domingo, 3 de noviembre de 2013

En saludo al 500 aniversario de la fundación de Bayamo, efeméride que se conmemora el próximo 5 de noviembre, El Cardenense publica fragmentos del libro Felipe III y La Dorada, escrito por el museólogo e historiador Ernesto Alvarez Blanco, web máster de este blog. Este libro se halla en la actualidad en proceso de edición.

Entre 1603 y 1604 la Corona española utorizó y apoyó la realización en Cuba de una serie de acciones para combatir el contrabando. Una de las más sonadas fue la orden impartida al teniente general del gobernador Valdés, Lic. Melchor Suárez de Poago, de que: “... fuera alguna parte para estorbar estos excesos de rescates y rescatadores a los lugares de esta Isla y para que con ejemplo y todo rigor como caso tan grave los castigase y en ello hizo todas las diligencias posibles con la demonstración que el mismo negocio requería y no solo no aprovechó pues aun estando haciéndolas por otra mano estaban los de la tierra rescatando con la misma frecuencia [...]” . Valdés dio autoridad y tropas suficientes al Lic. Suárez de Poago para reprimir el contrabando y acabar con los refugios de piratas y rescatadores que infestaban el litoral cubano. Bayamo, el río Cauto y el embarcadero de Manzanillo eran los lugares de mayor actividad de contrabando. Los franceses llegaban a esta última localidad directamente desde los puertos de su país. Las autoridades y la población de estos lugares estaban todas puestas de acuerdo para negociar con ellos. A través de Bayamo traficaban con los contrabandistas una gran parte de las localidades orientales. No resulta raro entonces, que la población de esa Villa se hallara enriquecida gracias al comercio ilegal de mercancías. De esta manera, compensaban el empobrecimiento a los tenía sometidos el trato exclusivo de La Habana con las flotas. De hecho, todas las autoridades civiles, militares y eclesiásticas de la región oriental estaban metidas de lleno en el negocio del contrabando. El Lic. Melchor Suárez de Poago llegó a Bayamo con una fuerte escolta en una fecha no precisada de 1603 y no tardó en comprobar que, desde el Teniente Gobernador de esa Villa y el Cura, pasando por los más ricos propietarios de tierra, hasta llegar al último habitante del pueblo, eran culpables de practicar el contrabando. De inmediato, emprendió contra el Gobernador de Bayamo y contra los alcaldes, regidores, eclesiásticos y familias de alcurnia de esa población un proceso judicial, dictando auto de prisión para los encartados, los cuales fueron tantos, que no hubo espacio en la cárcel para albergarlos. Casi un centenar de vecinos de la Villa, para no caer en manos de la justicia, se alzaron – siguiendo a quienes lo habían hecho al conocer la noticia de la llegada de Poago - y se refugiaron en las haciendas y hatos de la vecindad. Todos los desaparecidos fueron condenados a muerte por rebeldía. “... Llegó un momento en que el juez se encontró en una situación difícil. Abrigaba la seguridad de que tan pronto como se retirase de Bayamo, las autoridades locales, y el vecindario pondrían en libertad a todos los presos, pero no se atrevía a ordenar el traslado de los mismos a La Habana, porque sabía que más de doscientos bayameses se hallaban apostados en los caminos para libertar a los prisioneros. Naves corsarias vigilaban también estrechamente la boca del Cauto y los embarcaderos de la costa, por si Suárez de Poago intentaba conducir a los presos por mar. ¿Sería Gilberto Girón uno de esos corsarios apostados en la boca del río Cauto [Justamente, ahí está Manzanillo] y dispuestos a intervenir en favor del masivo y generalizado contrabando bayamés? ¿Son estos los ancestros del pueblo bayamés que más de doscientos cincuenta años después convirtió la elemental rebeldía comercial en fuerza independentista, y dispuso la quema de la ciudad antes de entregarla nuevamente al dominio español, imitando a los antiguos numantinos? Corsarios como Girón eran los «socios comerciales» de un pueblo que acataba, pero no cumplía las leyes autoritarias de un gobierno que le prohibía su único modo de vivir, a pesar de que no podía garantizarle otra manera de subsistencia [...]”