sábado, 16 de noviembre de 2013

La Progresiva nunca fue mi escuela.

Luego de ser, durante 61 años, uno de los centros educacionales más trascendentes del país, La Progresiva merece en su 113 aniversario un recuento de su quehacer.Como una inmensa colmena calificó al centro uno de sus directores Emilio Rodríguez del Busto, quien estudiara y dirigiera dicho centro desde la década del cuarenta hasta su nacionalización. Por: MSC Lorena Martínez.
A pesar de haber nacido a una escasa cuadra de sus principales instalaciones, de jugar mi niñez entre sus tamarindos, cedros, palmas, pinos y cercas tubulares delimitadoras, de recordar aún el gigantesco mural del Hanabanilla que adornaba la cafetería nueva nunca pude ser alumna de La Progresiva, centro educacional que siempre ocupó mis sueños. Escuela religiosa, privada y mixta, admitía estudiantes internos y externos, a ella acudían alumnos de diferentes razas y clases sociales quienes pudieran pagar la matrícula, aunque existían alumnos exentos de pago. Predominaba la clase media. Preparaba en comercio, contabilidad, secretaria y bachillerato con una amplitud de tareas extracurriculares cercana a la contemporaneidad. Los conocedores admiten que su historia pudiera segmentarse en tres etapas: de 1900 al 1920, de 1921 a 1941 y de 1942 a 1961. Es en esta última etapa que viví con él, fue la primera noción de escuela que conocí, entre vecinos y amigos que habían sido sus profesores o alumnos. Hasta hace muy poco aún me impactaba su aspecto destruido por los años, pérdida la monumentalidad, lo que no resta que los mayores del barrio sigamos sintiendo cada noviembre que el “espíritu progresivista”, de responsabilidad colegiada nos recorre otra vez. “…Quedarnos aquí…” Dada la cercanía comercial existente desde el siglo XIX de Cárdenas con los Estados Unidos y a su rol en la llamada guerra hispano/cubano/norteamericana, no es de extrañar que desde 1898/1899 misioneros religiosos norteamericanos se reencontraran con la zona buscando adeptos para sus doctrinas. Uno de estos hombres fue Robert L. Wharton, quien consideraba a la educación como una efectiva manera de conseguir efectivos y convencidos seguidores, de mantenerse y educar en sus creencias y modos vivir. Para él: “…Las escuelas han permitido situarnos mucho mejor ante el público en general. Estamos ganando la atención y el respeto de todo un pueblo y por eso debemos quedarnos aquí…”. Por ello es que funda, una mañana fría y lluviosa de noviembre de 1900, una nueva escuela en la ciudad: La Progresiva, situada entonces en una larga y estrecha habitación en los altos del edificio situado casi en la esquina de Real e Industria. Catorce alumnos, unos cuantos pupitres de segunda mano, media docena de mapas y un pizarrón eran con cuanto contaba su fundador. A pesar de estas precarias condiciones, el número de alumnos creció rápidamente y en febrero del curso 1901/1902 abre en Vives entre Calzada y Velásquez un departamento escolar para niñas. Había treinta y un estudiantes los cuales pagaban una cuota fija de matrícula al mes. En 1904 y por primera vez en el territorio, la escuela, por razones económicas, reúne en una sola aula a niñas y niños enfrentándose al conservadurismo local; la unificación tuvo positivos resultados y el colegio comenzó a cimentar su fama de revolucionador. Un año después cuentan con más de cien alumnos y se trasladan más hacia el mar, en la misma calle Real pero ahora esquina a Obispo. Gradúa a sus primeros seis estudiantes quienes ocupan posiciones responsables como maestros de las escuelas públicas locales. En 1909, con un nombre arraigado ya en la ciudad, un ciclón destruye sus locales y, gracias a un generoso donativo de Jones, obtienen el primer terreno propio para la institución, en las calles de Concha y Calzada, cuya casona que estuvieron utilizando hasta 1952, que se construyera el moderno edificio donde se encuentra hoy la escuela primaria Marcelo Salado. La pelota siempre fue un disfrute para los estudiantes. En 1913 se efectúa la primera competencia de baloncesto escolar. Posteriormente (1915) se funda la