aniversario de la escuela de San Alejandro, s/i, Museo Nacional de Bellas Artes, Ciudad de La Habana, 28 de febrero de 1978. - Junco Valdés, Ramón y Antonio Vale Pérez, Apuntes sobre las artes visuales en Cuba, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1991. - Lapique Becali, Zoila: La memoria en las piedras, Ediciones Boloña, Ciudad de La Habana, 2002. - Merino, Luz: Apuntes para un estudio de la Academia San Alejandro En: Letras. Cultura en Cuba, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1987, Vol. 4, pág. 311. - Rivadulla Martínez, Eladio: La herencia de Francia en la enseñanza de las Artes Plásticas cubanas, página web www.cubarte.cult.cu, 27 de mayo de 2005. - Rojas, Oscar M. de: Necrología de Cárdenas, (inédito), Cárdenas, s/f, 3 tomos. - --------------------------: Notas biográficas para la historia de Cárdenas, (inédito), Cárdenas, s/f. - --------------------------: Para los anales y necrología de San Juan de Dios de Cárdenas, (inédito), Cárdenas, s/f, 3 tomos. - Sánchez Martínez, Guillermo: Federico Mialhe: diseño biográfico y señalamientos para la estimación de su obra en: Letras. Cultura en Cuba, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1987, Vol. 4, pág. 339. 2 – Fuentes documentales. . Archivo personal del autor. Fondo: Presencia e influencia francesa en Cárdenas y en Cuba, en general. . Colección de documentos del museo Oscar M. de Rojas de Cárdenas. Fondo: Documentos de la familia Leclerc – Lajonchere. . Libros de Actas y Correspondencia del Museo y Biblioteca Pública de Cárdenas y colección numismática del museo Oscar M. de Rojas de Cárdenas. Inventario de las piezas robadas del Gabinete de Medallas, de la Biblioteca del Rey en París, la noche del cinco al seis de noviembre de 1831. Objetos de oro Un copón de seis pulgadas de diámetro con un bajorrelieve en el fondo, y medallas romanas del alto imperio incrustadas en su borde. Una copa montada en oro con el busto del Rey Sasánida gravada al relieve. Joyas que consisten en diversos objetos encontrados en el sepulcro de Childerico, tales como: abejas de oro, un anillo de oro gravado & c. más, el sello de oro de Luis XIII, una bula o sello de oro, antiguo; una medalla grande de oro de Luis XIV que representa la fachada del Louvre. Medallas de oro griegas y romanas. Medallas griegas. Medallas de oro de Siracusa en número de 53. Tres medallas de oro de los Reyes de Epiro. Un Neoptolemo y dos Pirros. Medallas romanas. La serie de Emperadores, de oro, comprendidas en ellas los medallones grandes en número de 95 piezas. Las medallas desde Sexto Pompeyo hasta el reinado de Justino II, en todo 3. 192 piezas de oro. Medallas modernas de oro Número 1- Las medallas de los Reyes de Francia desde Carlos VII hasta Luis XIII; son 37 piezas. 2- Medallas de oro de Luis XIII; son 125 piezas. 3- Medallas de Napoleón: 75 piezas. 4- Más, cuatro piezas de Luis XVIII y de Carlos X. 5- Los grandes hombres de Francia: 20 piezas. 6- La serie uniforme de Luis XIV y Luis XV son 454 piezas; o sea, colección uniforme compuesta de dicho número de piezas. 7- La serie o colección de los Papas, de oro, 65 piezas.


"De amar las glorias pasadas se sacan fuerzas para adquirir las glorias

nuevas".

José Martí



“… la HISTORIA NOS AYUDARÁ A DESCUBRIR LOS CAMINOS DE HOY Y DE MAÑANA, A MARCHAR POR ELLOS CON PASO FIRME Y CORAZON SERENO Y A MANTENER EN ALTO LA ESPERANZA (...)”.

RAMIRO GUERRA