viernes, 17 de enero de 2014
Luces y sombras de Fray Candil.
Por:Dino Amador Allende González
Máster en Ciencias Históricas
Tomado de la revista Opus Habana.
De sus colaboraciones con un enfoque más cercano al análisis de la guerra hispano cubana, sobresalen «El odio al cubano» y «El asesinato de Maceo», publicados en enero y diciembre de 1896, respectivamente.
En los meses posteriores al inicio de la primera ocupación militar norteamericana en Cuba, la revista habanera El Fígaro publicó una larga edición con el título de «Número-Álbum consagrado a la Revolución Cubana, 1895-1898», en el que aparecía una amplia relación de personas que habían estado vinculadas al proceso independentista a lo largo de la guerra del 95. Durante toda la contienda, este semanario había sido un defensor de las posiciones integristas; sin embargo, en esa edición aparecían retratos y referencias de los más destacados jefes mambises, así como escenas de soldados del Ejército Libertador en las primeras semanas de posguerra. Además, ocupaban un lugar destacado numerosas personalidades civiles relacionadas con la insurrección, residentes en Cuba o emigradas.
En el último grupo aparecía un retrato del intelectual cubano Emilio Bobadilla, acompañado de una escueta mención: «Popular e intencionado crítico (…) a quien se debe una muy esforzada campaña en La Estrella de Panamá».1La referencia resultaba acertada, por cuanto era cierta su participación en el periodismo revolucionario desarrollado desde la emigración, pero en realidad su quehacer en esa publicación periódica no fue la única y ni siquiera la principal incursión de Bobadilla en ese perfil.
Para entender la trayectoria de esta figura en el panorama de la cultura cubana en las últimas décadas del siglo XIX y principios del XX, resulta necesario hacer hincapié en un conjunto de aspectos relacionados con su vida y obra. En primer lugar, pueden encontrarse ambigüedades, imprecisiones e inexactitudes en cuanto a su fecha de nacimiento y nacionalidad, al punto de que en una prestigiosa enciclopedia hispanoamericana aparece presentado de la siguiente forma: «Bobadilla (Emilio): Escritor, crítico literario y poeta y novelista español. n. en Cárdenas, Cuba (1868-1921). Popularizó el seudónimo de Fray Candil».2 Pero lo cierto es que Bobadilla nació el 24 de julio de 1862 —y no 1868—, siendo hijo legítimo de José Sixto Bobadilla y Adelaida Lunar, ambos naturales de La Habana. Fue el segundo hijo de ese matrimonio y tuvo cuatro hermanos: Virginia Carlota, Olimpia Ángela Juana, Honorio José y Mario Alberto Sixto.3
La posición social de la familia era la propia de los sectores acomodados: el padre estaba vinculado estrechamente a la vida económica, política y profesional cardenense, así como también habanera. Profesor de Derecho Romano en la Universidad de La Habana, desde joven se aficionó al estudio gramatical del castellano; entre 1846 y 1847 editó los manuales Elementos de Gramática castellana, arreglada al uso de los niños y Tratado elemental de prosodia y ortografía, amén de colaborar con El Faro Industrial de la Habana.4 Ocupó diversas responsabilidades, entre las que sobresalió como Caballero Síndico del primer Ayuntamiento de Cárdenas; miembro de la directiva del Museo; alcalde mayor de esa ciudad y director literario del Colegio de Segunda Enseñanza «El Progreso».5
A partir de estos antecedentes, no resulta desacertado plantear la influencia paterna en el temprano interés del pequeño Emilio por los temas culturales y literarios, además de crearle una sólida base para perfeccionar sus conocimientos sobre gramática y desarrollar un estilo personal en sus obras, sobre todo en la ensayística y la narrativa. El futuro Fray Candil solo vivió en Cárdenas durante los primeros años de su infancia, ya que en octubre de 1868 estalla la primera guerra de independencia contra el colonialismo español, y, en ese contexto, la familia tuvo que marcharse al extranjero, debido a que José Sixto aparecía involucrado en los trabajos conspirativos en esa ciudad, los cuales eran dirigidos por Miguel Bravo y Sentíes, quien mantenía contactos con los patriotas orientales. Entre ambos hombres existía una relación muy estrecha, sobre todo si se tiene en cuenta que el segundo fue padrino del hijo menor del primero.6