Asociación Atlética de la escuela, encargada el siguiente curso de organizar la primera competencia inter/escolar. Las pruebas de atletismo, desde entonces, eran muy divulgadas. En 1914, el colegio incorpora la Segunda Enseñanza a su plan de estudios amparados e integrados al Instituto de Matanzas, de donde venían profesores a evaluar a los estudiantes por graduarse de la entidad. El tenis pronto ganaría partidarios y un espacio vital. El primer día de enero de 1918 se celebra una Copa deportiva cuyo trofeo es donado por el presidente de la República (Mendieta); ese año se inicia la publicación del primer boletín estudiantil que con los años asumiría el latino nombre de Juventa. Ese mismo año, Wharton adquiere cuatro acres de terreno, alejados del centro de la ciudad, en el barrio Mijala y la escuela empieza a semejarse a lo que sería en los años de mayor esplendor. En 1919 se organiza la Sociedad Literaria José de la Luz y Caballero y comienza a funcionar el sistema de internado para los varones. Entre las nuevas adquisiciones se encuentra con edificación de piedra, estilo colonial conocida desde entonces como La Quinta Carol, donde hasta la década del cuarenta se mantendrían no solo las aulas sino el dormitorio de las niñas y muchachas internas. Dos nuevos acres comprados en 1920 le permiten erigir el primer edificio propio de aulas, administración y asambleas. Cinco años después, la Junta de Misiones adquiere para la escuela los dos acres que permitieron tener un terreno de pelota propio, con lo cual el deporte empieza a convertirse en un elemento esencial para el centro. Pronto ganaran competencias inter/escolares a nivel local, provincial y nacional. Única escuela del interior capaz en estos años de ganar competencias nacionales. Pronto tendrá su propio himno (1927) y su logotipo. El verde y el oro serán los colores identificadores. Ayuda a la sociedad en actividades y organiza una gran Feria Agrícola Industrial para promocionar productos locales y cubanos. En 1932 se crea la Asociación de Ex/alumnos del colegio, quienes brindan apoyo material y espiritual a la institución, ayudando a crear ese clima familiar y único, agrupado bajo la frase de su director: UNA VEZ DE LA PROGRESIVA, SIEMPRE DE LA PROGRESIVA. Luego de los embates del ciclón del treinta y tres, uno de los que más daño hiciera a la ciudad, Wharton es nombrado jefe del Comité de auxilio de las víctimas; atrasó el inicio del curso escolar y durante más de un mes La Progresiva albergó a los damnificados, repartiendo comida y ropas para los mismos ante la poca atención que las víctimas obtuvieran del gobierno local. Cuatro años después, el propio director organizó el primer Comité pro-Calles de la ciudad, implantando la iniciativa MIL entre los habitantes, secundados por los alumnos de la escuela. En 1938 y a partir de un donativo del millonario Irene Dupont, se reacondiciona el dormitorio de los varones con dos nuevas alas, surgen canchas de baloncesto, jardines, tenis, comedor y cocina junto a una clásicamente latina casa para su director. También se inició la construcción de una escuela técnica, retardada por el inicio de la II guerra mundial, en el lugar se constituyó la Escuela de Comercio para quienes prefirieran dicha carrera al bachillerato tradicional. Nuestros años “más” felices En 1941 se retira el director Wharton y se convertiría en rector del colegio Emilio Rodríguez del Busto, quien seguiría en dicho cargo hasta 1961, incorporándose luego al claustro de la facultad de Geografía de la Universidad de La Habana donde se retiró como profesor. Con “Millo”, como cariñosamente amigo y familiares le llamaban, la institución alcanzó su máximo desarrollo, se edificaron modernos dormitorios para las niñas y muchachas, en el sitio donde estuviera la escuela Manuel Moreno y hoy el pedagógico local tiene su sede. Define a La Progresiva como una escuela “donde los alumnos aprenden a sentir, a pensar, a conocer y a actuar”. Crece la actividad deportiva y cultural, ganan campeonatos, se crean nuevos clubes o asociaciones y el folklore más humilde se abre espacio