miércoles, 11 de junio de 2014

!Ni el médico chino lo salva!

Por Wilfredo Alayón * Corresponsal de Prensa Latina en la provincia cubana de Matanzas.
La frase que encabeza este trabajo, por cierto con un carácter bastante lapidario, fue muy común y de uso frecuente en Cuba durante la centuria pasada aunque a fines de siglo cayó en el olvido. El proverbio servía para vaticinar el futuro de una persona aquejada por una grave enfermedad, aunque en sentido general se le estampaba a alguien con difícil situación de cualquier, índole en especial al sorprendido en la comisión de un delito. Esta máxima, que alude a un galeno de la gran nación asiática, tuvo su origen en la ciudad de Cárdenas, ubicada en la costa norte de la occidental provincia de Matanzas y a unos 150 kilómetros al noreste de La Habana. Según el libro Viejas Estampas cardenenses, publicado por Ediciones Matanzas, de Roberto Bueno Castán, la expresión surge poco después de aparecer un místico personaje, quien fijó residencia en la villa conocida como la Perla del Norte. La casa en cuestión tenía como dirección la actual avenida José Martí (Vives), entre Industria y Coronel Verdugo, donde existía por aquella época una pequeña vivienda de madera, contigua al cuartel de bomberos, acorde con la fuente. Bueno Castán expone que comenzó a crearse en torno a aquel hombre -especie de mandarín, mago, hechicero, sabio consejero y científico-, de ojos rasgados y pequeños, pobladas cejas y largos bigotes, una extraordinaria leyenda de curas milagrosas. Aún está en discusión la fecha exacta de la aparición del personaje y mientras el historiador local Miguel Martínez precisa entre 1865 y 1870, Emilio Roig de Leuchsering asegura que "por el año l872 apareció en Cárdenas". De todas formas, su presencia no significó nada extraordinario en sus inicios, pues en aquel entonces la ciudad era asiento de una numerosa colonia china, añade el texto. Aunque no los dominaba a la perfección hablaba, además del suyo, los idiomas inglés y español, lo que denotaba amplios conocimientos y vasta cultura, amplía el volumen. Otras características lo enmarcaban como cuidadoso en el vestir, tanto cuando lo hacía con el halo de su lejana tierra o a la moda imperante en Europa. Al principio -añade Bueno Castán- sólo sus paisanos acudían a él en busca de remedios para los males corporales y las aflicciones, y recetaba a los primeros sus medicamentos y prodigaba, a los segundos, sabios consejos. Profundo conocedor de la flora de distintos países, añade, y sus propiedades medicinales, empleaba sus aceites y extractos en la preparación de medicamentos. El autor de Viejas Estampas asegura que con sus fórmulas consiguió realizar numerosas curas que de inmediato los pacientes se encargaban de divulgar, tanto en la localidad como fuera de ella, por lo cual alcanzó pronto gran renombre. CHAM BOM BIA, EL MÉDICO CHINO Una publicación del también cardenense D. Jácome, suministrada por el historiador Ernesto Álvarez Blanco, destaca que en realidad hubo más de un médico chino en la historia de Cuba, pero reconoce que la mayor popularidad la alcanzó Cham Bom Bia. Su verdadero nombre era Chang Pon Piang, pero según los historiadores Roig de Leuchsenring y Portell Vilá, el habla popular cubana lo transformó en Cham Bom-biá que significa, según la fuente, "Sol Amarillo". En Cárdenas realizó curas maravillosas de enfermos desahuciados por médicos de fama de aquella ciudad y de La Habana, devolviéndoles a muchos de sus clientes la salud, la vista y el uso de sus miembros, agrega. Su llegada a la también conocida como ciudad de las primicias está envuelta en cierto hálito de misterio, ya que estuvo precedida de un periplo donde incluso fue acusado de práctica ilegal. Llegó a La Habana en 1858, apunta Jácome, con un contrato para realizar trabajos agrícolas en la localidad de Coliseo, en la provincia de Matanzas. No obstante, se las ingenió para continuar sus estudios hasta graduarse de Doctor en Medicina y de inmediato comenzó a ejercer como médico rural en el mismo lugar, añade. Cham Bom-biá, perteneciente a la etnia Jaca, del sur de China, como tantos de sus compatriotas, añadió a su nombre el patronímico cristiano de Juan. Acosado por denuncias de ejercicio ilegal de la medicina se traslada a Matanzas, cabecera provincial, con consultorio en la calle de Mercaderes, esquina a San Diego, en cuya urbe ejerció con no menos popularidad que en La Habana. Una nueva acusación hace que en 1872 se traslade a Cárdenas, por ser esta localidad en esos tiempos asiento de un gran número de chinos, lo que le garantizaba una mayor aceptación, precisa Jácome. En el ejercicio de su carrera, indican los investigadores, actuaba con absoluto desprendimiento, cobraba honorarios a los ricos, y se conformaba con decirles a los pobres: "Si tiene linelo, paga pa mí. Si no tiene, no paga". Ni Bueno Castán ni Jácome especifican en sus obras el día de la muerte de la pintoresca persona. Ambos coinciden en que tendido sobre su cama, una mañana Chambombián (aparece su patronímico indistintamente escrito de esta forma), fue encontrado sin vida. Nadie conocía que se encontrara enfermo, por lo que muchas versiones fueron propaladas; unos pensaron en envenenamiento por algún enemigo anónimo, otros en el suicidio y un tercer grupo adujo intoxicación al probar uno de sus preparados. Lo cierto es que aún se desconoce la causa de la muerte de quien, como afirma Jácome, dejara el estribillo: "Chino manila, Cham Bom-biá: Cinco tomates por un reá".


"De amar las glorias pasadas se sacan fuerzas para adquirir las glorias

nuevas".

José Martí



“… la HISTORIA NOS AYUDARÁ A DESCUBRIR LOS CAMINOS DE HOY Y DE MAÑANA, A MARCHAR POR ELLOS CON PASO FIRME Y CORAZON SERENO Y A MANTENER EN ALTO LA ESPERANZA (...)”.

RAMIRO GUERRA