Como resultado, en febrero de 1869, Bobadilla padre es apresado por las autoridades españolas y, aunque logró evitar ser deportado con el primer grupo de prisioneros políticos rumbo a la isla de Fernando Poo, se vio obligado a partir al exilio junto a su familia, mientras que sus propiedades eran embargadas.7 Primero se trasladaron a Baltimore, Estados Unidos, y posteriormente a Veracruz, México. Regresaron a la isla en fecha no precisada, y en 1872 el nombre de Emilio Bobadilla apareció en la lista de alumnos matriculados en el Instituto de la Habana. Allí terminó sus estudios de segunda enseñanza, y en 1877 matriculó la carrera de Derecho en la Universidad de La Habana.8
Fue a partir de estos años que inicia su participación activa en la vida cultural de la isla, especialmente las vinculadas con la literatura, pues desde su adolescencia participó en las tertulias y debates ofrecidos en el Liceo de Guanabacoa, donde tuvo ocasión de conocer y escuchar a José Martí.9 En 1881, con solo 19 años, escribió un bosquejo cómico-serio en un acto y en prosa, titulado D. Severo el Literato, y publicó el libro de epigramas Sal y Pimienta, este último bajo el seudónimo de Dagoberto Mármara. La importancia de dichos textos radica en que fueron importantes para la conformación de un estilo muy personal, caracterizado por la sátira burlesca mediante el uso del epigrama.
Con un tono costumbrista, Bobadilla criticaba actitudes consideradas como frívolas y de doble moral. Sus víctimas eran, entre otros, los cobardes, los usureros y los malos escritores, con un énfasis que en ocasiones tenía carácter ofensivo. En no pocos casos su argumento abordaba personajes y situaciones referidos al pasado reciente de la colonia. Un ejemplo de ello se aprecia en D. Severo el Literato, cuando arremete contra los diletantes en literatura, encarnados en el personaje de Severo. Critica la frivolidad de un sector de la juventud cubana de su época, representándola a través de Pepillo, uno de los hijos del protagonista, quien gasta grandes cantidades de dinero en juegos y apuestas. Señala cómo los métodos empleados por este último, para tratar de poner orden en la familia, pueden volverse finalmente en su contra. Con ese fin utiliza el personaje de Homobono, hermano de Severo, y pone en boca de sus personajes frases empleadas por figuras políticas de la metrópoli, como el general Arsenio Martínez Campos.10 De hecho, varias escenas de la obra fueron censuradas por las autoridades españolas, entre las que sobresale este bocadillo en boca de Homobono: «Las familias, como los pueblos, se regeneran; y desechan el régimen que creen contrario a su honor y prosperidad, buscan violenta o legalmente, otro que les nivele a la altura de los demás pueblos».11
A la par de su labor como escritor, Bobadilla colaboraba en diversos periódicos y revistas habaneros, y dirigió los semanarios satíricos El Carnaval y Habana Cómica, con una perspectiva muy cercana a las posiciones del Partido Liberal Autonomista. Desde 1883 comenzó a firmar sus trabajos con el seudónimo de Fray Candil, y al año siguiente se dio a conocer en el campo de la poesía lírica al editar el libro Relámpagos, con una carta-prólogo de Rafael Montoro. A la promoción de este último, junto a otros candidatos autonomistas como Rafael María de Labra, Rafael Fernández de Castro y Emilio Terry,12 el joven crítico dedicó esfuerzos en la primera de las publicaciones mencionadas, entre cuyos artículos se destacan «Los ingratos» y «Los parias», a favor de las libertades públicas y los derechos de los cubanos. Por su parte, Habana Cómica prioriza la crítica literaria, si bien no faltaron alusiones a los vicios de la sociedad colonial.