. Como el Lic. Suárez de Poago no contaba con fuerzas suficientes para trasladar a los condenados a La Habana y como tampoco podía dejarlos en Bayamo, so pena de que tan pronto se alejara de la población, serían puestos en libertad por el resto de sus pobladores; se vio de pronto bloqueado por tierra y por mar por aquellos que se habían alzado para no caer prisioneros, a los cuales se habían sumado casi dos centenares de hombres. Paralelamente, el hijo del corsario Richard al mando de unos 200 filibusteros franceses, quienes comerciaban clandestinamente con los bayameses, asaltaron, arrasaron y quemaron a Santiago de Cuba, haciendo el mayor daño “... en los templos y en la Iglesia Catedral pues después de haberla profanado y robados los cálices y ornamentos hicieron pedazos los santos y la pila de bautismo y a la Virgen le dieron muchas cuchilladas por el rostro y cuerpo que le rompieron un brazo y hicieron otros muchos insultos como cismáticos [...]” . El gobernador Pedro de Valdés infirió muy pronto que esta acción, estaba encaminada a buscar al Lic. Melchor Suárez de Poago, por haber tenido la osadía de impedir el buen desenvolvimiento del comercio de rescate. Al respecto, al expresar a inicios de 1604 a Felipe III su preocupación por el incremento que estaba tomando el contrabando en la Isla, le comentó que los enemigos que habían asaltado y robado en el mes de agosto de 1603 las embarcaciones en las que viajaban la familia del Lic. Suárez de Poago y el Gobernador de la Florida, eran los mismos que habían tomado a: “... Santiago de Cuba habiendo ido solo en busca del dho [dicho] licenciado Suarez de Poago mi Teniente y así anduvo por el mismo pueblo apellidando por el justiciero solo por las diligencias que hizo en estorbar atajar y castigar estos rescates y rescatadores además de esto estos enemigos del rescate han hecho diversas presas de navíos de las islas de Canarias de los que vienen con vinos y de otros navíos que pasan y atraviesan de unas islas a otras con el trato y granjería de ellas [...]” . El Lic. Suárez de Poago, por su parte, no se atrevió durante meses a marcharse con los prisioneros de Bayamo, a pesar de disponer de una guardia armada de 40 arcabuceros. Al respecto, el Gobernador explicó al Rey que los encauzados no se habían podido: “... sacar ni traer por la mar desde Bayamo a esta Ciudad porque por trra. [tierra] hay trescientas leguas de asperísimos caminos por la mucha vigilancia que los enemigos tienen prevención hecha por traza de la demás gente de trra. que anda alzada por estos delitos que son más de doscientos los alzados solos del Bayamo amenazando el enemigo que ha de quitar los presos y darles libertad y pasar a cuchillo a los que los trajeren y con haber yo enviado por dos veces más de cuarenta soldados para su guardia y defensa que los veinte de ellos fueron con el dho mi Teniente y los otros veinte los recogió él mismo que son los que enviaba a las minas del cobre y a Santiago de Cuba en cumplimiento de lo que V. [Vuestra] Mag. [Majestad] me mandó por una su Real Cedula con armas y municiones y fragatas para en que vengan armadas no se han atrevido a salir por la boca del rio de Cauto que es el puerto del Bayamo por la mucha fuerza del enemigo porque no se aparta un punto de los parajes por donde han de salir y pasar los dhos presos con la gente que los tiene a cargo y de esta forma han estado más de seis meses aguardando ocasión para salir sin haberla tenido como dho tengo sino es con conocido riesgo [...]”. La Real Audiencia de Santo Domingo ordenó a Valdés que no hiciera trasladar a La Habana los prisioneros, los cuales debían dejar el Lic. Suarez de Poago y sus hombres en: “... la cárcel de Bayamo entregándolos a la Justicia de trra. [tierra] que tazitamte. [tácitamente] es mandar que los suelten a todos y que sus causas cesen y se queden en este estado de respeto de que los dhos [dichos] presos con la mucha mano que tienen en la dha [dicha] villa del Bayamo y ser los más ricos hacendados y emparentados en él y estar y resultar culpado todo el pueblo y la gente del en los dhos delitos no han de guardar ni guardaran carcelería ni la Justicia ordinaria qua allí hubiere no hará instancia en este porque ellos mismos son los que fomentan y favorecen estas causas y delitos por ser así mismo de los principales culpados en ellos [...]” . Finalmente, el Lic. Suárez de Poago solo pudo abandonar la Villa cuando dejó a los prisioneros en libertad. Mientras ocurrían estos hechos, algunos de los más ricos vecinos de Bayamo acudieron a la Real Audiencia de Santo Domingo para establecer recurso de alzada. La revisión de la causa iniciada por Suarez de Poago dio lugar a que se envolviera en el proceso judicial al propio acusador. Para colmo de males, la Real Audiencia nombró Juez del proceso a Antonio Maldonado, antiguo Teniente Gobernador de Bayamo, quien había sido destituido y encauzado por el Lic. Suárez de Poago al instruirse el proceso.


"De amar las glorias pasadas se sacan fuerzas para adquirir las glorias

nuevas".

José Martí



“… la HISTORIA NOS AYUDARÁ A DESCUBRIR LOS CAMINOS DE HOY Y DE MAÑANA, A MARCHAR POR ELLOS CON PASO FIRME Y CORAZON SERENO Y A MANTENER EN ALTO LA ESPERANZA (...)”.

RAMIRO GUERRA