en su danzar. Al celebrar sus cincuenta años, en 1950, la escuela tenía más de 1600 alumnos y era paradigma para colegios similares inaugurados en Santi Spíritus, Caibarién, Remedios, Cabaiguan, Encrucijada, Güines y Sagua la Grande. En el curso de 1952/53 se inaugura una moderna escuela primaria donde había estado el primer terreno propio de la escuela, el mismo año del triunfo de la Revolución comienzan un nuevo plan de construcciones que incluye edificio de dirección, escuela práctica, departamento práctico de Comercio situado en la manzana de Jenez, Vives, Calle 21 y 22, actual ESBU Víctimas de la Coubre, edificio de dos plantas de gran funcionalidad, moderno, fresco, útil para sus laboratorios de física, química y ciencias naturales. Su estilo respondía a la arquitectura contemporánea adaptada al clima tropical, jardines, ventanales, patios interiores, amplias galerías y una extensa fachada con un ancho vestíbulo que permitía el acceso a las Oficinas Generales, Dirección y Banco de Ahorro. La cafetería del DPC era un sitio importante, almacenes y salón de peluquería/barbería. Sala de Música y proyección de películas, departamento de creación y salón de descanso se encontraban en lo alto del ala derecha. Siete aulas a ambos lados del patio y siete en la sección superior. Una galería de comunicación cubierta y una escalera de doble rama conducían al edificio de Comercio. En el piso de granito el emblema de la institución. La escuela, privada y de corte religioso, defendía la identidad propia, local y nacional, dedicaba espacios de sus clases a la cívica en semanas especiales donde los alumnos debían comprobar y aplicar códigos y valores de la educación formal adquiridos, sin olvidar su carácter de obligado cumplimiento tanto en el entorno familiar como local y social. Los profesores tenían semestralmente cursillos de entrenamiento preparados por los profesores de más experiencia o por invitados de institutos similares o de la propia universidad. Jorge Mañach, Fernando Ortiz, Medardo Vitier entre otros intelectuales tuvieron vinculación con dicho colegio. No faltaban departamentos prácticos para desarrollar habilidades en los estudiantes de contabilidad, secretaría y comercio, en las ciencias naturales, así como para enseñar amor al estudio y trabajo a los futuros bachilleres. Otros dedicados a psicología y orientación vocacional, departamento normalista o pedagógico, de psicología, biblioteca… A partir del 1959, La Progresiva se incorpora a los campamentos de ayuda, alfabetización y facilitación que la iglesia presbiteriana ofrecía en zonas orientales como Sagua de Tánamo, Cayo Mambí y Levisa. La Progresiva cardenense se caracteriza por el uso de métodos educativos separados de lo tradicional, brindando una gran importancia de la cultura y los deportes, a la coeducación de los sexos, a las conferencias de orientación vocacional, uso de la práctica en la enseñanza de ciencias naturales, los referidos cursillos de perfeccionamiento para los profesores, programa institucionalizado de relaciones públicas, interés identitario por la institución. Actividades como las ferias propiciaban el intercambio, la práctica, emular para ganarse a la vida cuando se fuera adulto sin obviar las más elementales reglas de la cívica y la educación formal, la cooperación y el uso de habilidades. Toda actividad de la escuela tenía una finalidad educativa. Había que vivir la enseñanza no solo en el sino en todo el alumno de la institución y de la propia ciudad Al decir de Emilio Rodríguez: “altos rendimientos académicos coincidían con intereses culturales y altos rendimientos deportivos”, como ocurriría con el team de gimnasia que ganara competencias nacionales entre 1955 y 1958. Una de las primeras asociaciones fue la José de la Luz y Caballero, en la que se organizan actividades artísticas, foro para desarrollar la oratoria, declamación, creación literaria, periodismo, aprender a saber escuchar y saber hablar, saber respetar, saber preciar las artes bajo el lema de descubrir capacidades, desarrollar caracteres. Otras asociaciones estudiantiles