Sobre esta etapa de su vida, el mismo Fray Candil expresaría: «Yo, señoras y señores, he hecho algo por mi país. He dicho perrerías á los integristas y he combatido con ardor contra los malos literatos que siguen tan campantes (…) Si no he conseguido nada, cúlpese al Gobierno que no me ha hecho caso (verdad es que el Gobierno no le hace caso a nadie) y al público que quiere convencerse de que los más de nuestros escritores son guaracheros. Yo no he expuesto mi fortuna… porque no la tengo; pero he expuesto el pellejo. En un tris he estado de ir a la cárcel. Léanse los artículos de Habana Cómica y El Carnaval (q.e.p.d)».13
Sería erróneo colocar a Bobadilla en las corrientes más tradicionales del autonomismo, así como debe señalarse que no solo mantuvo vínculos con figuras de esta vertiente política, pues entre los que reconocieron y estimularon su quehacer en esos primeros años juveniles estuvieron Enrique José Varona y Manuel Sanguily. Incluso, este último aceptó escribirle una carta de recomendación dirigida a Marcelino Menéndez Pelayo, que Bobadilla llevó consigo cuando se trasladó a España en abril de 1887.14 Pero, antes, publica en La Habana su libro Reflejos de Fray Candil (1886), con una carta de Emilia Pardo Bazán y un juicio de Antonio Escobar.
Fray Candil residió en la metrópoli entre 1887 y 1895, principalmente en Madrid, aunque también visitó otras ciudades y regiones de la península. En los últimos meses de 1894 e inicios de 1895 viajó a Bruselas y París, donde contrajo matrimonio con la cubana Piedad Zenea, hija del poeta Juan Clemente Zenea.15 Este acontecimiento fue reflejado por el periódico Patria, que publicó en diciembre de 1894 una nota relativa a la boda en su sección «En casa», con la firma de José Martí.16
Durante esos años ejerció sus dotes de articulista y crítico literario, con las que pronto alcanzó fama de observador agudo y polémico. Salen publicados sus libros: Escaramuzas (1888), con prólogo de Leopoldo Alas «Clarín»; Capirotazos (1890), Críticas instantáneas (1891), Triquitraques (1892), Solfeo, crítica y sátira (1893) y La vida intelectual o Baturrillo (1895). También publica un libro de poemas: Fiebres (1889). En la península, Fray Candil consolidó una posición destacada como periodista y crítico cultural, pero en ningún momento puso en segundo plano el hecho de haber nacido en Cuba e identificarse como tal. Desde que se dio a conocer en los círculos de la intelectualidad hispana, cuestionaba la postura predominante en la metrópoli al tratarse el tema de la Guerra de los Diez Años, y, dentro de la misma, el papel de los cubanos. Así, en Escaramuzas emprendió contra el autor de una pieza teatral llamada Cuba libre, identificado como el Sr. Jaques, ya que ofrecía una visión falseada sobre dicha contienda: «El señor Jaques ha tratado de ridiculizar aquella revolución que costó a la madre patria, al decir del general Jovellar, 100 mil hombres. Ni el soldado español era cobarde, ni el insurrecto un marica.
»La revolución de Yara, señor Jaques, fue una revolución muy seria en la que hubo rasgos de valor espartano de parte de unos y de otros. (…) Si el señor Jaques hubiera visto, á los siniestros resplandores de un cañaveral chisporroteando, pelear á los unificadores y á los separatistas, los unos á la bayoneta, los otros al machete, puede que el señor Jaques no se burlase hoy de aquella larga y encarnizada riña entre hermanos, cuya historia se escribirá algún día, acaso con lágrimas del corazón».17
Es indudable que, en ese momento, Bobadilla todavía se hallaba influenciado por la visión típica de los autonomistas; de ahí que —en esencia— presentara a españoles y cubanos en un plano de igualdad, cuestionando la manera en que eran tratados estos últimos, pero ignorara el papel de la metrópoli en el conflicto y las causas que lo habían provocado. Sin embargo, para mediados de los años 90 del siglo XIX, su percepción sobre la situación de las relaciones entre España y Cuba lo identificaba con los puntos de vista más cercanos al independentismo.
Prueba de ello es La vida intelectual o Baturrillo, cuyo título sugiere el predominio de temas literarios, aunque el autor aborda con un enfoque crítico la situación social de España. Tras caracterizar positivamente la figura de Enrique José Varona, sobre la situación cubana expresa: «Los males económicos y los desaciertos políticos no se combaten con protestas retóricas, sino con una administración honrada y entendida y una política de “ancha base” (…) los conflictos sociales no se arreglan con solo subirse á la parra. Si todos, republicanos y monárquicos, convinimos en que aquello está pésimamente gobernado y que sigue siendo, como pensaba Cervantes, “refugio y amparo de los desesperados de España”. ¿Por qué alarmarse de que la tendencia á la libertad, ingénita en el hombre, se rebele contra las imposiciones arbitrarias?».18
Esto explica el hecho de que, si bien fue en la península donde su obra obtuvo el reconocimiento a los ojos de la intelectualidad hispanoamericana, Fray Candil terminara abandonando España, pues tal y como expresó en carta dirigida a Rafael Montoro, «mi dignidad me prohibía permanecer en un país donde á diario se injuria á mis compatriotas».19 Salió en los últimos días de mayo de 1895 rumbo a Francia, y estableció su residencia en París, donde se vinculó de manera activa con los revolucionarios cubanos residentes en esa ciudad. Antes de terminar ese año, había efectuado una contribución a los fondos de la causa independentista por la suma de cien francos, y su actuación fue resumida en una investigación sobre la colonia cubana en París de la manera siguiente: «Bobadilla Lunar, Emilio: Nacido en Cárdenas el 24 de julio de 1862, muere en Biarritz el 2 de enero de 1921. (…) Franca actividad patriótica desde 1895: entregas, sin embargo, escasas. Su seudónimo: El Mambí. Uno de los principales redactores de [La] República Cubana, bajo seudónimos humorísticos diversos. (…) Vive en la calle de Courcelles, París 8».20
En cuanto a su colaboración con la prensa revolucionaria, la más sobresaliente se encuentra en La República Cubana, publicación bilingüe que editaban los revolucionarios cubanos en París bajo la dirección de Domingo Figarola Caneda. Acerca de este periodo no resulta exagerado plantear que, desde la aparición de esta revista a inicios de 1896 hasta su desaparición en el segundo semestre de 1897, Bobadilla fue uno de sus colaboradores más activos. Entre artículos de corte analítico y epigramas satíricos, estos últimos publicados en las secciones «Choteo» y «Al Machete», Fray Candil dio a conocer más de 70 trabajos, de los cuales 16 aparecieron con los seudónimos de El Mambí, el Arzobispo de Magarabomba, Perfecto, Antonio Cánovas de la Choza, Grito de Yara, Pausanias y Miguel de Cervantes Saavedra.21
En el caso de sus trabajos satíricos, los blancos de estas andanadas impresas solían ser personajes políticos y periodistas españoles que escribían sobre Cuba y su lucha contra la metrópoli, amén de las declaraciones, comunicados y partes oficiales que defendían los intereses del bando colonialista. Entre los primeros se cuentan el periodista Luis Morote, el Capitán General Valeriano Weyler y el jefe de gobierno Antonio Cánovas del Castillo, al que dedicara los siguientes versos: Y se atreve el Imparcial/ Llamar sabio a ese…animal/ Que su vanidad siniestra/ Ha causado tanto mal/ A su patria y á la nuestra.22
De sus colaboraciones con un enfoque más cercano al análisis de la guerra hispano cubana, sobresalen «El odio al cubano» y «El asesinato de Maceo», publicados en enero y diciembre de 1896, respectivamente. En el primero de ellos, Bobadilla argumentó las razones por las que el gobierno de Madrid persistía en su empeño de mantener el control sobre la Isla, al tiempo que analizaba objetivamente el papel desempeñado por Martínez Campos, y alertaba sobre lo que significaría el mandato de Weyler para los cubanos, al considerar que «sería implantar en Cuba, en la persona del general Weyler, el régimen del terror».23
Por su parte, en el artículo sobre la muerte de Maceo, Fray Candil intentó explicar las causas que provocaron su caída en combate, a partir de la información disponible en ese momento sobre el combate de San Pedro y las contradicciones mostradas por las fuentes españolas al abordar el suceso. No es descartable que, en algún momento, Bobadilla habría viajado a España con el fin de acopiar sobre el terreno la información necesaria para su trabajo en el periodismo revolucionario y, en particular, la relacionada con este suceso. En ese caso, la principal virtud de este artículo estaría en el hecho de haber sido, hasta donde se conoce, el único material que reflejó desde la metrópoli la muerte de Maceo, con la óptica de un periodista cubano que escribía para un órgano de prensa favorable a la independencia.24
A la par de su desempeño en el periodismo independentista, Bobadilla estrechó relaciones con los revolucionarios cubanos y puertorriqueños establecidos en Francia, entre los que se hallaban Ramón Emeterio Betances, Domingo Figarola Caneda y Vicente Mestre Amábile. Hizo amistad con el Mayor General Calixto García Iñiguez, a quien ayudó económicamente después de que escapara de Madrid, y con el que mantuvo correspondencia, una vez que este último se trasladó a Estados Unidos para organizar la expedición que lo regresaría a Cuba en 1896.25