asumían intereses cristianos, propios del centro, el club de los Quince especializado en campismo, excursiones, fogatas y su versión femenina; el club de inglés, el científico, la asociación gimnástica, la de las secretarias, la de los más pequeños o fiñes, el filatélico y uno de los más importantes el club Folklórico. Con la entrada de René Castellanos como profesor a La Progresiva, en los años cuarenta, se empezaron a ver los bailes y cantos de otra manera, nació una agrupación que repercutida grandemente en la vida y divulgación de dicha manifestación artística en la ciudad. En su búsqueda de una educación más integral, el Maestro Castellanos convence a ortodoxos y tradicionales de lo importante de la danza folklórica y popular, logrando su objetivo de ejercitar, enseñar el amor a la danza y a las culturas que la acompañaban. Despierta entre alumnos, maestros y asociados el amor al baile, aprender a apreciarlo y aprender a danzar. En todos sus años, pertenecieron al club Folklórico más de 150 a 200 alumnos, cultivaban ritmos europeos, latinoamericanos, norteamericanos y cubanos, incluyendo la columbia y otros ritmos afrocubanos en su accionar. Los sábados de 9.00 AM a 4.30 PM realizaban clases prácticas en la plaza central de la escuela, conocida como Plaza de los Tamarindos. De los alumnos mejores nacían los protagonistas de la Embajada Artística, conformada por 35 alumnos que cantaban, bailaban, hacían representaciones teatrales no solo en la escuela sino que efectuaban extensos recorridos por el país. Al frente de la misión estaba el propio René, quien además de sus múltiples tareas, creaba coreografías, dirigía grupos artísticos, asesoraba… Se proponían un arte fino, popular y diferenciado, que incluía lo nacional como parte obligatoria. Podían preparar espectáculos completos o por secciones. Dedicaban a la Embajada fines de semanas o vacaciones. La interrelación lograda alrededor de los bailes nacionales, sobre todo, lo afrocubano, trajo consigo una mejor apreciación del, principalmente de la columbia, el yambú y el guaguanco en sus variantes provinciales. La enseñanza de las danzas folclóricas, - plantea Isaac Crespo, subdirector del centro y amigo del Maestro - “fue de lo más significativos de la obra extracurricular de La Progresiva (…) Sorprendía la metodología en la enseñanza de la danza, veintena de alumnos solos o en parejas así como profesores jóvenes, aprendían con facilidad y prontitud…¨ Todavía están vivos alguno de sus ex/alumnos, maestros, contadores y trabajadores, muchos son mis vecinos, otros pasan diariamente frente cualquiera de sus aulas; son gente que, religiosos o no, suelen ver la vida de manera diferente y que en cualquier parte en que estén se sienten parte de ella. Nunca pude ser alumna de este centro pues tenía uno o dos años cuando desapareció, pero he vivido por siempre en su barrio y muchos de sus protagonistas me han contado, desde pequeña, sus anécdotas y espacios. Por eso escribir de La Progresiva ha sido un reto difícil y quizás hasta nostálgico; pero a 113 años de fundada, ya sin existir los pinos de su calzada y con las reformas a sus edificios que el tiempo impone no debía quedarme callada, porque sus edificaciones han ido construyendo su otra historia, para que pueda seguir siendo uno de los bienes intangibles de la personalidad del cardenense. Bibliografía Cepeda Rafael (1953): El forjador de hombres. Publicado por la Asociación de ex/alumnos del colegio La Progresiva, La Habana, Cuba. Gou Surama/Martínez Lorena (2010): Para bailar más y mejor. Trabajo de Diploma carrera Estudios Socioculturales Inédito Molina, Carlos (2006): Simplemente Maestro. La Habana. Editorial Caminos. Rodríguez, Emilio (1991): Una inmensa colmena. Departamento de Publicaciones de la Iglesia Presbiteriana Reformada en Cuba. La Habana.


"De amar las glorias pasadas se sacan fuerzas para adquirir las glorias

nuevas".

José Martí



“… la HISTORIA NOS AYUDARÁ A DESCUBRIR LOS CAMINOS DE HOY Y DE MAÑANA, A MARCHAR POR ELLOS CON PASO FIRME Y CORAZON SERENO Y A MANTENER EN ALTO LA ESPERANZA (...)”.

RAMIRO GUERRA