En septiembre de 1897, coincidiendo con el cierre de La República Cubana por falta de fondos, Fray Candil partió rumbo al continente americano, con escala en Nueva York. Llevaba una carta de Betances que lo presentaba ante el Delegado del Partido Revolucionario Cubano, Tomás Estrada Palma, y durante su estancia fue abordado por el vicecónsul español en esa urbe para proponerle que colaborase en el periódico integrista Las Novedades con artículos a favor de la autonomía, que le serían renumerados con un salario de 200 dólares mensuales.26
Esta oferta fue rechazada por Bobadilla y en una carta que le escribiera desde Panamá a Enrique Trujillo, director del periódico independentista El Porvenir, expresa: «Yo estoy contra los que matan á mis hermanos. Es cuestión más de decoro que de patriotismo».27 Finalmente embarcó hacia Colombia, tras aceptar un empleo ofrecido por la New York Life Insurance Company como corredor de seguros, por lo que le pagaban el mismo salario que le ofrecían en Las Novedades, más algunas comisiones.28 Al llegar a Panamá —por entonces una provincia colombiana—, Fray Candil comenzó a colaborar en el periódico La Estrella de Panamá, encargándose de publicar una crónica semanal de crítica literaria y otros trabajos que aparecieron en una columna titulada «Política al vuelo». Aquí publicaría artículos a favor de la independencia de Cuba, como el que tituló «El carácter cubano», del que reproducimos este fragmento: «Pocos pueblos han dado pruebas de un heroísmo tan grande como el pueblo cubano. Una sola generación se ha sublevado tres veces en el espacio de treinta años, contra la dominación española. El fenómeno merece estudiarse. Cuando un pueblo insiste, hay que admitir que debe serlo. Cada país tiene el gobierno que se merece, se ha dicho, y es verdad. El cubano se niega a seguir bajo el yugo español. No se resigna mansa y servilmente a llevar una vida de ilota, no quiere seguir arrastrando la existencia miserable del siervo. Tiene sobrada personalidad —digan lo que digan los que no conocen la índole del temperamento cubano— para regirse por si mismo».29
La reacción de la legación española en Colombia fue presionar al gobierno de la época, presidido por Miguel Antonio Caro, del Partido Conservador, a fin de que obstaculizaran la presencia de Bobadilla en el país. Una vez aceptadas estas gestiones por parte de las autoridades colombianas, el ministro de Relaciones Exteriores de ese país «ordenó directamente al gobernador del departamento de Bolívar, que le prohibiera el acceso a lo interno del territorio nacional», bajo la acusación de ser un anarquista y en base a ello llegó a plantearse su expulsión del país.30
Esta situación derivó hacia una polémica que repercutió en la prensa colombiana e, incluso, trascendió hacia el exterior.31 De hecho, con el caso de Fray Candil se creaba un precedente, pues a la arbitrariedad de esta medida se agregó la circunstancia de que el canciller colombiano se había extralimitado en la aplicación de funciones que correspondían al Ministerio de Gobernación. Entre los participantes en la discusión del caso no faltaron quienes, de hecho, emplazaron al poder ejecutivo a explicar las verdaderas razones por las cuales se habían tomado medidas tan severas.
A fin de cuentas, estas intrigas no prosperaron y no pasó mucho tiempo sin que el mismo gobierno levantara la prohibición de ingresar al interior del territorio nacional, por lo que Bobadilla pudo recorrerlo a su antojo y acopiar informaciones y experiencias que posteriormente le sirvieron en su labor como escritor. Por otro lado, en el tiempo que permaneció en Colombia, no perdió el vínculo con los que, desde ese país suramericano, respaldaban la lucha de los cubanos contra España, como lo demuestra un anuncio impreso en abril de 1898 por los miembros del Club Cubano «Rius Rivera», con sede en Barranquilla. En este aparece Fray Candil como invitado de honor a uno de sus actos, amén de las actividades de agasajo y reconocimiento que le hicieron en otras ciudades, incluyendo Bogotá, donde fue recibido por el representante del Partido Revolucionario Cubano en Colombia, Rafael María Merchán.32
Tras terminar la guerra de Cuba con la derrota española y el inicio de la intervención y primera ocupación militar por parte de Estados Unidos, Bobadilla no regresó a su patria, sino que continuó viaje por el continente americano y, el 20 de julio de 1900, volvió a París. En la capital gala continuó desarrollando su quehacer como escritor y crítico, llegando a publicar en 1905 la novela A fuego lento, considerada la más lograda de sus obras en el campo de la narrativa y que fuera traducida al francés en 1913 por Glorget. Durante esos años fue asiduo colaborador de varias publicaciones cubanas, entre las que sobresalen La Discusión, la entonces flamante revista Bohemia, y, de manera muy especial, El Fígaro, a la que entregó varios artículos identificados con el apéndice «Notas en el puño de la camisa». Desde 1909 trabajó vinculado a la Secretaría de Estado, como representante de Cuba en el consulado de Bayona, y ese mismo año publica en París su libro de crónicas Con la capucha vuelta.
Entre abril de 1910 y enero de 1911, Fray Candil regresó a su Cuba, donde vivió cerca de un año, en un periplo sazonado por homenajes de instituciones habaneras y varios de sus conocidos, entre los que se destacaron Manuel Sanguily y Rafael Montoro. Fue elegido miembro de las recién creadas Academia de la Historia de Cuba y Academia Nacional de Artes y Letras. Asimismo, en el transcurso de su estancia, se familiarizó con el ambiente político, la vida social habanera y viajó por varias poblaciones de la provincia de Las Villas, incluida Santa Clara.33 Sería esta la única vez que Bobadilla visitó su patria, pues a inicios de 1911 embarcaba hacia Europa y se reintegraba a sus funciones como diplomático. Posteriormente asumía la responsabilidad de representante consular en Biarritz, ciudad donde falleció en enero de 1921, víctima de una enfermedad respiratoria. Sus restos quedaron en el cementerio de esa localidad. Poco antes de su muerte, dispuso que los casi 1200 ejemplares de su biblioteca personal fuesen donados a la Biblioteca Nacional de su patria.34
Emilio Bobadilla (Fray Candil) fue sin dudas alguien con una trayectoria compleja. Su personalidad era la de un hombre prolífico en su interés artístico y humano; ferviente admirador de la modernidad y con un pensamiento filosófico marcado por las corrientes del naturalismo, el realismo y el positivismo. Convencido de la necesidad de la instrucción de las personas, era un defensor del conocimiento científico y profesaba un fuerte sentimiento anticlerical. Tajante y con un estilo agresivo en muchos de sus juicios, resultaba controversial para sus contemporáneos. Esta situación se agudizaba debido a su afán protagónico y su carácter sumamente emotivo, propenso a discusiones acaloradas. De ello dan muestra sus críticas intempestivas a Emilia Pardo Bazán (1851-1921) y el duelo que sostuvo con Leopoldo Alas «Clarín» (1852-1901), figuras ambas a quienes el cubano había elogiado en su momento.
Por otro lado, en los análisis sobre temas políticos y sociales, Fray Candil partía de una formación eurocéntrica. Su enfoque potenciaba los aspectos étnicos y geográficos; solía extrapolar la importancia de los factores biológicos y geográficos por encima de los sociales, de ahí que si bien pueda ser considerado un hombre progresista y con ideas liberales, su actitud fue en esencia la de un reformista: crítico de los males de su época, pero al mismo tiempo un convencido de la necesidad de la estabilidad y el orden en el seno de la sociedad, lo que consideraba básico para paliar las desigualdades existentes en la misma.
A pesar de ello, no es posible ignorar la figura de Fray Candil dentro de la intelectualidad hispanoamericana de su época. Su posición política consecuente a favor de la independencia de Cuba, su constante seguimiento de la realidad cubana que le tocó vivir, así como lo multifacético de su quehacer intelectual lo ubican como un personaje ciertamente polémico en vida y obra, pero ante todo y por siempre, cubano.
"De amar las glorias pasadas se sacan fuerzas para adquirir las glorias
nuevas".
José Martí“… la HISTORIA NOS AYUDARÁ A DESCUBRIR LOS CAMINOS DE HOY Y DE MAÑANA, A MARCHAR POR ELLOS CON PASO FIRME Y CORAZON SERENO Y A MANTENER EN ALTO LA ESPERANZA (...)”.
RAMIRO GUERRA